miércoles, 13 de julio de 2016

A GUERRA DE IFNI -II-

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Por esixencias do tema pásome ao castelán.
IFNADA

Aquí estoy, que para aquí me mandaron,
¡de bancario!
Aquí estoy, dispuesto a ver y a oír,
¡pero no a callar!
Aquí estoy, tía Agar,
que me dijeron que este Territorio,
¡es una provincia hispana!
Creo que era, creo que fue,
más bien,
una provincia prosaica, pues de poesía,
¡nada!
Por consiguiente, una…,

¡IFNADA!
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CITAS DEL CORÁN
2, 186/190 Combatid en el camino de Dios a quienes os combatan, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores.
2, 187/191 ¡Matadlos donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron! ... Si os combaten, matadlos; ésa es la recompensa de los infieles.
2, 212/216 Se os prescribe el combate, aunque os sea odioso.
2, 215/218 Quienes creen, quienes emigran y combaten en la senda de Dios, ésos pueden esperar la misericordia de Dios, pues Dios es indulgente, misericordioso.
3, 13/15 Quienes sean piadosos tendrán junto a su Señor jardines en que corren los ríos; en ellos vivirán eternamente, teniendo esposas puras y la satisfacción de Dios.
3, 27/28 Los creyentes no tomarán por amigos a los infieles, prescindiendo de los creyentes. Quienes hagan eso, no tendrán nada procedente de Dios. Dios os advierte acerca de Él. Hacia Dios conduce el Porvenir.
3, 163/169 No tengáis por muertos a quienes fueron matados en la senda de Dios. ¡No! Están vivos junto a su Señor, están alimentados.
4, 73/71 ¡Oh, los que creéis! ¡Poneos en guardia! Lanzaos contra nuestros enemigos por grupos o en bloque.
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¿Por qué Ifnada?
Porque es digno, justo y bueno, útil para la posteridad, hacer testamento de los hechos históricos en los que nos cupo participar; y después de informados, una vez testados guardarlos en el baúl de la Historia, pero siempre con respeto y con la máxima solemnidad, por dramáticos y por viles que fuesen.
En este caso concreto he sido, me correspondió ser, testigo de excepción; quiero decir, civil, y por ende, imparcial, sin responsabilidades de importancia en el caso; salvo, acaso, aquella autodefensa, aquello del Somatén...!
Con estas circunstancias, y en ellas, en este relevo de la antorcha, en este renuevo generacional, les evito a mis herederos culturales, o pretendo hacerlo, sean rumís o no, molestias y desvíos interpretativos. Me estoy refiriendo a los estudiosos de la Historia, pues los otros, principalmente los pasotas..., esos optan por aquello de, ¡Chámame Xan, pero dame pan! (1)
El follón de Ifni, aquel rife-rafe, casi rifeño, comparativamente, circunstancialmente, y también con el Jefe en Babia, ¿fue una epopeya galaica, otra, otra más? ¡Claro que lo fue, y a demostrarlo voy!
. Gallego de nacimiento, sólo de nacimiento, que no de paciencia, aquel Franco, que no lo era tanto, ¡don Teódulo!
. Gallego absoluto, quiere decirse, enxebre, y por ende, genuino, ¡ese sí!, Gómez-Zamalloa. Un laureado, pero sólo por una vez, cando Zamalloa merecía dos, ¡o tres!, porque, a fuer de gallego, fue capaz de entender a su paisano, a Su Excelencia, a don Francisco, Paulino, Hermenegildo, Teódulo, Franco Bahamonde. ¡De entenderle, y de desobedecerle, al mismo tiempo! Todo eso sin salirse del caqui, que ya es mérito! ¿Mérito, ascendiente, valentía...?
Con aquel acatamiento desobediente, con aquellos regateos tan galaicos, con aquel pero no, Zamalloa le evitó a España millares de muertos, potenciales o ciertos, en la última de las guerras magrebíes, que en cuanto a la Marcha Verde, lo del Sáhara… eso fue circense, una juerga de carnaval, una exaltación de la imaginación alauita...!
En la del Rif, julio del año 21, y con menos motivo ya que, entre otras carencias, los de Abdelkrim no tenían metralletas, pero con eso y todo se fueron con Alá, asilvestrados, en aquel desastre, 15.000 españoles, ¡que si llegan a tener que enterrarlos...! El follón de Ifni de no ser por Zamalloa, antítesis de su colega, aquel General Silvestre, el del Rif, pudo tener un precio similar!
Pero volviendo al caso:
Gallegos la mayoría de los mandos militares en A.O.E.
Gallego el primero de nuestros caídos, el primero de nuestros heridos, ¡mortal! En Sidi Ifni, en aquellas vísperas siniestras, en aquellas tinieblas del 23.11.57: un soldadito de Bolaño, Castroverde, (Lugo).
Gallego también, ¡a mucha honra!, bancario y somatén en Ifni, este servidor, que lo es este que lo cuenta, este que os lo certifica, de primera mano, con la autoridad que le imprime el haber actuado, y padecido, por activa y por pasiva, aquellos avatares, que va a levantar el telón, una vez más, (2), y acaso con más objetividad y con menos acritud de la que se merece aquel Caso, aquella Epopeya, que no en vano pasó/pasé diez años, ¡diez!, de mi mocedad, antes de la guerra, en la guerra y después de la guerra, en aquella A.O.E. …, ¡güisquera! ¡Si, si, güisquera! ¿Qué más da güisquera que chispera, chispera que achispada? ¡África Occidental Española, para los no iniciados! En definitiva, espiando los dos flujos más importantes, el sanguíneo (la sangre de unos mozos paridos para el silencio de una muerte ignominiosa y estéril, encubierta por una prensa silenciada, parda, séase, sumisa al Pardo). Y luego el flujo monetario, riadas de billetes en cientos de cajas de pino, procedentes de Las Palmas, que el menda transportó desde el aeropuerto, por años, él solito, y con la pistola montada, en el asiento de al lado. Eso sin contar los cohetes fabricados, pagados, en otras latitudes y en otras esferas.
¿Hará falta glosar con más detalle este cúmulo de estupideces emanadas de un endiosamiento absurdo, egocéntrico, imperialista?
En cuanto a la forma: Epopeya, según los diccionarios en uso, es un “Poema narrativo extenso, de elevado estilo, acción grande y pública, personajes heroicos de suma importancia, en el que interviene lo sobrenatural y/o lo maravilloso”.
Como ves, holgado y valiente lector que te atreves con este rollo de la IFNADA, la poesía está en los hechos, fifty-fifty heroico – picarescos, y no sólo en las palabras, que tan sublimes fueron, aquellos, los hechos, aparte de estériles, que estupidez sería, aunque me saliese en verso, forzar la consonante en detrimento de la verdad sobrancera, ¡y por ende, inmutable!
¿Escarmentaremos, o seguiremos de Quijotes, siempre desprevenidos, pródigos en fantochadas, soñando y cultivando imperialismos, glorias trasnochadas? Cinco siglos, ¡cinco!, consecutivos, colonizando, mestizando…, y eso sólo nos sirvió para aprender que la buena civilización es, consiste en, enseñar a convivir; y de paso, exportar mercancías, palabras e ideas, ¡que es lo único perdurable, lo único rentable! Por cierto, cualquier cosa por la que quieran preguntar en el Marruecos actual, Ifni incluido, ¡háganlo en francés! ¡Merci! ¡Il n´y a pas de quoi!
¿Para quién?
Primordialmente para mi hija Estela, (Stella Maris), engendrada en Ifni y parida en Lugo, que muchas historias africanistas, ifneñas, de aquel es Siba, de aquel Territorio tan bravo, tan…, residual, me lleva aguantado, así que quise hacerle este resumen testamentario para que le quede una herencia definitiva, sintética y clara, lo más posible, de aquel país que no llegó a ser el suyo, por un simple traslado de su padre!
¿Por qué, Señor; por qué les hicimos aquella galantería, tan rotunda y gratuita, sin firmar, ¡qué menos!, un Protocolo mínimo, compensatorio, satisfactorio, que reconociese, que conservase, alguno de los derechos históricos de España, singularmente los marítimos, tal que aquella pesquería, tan nuestra, tan comentada y tan documentada, a la que llamaron, unos y otros, Santa Cruz de la Mar Pequeña?
Aquí tienes la épica, ¿o tendría que decir, comedia?, por si te sirve de algo esta experiencia, este trayecto bochornoso, -de Cavite a Cuba, de Cuba a Annual, y del Annual a Ifni-, estas memorias, esta formación…, ¿o tendría que decir, deformación?, de tu padre,
Xosé María.
IFNI Del libro Conversaciones Privadas con Franco, de Franco Salgado-Araujo, pag. 386 de la 1ª edición, hablando de Ifni: “En el Tratado de Paz con Marruecos, después de la campaña 1860-61 se dice que el Sultán reconoce a la costa occidental de aquella nación una franja de terreno en la que pudimos instalar una factoría pesquera, considerándola de soberanía española. Esta zona se tituló, desde entonces, Santa Cruz de Mar Pequeña”.
Importa conocer que el enclave de Ifni tenía 70 kilómetros de costa rectilínea, con un mar bravío, ¡de siete olas!
IFNADA. Palabra compuesta de los afijos IF + NADA.
IF fue la matrícula de los coches de esta provincia, que desde el año 1958 hacía el número 51 de las de España; hasta 1969!
Para entender el sufijo, NADA: O se lee esta epopeya, o se hace una excursión por la pista P-8, Safi – Agadir – Tiznit. Y desde Tiznit, por la P-30, hasta Goulimine, de donde parte la 7129, de 57 kilómetros, que lleva a la ciudad de Sidi Ifni, ¡a lo que resta de su esplendor! Al Sur de Goulimine es zona militar, ¡con acceso prohibido desde 1976!
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Consciente de mi responsabilidad ante Dios y ante la Historia…” -Declaración solemne de Franco en la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento.
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“Y gritarán: ¡Oh, Malik! ¡Termine tu Señor con nosotros! Responderá: Vosotros permaneceréis aquí”. Alcorán. Aleya 77, de la Azora 43.
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Puesta en escena
Clío, la diosa de la Historia
Sala: TRIBUNAL DE LA HISTORIA (3)
Preside: Doña Historia
Acusados:
Francisco Franco Bahamonde, ¡con h intercalada!,
Caudillo de las Españas, ¡por la gracia de Dios!
De la otra parte, el Malik, el Rey,
Sidi Mohamed V, Sultán Marroquí
Acusan:
Acusación pública española: Un Contribuyente.
Por la marroquí: Un Comisario del Ejército de Liberación.
Acusación privada española: Soldado X, muerto en acto de servicio.
Por la marroquí: Un Aguador, un tal Mohamed, alias El Gallina.
Defienden:
Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce.
Si Allal el Fassi
Alguacil del Tribunal de la Historia: El Cabo Moreno, ¡entonces más negro que moreno!, que fue Cartero del Simancas, cuerpo expedicionario astur, ¡cronista de excepción, ya que bien excepcional fue aquel follón! Otro forzado, otro inocente…, que se pasó la mili en desplazamientos cotidianos, de la ciudad al campo, y del campo a la ciudad, ¡rodeado de alacranes!
Jurado mixto
Representan a España:
Un funcionario de la Tesorería del AOE.
Un comandante de la Policía Indígena.
Un comandante del Grupo de Tiradores de Ifni.
Una profesora de Enseñanza Primaria.
Un empleado de Banca.
El farero de Sidi Ifni.
Representan a los Magrebíes:
Un descendiente del Chej Ma el Ainín.
Un empleado de Alí Ben Boaida.
Un desertor del Grupo de Policía.
Un desertor del Grupo de Tiradores.
La mora Fatima, enfermera.
El moro Fadel, un destacado intelectual ifneño.
Actas: Por cuadriplicado, a un solo efecto: En gallego, en castellano, en chelja, y también en francés.
En la Sala: Puertas abiertas, tanto las interiores como las exteriores.
Traducción: Simultánea.
TaquígrafosSecretarios: Uno por cada idioma.
SENTENCIA: Se supone que el Juicio no remate hasta que concuerden los doce miembros del Jurado, lo que entraña una dificultad especial, adicional, ¡que son pares!, y, además de eso, coprotagonistas en esta epopeya del Territorio.
Maqueta escénica: Esta obra se concibió para ser leída, o representada, por su extensión, con aparatos de lectura a distancia.
Tres actos o sesiones:
1º Acusadores y Defensores
2º Deliberaciones del Jurado
3º Sentencia
Escenificación:
Paño de fondo azul – celeste, tachonado de luceros. Alfombra moruna, de nudo, tejida a mano. En los laterales: A la derecha del espectador, un retrato de Franco; en pie, vestido de Capitán General. A la izquierda, Mohamed V; con chilaba y tarbus blancos, calzando babuchas, blancas o crema. Los retratos se orlan con las banderas respectivas.
Suenan unos compases de los himnos; y mientras, se alza el telón.
Después entra Doña Historia, una Señora muy aseñorada, una Matrona de cierta prestancia, con una palla espléndida, de lino crudo. Se tapa la boca, hasta los ojos, con un velo de gasa, color fucsia, finísima y transparente, que deja al cuello, también con solemnidad; despacio, como si fuese una estola.
Dos Gastadores de la Guardia Mora de Franco hacen un retén en las puertas del foro.
La iluminación tenue, baja pero cálida; el ambiente cargado, brumoso, atafagado…; ¡se supone que oliendo a pólvora!
ACTO I
Escena 1ª
 Suenan unas trompetas, fuertes, vibrantes, marciales..., ¡que ni las del Apocalipsis!
          
Dos Cabos, dos Gastadores, inclinan, o rinden, sus lanzas, pregonando a coro desde que se extingue el eco de las trompetas:
Gastadores
-¡Tribunal de la Historia! ¡Audiencia Pública Hispano – marroquí!
Dan unos taconazos fuertes, de botas herradas, a estilo prusiano; después de eso, hacen mutis por el foro.
Seguidamente entra Doña Historia, escoltada por sus Secretarios. Permanecerá en pie, y no hablará hasta que termine de retirar, de acomodar, lentamente, solemnemente, aquel velo de tul ilusión, que le cubría parcialmente la cara.
Historia, con voz mayestática, imperativa:
-Silencio y gravedad en la Sala, que estamos en un Tribunal, en el más Alto, en el Supremo, en el de la Historia! Si alguien no toma en serio este Auto de Fe, de Fe Histórica, esta tragedia, más que griega, oceánica, que se vaya a las tinieblas de la incultura! ¡Queridos Historiadores, señores Escribanos, escríbase y cúmplase!
Cambia de tono; ahora, con voz más cálida, explicativa, casi maternal:
-Hijos míos, fieles estudiosos de la Historia, esta Retrocesión de Ifni a Marruecos, que así le llamaron en España, eufemísticamente, para evitarse la vergüenza de pronunciar, tal y como suena, tal y como fue, aquella derrota, aquella pérdida, prematura e imprevisible, de su Territorio de Soberanía, costó muchas vidas. Menos que el desastre de Annual de 1921, pero muchas; las que están en las estadísticas y los desconocidos. Con la agravante de que no fue por inexperiencia española, ¡eso no! Aquellos muertos, ¡cientos!, inmolados en un cascajo, en una paramera, merecen el más solemne, el más profundo de los respetos. ¡Dije, y dicho queda, por ante mí, en la propia Historia!
Por si esto fuese poco, tenemos el, ¿soterramiento, evaporación?, de miles de millones de pesetas, escamoteadas, ¡como de costumbre, claro!, al Contribuyente español; malversación de la que la Historia se lava las manos ya que no tuvo arte ni parte, ni control del gasto, pues aquellas cifras, totales y reales, disfrazadas y/o distribuidas entre la Presidencia y los Ministerios, nunca totalizadas fueron; y publicadas, aún menos, ¡que ni pasaron por el Tribunal de Cuentas Públicas!
Yo, Historia Contemporánea, y por ende, documentada, tengo la obligación de ser neutral, así que no puedo encubrir, ni omitir, aquellas pesetitas... ¿Pesetitas? ¡Duros! Tan sudados que, muchos de ellos procedían de la enésima emigración española... Con el sudor, con las lágrimas, ya que fueron coincidentes con la postración de su posguerra, y para más inri, según afirma el propio Querellante, hoy están derretidas; tan olvidadas como sus propios huesos ya que Hassán II, ¡que Alá lo tenga por allá!, al desviar la carretera Agadir-Tiznit-Gulimín-Tan Tan por tierras del interior, de real intención y de hecho histórico condenó la hermosa ciudad del Sidi, del Señor Ifni, a ser cubierta, paulatinamente, por las arenas de su chergui, para los españoles, siroco, que así le llaman en África al viento del Este. Seguro que fue, que lo hizo, para soterrar los restos de la Colonia española, y con ella, su propia Historia, que bien que lo chafa, voto a Tal! Pero, de todo esto, nada más; de momento..., para no prejuzgar el pertinente Juicio!
Sin embargo, debo hacerles una advertencia preliminar: Aunque siempre se dijo que la Historia la escriben los vencedores, como se trata, aquí, en este caso, de una litis promovida por un Afilador ourensano, el idioma oficial no será el árabe - chelja, sino el gallego, sin perjuicio, por supuesto, de reconocer la cooficialidad del castellano, además del francés, como ya es usual en los Juicios Internacionales!
Por otra parte, este Afilador, en su modestia, ¡galaica, por supuesto!, presentó la Querella a que se refieren estos Autos bajo el lema,
IF-NADA
que yo le respeto, ¡a pesar de que hiede! Con la consiguiente reserva legal de que el señor Querellante se dará a conocer, si prospera esta litis, seguidamente, ¡en su momento!
Por mi parte le doy mi, ADMÍTASE, más explícito y más rotundo al dictarse este
AUTO DE PROCESAMIENTO
El Querellante invoca, como corpus iure, en esta yihad, en esta Guerra Santa, toda la jurisprudencia de ámbito español, marroquí y/o internacional, que sea aplicable en estos casos, para que, como mejor proceda en Derecho, se esclarezcan, y definan, los siguientes principios, que estima conculcados:
1º Derecho del señor Afilador a ser considerado Descubridor de Ifni, o, por lo menos, Redescubridor, ya que llegó a primeros del año 1934 de la Era de los Nazarenes, Cristianos, unos días antes que el Coronel Capaz! No quiere que le pase como a Colón, que incluso le pisaron el nombre de su Nuevo Mundo, de la Colonia descubierta, vulgo, Indias Occidentales!
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Derecho de Ocupación Territorial, que lo cede a España, generosamente, ab aeterno, ya que alega que cando llegó al páramo ifneño allí solamente había un ciento de cabileños, ¡cavilando! Sin que falten malas lenguas que añadan lo de, ¡rascándose! Asociados en una especie de Cooperativa de Consumo, ¡que de Producción, cero!, a la que llamaban por el nombre de su tribu principal, ¡Aït Ba Hamram!
A estos efectos, el señor Querellante alega, y de paso solicita, que se proclame una Declaración de terra nullius, de Bled es Siba, séase, Tierra de insumisos, puesto y supuesto que aquellos cabileños del Amezdog, fuera de la susodicha Cooperativa de Consumo de Higos Chumbos, y de las cuchilladas, de los gumiazos, a los vecinos, a los ricos de ese granero (4) de Agadir, y de cuando en vez, a los caravaneros del Sáhara, carecían de toda organización sociopolítica. Organización requerida, sine qua non, para que el Derecho Internacional reconozca toda soberanía y toda independencia. ¡Quiere decirse, la existencia de pueblo!
Entiende el señor Afilador que las barrelas, o casas de barro, de adobes, del Amezdog, con sus caciques, eran cuatro aduares, cuatro imazighen libres, que no le interesaban a ningún Sultán ya que nada aportaban, ni podían hacerlo, a su Tesoro; antes bien eran peligrosos para el mismo. Su anarquía superaba, con mucho, todo precedente galaico, castreños incluidos!
Con estas circunstancias, -arguye y alega el Querellante-, a estos ifneños de las gumías desmochadas sólo les quedaba la soberanía de dejarse ocupar por los sorchis del Coronel Capaz; máxime dada la natural habilidad de aquellos nativos, que así hay que llamarles, ¡nativos! Simples nativos, pues la protectora, España, aún no los proclamara Notables; quiere decirse, notables para el mercadeo, ¡vulgo, contrabando!
3º El ínclito susodicho, este Afilador, reclama su derecho a participar en las tajadas de Ifni, aunque sólo sea simbólicamente. Pretende que este derecho retrospectivo sea transferible, mortis causa, a su parentela, ¡tal y como hizo Colón! Y que, en defecto de una parentela causahabiente, su legado, ¡un legado histórico!, pase al Gremio de los Afiladores Ourensáns, ya que el único, fuese mauri o cristiano, que non muxiu da vaca española, (que no la ordeñó), cito literalmente, fue el propio Descubridor –Ocupador - Querellante.
4º Alega, pide, que ya que su cuerpo mortal fue devorado por los chacales cuando huyó de Ifni, que se cacen, por allí abajo, cien fieras de esas, de las que lo asimilaron, y que las entierren en otro morabito, lo más cerca posible del Santón Ifni, pues así este Afilador, con sus restos avecindados en tierra islámica, podrá participar, en el Día de la Resurrección, de las huríes que le sobren al Sidi Ifni. ¡Por afinidad, pero también por una proximidad ubicua!
5º Me impetra, por último, que juzgue al Malik marroquí, a Si Mohamed V, por Ocupación Ilegal y Traicionera, en el Cincuenta y siete, de un Territorio que el señor Afilador ganara para su país, para España, tan honrosamente, propiciando y facilitando, en el Treinta y cuatro, la Ocupación Legal, Subsiguiente y Pacífica de aquellos soldaditos del Coronel Capaz.
Al mismo tiempo solicita, o más bien exige, que responda aquí, por ante la Historia, su paisano, su Caudillo, don Francisco. Que nos explique aquello de la: ¡España, Una, Grande, Libre!, ya que este Querellante, este Afilador, cumpliendo con su juramento a la bandera, dio su propia vida, ¡por la Patria!, mientras que todo un Franco, un Caudillo, teniendo un Lugarteniente del temple de Zamalloa, y disponiendo de barcos y de aviones, se dejó expoliar la provincia Cincuenta y una de las Españas Imperiales. ¿O es que nadie se acuerda de que el propio Dictador, en la solemne Declaración de su Ley de Principios Fundamentales del Movimiento, dejó sentado, ¡atado!, que estaba, que era, consciente de su responsabilidad ante Dios y ante la Historia?
El Querellante considera de extrema responsabilidad por ante la Historia que un Territorio redescubierto por un gallego, precisamente por el propio Afilador, y ocupado por un hombre capaz, ¡capaz de llamarse Capaz!, defendido, en el 57, nada menos que por otro gallego, ¡un laureado!, fuese retrocedido, gratis datis, sin compensación alguna, tal que una fuente en Ceuta, o un lindero en Melilla! Según aduce, esto carece de lógica para los patriotas, y más aún para los Historiadores, así que se dan indicios de malversación territorial por el propio Caudillo de las Españas, ¡por el propio Vigía de Occidente!
Después de todo esto, en vista de que hubo una guerra, valga el ejemplo, por un simple retazo de aquellos Emiratos, el tal Afilador considera que su Territorio de Ifni merece una revisión histórica.
Es de justicia que pide, etcétera, etcétera.
Por lo expuesto, la Historia Contemporánea, de suyo imparcial, y bien documentada, admite a trámite esta
Querella,

Declarando abierto un Juicio Público,


¡Histórico!
Ahora pónganse en pie y procedamos. ¡Que los escribas, escriban; que los españoles despierten de su sueño imperial; y que los rifeños dejen de rifar, de reñir, que ya no tienen riffáns, (5), de tiempo ha!
Por culpa de la bulla que forman los presentes al ponerse en pie, y por causa de algún silbido que hace la claque, Doña Historia les advierte seriamente:
Historia
-¡Así, no; sin alborotar, pues de pendencias entre moros y cristianos, que se dicen, ¡quif-quif!, hermanos, pero sólo por delante de la gente de fuera, ya estuvo bien a lo largo de mi decurso! Tengan presente que, como Historia que soy, y por ende, neutral, no quiera Dios dejarme caer en las flaquezas de eses seudo historiadores, ¡por doctores que sean!, varones o hembras, ya que muchos de ellos, ¡a las Crónicas me remito!, suelen reconstruir los hechos a medida de su salario..., ¡que no al de su ideario!
Después de eso, instruye:
-Descubran eses retratos, pero con todo respeto, que este juicio se celebrará en rebeldía pues los acusados, citados que fueron en tiempo y forma, o no quisieron o no pudieron acudir:
Mohamed V se excusó diciendo que no da atendido a las huríes, ¡de tantas que le asignaron! Por sus méritos, naturalmente, en el Séptimo, en ese Edén de los Musulmanes. ¡En el sentido caballeresco de la atención, por supuesto! Aclaro todo esto porque noto que algún mal pensado ya soltó su imaginación. ¡Lo que hace no entender de amores platónicos, coránicos; séase, puros y castos, que no es precisamente una virtud española!
En cuanto al señor Franco, -Franquito para los íntimos, para los africanistas-, ese lo que es de mujeres..., desde que padeció en el Protectorado aquella enfermedad voluntaria, nada de nada, en absoluto! Se quedó en el Estrecho, ¡tan estrecho él!, ahí abajo, entre España y Marruecos. Según mandó decir, está ocupado en la pesca del atún, ¡que ahora no tiene quien se los rejunte! Los de la CIA avisaron que está sentado en Ceuta, posado en las cumbres del Monte Hacho, igual igualito que aquel día del Convoy, pero vuelto de cara a Melilla, que así mira para la Roca, de soslayo, ¡a la vez!
Cuando le preguntaron qué estaba haciendo allí abajo, con aquellas brumas, solamente les dijo: Es que bajé, me apeé de los luceros donde hago la guardia falangista, perpetua, en purgación por las que le hice pasar a José Antonio, que no me esforcé por liberarle, pues incluso me lo querían trocar por aquel hijo de Largo Caballero...! Por eso estoy aquí, de centinela alerta, que no me fío de mis testamentarios, ¡que ya no es la primera...!
También le interrogaron, ¡con lo preguntones que son esos de la CIA! -¿Oiga, Mr., de ese supuesto hijo del Glaui..., (6), qué? -¿De ese...? Igual, igualito, que los hijos de la Gran Bretaña..., ¡que son de ellos, muy suyos!
Nadie le entendió, ni los propios historiadores, que por algo sigue inédita su biografía, ¡la auténtica! Por mi parte, yo, que soy la propia Historia, ni capisco, pues la idiosincrasia gallega está por encima de mí...; ¡por encima de la Historia, que ya es decir!
Declarada su ausencia definitiva, retiran la gasa que cubre los retratos de los dos contendientes, Franco y Mohamed V.



Historia
-Recitemos, en este Introito, la primera aleya de la primera azora, que también es válida para los cristianos. Así, con todo respeto:
En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso...
Todos
-¡Alabanza a Dios, que es el Señor de los mundos!
Secretario de Actas, de las gallegas, en un aparte, para su caletre:
-No sé cómo es que dicen que Dios es el Señor de los mundos... De todos, lo que se dice de todos, creo que no, pues aquel Diego García de Herrera ya se proclamaba Señor de la Mar Pequeña, ¡aquella de Berbería! Por parte, nuestro Caudillo opinaba que el enclave de Ifni, séase, la Mar Pequeña, la Nueva, no sólo era de España, sino que, a primeros del Cincuenta y ocho, después de aquella Marimorena, firmó una Ley por la que reclasificaba los Territorios del A.O.E., (África Occidental Española), en dos provincias, Ifni y el Sáhara: Cincuenta y una, y cincuenta y dos, de las de España, según los libros de Bachillerato; ¡y ahora salen aquí, por ante la Historia, con eso de que Dios es el Señor de los mundos...! Que el diablo me lleve si entiendo de propiedades..., ¡a pesar de ser gallego!
Historia
-¡Pueden sentarse! Y procédase a la lectura del Atestado, que está bien atestado…, ¡por lo que abulta!
Un Acusador. En este papel, un Contribuyente español; en adelante, Contribuyente:
-¡Señoría..., yo...!
Historia
-¿Si, señor Acusador? No se corte, que no soy Inspectora de Hacienda, aunque tengamos un cierto parecido; digamos que..., ¡metodológico!
Contribuyente
-En ese caso... Mire, Señora, todo lo ocurrido en Ifni, con Ifni...; ya sabe, con aquella provincia de nuestra África Occidental..., con la que hacía el número 51..., ¡desde que en España se levantó la censura todo es público y notorio! Todo, o casi todo, pues una parte de aquella dilapidación nunca fue a los archivos, ¡y menos al Militar!
Quiero decirles, desde la ocupación armada en aquel distante Seis de abril del treinta y cuatro, gesta del Coronel Capaz, hasta la noche de las metralletas, en aquel Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete...; aquella noche en la que triunfó Zamalloa y fracasó aquel Coronel, el tal Ben Hammú...; y también en esa guerra absurda, concluida oficialmente el Veintiuno de abril del cincuenta y ocho pero latente hasta la mismísima arriada de la bandera española, el Treinta de junio del sesenta y nueve...
Este servicio tan vil, tan..., ¡humillante!, se lo impuso España, quiere decirse, su Mandamás, a los valientes legionarios, una fuerza de choque, tan singular, y tan barata, que, de enamorados de la muerte, prefieren dar la vida antes que protagonizar una retirada vergonzosa.
         
Digo esto, Señoría, porque las páginas del Atestado ya están escritas; escritas, asumidas..., ¡y pagadas! Fueron rubricadas con la sangre de los mejores, en aquellas vanguardias...; ¡por ambos bandos!
        
Por estas circunstancias, si esto le place, por nuestra parte estimamos conclusa la Instrucción de este Sumario.
¿Señoría, qué le parece si abreviamos el Atestado..., para que salga más barato este pleito, que bastante dilapidamos allá, en Ifni, con esa criatura mostrenca que tan débil resultó? No será cosa de encarecer la peripecia con este rollo macabeo, con esto de la IFNADA. ¿O sí? ¡Digo yo!
Historia
-Admítase, y sea obviado ese trámite procesal. De paso, invitemos a los Defensores para que formulen las alegaciones pertinentes. Ya puede intervenir el Excelentísimo Sr. D. Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce. En cuanto a su reseña biográfica, a su Acreditación que también se dice, se la encomendamos al Secretario de Lengua Gallega, esperando que lo haga en conciso, séase, sin circunloquios ni trasacuerdos, tan propios de los galaicos. ¡Procedan en consecuencia!
 
Secretario
-Sí, Señora, procedo! Este caballero tan..., caballeroso, ¡este militar sin tacha!, nació en Coruña..., y se casó en Monforte! Se vino al caliente, al Cielo, en septiembre del setenta y tres, horripilado por la Retrocesión de su amado Ifni, aunque hubo quien dijo que se pasó al Alén para huir de las humedades...; ¡quiero decir, de las externas!
En Coruña tiene una rúa algo costeña, pero rúa, ¡apta para ruar! Le fue dedicada por sus méritos, por sus servicios castrenses. Sin embargo, por su bonhomía merece algo más, tal que una estatua en el Cantón herculino, y otra en Monforte, en la villa de su mujer.
Nunca atacó con rencor sino por obediencia debida, que de eso dan fe cuantos le conocieron, que aún quedan testigos que lo apreciaron a lo largo de su vida; ¡y creo que alguno de ellos no andará lejos de esta Sala!
Aquí defenderá a su Franco, con nobleza y con valentía, que de siempre fueron sus mejores armas; pero ello no obsta para que tuviese discusiones con su Caudillo, con la inmunidad..., ¡relativa!, que le daba su condición de laureado, que si no, entonces...; ¡entonces te quiero un cuento! ¡Fuertes, si señores! Hasta el punto de que, en una ocasión, ¡histórica!, Franco le mandó un recado, nada menos que por el General Alcubilla, Jefe del Alto Estado Mayor, que allá se fue, de noche, en el primero de los cuatrimotores que aterrizaron en Ifni..., para conminarle que no hiciese la machada de traspasar la frontera española apuntando a Rabat con aquellas Columnas que tan obedientes le eran. ¡Al contrario de lo que le pasó a Silvestre en la Comandancia de Melilla! Zamalloa alegó, por toda respuesta, que la O.N .U. tenía reconocido que en estos supuestos de ataques alevosos es lícito el barud, el combate, traspasar las fronteras para demoler las bases desde las que se lanzó la ofensiva...
Este laureado aún era de los de la máxima medieval..., ¡obedecer, pero no cumplir!, mas, en este caso, conocido el sometimiento, los remordimientos africanistas de su Caudillo..., se acordó de Azaña..., ¡sí, del propio Azaña!: Estará ciego de soberbia aquel que no admita que los moros influyen en España mucho más que los españoles en su Protectorado... Entonces, ante la imperdible, ¡caput!
En un aparte:
-¡Que menos!
Y siguió, subrayando las palabras clave:
-El caso es que aquella eminencia, aquella razón sin razón de don Paco, le dijo que nones. ¡Nones, y punto! Para más inri, lo hizo por boca del General Alcubilla..., ¡que así quedó acubillada nuestra derrota! Pero no fue cosa exclusivamente personal de don Teódulo... (¡Oh Tío Sam, mi querido tío Sam: eres un métome-en-todo!)
Pero volvamos al Atestado..., ¡antes de que lo vacíe la CIA! ¿Que aquí don Mariano, este ilustre, estuvo con Franco en el Treinta y seis? ¡Igual, igualito que la mayoría de los africanistas! Pero eso es de otra Sala de este Tribunal; ¿no lo es? ¿Que fue a la División Azul? ¡Naturalmente que sí, en su natural guerrero!
Don Mariano hacía lo que le enseñaron a hacer: ¡perseguir enemigos! Mejor dicho, ¡hostes! Atacaba los objetivos señalados por sus superiores de la cadena orgánica de mando, ¡pero nunca ad líbitum! Y luego, que nunca hubo un comunista más comunista que el propio Zamalloa. ¿Es, o no es comunismo invitar a whisky, habitualmente, en toda ocasión propicia, a los soldados rasos, y pagar sus rondas, de contado? ¡En él, eso era lo habitual! ¿Cuándo hubo otro semejante? ¡Ni el Gran Capitán llegó a tanto...!
Que en el fondo, en el fondo pero también en la crema, era un hombre bueno, pacífico, se constata con sólo saber que crió un hijo para fraile, y que tanto su nuera como su nieta se llamaban Paz. ¡Eso, Paz, que ya es casualidad! ¡El Dios que lo hizo! Siempre con una vida de hogar...; y en lo profesional sufría visiblemente por el más desconocido de sus soldados, así que hacía las guerras que le mandaban hacer, ¡por acatamiento debido!, obedeciendo y sufriendo con su Cruz a cuestas, ¡con su Laureada!
Zamalloa tiene por costumbre tutear a todo dios; ¡e incluso a Dios! ¡Menos a Franco, por supuesto! ¡Dios lo librase...! También me dijo, ahí fuera, en ese Atrio Celestial, hace un instante, que no piensa cambiar, ni aquí ni ahora, que él no se apoca ni ante del moro Mussa, para cuanto más con este fantoche, con el Fassi!
Dirigiéndose a Zamalloa, que volviera a entrar en la Sala pues Zamalloa no es de los que hurtan la cara:
-Mi General, aquí tiene a su paisano, este Egregio, el de la baraka, sometido, ¡por fin!, a la Historia.
Dirige la vista al cuadro de pared, un retrato de Franco:
-¡Pero qué bajo cayó, don Francisco; talmente por debajo de la Historia, que le cogió la palabra por la Querella de un simple Afilador! Como ya no se puede valer por sí mismo...; ¡ni puede, ni quiere!, tendrá que defenderle su fiel Zamalloa, de nuevo, en los embrollos de Ifni..., como hizo, en aquel entonces, en el propio Territorio, en el de Santa Cruz... ¿No se acuerda? Sí, señor, sí; cuando le zurció, en un zurcido de viejos mosquetones, salvados de la chatarra por su mezquindad... ¿Por la suya, o por la de aquel que afilaba el lápiz personalmente, para mejor aprovecharlo? ¡Ya sabe, aquel Carrero Blanco! Tendrá que zurcirle los errores políticos de sus infalibles Gobiernos, de los que tan orgulloso se sentía usted... ¡Si, usted, el Gran Señor de la Baraka, de la baraka lahufik! (8)
Después de una breve pausa, de un simple respiro:
-Mi General, lo bueno del asunto es que queda constancia de todo esto en Acta del Proveído por la Excelentísima Historia! Dios se lo pague, mi General, y también mi Caudillo, nuestro Cid, por..., ¡por enseñarle a España tantas experiencias, aunque usted quizás no tenga la culpa, exclusivamente, de que resultasen estériles!
Zamalloa le da la mano al Secretario, agradecido, y después, carraspeando, gruñón:
-¡Whisky, whisky para todos; y también para mí, sin hielo! ¡Solo; en vaso grande...! De agua, ni un sorbo, que ya sabéis que procedo de Coruña... Rapaz, este vasito que me traes es del té, de atai! ¡No, de ese no, que prefiero etiqueta negra! ¡Camarero, sobre la marcha: coge aire y saca el pecho, que por algo eres gallego!
Apura el whisky; lo saborea con deleite, y después de eso continúa con su talante de costumbre, mandón y retranquero:
-¡Esto se bebe así, a tragos! En la vida todo va a tragos, ¡que los sorbitos son para los pollitos! Yo llevo muchos, muchos tragos, que incluso enviudé de joven... Por si tuviese poco cáliz, me vino este Contencioso con Marruecos..., ¡de viejo! Tres guerras no hay gallego que las ature; ¡si aún fuesen tres pleitos...! Tres pleitos, sí, pero este es de Mayor Cuantía, ¡en el propio Tribunal de la Historia!
Se dirige a la Presidencia, también carraspeando:
-A modo de preparación, como hacen los artilleros, alego, aquí por ante la Historia, y previamente, contradicción e incongruencia en el montaje de este Proceso. Aquí hay un error, ¡de persona y de siglo! Protesto y pido una corrección, pues para este Contencioso solo es competente la Sala Primera, digamos que, ¡la de los Reyes Católicos!
En cuanto al fondo de la litis, lo tenemos claro en el artículo cuarto, párrafo tercero, del Código Penal entonces vigente: La provocación existe cuando se incita de palabra, por escrito o de imprenta, o por otro medio de posible eficacia, a la perpetración de un delito cualquiera…
Con esto sabido, en este dilema de si hubo delito, o no, hay que empezar estudiando las cosas por sus causas. ¿Decidme, quien fue la inductora de la Ocupación de Ifni? Que se lo pregunten al Defensor de Mohamed V, que ese, además de árabe, sabe latín; ¡latín y francés! ¡Cherché la femme! ¿No si, monsieur Allal? La femme de este asunto de Ifni fue Doña Isabel de Castilla, aquella amiga de los gallegos… ¡La misma! ¿No es cierto, mon Professeur?
Pues, en este caso, para mejor proveer, pido un receso. Y que vayan a Sevilla a buscar el Testamento de Santa Isabel de Castilla. Si, si, el Testamento, y también los Codicilos, aquel protocolo de aquellos Reyes tan montadores… Eso, aquellos del “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando!
Historia
-¡Se acepta la propuesta del eximio General Zamalloa! ¡Alguacil, funcione!
En un aparte:
-Con Zamalloa no hay bromas, así que, en este caso, lo más prudente será echarse al suelo, ¡al primero de los avisos! Este dios, este Marte: La de España. La División Azul, donde estuvo de Segundo Jefe del Regimiento 262, que se atrevió con los hielos rusos cuando participó en la Operación Raubtier, destinada a cercar y destruir una bolsa soviética atrincherada al Oeste del río Voljov… ¡Que digo Azul…; blanca, blanquísima, de tanta nieve como aturaron! Y luego este follón de Ifni-Sáhara… Hacen tres, ¡tres! ¡Demasiada especialización...! Este tío es más peleón que aquel que ordenó, Debout les morts!(9)

Escena 2ª
          
Entra el Alguacil con un rollo de papel enorme, como de tres metros de largo, y se lo entrega al Secretario, quien, para leerlo con más comodidad, se sube a un taburete.
         
Todas las actuaciones deben tener un punto de comicidad, y la ironía será el denominador común de todas y cada una de las intervenciones de los distintos personajes, en todas las escenas, cualquiera que sea su bando y/o su ideología.
Que sea constante el ambiente de tragicomedia.
Secretario
-¡Señoría, Eureka! Aquí lo tengo; esta es la inducción...; ¡goce con ello, que no es para menos!
Historia, autoritaria:
-¡Secretario, no prejuzgue! Limítese a leer, que tal es su oficio: Leer los secretos..., ¡de los otros!
Secretario
-Eso hago, Señoría, leer, que aquí mismo, aquí abajo, dice, literalmente, No cejeis en la conquista de África... ¡He aquí la clave! Aquí está; este es el secreto de los imperialistas, el secreto de aquel Superministerio de Marruecos y Colonias...!
Zamalloa, que se dirige colérico, irrespetuoso, al Tribunal de la Historia:
-¡Lo veis, pleiteantes del carajo! ¡Cinco siglos, cinco, obedeciendo esta orden, este codicilo de la Reina Isabel, y nadie lo revocó! ¿Entonces, cómo os atrevéis a juzgar una espada obediente, la más limpia de Occidente?
Si Allal el Fassi, en un aparte:
-¿Limpia, limpísima...? ¡Ja! Esto, por poder, pudiese ser, pues Franco tenía un Asistente para cada cosa, siguiendo los usos y costumbres del imperialismo español más recalcitrante: Un ciento, cien Asistentes, además de aquel cocinero - catacaldos, que lo seguía a todas partes, aquel Pérez González, que lo llevaron de su Pradillo de Cameros, hijo de un Guardia Civil, pues para el Excelentísimo era la mejor de las credenciales; ¡igual ocurría con el Ministro Arburúa, que también lo era, eso, hijo de un guardia! Don Teódulo sólo se fiaba de sus guardias, de la Civil y de la Mora. ¡Como veis, de España lo sabíamos todo, pues para CIA, la mía! ¡Y para historiador, yo, que también me tengo por Geógrafo Mayor del Gran Magreb!
Después de una pausa, con flema y con suficiencia, doctoralmente:
-Señoría, permítame una cuestión de orden, una mera puntualización; digamos que, un matiz!
Historia
-Lo siento, Si Allal, pero no puede hablar hasta ser presentado; por lo menos, biográficamente. Cuestión de preceptiva literaria, ¿sabe? ¡Y luego está la rigurosidad histórica! Usted, a los efectos, y con respecto a España, fue un afrancesado, por más que lo disimule, así que providencio que lo acredite, antes, este Secretario de las Actas en Francés. Y hágase una traducción simultánea al gallego, para que vea Zamalloa con quien se enfrenta..., ¡que siempre funcionó mejor el Servicio Secreto del Istiqlal que el español! ¡Histórico!
Secretario, con el expediente personal de Si Allal en la mano:
-Sí, con mucho gusto. Sidi Allal, o Al-lal, el-Fassi, o, El Fassi; de aquí en adelante, El Fassi, fue Profesor de la Kairaouine ; y también, ¡también!, líder del Istiqlal, aunque por veces disimuló ese cargo; ¡mejor dicho, esa carga! Asumió plenamente la Jefatura del Movimiento de la Resistencia Marroquí, si bien, en algunos aspectos, se escudó en su portavoz, el alfaquih de Rabat, Al Bassri...
Organizó aquellas bandas armadas, aquellas harcas que atacaron simultáneamente en Ifni y en el Sáhara en la noche del Veintitrés de noviembre del año cincuenta y siete... A mayores, fue el gran soñador, ¡otro Abdelkrim! O mejor que él, pues imbuyó en las juventudes marroquí - argelinas la fiebre imperialista de un Gran Magreb, un Imperio Noroccidental que englobase Argelia y el Sáhara, confinando por el Sur con la propia Mauritania, y subiendo por el Norte hasta Córdoba. También se dijo que pretendía llegar a Toledo, cosa que seguramente sea cierta ya que fue un dulzainas, un devoto del mazapán, ¡o lo que es igual, que gozaba mazándoles el pan a los españoles!
El Fassi, aunque internacional por nacimiento, ¡nació en Tánger!, resultó un auténtico Califa: ¡Del saber, de la religión, de la guerra...! Un Califa con mayúsculas, aunque sin califato. Quiere decirse, un Califa caviloso; séase, un ultra..., cabileño!
Por otra banda, ya que tanto se encomió en esta Sala el lustre de la laureada de Zamalloa, permítaseme darle el betún que le corresponde a este eximio Professeur del susodicho Karuin, también conocido como la Kairouan , o la Kairaouine , según en qué idioma se escriba o pronuncie, que trae su ilustre renombre de aquellos refugiados cairotas del siglo IX ¡Con decirles que el ilustre Papa Silvestre II, siglo X, fue allí, precisamente allí, en esa Escuela, donde aprendió aquellas matemáticas, árabes por supuesto, que les llevó a los Europeos, pues en tal época aun contaban por los dedos, de Toledo para arriba!
Historia
-Señor Introductor, como pretendemos ser equitativos, en estos antecedentes le queda por referir un gran expolio padecido por la vieja Spania: ¡Que casi todos los libros de la biblioteca medieval de Córdoba fueron parar a esa Kairaouine tan celebrada, pues el obispo gallego, Gelmírez, no fue el único que robó reliquias!
Secretario
-¡Cierto! Y tampoco dijera que su gran minarete es la admiración de medio mundo mundial... Admirada la Universidad, admirado su minarete, pero más admirable este ilustre Professeur, este Si Allal el Fassi, que no le dieron el premio Nobel..., ¡por tratarse de cuartos que vienen de la pólvora, y de eso ya tenía el!
Historia
-Así acreditado, y con todo en regla, hoy nos toca hablar, precisamente, de pólvora, ¡pues el arte lo dejamos para otro día!, Si Allal ya puede intervenir, pero le ruego que sea concreto y directo, s'il vous plâit! Quiere decirse, más en galo que en galaico, más en galo que en suevo, pues para suaves nos llega con los gallegos, con los del mestizaje universal, con estos inseminadores que repoblaron, entre ellos y los portugueses, los cinco continentes, ¡que si llegan a ser caballos árabes...!
El Fassi, que abre su Corán, y lee despacio, calmoso, doctoral, solemne:
-El que cree, ese tal combate en la senda de Dios... ¡Inch´Allah!
Cierra el libro sagrado, con reverencia.
-¡Eso es precisamente lo que hacemos nosotros, y lo hacemos por Alá! ¡Eso, que siempre combatimos por imperativo de Alá! ¡Así que, Dieu et mon droit! En definitiva, y para abreviar, que aquí todos somos muyahidin, que viene a ser, dicho en castellano, ¡combatientes de la fe!
Historia
-Mon cher ami, siga despacio, tal y como empezó, y no se emocione, que su combate, su barud, ya está hecho. Ahora se trata de historiarlo, de hacerlo inteligible para las generaciones venideras...; ¡si es posible! ¡Y que les sirva de escarmiento! ¡Inch´Allah!
El Fassi
-Decía aquí mi contrincante, este guerrero tan..., ¡correúdo!, don Mariano, refiriéndose a su Caudillo, aquello de, la espada más limpia de Occidente... Pues bien, esa calificación se descalifica de suyo por venir de quien viene, por venir de Petain, que fue quien se la aplicó; ¡gratuitamente por cierto!
Zamalloa
-¡Por venir de De Gaulle, dirás, que menudo galo...! Mas, como dijo Mateo, que también te lo voy a traducir, Fas est et ab hoste doceri! Lo que significa, dicho por libre, ¡que hay que aprender de los enemigos! Aunque la verdad completa es que el muy astuto lo dijo en arameo, que después del gallego es la lengua más parabólica de este mundo. ¿Lo sabías, viejo sabedor?
El Fassi
-¡Así que, dándose de erudito, eh viejo Marte! En ese caso también sabrá aquello de, Ex abundantia cordis os lóquitur; que no se lo voy traducir, ya que tanto sabe! No, no es eso, que usted, bien pensado, en el sitio del corazón lo que lleva es una laureada..., ¡de cuatro espadas!
Historia, que interrumpe aquellas disquisiciones:
-Ténganse vuesas mercedes, y usen términos apropiados, que no es lo mismo decir polo que galo. Con la semántica están los orígenes, y luego que, de latines, de trolas desviacionistas, de lavados cerebrales..., ¡estoy harta! Prosiga, General, pero hágalo con generalidades de general entendimiento, que me están liando con sus rollos macabeos. ¡Ambos, los dos, a cual más!
Zamalloa
-Señoría, si la orden de conquistar África procede, como quedó probado, de la Reina Católica, aquel católico, el tal Capaz, entonces coronel, hizo lo que debía hacer: Desenvainar la espada para que entrase en Ifni la Santa Cruz; ¡por lo menos, la de nuestra Mar Pequeña!
El Fassi
-Doña Historia, aquí tiene al gallego en su propio caldo; ¡séase, en la escalera! ¿Sube o baja, enguedeja o se está quieto? Pero aquí no se juzga a Capaz, que ya tuvo su amonestación, aquella de Lerroux, por abandono del Servicio al irse de Villa Bens para ocupar Ifni sin permiso de Madrid. Señoría, repare en la gravedad del caso, ¡sin permiso de Madrid!
Historia, hablando sola:
-¡Capaz, lo que es Capaz, era capaz de todo, o casi! ¡Demasiada capacidad, demasiada iniciativa, que bien lo sé! Le fusilaron en Madrid, cuando la guerra...; ¡la Incivil, quiero decir! ¿Qué más se le puede pedir; qué más que un martirio de esa manera para un conquistador de yermos? ¡Encima de bobo, mártir! Ese la merece de quercus, séase, de roble, la estaca, y no de laurus nobilis, de laurel, la corona!
Zamalloa
-Señoría, estoy viendo, aquí mismo, en este Jurado, un representante de los Contribuyentes españoles. ¡En este caso, que me sirva de testigo! ¿Fue o no fue extraordinaria la sobriedad, la precariedad de medios, del coronel Capaz, aquel héroe de las chumberas ifneñas? Solamente le faltó apurar el lápiz, tal y como hacía el Almirante Carrero Blanco... ¡A ver, que hable, que se exprese este Contribuyente, pues en España, sabido es, pagan y callan!
La Historia ladea su honorable testa y hace una espiral con el índice, enigmática.
Zamalloa prosigue:
-¿Que no, que no le deja hablar, ni aquí ni ahora? ¿Que está indicando, Señoría, que los Jurados hablarán en el segundo acto...? ¡Por mí, vale! Entonces lo diré yo: Capaz, un hombre austero, se fue para Ifni, ¡sin sumiller! Solamente se llevó un Cabo Furriel, y para eso, precisamente para eso, ¡un Paniagua!
Risas en la claque, que irritan visiblemente al General:
-¡Que no, coño, que no dije paniaguado! ¡Maldita sordera colectiva...! Y no se escandalicen si juro, que se viene jurando en la Milicia..., ¡desde los Tercios de Flandes! Si no me creen, pregunten en ese Mastricht, o Mastrique..., ¡si saben onde es!
Aquel cabo, aquel Furriel, era Paniagua; ¡Paniagua de Hoces, recoño! Después de eso, al licenciarse, montó una panadería, precisamente en la calle del Seis de Abril... Y como tal panadero ejercía entonces, cuando aterricé en el Territorio, en el Cincuenta y siete...
Es igualmente cierto que en Cabo Juby, después Villa Bens, y por último, Tarfaia, nuestra escuadrilla era de Breguets oxidados. Tan estragados estaban aquellos aviones que, cando iban para Ifni, a dar alas a Capaz, aquel Breguet del Teniente Botija y del Suboficial Labarga tuvo que ir bajito, bajito, rozando en los arganes, ¡tal que una hoz! Díganme, en tal caso, ¿qué agresividad podía haber en una visita de calzón corto, con la fusta debajo del brazo, y con aquellos aviones, con aquellos pájaros tontones, que es como les llamaban los ifneños, todos oxidados, chatarra pura?
¡Ah, calláis; luego tengo razón! Si Allal, cuando los de nuestro Capaz iban para Ifni, así, bajitos, con los motores renqueantes, los tuyos, estos correligionarios tuyos, ¡les dispararon con una fusila, a dar! Esta fue la primera de las traiciones. ¡La primera de tantas...!
Bien sabíais que en nuestro Tratado de Paz con tu Marruecos, después de aquella campaña de mil ochocientos sesenta/sesenta y uno, vuestro Sultán, el de entonces, ¡que aún no conocía la existencia de Francia!, nos reconoció... ¡Reconocer no es donar, que mal se puede donar aquello que no se posee! Digo, en la costa Occidental de África, una franja de terreno, para que pudiésemos reconstruir la factoría histórica, aquella pesquería del señor Fernández de Lugo; ¡otro gallego! Entonces se consideró aquella leira, aquella franja, como de soberanía plena. ¡Española, por supuesto! Y supongo, también, que tú, un Profesor Magnífico, que así te haces llamar, sabrás leer, y, como doctor en leyes, podrás interpretar los Tratados Internacionales de tu propio país... ¡Digo que, como dijo el otro, qué menos que saberse la Cara de Cristus!
El Fassi
-¡Sin afrentas, gallego; hágame el favor! Tengo para mí que aquellos fusileros del Sur de mi Marruecos nunca vieran un monstruo volador, que les espantaba las gacelas. Pues, por eso...; ¡por eso pensaron que aquel Breguet descolorido era la madre de las cigüeñas! ¿Lógico, no?
Zamalloa, cabreadísimo, con su voz potente, todo un Marte:
-¿Y si fuese la cigüeña madre, en ese caso, qué, voto al Cielo!
El Fassi, firme pero atemperando:
-¡Hombre, casi nada, que ya estaba bien de mestizaje, y de violaciones, allí abajo, en el Sáhara, en nuestro Marruecos Sur, sin venir de aquella manera, con tal urgencia, en avión, a violar nuestro Ifni, a ocuparle! Bien pensado, ¿para qué ir en avión? ¿Acaso para bombardear las chumberas, o para dar moral a vuestros soldaditos, aquellos de los pipís sin circuncidar, que desembarcaron, y seguirían haciéndolo, quinta tras quinta, en cárabos; y del cárabo a la arena, precisamente a lomos de los nativos? ¡Esta fue la primera humillación, cargar con aquellos soldaditos del vientre flojo..., cagaditos de miedo!
¡Mucho habláis de Raza, de las virtudes de la vuestra! ¿De la vuestra, o de las vuestras? ¡Raza de conejos, tierra de conejos, que esa es vuestra Spania, una Espéride fochicona, fornicadora! Por algo dicen en tu tierra, en tu finisterrae, eso de, inda o demo ten cara de coello! Ahí tienes la que fue Zona Francesa donde los niños siempre vinieron de París, ¡que es lo propio!
Zamalloa, con sorna:
-¡Chacho, de París...! ¿Seguro? ¡Entonces sois gromos, bastardos de otra Legión, de la Francesa, y no de la nuestra, de la que fundó mi ilustre paisano, Millán Astray! Así me explico ese afrancesamiento tuyo, tan..., ¡cerril! Oh enfants terribles; oh, là, là!
El Fassi, que se enfada:
-Doña Historia, repare que este gallego chapurrea francés; ¡a su manera, con evidente fobia vecinal! Los franceses serán galos, (gallos), lo serán, que no lo discuto, pero, tanto las hechas como las deshechas del Magreb, mestizaje incluido..., ¡son de los galaicos! ¡Exijo un respeto para la noble Francia, nuestra protectora secular!
Tenga presente, y no mande al Archivo estas palabras, pues Francia, a pesar de nuestro fundamental rehúse, y dejando aparte ciertas e importantes depredaciones y aprovechamientos, que eso no entra en esta litis, trató de ejercitar, en su Zona, una política de atracción social, una protección sin paternalismos, con justicia y con orden, canalizando una substitución gradual de las autoridades militares por indígenas civiles.
Incluso muchos de aquellos franceses llegaron a interesarse por la lengua del país, tradujeron nuestro Al Qurán, hicieron por captar la psicología ambiente y lograron ciertas nociones de nuestra historia y de nuestra jurisprudencia... ¡Se lo dice un Letrado!
Por contra, ahí tenemos, en las hemerotecas, aquel dicho de su repudiado Marcelino Domingo...; ¡pero igual prefieren olvidarlo...!
Historia
-¡Ante la Historia nada se puede hurtar a su cedazo, a su debate!


El Fassi
-En este caso... ¡A lo que íbamos! Para ese tal Marcelino, España, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil...; ¡ni soldado! Pues bien, a fuer de justo, quiero reconocer, por ante la Historia, que tampoco fue así, que en Ifni, de todo esto, además de cantidad, enviaron calidad, ¡pero...! El pero estriba en eso tan repetido de que, ¡Dios, qué buen vasallo se hobiese buen señor! En Ifni les falló el mando, o, por mejor decir, el telemando, pues Madrid quedaba lejos...! ¡Más que lejos, alto! Madrid, desde que nos fuimos nosotros... ¡Hay quien dice que nos echaron de nuestro Magerit, pero no es cosa de entretenernos en quisicosas! Desde que les llegó el tabaco americano se dieron en ahumar..., ¡así que el humo no les deja ver el fuego, por inminente que lo tengan!
         
Aquí habría que preguntarse, o más bien preguntarles a los madrileños, ¿que influyó más en su africanismo, el testamento de aquella Isabel, la de la camisa sucia, aquella de Santa Fe, aquella Reina que hizo la promesa de no cambiar de camisa, ¡hasta tomar Granada!..., o la nostalgia de la plata y del oro rapiñados en América? ¡Parvos, pues la poca plata que nos quedase en el Magreb ya la teníamos puesta en obra, por obra y gracia de los maharreros; lo que es igual a decir, vendida bajo la fórmula de souvenirs! ¡Tomasteis por plata el peltre de nuestras teteras!
Otra cita que se puede encajar aquí al respecto es aquella interrogante que se formulaba Cambó en el Congreso de los Diputados, aquello de, ¿Qué empresa es la de Marruecos si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?
También tengo que darle otra lección, precisamente en su condición de gallego, y además no la pondré en la minuta de mis asesoramientos puesto que se la doy a posteriori: Pase que a Capaz no se le ocurriese, por muy capaz que fuese, pero una vez entronado don Francisco, si realmente profesase de gallego, lo primero que tenía que haber hecho, con el mismo dedo que luego utilizó para rebautizar de Provincia un Territorio que, de facto, ya estaba extenuado, reducido a su propia capitalidad, y máxime coincidiendo, a principios de los Cuarenta, con las horas bajas de Francia, en lugar de la quijotesca, y aún ridícula, ocupación de Tánger, lo urgente en aquel momento era oficializar el topónimo de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Si, ya sé que no lo era, que la Mar Pequeña estaba, está, en otra parte, pero, de puestos a transmutar, ¿cómo se le ocurre seguir con lo de “Ifni”, manteniendo una toponimia marroquí, y precisamente la del Santón, la del Sidi allí soterrado?
Repito: Si realmente fuese galaico, o se comportase como tal, lo primero que tenía que ocurrírsele era posesionarse, registrar la leira por su nombre prístino, e incorporarla así a sus mapas. En aquella época lo de calificarla como provincia sí que sería admisible, incluso internacionalmente. Acto seguido, así fuese con carretillas, poner a los cristianos y a los moros a transportar tierra para levantar un mínimo de espolón, y asentar pescadores, ¡la pesquera recuperada!, fuesen gallegos o canarios.
Mejor lo hizo su paisano, el también General, el también laureado, don Helí Rolando de Tella y Canto, que se hizo en Lugo, para él y su familia, un soberbio pazo utilizando los presos y las tropas de su propia guarnición. ¡Aquel sí que era gallego!
Lo dicho, que en lugar de caudillo, lo que tuvisteis fue un matarife, ¡un matarife de bayoneta calada, que no callada!
En definitiva, que sólo un pueblo de perdedores, el godo, es capaz de tropezar en la misma piedra, no dos veces sino tres. Veamos y recordemos:
Primero, y a pretexto de una lucha fratricida, recién estrenado el siglo VIII, una de vuestras facciones pidió ayuda a unos vecinos avarientos de mejorar sus tierras, que se encontraban en furiosa expansión demográfica, y por tanto, geográfica, con la fe expansiva, con el gas que les proporcionaba un credo reciente, efervescente, proselitista.
Segundo, que tardasteis siglos en reaccionar, en percataros de que en vuestra península habían arraigado los verdaderos spanois puesto que Spania, o Sbania, llamaron a las tierras ocupadas, que no a las otras, a las del Norte. Y entonces, los vuestros, en lugar de llamarle “Recuperación” a vuestras gestas, os montasteis el término vacuo, impreciso, de “Reconquista”, tal y como si se tratase de reconquistar algo que previamente hubiese sido conquistado por vosotros.
Pero no paró ahí la cosa, pues, en el 36, metidos los godos en otras discusiones fratricidas, a sus fagines no se les ocurrió mejor plan que el de llevar de nuevo a Covadonga, situándolos como carne de cañón ante los dinamiteros de las minas, galaicos en su totalidad, precisamente a los de allí expulsados por sus abuelos. ¡La del 36 esa sí que fue una reconquista, y para más inri vuestro, auspiciada, pagada, estimulada!
De Covadonga al Pardo, como guardia de confianza, de corps que se dice; ¡y para colmo, vestidos de gala! ¡Está visto que vuestra especialidad son los caballos de Troya, pero a la inversa!
Historia, ante el alboroto de los españoles, sublevados con aquellos recordatorios de Si Allal:
-¡Orden en la Sala; que haya orden! No consiento estas leyendas negras, que España no las da blanqueado..., ¡ni con todo el jabón del Quinto Centenario, del que tanto presumieron! No me hagan recordarles aquel dicho, tan popular en el Magreb, de que: ¡Inglaterra paga y pega; Francia pega pero no paga; y España, que no pega, pero tampoco paga! ¡Prosigan, s'il vous plaît!
Zamalloa, que pide la palabra:
-Mi honorable Matrona, que usted también sabe francés...; ¡demasié, para ser neutral! Le pido imparcialidad histórica, pues, si yo hablo en gallego, entonces, cuando me cambie el viento... ¡Ah, entonces...; entonces voy jurar en gabacho, y con eso ya se verá lo dulce que es Francia! En cuanto a lo de que Inglaterra pagaba..., ¡serán necios! Inglaterra siempre hizo el papel de ayudarle a Marruecos porque así desbloqueaba la presión de España con respecto a nuestro Peñasco!
Historia
-Señorías, no ha lugar para más protestas, pues para reviravientos llegó con la Volubilis de los romanos, que por algo le pusieron así a su colonia africana: ¡la enroscada, la voluble! ¡Tan enroscada y tan voluble, que sólo les duró dos años! ¿Como pretendían los europeos, fuesen ingleses, galos o spanois, convertir África en un criadero permanente de esclavos? ¡Esto es una cuestión climática, queridos amigos! Pero centrándonos en esta litis, tengan presente que ante la Historia son válidos todos los idiomas; ¡faltaría menos!
Prosiga, don Mariano, aunque lo haga a su modo, a estilo galaico; quiere decirse, en sánscrito!
Zamalloa
-¡Esto es hablar, si Señoría! Pues bien, volviendo al cuento...; ¡al cuento de los agarenos, grandes especialistas en eso, émulos de su Scheherazade! En nuestro Territorio, en aquel enclave que nos fue asignado en resarcimiento de aquellas Pesquerías de Santa Cruz de la Mar Pequeña, entonces, en el Treinta y cuatro, fuimos tan cordialmente recibidos que incluso nos invitó, espléndidamente, ¡a los nisara!, aquel chivani tan mujeriego, Sidi Ben Taki, después de depositar nuestra corona de laurus nobilis mismo al pie del morabito de Ifni, con agua mizziana, y con cuzcuz, sit, manteca, miel, mechoui, djajs, albaida, harira, kebabs, tajine, pan y sukar para el atai... ¡De todo y de lo mejor de cuanto tenían, que ni que estuviésemos en uno de sus ammougars celebrando la fiesta del Aïd al Kebir, la Pascua de Abraham! ¡Ah, que se me olvidaba: De postres, una sesión de haidus!
El Fassi, todo airado, da un puñetazo en la mesa:
-¡Protesto, Señoría! ¡Inevitable...! Aquella corona del Treinta y cuatro fue de espinas, que se la quitaron a un Cristo viejo de los rumies, ¡precisamente al que tenían en Cabo Juby! Como pueden deducir los Jurados de esta evidencia, clarísima e irrefutable, los españoles fueron a Ifni con intención misional...; ¡que se lo digo yo! Fue un abuso de autoridad; ¡de autoridad dominical! No sé si de índole sueva o goda, pero lo que es abuso, si, ¡en cualquiera de los casos! Donde no hubo abuso, ¡que la excepción confirma la regla!, fue por parte del también gallego, ¡vaya invasión de gallegos en su siglo, en el XX!, Monseñor Dorrego Aldegunde, arzobispo de Tanger, con el que llegué a entenderme cordialmente, pues aquel, además de suave, era suevo, por parte de madre. ¡Aquel sí, que predicaba con su propio apellido!
Zamalloa, persignándose:
-También protesto, Señora mía, porque Ifni fue, ¡lo es ante la Historia!, un Territorio de Soberanía. ¡Lo que es dominio, nunca, puesto que nunca llegamos a dominarlo! Este hombre me lía, me desconcierta; ¡es más fanático que el propio Al Mansur, aquel que nos robó las campanas de Santiago!
Historia
-¡Se aceptan esas protestas, las dos! Prosiga, mi General, pero hágalo en términos jurídicos apropiados, sin predicar, que usted no es un francisco, como era el caso de Monseñor Aldegunde, por más que ponga esa cara tan..., ¡seráfica!
Zamalloa
Señoría, yo, allá abajo, prediqué con el ejemplo! Y si no me cree, repare en mis heridas de la guerra de España. Entonces, en las retaguardias de nuestro Movimiento, había inmóviles, había muertos, de cuando en vez, pero lo que es heridos...! ¿Heridos, en nuestra retaguardia...? ¡Nunca, que los tales seguían, y seguían..., hasta dejar de serlo! Pero, a lo que iba: Después de aquella oración en el morabito de Sidi Ifni, común y conjuntamente con los musulmanes por supuesto, aquel Notable fornicador, el Ben Taky, llevó a su aduar, a su Amezdog... (Se interrumpe, reflexivo...) ¿Dije lugar, o aduar? ¡Pues no, de eso nada: un simple lugarcito! Todo Sidi Ifni eran diez cabañas, de adobe para más referencia..., hasta que les llegó la talega española! ¡Como sería de pobre aquel páramo que ni fondouk tenía! De taberna..., ¡u´alo majanduchi! Encima de eso, siempre estuvieron quejosos, ¡aunque lo disimulasen! Siempre, ininterrumpidamente, los treinta y cinco años de nuestra pro..., protec...; ¡prodigalidad, coño!
Fuera de lo que dije que nos ofrecieron, fuera de aquel ágape, con la despensa abierta..., ¡nada, que nada más tenían, salvo piojos! Entonces, ¿eran, o no, una población seiba, sin orden ni concierto, sin soberano ni soberanía? ¡No hace falta ser historiador para reconocerlo así!
¿Estamos en lo que estamos, o reinventamos la Historia? Aquel Territorio, aquel predesierto, nunca fue feudatario de Marraquech; por ende, tampoco lo fue de su derivado, o sea, del Marruecos actual. Tengan presente que la vecina Tiznit, ciudad próxima a nuestra frontera, no fue fundada hasta el año 1882, siendo esto otra evidencia de lo libre e insumiso que fue, que siempre fue, el circundo de nuestro Ifni. Los poblados beréberes (Chleuh, Cheljas) de aquellos contornos fueron ocupados por primera vez durante la..., ¿pacificación?, francesa de los años Treinta. Entonces..., ¡balak! ¡Y cuidado con lo que se dice, que podemos salirnos de la Historia! ¿Para qué reivindicar, mi ingenua España, aquellas pesquerías de Santa Cruz de Mar Pequeña en el Tratado de Tetuán de 1860 cuando, de hecho, aún no había moros en la costa ifneña, que ni su Tiznit fundaran? Pero ahora, a estas alturas de la Historia, no voy a ser yo la vox clamantis in deserto!
El Fassi, impasible ante aquellas evidencias que estaba aportando su contrincante.
-Señor, no sea ignorante, que aquellos honores de su desembarco, ¡un desembarco auxiliado por los nativos!, fueron reales; séase, propios de la gentileza y de la realeza de mi gente! Sólo se conceden en señal de bienvenida, lo que no implica acatamiento, vasallaje, o sometimiento. A mayores, después de aquellas honras, digamos que, diplomáticas, supongo que fumarían la pipa de la paz, que en mi imperial Marruecos siempre fue de kif; de kief; quiere decirse, de cannabis índica, cáñamo indio; o sea, hachis acondicionado...! Repare, Señoría, y también el Jurado, que este hidalgo, este spaniol, gallego por más datos, ¡un Gómez, de los Gomá suevos!, es tan soberbio, o más, que el propio Duque de Alba; ¡un Terciario, como aquellos de Flandes!
Zamalloa
-¡Está bien; vale! Llegué a suponer que ibas a decir Terciario Franciscano, y eso sí que no, que yo soy modesto...; ¡modesto, pero aguerrido! No soy de esos que ponen las mejillas por cobardía, y después dicen que fue por caridad, por amor! ¡A dónde íbamos? ¡Ah, sí: nos disponíamos a hundir la peseta, la pisita, como decían aquellos ifneños! Se trataba de hundir las monedas sobrantes de aquellas rifadas del Rif, de la década anterior!
El Fassi
-¡A ocupar Ifni, mon General; con tropas de ocupación! Le ruego que use términos precisos, apropiados, históricos..., ¡para no salirnos de madre!
Zamalloa
-¡Querido Professeur, con estas interrupciones nunca llegaremos a la Meca! Acuérdate de tres cosas: De aquellos rifeños, paisanos tuyos, que se pusieron a rifar en el camino de la Meca; ¡uno de ellos aún estará entretenido con los canes! Yo iba, de momento, al Amezdog, que fue el aduar, el núcleo, el origen, como vengo diciendo, de nuestra esplendorosa capital en aquella provincia, que hizo el número cincuenta y uno, todas ellas imperiales, pues por el Imperio estábamos yendo cara a Dios, que así nos lo enseñó aquel hijo del Gran Primo, quiero decir, Primo de Rivera!
El Fassi
-¡Lo que va usted es para chivani, (13) mon General! Deduzco que ya no rige pues me amenazó con tres cosas, ¡y sólo se acuerda de una!
Zamalloa
-¡Ya que insistes, y me provocas, tendré que avergonzarte, aquí mismo, delante de la Historia! ¿No es absolutamente cierto que aquellos de tus alumnos que sabían una pisca, aquellos que chapurreaban un español de infinitivos, se presentaban en nuestra Zona, en la Mejaznía de Tetuán, y haciéndose pasar por norteños, se apuntaban, todos, para ir de bóbiles - bóbiles en aquellas peregrinaciones de la Meca, en aquellos barcos fletados por nosotros, por la Alta Comisaría? ¡Ah, tunantes, hijos de...! ¡Hijos de Tarik y de Mussa; y de Munuza..., que vaya trío!
Se detiene en su argumentación porque El Fassi deniega con la cabeza, evasivamente:
-¿Qué no? ¡En ese caso te voy a refrescar la memoria! En plena guerra de España, concretamente el Diez de noviembre del treinta y ocho, el Cuartel General de Burgos dio a la Prensa esta noticia tan..., ¡fraterna!
Amistad hispano-musulmana.- El Generalísimo Franco ha dado una nueva prueba del afecto y de la solicitud con que cuida todo lo que a los musulmanes se refiere.- El Alto Comisario en Marruecos, Coronel Beigbeder, que conoce el sentimiento del Caudillo y que desea que los peregrinos musulmanes de Marruecos conserven de este viaje el más grato recuerdo, adoptó las disposiciones pertinentes. El barco puesto por el Caudillo a disposición de los peregrinos es el magnífico trasatlántico Marqués de Comillas. Entre los musulmanes marroquíes ha habido grandes manifestaciones de agradecimiento fervoroso por esta nueva prueba de cariño que el Caudillo de España les ofrece y porque durante la terrible guerra recuerda a sus fieles amigos, cuyo amor por España es inapreciable y eterno.
¿Qué me dices, hermano? ¡Nosotros, en una España rota, hambrienta, con el oro en Moscú, robado por los comunistas, y vosotros, simultáneamente, eructando en el Marqués de Comillas! Ya lo dice la misma palabra: ¡para comer, Comillas! ¡Fue el colmo de nuestra protección, lo nunca visto en un Protectorado!
El Fassi, con aspecto aburrido, desinteresado en aquel giro que iba tomando la polémica:
-¡Necedades! ¡Vaya argumento...! Aquello, además de un farol españolero, de póker, fue un intento de pagarnos las deudas del 36, la sangre vertida en las Asturies a pretexto de unas demagogias imperialistas y desfasadas. ¡Muy político, si señor; y galaico, también! ¡Ridículo, en definitiva; en grado sumo! ¡Apelo a la Historia! Madame, ¿es, o no es cierto, que en 1936, sin la numerosidad y la efectividad, el miedo que inspiraban aquellas tropas reclutadas en Marruecos, en su mayoría arrancadas a la pobreza, a la esterilidad del Rif, por mucho que le ayudasen Hitler y Mussolini, Franco, ¡ese hombre, que no ese dios!, no hubiese controlado Andalucía, y mucho menos Asturias? ¡Nos debéis cuarenta años de dictadura, que ya es deuda!
Con esto dicho, me voy a tomar el atai con los colonizadores del Aaiún, con los marroquíes allí infiltrados, trasladados, asentados, ¡que se lo tengo merecido!
Zamalloa
-¡Espera un momento, Professeur, que no terminé con mi lección, con tu lección! Sólo entiendes de las cosas de un estómago no siempre agradecido! Hermano, nosotros tenemos cuenta y razón de todo esto, aquí mismo, en estos archivos, en los Rationabus de la Historia. Te recuerdo, de paso, que el Cinco de diciembre del mismo treinta y ocho, Franco, aquel señor de la Baraka, aquel Magnífico, franqueándose de nuevo, agasajó con diez mil carneros a los ídem de tu Marruecos, que así dio pruebas, por enésima vez, de su gran afecto por los musulmanes del Norte, por aquellos rifeños arrepentidos de sus traiciones bloqueras, quiero decir, las de aquellos blocaos que tan ardorosamente defendieron, en este vaivén de la Historia, en Asturias y en otros lugares, la causa de España, ¡una España más que protectora, maternal!
¿Fue una carnerada, no? Pues otro si digo, que de esos diez mil carneros, muchos de ellos se criaron en la verde Galicia, ¡en la mía!, y así los llevó el diablo ya que fueron para que celebraseis la Pascua, la vuestra..., ¡una Pascua de infieles! Todo eso en vísperas de la nuestra, que la pasamos, en consecuencia, a traspaso, con caldo de nabizas, ¡y nabos hubiese, que se precisaban para mantener los mulos de nuestra artillería de montaña!
El Fassi
-¡No teníais...; eso, chorizos; chafarinas o chanfainas?
Zamalloa
Jalufo hubiese! Pero más queda por decir, más, que si venimos a tiempos próximos, ahí te va otra de aquel afecto. ¡Lo diré bajito, a la oreja, para que no se decaten los etarras! ¿No es igualmente cierto que aquellos guatanes de Ifni se acogían a nuestra Tesorería, cobrando como profesores coránicos, en unas medersas improvisadas, y acreditados precisamente por tus diplomas, cando de lo que realmente se trataba era de terroristas huidos de la Zona Francesa y atenidos, acogidos, a nuestro sagrado, al Ifni? ¿Es, o no es; es cierto, es histórico? Como ves, mi viejo, lo que es para viejo vas tú, querido paisa, que ni ves ni oyes..., ¡cuando te conviene! (En un Aparte: ¡Igual, igualito que nuestro Difuntito!)
El Fassi
-Todo eso, hoy, es agua, agua mizziana, al-ma-luz; eso sí, buena para beber; un balde de lluvia..., ¡caída en tiempo pasado!
Zamalloa
-¡No, hombre, que es sarabia, sarabia norteña, para que percibáis que se trata de una tormenta injusta! En cuanto a la generosidad del coronel Capaz te recuerdo que correspondió con largueza a las atenciones del Ben Taki, del Xerrari, del Tahar..., de todos ellos..., abriéndoles, volcándoles, la Caja de los reptiles. ¡Todos los reptiles de su Regimiento!
El Fassi
-¡Cosa más nefanda...! ¿Y usted tiene la cara, el atrevimiento, de decírmelo? ¿Reptiles? ¡Camaleones, que eso sois, que aún bien no bajasteis de los brazos de aquellos remeros, los de los cárabos, en la playa de Ifni, y ya estabais ojeando para las siete mujeres del Ben Taki...! Estoy informado de eso, de eso y de otras picardías españolas, de todos los tiempos. ¡Faltaría menos, con lo leal que fue mi gente, Aït Baamaranís incluidos!
Zamalloa
-¡Parece mentira que presumas de Profesor...! ¡Tu ciencia es bien corta! Debieras saber que el término reptiles es un eufemismo empleado para referirse a las economías de escala, aquellas que se hacían con las sobras de los presupuestos, de la munición de boca, los permisos indefinidos..., ¡para gastos extraoficiales! ¡Simples barullos cuarteleros, pequeñas sisas! Se hacía así para cubrir ciertos compromisos ajenos al gasto oficial debido a que aún no inventaran esos de Hacienda el Capítulo de los Fondos Reservados... ¿Lo entiendes, Professeur? Aquellos reptiles fueron un aperitivo para tus caimanes..., ¡mientras no llegaba la talega de España! ¿Lo capiscas, Magnífico Rector?

El Fassi
-¡Ahí lo tiene, Señoría, que ellos mismos lo reconocen! Cuando aquello de la..., ¿ocupación?, sobornaron a cuatro traidores, a los que dieron, ¡a los que disteis!, la calificación de Notables; para disimular, por supuesto, ya que en el fondo eran tan caciques como los de América, o los de tu Península, ¡Portugal incluido!
Zamalloa, que se enfurece de nuevo, hecho un Marte:
-¡Protesto, y mucho; protesto por todo, y que lleven mi letra al Notario!
Historia
-Se admite esa protesta ya que Portugal es ajeno al presente Juicio. Por los pecados de Portugal ya pagó su tributo, por ante mí, por ante la Historia, que yo sí que soy el Notario Mayor del Reino, en 1578, en la Batalla de los tres Reyes, aquel Don Sebastiâo. ¡Otro Silvestre...; un eterno desaparecido! Ya saben a quién me refiero, a El Rei del Ksar El Kebir. ¡Prosiga, mon Gènèral, que en este plan, en vez del Cincuentenario de un follón lo que celebraremos será el Centenario!
Zamalloa
-Como iba diciendo, mi colega Capaz estuvo en Ifni cuando lo de la Ocupación, en el Treinta y cuatro... ¡Perdón si me visto con plumas ajenas y digo, utilizando los conceptos de este eximio Professeur, Recuperación, que no Ocupación, de nuestra Santa Cruz de la Mar Pequeña...! Casi que solo, Capaz, digo, ¡ocho días! Con dos docenas de séquito y cincuenta huevos..., ¡pero se contuvo, y contuvo, sin escaramuzas ni violaciones, pues si alguna fiesta hubo, de común acuerdo lo fueron!
El Fassi
-¡Claro, clarísimo, Señoría! Repare en lo que le repliqué...; ¡sí, Señoría, aquello del talego...! Este gallego retranquero le dio la vuelta por el forro; ¡y ahora nos sale con el eufemismo de que era un saquito!
Zamalloa
-¡Séquito, mon Professeur! ¿O chocheas? No hubo tal soborno sino la clásica generosidad española. El resto de los presentes les llegarían en el cañonero Dato, que por cierto se demoró únicamente porque no encontraban la Carta náutica de nuestra Mar Pequeña, ¡ni con lupa! El Dato telegrafió a Madrid, a las 5 horas, a. m., del 12 de Abril, para informarles que navegaba con rumbo a Ifni; así que, entretanto, Capaz seguía por allí, avizorando en el cantil, en aquel Al acant, ¡por si aparecía el barco de la logística...! ¡Con los presentes, Monsieur; con los presentes! Aquella incomunicación de los Aït Baamaranís era total pues en Ifni, en el Treinta y cuatro, no había radios de contrabando, ¡ni siquiera de galena!
El Fassi, hablando solo:
-¡Estos gallegos, que siempre le dan la vuelta al globo: Si no encuentran especias por el Este, las buscan al Poniente, así sea en un Cipango imaginario! Incluso consiguieron que nuestro Al Mansour les retornase aquellas campanas de Compostela...! ¡Malditos, con lo que pesaban!
Se dirige a Zamalloa:
-¿No será más cierto, señor Defensor, que aquel cañonero, el tal Dato, llevase material bélico, tal que cañones y profilácticos? Supongo que sí, que por llevar, llevaría tropas adiestradas en nuestro Rif; sables de caballería y cigarros, cigarrosseñoritas” de Coruña... ¡Ah, y también mataquintos, de aquellos del Mallorquí, aquel de los aviones italianos, aquel March, aquel amigo de su Franco! Por si fuese poca aquella intoxicación, aquella lacra, también llevaron enfermedades sexuales, secretas, a las que llamaban, eufemísticamente, mal africano. ¡Hipócritas! ¡Lo traían ellos, heredado de sus andanzas a través de la Galia, pues “gálico” era su nombre, el verdadero!  Por la Galia anduvieron, con su Duque, camino de aquellas bajezas, en los Países Bajos... Metralla suficiente para ocupar los aduares del Interior, séase, de los Ait Ijelf, de los Ait Ennus, Ait Assa, Ait Abdalah, Ait el Joms, Sbuia, Mesti... Suficiente para contaminar el Territorio; ¡todo, entero! ¿No se hizo aquella Ocupación a pretexto de pescar en la Mar Pequeña, frente al Fuerte de la Ventura? ¡Eso es lo sabido y lo admitido! Luego, ¿iban poner su pesquería en el interior, por ejemplo, en Tiguisit, o en Tiliuin, a treinta quilómetros de la costa? ¡Claro, tiene su lógica: los godos adoran las parameras, pero rehúsan las abluciones!
Zamalloa, explicativo, profesoral:
-Los godos no lo sé, que yo provengo de suevos, que mi “Gómez”, Gómez Zamalloa, procede, deriva, de “Gomá”, insisto, un nombre distinguido y bastante usual entre los führers, entre los caudillos germanos. Según su “Ben”, o “Beni”, indica filiación, así pasa con mi patronímico. Pero a lo que íbamos: La ocupación..., perdón, ¡la recuperación! del enclave de Ifni se acordara con Francia, que bastante engañaron aquellos gabachos a nuestro León y Castillo manipulando los planos de África pues Santa Cruz de Mar Pequeña, la histórica, la Mar de Diego García de Herrera, era, estaba, en el feraz Agadir, en el A Gader de las huertas, en ese celeiro de las searas! Sólo hay que darse una vuelta por allí, in situ que se dice, y quien no confunda el verdín de las huertas con el verde de los tapetes de juego de ese Agadir, comprobará y cotejará, pues en las huertas de Ifni solo se dan los arganes, las chumberas, el henequén, el ricino...! ¡Porca miseria!
El Fassi, irónico, a cada momento, más:
-¡Hombre, qué bien! ¿De qué se quejan si incluso tuvieron ricino en su Ifni; su ansiado ricino, aquel depurativo tan usado por los Camisas Viejas, por los viejos Falangistas, para depurar los rojos de la España roja? ¡A cada cual lo que se merece!
Zamalloa, colérico:
-¡Señoría, protesto! El ricino es más apropiado para este chupóptero, ¡un Professeur harto y barrigudo en un país esmirriado, casi una Abisinia!
El Fassi, echándose las manos a la cabeza en ademán de escandalizarse:
-¡Otra vez pido un respeto! Señoría, o acalla a este pseudocalifa galaico, o le arreo yo mismo con una de aquellas tizonas que usaba su Mío Cid! Ley del Talión: ¡Ojo por ojo y diente por diente! ¡Le voy a pinchar en el propio pecho, y tanto, que incluso sangrará su laureada!
Historia, que se pone grave:
-Se acepta esta reconvención, pero si vuelven a las injurias, ordenaré que consten en Acta..., ¡por si tenemos que deducir Sumarios para encausar a los Defensores! ¡Lo dije, y lo sostengo!
Zamalloa
-Yo prosigo, pues con la Historia no quiero bromas. En aquel año, en el 39, el hecho de que siguiese militarizada la mayor parte de la población de Ifni les proporcionó a los nativos substanciosos ingresos, y un subsiguiente, inmediato, progresivo, despegue urbano. Por consiguiente...
El Fassi, interrumpiendo:
-¡Señoría, permítame otra cuestión, que este gallego habla de la feria según y cómo le fue en ella! Saltó al Treinta y nueve omitiendo que en el Treinta y Seis, cuando su Alzamiento, que no Movimiento, la leva de quintos en Ifni fue general; importantísima y básica para el triunfo de aquellos levantiscos. Sólo dejaron en el Territorio a los chivanis, a las mujeres y a los niños, cargando, unos y otros, con sus pellejos del al-ma-luz. ¿No se entera de lo productiva que es Asturias de un tiempo a esta parte? Pues eso, que la sangre de los musulmanes da una vegetación verdinegra... ¡Es por la sabia que tenemos, por la sabia que aportamos; por la sangre que les dejamos, propia y ajena!
Zamalloa
-¿Señoría, se entera, como dice el Fassi, de que estaba yo en el uso de la palabra? Me disponía a explicar la procedencia de aquellos ingresos, tan substanciosos, que les transfirió la generosa España... ¡Eso de las Asturias, es otra impertinencia; fue un tiro falso, a córner!
Historia
-Prosiga, General, pero no se detengan en menudencias, que están alargando este Proceso. ¡Esto no es la O.N.U.!
Zamalloa
-Señoría, acaba de darme el hilo, el hilo y los puntos, que precisamente de la O.N.U., y de los U.S.A. es de lo que quería hablarle, que esos tales sí que tenían que estar aquí, en este banco, por rifantes! Cuando nuestro Caudillo se puso a la cabeza de su Gloriosa Cruzada, con el único voto en contra de aquel chivani, el tal Cabanellas...
El Fassi, que se echa las manos a la cabeza:
-¡Hay que ver! Ahora estamos hablando de la Cruzada, y antes dijo que en Ifni siempre hubiera un respeto religioso... ¡Estos hijos de Isabel de Castilla...! ¡Ah, sí Boabdil no fuese un llorón...! De propósito: ¿sabrían decirme qué influyó más en el africanismo de los españoles, aquel Testamento de su Reina, las nostalgias de su Imperio, del americano, o aquellos abonos dobles, aquel Plus de Residencia, y los cargos que les daban a su regreso a Madrid? ¡Por sus chapatorias, por sus experiencias colonizadoras, supongo!
Zamalloa, ignorando aquella pregunta pérfida:
-¡Hermano de Muhammad! La Cruzada de la que estoy hablando es la que tuvimos contra los infieles de las Españas, aquellos comunistas que sólo creían en Moscú, en su Moscova..., ¡y como no moscaban, los hicimos moscar, nosotros, la España Nacional, en Marzo del Treinta y nueve, con sólo tres años de contienda!
El Fassi, pletórico de ironía:
-Excusé moi! Je comprends, je comprends!
Zamalloa, hablando para sí mismo:
-¡Ah, pillastre; este gabacho me lo dice en francés! ¿Será para que no me entere de que está pidiendo disculpas!
El Fassi
-Lo que tendría que decirle, y precisamente en francés, es algo que ignora media España: Por el año 1925 los políticos spanois estaban hasta el gorro de mandar quintos para África..., ¡que de Marruecos volvían mutilados, mientras los emigrantes de Cuba tornaban ricos...! Pero se daba la circunstancia de que Francia deseaba encomendaros el control rifeño, haceros cargar con el muerto de un territorio malévolo y levantisco, así que no se le ocurrió mejor cosa que ayudaros a vencer al temido Abdelkrim! Después de esa conveniencia, la siguiente era despreocuparse de aquel Sur predesértico..., ¡endosándoos la momia de Ifni, Tarfaia, y todo eso! ¿Si fuese útil y productivo, os lo daría, os lo consentiría, facilitaría Francia vuestro asentamiento?
Zamalloa, que no le presta mayor atención, intenta cambiar de tema dirigiéndose al Tribunal:
-En el Banderín de Enganche de nuestra Cruzada se apuntaron todos los beréberes, todos los árabes, todos los almohades y todos los benimerines del Magreb. ¡Qué sé yo; muchos, a hecho; todos los de Alá y todos los de allá! Pero fue, aparte del flush, porque querían subir a Covadonga para vengarse de los osos; ¡y también de los Pelayos...! En aquella ocasión no fue con ellos El Fassi…, porque aún llevaba pololos!
El Fassi, que sigue irónico, burlesco:
-¡No tal, no es así, que en España también había Flechas; flechas y, sobre todo, Margaritas. ¡Oh, sí, unas Margaritas tersas, duras como cuernos, exuberantes, de auténtica vaca lechera!
Zamalloa
-¡Señoría! O pone orden al extremista del Istiqlal, o de lo contrario déjeme llamarle aquello de, Es-selam-aliqum! Ya sé, ya, que no significa lo que parece indicar, así, de oído, pero mis soldados mucho se tienen divertido con la fonética de esta frase. ¡Menudo ejército de asesores, de badulaques, de moros zarrapastrosos, aquel que tuvimos que pagar, nosotros, en el Treinta e seis, e de ahí en adelante, ¡por días de vida!, mientras que los soldaditos españoles, después de tomar las crestas asturianas, recuperaban, en aquellos riscos, los casquillos de las balas! Pues bien, estos balas perdidas, ¡los tuyos!, estos djenuns, estos pobres diablos del Aït Ba Amram..., andaban mirándoles la boca a los rojos, para liberarlos de su dentamia, para extraerles el oro, de baraka-lofik!
El Fassi
-Esa es una calumnia flagrante, propia de infieles... Su Excelencia se olvida de que nosotros, los arábigos, culturizamos Occidente, irradiando en todo tiempo y lugar, mayormente desde Toledo y desde Córdoba, la Gran Sultana, aquella Muslime espléndida, calurosa!
Zamalloa
-¿Irradiando...? ¿No sería rascando, rascando el muslamen...?
-.-




El Fassi
-Palabras necias..., ¡ya sabe! Pero, a lo que íbamos: ¿No querrían que les mirásemos la boca a les vaques de Trubia para ver si estaban de canteiros? Recuerde que en las montañas de Asturias se fueron con Alá, lo menos, lo menos, cuatro de cada diez de los nuestros, de los de por acá. Tantos, y tan juntos, que entonces, aquí Arriba, en este paraíso de los luceros, se agotaron las huríes, ¡absolutamente todas! Y menos mal que en este clima, en este Edén celestial, se crían en seguida, ¡como los hongos en la humedad de su Galicia!

Mientras, en aquellos tiempos, los suyos, ¿qué? Los suyos, por entonces, que lo sé bien sabido, andaban de baranda, por las verdes cumbres, haciendo que lindaven les vaques, pero lo que hacían, de hecho, era ligar las vaqueiras..., en aquellos Pajares del heno! Por algo dicen en las Asturies eso de, primos hermanos...; ¡refiriéndose a los gallegos, naturalmente!

Zamalloa, teimudo:
-Mi viejo, retornemos al Treinta y nueve. Por aquel entonces, vencido, captivo y desarmado, el ejército rojo, con el oro y con la plata en Moscova, y con los recibos de la misma en la faldriquera del Canario, aquel primo vuestro, aquel Negrín, nos vimos negros para sostener los Protectorados; ¡y más aún para mantener los sargentos moros, que había un millar de ellos en las nóminas de España! ¡Un millar, que se dice pronto!

El Fassi
-¿Dijo, Protectorados; en plural? No recuerdo que le llamasen así al de Ifni, sino, y con toda fachenda, ¡Territorio de Soberanía! Por eso, precisamente por eso, para chafarles la soberanía, he promovido, yo, yo mismo, en el repetido Cincuenta y siete, aquel Ejército de Liberación..., ¡para liberarlos de sus responsabilidades..., históricas!

Zamalloa, que está que brama, incontinente:
-¿Cómo te atreves, osado...?

El Fassi
-¡Si, señor, que incluso en la semántica hemos copiado de ustedes! ¿O no es cierto que le llamaron Guerra de Liberación a la suya, a la incivil? ¡Estos de ahora son más pícaros que el Lazarillo de Tormes, y eso que le tienen de prototipo!

Historia
-¡Aténganse a los hechos, particularmente usted, Si Al-lal! Y no me venga con operaciones de divergencia, que si eso es admisible, a veces, o por lo menos disculpable, en un estratega, aquí, en un Profesor, como es su caso, no debiera serlo; ¡nunca! La dialéctica tortuosa o torticera no es rentable por ante mí, ¡por ante la Historia!

El Fassi
-¡Señoría, excusez moi, que también he sido un estratega, aunque auxiliado por el Capitán de las S.S., Herr Hans. ¿Le parece poca estrategia aquello de planificar el 23-N sin que ningún español lo descubriese, con la listeza de que presumen, y con lo bien que pagaban a sus espías? La dicotomía es esta: O el Servicio Secreto de España, aquel Servicio de Información inventado precisamente por el Almirante Carrero Blanco, veraneaba, en Noviembre del Cincuenta y siete, por ejemplo, en la Côte d'Azur, ¡mientras había moros en la suya!, o..., ¡o es que he sido más listo que un Sultán!

Zamalloa
-Lo que es a Sultán no llegaste, pero no por falta de ganas...! Lo siento por Su Majestad, por tu Mohamed V, que bien jugado anduvo contigo, que las jugabas todas, y todas a un tiempo: al populismo comunista, y también a la lealtad alauita. ¡Viejo rifeño, camaleón del Atlas! Por algo en mi tierra, en mi Galicia, de siempre se les llamó rifeños a los malos vecinos, a los túzaros!

El Fassi, desaforado:
-¡Pero qué injuria...! ¡Señoría, protesto; y va por la enésima...!

Historia
-¡Tiene razón; toda! Así que, nueva amonestación para los españoles. ¡Y que conste en Acta! ¿No escarmentáis? ¡Os sobra baraka, y os falta prudencia! Siquiera ya os lo decían aquellos rifeños de los tiempos del Teniente Ramón Franco, aquello de, ¡Españoles no saber manera: siempre de moras, y entremientres, el moro apuntándoles con fusila...! ¡No, no es eso; no es así!

Zamalloa, recordando, evocativo:
-Después de nuestra guerra se generalizó, se multiplicó, el esfuerzo español en esta África norteña, de siempre estéril e ingrata... ¿Cabe algo más fraterno, pongo por caso, que la Sociedad Anónima Hispano-Africana de Reconocimiento del Atlántico, también conocida por SAHARA, que para mejor reconocer su función atlántica incluso tenía una lancha de remos, eso que llaman un cárabo?

El Fassi
-¡Señoría! Les ruego a los taquígrafos que pongan su mejor atención para que nada se les escape, pues tengo el presentimiento de que estamos a punto de entrar en una auditoria de las grandes empresas, españolas por supuesto. ¡Ya verá, Señoría, ya verá qué gestas aparecen por estos contornos, entre otras, aquellas de, Gracias, Manolo, que se las daban a Arburúa por sus licencias de importación…, graciables!

Zamalloa
-Marraste, Professeur, que la cosa no va de xestas sino de toxos, de tojos arnais! Quería referirme a las grandes empresas de Ifni, tal que Barber Hermanos, que es precisamente un apellido de origen Bérber, barbero; luego estaban Elejabeitia, Raimundo Vázquez, ¡gallego por cierto!, Explotaciones Agropecuarias Africanas...; y tantas otras, que sin ellas, la Capital , Sidi Ifni, seguiría siendo un simple morabito, el de aquel Sidi, malamente entornado por los diez chamizos de su Amezdog. La iniciativa privada, la nuestra, la española, nos secundó positivamente en aquel esfuerzo territorial, ¡que lo cortés no quita lo valiente!

El Fassi, mordaz:
-En el concepto secundar estoy de acuerdo, que no tengo dudas de que esta cosa va de segundones; ¡y tanto que sí! Después está que, en buenas matemáticas, segundo de segundo, cuarto es; ¡menos que tercero! ¿Lo entiende, mon Martiño, mi santo de la capa compartida?

Zamalloa
-¿Me cambiaste el nombre? ¡Pues lo tengo bien sonoro: Para los íntimos, don Mariano; y para los moros, como aquel que cerraba España..., Iago!

El Fassi
-¡Hay que ver cómo son estos guerreros! Marte, para tus antepasados, para los gallaécicos, era el dios de la guerra, hijo de Júpiter y de Juno. ¿Lo sabías? Está visto: desde que nos fuimos, nosotros, de nuestro Toledo, eso de las Spanias..., ¡salvado es, que no harina!

Zamalloa
-Déjate de andrómenas, y vayamos al fondo de la litis: Hablando de las ganancias que os dimos en aquellos años de tanta penuria, ¡mundial!, tendré que recordarte, por ejemplo, como aquellos camelleros, ¡los de tus camellos, ya me entiendes!, recibieron importantes cuotas, o vales, con los que retiraban de nuestros almacenes aquellos bidones de ciento ochenta y ocho kilos, de aceite de oliva, ¡refinado!, que los arrojaban por aquellas laderas fronterizas con la Zona francesa. ¡Estraperlo de Estado, que os fue transferido, mientras los españoles de aquellos tiempos cocinábamos con manteca de jalufo! ¿Qué hacías tú, a tal momento, para no enterarte de eso? Ya lo sé: Ifni te caía de costas, de lado, pues estabas mirando a la Meca..., ¡a verlas venir!

El Fassi
-En cuanto al jalufo, bien sabe aquí Su Excelencia que no les servía para engrasar en el Magreb aquellos ejes de su espionaje, del francófono, ¡que en vez de espiarnos a nosotros espiaban a sus socios! Y no me haga entrar en aquellos secretos de Estado, algunos de ellos compartidos conmigo, aquellas putadas que les hicimos; mejor dicho, que les hicieron ustedes a sus amigos los franceses. Si, Vds., a los franceses, a sus propios socios en la colonización afra. ¿Lo quiere entender? ¡Sí que lo entiende, sí; tanto usted como sus sucesores en España, que bien se lo recordó Francia acogiendo con el mismo amor a vuestros etarras, y eso durante lustros!

Zamalloa
-Ahora que me lo recuerdas, hablando de la Francia de tus amores: En la de Vichy no se ocuparon, ni poco ni mucho, de tu zona, ¡precisamente de la francesa! Aquella fue la gran ocasión de España, que se pudo hacer con el dominio de todos los Magrebs, pero Franco, un caballero sin tacha, fue neutral, que incluso desairó aquella oferta del propio Hitler...! ¿Lo recuerdas, sabio historiador?

El Fassi
-¿Lo fue? Pero, ¿con qué herramientas iban a ocuparse de la vecina, pero no pacífica, Zona Francesa? ¿Con cuatro máussers, viejos, añascados; y luego aquel asunto tan feo de su ocupación de un Tánger internacional e internacionalizado...! Tan ingenuos fueron, que incluso se hicieron ilusiones de que Hitler les consentiría anexionarse el Marruecos Francés, entero, con sus linderos, con su limes. ¡Media África; y de paso, Gibraltar! Aquello era para que comulgasen con la Roca, ¡ya que solían hacerlo con las piedras de sus molinos manchegos! ¡Pobrecillos, si hasta lo sabe aquí doña Historia, esta reina de los arcanos, que llegasteis tarde a Hendaya porque ninguna de vuestras locomotoras cogía presión, y eso que engancharon tres o cuatro, simultáneas! Mucho se cabreó entonces, aguardando a pie firme, en aquel andén húmedo, que lo midió cien veces aquel bigote de mico, el tal Hitler…

Zamalloa
-Esa versión no resiste un análisis histórico... Si llegamos tarde a Hendaya fue por..., por cálculo gallego, para demostrarle al Fhürer que la gente importante se hace esperar, pues si él era un fhürer de esa Alemania de los alemanes, nuestro Carlos V, aquel que fue a Coruña a buscar la pasta para su propia coronación, ya lo era antes, ¡hace más de cuatro siglos!

El Fassi
-Tan importante, tan ridículo fue aquello, que en el famoso tren fuisteis haciendo la comanda del Zoco para ver que les podíais hurtar, sisar, escamotear, a los alemanes: ¡Quilitos de esto, litros de aquello...! Pero la logística de la Alemania nazi tenía que llenar las neveras del invierno ruso. ¿Sabes que os contestaron? ¡Qué vais a saber si por entonces aún no fueran los obreros gallegos aprender su alemán, que eso fue...; ya lo tengo, en la emigración de los Sesenta/setenta! Me lo contó el propio Hans, exactamente en Noviembre del 57...

¡Lo lógico, dadas las circunstancias! Según nuestros Económetras, -os dijo Ribbentrop, en persona-, no es que os falte harina sino que toda España, una, grande, y libre..., ¡está vacía! ¡Es salvado, cáscara de molienda, ruina absoluta! Y sobre eso, como abono infecto, un millón de muertos...

Aturdido, Serrano Suñer le respondió al tun-tun: -Ja, mein Herr. ¡Que no, no señor, que sólo fue medio millón, que los otros son desaparecidos; o desaparecidos o expatriados!

Ribbentrop, que se tronchaba a reír, no aguantó más parvadas, y le gritó a la oreja: ¡Un millón de muertos..., de hambre, entre preagónicos y tuberculosos, Herr Cuñadísimo!

En aquella situación, con las deudas pendientes, les enviasteis una división de mendigos, encapuchados con aquellas mantas de campaña sobrantes de las guerras de África; borra de algodón que olía a ratas y a vomiteras, para ser exactos! Y menos mal que también os dijo el alemán que les darían rusas a los sorchis, ¡en cantidad! Rusas, por si lo ignoras, son, eran, aquellas zamarras con pasadores de madera en lugar de botones, ¡casacas de cosacos! Pero como del alemán sólo sabéis decir, ja, mein Herr!, que lo usáis, en vuestra ignorancia, incluso para negar, para rehusar, pues eso le contestaron los tuyos, ¡y con eso os tomó la palabra!

Zamalloa
-No, que no es correcto, que yo estuve por allá, entonces, con la Azul, ¡y no precisamente robando iconos...! Si no contuviésemos en aquella ocasión a Stalin, aquel Yugachvili de la tierra arrasada, aquel Hijo de la Gran Matriusca, se hubiese papado media cristiandad; y de sobremesa engulliría al Islam, todo, entero, mezquitas y medersas incluidas. Aquellas heroicidades, las nuestras, aquellas de los campos de Checow, sólo pueden compararse con las de Carlos Martel, aquel Señor de los Poitiers; ¿entiendes?

El Fassi
-No, no fue ético que colaboraseis con Hitler, un criminal, un loco, un avasallador de pueblos... ¡Impropio de la prudencia galaica!

Zamalloa
Mon Professeur, tu enseñarás lo que quieras, pero lo que es Ética, nada, cero! Acuérdate de como atacasteis en Ifni, donde había una población civil, mayormente canarios y gallegos. Canarios de pura cepa, guanches puros, y gallegos auténticos, de los del nabo de Lugo. ¡Los mejores! Y para más inri, de noche, ¡sin declaración de guerra! En la División Azul sí que dimos la cara, la cara y también el culo, que bien que reptamos por aquella nieve, tan blanca y tan limpia que por donde pasábamos sólo quedaba un reguero con los colores de nuestra bandera...

El Fassi
-¡Gráfico, si señor; mucho, que por fin concordamos en algo! Bien sé lo de aquel rastro: Dos franjas de sangre, con algo de morapio, de aquel de Valdavia... En canto al walda, al amarillo..., también lo tengo: procedía de la bilis española, de vuestra impotencia frente a las astucias y al tesón de aquel hombre de acero, el Yugachvili; para el vulgo, Stalin.

Zamalloa
-¡Tu sí que estás bilioso, pero a fuerza de ayunos...! Volveremos al tema cuando se ventilen las responsabilidades de tu Mohamed V, pero ahora tornemos a Ifni, que estas maniobras de dispersión por las estepas rusas son un truco dialéctico, uno de los muchos de este inefable Si Allal. Según te iba diciendo, cuál no sería nuestro dispendio, en Ifni, que, por ejemplo, estando los míos con las Regiones Devastadas, ya les hicimos, a los tuyos, en Sidi Ifni, aquellas aceras; entre otras, las que circundaban las casas del traidor Boaida, ¡tu futuro y flamante Gobernador de Tarfaya!

Roma nunca pagó a los traidores, pero, ¿España? ¡España incluso les dio anticipos! Si fueseis bien nacidos, que de bien nacidos es ser agradecidos, de vuestros colonizadores tendríais que decir, con Camöens, ¡Alta geraçâo, ínclitos infantes! Añadiendo, por comparación: ¡Oh ínclito Caudillo, franco y gallego a la vez, qué pupilos tan felones estos que amamantaste con tu flus, con el dinero español!

Después de un aliento, prosigue, con los ojos en alto, visiblemente emocionado:
-¡Oh, Ifni, mi provincia malograda, cuantos siglos de esterilidad magrebí fecundados en treinta y cinco años de presencia española, quince campañas, coloniales incluidas!

El Fassi
-¡Alto ahí, mon Général, que con esa fogosidad oratoria, se le escapan las verdades! Mas, para mí, lo debí dejar aupado en sus grandilocuencias, mi señor Don Mariano, Ex-Gobernador General de ¿su? África Occidental. Pero le voy a rebajar los humos: ¿Se acuerda de cómo se quedaron de fláccidos aquellos miembros de su..., de su séquito? ¡Más que con los huevos de aquella tortilla que los franquistas le ofrecieron al Dictador, a Primo de Rivera, en cierta ocasión...! ¡Veinte mil miembros fláccidos, veinte mil sobres de su Pagaduría, que se dice pronto! Acuérdese de aquel Plus...; si, aquello del ciento cincuenta por ciento en carácter de Plus de Residencia...; ¡de Residencia principesca!

Zamalloa
-España pudo, pudo y quiso, premiar nuestra dedicación, la de los Mandos Territoriales, que por algo estuvimos allí destinados, a las duras y a las maduras, escogidos por la Presidencia del Gobierno, ¡la flor y la nata de nuestra hidalguía!

El Fassi, con sorna:
-¿Gallegos, gallegos incluidos? ¡Estos llegan a las antípodas, que vaya proliferación...!

Zamalloa
-¿Y quién, si no; donde es que los hay mejores? Las avanzadas civilizadoras, siempre y de siempre, se hicieron con gallegos..., ¡desde Augusto, pasando por el Adelantado Fernández de Lugo!

El Fassi, que se troncha de risa:
-¡Veinte, veinte mil sobres, veinte mil bolsas vacías..., sin contar los escrotos! ¡Eso es mucha flaccidez, como para que usted venga presumiendo de su nabo, del de Lugo! ¡Muchos cestos y pocos huevos!

Zamalloa
-¡Eh, escuche, óigame un momentito, que España nunca colonizó por el huevo, que siempre lo hizo por el fuero! ¿Se entera, mon Professeur?

El Fassi
-¡Ah, mon Général, eso no, que España impuso sus fueros, de siempre y siempre, mayormente en las Colonias, a puro güevo! Desde Colón, aquel experto en ponerlos de pie, aquel que discurrió que la tierra era redonda, pero le salió ovalada, que entre su Fisterre y el Cipango lo que había era un promontorio ovoide, el de las otras Indias! ¡Oh, , , mi Zamalloa, cuanta tortilla podríamos hacer con aquellos huevos a poco que le diésemos al percutor de nuestras fusilas, pero nos pasamos de prudentes, con la prudencia de Alá, que no permite guerras ofensivas!
 
Historia, que comenta con los Historiadores, con los Secretarios:
-Eso de colonizar a puro güevo no nos parece tan grave; también Roma tenía ese estilo, y quedó bien vista por ante mí, por ante la Historia!

Zamalloa, que aplaude, complacido:
-¡Claro que sí, Gran Señora! El ánimo se me exulta de gozo por las glorias del deber cumplido, por las de los quinientos héroes de aquellas acciones de guerra. Además de los errores de nuestros topógrafos al señalar los campos de las minas propias; ¡esto además! Y ya no hablemos de los desaparecidos, de los no localizados... Luego están los heridos, que sin un quejido resistieron la infección de su vil metralla! Estos laureles, los españoles, son inmarcesibles, mi Señora, y ahora no pueden arrancarlos de Ifni porque, al desaparecer la niebla de la censura, en España los grabó la imprenta, tal que está pasando en este Juicio Histórico! Ifni se entregó con honor... ¡Qué otra cosa haría un gallego! Se entregó después de diez victorias y ninguna derrota, que lo suyo siempre fue un simple paqueo... ¡Si, un paqueo, aquello tan rifeño del pac-co, pac-co…, por detrás de los arganes!

Se entregó, que no tengo ningún recelo en decirlo, sólo y tan sólo bajo la presión política de aquellos tecnócratas enchufados en las Secretarías de los Estados... ¿Cómo se dice...?

El Fassi, que interrumpe:
-¡De momento, Unidos! ¿O es que ya no te acuerdas de aquellos amigos de tus amigos, de aquellos Secretarios tan amigos de complacer a sus amigos con tal de que hubiese ganancias político-económicas de por medio? Por cierto, que aún no hemos discutido si lo de Ifni debe constar en las actas Históricas como “cesión”, o como “retrocesión”.

Si lo presentáis como “cesión”, será reconocer que fue una cobardía vuestra, una flaqueza vuestra, arriar vuestra bandera; la derrota de un imperio ya en declive ante cuatro desharrapados incontrolados, aquellas mesnadas que os atacaron en la noche del 23 al 24 de Noviembre de vuestro Año de Gracia 1957.

Si fea es una “cesión” cobarde, no lo es menos una “retrocesión”, ¡puesto que sólo se retrocede lo ilícitamente poseído! ¡En todo caso, caput, nene!

Los españoles, en particular los sureños, llevan tanta o más sangre árabo-béreber que goda en sus venas, y aun así son incapaces de entender la idiosincrasia, la astucia, de sus parientes!

Zamalloa, que pasa por alto esta última propuesta, este reto, de su contrincante:
-En mi tierra decimos, Amiguiños sí, pero a vaca no que vale! ¡En lo que vale de suyo! El caso de Ifni no fue así, pero voy callar, que te estoy dando juego..., ¡sin querer y sin convenirme!

El Fassi, de nuevo en actitud doctoral:
-Acuérdate que el Querellante de esta Querella invocó aquello de, ¡España. Una, Grande y Libre! ¿Qué hay de malo en que nosotros, los Marroquíes, los Protegidos, los alumnos, aprendamos de su España, de esa Maestra de pueblos..., por no decir otra cosa! Nosotros, como alumnos aventajados, émulos en definitiva, también pudimos, con iguales títulos académicos, anhelar, proporcionarnos, un Magreb Uno, séase unido, re-unido; Grande, de extensión claro, pues desde Port Etienne a Covadonga, ya es tierra de Alá..., cuarenta mil hanegas! Después queda eso de Libre, que está bien claro: ¡Un Magreb libre de las tutelas protectoras, vuestras, de los infieles! Para lograrlo, Danton os llevó de su mano, que de él aprendimos, también nosotros, que, De l´audace, encore de l´audace et toujours de l´audace!

Zamalloa
-¡Esas huríes del Séptimo te tienen chupado, médula incluida! Tú no eres Libre; ni tú, ni los tuyos, pues la única libertad de tu gente, hoy como ayer, está, estriba, en soñar grandezas..., ¡las grandezas de cuatros feudales!

Tengo que recordarte que con nosotros, con las Españas, teníais ciertos compromisos históricos, contraídos, reconocidos y cultivados, pactados, siglo tras siglo. ¿Perdiste la memoria histórica, la que tenías antes de convertirte en un fanático; o dicho de otro modo, en un converso afrancesado?

El Fassi, desafiante, airado:
-Eso, eso, todo eso, se juzgará en esta Sala; injurias, aldrajes...; todo incluido, por supuesto!

Zamalloa
-¡Señoría! Creo que a estas alturas de mi intervención, y de momento, por palabras de presente, mi Caudillo tiene revalidado su título de Protector de Marruecos, ¡que eso es mucha Grandeza! Si las baladronadas sucesivas de nuestros oponentes pretendiesen rebajar su gloria, yo me reservo el derecho de alancear malandrines! -Dirigiéndose ahora a El Fassi: -¡Odres, odres es lo que sois, que incluso en vuestras culeras os parecéis a los odres de vino de una venta manchega! Ahora bien, por si todo esto que llevo expresado no retratase suficientemente la grandeza, la grandeza y la sensibilidad del César, del César Franco, aquí tenéis su

ELEGÍA EN LA PÉRDIDA DE IFNI,

harto elocuente por sí misma. Está inédita porque la propia Censura, aquellos jins, aquellos djenuns, aquellos “diablos familiares”, que así les decía, no se la dejaron arengar en vida por considerarla excesivamente explícita! Se vino con ella al cielo, que se la metieron, con otros papeles top secret, para rellenar su caja de caoba, excedentaria de espacio para un hombre que era grande de espíritu, ca no de cuerpo, ¡lo que tiene más mérito! Así que, cuando pasó por las aduanas de Porta Coeli, se la encontraron los de San Pedro...

¡Aquí la tengo, Señoría! Y me gustaría que la leyese uno de estos Secretarios, pero traducida al gallego, o por lo menos, al castellano, ya que está en latín..., ¡porque le fue redactada por uno de aquellos Escribas de la Obra del señor Escrivá!

El Fassi, en un aparte:
-¡Lo que tengo que oír por no ser sordo! Yo sabía que don Francisco actuaba por la Gracia de Dios, incluso cando le daba a la manivela, al troquel de hacer las monedas, pero de eso a que esa Obra fuese propiamente suya... Eso es un improperio, otro; un sueño imperial, otro...; ¡y sin Imperio!

Doña Historia asiente, así que Zamalloa le pasa aquel pergamino a uno de los Secretarios; un rollo arrugado, amarillo; mucho, tal y tanto como si lo acabasen de sacar de una de las cuevas del Mar Muerto.

Secretario
-¡Oh! ¡Pero está en latín...! ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!

Historia
-Señor Secretario, lea; pero en castellano, para que lo entienda toda España, ¡tan necesitada que está de abrir sus arcanos históricos!

Secretario
-¡Lo que es por mí, vale; vale!

Lee, con voz atiplada, imitando, remedando a Franco:

 ¡Españoles todos, Ifni no ha muerto! Vive en los colores de nuestra bandera..., y en las glorias de nuestros héroes. Vive en los Anales del Grupo de Tiradores, en las Fuerzas Expedicionarias que le han defendido, en la Administración fecunda de la Policía Indígena, y en las alas de los Junker-52, y de los Heinkel-111. Vivirá en los cañones del Canarias y en la furia legionaria. En la seda de los Caballeros Paracaidistas, y en las gabardinas del Somatén...

Vive y germinará con las lecciones magistrales de nuestras escuelas, en nuestra sanísima Sanidad, la que allí hemos desplegado y puesto de manifiesto cuando les erradicamos aquellas glaucomas, aquella peste bubónica... También vive, y pervivirá hasta que empiecen a ir por allí los arqueólogos, en las obras públicas; ¡otra legión!

Tantas y tan altas las hicimos, que elevamos, con ellas, aquel poblado de Amezdog a la categoría de moderna y confortable ciudad; aquel Sidi Ifni, que por tener, un Casino tenía... ¡de Oficiales!

Ahora descansa el gigante hispano, mustio, aletargado por su esfuerzo colonial. Duerme bajo la luz matizada de la media luna, cabe las palmeras, haciendo compañía al Mío Sidi Ifni, cuyo morabito restauramos, y respetamos, empezando por las huestes de nuestro Adelantado, aquel Capaz..., ¡que le inmortalizamos dando su nombre al puerto de El-Yebha!

¡Españoles todos! España domina, ahora y siempre, en los cinco Continentes..., por el Imperio de nuestra Raza, y por el OPUS, por la Obra de Dios; ¡por la Impronta de nuestro Genio y por su Camino, bien escrito y bien trazado!

Allí donde un español haya plantado el Árbol de las Ciencias, ese que blasona nuestro Instituto, ¡del Consejo Superior!, o tendido su mano generosa, cual Guzmán, un renegado tan fiel que Bueno le llamaban, allí quedará España, y también lo hispano; allí fructificará nuestro aliento; ¡allí se elevará nuestra Obra!

Que no digan que caímos, ¡que no os lo digan! Nos fuimos del puesto que allí teníamos...! ¿Cayó, puede caer, una Nación tan rolliza, una piel de toro que amamantó cincuenta países? ¿Pueden los renuevos prescindir de nuestra sabia?

Nuestra siembra germinará en todas las primaveras de la Historia, por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Inch´Allah!

Recordad que España es grande. En las desdichas, también; ¡también en las desdichas! No cede nunca, ¡emancipa!

Esto de Ifni, esta mal llamada Retrocesión, fueron desposorios pactados, ¡con el propio Marruecos! Nuestra benjamina, nuestra Ifni, lució en sus bodas las joyas del trabajo y del genio hispanos, incluido un puerto mecánico, con un teleférico de mil cuatrocientos metros; ¡treinta años que nos llevó decidirnos, que no hacerlo!

¡Ah, y luego está lo del aeropuerto; un campo almidonado, digo, hormigonado! Calles a cordel, dos iglesias y dos mezquitas. Todo ello un tesoro..., ¡que para sí quisieran los del Courel!

Hemos vaciado nuestras arcas para dotarla del más digno de los ajuares, el más apropiado a nuestro abolengo, a nuestra inmarcesible grandeza!

Dote real la dimos, dote de reino a reino; de España madre, al Marruecos yerno, cá mejor non la tuvieron las fijas de Mío Cid! Pero esta dote la dio España, y tal y como la dio, la tutela, que si afrenta hubiere, en Corps, en Melilla o en Sebta, los mismos legionarios que pluguieron de sus ojos cuando se arrió nuestra bandera, lidiarán de nuevo, todos a una, prietas las filas, para recuperar Ifni, para recuperar la Princesa ! ¡Y con la Princesa, su dote, si malandrines la mancillan!

¡Héroes de España, que alumbráis en los luceros: Vigilad a Marruecos, y escoltad a mi Pequeña y Gran Provincia, esa chiquirritina de Ifni, que si mal trato recibe de la Media Luna, yo velaré para que vuelva a salirle el sol, sea por Antequera o por el Atlas! En tal caso, la recuperaré para protegerla de nuevo..., ¡para mejor desposarla!

¡Españoles todos, nosotros emancipamos, pero sin abandono, que tampoco lo haremos con el Sáhara ardiente! España, y yo el primero, responderemos ante Dios y ante la Historia de los florones del Reino, de las glorias de nuestros héroes, de los altos designios de nuestra Raza, -que en eso soy franco-, de la culturización de aquellos maestros, tan sacrificados que incluso se peleaban por un destino para Ifni..., aunque los malandrines digan, ahora, que lo hacían por el Plus de Residencia, un ciento cincuenta por ciento de nada..., ¡y con sus magníficos pabellones!

¡Españoles todos, poneos en pie, que ya parte la doncella para sus nupcias; y deja Solar y Bandera para acomodarse a las alfombras de la Corte Alauíta, todas ellas de nudo..., ¡qué bien le apetecerían a mi señora Doña Carmen!

Despidámosla con el orgullo de haberla criado a nuestros pechos, moza y robusta; despidámosla con el orgullo de haberla defendido, y protegido, mientras que de ello hubo causa y menester.

En Ifni hemos escrito, y cumplido, una de las páginas más brillantes de nuestra tutoría de pueblos, de nuestra forja de naciones, de nuestro Imperio universal, espiritual, transmisor de valores eternos...,¡y de los otros!

¡Españoles: Recordad que España es, en las desdichas, Grande! Mucho, que me dicen que pasa del medio millón de kilómetros ¡cuadrados!, así que, cuando nos viene la pertinaz sequía, la regamos con la sangre de nuestros héroes!

¡Viva Fran...!

Se equivoca el Secretario y trata de corregir:

-¡Digo, pues dice: Viva España; la mía, aquella que resucité de su ostracismo, en el 36, gracias a los tambores, a los tambores y a los Tabores, de Regulares!

Historia, apretándose su voluminosa tripa para no estallar de risa, y secándose el sudor de su honorable testa:
-¡Uf, cuanto me fatiga la grandeza...! ¡Señor Secretario, quedé extenuada, así que, ¡vacaciones!, por otros cincuenta años, que las tenemos merecidas. Bien pensado, esa Obra del OPUS estaba en todo: ¡Sabía gobernar..., por lo menos, en lo profano! Y luego esa espada tan grande, ¡cuatro!, al servicio de una cruz tan pequeña... O dicho de otro modo, esta cruz puesta al servicio de aquellas espadas tan relucientes, con aquellos bastones de mando en plata..., ¡quiero decir, en plaza! ¡Vaya Obra de Dios la de aquellos Tecnócratas del franquismo! ¡Inefables!

En un aparte:
-Tengo que anotar en estas Crónicas que aquella generación de la Reforma de la Contrarreforma Española, con su Nacionalcatolicismo bajo palio, superó a los Templarios, pues, además de su cruz y de su tizona, ¡qué bien le daban al bolígrafo! ¿Tecnócratas que eran, no si?

Murmullos de aprobación en la Sala. Doña Historia se dirige a su tribunal:
-¡Esto es muy denso; más de lo que pudiese parecer a simple vista, así que merece una meditación trascendente…! Por ello, meditemos, y de paso, recesemos; un rato. O mejor, dos, pues estas epopeyas hay que tomarlas con filosofía, tal y como hacían aquellos colonizadores desde que se hartaban de langostas y de percebes; ¡africanistas que eran, todos, todos ellos!

Señores estudiosos de la Historia, ¡dije! Y dije más, mucho más, en un Acto de este Juicio que en todos los periódicos del Movimiento juntos, en las tres décadas de aquel Movimiento Inmóvil…, ¡un invento digno de un Nóbel, que ni Franco!

Entra en escena la Guardia Mora, con aquellas capas blancas tan fardonas, a los acordes de una rapsodia magrebí. Extienden un tupido velo sobre el retrato de Franco. A Mohamed V le dejan descubierto, alegóricamente, evidenciando su triunfo en aquellas guerras del A.O.E.

El paño va cayendo lentamente, ¡suai-suai!

                                                                               -.-


Escena 3ª


El Fassi, que saliera un momento, precisamente mientras se leía la arenga de Franco, se supone que para ir a los servicios, entra de nuevo en escena, eufórico, entonando el himno de Abdelkrim:

-Al yauma lijurobi hayu...!

Historia
-Monsieur, actualícese, por favor, que eso del cabecilla Abdelkrim ya está juzgado, ¡por ante mí! Y tampoco es cosa de reivindicar las minas rifeñas de aquel conde, de aquel Romanones, por las que tanto se esforzaron los spaniois de entonces, que todo eso pasó a la Historia, hace tiempo! Ahora tenemos otros problemas, otras tensiones...

A propósito, que me dicen que usted viene de la Meca, de guiar a los peregrinos... ¿Llevó mucha gente? ¿Acaso tuvieron avalanchas…, en eso de tirarle piedras al diablo?

El Fassi
-En efecto, he ido; y vengo purificado, por enésima vez. ¡Purificado y glorificado, enaltecido! Así que, de no importarles, hagan el favor de darme el tratamiento apropiado, pues ahora soy hadj, o hach, como mejor se les acomode pronunciarlo! ¡Más peregrino que los de Santiago! ¿Quieren ver mi Compostela?

Historia
-En este caso, mi Hach, obtenido su amman, su gran perdón, confío en que se avendrá a razones, sin polémicas ni resentimientos, que así nos facilitará la Resolución de este embrollo!

El Fassi, atajándole con prisas por rematar el pleito:
-¡Por supuesto que sí! Lo que es por mí, ¡sobreseído! En vista de ello, pasemos a una Vista nueva, a una nueva litis: ¡Delenda es Sebta; delenda es Sebta; y después de Sebta, (15), Melilla! ¡Canarias, de momento, que quede para los negros, nuestros esclavos! ¡Bismillah...!

Zamalloa
-¿Vuelves a las andadas, Professeur, Profesor de Insurrecciones? ¡Poca enmienda fue la tuya con eso de la Meca! Ya os dijo nuestro Caudillo, in illo tempore, cuando os sulfurasteis, que transigía en el asuntito de Ifni, pero que de Ceuta y de Melilla..., ¡ni olerlas! Si no me creéis, aquí está Doña Historia, con sus archivos! A mayor aserto, ¿donde está vuestra amistad con nuestra España…, ¡con vuestra despensa!, tan cantada y poco decantada, durante ocho..., qué digo ocho, trece siglos, porque seguís beneficiándoos, sea directa o indirectamente!

El Fassi
-¿Amistad, mi viejo? ¿Dijo así, a-mis-tad? En ese caso pregúntele a nuestro Profeta, que nos lo tiene advertido, particularmente en las aleyas veintisiete y veintiocho, de la sura tres:

Los creyentes no tomarán por amigos a los infieles. Quien tal haga, no tendrá nada procedente de Dios...

Más adelante, por si nos fallase la memoria, vuelve a insistir, concretamente en las aleyas cincuenta y uno a cincuenta y seis de la sura cinco:

¡Oh, los que creéis! No toméis a los judíos, ni a los cristianos, por amigos vuestros. Quien de vosotros los tome por amigos, será uno de ellos! Dios no conduce a la gente injusta. Vuestros amigos son Dios y su Enviado, y también aquellos que creen.

¿Lo ve, mon Gènèral; ve qué compromiso para nosotros, para los fieles? Y luego que, por otra banda, las amistades con los spanois no pueden tener buen fin..., ya que tuvieron mal principio! Acuérdese de aquella Florinda... ¡Me refiero a Florinda de la Cava, de la Cava o de la Cueva, que ya no lo recuerdo, pues lo mío son las medersas y no los burdeles!

Zamalloa
-¿Querrás decir, aquella Fatima, aquella princesa de Sebta...? ¡Lo dicho, chocheas! ¿No será que vienes de darle al kif, y no de la Meca? ¡Se me hace que apestas a…, a cannabis índica!

El Fassi
-No tal, pues aquella dama, ¡o lo que fuese!, al renegar de nuestra fe perdió el nombre, el nombre y también la filiación. Aquí, nosotros, sabemos cómo fue, pero se lo recordaré en favor de su gente, pues, ustedes, los spaniois, son malos estudiantes en esto de la Historia…, ¡de la Historia que no les conviene! La verdad es que, a principios del siglo VIII, vuestro don Rodrigo fue cordialmente invitado a las bodas del Gobernador de Ceuta por mérito de nuestra legendaria buena vecindad con las Spanias! ¿Lo sabía? Y entonces… ¡entonces abusó de ese honor, de esa confianza, secuestrando una hermana de la propia desposada! Poco le importó al Gran Godo, al tal Rodrigo, que fuese huérfana; ¡huérfana y doncella!

Zamalloa
-¡Le importó mucho, muchísimo, que por eso la envolvió en su capa de armiño! Y con la misma, levó anclas, Estrecho a través, de seguida, ¡remando toda la noche! Pero has de saber...; ¡mejor dicho, debieras saber, tienes que saber!, Professeur Magnífico, que don Rodrigo la requirió de amores, de amores formales; ¡y todo iba bien en Sebta hasta que se habló de la dote...!

A propósito de aquella dote: Ese mismo Corán, o Alcorán, o Al-qurán, que tanto invocas..., ¡cuando te conviene!, creo que es en la aleya dos, de la azora cuatro, dice lo siguiente:

Dad a los huérfanos sus riquezas. Non cambiéis mal por bien. No comáis sus riquezas junto con las vuestras, que eso es un gran pecado.

Si esto fuese poco, puedo abundar en el tema invocando la aleya cuatro, que concuerda con la antedicha:

Dad a las mujeres, espontáneamente, sus dotes...

¿Que, te llega con esta taza, o quieres otra...? ¡Esa fue la cuestión! El moro Mussa, aquel cuñado-tutor de la doncella Fatima le quiso pispar la dote a su cuñada...; ¡tal que te lo cuento! Todo lo más que le ofreció a nuestro don Rodrigo fueron esas islas costeras, a las que chamamos Alhucemas, y vosotros, Al Hoceima. ¡Ah, y también un Perejil, que por mínima se me olvidaba! ¡Mira que hacerle semejante desprecio al Gran Godo! ¡A quien se le cuente...!

El Fassi, en plan despectivo:
-¡A mí me lo está contando, Mon Gènèral! Pero ya sabe, por una oreja me entra, y por la otra..., ¡chis-pum-fuego!

Zamalloa
-Lo tomas a coña, pero siempre voy en serio, talmente en serio, pues las epopeyas, aunque se refieran con humor, son cosas intrínseca y terriblemente trágicas.

Don Rodrigo, para no seguir rifando, dijo que se iba a la cama, ¡pero no dijo a donde, ni con quien! Cando aquel Sidi Mussa dio despertado, el Visí ya dormía, en paz y en compañía, pero..., en Carteya!

Su lección, la de nuestro don Rodrigo, esa sí que fue magistral, y no otras que me sé, tal que aquellas que se dieron allá por Fez, en los años Cuarenta/Cincuenta...!

El Fassi
-Remate con sus especulaciones, s'il vous plait, que usted no es un erudito, ¡ni mucho menos!, que una cosa son las laureadas y otra, ¡a veces muy distinta!, los lauros, los lauros parnasianos. Acuérdese de lo que dijo aquel señor, aquel paisano suyo, aquel manco que procedía de su país, allá por el Cervantes de la Sanabria, hijo de un casero de aquel conde de Lemos...; aquel distinguía perfectamente entre el discurso de las armas y el de las letras!

Zamalloa, que hace que no escucha y sigue impertérrito con su perorata:
-¿También tengo que recordarte que don Rodrigo fue tan delicado que para que Fatima pudiese seguir usando las mismas iniciales en su ropa, la hizo bautizar con el nombre de Florinda? ¡Pues sí; así te fue; cierto! Cando le preguntaron por el significado de la ceremonia, aquel visi-godo..., ¡qué quiere decir, más que godo!, se explicó de esta manera, con toda precisión:

El nombre que nosotros le damos, eso de Florinda, procede de Flor Linda, que bien veis que esta doncella es la flor más linda del jardín de Alá...!

Con eso, con estas explicaciones, las mozas de por acá se entregaron a la resignación.

¡Ah, y también sabrás que la bautizó aquel obispo tan famoso, dom Oppas...!

El Fassi, siempre coñón:
-¿Si, de verdad? ¡Ahora lo entiendo! De eso, de ese obispo, creo que viene esa cosa del Opus, esa Congregación tan pía y tan política, tanto, que incluso nos ayudó a liberarnos de España; ¿no es cierto?

Zamalloa
-¡Chico, no mezcles el tocino con la velocidad, aunque te suenen parecido! ¡Señoría, perdónele a este infiel que no sepa lo que dice, que no conozca el Camino…, el camino de aquellos Ministros…, manirrotos!

El Fassi, que sigue coñón, cada vez más:
-Ya se lo demostraré, ya, que sé muy bien, perfectamente, lo que hago; y también lo que digo! Tan bien, tan bien, se lo demostraré, que incluso les desecaré las lagunas de la Historia, Janda incluida!

Atiendan y vean como aquel Tarik-ben-Zeyad le demostró a su Rodrigo, al raptor de la Florinda, allí mismo, en la susodicha Janda, que quinientos caballos árabes, pura sangre, fueron bastante cubrición para las mil yeguas visigodas, que más no tenían! ¿No sabe lo que dice la leyenda? Que tan pronto como las bestias españolas ventearon la proximidad de los pura sangre, de los árabes, debajo se les metieron..., ¡y sin esperar a que se apeasen los godos!

Esto es cierto, que está reconocido por los propios historiadores de la parte vencida, así que es una prueba irrefutable de vuestro potencial raquítico, que entonces, como ahora mismo, se os iba la fuerza, y con la fuerza, la producción, en bizantinismos internos!

¿Exigió vuestro Rodrigo, aquel bárbaro de las Spanias bárbaras, por dote un reino? ¡Pues en eso erró, que se quedó sin el suyo! Como ve, la Historia se repite, sea en el fondo o en la forma, que nada, o poco, hay de nuevo bajo el sol. Y luego está que algo así ya ocurriera antes, con aquello de la Elena de Troya…, ¡pero no me hacen falta argumentos tan arcaicos!

Los spanois tienen arraigada esa costumbre de enseñar bobadas a quienes creen que no sabe. ¡Ya, ya! Pues, aquí y ahora, viene al caso que se ventila en esta Sala que su Caudillo, cando fue a Madrid mi Sultán, en aquel Abril del Cincuenta y seis, precisamente en el momento en que tocaban nuestro himno, el magrebí, Franco, listillo él, gallego él, dándose aires de Protector, según solía hacer, le indicó a mi Sultán que podía seguir revistando las tropas españolas..., ¡sin detenerse! ¡Vaya insolencia! Pero no le sirvió de nada pues Nuestra Augusta Majestad, tan digno y tan patriota siempre, siguió cuadrado, en plan militar, tieso, y le contestó, ¡Baraka-lahufik, mon Gènèral, pero no se canse, que ya soy grandecito, además de Rey, y sé lo que hago!"

Zamalloa, enojado, fuera de sí:
-¡Eso es una calumnia, una fabulación fementida, una inventada pseudohistórica..., acaso francesa!

El Fassi
-¿Usted cree que si? ¡Pues, mire, en tal caso la difamación será de otro General, de aquel Franco Salgado-Araujo, nada menos que Secretario Militar y pariente del propio Caudillo! ¡Lea, lea la página ciento setenta del libro Mis conversaciones privadas con Franco, al que ya me tengo referido! ¡La Historia es la Historia! ¿Sabe?

Zamalloa, conciliador:
-De aquel viaje de tu Sultán a Madrid mejor harías en callar, que también puedo referir la declaración de cierta azafata de Iberia, aquella que...

El Fassi, interrumpiéndole:
-¿Azafata; dijo, azafata? ¿Y usted me habla de lecciones? Pero si incluso nombra a las aeromozas con étimos árabes…!

Zamalloa
-¿Quieres azafata, o quieres aeromoza? ¿No te satisfacen las huríes...? En ese caso tendrás aeromoza, cuanta quieras! Escucha:

RESULTANDO que en Abril del cincuenta y seis cando iba tu Sultán en el avión de Iberia cara a Madrid, y

CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que el pobre señor, después de aquellas fiebres independentistas que cogiera en los pantanos de Madagascar, cando los franceses...

¡Si, sí; no pongas esa cara de disimulo, que la Historia tiene constancia de ello!

RESULTANDO que tus amigos, los franceses, con la complicidad del Bajá de Marraquech, el tal Glaoui, derrocaron en los incidentes del Cincuenta y tres a tu Sidi Muhammad ben Yussef, desterrándole a Córcega... Y trasladado después a Madagascar...

¿Qué no? ¡No le des a la testa, que esto es rigurosamente histórico! Pero sigamos, camino de la Meca, sin reparar en los canes:

CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que tu Si Muhammad no resistiría las humedades del Guadarrama, tuvo la gentileza de indicarle que el Pardo no era Madagascar, ¡ni la Alambra soleada!, así que mejor le sería llevar botas, tal que unas cordobesas, de las de montar... ¿Y sabes qué tal las hubo, mon Professeur? ¿No lo sabes, o es que disimulas? Pues que el muy Sultán tuvo la frescura de insultar a la moza diciéndole, con todo cinismo, que precisamente iba a Madrid..., para ponerse las botas! ¡Vaya abuso de un protegido, que ya olvidara que los franceses lo descargaran, a contra gusto, de él y nuestro, en su Madagascar...! Pese a lo que parecía, a lo que aparentaba, resultó ser más bruto, más desagradecido, que aquel Brutus sobrino del César...!

El Fassi, por enésima vez irónico:
-¿Se puso las botas, o no? ¡Por las trazas, entiendo que sí!

Zamalloa
-¿Que botas, las de cien leguas? Pero no fue por culpa de los militares, por culpa de mis colegas; ¡eso que conste en Acta! Por aquel entonces, ya sabes, mangoneaban en Madrid ciertos tecnócratas, aquellos que decían creer en la igualdad de los hombres...; ¡de los hombres con mando en plaza, se entiende!

El Fassi
-Bien pensado, eso de ponerse las botas en España, o a costa de las Spanias, para un musulmán siempre fue pan comido. Recuerde que en tres años, ¡simplemente en tres!, subimos desde Carteya a Roncesvalles; y tan bien les trillamos, de paso, el Camino de Santiago, que lo borramos del mapa, pues tardaron siglos en redescubrirlo, en rehacerlo, y eso que les alumbraba la Vía Láctea!

Esto de los caminos siempre les sirvió de pretexto para hacer y deshacer en el jersey de su Historia... ¡Claro, los trenzaban radiales, desde Madrid punto cero, en la Puerta del Sol, y como el de Santiago no pasaba por Madrid...! ¿Sabe aquello de que no hay caminos, que se hacen andando? ¿Sí? ¡Pues eso: se hacen cando se anda por el mundo con humildad, y no por los aires, como dicen que hacía aquel caballo blanco, el de su Iago! Por cierto, ¿cando dejarán de llamarle Matamoros a ese tal Iago de Compostela?

Zamalloa, secundándole en la sorna:
-También es verdad, que ya no me acordaba de eso, que nos deshicisteis el Camino de Santiago..., ¡pero sólo hasta Poitiers! ¿Oyes, de paso, por qué no hablamos de Carlos Martel...? ¡Ya te entiendo, que con Francia no te metes, que ni la nombras! Si quieres ser justo, no podrás comparar nuestra independencia con la interdependencia que os endilgaba vuestra amada Francia, en el Cincuenta y seis, que se quedaría a medio camino, ¡todo un siglo!, si no fuese por la hidalguía de nuestro García del Valiño.

¡Para Hidalgos, España; y para Notables, Notables Chupópteros, Marruecos, que no es poca la diferencia!

El Fassi
-¡Don Mariano, no me sea heterodoxo, que le percibo un cierto tufillo, como a..., de masonería galaica! ¿Así que, subrayando la galleguidad de su Alto Comisario…? ¡Pues está mal informado, mi señor Gómez de Zamalloa y de Quirce, pues aquel Comisario, el tal Valiño, era oriundo de la parte de Asturias! ¿Lo sabía? Si tuviese más reciente su ascendencia gallega, peor nos hubiese ido a los marroquíes; ¡estoy seguro de eso!

Zamalloa, con un rictus de asombro:
-¿Qué me dices? Ya veo que lo tuvisteis bien estudiado; ¡bien estudiado y bien espiado! Por cierto, ¿te acuerdas de aquel lema de Epicuro? Hombre sabio, si quieres ser feliz, no preguntes. Tu manía de inquirir me lleva a otra galleguidad indiscutible: La de Dom Paio de Lugo, Comes de Flammoso! Vosotros le llamasteis, allí mismo, en la propia Cova D´Onga, esa gruta que tiene nombre y apellido gallegos, dado su descubrimiento, entre peleas e layos, aquello de Pelayo, que más significa Peleón que Pelágico. ¡Oh, Dios; cómo os hizo recular; y para eso, cuesta arriba! Si era suevo, que tal parece, vaya suavidad la suya! Y si era godo, ¡una gozada! Aquel rife-rafe fue con palos y piedras, en aquellos riscos de la montaña sagrada… ¡Mira que si el tal Payo llega a tener las espadas largas, aquellas espadas y aquellos dardos lanzadores que solían portar los hombres de don Rodrigo, aquellas armas que perdieron en su huida de la Janda, entonces..., qué te voy contar!

En un aparte:
-Cuando tenga ocasión, cuando esté tranquila, le preguntaré a Doña Historia por aquello de si era suevo, de familia sueva, el tal Comes Pelaio, aquel führer de nuestra Cova D´Onga...

El Fassi, que escucha atentamente este monólogo:
-Suevo sería, o Bretón, pues hay quien tal opine, pero lo que es suave, aquel Pelayo..., ¡un rayo!


Zamalloa
-¿Y luego, qué querías? ¡Para suave os llegó don Rodrigo, aquel godo chulapo, aquel que nos perdió con su cuerpo a cuerpo, tête a tête, con vuestra Fatima, aquella morita de Sebta.

El Fassi
-¡Con aquella Florinda, dirás! ¡Inculto, bárbaro del Norte!

Zamalloa
-Ahora que lo recuerdo... (Vengativo) ¡Los gallegos tenemos una cuenta pendiente, otra, con los muslimes, con los tuyos!

El Fassi
-¿Si? ¿Cual, si puede saberse? ¡Si afirmas, prueba! Un militar no debe vivir de imaginaciones, ¡que aquel garbanzo de los uniformes colonialistas no era comestible! Por si acaso, recuerda que, Non faze el ávito al monxe, en frase feliz de vuestro Cardenal Cisneros, aquel fraile de los cañones... ¡Aquel sí que los tenía, y eso que no los usaba; más o menos, como el caballo de Espartero!
  
Zamalloa, en aquel rife-rafe dialéctico:
-¡Pues..., que aún no os dimos las gracias por el retorno de nuestras campanas, las de Compostela, que menudo esfuerzo...! ¿No si, viejo farruco? ¡Mira que retornarlas a hombros, con lo que pesan...! Pienso que por entonces iríais en babuchas, atrochando por el fango hispano, ¡que eso de poneros las botas, en España, aunque os lo admitamos, vino después, mucho después!

El Fassi
-La cuenta pendiente, con lo que subió la vida en España, vuestra vida y nuestra dignidad, que en eso vamos paralelos, te es otra: ¡acuérdate de aquel tributo de las cien doncellas! En cifras actuales, y con las anualidades atrasadas, estimo yo, que no soy mal calculista, que la cuenta debe andar…, ¡en tres millones, de hembras; tres millones de vírgenes, la bancarrota de España, pues de eso, actualmente, no tenéis ni medio millón! ¡Se lo recordaré a los míos para que se decidan a repasar el Estrecho, así sea en pateras!

Zamalloa
-Tus parientes ya están de ronda por el Sur, por el Sur y por Levante, pero que se olviden de su levante, pues las vírgenes españolas, sean muchas o pocas, son de otro altar, de otro mercado! Vuestro futuro está en los fosfatos del Sáhara… ¡Eso si el POLISARIO os lo permite! Aquel tributo de las cien doncellas ya se redimió, y precisamente por un paisano mío, aquel que dio origen al ilustre Marquesado de los Figueroas...

En nuestra brillante historia antisarracena también tenemos las hazañas de los Luaces...; y aquello del bolo y el año de los Bolaño. ¡Tantas y tantas heroicidades de nuestros antepasados en aquellas luchas defensivas, todas humillantes para un Islam que tanto presume de ser inofensivo! Lo malo del caso fue que nuestro Franco, de tanto que os quiso, a vosotros, y de tanto que les temía a los suyos, a los españoles, le tocó sufrir vuestros desquites; ¡y todos juntos, simultáneos!

El Fassi
-¡Está equivocado, mon Gènèral, pues aquella guerra del Ifni fue simplemente de Liberación, que de eso entiende! No atacamos por nada personal, no se haga ilusiones; lo único que pasó, simplemente, fue que Don Teódulo, en su retranca, se llamó andana en aquello de la Retrocesión… ¡Retrocesión, que no entrega, ni tampoco cesión, como les gusta calificar nuestra recuperación! Como los americanos nos ofrecieron su complicidad, su complicidad y su cobertura, incluso negándoles a ustedes el uso de aquellos aviones de sus Bases, aquellos aparatos de Préstamo y Arriendo..., pues nosotros, más astutos que Asterix, inventamos aquel disimulo, aquel camelo, que no camello, de unas fuerzas incontroladas…!

Zamalloa
-No sería por nada, no, eso no, pero si no llegamos a tener aquel chivo, el de aquel amigo…, ¡a nado tendríamos que evacuar nuestro Ifni, con sus siete olas, en aquella noche oscura! ¡Tan oscura como la boca de un guepardo, y tan vergonzosa que ni de ella hablaron nuestros periódicos! Supongo que los censuraron por un mínimo de dignidad...; ¡Eso, dignidad, que cualquiera se ponía a explicarle al Contribuyente español tamañas imprevisiones, con lo que llevábamos dilapidado, mayormente en el embutido de vuestras Notables Barrigas!

El Fassi
-¿Se refiere a la noche del Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete, no? ¡Comprendo, comprendo! Ciertamente fue una noche cruel, pero necesaria para lograr que despertasen vuestra España y vuestros caudillos de andar por casa; lo fue de cuchillos largos, y de gumías en forma de media luna... ¡Vaya escarmiento, en particular para quienes tenían olvidado su fiasco de Annual! ¡Sois más ingenuos que aquel beduino que corría detrás de los espejismos!
  
Zamalloa
-¡Creísteis que éramos de zorza, pero salisteis enzorzados; y para eso, de postre! Aquel amigo sí que fue leal, ¡y total, por nada, por aquel cheque de un milloncito…!

El Fassi
-¿Pero, que dice, mon Gènèral? ¿Un amigo...? ¡Vuestra España, en aquello de Ifni, lo que es amigos no tenía, ni el primero, ni siquiera uno, que todos ascendieran a Notables! ¡Vaya amigo un traidor que les cobró su millón en aquel cheque de la Tesorería del A.O.E....! ¡Si, si, a ustedes, a su Gobierno General del África Occidental, mal llamada Española; un millón de pisitas, de las de entonces, por un simple chivo, por la nueva de nuestro ataque en aquel heroico Veintitrés, en un talón del Banco Exterior de España, cobrado en Las Palmas, a la vez que huía con las vergüenzas de su traición! ¡Además de eso, le pusieron un avión para que fuese a Canarias, a retirar sus treinta monedas! Eso tiene un nombre en los Anales de la Historia, por demás registrado: ¡Victoria Pírrica!

Zamalloa, gesticulando, echando balones fuera:
-¡Esos son lerios..., para disimular vuestra derrota, el fracaso de vuestro asalto! Por cierto, y volviendo al Corán, por si los Acusadores no se aperciben de este artículo de vuestro Código. Mi pregunta es: ¿Estaba combatiendo España a Marruecos, en aquel tiempo, en el Cincuenta y siete, precisamente en el momento en que recogíais, a puñados, nuestro oro..., que volvía a ser del moro? ¿Que, no sabes a quien me refiero? ¿En un tiempo en el que estábamos donando, además de las obras públicas del Protectorado, cedidas de bóbilis-bóbilis, aquellos Veinte mil millones de pesetas, de las de entonces, vía Banco de España, en Tetuán...! ¡Esto sí que está en las Cuentas, en el Rationabus de la Historia!

El Fassi, como restándole importancia:
-Esa cifra...; ustedes no la saben escribir, y menos con algoritmos árabes!

Zamalloa, enfurecido:
-¡Fueron más, más de veinte mil millones de las pesetiñas, de las pesetazas de entonces, si sumamos los billetes retirados de la Zona Española con aquellos empréstitos a fondo perdido! América, Ifni, Guinea... Siempre el mismo enredo: ¡a fondo perdido! ¡Siempre con desagradecimiento! Y después decía, en ilo tempore, aquel frailuco, el Padre De las Casas, aquello de los abusos raciales en nuestras colonias... ¡Perdónale, Señor!

El Fassi
-¿Colonizar...? ¿Los spanois sabéis lo que es colonizar? ¡Ya lo tengo dicho, en bastantes ocasiones! Colonizar es atraer, canalizar, formar..., preparando al menor para que asuma sus propias responsabilidades como Nación con Estado, con la mínima dilación posible, nada más llegar a su pubertad como pueblo! Y por lo que respecta a la retirada de vuestra pisita..., ¡una simple consecuencia natural, que no las podíais dejar abandonadas en el extranjero, en libre circulación, distorsionando los cambios de vuestra valuta!

Zamalloa
-En el campo de batalla, por ejemplo en las estepas rusas, te quisiera ver yo, en mis tiempos, que entonces...! ¡Te lo diría si no fuese porque está delante Doña Historia, que es una dama! Pero volvamos al asunto: ¿No es igualmente cierto que hicisteis, inmediatamente después de aquel trueque, un traspaso a francos franceses, en la Bolsa de Tánger, por lo que tuvimos que devaluar, para que no se hundiese, de sopetón, nuestra valuta?

¡Aquello fue una traición, una más; por lo menos, un abuso de confianza! Un abuso incalificable, machiño. Un abuso total; así que va siendo hora de que ajustemos, también, ¡también!, aquellas cuentas, aquellas finanzas. Ten presente, querido morango, y con esto no quiero faltarte al respeto, que conozco muchos secretos de tu Estado, ¡aparte y además de los que he olvidado…!

Doña Historia, ¿verdad que aún siguen en sus ficheros esas cositas a las que me refiero? Por si hubiese cualquier laguna, ahí están las aleyas ciento ochenta y seis y ciento noventa, de la sura segunda, del Alcorán, que claman al Cielo: ¡Combatid en el camino de Dios a quien os combata, pero no seáis los agresores! ¡Dios no ama a los agresores!

¿Lo oíste, mon Professeur? Estás en pecado mortal..., ¡otra vez! Dice tu Libro, ese que tanto parangonas con la Biblia, que Dios no ama a los agresores! ¿Estamos? Tenéis, por consiguiente, sobre vuestra conciencia, aquella agresión, nocturna, alevosa y traidora, la de aquel infamante Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete. ¿Tomas conciencia, caminante; percibes que tenéis un Camino, un Camino de Dios, otro, pero copiado, mal copiado, en el propio Al Qurán? El caso es que no lo cumplís; ¡o más bien, poco! ¿Es, o no es, cierto?

El Fassi, argumenta:
-¡Las verdades a medias no sirven en estos juicios de la Historia! Y ya que llegó en el Libro Santo, en el nuestro, a esas aleyas, entiendo que podría pasar a las siguientes…, para no quitar las cosas de su contexto! ¡Aquí las tiene...!

Si Al-lal el Fassi hace que le pasa el Corán, pero muda de opinión y decide retenerlo. Lee, el mismo, y lo hace con mucho énfasis:

-¡Matadlos allí donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron! ¡Si os combaten, matadlos, que esa es la recompensa de los infieles!

-Después de esto, en otro párrafo, dice: Se os prescribe el combate, aunque os sea odioso...

Cierra el libro santo:

-¿Queda informado, mon Gènèral? Después de tantos siglos de pleitear con el Magreb pienso que los españoles aún no aprendisteis nuestro Código. Siempre le dolió menos al Contribuyente español subvencionarnos y/o protegernos, por ejemplo en nuestras escuelas, en las coránicas, e incluso pagar espías, que molestaros en leer nuestro Al-Qurán.

Creo que son atavismos remanentes de aquello de Toledo, ¡esa incultura periférica, que no les permitió convivir con nuestra ilustración, de suyo fascinante! Siquiera, en su caso, por lo que se refiere a los gallegos, siempre se consultaron con dos, o con tres, abogados, ¡a la vez!, fingiéndose de la parte contraria. ¡Por hábito, y antes de plantear cualquier demanda!

Zamalloa
-¡Doña Historia, válgame, que este moro me injuria! Ya lo dijo Colón, que les conocía bien, “¡Escurada del Sur..., tormenta segura!”

Historia
-¡No exactamente! ¡Tenga aguante, don Mariano, pues, como militar, y como gallego, le cumple hacerlo así! En todo caso es una imprecisión argumental de este Si Allal. Que yo sepa, los gallegos, además de lo que afirmó este Professeur, siempre se consultaron, a mayores, y también, simultáneamente, con el Abogado de la parte contraria. Eso de un tercero..., ¡tan sólo a veces, en pleitos de mayor cuantía! ¿No si? Habida cuenta de esa praxis, no hay injuria en este comentario, en esta apreciación del Professeur Allal, como usted mismo gusta de llamarle!

Zamalloa, impotente para rebatirle, se encoje de hombros:
-¡Si lo dice Su Señoría, yo, por simple acatamiento...! ¿Dígame, qué puedo hacer? ¡Tendré que decir que llueve...! Pero en este caso, mon Professeur, tendrás que comprender que las Españas son muchas, ¡ni se sabe cuántas pues cada español es el Rey de su propia casa! Y también está aquello de que, caldo de muchas cucharas cuece sin unto, pues todas las dueñas, a vueltas con su garfo, lo olvidan!

Ahora que reparo en ello, ¿estabas aquí para defender a tu Sultán, al Si Muhammad V? ¡Pues mal lo haces, que hasta ahora cuanto dijiste, y cuanto hiciste, fue sólo, y como mucho, para defender tu Islam, tu concepción particularísima, o sea, tu ideario mutante, que tampoco es el de tu Iglesia! En la nuestra, con lo mutable que fuiste, pasando de tu liberalismo inicial al socialismo más cosmogónico en menos de lo que canta un gallo..., ¡ni a obispo llegabas! ¿Ni a obispo, dije? Exageré: ¡Como mucho, a sacristán!

El Fassi
-Esa comparación no es muy afortunada que digamos, mon Gènèral, pues cando se precisó de mi plegaria, siempre hice el papel de Dios de los Ejércitos...; ¡de mi Imán, de mi Sultán; de mi Malik, naturalmente! Y siempre con lealtad; tanta, que incluso le permití que se fuese en aquella ocasión, en un momento tan decisivo, a Estados Unidos, con el pretexto de discutir la Ayuda presupuestada para el Cincuenta y ocho, cargando yo mismo, servidor, aquí donde me ve, con ciertos protagonismos que no tenía asignados. ¡Ni me eran deseables! Entonces, que bien lo recordará pues su memoria tuvo fama de ser homologable con su valentía, toleré que padre e hijo nos llamasen aquello de “Bandas incontroladas...” ¿Bandas, bandoleros, mis fuerzas, mis leales, mis partidarios, mis huestes? ¡Bien sabían ellos, ellos y también ustedes, que yo era poco menos que su alma, su espíritu; su guía espiritual y su mentor político! Esto, dicho en cristiano, significa que en la corte alauita yo he sido su Espíritu Santo, el mismo, ¡en persona, que no en paloma!

Una lealtad así de inquebrantable, como fue la mía, no la prestó nadie a lo largo de la Historia, ¡ni siquiera Guzmán el Bueno! ¡Ni el Guzmán, ni el Cid, y ni casi Munuza! ¡Pregúnteles, pregúnteles, a los tres, bien conocidos de los españoles, que por aquí andarán, alrededor de la Historia, gozando de sus perfumes! Y de paso pregúntele a su Cid...; eso, qué fizo con nuestras alcabalas, con aquella recabdazón ignominiosa...? ¡Ya sabe a lo que me refiero! En mi caso recaudé aquel Impuesto Revolucionario, dentro y fuera de Ifni, dentro y fuera de Marruecos, es cierto, pero fue para correr la pólvora, para una causa noble, la de reconquistar el Gran Occidente, ¡y no sólo Al-Andalus, que mis mapas ya sabe que iban desde nuestro Senegal a su Covadonga...!

Zamalloa, con su retranca galaica, habitual:
-¿Aquí en la Eternidad rindió cuentas de eso..., ante la Historia…; exactas y precisas? ¿Si; de verdad...?

El Fassi
-¡Pues sí, sí señor; si lo hice! De eso, y también de aquellos oros, los de Negrín, que dijo Franco que nos los estaban transmitiendo procedentes del arca moscovita! El sí que moscó..., ¡pero de Marruecos, a cien, que le explotó en las manos! Con aquel impuesto se mercaron las metralletas Thompson, introducidas en Sidi Ifni desmontadas, en sacos que simulaban contener azúcar de pilón, y que, para más seguridad, fueron depositadas como tal azúcar en los almacenes del Banco Exterior de España, en la calle Seis de Abril... ¡Vaya astucia la nuestra, y vaya aduaneros, vaya miopía la suya! ¡Por cierto, qué bien afinadas estaban aquellas Thompson! ¡Qué buena puntería! ¿No si, Mon Gènèral?

Zamalloa, con gestos dudosos, como si se le evaporase la dialéctica:
-¿Bien afinadas…? ¿Y total, para qué, para soltar un pac-co detrás de cada argán, y después echar a correr, tal y como hicieron con el centinela del Polvorín del Cruce, aquel chico de Castroverde, que ni se pararon a rematarle? Tendrías que haberles dicho…; a los tuyos, si, a los tuyos, como hizo tu admirado Wellington a los suyos, a los ingleses, cuando se enfrentó en España a las tropas napoleónicas: “¡Imitad a los inimitables gallegos!” ¿Te olvidaste de que medio ejército procedía de Galicia, o del Simancas, que eran nuestros primos, los asturianos? En cuanto a lo del Cid castellano... ¡Del Cid no te sabes ni el poema, y menos aún su honra! A ver, ¿quién dijo aquello de que, ¡Dios, que buen vasallo si hobiese un buen Señor!?

El Fassi
-Tan bien conozco aquellas hazañas de vuestro Cid que ni puedo olvidar aquello de que, ... y hasta dentro de Toledo - sus moros ha cautivado; / siete mil son los cautivos, -sin otro mucho ganado...

¡Mira que llamarnos..., eso, ganado! ¡Ahí tenemos otro pleito pendiente, en particular aquella mofa de montarle a caballo después de muerto para aterrorizarnos! ¡Otro 23-N, otro caballo de Troya! Pero aún no hemos salido de este…; ahora que recuerdo, el tal Rodrigo, el de Vivar, cando se vio desterrado por su Rey, por su Rey y natural Señor, volviéndose a sus secuaces les prometió una reincidencia de ladrón empedernido: Amigos, si a Dios pluguiese - que a Castilla nos volvamos, / dígovos que tornaremos, - ¡todos!, muy ricos y honrados.

¿Qué me dice de esto, señor puritano...? ¿Se explica por sí mismo, no? Pero más le digo, que estas estrofas..., estas estrofas latrocinas..., tan latrocinas y tan raciales, digo, anduvieron, se plasmaron, en un libro de texto, en una recopilación, escrita precisamente por un paisano suyo, por una especie de torrente…, y como tal, como tal torrente, cambiante; en un libro, digo y aclaro, con el que os franquistas formaban aquel Espíritu Nacional de sus Bachilleres, que por ahí quedará algún ejemplar en cualquiera de los anaqueles de sus Bibliotecas, pues aquellos libracos, en la España de entonces, ¡ya se sobaban poco!

Zamalloa
-Todo eso que refieres, esa difamación, fue coyuntural, circunstancial, y no viene al caso que nos ocupa... ¡Señoría, pido que esta desviación del Espíritu Nacional no conste en Acta!

El Fassi
-¿Coyuntural? ¡No me haga reír, que un musulmán no se ríe de pamplinas! ¡Encima de eso, tienen la cara de seguir hablando, aquí, aquí mismo, por ante la Historia, de la tradicional amistad hispano-árabe? ¡Españoles, españoles todos, que es como decía tu Jefe, el Omnipotente: tenéis la lógica de los mestizos, de los renegados, de los muladíes! Los hechos de esta clase, en nuestra tierra, en el Gran Magreb, se llaman así, sin eufemismos, ¡depredación! ¿Lo oyó bien? ¡De-pre-da-ción!

Historia, que interviene con energía, vistos los fallos de su moderación en su propio Tribunal:
-¡Ténganse vuesas mercedes, je vous en prie! Envainen esas tizonas, esas dialécticas tardías, trasnochadas, impropias de la cultura toledana, aquella de tan grata y productiva colaboración y convivencia de las tres culturas del Libro... ¡Aquello sí que era hacer Historia!

El Fassi
-¡Excuse moi, madam! Pero, ahora que habla del Libro, recuerdo que también debían estar aquí los judíos, que algo tienen que ver con estas trifulcas territoriales, ya que, caída del árbol muslime nuestra Granada, que tanto terciaba en el equilibrio peninsular, estos vecinos, los españoles, se pusieron a barrer nuestras pisadas, ¡de inmediato! ¿Que los echamos de Ifni? Ellos, de expulsado Boabdil, arremetieron contra los judíos y los moriscos, con tal diligencia que ya asignaron el decreto de su expulsión el treinta y uno de Marzo del mismo 1492, dándoles como plazo perentorio el primero de Julio de igual año. Ya lo venían tramando desde las Cortes de Toledo de 1480, en las que acordaron aquellos godos spanioles someterlos, como ensayo y como aviso, a un cierto aislamiento urbano. A continuación, y para repoblar Granada con gallegos, particularmente nuestras Alpujarras, arremetieron contra los moriscos, imponiéndoles bautismo y…, ¡cuaresma! ¡Como si no tuviesen bastante con las privaciones de nuestro Ramadán!

Señoría, le agradezco que conste en Acta esta denuncia paralela…, ¡por si procede otra apelación!

Historia
-Si Al-lal, le recuerdo que una cosa es la Historia y otra muy diferente las historias...; ¡en este caso, secundarias!
         
Deben templarse ya que las injurias están prohibidas desde aquella Declaración de los Derechos del Hombre. Pero, ítem más: Espero que a El Fassi, con su formación francesa, le serán bien conocidos aquellos usos diplomáticos desarrollados precisamente en la Corte de Versalles. Le ruego que los use, ¡precisamente aquí y ahora!

En un aparte:
-Tanta chilaba, tanta manga ancha...; yo, mal que me esté decirlo, históricamente prefiero los puñetes de los gallegos, por calados que tengan, ¡que los tienen!

El Fassi, que se da un buen sorbo de té, y se dispone a hablar con parsimonia, a la vez que se seca los labios:
-Hágase cargo, Señoría, que venimos de batirnos, ahí abajo, ¡a morterazo limpio! Tanto me afectaron aquellas preocupaciones, que transité muy pronto, concretamente en nuestro 1394, o por mejor decir, para que lo entiendan estos analfabetos rumíes, en su 1974.

Historia
-¡Ya lo sé, ya, que en términos históricos aún humean aquellos cañoncitos de la guerra de Ifni!

Zamalloa
-Doña Historia, también he sufrido de los mismos achaques, que incluso me anticipé al Sidi, que me fui al allende delante suya, exactamente en Septiembre del 73, ¡y no precisamente por culpa de aquellos vasodilatadores que me servía Manolo, el del Casino! Aquello de la A.O .E. fue una guerra enfermiza, sucia, noxenta; ¡non sancta, que también se dice!

Dirigiéndose a Si Al-lal:
-¡Así estás de grasiento…, a pesar del tute que te dan esas huríes! ¡Sí, sí; tú, el chilabero, el de la manga ancha! ¿Me oíste, viejo de la mangancha?

El Fassi junta las manos, como clamando justicia al Cielo, pero la Historia, de suyo impasible, no le hace el menor caso:

Historia
-¡Prosiga, Si Al-lal! Je vous en prie. Que si nos andamos con vueltas y revueltas, entre la retranca galaica y el suai-suai magrebí, este Contencioso, este pleito colonial, terminará ad calendas grecas. ¡Séase, para el XXX!

El Fassi
-¡Bien, pues, en ese caso...! ¡Siendo así, sigamos! Sucedió que, viendo y sabiendo nuestro Malik Muhammad V, Grande entre os hijos de Alá, y Creyente que era, ¡por supuesto! Señor de los Creyentes y de todos los Territorios del Magreb, Sáhara incluido, ¡también por supuesto!, que España eludía su compromiso de Madrid, aquel de Abril del cincuenta y seis, dispuso que yo, su humilde y fiel servidor, ofreciese plegarias, y convocase a mis seguidores, ¡que también eran suyos!, para afilar las gumías y para liberar sus cabilas, aquellas que aún seguían sometidas, en el enclave ifneño... ¿Me entiende, Doña Historia?

Zamalloa
-¡Señoría; con la venia! Que precisamente de eso, de afilar gumías quisiera hablar... Mire cómo fue la cosa: Pepiño, el de la Rueda , séase, el Querellante, ese Afilador ourensano…, ¡ya sabe!, tomó posesión del Territorio de Ifni, en Enero del treinta y cuatro…, ¡anticipándose en tres meses al Coronel Capaz! ¡Esto le es histórico, Señoría, así que no mire para mí de esa forma tan..., desconcertante!

Pues bien, este es un tributo, también histórico, que se le debe a mi Galicia, pues en esto del Ifni, hay que reconocer, sin perjuicio de la modestia que nos caracteriza a los galaicos, que tenemos reportada una gran epopeya porque precisamente fue un gallego, otro, el que redescubrió aquella Mar Pequeña del Ifni.

¡Ya lo sabe: le fue cosa del Pepiño, el de la Rueda, que a donde no lleguen nuestros Afiladores...!
          
Años después, cando Ifni ya era medio Imperio, séase, de la entraña y de la argana de nuestro propio Imperio, ¡otro gallego, servidor, la defendió! Ya sabe, comandando en Jefe a los héroes hispanos, aquellos que repelieron sus ataques alevosos del Cincuenta y siete...
          
¡Qué le voy a decir que usted no sepa! Nosotros, en la verde Gallaecia, llevamos siglos disimulando, o minimizando si se prefiere, las epopeyas galaicas, ¡pero ya iba siendo hora de mostrarle alguna de ellas al mundo civilizado!
          
En canto al Pepiño, ¡un auténtico Correcaminos!, hizo aquella descubierta de Ifni saliendo de nuestro Marruecos por Alcazarquivir, esa Villa a la que ellos llaman Ksar el-Kebir. ¡Le es tirando cara al Sur, al Marruecos Francés, para concluir por la ruta Agadir-Tiznit-Mirlef!
          
Pasó aquellas Navidades royendo una corteza de pan de avena, que se lo dio en Tabel-kuct la mora Aisa… Si le dio algo más, no lo sé; ¡son cusas suyas! Aquella Aisa le puso en ruta para que llegase al morabito de Sidi Ifni, ¡que es algo así como ir de peregrinación a Santiago, con la particularidad de que en aquellos tiempos, en esta parte de África, tenían Santón pero no caminos!

Historia
-¡No se pare en menudencias, que por algo es un laureado! ¡Hágalo por patriotismo, por economía política!

Zamalloa
-¡Señora, no se enfade conmigo, que ya fue patriotismo de Dios que aquel Pepiño se alejase de aquella Aisa…, con tanto que tenía para ofrecerle! Se fue para Ifni en solitario, para..., ¡para pasar por la piedra a los ifneños!

El Fassi, iracundo, da un puñetazo en la mesa:
-¡Señoría, protesto! ¿Qué es eso de pasar por la piedra a mis conmilitones de Ifni? ¡Este Marte, de diplomacia, cero!

Zamalloa, sin esperar a que hable Doña Historia, en un aparte:
-¡Que tío tan mal pensado...! (Explicativo) ¡Pasarlos por la piedra, mon Professeur, significa, lisa y llanamente, afilarles las gumías! ¿Estamos? Pues bien, llegado que fue aquel Pepiño al lugar de Amezdog, aquellas diez chozas de adobe, al Este del morabito de Sidi Ifni, que era una especie de distrito federal de las esmirriadas tribus Aït Ba Hamram, el Afilador no pudo más y vomitó, allí mismo, por detrás de un argán, aquella leche de camella, que se la ofrecieran al llegar. ¡Pobre, le estoy viendo: cuanto se acordaba de su vaca Teixa...!

Historia
-¡Que le digo, que le mando, que obvie esos detalles, por…, nimios! Diga lo que pasó realmente, allí, con aquellos Aït Baamaranís; ¡pero hágalo a grandes rasgos!

Zamalloa
-¡Pues..., casi nada; que de seguido montó un esmeril en su rueda, rodeado por la cofradía de aquellos papones paleolíticos, que nunca tal vieran; pero en lugar de poner un esmeril suave, lene, nuestro Pepe, astuto que era, montó la amoladora de los azadones..., ¡precisamente esa!

Historia, imperiosa, exigente:
-¿Para qué, para qué lo hizo? Explíquese..., ¡de una vez por todas!

Zamalloa
-¡Señoría, que no se diga que la Historia, de vieja que es, está abobada! ¿Para qué iba ser? ¡Para destemplarles las gumías! Como hay Dios que lo hizo, que así es como facilitó la pacífica y subsiguiente ocupación de Ifni... ¡Quiero decir, la oficial, aquella que hizo Capaz con unos saquitos de plata sobornil! Gallego tenía que ser, el afilador, pues en materia de previsión..., ¡nosotros!

Historia
-¿Y después de eso, después..., qué? ¡Cuente, diga; no se haga de rogar!

Zamalloa
-Mire cómo fue la cosa: Entonces, cando se percataron los Aït Baamaranís de que habían sido objeto de un sabotaje armamentístico, de una derrota...; incruenta, sí, pero derrota, la emprendieron con el Pepiño, que tuvo que huir, a cien, por el Bu-La-Alam arriba, abandonando, allí mismo, aquella rueda, y con ella sus esmeriles! ¡Sólo se llevó su apellido...! ¡Eso, Madame, para que vea la soledad de los héroes!

El Pepiño se dio de piernas, monte arriba, ¡como si lo llevase el diablo! Cando llegó a la cumbre, repelió a los ifneños a pedradas, ¡que ni que fuese otro Pelaio! Después de eso, cando se hizo de noche, tornó a correr, amaneciendo mismo, mismo, por junto al aduar de Tiliuin, donde pasó un día entero debajo de un argán..., ¡hasta que le despertaron los ladridos de los chacales! Después giró, en la noche siguiente, en dirección a Poniente; y aceleró en busca del faro de Cabo Juby, que así le llamábamos entonces a la vieja Tarfaya, la Tarfaya de nuestro Bens, que le dijeran al Pepiño, precisamente en Tetuán, que por aquellos desiertos del Sáhara también era protectorado español, ¡una especie de Zona Sur!

Por fin, cando ya estaba reseco de tanto tomar el sol, alcanzó a ver los reflejos del faro, pero entonces, dándose por salvo, se echó a dormir, satisfecho pero desfallecido, en aquel colchón infinito de las arenas del desierto. Pronto amaneció, pero como si nada, pues el Afilador precisaría del Miño para apagar su sed. ¡Nunca más de la arena se levantó!

Al día de hoy, que bien lo sabe doña Historia, y también se dijo aquí, en el estrado, aquel Pepiño está reencarnado en los chacales, precisamente en aquellos que le devoraron..., ¡que por algo se cría de lo que se come! Su cuerpo, por supuesto, que en canto al espíritu aquí por el Cielo anda, ¡un lucero más de los del Camino de Santiago, ese al que los ateos llaman vía Láctea! Libre y decidido, como buen patriota, ¡que lo fue!

Propongo, Señoría, que los Académicos de la Historia levanten una rueda de bronce en memoria de nuestro Pepiño, aquel héroe que hizo la mili en Tetuán... ¡La merece tanto o más que Cascorro…! ¡Ay, si ese Caballero de la Rueda fuese madrileño, o vasco, o catalán, lo que es a estas horas...!

El Fassi, cáustico:
-¡Señoría! Estos sardineros de Galicia…, ¡que siempre arriman su ascua! Permanecí en silencio, haciendo para ello un gran esfuerzo, porque estaba ávido de conocer la extensión de su fantasía, pero llegó mi hora, que no en vano he sido confidente, y colaborador recíproco, de la CIA! Nada más histórico que el hecho histórico de que nunca se planeó una invasión territorial, desde los tiempos de Alejandro el Magno, sin el desplazamiento previo de uno o varios informantes, vulgo, espías, al territorio codiciado… Pues bien, esa tal proeza de un trotamundos galaico, disimulando con su herramienta, con la repetida rueda de afilar…, ¡no fue otra cosa que un maldito espía introducido en Ifni a través de la zona Francesa!

Zamalloa, que se pone rojo de cólera al verse descubierto:
-¡Maldita CIA! ¡Y mi Jefe dándoles Bases, cuando lo que tenía que haber hecho era darles por el sacro…, con una bayoneta!

El Fassi
-¡Señoría, con todos los respetos! Pasé por la improcedencia de esta Querella con un denunciante anónimo, y por consiguiente incapacitado para ejercer la acción popular; no obstante, habida cuenta de que Su Señoría está facultada para proceder de Oficio, no presenté obstrucción alguna a este Juicio. Ahora bien, esta leyenda, esta epopeya de un Afilador ourensano... ¡Esto es una coña marinera!

¡Estos gallegos tienen bastante con su mundo mágico, con el de las meigas! Le pido, en consecuencia, que semejante propósito carnavalesco, ¡ni en Acta conste! Más aún: Yo mismo hablé, en su momento, con aquella Aisa, la de Tabel-kuct, y me juró, sobre el Al Qurán, que ella sólo estuviera con un hombre, ¡nada más que uno!, de cabello negro y de caballo blanco, pero que eso de las chispas… ¡De eso no se acordaba!
          
Obviamente, Señoría, se trató de un sueño de aquella mocita influida por los cuentos de mil antepasados guerreros retornados al Magreb. Y también pienso que esa Aisa sabría distinguir un Correcaminos de un Santiago Matamoros, ¡aunque los dos fuesen morenos y gallegos!

Historia
-¡Si Allal, por favor, no se excite y atienda: Por ante mi tiene habido otros juicios galaicos; ¡muchos! Por cierto, tan contradictorios o más que este, así que, por si acaso, esta Sala se tomará un receso, que la cuestión se presenta ardua. Mientras, que busquen en mis Archivos aquellas grabaciones de los Anales de Ifni.

Vuelve a dirigirse a El Fassi, como si recordase algo importante:

-Hágase cargo, mi señor Allal, de que a la Historia no le puede pasar desapercibido un hecho tan singular, incluso tan heroico, como pueda ser el alegado por Gómez-Zamalloa. Ahora bien, si resultase incierto eso de su Afilador, aquí el Jurado tendrá en cuenta las circunstancias concomitantes, que en este caso serían negativas para la Causa Española.
          
¡Señor Secretario! Usted, siempre diligente, ¡como le corresponde, claro!, sírvase formular esta Diligencia para que se practique en mis Archivos la pertinente busca y captura de los datos precisos para este esclarecimiento. De ser habidos, numérense y adjúntense a esta Causa Histórica.
          
Tomaremos, mientras, tanto Nos como los estudiosos de este tema, un nuevo receso; ¡con café o con té, un gahwa bi lahlib o un atai, según las nacionalidades! ¡Cúmplase...; a cuenta del Erario Español, por supuesto, que ya está acostumbrado a las prodigalidades, sean o no históricas!

En este momento cae el telón.


Escena 4ª

El mismo Tribunal, constituido, sentado. Entra el Alguacil, aquel que fue Cabo Cartero del Simancas, con un paquete de cintas, que se lo pasa al Secretario.

Secretario, dirigiéndose a Doña Historia:
-Señoría, todo esto dio su trabajo, mucho, porque el Historial de Ifni es corto en años pero increíblemente enrevesado en los hechos... ¡En los hechos, pero también en los desechos! Para empezar, aquí está el Diario de Operaciones de la Policía Indígena... ¡Y qué operaciones, Señoría! Tan cierto como que Franco inventó la Ley del Movimiento Inmóvil es que estos de la teresiana inventaron la Policía Operativa! Con la venia:

           Practicado en Sidi Ifni, en fecha Veinticuatro de noviembre del cincuenta y siete, un registro perentorio en el harén del Notable Si Mohamed Ben Taki, en busca de metralletas Thompson, bombas Breda, fusiles Tassía, y demás herramientas de guerra, que se suponía alijaba este Notable hijo de Tal, este hijo del Si Taki quiero decir, encontramos, oculta por una alfombra vieja, de las tejidas en lana con pelo de camello en la urdimbre..., ¡una rueda gallega!

           En la chapa del Made, y después de limpiarla con Sidol, pudimos leer, como primera pista: “Nogueira de Ramuín. Ourense. Anno D. G. 1933"

          Hábil y seguidamente que fue interrogado aquel eunuco guardián de su harén, nos manifestó apresuradamente, “descojonado” decía él, que aquel artefacto no tenía nada que ver con la guerra de aquellos días por canto llevaba allí, escondido u olvidado, envuelto en aquella alfombra, muchos años, ¡acaso desde los tiempos del Cheij Ma al-Ainin! En la segunda paliza ya nos amplió que su amo le tenía dicho que pensaba mandar aquel artefacto al Museo del Pueblo Gallego cuando el dies irae fuese llegado, y que lo mandaría engrasado, engrasado precisamente con los atributos sexuales del primero de los afiladores que volviese por Sidi Ifni con una de aquellas ruedas invasoras...

          Nueva somanta, esta con cables eléctricos en las uñas de los pies, y para entonces añadió que su señor Ben Taki afilaba a menudo, y personalmente, una lanceta de las de hacer eunucos..., ¡para que no estuviese oxidada cuando apareciese por Ifni otro Afilador!

          Como quiera que este Cabo, el Cigüeña, de la Policía de Ifni, insistiese en ver esa lanceta, el Eunuco la fue buscar. Receloso, nuestro Cigüeña lo siguió de cerca, así que bajaron al subterráneo de los aljibes, donde vio aquella famosa lanceta sobre un banco de carpintero, ¡guardada en una funda de cordobán...!

          Pero esto, con ser mucho, no fue todo, pues el Cigüeña también se percató de que en el mismo antro, y colgados de una escarpa, o sea, puestos a curar, nuestro dilecto Ben Taki, ¡Notable hijo de Notable!, tenía colgados de un garfio un par de..., ¡de eso!

          Aquello fue insuperable para nuestro compañero, para el Cigüeña, así que, ciego de ira, le aplicó las esposas al Eunuco. Ni que decir tiene que ese negrazo no declaró nada más pues no resistió las corrientes eléctricas aplicados con bornes de conexión en lo que quedaba de sus partes, ¡y eso que no era afilador!

          El parte médico, que aquí se acompaña, dice que el Eunuco murió..., ¡de un ataque emotivo!
...

-Señoría, con la Venia : Permítame detenerme en este párrafo toda vez que en los siguientes sólo se habla de los méritos de aquel Cabo fidelísimo, más conocido, cordialmente por supuesto, por el apodo de, Cigüeña, como dicho queda, dada su gran altura, tanto moral como física!

Historia, dirigiéndose al Tribunal:
-Señores Censores: Con estas pruebas queda demostrada, entre otras apreciaciones que no les habrán pasado desapercibidas, la enésima andadura de los afiladores ourensanos, que en este caso superan a Marco Polo, por poner sólo un caso célebre.

Por cierto, que no me duele reconocerlo en público: Los gallegos ya me tienen acostumbrada a este tipo de descubrimientos. ¡Siempre entraron y salieron del templo de la Historia sin descubrirse, como Perico por su casa! Cumple decir que llevan provocadas increíbles conmociones históricas, y después de eso, en la hora de recoger los laureles de su gloria, se esfuman modestamente, de tal forma que ni se sabe qué fue de ellos. ¡Así ocurre que vienen a mis páginas los Américo Vespuccio para suplir las líneas que dejaron vacías estos próceres!

El Fassi
-¡Con la venia, Señora, que ya está bien de truculencias y de fastos históricos! Dije eso, truculencias, truculencias galaicas, ¡que incluso acaba de reconocerlas usted misma! Con esto sabido, será cosa de revisar la que nos afectó a los marroquíes del Movimiento de Liberación, que también es Historia, ¿o no se lo parece?

En aquel Acuerdo, en el Hispano - Marroquí, firmado en Madrid el Siete de Abril del Cincuenta y seis, así, con mayúsculas para que quede indubitable, es bien cierto que se estipuló que entraba, y que se respetaba, ... la integridad territorial de Marruecos, tal y como está garantizada por los tratados internacionales en vigor...

Dígame, Señoría: Con esto firmado, asignado y rubricado, ¿qué ambigüedades galaicas no manejaría ese Caudillo ferrolano para retener su enclave de Ifni? ¿O es que no era un enclave, una espina, una cuña de la misma madera? ¿Qué entiende un gallego por integridad territorial? ¿O es que en esa tierra siguen ordeñando la vaca después de venderla? ¡Desconcertante, Señora! ¡Sin duda que sí; una duda histórica!

Ya sé, ya lo sé, que ser gallego es una carrera. ¡Lo sé perfectamente, y lo sé desde Tánger! Pero, entender un Tratado, o un Acuerdo Territorial, celebrado, pactado, con un galaico, también es una carrera, ¡otra! Por algo tuvimos que acudir al Tribunal de La Haya...; ¡por eso! Y por lo que a mi respeta, ¡de esta me doctoro en galleguismo! Con aquel híbrido, que no se sabía muy bien si era franco o gallego, con aquel recalcitrante, ¿que podíamos hacer, nosotros, impacientes devotos de la causa alauita, en aquel Contencioso de Ifni? Lo que hicimos, ni más ni menos: ¡echar a nuestros inquilinos, desahuciarles, a fortiori que fuese!

Zamalloa
-Ya que tanto sabes, ¡o dices saber!, y tanto que hablas, por supuesto que sin entender ni diferenciar, te haré unas precisiones elementales:

 La primera es que hay gallegos y gallegos.

 La segunda, que muchos de los francos se llaman así, en Galicia, sin serlo; séase, que ni de los francos vienen, sino de judíos; ¡acaso una rama ferrolana…!

¿Lo vas entendiendo, Monsieur? Si fueses tan listo como presumes, entenderías que nadie odia tanto a los judíos como un judío converso, ¡que ese fue el caso de Torquemada! Ni tanto a los masones como pudiese hacerlo quien de masones fue rechazado, despreciado. ¿Me sigues? ¡Pues, en ese caso, no me tires más de la lengua, que podría írseme a tus malabarismos tangerinos!

Por otra parte, te voy explicar que cualquiera de los gallegos de nuestras aldeíñas conoce y sabe que, además de justos títulos, aquellos que nos venían de la fundación de aquella Santa Cruz de la Mar Pequeña, en el fundo Ifni, en el Treinta y cuatro, adquirimos, ex-novo, la possessio, ¡por el cuerpo y por la intención!

Como ves, Professeur sabiducho, en aquella Ocupación concurrían el corpus, que bien sabes que es la tenencia efectiva de la cosa; y también, ¡también!, el animus, o sea, la intentio, de comportarnos como tales propietarios. ¡De iure et de facto, pues! En aquella posesión de bona fide, ¡y si no me crees, pregúntale a Capaz!, nuestra possessio ad usucapionem nos convirtió realmente, como te dije, de iure et de facto, de posesores en propietarios. ¿Albiscas? ¡Máxime tratándose de un blad al-siba, que tal era aquel pedazo de tierra, inhóspita y estéril!

Pues bien, eso que alegas, sería, fue, en un mal Derecho, aquel fallo del Internacional de La Haya, ¡pero no es justo! También se nota que a vosotros os va la marcha, sea Blanca, Verde o Parda. Se os da mejor correr la pólvora que una honorable litis contestatio. ¡Pleitos agarenos, que tales son los vuestros!

El Fassi
-¿Que me dice, mon Gènèral? ¿Litis contestatio...? ¡Pues ahí le va! Como cristiano, aunque heterodoxo, usted acatará a Justiniano, ¿o no? ¿Que si? ¡Vale, pues con catorce siglos digiriendo la Digesta algo habrán digerido! Apande, de paso, con las Pandectas; apande con la Praescriptio longi temporis, recogida por los justinianeos, y que ya venía de Teodosio II... ¡Mon Gènèral, le son, como usted dice, treinta años, treinta, para que se produzcan los efectos de esa tal Praescriptio!

Ahora cuente usted; o reste, que da lo mismo: Desde el Treinta y cuatro al Cincuenta y siete en que tuvimos aquel fregado... ¡Perdón, que fregado era como decían en Melilla! Aquel follón..., del Ifni, sólo transcurriera veintitrés abriles, ¿sabe? Y para eso, con una circunstancia especial, especial y definitiva: ¡que los plazos se suspenden, no corren, cuando los titulares de la proprietas son incapaces, o están ausentes, tal que en Madagascar…!

¿Cabe, hubo, mayor incapacidad para Marruecos, para recuperar nuestro Ifni, para rescatarlo de su hurto, que aquella desgracia, nuestra, histórica, de estar ausentes de los foros internacionales dada nuestra soberanía restringida, nuestra servidumbre, nuestra interdicción, por culpa de aquellos Tratados impuestos por unas Potencias imperialistas, concretamente Francia y Spania? Señor laureado, que lo es de Guerras, y no de Leyes, ¡le recomiendo un repasito al Derecho Internacional!

Pero volviendo a tiempos recientes: En los Acuerdos de Madrid del Cincuenta y seis, en el momento en que alcanzamos nuestra libertad y nuestra reunificación nacional, magrebí, desaparecida la española e imperialista Patria Potestad, usted bien sabe que en la propia Mesa de Negociaciones les formulamos nuestra más rotunda reivindicatio.

Usted, y con usted todos sus paisanos, mayormente los de tierra adentro, no ignoran que reivindicatio es la acción que tutela al propietario que no posee. Pues bien, y con esto, resumo: ¡ese era nuestro caso concreto con respecto al enclave ifneño! Contra ustedes, contra aquel possesor de entonces, una España seudoimperial, o más exactamente, tardoimperialista, acaudillada por un gallego iluso, que no luso, implacable, acomplejado..., ¡como todos los enanos! ¡Pero Alá se apiadó de nosotros!

Zamalloa, en un aparte:
-¡Este professeur además de Derecho Internacional sabe Romano...! ¡Y nosotros, en mi ilustre España, que los teníamos por unos simples, por simples piojosos, miopes de tanto padecer glaucomas...! Bien nos lo decía aquel profesor de la Academia Militar, que siempre nos daba los buenos días con su estimulante, ¡Hospes, hostis!, para recordarnos y advertirnos que todo extranjero es un enemigo potencial.

El Fassi, que no se da por aludido y cambia de tercio:
-¿Cómo fue que se rescataron para Occidente los clásicos greco-romanos? ¡A través de Bizancio, Excelencia, que allí hicimos nuestra Reválida cultural! Acuérdese, de paso, que nuestra Volubilis estuvo bajo el dominio, directo, de los romanos, más de dos siglos, así que en el Magreb también fuimos latinizados…, ¡y doctorados en su Derecho!

Zamalloa, que se persigna, escandalizado:
-¿En Derecho? ¡Pero, hombre de Dios, digo, de por Alá, con qué cosas argumentas! ¡Eres más corto que el último de los picapleitos de mi tierra! ¡Pretendes aplicar un iuris civile cuando en este contencioso corresponde utilizar el iuris gentium, que ese Derecho, y no el otro, fue el que se aplicó en tu mencionada Volubilis ya que en ella no se llegó a implantar la ciudadanía romana; nunca! ¡Por tanto, suspenso en latinidad!

El Fassi
-No se pase, amigo español, que aún me quedan argumentos legales, pues, debatidas las bases jurídicas correctas, definitorias y definitivas, podemos analizar, siquiera sea como anécdota, que nuestros derechos quedaron sobradamente definidos en esta Sala, en aquel asunto colateral, ¡pero contractual y actual!, de la Integridad de mí, de nuestro, Gran Magreb:
           
Primera cuestión: ¿No se cansaron los españoles de alegar ante Francia, en aquella ocasión en la que su León y Castillo fue vilmente engañado con una cartografía amañada por los franceses, que su, ¡su pretendida!, Mar Pequeña, había que situarla en Agadir, en un Agadir ya ocupado por su vecina, por su competidora, en aquella Xuntanza de las Algeciras del año 1906? En esta hipótesis, y que la Historia me dé testimonio de ello, aquella Ocupación de Ifni, en el Treinta y cuatro, fue una flagrante apropiación indebida. El erial de Ifni era lo único que quedaba libre en África; era, pues, lo que se merecían ustedes por..., ¡tardos! ¡O mejor dicho, petardos!
          
Agadir estaba, que en aquel tiempo ya lo estaba, repito, en pacífica posesión de Francia; y con ella continuó hasta la independencia de mi Marruecos, del central, del óptimo, también llamado Zona Francesa...
          
De los franceses, pues, que en eso también apelo a la Historia, recibimos la retrocesión de ese Agadir, en el Cincuenta y seis, sin atrancos ni cargas, sin gravamen de ningún tipo. Por tanto, Señoría, como el derecho sigue a la cosa, que así se viene reconociendo desde tiempos romanos, insisto..., ¡nuestra era esa cosa, nuestro el derecho!

Zamalloa, con el ceño fruncido:
-¡Vaya rollo ese que estás desenrollando, tanto el tuyo como el de esta Ifnada! No te cansas de invocar a los romanos, que total sólo estuvieron dos siglos, y para eso, en el berbés, en el berbés de la Berbería, ¡pero hablas como los griegos, en plan sofista, con circunloquios!

El Fassi
-¡Señoría, le ruego que tome nota de estas interrupciones, más bien imperialistas, del Representante de una Nación que se proclamaba Protectora, pero que actuó, en todo momento, como Colonizadora! ¡Y más que quería, o le apetecía! Acuérdese de aquellas proposiciones deshonestas, anexionistas, de Hendaya, ante el Caudillo de los Caudillos, ante el Conductor de los Conductores, que todo eso y más pretendía ser aquel Führer...

Lo que no sabe la Historia en un momento dado, tarde o temprano lo llega a descubrir... Así conocemos, hoy en día, que, después de declarar la no beligerancia, concretamente el 12 de Junio del 40, y ocupado Tánger el día 14, Franco le insinuó a Hitler la posibilidad de entrar en la Europea por medio de una carta que le entregó en propia mano el General Vigón, para..., ¡para obtener a cambio el Imperio Norteafricano!

¡Pero ahí es nada, que el día 19, una semana después, aquel apetito desordenado ya les medrara, así que, en aquella erección extemporánea, Beigbeder le comunicó a Sthorer los deseos de España de violar a la Gran Bretaña siempre y cuando nos arrimasen, además del Marruecos francés, el Oranesado; y también una ampliación de Río de Oro y otra en Guinea; con un buen aporte de armas, submarinos, etcétera! ¡Pero qué franqueza la de su Franquito…!

La Historia, como siempre, conciliadora:
-Si Allal, por favor, vaya sintetizando, que usted, como buen Professeur, es algo rollento; ¡y menos mal que estamos en la Eternidad!

El Fassi
-En tal caso, y con la venia, paso a la segunda cuestión: Esa España, esa Hespéride de los conejos, aquí representada por un milite ilustre, por un conquistador de estepas rusas, ¡otro Napoleón!, que padece el enquistamiento, también histórico, y en este caso, secular, de su codiciado Gibraltar, ¿cómo nos podía aplicar lícitamente a los magrebíes, y menos aún en el campo diplomático, un baremo conceptual tan diferente, extrapolado, para su enclave de Ifni? Cosa inefable, o por mejor decir, indubitable..., ¡incluso para gallegos! Y tercero...

Zamalloa, que le interrumpe con visible impaciencia, irritado:
-¿Pero es que hay Tercio en tu Marruecos? ¡El Tercio es nuestro, que lo fundó otro coruñés! Copiado del francés, eso sí, pues Millán, para eso de la cultura..., ¡un as! ¡Pregúntenle, al respecto, a don Miguel de Unamuno...!

El Fassi
-¡Como se estará riendo Unamuno al acordarse de aquella bufonada de tu paisano, aquello tan paradójico de, Muera la inteligencia...!

Zamalloa
            -¡Así que lo sabías! ¿Sabías lo de aquel incidente salmantino, en la apertura del curso 1936/37? ¡Cacho ladrón roba ideas, razzista del desierto...!

Historia, dando un martillazo en la mesa:
-¡Basta de interrupciones, que en este plan a la Historia no le llega ni con toda la eternidad para dilucidar sus arcanos! Prosiga, Si Allal, s´il vous plait!

El Fassi
-Entonces, asunto tercero, o tercera cuestión…, ¡para que Zamalloa deje de hacer juegos malabares con las palabras! Una España que hizo los posibles, por activa y por pasiva, para que Francia perdiese, o fracasase, en su Protectorado, antes de Hitler, con Hitler y después de Hitler, ¿cómo se atrevió, como osó, delante de las Naciones Unidas, quedarse agachada, rezagada, detrás de la decisión francesa, una vez que Francia acordó darnos la independencia, máxime tratándose de un Territorio de análogo statu quo, de igual fuero internacional? ¡No me dirá que fue un...! ¿Cómo se dice en gallego? Ya lo tengo: un trasacordo…; ¡eso, un trasacordo galaico!

Cuarta cuestión..., ¡que también la presento! Dado que abonan nuestra ética las explicaciones antedichas, ¿quién les privó a los negociadores españoles, aquellos de la noche madrileña del Seis de abril del cincuenta y seis, de imponer, en el mismo documento, condiciones bi o tripartitas, que regulasen la independencia magrebí enmarcada en ciertas previsiones para el Ifni, el Sáhara, Ceuta, Melilla, etc., y todo ello en un paquete contractual? ¿O es que el especialista en dejarlo todo “atado y bien atado” no consideró vulnerable el carro de las colateralidades? ¡De esto, calla, mon Gènèral!

Se lo voy a explicar, por más que sea obvio: En aquellos momentos ni en Marruecos teníamos un ejército de presión, ni había prisa para tomar decisiones parciales por parte de España. ¿O no sería más bien, que hubo torpezas, somnolencia, en la Mesa negociadora, en ese Pardo de tan ilustre pardillo? ¿O es que pesaban más que el sueño de los españoles, esos grandes cenadores, y observe que digo cenadores y no senadores, ni seniores, aquellos preacuerdos Made in USA relativos a ciertas políticas…, concomitantes?

En esta hipótesis tan probable, ¡tan cierta, diría yo!, aquí estamos haciendo el parvo, pues el Querellante real tenía que ser, en tal caso, don Francisco; y en este supuesto, serían Querellados aquellos de sus cerebritos que tan burdamente se dejaron engañar, o que engañaron a don Paco, cortando otras tartas, otras tajadas, bien diferentes por cierto, con el sable glorioso de un Ejército que supo conquistar, pero que en los momentos más decisivos le enviaron al Salón de los Espejos, en el mismísimo Palacio del Pardo, para que recontasen las medallas, las que ya tenían, junto con las USA, ¡que las esperaban recibir!

¡Así fue! ¡Increíble, pero así fue! Y todo eso, ¡oh Cielos!, mientras los negociantes, ciertos negociantes, saldaban lo que otros conquistaran y defendían. ¡La Historia, Señoría, usted misma, por veces tiene cada contradicción..., inescrutable e ininteligible para las nuevas generaciones!

Historia
-Ahora tendría que hablar yo, yo misma..., siquiera fuese por alusiones; ¿no se dice así?
.../...

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A GUERRA DE IFNI
-III-

Xosé María Gómez Vilabella

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