lunes, 11 de julio de 2016

A GUERRA DE IFNI -III-

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El Fassi
-Señoría, yo se lo dije con todo respeto, pero lo que se ve, y también lo que se palpa, mal se puede esconder. Proseguiré, con la venia, pues es tan importante para mi Causa esto que me queda sin matizar que usted no debe turbarme
Por ejemplo, tengo que aludir al hecho de que por algo no se quiso presentar, aquí, en esta Sala, el Caudillo de este señor, el de don Mariano. ¡Tenía, y tiene, don Hermenegildo, dignidad suficiente como para explicarnos, aquí en público, que fue vendido, traicionado, por simples lacayos, por cuatro mercachifles de su Corte Imperial!
Reparen en este punto: Para nosotros el mercadeo está bendito, ¡por el propio Muhammad!, pero su Jesús anduvo por los atrios del Templo a latigazos con sus tenderos. ¡Esta es una cuestión doctrinal, teológica, que nos diferencia! ¡Otro estilo, digamos que, profético! A Franco, a su Franco, a su ingenuo Franco, que ya está bien de atribuirle virtudes que le eran ajenas, le metieron, o se metió el mismo, con su mixtificación y su mistificación, fabricándose ese sucedáneo de nacional-catolicismo, ¡debajo del palio! Ya sé que no es igual palio que paliativos, dicho con todo respeto, eso sí, ¡pero la verdad es que en esa situación aquel Caudillo sólo olfateaba el incienso!
El caso es que don Francisco, y con él, Paulino, Hermenegildo y Teódulo, se vinieron al Paraíso con el secreto bien guardado. ¡Eran muchos pero muy unidos, y a los españoles les dejaron, amén de una revisión histórica del Ifni, un Sáhara desastrado y desatado, y una Ceuta y un Melilla poco menos que asfixiados...! ¡Que se le va hacer: sic transit gloria mundi, mon Gènèral!
Historia, que empieza a bostezar, de aburrida:
-¿Le falta mucho, Si Allal, que el respetable, yo incluida, empezamos a saturarnos?
El Fassi
-Ya que es así, Señoría, callaré, ¡ahora mismo!, pues mis verdades más bien defienden al General Franco, cuando que, de iure, el debiera ser nuestro contrincante. ¡Que Alá lo guarde donde haya salmones, que de seguro los prefiere a las huríes, pues el pobre, entre las que hizo y las que encubrió, su cruz mereció; eso sin contar la del Valle de los Caídos, ¡y menos mal que está hueca!
          
Por último, ¿sabe qué le digo, Doña Historia? Que mucho me gustaría que nos explique, cando a bien lo tenga, si no será más cierto que a Franco, en aquella ocasión, en el tan repetido Siete de abril del cincuenta e seis, le pusieron a firmar aquella mierda de un Tratado mierdoso, parcial e ingenuo; y que Su Excelencia, tiempo adelante, cuando descubrió que fuera vilmente engañado por sus cerebritos, optó por sostenerse, allí, en Ifni, militarmente, como único recurso un tanto digno para disimular aquel contratiempo, aquellas omisiones..., ¡llamémosles históricas! ¿No está conforme en eso? Entiendo que así fue, que no tiene otra lógica semejante trasacordo..., ¡ni siquiera tratándose de un galaico!
Zamalloa
-Mi querido Professeur, y sin embargo, enemigo: Nuestros espías, aquellos que cobraban de la Tesorería del A.O.E. en vales para retirar cupos de aceite estraperlables, ya informaron de que tú, en Marruecos, eras un intrigante, pero ahora, en esta ocasión, tú mismo te retrataste de tal, mixturando ajos con cebollas. Aquí, en este Juicio, mon Professeur, ventilamos una mera cuestión militar, que tal fue vuestro alevoso ataque, ¡sin previa declaración de guerra! Así que déjate de pintar en el aire eso de las barras y las estrellas, ¡que te cogí en renuncio!
El Fassi
-Hablando de ajos, ya sabe, el que se pica...! Pero no se trató solamente del Tío Sam, pues los ingleses, ayudándonos, resguardaron su Roca, que así España, defendiéndose de nosotros, no les ofendía a ellos...
Zamalloa
-¡No me vengas con indirectas de alacrán dándole la vuelta al aguijón, ni hablando de negocios sucios con los americanos, pues en España, por lo menos desde la Reina Católica, ya no mandan los judíos!
El Fassi, que se ríe a placer:
-¡No sea parvulito, mon Gènèral! Los militares en España hicieron una guerra civil, o más exactamente, incivil, contra los comunistas, o eso decían, que, por oposición a Hitler, eran los principales amigos de los judíos! Y con ella, ¿que consiguieron? Os lo diré: ¡Encerraros en los cuarteles, y de paso, darles las llaves, las de los cuarteles, junto con las de la despensa, las de vuestra economía, a los judíos americanos! ¡Comedia más torpe...!
           
No, no me mire con cara de dios Marte, que ahora le enseño lo que es bueno... Tengo por aquí unos recortes de lo que escribió vuestro Jefe Nacional de Prensa y Propaganda, un tal Fermín Yzurdiaga Lorca; ¡cosa fina...! ¡A ver! ¡Si, aquí está! Fue mientras usted sangraba como un carnero... ¡Qué sí! ¡En las faldas del monte Pingarrón! Es para que vea y aprecie cómo se esfumaron aquellos pseudoideólogos de su Movimiento Involutivo. ¡Ya voy!
Historia
-¿Que trama, Monsieur? ¡Le ruego que nos evite distracciones dialécticas, que suelen ser involutivas!
El Fassi
-Señoría, con la venia. Permítame este inciso, tan sólo un segundo, que me parece que estos militares precisan refrescar la memoria, ¡además del gaznate! Y también les recuerdo, de paso, de donde les vino, de donde procede, eso de la cuerda y el yugo. ¿Entiende cómo es la cosa?
Decía el Yzurdiaga, mezclando en el mismo ropero las sotanas de sus cruzados con las chilabas de los musulmanes; y también las camisas azules con los derrahs saharauis. ¡Un pastiche! Voy a repetir lo mismo que les decía, con sus puntos y sus comas:
Volveremos con ellos hermanados en la gloria de la victoria, y saltaremos el estrecho y bajaremos imperialmente hacia el sur, para buscar entre las arenas ardientes de aquella ciudad de Dios que talló San Agustín, para levantar, a su sombra, nuestra ciudad del César. Y entonces, en el cántico emocionado de dos razas cristianas se habrá cumplido la realidad gozosa del Imperio Azul de la Falange...
¿Sin comentarios; nada, ninguno? ¡Claro, no es preciso! ¡Inefable; por lo menos, inefable, que poco decir es!
Como ve, mon Gènèral, la Ciudad de Dios se quedó en Ciudad de Alá; y por otra parte, su imperio, el imperio de las armas españolas, ¡hiede a imperio de hucha judía! ¡Quiero decir, a dólares mohosos! Ya lo dijo un castellano: ¡los extremeños se tocan!
¡Mi pobre Carrero Blanco, quien se lo iba decir! ¿Sabe lo que sentenció, en el Cuarenta y uno, en, “España y el mar”? Pues asómbrese, si aún le queda esa capacidad:
España, paladín de la Fe de Cristo, está otra vez en pie contra el verdadero enemigo: el judaísmo.
¿Quién le iba decir, también, que, años después, siendo él, él mismo, el responsable de los asuntos de Marruecos y Colonias, se iba dejar desimperializar su querida España precisamente por los judíos, por los propios judíos de Wall Street! ¡Pobre Carrero, un hombre de pro, con muchas cejas y poca vista!
           
¿Está callado, mi bravo General? ¡Ya noto que entiende, y reconoce, que, por fin, en aquellos postres del Pardo, fue más eficaz la bolsa de Judas que la espada de Pedro!
Zamalloa no se da por aludido, pero se revuelve incómodo en su sitial. Al-Fassi, indiferente, prosigue en su polémica, y lo hace con mordacidad:
-¡Nunca aprenderéis, hermanos de ese Norte brumoso..., que por algo huimos de vuestra Cova d´Onga! Y no me diga que estamos hablando de tiempos idos pues en la Historia, como en ella todo es pretérito, importa poco que sea perfecto o pluscuamperfecto. Pero también le puedo hablar de ayer mismo. ¡Otro fatídico Veintitrés, que está visto que son días nefastos para España! Mas dejaré a Tejero en paz para que siga empezando las casas por el tejado, ¡que eso es muy español!
Señoría, hágame caso, que no vale la pena malgastar tanta dialéctica, que aquí el señor Marte ya parece arrepentido de aquellas guerras imperialistas. Le diré, tan sólo, que los españoles, en cuestión de Historia..., ¡ni la de ayer!
Zamalloa, con ira:
-¡Así que tachándome de desmemoriado, e injuriando, de paso, al Ejército protector! Tendré que recordarte cuanto ayudó a los tuyos nuestro Alto Comisario, aquel García do Valiño...
El Fassi
-¡Tate, malandrines, que vuelven a desinformarle! Dese una vueltecita, Doña Historia, usted misma, sin secretarios ni asesores americanos, por el libro de Franco-Salgado..., ¡del que ya hice mención reiterada! Por sus hojas adelante encontrará que, precisamente en Marzo del cincuenta y seis, o sea, días antes de la independencia do mi Magreb, su propio Caudillo reconocía que,
Valiño procura atizar la rebelión en el campo francés sin tener en cuenta que una vez ardiera aquella Zona llegaría el fuego a la nuestra.
          
¿Qué, que le parece, Doña Historia?
Sin esperar contestación, se encara con Zamalloa:
¡Francamente, no hace falta ser profesor, mon Gènèral, para tirar de ese comentario íntimo las pertinentes deducciones:
Primera y general.- Que su admirado Caudillo conocía, y por ende toleraba, aquel juego del Alto Comisario de España en Marruecos. ¿Que por qué? Esta interrogante nos lleva a la segunda cuestión, aunque primero le voy a contar una de gallegos, para que me entienda:
           
Resulta que agonizaba una vieja allá en Burón, que usted ya sabe que allí tuvo su cabecera la Fonsagrada antigua... Hacía a tal momento un temporal de nieve que le roncaba el nabo... ¿No se dice así, en su tierra? ¡Pues, a lo que íbamos! La vieja estaba aterecida con los fríos de aquella nevada, pero más aún con los remordimientos de una muerte inminente. Su nieto rezaba en la misma alcoba un rosario completo, de los de quince misterios... En esto, que la vieja, con aquellas pesadillas, se dio media vuelta, y sacando fuerzas de donde no le quedaban, le dijo al mozo: ¡Ai, Farruquiño, lémbrate disto! Se morro aquí, na Poboa, no Burón, habédesme enterrar aí arriba, na Fonsagrada, mais, se melloro un pouquiño, e me vou para xunto da filla, de morrer na Fonsagrada daquela baixádesme ao Burón.
El chico, que a tal momento no retiraba sus ojos de los carámbanos de la ventana, preguntó a la moribunda: Madriña, ¿todo iso, por qué? La vieja volvió a tirar del aliento, del poco que le quedaba, y le dijo al muchachito: ¡Por fode-la xente, meu neno; por fode-la xente, para devolverlles algún que outro favor, que mo teñen merecido!
           
¡No me diga que el cuento de su paisana no es apropiado! Me lo refirió, aquí arriba, uno de aquellos desertores, uno de los suyos, que por lo visto era gallego, justificándose de que se pasara con nosotros... para joder a los míos..., que estaba harto de instrucción militar, válida tan sólo para los desfiles, a pleno sol, en su Campamento, en el Ronson, aquel de las piedras apañadas, por junto de los Cuarteles de Tiradores..., ¡cuando lo que precisaban aquellos milites era armas automáticas e instrucciones para su manejo!
Zamalloa
-¡Chistes mejores que ese los hacían mis Cabos furrieles!
El Fassi
-¡De chiste, nada, monada! Esto viene al caso, para ilustrarle, que a Franco le dolía el pie pero también la mano, todo a un tiempo. Veía los carámbanos por su balcón guadarrameño, en aquella agonía del Protectorado, pero su obsesión era joder a los franceses..., ¡incluso en aquel entierro marroquí!
Zamalloa
-¿Primera y única, no? ¡Peor alegatio no la hace el gato!
El Fassi
-Voy a por la segunda, que conecta con la primera: ¿A su Don Francisco, en aquella agonía magrebí, no le estaría rezando algún heredero, algún financiero de esos de Wall Street...? ¡Eso, un rosario de quince misterios!
Zamalloa
-¡Cuidado con el respeto debido a mi Caudillo, que en eso no te tolero la más mínima! Su comportamiento con tu Mohamed V siempre fue noble, ¡noble y transparente! Si le engañaron ciertos validos, aparentemente piadosos..., ¡también pasó con Judas, que fue otro tecnócrata!
El Fassi
-¡Eso sí que no, mon Gènèral! ¿Franco, transparente? ¿Transparente, como un día de abril en Galicia? ¡Abril, aguas mil, dos paraguas y un candil!
Zamalloa
-¿Abril? ¿Dijo, Abril? ¡Vaya asociación de ideas! Pues precisamente un día de abril, Su, digo, Mi, Excelencia, llevó a tu señorito, a tu Sultán, a nuestra Imperial Toledo… Y le enseñó, con transparencia y ejemplaridad, las glorias de su fiel Infantería, aquella que, ¡... por saber morir, sabe vencer!
El Fassi
-¿Así que no fue un viaje turístico? ¡Pues eso dijo su prensa, tan bien prensada y censurada que la tenía!
Zamalloa
-¿Que sabrá un tangerino de elegancias protocolarias…! De este modo mi Caudillo no interfirió en aquellas negociaciones del Pardo...; ¡asépticas por completo! Lo hizo precisamente para que aquellos Secretarios, aquellos Expertos, aquellos a los que tu llamas, despectivamente, Tecnócratas, negociasen y discutiesen, de tu por tu, aquel Acuerdo de tu Independencia Marroquí..., ¡qué tan poco agradeces! ¿Que, no fue aséptico? ¡Echarles margaritas a los jalufos...! Pero también se dice en mi tierra que, dar pan a perro ajeno..., ¡ni pan ni perro!
El Fassi
-Yo diría que todo aquello de Toledo, aquella..., evasión, fue una pretendida anestesia, pues el Gran Gallego confiaba tener su diplomacia en mejores manos que las de los novatos marroquíes; y por eso se llevó consigo al Pretendiente..., ¡para mostrarle el Tajo! ¡Parvo, más que parvo!
          
¿No veía tu Gran Jefe que los marroquíes estudiáramos diplomacia en Francia, que era, entonces y siempre, nuestra madrina? ¿No veía que también nos apadrinaba, como siempre, el propio Tío Sam; y con él, toda su mafia de corruptores de Wall Street? ¿No veía, o no comprendía, que mostrarle Toledo a nuestro Sultán era jactarse de la Reconquista, y por tanto, encandilarnos; más aún? ¡Pobre Franco, qué poco entendía de moros, y eso que nos tenía de Ángeles guardianes!
          
Ya sabes aquello de, dime de qué presumes y te dirá de lo que careces... Mon Gènèral, usted mismo me recordó eso de, ¡Que buen vasallo si hobiese buen señor! Pues viene al caso, y lo diré con todo respeto, mal que me pese, parodiando aquella sentencia, ¡Dios, qué buen señor si hobiese buenos vasallos!
¿No entendió lo que le quise decir; nada? ¡Me refiero a sus Ministros! ¿No se percata de que en aquella ocasión, por lo menos en aquella, le llevaron al huerto, al huerto del Pardo? ¡A las pruebas me remito!
Y a todo esto, su mimado Jalifa pidiendo, y logrando, que alguno de los motoristas asignados al Sultán le arropasen a él… ¡Ridículo, desde todos los ángulos!
¡Ah, pero no, que me queda otra! García Valiño, o García do Valiño, como usted le llama, se presentó en la subsiguiente cena de gala, vestido de frac, ¡y no de uniforme militar! ¡No comment!
Pero también le hay suma y sigue, pues en el plano de aquella mesa, en aquel Pardo de su pardillo, pusieron juntas la silla de su Jalifa con la de nuestro Sultán, ¡séase, su jefe y viejo enemigo! ¡Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca!
Mon Gènèral, no sé si será abusar del caído, pero aún quisiera contarle otro cuento, ¡y precisamente de caídos! Voy a ser más breve que Pipino el Breve: Unas negociaciones de aquella trascendencia no son, no pueden ser, unilaterales, ya que de ellas iba depender la convivencia, ¡la convivencia y la pesca! ¡Muchas cosas, y muy importantes! ¿Qué le parece, amigo, si le recuerdo, para su vergüenza, y con usted la de toda España, que sólo les dedicaron unas horas, y para eso, pocas? ¡Aquello no fue propio de gallegos; no señor!
Zamalloa
-¿Horas; que es eso de horas? ¿Estás de haxix, también aquí, en el Cielo? ¡Explícate!
El Fassi
-¡No se sulfure, y menos por verdades contrastadas! Aquellas conversaciones empezaron el mismo Cinco de abril, por la tarde, y ya remataron al día siguiente! Eso debe andar por el Guinnes, en el capítulo de marcas de negociaciones diplomáticas. Un caso, un caso célebre..., ¡y después se quejan de sus consecuencias! Dígame, en confianza, esa imprecisión, esa improvisación, en aquellos pactos, ¿es sueva o goda?
¿No me contesta? ¿Pues sabe lo que le digo? ¡Que me da vergüenza ajena! Si, de usted, y de las tropas a su mando, que les tocó defender una causa perdida de antemano, ¡y no sólo con sus obuses! Le voy a recordar, también, la enésima jaimitada que le hicieron a su Caudillo: ¡Nada menos que ponerle a la firma, aquel mismo día, una carta personal suya, para el General Eisenhower, avalando ayudas para Marruecos, tanto económicas como militares! ¿Qué? ¡El colmo de la estupidez; de la estupidez y también de la frescura, que en el Pardo siempre fueron compatibles!
Zamalloa, tímidamente:
-¡De eso..., de ese infundio, no hay pruebas!
El Fassi
-¡Si que las hay! Dese una vuelta por los archivos de la Casa Blanca; no por Casá, no se equivoque, que los españoles siempre anduvieron flojos en geografía..., ¡además de sus cates en Historia! Le voy a dar los detalles: Aquella carta tan ignominiosa la llevó a Washington, en propia mano, el señor Martín Artajo… Pobre, ese debe estar por ahí, en las calderas del Purgatorio, ¡purgando su propia estulticia!
Otro detalle, y disculpe la reiteración, la abundancia de pruebas: En aquella carta, su paisano y Caudillo, les resaltaba a los americanos la importancia que tenía Marruecos para el Occidente de Europa...; y con eso, la necesidad de que nos ayudasen…; ¡a nosotros, a los marroquíes, se entiende! ¿Que, no le salen los colores? ¿Todas estas contradicciones, sólo, y tan sólo, para joder a los franceses? ¡Pues vaya obcecación, y eso que era Franco…!
Como veterano Profesor que soy, yo aconsejaría a los españoles que silencien todo esto en sus libros de Historia..., ¡si no quieren que les meen en sus crisantemos eses niños de Primaria!

Zamalloa
-¡Me estoy hartando de tus gabachadas...! Reconozco, eso sí, que la dialéctica no es lo mío, que siempre he preferido batirme con tus mercenarios a morterazo limpio! Si por mi fuese...
El Fassi
-¿Que dice, mon Gènèral? ¿No quedáramos en que la de Ifni-Sáhara fue una guerra sucia? Pues precisamente por eso estamos aquí, para aclararla, para redimirla, para lavarla ante la Historia! Además de eso, pasó lo que pasó, casualmente, pero también por culpa de aquel Afilador ourensano, fanador de nuestras Fatimas, y de paso, de nuestras gumías... ¡En definitiva, por culpa de un paisa suyo!
Historia, dando un mazazo de advertencia:
-¡Efectivamente, eso es cierto! Ya me he aburrido, y desaburrido, cuatro veces, y ustedes siguen impertérritos en su diatriba...
Les vengo tolerando ciertas divagaciones, más bien para facilitar el trabajo de los investigadores de la Historia, habida cuenta de que las cosas de Ifni, como en aquella época la censura estaba feroz, nunca fueron preguntadas; y si algo se contó, o relató, lo fue por gente de algún modo comprometida: militares con plus, periodistas del Movimiento, el cachondo de Gila... ¡Gente parcial!
          
Este Auto, además de divertir a los españoles, que tan aficionados son a las farsas de Moros y Cristianos, espero que contribuirá a esclarecer aquellos misterios, hoy históricos, del legendario Ifni. Pero no me alarguen la Sesión, que aunque nosotros estamos en la Eternidad, allá abajo, en esa Tierra tan inquieta que no para de girar, hay pleitos en turno de despacho, a cual más chistoso, o más dramático, ¡que la civilización es pendular!
El Fassi
-Señora, tenga paciencia con nosotros, pues a las cosas bien hechas y bien explicadas no se les pregunta el tiempo... ¡Ya lo decían los griegos!
Historia
-¡Mira quién va hablar, que entre trapisondistas anda el juego! En cuanto a Zamalloa y a su gente, estos son capaces de litigar por un simple limes, vulgo, cómaro. ¡Ya lo sé! Y con usted, Si Al-lal, aún lo tengo más difícil, pues este revolucionario, como en la tierra fue casi, casi, un Templario, mitad monje y mitad soldado, aquí le tenéis, que en el Séptimo se metió a ratón de bibliotecas en lugar de ocuparse de sus huríes, que tan merecidas las tiene! Pero aun así le sobra tiempo para hacer de abogado del diablo, y les anda soplando a sus adeptos para que amuelen al Polisario…
          
En consecuencia, ya que sé con qué bueyes aro, me pondré en mi sitio; ¡quiero decir, en mi sitial! Tomen nota y compórtense, que si vuelven a las andadas les prometo una guerra santa, otra yihad, pero sin amman, ¡sin perdón posible!
El Fassi
-¡Señoría, despacio, no me corte, ¡que aún no he defendido a mi Sultán!
Historia
-¡Pues acelere, que con el material bélico que llevan importado estos alauitas, son capaces de llenar una olla de perejil!
El Fassi
-Ya que hay prisas, recapitularé con brevedad: Pienso que quedó implícito que a Mohamed V se le mal interpretó aquel Acuerdo del Pardo, mal llamado, de Madrid. ¡Una cosa intolerable, y al mismo tiempo irresoluble en la vía diplomática, ya que la O.N.U. no cabía en el enclave de Ifni, ¡de sólo mil setecientos kilómetros cuadrados!
¿Una declaración de guerra a España? Lo hablamos, en efecto, y precisamente con los de la CIA, pero nos dijeron que le metiésemos mano al asunto nosotros mismos, ¡discreta y personalmente! Por eso atacamos de noche, por sorpresa, en aquel glorioso 23-N, pero con la marcha parda, con la de las chilabas pardas, con las de camuflaje, ¡que no hay nada tan eficaz como los hechos consumados, por grises o pardos que parezcan!
Zamalloa
-Tuvisteis la suerte de que los U.S.A. no nos quisiesen prestar aquellos aviones de Préstamo y Arriendo, aquellos de las Bases Americanas, ¡que si no...!
El Fassi
-¡Cierto! Todo calculado gracias a la fraternidad, a la CIA del Tío Sam, que bien nos aseguramos de que no os llevasen refuerzos inmediatos... ¡Ni bombas, ni paracas!
Zamalloa, que suele hablar con gestos nobles, con énfasis señorial, por enojado que esté:
-Reconozco que mi Caudillo confiaba en los americanos; ¡muchísimo, a pesar de aquello del Maine…!
El Fassi
-¡Un ingenuo, repito, otro, como buen africanista que era...; digo, que pretendía ser! Precisamente por eso, por ese dormirse en los laureles, tuvo tan desmantelado su arsenal ifneño. ¡Creía en la munición de boca, aquello de llenarles el estómago a nuestros Notables! ¿Franco, un africanista? ¡A las pruebas me remito, pero ya le juzgará la Historia, con suficiente perspectiva!
Zamalloa
-Eses americanos, eses amigos de nuestros enemigos..., ¡cómo nos la jugaron!
El Fassi
-Lo que es en este punto, muy agradecidos les estamos. ¡Vaya tíos! Liaron las cosas con eso de los aviones de tal forma que de seguida convencieron a los franquistas de que Ifni no entraba en el juego de la integridad territorial de España, ni en el capítulo de la Mutua y Recíproca Defensa pactada, que aquello de las Bases, aquello del Préstamo y Arriendo, era sólo para guerras comunistas, y que mi Istiqlal, aunque financiado con el oro de Moscú, era un buen partido al servicio de las oligarquías árabes, sus amigos de conveniencia..., ¡a falta de otros mejores!
¿Qué, le cuesta trabajo entender a la CIA? ¡Para que vea que fuimos, y somos, más listos que ustedes los españoles! Pero aún hubo más...; ¡sí, aquella cosa de la autonomía de vuelo!
Un mecánico suyo, ¡que todo se sabe!, un mecánico tan economizador que tenía una mujer a medias con uno de los pilotos de Torrejón, bien soplado por los cías les metió en la cabeza a sus compatriotas que eso de la autonomía de vuelo no era óbice, atranco o cortapisa, y que se podía resolver..., ¡con latas de mano!
¡Fue cosa de carnavales, y eso que era invierno, la de aquellos pilotos, en sus Junkers y en sus Pedros, con la latita y el embudo, haciendo equilibrios para tenerse en pie mientras añadían esencia a los depósitos por un tubito de goma! ¡Mucho nos hemos reído en Rabat cuando nos lo dijeron los USA! Pero como no les dio resultado, cambiaron de plan, y los siguientes vuelos los hicieron por escalas: ¡Primer aterrizaje, Sevilla; segundo, Gando; tercero, Villa Bens, capitalidad de nuestra Tarfaya. ¡Que Alá se lo pague a esos cías de USA, pues gracias al calvario español tuvimos nuestras manos libres para empuñar fusiles…, a falta de aviones!
Zamalloa
-¡Ni con esas pudisteis con nosotros, que a las bravas no entrasteis en la Capital, en Sidi Ifni, que allí estaba yo, con mis bravos: Legión, Paracaidistas, Tiradores, Policía…, y Somatén!
El Fassi
-¡Ya sé por dónde va usted, que nos estaba esperando gracias al Bellido Dolfus de turno, aquel maldito del Profeta, que aún sigue en el infierno, aquel que se vendió a los españoles por un milloncete de sucias pesetas...! ¡Claro que eran de las del año Cincuenta y siete...! Después de todo fue un estúpido, que si quería cuartos para cualquier antojo no precisaba chivarles a ustedes ni la fecha ni la forma del asalto a Ifni, que le hubiésemos socorrido, nosotros, pues cuartos, loado sea Alá, teníamos, empezando por la cofradía de los Alí Ben Boaida y Cía.!
Zamalloa
-¡Tú hablas a toro pasado...! La verdad es que siempre sospeché que, además de los rublos, teníais dólares...! A propósito, una cierta duda: Aquellos billetes de a mil, aquellos que desaparecían inmediatamente de la circulación en África Occidental, nada más salir del Banco, ¿a dónde iban?
El Fassi
-¡Mon Gènèral, aún estamos así…! ¿Ustedes, tan expertos en reptiles, y no se enteraban de un juego económico tan simple? ¡No le va gustar que lo descubra, pero conste que lo hago a petición suya!
Veamos: Su personal, además de sus economatos, de sus lucrativas matriculaciones de turismos, y de los cuatro meses de vacaciones coloniales, cada dos años y con el billete de avión pagado, tenía pabellón gratis, dos o tres asistentes, y por veces, según el tamaño de sus estrellas, un cocinero, un niñero, un lavabragas...; ¡qué sé yo! Por encima de eso, un sobre fenomenal, al que llamaban Plus de Residencia, aquello del ciento cincuenta por ciento de incremento, del que ya hemos hablado.
¡Pues eso era una parte! La otra, que siempre tuvieron una política de Zona Franca en sus colonias, amén de cultivar aborígenes ricos, en aquella especie de adopción..., ¡para elevarlos al rango de Notables!
Zamalloa
-¡Estás divagando, tío, que eso no viene a cuento, ni es alegatio pertinente!
El Fassi
-Déjeme ir a mi paso, si no le importa, que yo ando en babuchas pero piso en terreno firme. El trasvase de tales billetes, de los grandes, de los verdes, venía de aquellos dispendios, que si ustedes tenían un Plus del ciento cincuenta, para los Notables era del doscientos, principalmente a través de las bagatelas que les vendían, que ustedes iban de una Península paupérrima, así que nos compraban desde transistores japoneses a vajillas de Baviera! ¡Esa era la canal, si señor; esa era nuestra capitalización, nuestra valuta frente a una descapitalización progresiva de la España metropolitana!
           
Pero permítame ilustrarle un poco más, que le veo con cara de sorpresa: Un cien por cien de nuestras ganancias viajaba para Suiza vía Tánger. ¡Ya sabe, aquella martingala de las cuentas numeradas...! Un cincuenta, también vía Tánger, para la caja de las ánimas marroquíes; ¡séase, culto y clero, clero culto! ¡Liberación! ¿Se entera? Siento que no se informasen por allá abajo, pero..., ¡ya sabe!, las dictaduras tienen eso, que como nadie les contradice, nadie se percata de nada, ¡ni siquiera de lo que les pasa por sus manos!
En definitiva, que una gente así de parva nunca mereció tener Posesiones. Las únicas colonias de las que entendían los españoles en el Magreb eran precisamente las francesas, tal que el Rêve d' Or, aquel perfume de los burdeles…! ¡Inefables; más que inefables!
Zamalloa, que se queda dudoso, como asombrado, pero después de hacer unos gestos enigmáticos, como de desagrado;  coge ánimos de nuevo y se dirige a la Historia, que permanece tranquila, interesada en el tema en vista de que aquellos defensores no cesan, ni se cansan, en su diatriba redundante y fenicia:
-¡Señoría, si yo pudiese darle la vuelta...! ¡Si, a usted! Le juro que volvería a la batalla del Pingarrón, a por otra laureada, así me retirasen nuevamente del depósito de cadáveres, más muerto que vivo, pues prefiero lidiar con rojos antes que con la dialéctica de este maquiavelo del tarbush! Yo no sigo, ni un minuto más, que lo mío es luchar con armas nobles! ¡Semejante descaro…! Estamos aquí para ventilar los trapos sucios de otra guerra sucia, traicionera, de aquellas a las que nunca nos hemos acostumbrado, ¡ni aprendido de ellas! En estas circunstancias, aquí el señor, ¡todo un Profesor!, la única arma que maneja, ¡y con qué destreza!, es la calumnia, esta difamación de afirmar, aquí y en público, ante la propia Historia, que algunos asistentes de aquellos de Ifni le lavaban las bragas a su jefa... ¡Esto, Señoría, es intolerable! En vista de ello, me voy al San Andrés de Teixido..., ¡ya que no fui de vivo!
Historia
-¡Pero, cálmese, General, y téngame un respeto, que estos juicios ya se sabe cómo son, y son como tienen que ser, inflexibles, minuciosos, descarnadamente rigurosos, analizando las cosas por sus causas…, o no serían históricos!
Zamalloa
-¡Si pudiese reencarnarme para evitarnos otra guerra sucia yo mismo retaría a El Fassi, a vida o muerte! ¿Usted no podría hacernos ese milagro, una transmigración? ¡Sólo para ajustar cuentas pendientes, Señoría; sólo para eso!
Historia
-¡Pero, hombre de Dios, qué dice, donde está su flema galaica! ¿Es que no se batieron lo suficiente, allá por África?
Zamalloa
-¡Señoría, no fue directamente, que los desafíos del Istiqlal se hicieron en sus medersas…, alguna de ellas pagada por nuestra propia Tesorería…, pero eso lo oculta El Fassi! Ahora, con lo sabido sabido, yo avanzaría con mis Legionarios, con mis Paracaidistas, con mis Tiradores, con mi Policía…, por lo menos hasta Rabat, en política de hechos consumados, que es lo único que ellos entienden, por mucho que se cabrease Alcubilla, y con Alcubilla, mi colega, el autolaureado, que se ausentó de El Pardo en aquella ocasión en la que su lugarteniente, el Ministro del Ejército, Dávila Arrondo, aprovechó y firmó la concesión, el Capítulo de la Orden! ¡En eso, con su laureada, sí que nos dio S.E. un ejemplo de lo que son, de lo que deben ser, los hechos consumados!
Historia, imperativa:
-Definitivamente, callen los dos, que ahora vienen las acusaciones particulares. ¡Y mientras tanto, recen, que por algo estamos en la mismísima Gloria!




Puedo prometer, y prometo…, ¡un puerto! Eso fue en su visita del año 1945, la única que hizo al Territorio,
pero sus conmilitones se gastaron el dinero en…, güisqui!
Escena 5ª
Contribuyente español, que entra con aire desenfadado y con un paquete de cintas de calculadora:
-¡Señoría, con la venia! Servidor es un Contribuyente español, y en la representación moral que ostento tendría tanto de que quejarme que enloquecería si siguiésemos ahí abajo, en esa Tierra agotada de recursos naturales y tan escasa de oportunidades.
A propósito de mi representación: Vaya por delante que desde Calvo Sotelo esta es la primera vez que le encomiendan a un gallego la defensa de la Hacienda Española; así que, entre la coraje del caso y mi responsabilidad, estoy que no tiro del aliento.
Preparando esta intervención, ahí dentro, en ese Gabinete de las Huríes, me puse a hacer números, y como se salían de la calculadora, tuve que acudir al Host de la Historia. ¡Calculen, ustedes mismos, la magnitud de estas cifras, que yo estoy flipado! Las voy a dar, así, de súbito, antes de que me reviente el cerebro con tantos ceros..., a la derecha!
Sumando haberes, obras públicas, material bélico, estimación de los rendimientos perdidos, o dejados de obtener en otros lugares y en otras actividades productivas a las que pudieron dedicarse aquellos soldaditos, y también aquellos civiles; aquel inflado de Notables, etcétera. ¡La tira! ¡En definitiva, cuartos de nuestra fanfarria imperialista! Con esto añadido a lo que los economistas llaman, lucro cesante y daño emergente, nuestra España del XX, sin aquel agujero…, ¡negro, o moro, que para el caso da igual!, hoy sería un emporio, un imperio económico.
Se revisan otros acontecimientos históricos, de segunda o de tercera categoría, y se les dedican libros y más libros a temas de una importancia incomparablemente menor que la de este colonialismo estúpido y trasnochado, de tierras improductivas y malísimamente mal llevado! Esto sin contar los suspiros de tantas y tantas generaciones de padres; y con los padres, las madres, que esas sufrieron el doble.
¡Vaya riqueza la de España: Parásitos dentro y fuera, siglo tras siglo, y aún no estamos en bancarrota!
¿Tienen ustedes cabeza para asimilar tal cosa, semejante dilapidación? ¡Un crimen de Lesa Patria! Pues con eso y con todo no sé si habrá quien se anime para ahondar en esta revisión histórica, ni siquiera en la que estamos haciendo en este Tribunal..., ¡más bien por nuestro prurito de hidalgos venidos a menos!
Historia
-Señor Contribuyente, vaya directamente al grano, al fondo de la cuestión..., ¡si es que llega con la mano, si no está muy hondo ese pozo!
Contribuyente
-¿Qué les parece? ¡Ni la propia Historia es capaz de asimilar la ruina que nos acarreó aquel incapaz que se apellidaba Capaz! España, rehaciéndose de una guerra de desgaste, ¡que todas lo son!, y al mismo tiempo cultivando el ricino en Ifni..., ¡al precio antedicho! ¿Pero, qué hacen; por qué no se ríen, si esto es un melodrama? No entiendo este país, una tierra en la que triunfan todos los payasos del circo, y a tal momento, yo, presentándoles las cuentas del Gran Capitán Gildo, aquel de El Ferrol, y ustedes tan serios!
Rían o lloren, lo que quieran, pero hagan algo, no sean impasibles, que la cosa no es para menos, que si aquello de Ifni no fue una payasada, mejor comedia, imposible.
Para que se puedan hacer una idea más física, más perceptible de semejante despilfarro, que bien percibo que les desborda, pueden ponerse a matinar que el coste de esa dilapidación, en los treinta y cinco años en los que presumimos de tal Colonia, o Soberanía, ¡o cómo diablos se diga!, fue algo así como alquilar la paramera de Ifni a razón de cien euros en cada año de ocupación, en moneda actualizada…, ¡por metro cuadrado!
Ahora os veo llorando, y no es para menos, no señor. ¡Vaya lujo! Si las noches del franquismo en Galicia fueron de piedra, ¡lo que es en África fueron de arena! ¡Arenas de oro para los Notables, que no para los siervos! Esto, además de las vidas humanas que papó aquella guerrita, ¡tan discreta y tan secreta para más inri! El resto, las inversiones y demás gastos, ¡que fueron a más desde que ya teníamos las trincheras reducidas al Bu-laalam y al Id-Ufkir!, aquí las tengo, en otro colector..., por la cantidad de megas que ocupan!
¡Qué día tan nefasto, y a la vez de tanto alivio, aquel Treinta de Junio del 69, cuando arriamos nuestra bandera para replegarnos al Sáhara! Pero eso fue otro melodrama, con riquezas potenciales y estupideces políticas, ¡que vaya cóctel más explosivo!
Ahora, para ir desde España al Territorio ifneño, sólo tienen una carretera..., y para eso, de tercera, y casi sin turistas! Como turistas, se llega tarde, y para los arqueólogos aún es pronto. Ya mandaron borrar el nombre de nuestra provincia en esos mapas afrancesados, de su Magreb... Pregunten por la provincia de Tiznit y les darán la dirección que lleva al viejo Ifni. Por de pronto, en esa arcada que mandó poner Si Hassán II, a la entrada de nuestra cara ciudad, ya cerca del Cuartel de Tiradores, hay un letrero, ¡en árabe y en francés!, pues del castellano ni acordarse quieren.
Las casas y los edificios públicos de Sidi Ifni están desconchándose por los azotes del siroco, ¡como si tuviesen culpas imperiales! ¿Observan ese empeño alauita en borrar el origen de aquellas construcciones que consideraron ilícitas? Sin embargo, y no precisamente en honor y recuerdo de Zamalloa, ¡están repintando los pabellones con los colores de la bandera gallega, blanco y azul! ¡Vaya ironía!
Por todo esto, por esta gran desfeita, por esta imponente y secreta malversación española, por aquel farol franquista, lo menos que puedo hacer, en la Representación que ostento, es acusar a los marroquíes..., ¡por lo menos, de ingratos!
Hace que se tapa la boca como para hablar bajo, discretamente:
-También os digo, de paso y con igual secreto, que nuestros dirigentes del segundo tercio del XX fueron unos narcisos..., ¡y no solamente los que dirigieron la política de Ifni!
Historia
-Señor Contribuyente, vaya callando, que está tan cargado de razón y de rencor que igual se pone a hablar, todo seguido, y por añadidura, de la descolonización del Sáhara, y de Guinea..., ¡temas reservados en la España de entonces, que ni sé el por qué!
Contribuyente
-Ya no es mucho lo que me queda, Señoría, así que no me regatee el tiempo, ¡como suelen hacer en España con los oradores de la Oposición!
Simples puntitos, o puntualizaciones, según prefiera:
Ante todo permítame recordarle que ya pasaron aquellos tiempos en los que Justicia era igual que Jurisdicción; y Jurisdicción igual que Señorío. En el Medievo, y después también, las guerras y los pleitos solían tener como motivo el control de los señoríos jurisdiccionales... ¡Eso fue lo que pasó entre Franco y Mohamed V, con la particularidad de que los cartuchos los pagaba España, yo y mis vecinos, que incluso se aprovecharon las armas de nuestro Protectorado para desenganchar aquel señorío de Ifni! ¿Por qué no las retornaron a España, en su momento; por qué contribuimos a armar al enemigo potencial y previsible? ¡Otro error de previsión! Lo que no sé es si fue civil o militar… Más bien sería mixto supuesto que en el franquismo, igual que en la Edad Media, y también en el Islam, se confundía el ejercicio de la justicia con el gobierno de los hombres... ¡Todas las berzas al mismo pote!
Ya se hizo aquí cierta alusión a nuestros derechos históricos en materia de pesca... Pues bien, doña Historia, asiente esto en su Rationabus, y haga balance, pero no se balancee, pues incluso nuestra flota pesquera baila hoy en día el vals de las olas; ¡de las magrebíes, que son muy rentables para quienes usted y yo sabemos!
¿Ifni, una pesquería sin puerto? Además de lo que eso debía representar, tanto para la posible radicación de industrias, que podían haber sobrevivido a la descolonización supuesto que las divisas, o sea el capital, son internacionales, como para facilitar en aquellos años tanto los suministros como el urgente desembarco de tropas expedicionarias, en un posible, ¡y probable!, socorro, teníamos su repercusión en lo psicológico, en aquello que llamaban “asirocamiento”, (claustrofobia), que no en balde, ni de balde, se dio en aquel Territorio, fuese Protectorado o Soberanía, que estos conceptos están superados. Una verdadera y constante psicosis, una claustrofobia de castillo medieval, umbilicados tan sólo por Iberia, y de cuando en vez por los buses del señor Bernal. ¡Todo esto, administrativa y políticamente hablando, Señoría, fue de un anacronismo imperdonable!
Si aparcamos por un momento estos aspectos socio-económicos, permítaseme un cierto lucimiento con pluma ajena, ya que le tengo oído a uno de esos profesores de nuestro Ministerio, ¡pues Si Allal comía de otra mesa!, más o menos, según lo recuerdo, que en el XIX, e incluso en la primera mitad del XX, la actitud de la mayoría de mis paisanos, ¡de nuestros contribuyentes!, comprendidos intelectuales, políticos y gobernantes, en relación con Marruecos, o más exactamente con los vecinos sureños, estuvo guiada, frecuentemente, sistemáticamente, por el escaso conocimiento de la realidad vecina. Unas veces por la altura de nuestro Mapa, ¡aquellas barreduras, mal relatadas, de la Reconquista!, y otras desde el olvido de que Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada..., fueron, con mucho, las mejores de nuestras escuelas. ¡Yo asumo ese criterio! Y luego que también hay quien dijo, ¡pero no se le entendió, ni atendió!, que, con lo que aprendimos de los moros, y con alguna aportación europea recibida, poco a poco, por el Camino de Santiago, en España, ¡todos licenciados!, y con la misma, para las Indias, ¡a dar clases! Desde que perdimos América, ¿dónde tuvimos alumnos? Doña Historia ya nos lo dijo, ¡pero no es fácil ser maestro de Maestros!
Dirigiéndose a la Historia, que ya estaba tocando una campanilla, como para invitarle a rematar su Informe:
-No se impaciente, haga el favor, que en España estamos hartos de desviaciones y de tergiversaciones históricas; ¡hartos de tanto seudohistoriador! Mire, Señoría, la Historia, ¡y perdón por la alusión!, no se depura, no se hace objetiva sin someter la subjetividad, la realidad de los propios hechos, al colador temporal. Pero tampoco me vale como tal una Historia obtenida del prensado de los papeles, sean privados o de periódico... ¡La Historia, como un huerto, precisa labor de campo, riegos, purgas, cardas...! Requiere contrastes y diatribas, ¡tal que estas! Y todo eso con conciencia crítica, sin pasiones rastreras, sin intereses o conveniencias personales. No se trata de justificar, que de eso ya se encargan los vencedores, ¡y en particular los cronistas a sueldo!
Historia
-Le sugiero que haga turismo por el Gran Marruecos, por el actual, para que compruebe que sus aportaciones, aquellos impuestos..., algo tuvieron de positivo, que no todo fue estéril, pero llévese un diccionario de francés si quiere que le entiendan, y no sólo en la que fue Zona Francesa!

Contribuyente
-Como gallego, y como español, hasta que me hablen en cristiano no pienso ir...; ¡ni a pescar, ni a predicar! ¡Así que, en el ínterin, yo me siento!
Historia, señalando al Comisario del Ejército de Liberación, en adelante, Comisario, que se levanta para hablar, a la vez que saluda al modo musulmán, llevándose la mano al pecho, y después a la frente:
-¡Con todos los respetos, Madame Historia! También estoy que trino, aquí, en este Tribunal, pero es por un motivo diferente: Estoy arrepentido de haber empujado a los nativos en aquella estúpida guerra, en la secreta, en la de Ifni, pues, visto con mirada retrospectiva, aquello no tuvo éxito, ni éxito ni objeto.
Fue un error de cálculo, un error suyo, mon Professeur, que le dejamos llevar las riendas del negocio. Un error matemático, y por ende, histórico. También yo digo que si las faldas de la Historia tuviesen vuelta... ¡Ay, si tuviesen vueltas, yo, y conmigo, muchos, nos agazaparíamos en ellas esperando que pasase por la puerta el cadáver de nuestro enemigo! Pero eso ya no tiene remedio, así que me voy sincerar, ¡que ni Ejército de Liberación ni rayos!
          
La mejor liberación para Ifni, para aquel Territorio tan costoso como costeño, ¡tan pesquero, y sin barcos de pesca!, era seguir chupando de la madrastra española, por correosas que tuviese las tetas; y con ello, trasvasar a las cuentas de Suiza, a las nuestras, en lugar de mercar aquellas armas de Hong Kong, tan caras! Con esto dicho, nada más, ¡que ya se entiende! Con aquel ritmo del gasto ifneño, y con la esplendidez de estos hidalgüelos de caldo a la merienda..., ¡nosotros sí que nos poníamos las botas, como poco, por días de vida caudillesca! ¿Que acabaría llegando la democracia a España, y que la oposición insistiría en retirar las tropas, como hicieron en Irak? ¡Para entonces, a lo hecho, pecho, y lo comido, digerido!
¡Menudo placer el nuestro, tomando el sol panza arriba en aquellas playas de Ifni, en las que nos dejasen libres estos panolis spanois, que también había sus acotamientos en ellas! ¿No se acuerdan de aquella discriminación? Eso, bien mirado, poco nos importaba. Nosotros de chupadela, dos o tres décadas más, mientras Juan Español se reventaba a pagar impuestos, ¡con los cuartos de su emigración! Sobre todo, indirectos, que eran los que pasaban más desapercibidos.
          
¡Impuestos bien impuestos aquellos, eso sí, que la mejor tajada era para nosotros, para los Notables de Ifni, según quedó demostrado en este Tribunal!
Es bien cierto que la España soñadora no nos destetaba de motu proprio, por lo menos mientras no la provocásemos, o mientras viviese aquel Innombrable de los Cinco Nombres, que ya visteis cuanto duró, ¡pues lo que es bicho malo...! Por el contrario, en todo este tiempo, por descuidado que se le tuviese, Ifni fue oneroso para Marruecos. Así que nos perdimos varias décadas de teta ibérica, de teta ubérrima, ¡que serían muy oportunas para el desarrollo magrebí, para el nuestro! En este caso, y por añadidura, quedaríamos ante la ONU por víctimas de un imperialismo trasnochado, con todo lo cual nuestro provecho sería plurianual…, ¡y pluridimensional!
          
Le repito, Si Allal, que usted, y con usted sus asesores, sus conmilitones, en aquello se precipitaron..., ¡mucho! Y además perdimos la diversión de ver como la democracia española, o sus adeptos, le rogaban a nuestro Hassán que se hiciese cargo de la Mar Pequeña, por muy provincia Cincuenta y uno que fuese, que así la bautizaron, ¡nada menos que en su BOE!
Entonces sería el momento de decirles a los españoles: ¡Vale, faroleros; por nosotros, conformes; ya que ese Ifni no tiene encaje en un Estado de Autonomías, dada su atipicidad; nosotros cargamos con la moza, y de paso, con sus hijos, pero tenéis que darnos el Sáhara en dote, todo el Sáhara, libre de Polisarios!
         
Mon Professeur, hágale caso a este alumno, y deje las cosas como están. Pero aquí, en este Tribunal de la Historia, disimulemos delante de los gallegos, que a estos no hay Mohamed que los engañe, ¡por inocentes que parezcan! Estos miñaxoias llevan en sus venas sangre sueva, ¡que por algo son suaves y escurridizos! Además de eso, ahora tienen Autonomía... ¡Fíjese en lo que digo: Autono-mía!
Con esa cosita cosa se sienten fachendosos...; ¡tanto, que no hay quien les tosa, ni siquiera en árabe! ¿No ve lo que pasa aquí, aquí arriba, aquí mismo, en este Tribunal de la Historia? ¿No ve que nos la están pegando, montándose, prácticamente de nada, una epopeya, una Ifnada? ¡Cómo serán, que tiran una epopeya de lo que fue una derrota vergonzosa! En un aparte: ¡Y ya no sea una OPA, una OPA hostil!
Castilla lleva cinco siglos tratando de castrarles..., pero ellos, mientras tanto, poblaron de gallegos los cinco continentes! ¿Dije cinco? Pues me equivoqué, que también hay gallegos en la luna, que se supo recientemente por culpa de una canción ferrolana, pues ahora El Ferrol ya no es del Caudillo, sino de los cantantes; ¡otro tipo de cantantes, quiero decir!
Nada, Professeur, que tratándose de gallegos lo mejor es dejarlos por imposibles. Nuestra baraka la tuvimos con Franco, ¡mientras él pensaba que la tenía con nosotros! Acaso porque era un gallego recastado de judío..., ¡y rodeado de godos! Esto es Historia, que el resto..., ¡unturas! Fíjese cómo cambiaron los tiempos, que incluso se ponen debajo de nuestra bandera, de la magrebí, con el truco de sus empresas mixtas, para quitarnos la pesca delante de nuestras propias narices! ¿No sabe que les enseñó a pescar el propio Santiago, aquel pescador de Galilea, aquel hijo del trueno? ¡Cómo ve, de Galilea a Gallaecia sólo faltaba una letra…, de cambio!
Si Allal el Fassi, que lo estuvo mirando de reojo todo el tiempo, ahora apunta con el dedo, directamente, a su propio Comisario:
-¡Oyes, tu, recuérdame que tenemos que hablar, pero a solas, ambos! De un millón de cosas; feas por supuesto, que ya me entiendes!

Historia, reflexiva:
-¡Este globo, el grande, el terráqueo, está lleno de sondas, de contradicciones y de olvidos, que así sucede que quien hoy ataca, mañana se excusa, y además lo hace con excusatios non petitas...! También pasa con la política, que de mozos son de izquierdas, y de viejos se vuelven avaros! C'est un scandale!
Después de una pausa, dirigiéndose al banco de los Acusadores:
-¿Y luego, ustedes, los españoles, no acusan? ¿Tan bien les fue por allá, en aquel Territorio?
Soldado X, que es algo tartaja y acomplejado:
-¡Señora Maestra; digo, Señora Historia! No le sé qué decir, que el único Tribunal donde estuve, ahí abajo, en la Tierra, fue el de una Corrida de Gallos... ¿Sabe? Pero, ya que me pregunta, le diré: Mi padre fue un aparcero, allá en Bolaño, que le es de Lugo…
A este servidor, en las quintas, le tocó África, cosa que le roncaba la gaita, que de allá pocos volvían cuerdos: o locos, o tiesos; ¡quiere decirse, muertos! Ya sabe que me mandaron para el sitio ese, al Territorio..., ¡al Ifni! Que por eso estaba de guardia en aquel Polvorín del Cruce en la noche de los Autos… Fíjese como era la cosa: un polvorín en un cruce de carreteras, y con una garita delante que miraba a un bosquecillo de arganes y de chumberas, precioso y como hecho a propósito para que fuese utilizado por eses francotiradores del Marruecos. ¡Aquello no estaba de Dios: estaba de los hombres, aunque parezca mentira!
Allí, en Ifni, nadie me dijo que Marruecos iba entrar en guerra con nosotros... ¡Nadie! Sólo se me ordenó que no dejase entrar en el Polvorín..., ¡ni a mi padre! ¡Eso era fácil de cumplir pues mi padre a tal momento estaba en Lugo! Y pronto saldría el relevo, que dormía allí dentro, en un camastro de crines de palma, cuando..., ¡ris-ras, cataplum, rataplum! Me alcanzó una ráfaga de metralleta, en la tripa, ¡y con la misma, perdí cuanto sentido Dios me dio! ¡Cousas de morangos, fue lo que me dijeron en el Hospital!
Fíjese, Señora, qué bandidos fueron, que ni el Alto me dieron. ¡Gente sin instrucción aquella de Marruecos pues el Alto es lo primero que se hace, lo primero que se dice! Después viene lo del santo y seña…
Historia
-Prosiga, rapaz, pero hágalo sin comentarios ajenos al caso. ¿Entiende?
Soldado X
-¿Ajenos al caso...? ¡Ay mi Señora, que usted se olvida de que aquellas tripas, con más agujeros que una criba, eran las mías! Después de herido en ellas, me llevaron al Hospital, ¡ya se lo dije!, allí mismo, en Sidi Ifni, por la parte del aeropuerto, junto al faro…
Historia
-Aténgase a lo suyo, al caso concreto, sin complementos circunstanciales subordinados, ¡que ya los conocemos!
Soldado X
-Daquella ni le sé decir si he muerto de las balas, o..., ¡o si fue de la sed que me entró! Mire cómo fue la cosa que me visitó un vecino, uno que escribe libros, que era un mandamás del Banco, y con la misma le pedí agua, un traguiño, ¡por sus defuntos! Parece mentira en él, que yo le tenía por honrado, pero me hizo la traición de consultarlo con el Médico, que era un Capitán... Mire cómo fue la cosa, que allí, en ese Ifni, todos eran traidores, ¡que ni gota me dieron!
También me dijeron que aquel vecino está escribiendo un libro, otro, en penitencia por los pecados de los españoles... Por mí que haga lo que quiera, que nadie lo va a leer, pues las cosas de Ifni sólo le interesaban al Caudillo, que aquel hombre, de quitado en la voz, que la tenía un poco amariconada, aflautada que se dice, en lo demás..., ¡un tío cojonudo! Nada tengo que decir de aquel señor, pues tan señor era que incluso llegó a Generalísimo, a caballo de los Generales!
Historia
-Háblenos de aquel bancario, aquel vecino suyo, ese que hizo, o está haciendo, un libro de Historia; ¡por si le conozco…!
Soldado X
-Señora, si no fuese por aquello de que me dejó morir de sed..., ¡en lo demás, normal! Y luego que me dio noticias, allí, en el hospital, de que nos atacara un tal Ejército de Liberación... El también pasó las suyas, que unos meses antes, allá en Safí, que iba para España con su familia, les embistió, adrede, un camión del Istiqlal, y les dejaron abandonados en la carretera, dándoles por difuntos… Como no lograron matarle en aquel accidente, después le apuntaron en la lista negra de Sidi Ifni, para fusilarle cuando entrasen ellos… También me dijo no sé qué de un tal Ben Hamú, pero no recuerdo, o no le entendí, aquellas explicaciones.
Historia
-¿Rapaz, qué más sabes de aquella guerra…? Y déjate de apretar las tripas, pues ahora, en tu cuerpo etéreo, ya no te duelen.
Soldado X
-Señora, o Señoría, o como coño le tenga que llamar... En mi cuartel teníamos un letrero que decía, Todo por la Patria, pero en ese todo entiendo que no entraba mi bandullo porque mis tripas estaban vacías, hambrientas, y no como aquellas de los jefes, que tal parecían parrulos cuando desfilaban...
Historia
-Soldado, omita los comentarios y limítese a acusar..., ¡ya que como Acusador está citado!
Soldado X
-¿Mi señora, más tengo que acusar..., aún más? ¡Ya me dirá a quién! Conmigo no contaron para hacer aquella guerra, ¡así que los que la hicieron que la deshagan! Decía mi abuelo, aquel da Fonsagrada, que donde hay pleitos comen todos, ¡pero en este caso ni pensión de guerra le dieron a mi madre! Supongo que sería por tratarse de una guerra secreta…
Mire como fue la cosa: Allí abajo, en el Hospital, todo se les volvía decir que aquello de Ifni era un follón de cien mil diablos. Así que los militares de carrera, después de la Generala, ¡baremo al canto! Solicitudes a tuti-plen, ¡pero no les daban el traslado!
Señoría, ahora que reparo: También está aquí, y también citado de Acusador, como yo, ese morito, el de la al-ma-luz, que así le llamaban en Ifni a la dulce... Este Gallina, que tal era su apodo, ese sí que me tiene dado agua, cientos de veces, cada vez que pasaba con sus burros por el Cruce de los Polvorines, que otro tanto no hizo, ni le dejó hacer al Bancario, aquel Cirujano del demonio..., ¡con perdón!
          
Al Gallina, aquí presente, ¡y si no es verdad, que yo vuelva a vivir, o mejor dicho, a malvivir!, le tengo ofrecido, desde el día en que le conocí, de aquellos chorizos tan buenos y tan picantes que me mandaba mi madre, por Correos, desde Castroverde, que es la mejor tierra de chanfainas del mundo por lo bien mantenidos que andan los cerdos del lugar, que le tienen maíz, castañas, landras..., pero este muchacho nunca me aceptó aquellos convites, que siempre me decía que no, que baraka lahu fik, ¡porque eran de jalufo! ¡Hace falta ser maleducado para llamarles jalufos a los cerdos de mi madre! Cando no decía, ¡Kelb rumis!, me soltaba aquello de, ¿Jalufo? ¡U'alo majanduchi! ¿Qué picardías son estas, mi Señora, que yo sigo sin entenderlas?
Historia.
-“Gallina”, ya que está aquí, defiéndase.
El Gallina.
-¡Señoría! Hablaré en castellano, en mi castellano de infinitivos, ¡que así también acusar España, que no ser capaz de mi enseñar lo suficiente!
Aquí donde me ven, ya no es cosa de seguir con mi secreto. Nací en el Treinta y cuatro; y soy hijo de la mora Aisa, aquella de Tabel-kuct, para más referencias, que me tuvo de quien Usía ya sabe… ¡Toda una vida infame, además de esfameada! Cando empecé a hablar, los otros niños de Tabel-kuct dieron en llamarme, Español. Pues bien, aquel apodo le gustaba a mi madre, mucho, que se sonreía cuando le daba quejas de los otros niños, pero yo, entonces, cogía un cabreo aún más grande..., ¡en vista de que no le daba importancia!
Un día me disgusté con aquellas bromas de los musulmanes, mis vecinos, y con aquellas contradicciones y sonrisas de mi madre; tanto, que robé el burro más grande de nuestra cabila; y sin casi tenerme, a pelo, marché cara a Sidi Ifni. ¡Eran treinta y cinco kilómetros, por una pista de tierra!
Ya en la entrada de Sidi Ifni, allí donde nuestro Sidi Hassán hizo construir, en el Setenta, ese arco triunfal que da la bienvenida, ¡en todos los idiomas menos en español!, divisé un palacio enorme, grandísimo, que me dijeron que eran los Cuarteles del Grupo de Tiradores. En aquel momento sentí una alegría muy grande, tanto, que se me hizo la boca agua al imaginarme que tan importantes protectores me darían de comer y de beber, y que me protegerían de allí en adelante...
Pero no, Señora, nada de eso, que mi alegría se trocó en hiel, en humillaciones inolvidables cuando me bajé del burro y eché a andar cara al centinela de los Tiradores, ¡entumecido y escarranchado que me encontraba...! Figúrese, tres días en el burro, bamboleándome con la debilidad que llevaba encima... ¡Aparte del polvo, del sudor y de las lágrimas! Pero, en el mismo instante, ¡la madre que los parió!, se abrió el infierno ante mí: Unos soldados españoles que husmeaban en el portalón del Cuartel dieron en reírse, ¡sin más ni más!
Madame, se pusieron a berrear como locos, apuntándome con el dedo, ¡y menos mal que sólo fue con el dedo, pues tenían fusiles! ¡Mírale, mírale; se bambolea igual que una gallina; este morito es una gallina; Gallina, Gallina...! Me atolondré de mala manera, miré al rededor, y no se me ocurrió mejor cosa que buscar protección en el centinela, pero éste se puso a pasear, de un lado al otro, ¡de garita a garita! Aquel maldito lo único que no hizo fue reírse como los otros, ¡que de lo demás...! ¡Malditos españoles, malditos colonizadores!
Historia, compasiva, muy humana:
-¡Pobrecito! ¿Y no te atendieron en la Enfermería del Cuartel?
Gallina
-¡Que poco conoce a los españoles! Para hacer mestizaje, para eso, y sólo para eso, nunca fueron racistas… Tan apocado me sentí, que incluso perdí el conocimiento, que de todo eso me quedó la aversión por los centinelas…, ¡así me ofrezcan chorizos!
Historia
-¡Rapaz, has dado un testimonio muy honroso de tu nobleza, pues, a pesar de tales humillaciones, les ofrecías aquellas restauraciones de tu al-ma-luz a los sedientos!
Gallina
-¡Natural, Madame; era mi negocio, y luego que mis tiempos aún no llegaran! En aquella ocasión, cuando recobré el conocimiento, me encontré sentado en las rodillas de un Sargento..., ¡negro!, procedente de aquellos esclavos del antiguo Magreb, que ese sí que me trató con humanidad, e incluso me dio de beber, por su propia cantimplora.
          
¡Después de aquel infierno me sentí en el Cielo! Y le dije al Sargento Abdel-lah, que así se llamaba mi protector, ¡el verdadero!: ¡Tú estar mi padre! Abdel-lah, que era hijo de un esclavo, y por ello entendía de sufrimientos, asintió, ¡y así fue como nos adoptamos recíprocamente! Desde que libró Abdel-lah, bajamos a la Medina de Sidi Ifni, ¡los tres!
Historia
-¿Pero, qué tres...? ¿Se arrepintió el centinela?
Gallina
-Usted, Doña Historia, tiene fama de imparcial, ¡pero no sé si estará sonada! ¿Quiénes…? ¡Pues Abdel-lah, el burro y yo, tres almas gemelas!
Después de una breve pausa:
-¡Oh, y no se me enfada con lo que dije! En ese caso..., ¡disculpe! Voy a seguir con mi relato. Mire, aquella noche sí que supe cómo es una cama de colchón blando, ¡que tal me pareció aquel jergón de crin vegetal! Abdel-lah, aquel Sargento negro, ya tenía ocho hijos, ¡de dos mujeras! Así que yo, considerándome dueño del burro, lo dediqué a portar agua, desde el Oasis de las Palmeras, pero a los pobres, a los que no tenían ni para whisky, ¡se la regalaba!
Además de Abdel-lah, quien me trató con exquisitez fue Josefina, la mujer del Bancario, que siempre me hacía bocadillos cada vez que les llevaba agua dulce, y además me enseñó a leer, en español, cuando no había apuro, porque a las horas del colegio mi tener que llevar agua fresca a las casas, para las comidas. ¡Que Alá se lo pague, cuando venir, cuando subir al Cielo, que alguien me dijo que aún vive en Coruña…!
El Fassi, mostrando su desacuerdo con las misericordias del “Gallina”:
-¡Señoría! Permítame recusar a este Aguador tan blandengue, pues no me parece un testigo idóneo. Desde que lo envolvió en gasas aquella Maestra, la del Bancario..., ¡este chico perdió raza! Tan torpe es, que se dejó matar por el Polisario, ¡teniendo él mejores armas! Y además de eso, nos descubre, jactancioso, que es hijo de aquella Aisa..., ¡entregada a un Afilador ourensano! ¡Un paria, un mestizo!
Historia, con acento amable, conciliador:
-Si Allal, es bien cierto que tengo que ser imparcial, pero precisamente por eso, y sólo por eso, le diré que usted, de diplomacia, poco! Este chico se crece y perfecciona con el castigo. Repare que se juntaron en sus genes la bravura almorávide y la astucia gallega. ¡Esta clase de gente es la que hace país, y no los que lo dibujan en un mapa utópico!
Se dirige al Gallina:
-Rapaz, defínete, que tu Jefe pierde la paciencia contigo, ¡y eso que estamos en la Eternidad!
Gallina, con visible retranca, con ironía galaica, saliendo a su padre:
-¡Pues, si la pierde..., dos trabajos! Yo, a tal momento, sí que tengo un buen dilema: Por una parte, se me enfrió aquel odio recordando las enseñanzas de la madrina gallega; y también por culpa de los chorizos que me tiene ofrecido, tan cordialmente, este maldito centinela. Y por la otra, el abandono de mi padre, aquel ourensano de la rueda, ¡venganza requiere! ¿No se lo parece, Doña Historia?
Historia
-¿Rapaciño, que es lo que tienes oído contar de tu padre? ¡Interesa que nos lo refieras, con toda precisión!
Gallina
-¡Poca cosa! Que aquel Afilador, el tal Pepiño, fue a Ifni expresamente para joderles los aceros de sus gumías, ¡que las destempló haciendo que las afilaba! Y todo eso para que la ocupación del Territorio, la Ocupación Española, se hiciese por los soldaditos de Capaz sin derramamiento de sangre… Cuando se enteraron los del Amezdog, ¡burros sí, pero cobardes, no!, le persiguieron a muerte, que si no fuese así quien sabe si no volvería por Tabel-kuct, para casar con mi madre… ¡Seguro que sí! Como ve, este asunto de Ifni tuvo un fatalismo y unas contradicciones infernales; ¡cosa más atroz…!
En este momento Gallina le da su mano al Soldado X, y le dice, todo afectuoso, cordial:
-Bien que siento lo de aquellos disparos, ¡pero yo no compré la Thompson, que me la pusieron en las manos…! ¡Lo que no sé es si fuimos manejados por el Destino o por nuestros Jerarcas respectivos!
Soldado X, visiblemente sorprendido, sobresaltado, como despertando de una pesadilla:
-¿Que es lo que dices, qué escucho! ¡Dios mío! ¿Así que fuiste tú, tú mismo, el que me hirió de muerte? ¡Maldito hijo de…, de Aisa! ¡Si pudiese volver al día de marras…!
Gallina, sin perder su aplomo, sereno y conciliador:
-No te sulfures, rapaz, que son cosas de la vida... Y por cierto, mide bien lo que dices, pues Aisa, mi madre, no era ninguna mujer de la vida. Ella, la pobre, oyera cuentos de cristianos, igual que a ti te contarían que había moras, princesas moras, en los castros de tu tierra... Con su imaginación de niña bien creyó, al ver al Afilador, que la visitaba, que la poseía, el mismísimo Santiago. ¡Pienso que su entrega fue mística, o casi!
          
Si bien lo miras, el puto fue aquel Afilador, padre mío y paisano tuyo, ¡que abusó de una menor! Y también coincidió que una de las mujeras de mi padre adoptivo, aquel Sargento Abdel-lah, guardaba de sus antepasados la llave de su casa de Granada... Sobre ella juraban todos sus hijos que darían la vida por echar a los españoles de Sidi Ifni, en justa reciprocidad y con la misma urgencia con la que echara de España a nuestros ancestros vuestra Reina Católica, aquella Isabel, que mira ti que si no llega a ser católica..., ¡lo que nos haría!
Como ves, querido amigo, esta tragedia, la nuestra, ya estaba escrita en varias hojas de nuestra Historia, ¡en la común! Yo sólo hice, modestamente, lo que tenía que hacer: ¡ejecutarla!
Se encara con Si Allal:
-Mientras tanto, mientras yo le disparaba a un buen amigo, al centinela del Cruce, usted, Si Allal, ¿qué es lo que hacía? ¡Si, entonces, mientras nosotros, los desharrapados, los hambrientos, cumplíamos sus consignas! Usted estaría cenando en Rabat, y seguramente en un buen restaurante, bien visible para que los españoles no desconfiasen de usted, hecho un hadj, ¡un hach, sin riesgo alguno y amparado por los mejaznies de Palacio, lejos de todo peligro! En este caso, amigo, Salam Aleikum!
Historia, con la vista alzada, orante, como hablando con la Divinidad:
-¡Ciertamente estoy asombrada de que un Territorio tan pequeño me saliese tan revoltoso! Y menos mal que España, y Marruecos, cada uno por su conveniencia respectiva, disimularon aquellos contratiempos, que si no fuese por su vergonzoso hermetismo habría que dedicar tanto papel a referir tales follones que la desertización avanzaría, ¡por lo menos, una legua!
Ahora se dirige a los Jurados:
-Entiendo que con cuanto aquí se dijo, y con lo que ustedes saben por sus experiencias vitales y personales, ya podrán hacer un balance de la situación.
Después de eso, y sin dejar de mirar a los Jurados, pero dirigiéndose más bien a un supuesto público, añade:
-Habrá que aclararles a los historiadores que en este Juicio también fueron muchos los llamados y pocos los escogidos. Algunos de los más comprometidos no pudieron acudir a esta Citación porque están en el Séptimo…, ¡Infierno! Y de los de segundo orden, de esos, pocos habrán salido del Purgatorio…, ¡del Purgatorio de sus mentiras!
Sólo encontré indicios de criterio racional en estos Jurados aquí presentes. Y lo siento por ustedes, que tendrán que apechar con las subsiguientes responsabilidades del Fallo. ¡He dicho!
Se retiran todos, lentamente, con solemnidad.

 Acto II
Actuación del Jurado en el Caso Ifni
          
En este Acto el mismo decorado de fondo. En cuanto al mobiliario, media mesa ovalada, en sentido del eje mayor, que vista desde el público semeja una media luna. Los Jurados de cara al espectador. Una gran pancarta de fondo, que tiene escrita en caracteres árabes, y repetida en castellano, debajo, la aleya 90, de la sura 16, del Al Qurán:
Dios manda la justicia, la beneficencia y también la caridad con sus allegados y prohíbe la torpeza, lo reprobable y también la injusticia. Él os exhorta. Tal vez reflexionareis.
En las puertas del Foro permanece la Guardia Mora; se supone que está, además de para mantener el secreto de las deliberaciones, para imponer orden, ¡un orden dictatorial!
Se sientan todos, entremezclados, pero se distinguen bien, además de por la vestimenta, porque los españoles se sirven vino, y los musulmanes disponen de unas teteras.
Se levantarán según se vayan presentando para intervenir. Los militares, siempre descubiertos, tendrán sus gorras o sus teresianas debajo del brazo, o delante suya, pero bien visibles, sobre la mesa.
Escena 1ª de este 2º acto.
De fondo, un firmamento tachonado de estrellas. Se ven unos cojines morunos, asimétricos, diseminados; alfombras de nudo, etcétera...
Comandante de la Policía Indígena, en adelante, Comandante P.
-¡Salam Aleikum!
Le responden todos:
-¡Aleikum Salam!
Comandante P.
-Como esto va de guerra, y ya tuvimos bastante ahí abajo, propongo designar Moderadores para que atemperen la discusión de este Jurado.
Descendiente del Chej Ma al-Ainin, en adelante, Al-Ainin, que significa, El de los Ojos Grandes:
-Yo estaría más o menos conforme con llegar a un arreglo, a un sobreseimiento, pero..., ¡el caso es que somos pares!
Comandante P.
-Eso tampoco es cierto, que vosotros bien comunes sois..., ¡mayormente tú, chupóptero barrigudo! ¡Común y vulgar! De Pares, tampoco; ¡maldita cosa! Pero esto no tiene arreglo; lo que sí cabe es una sugestión. ¡Veamos!
Voto y propongo delegar en dos de los nuestros; y después de eso que se pongan de acuerdo entre sí, o que se releven; y como para ello hay que ser pacífico, a ser posible con hábitos o con acciones de ámbito internacional, propongo lo siguiente: ¡Darle el voto a este Empleado de Banca, que si algo hubo en el mundo que fuese, de siempre y verdaderamente, multinacional, multinacional y cosmopolita, es el dinero! Secundado por el Farero de Sidi Ifni, aquel Técnico de Señales Marítimas que alumbró para todos los que pasasen, ¡sin preguntarles por su bandera!
Los españoles aplauden esta propuesta, así que los interesados hacen gestos de asentimiento.
Al-Ainin
-Internacionales, lo que se dice internacionales, también tenemos nosotros, que aquí están el periodista Fadel, brillante colaborador del Semanario “A.O.E.”, y Fatima, su novia, la enfermera. ¡Que no se diga que la intelectualidad y la enfermería no son valores universales!
En los musulmanes se observa una reacción afirmativa, acatando la sugerencia.
Comandante P.
-Visto este consenso, por ahí debiéramos haber empezado en aquella litis, en aquel follón: ¡Consensuando! Sugiero que empiece a hablar nuestro Farero, ¡que por algo es un hombre de altura!
El moro Fadel, intelectual musulmán, en adelante, Intelectual.
-¿Comandante, eso, ahora, por qué y para qué? ¡Experiencia tardía! Acuérdese que cuando llegó a Ifni este Farero, este hombre gris, vestido de gris, procedente de las Camariñas grises, que no verdes, ustedes, aquellos vividores que vivían de gorra, ¡de gorra de plato!, tuvieron un empate en el Casino de Oficiales, que no le querían dar admisión, que se la regatearon, considerándole de categoría oficial subalterna; ¡de cuchara, se decía entonces!
¡España, tu eres, en las desdichas, grande, que eso se dijo aquí; pero sólo en eso, en las desdichas, que en esas ocasiones todos los hombres te valen y sirven, pero…, ¡a las órdenes de los grandes!
Comandante P., que reacciona violento, belicoso, siempre con el genio vivo y la voz oxidada por su trasiego alcohólico.
-¡Por dos razones! ¡Y conste que también hablo en representación de los Paracas y de la Legión, a quienes tanto temen los marroquíes que ni aceptaron su presencia en este Jurado! A lo que voy: Porque desde la cúpula de aquel faro de Sidi Ifni siempre estuvo más alto que ninguno de vosotros, incluido el muecín de aquel minarete da vuestra mezquita, de la vieja! Desde allí era más intelectual y más filósofo que todos vosotros juntos. ¡Estaba más cerca de Dios! Y también resulta de justicia pues aquel alevoso ataque del Ejército de Liberación a los civiles, a los indefensos sirvientes del faro de don Enrique el Navegante, más conocido como Faro de Bojador, requiere una condena y una satisfacción..., ¡históricas!
El Farero inicia el movimiento de ponerse en pie, pero al ver que se le adelantaba uno de los desertores, vuelve a sentarse.
Desertor del Grupo de Policía, en adelante, Desertor P.
-Mi Ex-Comandante: Por culpa de este farero de Sidi Ifni cayó el Taxista aquel, el Cherja, o Chelja, cando retornaba de llevarnos, furtivamente, a nuestra lancha furtiva, ¡y tan furtiva, que siempre nos esperaba por la parte de la finca de Explotaciones Agropecuarias Africanas, junto a un barco allí encallado, para hurtar su silueta. El Chelja conducía con los faros del coche apagados, alumbrado tan sólo por la media luna, pero le delataron los destellos de aquel faro indiscreto... Por eso propusimos, con nuestra ascendencia de Asesores Militares, sabotear los faros, ¡todos!, y de paso, amedrentar a los fareros. ¿Se entera, que es como usted nos decía en la Instrucción? ¡Pues ahora la instrucción la damos nosotros!
Al-Ainin, entrometiéndose, sobresaliente, resabido:
-Están desbarrando..., ¡unos y otros! Cabo Bojador no entra en la Ifnada; ¡es una plus petitio! Cabo Bojador cae al Sur, lejos, fuera de este litigioso enclave de Ifni. Si nos ocupásemos de Bojador, alguien tendría la ocurrencia de mentar Ceuta, y también Melilla, tema en el que yo, por mi ascendencia saharaui, sería neutral, teniendo que reconocer que esas dos autonomías ya eran miembros del Estado, de la Monarquía española cuando el Norte del actual Marruecos no pasaba de ser un conglomerado anárquico de tribus anárquicas, feudales, patriarcales, puras taifas que servían de cobijo a los piratas berberiscos, que por entonces era su única organización y ocupación. ¡Por tanto, demos al César lo que es del César!
Comandante P.
-¡Ojos Grandes eres, o serás, pero lo que es miope, nada! ¡Gracias! Y tienes razón en que aquí sólo se ventilan responsabilidades políticas, crímenes de guerra...; ¡todo eso! No se trata del limes de aquellas Provincias. En cuanto a lo de Bojador, el propio Desertor reconoce que fue una venganza cruenta por haber descubierto, gracias a los providenciales destellos de un faro, el vehículo de aquel taxista, y por ende, la ruta de aquellas deserciones. ¿Estamos?
Desertor P.
-No se confundan conmigo, que yo deserté por una buena causa, ¡por pacifista! Que nos viésemos implicados en esa cosa de la Soberanía de los Pueblos, aquel invento de las Naciones Unidas, eso fue adicional, ¡una especie de bastardía evolutiva!
Comandante P.
-¿Evolutiva? ¡Un parto de cretinos! Fue oneroso, pero, sobre todo, deshonroso. Primero, por aquellas garatuxas del burdel moruno, que ya sabíamos que os hacían señas desde el otro lado; y después, por una mierda de sobre..., ¡del enemigo tradicional! ¡Todo por una fuente de cuz-cuz...! ¡Fuiste un mal español, un traidor a nuestra bandera!
Desertor P.
-De sobres ya se habló, precisamente aquí, por ante este Tribunal de la Historia. Y creo que quedó claro que aquellos Pluses no eran los de la tropa. ¡Yo, lo que es a nuestra bandera, no le hice nada que fuese deshonroso, ni deshonroso ni porno, que sólo la toqué un poquito, y para eso con la punta de los dedos, con el Capellán presente! Y también les puedo jurar que nunca su cuenta he visto, que eso lo hicieron otros...; ¡otros que la tienen por sagrada, para más inri! Entiendo que lo deshonroso era izarla en tierra ajena, máxime contra la voluntad de nuestros anfitriones, ¡séase, de los aborígenes! Ponderando todo esto en mi entendimiento fue como llegué a entender a los nativos, el por qué de que con la fusila, con su detente colgado del pescuezo, y aquellas jaculatorias coránicas..., fuesen capaces de sostenerse, estáticos, hora tras hora y día tras día, observándonos, vigilándonos por detrás de las chumberas y de los arganes. ¡Poco o mucho, bueno o malo, defendían lo suyo!
A los franceses les tenían más respeto, ¡y con el respeto, miedo!, pero a nosotros, acostumbrados como estaban a que les tuviésemos de golpes de nuestras gallinas, ¡lo único que nos tenían era hipocresía! ¡Llámame burro, o Mohamed, lo que más te guste, y todo lo despectivamente que quieras, pero págame la paga, aquellas mensualidades de combatiente de las Asturias! ¡Tiene gracia: Un gallego de la Gallaecia, aquel Pelaio, les echó de la Cueva de la Señora ; y otro gallego, Franco, les encomendó, en el 36, su liberación y su guarda!
En los preludios del 57, en aquellas salidas que hicimos dándoles retaguardia a los paracas y a los legionarios, tuve ocasión de observar que el nativo, obviamente, conocía mejor que nosotros su terreno; que resistía la sed, y que, envuelto en su chilaba, se camuflaba mejor que los conejos del monte; que asentaban las babuchas en piedras conocidas, que no les lastimaban... Para desplazarse no precisaban de ningún Cabo que les ordenase: ¡De frente. Mar...! Si veían a sus hostes, nosotros, en orden de marcha, reculaban, pero a rastras, sin elevar la capucha, ¡y como se apoyaban en sus chilabas, ni rastro dejaban! Si nos dispersábamos, ¡paqueaban! No fueran a Zaragoza, pero no lo precisaban: ¡su Academia estaba en sus genes!
Observando estas aptitudes y estas actitudes, me percaté de que era mejor escuela la suya, así que trasladé la matrícula, ¡en vivo!
Comandante P., que se pone en pie, irritado, y hace un gesto de amenaza contra el Desertor de su Unidad, como si fuese a dispararle un tiro de pistola en la nuca:
-¡Traidor! No sé cuál de los nuestros, de nuestros leales, fue el que te puso en su punto de mira, pero estuvo bien hecho, aunque estaría mejor cogerte prisionero, que entonces tu tiro de gracia lo gozaría yo, ¡yo mismo! ¡Lo gozaría más que si me concediesen una laureada! Para que te enteres, por tarde que sea: ¡La soberanía de los pueblos era la nuestra, desertor de tercera! ¿No te explicaran en aquella Retórica tan retórica, en tu Campamento…, que Ifni era Territorio de Soberanía? ¡Encima de eso, tengo que sufrir esta ignominia de tu concurrencia, de tu personificación, en esta apelatio al Tribunal de la Historia!
Si me vuelves a citar nuestra bandera, te envolveré en la del enemigo, ¡y te lanzaré con ella al infierno de los traidores!
Con la vista alta, clamando para arriba:
-¡Estas contradicciones de la Historia me tocan los…, los tambores! Si no fuese por la niebla de aquel día…, y porque les falló el altímetro, ¡a buenas horas estaría yo aquí, deshaciendo nudos gordianos! Mi colega, aquel Álvarez Chas de Borbén..., ¡aquel sí que sabía por dónde teníamos que cortar, por donde había que bombardear! Si no llega a ser por la niebla…!
Comandante del Grupo de Tiradores de Ifni, en adelante, Comandante T.
-Estoy en el mismo caso con respecto al desertor de mis Tiradores, pero confío que la Historia, después de este Nüremberg, les aplicará un repasito a estos..., ¡piojosos!
Comandante P.
-¡Colega, de piojos y de liendres ni me hables! Acuérdate de aquellas campañas sanitarias que les hicimos en el interior de sus Poblados
La mora Fatima, enfermera, en adelante, Enfermera.
-En aquella Campaña participé yo, pero sin guantes asépticos, que no nos los dieron. Decían: ¿para qué quieres guantes si no desfilas? Por tanto, ¡doy fe! También es cierto que la Policía Indígena tuvo actuaciones meritorias en cuestiones tan atípicas como el asesoramiento agrícola, registro civil, administración general, etcétera, pero los mismos hechos que honran a este Cuerpo Colonial desprestigian a vuestra España.
¡Como os lo digo, que incluso de parteras hicieron aquellos Policías! En cambio dejaron lo fundamental, lo que les era propio, que ni acondicionaron sus fortines ni tuvieron previsión de armamento adecuado y actualizado. ¡Ni armamento ni comunicaciones, que se valían de unos hilitos de cobre cortables con una simple hoz! No pudieron ser informados, por consiguiente, de nuestros preparativos para aquel ataque, simultáneo, sincronizado, del Cincuenta y siete, que les pilló haciendo mestizaje, ¡pues hacer el amor es otra cosa! ¡Ah, si aquel atrabiliario de Pancho Villa levantase su cabeza, cuanto se reiría de ustedes!
En canto a Sanidad, España no se cansaba de pregonar que en el Cincuenta y tres erradicara de Ifni la peste bubónica... Ciertamente fue un logro, un acierto histórico, pero, ¿y lo demás?
Pasando, pues, a la parte negativa. ¿Qué me dicen de las enfermedades venéreas, aquella peste de los españoles? ¡Para más cachondeo, a la sífilis le llamaron, mal africano!
¿Y qué me dicen, también, por poner otro ejemplo, de aquel dentista que se tuvo que ir del Territorio, amenazado, o expulsado, simplemente por tener relaciones formales con una nativa? En vista de ello, y para asegurase el alpiste, se casó con una española, ¡a toda prisa! A pesar de ello, quedó mal visto, y bien amargado; así que, poco después, se ausentó, sin despedirse, y menos mal que ocupó su vacío un Mecánico - Dentista, aquel Manrique, un simple Brigada de Sanidad; buen rapaz, voluntarioso, eso sí, pero..., ¡zapatero, a tus zapatos! Claro, los mandamases españoles tenían aviones militares a su disposición para ir a Canarias..., ¡a tirarse canarias, y de paso, pasar por el oculista y por el dentista! Del resto de la población, fuesen moros o cristianos, poco se dolían... ¡Le llamaban soberanía cuando ni protectorado fue!
Doña Historia, estos mismos, estos que tal hicieron y gobernaron, son los europeos que más llevan farfullado de tener amistad, de confraternizar con los musulmanes. Si no tenían herencia, medios, para repartir, ¿por qué se inventaron aquellos hijos adoptivos?
Comandante P., con voz potente, acostumbrado a mandar:
-Ya se puntualizó aquí que en este Tribunal se ventilan únicamente las responsabilidades de aquella guerra, y no esos nimios incidentes de la paz!
Enfermera
-Las guerras, señor Comandante, son los eclipses de la paz, causados por los tiranos, que se ponen delante para quitar el sol a los proletarios, y con los proletarios, a la gente indefensa.
En cuanto a su colonización, a su estilo colonizador, bien lo dijo Cambó, y precisamente en Madrid, en la tribuna del Congreso: ¿Qué empresa es la de Marruecos, si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?
Por si precisan dos dictámenes, dos testimonios, dos testigos, también les presento la opinión de su Marcelino Domingo, quien opinó de su jactanciosa España que, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil..., ¡y ni soldado! ¿Asombroso, no? Pero como tampoco quiero exagerar, admitiré que en Ifni sí hubo médicos, bastante buenos con respecto a la época y a los medios de que disponían, y unos maestros, unos profesores, aceptables para el nivel cultural de la España de entonces..., ¡pero falló el mando, o por mejor decir, el telemando, ya que Madrid, además de caer lejos, estaba muy alto, anublado con la literatura imperialista imperante en aquellos años!
El Comandante asiente con un gesto aprobatorio, de reconocimiento, y no le discute.
Farero
-Yo he sido designado, aludido, y no sé cuántas cosas más, así que entro en escena para moderar otro follón, ¡que amenaza, incluso, con revolver la paz de los sepulcros! Ante todo, permítanme decirles, señora Enfermera y demás jurados, que yo no acepto curas en falso..., ¡y falsos curas, santos inmaculados, tampoco!
Aquí, cuando se toque un tema, tendremos que ahondar para dejarlo bien batido, y mejor debatido, ¡pero en paz eterna, allende los cementerios! Que después estemos, o no, de acuerdo, eso será responsabilidad de cada cual. ¿Les vale? Empezaré enseñando las interioridades, que aquí arriba se supone que andamos en cueros. Como dicen en Camariñas, ¡para conocernos mejor!
Enfermera, que lo interrumpe:
-¡Eso quisiera usted, que me quitase esta bata clínica, y después que le bailase la danza de los siete velos..., pero sin velos! En cueros, lo que se dice en cueros, aquí sólo vinisteis los españoles, pues con vuestras fanfarrias, de tanto alternar con las potencias mundiales tenéis empeñada, incluso, la camisola de vuestra Reina Isabel. Doña Historia, si no me cree, pregúntele al Bancario..., ¡pregúntele por la Deuda Externa!
Farero, ignorando esta observación de la enfermera:
-Yo procedo de Camariñas, tierra de encajes y de fareros, que viene a ser lo mismo; un rayo por aquí y otro por allá; hilo por arriba y lazada por abajo. ¿Se me entiende? ¡Pues iba siendo hora de que alguien entendiese a los gallegos!
¿Curriculum? Me citaron aquí, y supongo que también sería por lo que sé sobre religiones comparadas..., ¡ya que fui seminarista! Pienso que también estaré metido en el ajo porque soy el único español, de aquellos de Ifni, que se preocupó de leer el Al Quran. Pasé por el Seminario de Santiago pero no pasé a las Órdenes Mayores porque algún íntegro integrista, ¡que también los hay en el catolicismo!, descubrió, y se chivó, de que mis padres no estaban casados por la Iglesia cuando decidieron fabricarme..., ¿y qué culpa tendría yo? ¡Yo era el seminarista, y no ellos! Nuestra Jerarquía quería presbíteros solteros, ¡pero con los padres casados! ¡Fariseos!
Tan deprimido me dejaron aquellos tíos del nacionalcatolicismo, más papistas que el Papa Luna, que dudé entre irme con los musulmanes u opositar a Técnico de las Señales Marítimas, que era como entonces se nos llamaba a los novios de la luna. Hice primero lo segundo, que de este modo a tierra de moros también iría, ¡pero con Plus de Residencia, que yo no era tan parvo como aquella Teresa de Ahumada y de Cepeda…!
En Sidi Ifni rondé las moras, sin discriminación, como buen cristiano, pero me enlazó a tiempo una cuñada, ¡otra Diana cazadora! Si así no fuese, a mí no me lo harían dos veces, simplemente por una Fe de soltería, ¡que ya tenía experiencia!
¿Os percatáis, señores historiadores, de que en Ifni incluso el barco de los suministros, el Río Sarela, era gallego? Habría que decirle a Doña Historia si se tiene fijado en nuestro monopolio colonial, primero en las Américas y después en el Magreb... ¡Pues sí, con la diferencia de que, de América, España, y también los gallegos, poco o mucho, pero algo trajeron, mientras que del Magreb sólo nos llevamos las piedras de los mecheros!
Intelectual
-¡Así que leíste nuestro Al-Qurán, eh Farero? Estos gallegos dan a todas..., ¡y sabinas hubiese! Siento no haberlo sabido a tiempo, que te hubiese propuesto una deserción religiosa... ¡La soledad de un Farero es la cosa más apropiada para un Islam!
Farero
-¡Para el carro, vecino, que una cosa es que tuviese problemas con los Curas, y otra muy diferente que reniegue de mis creencias! Los mejores amigos de nuestros Curas somos sus críticos, pues ellos, como no tienen democracia, sin un poco de protesta a su alrededor se duermen en la infalibilidad. ¿Sabes qué le dije a mi Rector, allí en Santiago? Pues esto: ¿Usted está seguro de que San Joaquín y Santa Ana estaban casados por la Iglesia? El Catecismo del P. Astete decía que los doctores de la Iglesia sabrían responder, pero aquel Cura se quedó achantado, ¡y me contestó con un bufido!
En cuanto a los desertores, después llamados objetores de conciencia… ¡Voy dejar las cosas bien sentadas, que en España siempre hemos sido implacables con los desertores del Ejército, y en cambio elevamos a Obispos y a Ministros a muchos desertores del arado! Entre lo que he visto y lo que me dijeron, las cosas estaban de esta manera: Ciertos soldados españoles, al parecer una media docena, y unos cientos de nativos, se cansaron de tomar el sol español porque alguien les dijo que del otro lado de la frontera chaparían…, ¡champaña francesa!
Los del Istiqlal situaron aquel Banderín de Enganche en Ifni, en el burdel moruno por más señas, ¡y hubo que cerrar la tienda! En vista de eso, y por considerarlo un mal necesario, nuestro Gobernador hizo una leva en Canarias, ¡e importó dos aviones de fulanas que hablaban en castellano, con lo que se acabaron las Mata-Hari indígenas!
A estos desertores tan miraditos y escrupulosos les contaron el cuento de que quien quisiese libertad, en el Marruecos libre, libre quedaría, ¡y bien empleados, además! ¿O no es cierto que también os dijeron que aquel que quisiese ascensos llegaría a lugarteniente del propio Mizzian, de Mizzian el Bueno, (¡lo de bueno que se lo pregunten a su yerno!), sin pasar siquiera por la Capitanía de Coruña?
Aquellos pacifistas ilusos a lo que ascendieron fue a fusileros del sargento Ben Hamú, pero ese sí que ascendió a coronel, ¡ese sí! Encima de eso, aquel putero, aquel alcahuete que era el Chelja, ¡les cobraba el taxi para el viaje de su deserción!
¿Quién era el Chelja, o xelja, que aún no se dijo? Unos opinaban que era un Adonis para las cristianas, y un Tenorio para las musulmanas, mientras otros afirmaban que era el mismísimo Moro Juan para aquellos desertores, que les daba lo que no tenían, ¡con la de veinte centímetros! Esqueleto largo y bien estirado, haiga negro y tarbuch bermejo, con la barba siempre a medio afeitar…
Cando le veían pasar por delante de nuestros centinelas, con su taxi cargado de…, ¡de moras veladas!, incluso le envidiaban los oficiales de nuestra Policía Indígena, imaginándose que estaba haciendo suministros eróticos. Así se fue bandeando, de bandera en bandera, sin peligro para sus…, ¡alcahuetadas!, hasta que mi faro desveló el misterio de sus viajes.
Cuando le preguntaron por sus “moritas”, por aquellas de los velitos de tul ilusión, por aquellas aparecidas desaparecidas..., él dijo que las dejara a remojo en el campo, lejos de la casa de sus padres…, ¡para que les afeitasen la chapona! Pero en esto que vino el Cabo Cigüeña, aquel gran electricista, aquel inventor de la máquina de la verdad…, y entonces el Chelja especificó, ¡eso si, a grandes saltos!, que aquellos velos velaban…, ¡desertores!
Lo que seguramente sepa mejor que yo este Comandante de la Policía es cual fue el motivo de aquel intentio de suicidio del tal Chelja, que se tragó los clavos, y también las astillas, de su celda en la cárcel de Sidi Ifni. Y gracias que le operaron a vida o muerte, pero fue peor el remedio que la enfermedad, que así no hubo censura posible, y esa noticia llegó, por lo menos, hasta la cúpula del faro!
Como quiera que fuese, España le fabricó un héroe a Marruecos. Fue un craso error, Doña Historia, pues en vez de meterle en la cárcel…, ¡con lo grueso que estaba pudo alimentar media docena de cazones!
Desertor del Grupo de Tiradores, en adelante, Desertor T.
-También he sido aludido, y además de eso, humillado, ¡así que pido la palabra! Me pasé al Marruecos por...; lo voy a decir, que ahora no es peligroso: ¡Por comunista, o sea, por ideales, cosa que no tenían aquellos barrigudos del Casino! Ahora estoy aquí donde me ven, en el Cielo, ¡arrepentido, pero también decepcionado! Tanto que se decía en Ifni que el comunismo ayudaba al Istiqlal, y después resultó que en el otro bando, en el magrebí, ¡común, lo que se dice común, sólo tenían la miseria!
He muerto enfundado en un buen capote, de la marca Tower Clothiers Litd, ¡puro capitalismo!, por más referencias. Bien abrigado, eso sí, que mis compañeros de Tiradores murieron con las alpargatas rotas, ¡pero no con las botas puestas! La Historia española, para bien poco cambia, que mi padre, con la paga de mutilado de guerra, de la del Treinta y seis, murió de frío y de miseria, guardando ovejas en los Ancares... Como veis, poco comunismo hubo en todas partes, pero al menos viajé para la Eternidad envuelto en un buen capote..., ¡a falta de bandera!
Funcionario de la Tesorería del A.O.E., en adelante, Funcionario.
-Tienes razón, compañero, que el reparto de la riqueza ese sí que es un problema histórico.
Después de una breve pausa:
-Servidor también estuvo en Ifni, en los Servicios Financieros…
Igual que Calvo Sotelo, tuve vocación por la Hacienda ajena, por la del Estado, que así los juegos y los flujos financieros, los ensayos, las inversiones, los errores y demás experimentos de la Administración, no me iban al bolsillo. Ingresé por oposición, mayormente por la que hizo ni padrino en las alturas del Movimiento, en el Cuerpo de Contadores del Estado. Y seguidamente pasé al Gobierno General de Ifni; también por padrino, lo confieso, ¡que a los gallegos nunca nos faltó un cacique de pías!
Seguramente puedo ser aquí, en este Jurado, el más imparcial de este pleito histórico puesto que ya no estaba en Ifni aquel famoso Veintitrés de noviembre, que nos echaran antes, al Registrador Hortal y a este servidor, por…, ¡por atenernos a la letra, a la legalidad vigente!
Lo que es por mí, este Juicio se resuelve y concreta en dos palabras: ¡Dilapidación e Ingratitud! Dilapidación española, e ingratitud marroquí, ¡correlativamente! Lo único en lo que tengo dudas es en cuál de los dos pecados hubo más malicia, o más estulticia. Se alguien me lo pudiese explicar, bien que se lo agradecería, pues con eso remataría estas alegaciones, ¡ipso facto!
Al-Ainin
-¡Niego las dos proposiciones, tanto la mayor como la menor! Nuestro Padrino, nuestro Protector, séase, España, representada por su Imán y Caudillo, tenía ciertos deberes...; ¡y si no, que no bautizase, que no se inventase aquello de “Territorio de Soberanía”! Pero su España siempre quiso parangonarse con la vecina, sin percatarse de que por aquel tiempo ya eran ustedes una nación en quiebra técnica, una antigualla venida a menos. En cuanto a ingratitud, ¿qué era lo que teníamos que agradeceros si todo lo hicisteis por presunción racista, que incluso habéis instituido una fiesta para la Raza...?
Empleado de Alí Ben Boaida, en adelante, Empleado.
-¡De la presunción española hay que preguntarme a mí! Por poner un ejemplo: Cando mi patrón, Si Alí Ben Boaida, futuro Gobernador de Tarfaya, importó aquellas radios monumentales, las Blau Punkt..., los señoritos del Casino encargaron doscientas, ¡para pasarlas a España sin aranceles, de puro contrabando! Pues bien, con eso del, Mohamed, apúntame..., para fin de mes, vino la tan repetida guerra del Cincuenta y siete, ¡y sólo nos pagó este Bancario, que los demás se acogieron a la cláusula de “botín de guerra”!
Empleado de Banca, en adelante, Bancario.
-Os transferí a Casablanca aquel dinero de mi radio por..., ¡por idiota, por pasarme de escrupuloso! En la traída y subsiguiente venta de aquellas radios hubo un ardid, un engaño, una coartada, ya que os sirvieron para disimular ante los españoles la que nos preparaban tu patrón y sus amigos… ¡Menudo Notable aquel Boaida, más astuto que el propio Raisuni!
¿Quién iba a sospechar que tuvieseis aquel almacén abarrotado de cajas de armamento cuando, aparentemente, os venían aquellos bultos, en el Manifiesto de Carga, como mercancía procedente de Puerto Franco? ¿Y quién podría suponer que atacaríais a la semana siguiente, de inmediato, si seguíais vendiéndonos al fiado, con toda normalidad, o por mejor decir, con dolosa normalidad, unas cantidades tan fuertes y tan valiosas...? ¡Que Boaida estuviese ausente tampoco era motivo de recelo dada la frecuencia de sus viajes! ¡Pero qué listos, vosotros, y qué torpes, nosotros, nosotros y nuestro Servicio de Información…, si es que le teníamos!
Empleado de Boaida.
-¡Amigo, la ingenuidad española es vieja, ya que nació en el 711 de vuestra era! ¿Ingenuidad, o pereza mental? ¡Es que vosotros, nuestros protectores, nuestros inculturadores, ni contar sabéis! ¡Ni contar, ni pesar, ni medir! Veamos: ¿Qué español sabía, ni sabe, contar los días; estos: tnin, tleta, arba, jamís...? ¡Nada, ni eso! Aquellos bultos, aquellas radios, ¿en cientos de cajas? Algunas eran radios, en efecto, pero las otras, otras tantas, las más pesadas…, ¡eran armas, papones! Lo único que no descargamos en la playa de Sidi Ifni fueron los morteros, que entraron, todos, por Agadir, delante de vuestros espías, ¡aquellos que por tales cobraban! Del calibre 60 recibimos unos quinientos; y del 81, ¡la tira!
Los fuimos distribuyendo a lo largo de aquella raya a la que llamasteis frontera, uno por cada argán, mas para verlos había que acudir al monte, pues desde las terrazas del Casino…, ¡ni Galileo con su aparato!
¡Una vergüenza colonial, otra, otro Annual! Bien mirado y bien pensado, en una Dictadura sin controles, ¡ya se sabe!, los gobernantes se entregan a la poesía, como Nerón, ¡y con ellos, sus mandados!
Por lo que hace a mi Jefe, a su voluntarismo para lograr cuanto se proponía, ¿no recordáis aquello de Barcelona…? ¡El Bancario seguro que lo sabe, que ese, lo que es para informes comerciales…! Llegó Sidi Alí a un hotel donde el Conserje le indicó que, tratándose de moros, ¡over booking! En el Banco le dijeron quién era el dueño…; y al día siguiente, cheque al canto, Registro de la Propiedad…, ¡y el Conserje a la rue!
Comandante P.
-En aquel tiempo, los míos, los de la Indígena, en lugar de registraros las mercancías, que sería una falta de confianza en vosotros dada la tradicional amistad hispano-árabe, tan preconizada y rememorada en las consignas de El Pardo, este Cuerpo de elite se ocupó de civilizaros, de desratizaros, de despiojaros, que ya lo expliqué aquí! ¡Malditos desagradecidos...!
El Empleado de Boaida, siempre burlón, se ríe del militar; así que el Comandante de la Policía se levanta incontinente y hace ademán de irse encima del Empleado, mostrándole los puños; los que están próximos intervienen y cortan la reyerta.
Intelectual
-Como moderador no me estoy luciendo; ¡ciertamente, no! Pero coincido con el Farero en que tenemos que darnos a conocer tal y como somos, pues sin un conocimiento personal, diplomático, los enfrentamientos armados son inevitables entre humanos. Si me permitís una inmodestia: Allí en Ifni, en cierta ocasión he sido el orgullo de los colonialistas: Mandé un poemita al Semanario A.O.E., en español, por supuesto, tal y como hiciera en su día Abd-el-Krim en el Telegrama del Rif, y todos se frotaron las manos, como diciéndose, ¡Ya lo tenemos, ya lo tenemos! Os imaginasteis que yo era un engendro, un fruto, de vuestra cultura, un feto intelectual, una muestra, evidente y elocuente, de vuestra culturización... ¡Ya, ya, como para contárselo a la Unesco!
Comandante de la Policía, que se muestra inquieto, y le interrumpe, visiblemente excitado:
-¡De tu petulancia y de tu pacifismo estamos informados...! Fuisteis el caballo de Troya para la juventud ifneña, en parangón con aquel Rifeño... Nosotros la teníamos por entonces bien pacífica y bien civilizada, acudiendo normalmente, muchos de vosotros, a las clases de Bachillerato, en nuestro Patronato… ¡Sanguijuelas, que lo fuisteis todos, o casi todos!
Intelectual
-¡Comandante, alto ahí, que usted mismo se descubre! Su civilización, su labor civilizadora, fue de Patronato, efectivamente, que no supieron hacer otra. ¡Protección con lavado de cerebro no es Protectorado! Tan pronto como se inventaron lo de Provincia, en Ifni pasaron de Patronato a Instituto…; ¡una habilidad tardía! Nuestra juventud, la de su Colonia, fue una juventud humillada, acomplejada, porque no quisieron o no pudieron darnos la consideración debida. ¿Cuál de sus profesores nos habló en nuestra lengua madre? El intelecto debe actuar de otra manera: ¡convenciendo, sugiriendo, estimulando...!
¡Ahí tiene mi caso! Mis temas en aquel Semanario A.O.E. eran líricos, fraternos, liberadores. No presioné a nadie, y me siguieron todos, a hecho, moros y rumies! Pienso que incluso me aceptaba su gente, los españoles. Sin proponérmelo, con ese carisma que se me atribuía, he sido una especie de precursor, algo así como aquel portugués del Grándola, Vila morena…
Los colonizadores, ustedes mismos, me hicieron asta y bandera, balance de su propia culturización; pero los míos bien entendían que yo no era mástil sino bandera, espíritu profético de Alá, que les personificaba un resurgir, ¡uno más!, de aquel solitario Islam, en aquel enclave, en su “Vila morena”, que pujábamos con todas las fuerzas, visibles e invisibles, para desclavarnos de la cruz de su sometimiento. ¿Que con ello caeríamos en la pobreza, en el aislamiento, con una considerable pérdida presupuestaria? ¡Riqueza a cambio de libertad es una cosa indigna!
Aquí mi compañera y amiga, Fatimita, que tanto sabe de las enfermedades corpóreas, pero también de las anímicas, era mi novia, mi auténtica musa… ¿No lo sabían?
Hablando de saber: ¿Saben el motivo de aquel empeño en tomar Granada con tanta urgencia?
Sin entrar en detalles y/o traiciones: Los Reyes de Castilla precisaban abrir, provocar, una guerra externa para evitar las internas…
Lean a su Juan Rodríguez del Padrón, y también a Ocampo, para más contraste! Aquellas luchas internas, solapadas, les deshacían el reinado, precisamente cuando más les convenía estar unidos, tal que para arrebatarnos Antequera, en el 1.410. Aquellas disputas sobre quien habría de llevar el guión, si su gente iría delante o detrás, etc. ¡Aquellas discordias de los españoles dejaron exangües a más de mil rumies!
Comandante P.
-No te metas en honduras, que eso es demasiado para un chico de nuestro Patronato..., ¡por listo que seas, y por sabedor que resultases!
Intelectual
-Como las busca, que bien quisiese usted mandarme a los chumbos, le voy a refregar con un episodio de su Historia, que me la conozco mejor que usted porque la he estudiado en los autores de aquende y de allende del Estrecho: Ayer, ayer mismo, en el XV, ustedes, que siempre nos tacharon de machistas, aún sostenían, y toleraban, el ius de primae noctis, que fue ejercido, incluso, por aquel bastardo, y sin embargo arzobispo, de Santiago, ¡ya que de gallegos va la Ifnada!, Rodrigo de Luna, que hasta el 1458 no fue acusado por su deshonesto vivir, cosa que ni se os hubiese ocurrido denunciar si no fuese porque os sirvió de pretexto para eludir aquellas levas de la guerra de Granada.... ¿Sigo?
En vista de que el Comandante se inhibe, ahora se dirige a su moza:
-Fatima, ¡cave ne cadas!, que diría este Seminarista metido a Farero por las intransigencias españolas; ¡oh raza de inquisidores, Torquemadas hijos de judíos!
Seamos valientes como lobos, y prudentes como sierpes, te dije entonces, pues el Islam siempre llevó las de perder cando se enfrentó a los gallegos. Acuérdate de nuestro Al Mansur, que cuanto consiguió de Compostela fueron aquellas campanas, ¡y para eso, se las hicieron devolver! Por aquí bien ves que abundan los galaicos..., ¡pero el único santo, en sus relaciones con la morería, fue Monseñor Do Rego Aldegunde, aquel Arzobispo de Tánger que nos predicaba con el ejemplo de sus virtudes! Nos ganan en siglos de retranca..., ¡precisamente por su experiencia, porque fueron esclavos de otros pueblos a lo largo de su historia!
Los pueblos se levantan en los bandazos de la Historia precisamente por la retranca que alcanzan mientras danzan sus dominadores, rumbosos y confiados, ¡sean romanos o visigodos! En consecuencia, neutralicémoslos en esta oportunidad única, definitiva, en este Tribunal de la Historia, con las mejores armas del mundo, con la prudencia y con nuestra filosofía del suai-suai, pues de lo contrario estos gallegos son capaces de exonerar a su propio Caudillo!
Profesora de Enseñanza Primaria, en adelante, Profesora.
-¡La de vueltas que da este mundo, más de trescientas al año! Pasé diez cursos, diez, en aquel Territorio de Ifni, upando a estos mocosos que ahora dicen ser, y se tienen, por Enfermera y por Intelectual. ¡Sic transit gloria mundi! Estuve callada hasta ahora, ¡que me tienen pasmada tantas ingratitudes! Ora bien, ni vuestra ingratitud ni vuestra presunción, y menos vuestra guerra, vuestra independencia, conseguirán demoler, anular, esa gran obra docente, excelsa, generosa, hecha por nosotros, por mi España, con tantos desvelos y con tanto sacrificio… ¡contribuyentes incluidos!
Enfermera
-¡Qué graciosa! ¿Des-velos, señora Maestra? ¡Nada hicieron ustedes, o muy poco, presuntuosos civilizadores, por quitarnos los velos de nuestra sumisión al varón! ¿Alguna Maestra, o algún Médico, aconsejó a nuestros padres que no debían proceder a la ablación de nuestro clítoris? El des-velo nos llegó más bien por las corrientes culturales de la vecina Zona Francesa, donde, ya entonces, se dignificó y se liberó a la hembra; donde la mujer perdió su tradicional velo, accediendo paulatinamente a una libertad igualitaria. ¿Que después hubo perduradas y retrocesiones en nuestro Marruecos? ¡Eso no les quita mérito a los franceses pues en toda revolución, las de ellos incluidas, siempre hubo altibajos!
En la Dictadura española, tan eclesial y tan machista que fue, incluso los Obispos vestían a las mujeres: Velos para entrar en las iglesias, medias para comulgar…, ¡y de escotes, nada! Cuarenta rituales pacatos, ¡pero de puertas afuera!
Como ve, de ustedes lo sabíamos, y lo seguíamos, todo, pero de nosotros…, ¡ni cuando caía el Ramadán! ¡Vaya merde de colonizadores!
Intelectual, dirigiéndose a la Enfermera:
-Fatimita, ¿cómo iban a tener fraternidad con nosotros si no la tenían entre ellos? Por ejemplo, mucho llamarle Padre, así, con mayúscula, a su párroco, a Santiago Uberuaga; y también mucho llamarle Fray al lego, a Fray José, aquellos dos benditos de la Misión Católica…; y después de eso, precisamente porque cumplían las pastorales del Obispo de Canarias, Pildain, aquellos meapilas del Gobierno, con la complicidad del Nuncio, en pura simbiosis nacionalcatólica, echaron a los Franciscanos, ¡sin mayor consideración! Como veis, sabemos todos los detalles, los religiosos incluidos.
Profesora
-¡Jesús, Jesús, cómo abusa de la paciencia de Dios este Mahometano, este Fadelito…!
Al-Ainin, que se había dormido, y cree que aún están hablando de la Reconquista:
-Ortega y Gasset lo dijo, que no se le puede llamar Reconquista a un tira y afloja de ocho siglos… En este caso, si ocho siglos nos llevó perder nuestra Spania, este pleito del Ifni y del Sáhara costará una generación asumirlo y superarlo… ¡Pero que discutan, que lo mío es cobrar, sea de Madrid o de Rabat! Y como dicen en España, ¡Río revuelto, ganancia de pescadores!
Vuelve a dormirse plácidamente, y el telón va cayendo, como siempre, lentamente.

martes, 16 de enero de 2018

A GUERRA DE IFNI -VI-

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Escena 2ª, del 2º acto
Al-Ainin. Como a este personaje de la Historia de África Occidental le tiene España por un parásito Notable, o más bien por un Notable Parásito, deberá desperezarse poco a poco, con indolencia, visiblemente grosero, apretando su notable barriga.
-¡Oh, vosotros, los que creéis...! Comed de los manjares que os hemos dado, y dadle gracias a Dios..., ¡si es que lo adoráis!
Comandante P., con gesto de repugnancia:
-Tanto hemos llenado al Fulano este, allá en Ifni, que se vino a la Eternidad sin percatarse de que en el Cielo no se come, ni tenemos sed, que cuanto hacemos de orden material es un virtualismo, una simple apariencia...
Tampoco se fornica con las huríes, por lo menos de un modo carnal, que esa es otra de las apariencias..., ¡mi señor Patriarca de las Chumberas!
 Dirigiéndose a los otros concurrentes:
-Esto es lo que le ocurre a este Notable hijo de...; hijo de otro Notable, quiero decir! Hijo de uno que si lo fue, ¡aquel Sultán Azul...! ¡Siempre despierta con la misma obsesión! Un día de estos, si Doña Historia me lo permite, le he de meter una teresiana en la boca..., ¡a falta de balas, que aquí no tengo!
Al-Ainin, desentendiéndose de aquellas amenazas:
-¿Que, que pasa aquí? ¡O se reinicia este Jurado, o me vuelvo a mi sueño califal!
Comandante P.
-El Jurado se reinicia, pero, de banquete califal..., ¡naranjas de la China! Aquí en la Eternidad, como no te metas en las perolas de tu compadre, ese tal Pedro Botero, pues lo que es nuestra España ya te destetó, ¡hace medio siglo! ¡Tarde, pero definitivo, bandullo del diablo!
Al-Ainin, mostrándose digno:
-¡No me trataba usted así, en Ifni, cando me pedía, confidencialmente, y casi de rodillas, el favor de que le calmase aquellos nativos, aquellos tenderos sublevados! ¡Cuatro semanas seguidas que estuvieron los españoles viviendo de aquellas latas del Economato! ¿Se acuerda?
Comandante P.
-Dijiste bien, ¡nativos!, que tu ni eso eras, que te llevamos para Ifni con el cuento de tu descendencia del famoso Chej Ma el Ainín, que aquel antepasado...; ¡aquel si, aquel fue un hombre de bien! Te llevamos a Ifni desde el Sahara para que fermentases una hornada de Notables, ¡notable calamidad!, pero convertiste aquel palacio, aquel mirador que te hicimos, bajando a las Palmeras, en un nido de..., ¡de boas constrictoras! Perdón, que rectifico, que no lo dije bien: ¡quise referirme a las víboras conspiradoras! Basta con verte, o con oírte, para no tener dudas de tu veredicto. ¡Que Dios le perdone a quien de ti se valió para enfollonar Ifni!
Al-Ainin
-¿Se refiere a Franco...? ¡Tanto que hizo por ustedes...! ¡Por ustedes y por Carmencita, que incluso se montó una guerra para que no se aburriese en su Comandancia de Canarias!
Comandante P., que no le quiere oír:
-Si tantos años estuviste en la nómina de los Notables de Ifni, aquello fue una permisividad nuestra para no levantar la liebre de tu incompetencia. De la política, que lo otro..., ¡un bandullo de mierda!
Al-Ainin
-¿Yo; incompetente, yo? ¿No dijo que he vivido del cuento? ¡Luego es que soy un literato! ¡O se está contradiciendo, o...; dígame de otro más competente! ¿Y si por aquel entonces llega a haber Premios Príncipe de Asturias…?
Comandante P.
-Rectifico gustosamente, que más que incompetente, lo que fuiste fue traidor; ¡un traidor y un botarate, un cuentista! ¡Me desespero con sólo verte delante!
Al-Ainin
-Descalifique cuanto quiera, que a más censura, más en ridículo se pone; ¡sí, usted!; y más ridiculiza a su Patria. A propósito: Gracias, Sbania, gracias sbanois..., por aquellos dineros, tan cómodos de recibir que sólo tenía que pasar por vuestra Pagaduría, ¡una vez al mes! Mi heredad, aquellos remanentes, ahora los tienen los míos, cien hijos, todos ellos Notables, ¡con sus letras en clave!, agachados en Suiza. ¿Qué le parece? ¡Menuda heredad: un ciento de hijos, y todos con su respectivo, uti, fruti, habere e possidere! ¿Los suyos, qué? Los españoles sois felices pagando réditos, como de costumbre, por vuestras deudas, por la interna y por la externa, ambas perpetuas. Unas, heredadas del franquismo; y las otras, heredadas de una perenne mala administración. ¡Hábitos faroleros, igualmente perpetuos!
Mi Comandante de la Policía, ¡Indígena, por supuesto! ¿Hay dudas, le quedan, de quien fue el incompetente, o el impotente, en aquel Territorio dorado, en aquel juguete colonial, que lo utilizaban para presumir de Imperio? ¡Por el Imperio hacia Dios! ¿No decían eso?
El Comandante de Policía calla, pero se le nota un ademán de asco y de cansancio; quien sale al desafío del gordinflón Ainín es el
Bancario
-Comandante, entiendo que llevamos nuestras deliberaciones por mal camino: Se supone que este Jurado, nosotros, tenemos que ser esencialmente objetivos, y aquí se palpan subjetividades muy…, ¡voluminosas! –Fija su mirada en la panza de Al-Ainín- ¡Le estamos haciendo un flaco servicio a la Historia Contemporánea! Así que, por mi parte, ya que se apagaron los Moderadores propuestos, sugiero rectificar los métodos de nuestro debate comenzando por confesarnos, aquí en público, por ante los siglos venideros, de nuestras respectivas circunstancias en relación con la guerra de Ifni.
Con esta transparencia, que ofrezco y sugiero, los Jurados aquí presentes podrán rebatirnos nuestras desviaciones, y de paso, neutralizamos las impurezas materiales que quedasen adheridas a nuestro espíritu; por ende, a nuestro razonamiento. ¿Qué les parece?
Los españoles asienten, así que el Bancario prosigue:
-Esto de la confesión purificadora me la enseñaron aquellos prohombres del OPUS, aquellos que tanto influyeron a través del señor Carrero Blanco en las decisiones liquidadoras, tanto del A.O.E. como de Guinea. Además entiendo que esto resultará aceptable para los musulmanes. ¿O no?
Ahora son los musulmanes los que muestran su asentimiento.
-¿Entonces confirmáis que allá abajo, en el fondo de nuestras almas, no andábamos tan separados, como parientes de religión que somos a través de ese Libro Santo, que es la Biblia? Aquí arriba nos situaron en Cielos contiguos, ¡que ya es algo! Predicando con el ejemplo, en esta despersonalización objetiva que propongo, tengo dos resentimientos que deponer.
Como observa gestos interrogativos, el Bancario apresura sus explicaciones:
-¡Os prometo ser breve; breve, conciso y preciso, como buen gallego! Uno de mis remordimientos es que odié al Gallina por su ingratitud con su Maestra, pero también por su criminal atentado en contra de un simple soldadito, aquel que estaba de guardia el 23-N en aquel Polvorín del Cruce... ¡Un polvorín militar en medio de una ciudad! Me explicaré:
Aquella mujer, aquella Maestra, que no ejercía para dedicarse a su propia casa, si ejerció para él, dándole clases, enseñándole a leer y a escribir en las horas en que ambos tenían y merecían descansar.
Pues bien, en pago de esa predilección, ¿qué porvenir nos dio, él? Nos dio, y también lo digo como ejemplo ejemplarizante, que su fiera entrada en Sidi Ifni, en la noche de Autos, capitaneando aquel hato de fanáticos, le causó tal pánico y tal prevención que, cómo sería la cosa, que me aceptó, a primera propuesta y sin insistencia alguna, salir evacuada para la Península, de inmediato, con nuestro niño de meses, en uno de aquellos aviones militares que retornaban de traernos víveres y refuerzos. ¿Valoráis aquel pánico, aquella decepción?
¡Pues este daño, aquel trauma, sumado al que le recordaban sus cicatrices por el atentado del Istiqlal en la carretera de Safí, le implicó una depresión y una pérdida de fe en la humanidad! ¿Y qué no pasaría con las otras Maestras, con las de plantilla, con las del Colegio, después de que aquellos afectos suyos, casi maternales, las hiciesen suponer una transición, una descolonización, adecuada y pacífica, de partijas fraternas, como cabía esperar de una generación indígena lustrosamente educada por nuestra generosa España?
¿Le pidió perdón, a mi dueña, este protegido suyo? Pues no, no tal, que aquí está el interfecto, que lo podrá reconocer..., ¡si le quedan posos de aquellos ejemplos magistrales!
Gallina
-¡Si, todo eso es cierto, que este hombre habló bien! Entonces, por si aún es válido, ¡pido disculpas con efectos retroactivos! Las pido invocando esta fraternidad, o esta media fraternidad, que me da el que yo sea hijo de vuestro paisano, él tantas veces evocado Pepiño, aquel ourensano, aquel de la Rueda de Afilar.
Bancario
-Pues, como mi mujer salió un momento..., que debe andar por ahí, por ese Edén de las mujeres, en el servicio de las ídem, que aquí en el Cielo no mean pero se retocan el peinado, la toilett, yo le transmitiré las expresiones que acabas de formular.
Tu franqueza y tu arrepentimiento le servirán de estímulo para mirar por los nuevos ifneños, por vuestros gromos, por los actuales..., ahora que ascendió de Profesora a Ángel de la Guarda..., ¡y lo hará con renovada caridad, sin reservas mentales!
Se vuelve de cara a los españoles:
-¿Ven, queridos compatriotas, como es bueno barrer las tinieblas antes de emitir el Dictamen que nos encomendó Doña Historia? Tinieblas, algunas, montadas por nuestro propio Gobierno… Y aunque sea reiterativo: Después de aquella embestida de los vociferantes del Istiqlal, con su camión abierto y lleno de fachas, ¡de fachas, de armas y de banderas!, a nuestro auto, a nuestro De Soto. Después de aquellas tres vueltas de campana; después de haber retirado a mi esposa de debajo de una de las ruedas con la ayuda de un matrimonio francés, que luego nos llevó al Hospital de Safí, donde la cosió un Enfermero ascendido a Médico mediante un cursillo de tres meses... ¡Cuando vuelva, que os muestre sus medallas, digo, sus cicatrices! Después de haber perdido todo nuestro equipaje pues al volver al sitio del encontronazo, había desaparecido… ¡La chatarra no, el equipaje sí! Después de todo eso, después de esos sufrimientos por la Patria, a nuestro regreso a Ifni no sólo no nos quiso escuchar nuestro Gobierno sino que propaló a los cuatro vientos, de orden de S.E., que los hermanos musulmanes eran incapaces de semejante atentado, ¡y que todo había sido una impericia, mía! ¿En una recta, en un llano, y con ocho metros de cuneta a cuneta…? ¡Hemos sido víctimas de un terrorismo “fraterno”, inconfesable por España, y encima de eso, vilipendiados!
Pero aún me queda un fleco con el Gallina: Dime otra cosa, rapaz, ¿por qué nos asustaste aquella noche? Ya sabes, tiempo adelante, cando llamaste a nuestra puerta, que tardé en abrirte pues con los nervios no daba retirado una tranca de tubería de hierro que le habíamos puesto por dentro… Fuiste a visitarnos para vendernos uno de aquellos retratos en negativo de vuestro Mohamed V; y con esas, nos echaste aquel espiche independentista que tanto nos alteró, y del que me acuerdo perfectamente.
Gallina
Paisa, tenía que hacerlo, que las órdenes procedían del mismísimo Si Allal el Fassi! Era parte de su plan de guerra, ¡de guerra sicológica! Como volví para entrar en la capital, en Sidi Ifni, fingiéndome inocente y diciendo que aquel Veintitrés yo estaba de compras, en Las Palmas, pude dirigir una Quinta Columna, que llamábamos en las viviendas de los civiles para sobresaltaros en aquella guerra psicológica en la que nos habían especializado los de la CIA! ¿Entiende la cosa? ¡En definitiva, que sus mejores amigos resultamos ser los peores enemigos! ¡Mea culpa!
Bancario
-¡Puñetas! ¿Y todo aquello, a cuento de qué…? ¡Ese Si Allal...!
Gallina
-Era, ¡que ya lo dije!, una trama psicológica..., ¡para mentalizaros de que en Ifni rematara vuestra tranquilidad, y con la tranquilidad, aquella soberanía fantasmal! ¿Entiende? ¡En otras palabras, que se jodiera la pax, aquella entente hispano-árabe!
Con aquel pretexto de que nos compraseis el retrato de nuestro Malik, convenciéndoos, hipnóticamente, de que, mirado fijamente, y levantando después los ojos al Cielo, veríais allá arriba al propio Sultán... ¡Aquello era la guerra fría, el pánico...! Ahora que lo recuerdo, aquella cosa, aquella manipulación se llamaba mensaje subliminal… Por otra parte, aquella entrevista, aquella pamplinada, nos servía para pulsar vuestras reacciones… ¡Un test, que se dice!
Bancario
-¿Así que incluso los civiles estuvimos espiados? ¡Y España inventándose obras, nuevos proyectos…, para haceros felices, cuando ya estábamos acordonados por un sistema de trincheras y campos de minas…, a una legua de la plaza de España! ¡Esto del imperialismo…!
Gallina
-¿Y luego…? Aquellos tests también sirvieron, que los repetimos, más tarde, en el Sáhara, que allí fue para ponderar las reacciones que se producirían con motivo de la Marcha Verde. ¡Paisa, todo calculado, que por algo nos dirigía un eximio Professeur!
Bancario
-¿Puedo preguntar quién fue vuestro Psicólogo…, acaso un Premio Nobel?
Gallina
-¡No fue, fueron! Además de los Cías, anduvieron por Marruecos ciertos doctores nazis que se decía alumnos de Goebbels, refugiados en Sudamérica. Vinieron a Rabat para evacuarle consultas a su Herr Hans...
Bancario
-¿Quién os conectó, quien llevó esa trama con eses hijos…, del Tío Sam?
Gallina
-A ciencia cierta no lo sé, pero se dijo que los franceses tenían cuentas pendientes con Franco...
Bancario, como hablando sólo:
-¡Tiene gracia, por arrobas! Nuestros mandamás echándole todas las culpas a la URSS, incluso en la Prensa, cuando de cierto, por lo que aquí se aprende, aquellos comunistas tan sólo les ayudaron con su nombre, y si acaso con algo de pólvora! ¡Oh, España, qué Grande eres...; más que los cabezudos del San Froilán! ¡Mucha funda y poco cerebro! Y en cuanto a usted, Doña Historia, ¡cuántas curvas tiene, y todas anfractuosas!
Gallina, que alude al monólogo del Bancario:
-Ya que habla de contradicciones, le tengo apuntada otra, y bien gorda! Que conste que no pagó por ella en atención mía, o más bien por mi agradecimiento a su esposa. ¡Esto es para que no me tache de desagradecido!
Bancario
-¿Qué me dices, de qué hablas? ¡Explícate!
Gallina
-Le estoy hablando de una cobardía y de una traición, ¡suyas! A mí me llamaron Gallina por mis andares, pero a usted tenían que llamárselo por..., ¡por su comportamiento! ¡Y encima le dieron medallas y certificados de Ex - combatiente! No le dejaré intrigado, que también quiero ser transparente, y purificarme.
Comandante P., que se dirige imperioso al Bancario:
-¡Aquí arriba no te puedo poner firmes, que ya no mando en aquel Somatén de las Gabardinas, pero puedo apelar a tu sentido patriótico! Me parece que te estás pasando de..., ¡civilizado! Y que les estás propiciando una victoria moral a estos puñeteros sin puñetes, a estos morangos que tan honrosa y militarmente derrotamos en la Guerra de Ifni, ¡a las órdenes de nuestro invicto Zamalloa!
Acaban de insinuar, de amenazarte, valiéndose de sus trucos de guerra psicológica, ¡y tú continúas tirándoles de la lengua para que sigan justificando sus alevosías! ¡Hazme el favor de reflexionar, y de mantener la boca cerrada, pues una retirada a tiempo es una victoria!
Bancario
-¡Comandante, el tiempo de las retiradas ya pasó! Lo tuvimos propicio en el Cincuenta y seis: ¡Entregárselo junto con nuestra Zona, o negociar, con lo otro, nuestra permanencia indefinida! Su Generalísimo lo apostó todo a una carta; ¡y por parte, ustedes querían laureles…! Pues bien, ahora no tenemos pluses, ni laureles, ni Territorio, y cuanto nos queda es ser puros y sinceros con esta Dama aquí presente, con Doña Historia!
Gallina, que se ríe con destemplanza:
-¡Eso está bien! Ser puros con la Historia, no falsificar Bulas papales, como hizo Isabel de Castilla para casarse con su primo, con el de Aragón, ni falsear Crónicas o Cronicones…; ¡todo eso es un talante español que me era desconocido! Paisa, para no tenerle así, sufriendo con la intriga, le voy a decir, de corrido, cómo vimos aquella cobardía suya, aquella traición, ¡y con esto le dejo exonerado! ¿Se acuerda de que, con algunos compañeros de su Banco, en Abril del cincuenta y seis, por curiosidad o por temeridad, que eso poco importa, repasaron aquel Campamento instalado por nosotros, los del Istiqlal, cerca del Grupo de Tiradores…?
Bancario
-¡Si, allí fuimos, y por allí pasamos! Y también me acuerdo de que un poco más adelante, en aquel cruce de las pistas de Tagragra con las de Tabel-kuct, tuvimos un altercado con unos marroquíes que cruzaran su voiture en la pista para impedirnos seguir en dirección a la que fuera frontera francesa…! ¿Te refieres a eso?
Gallina
-¡Vale! Ya veo que conserva su buena memoria… Ahora pregunto: ¿Para regresar a Sidi Ifni usted pidió una bandera, de las del Istiqlal, al tendero Sidi Mohamed Ben Abdel-lah Ben Mussa, que pasaba, casual y oportunamente, en route para nuestro Agadir?
Bancario
-¡Ahora que lo dices…! Pusimos aquella bandera, ¡prestada!, sobre el capot de mi coche, para así regresar, protegidos y disimulados, hasta Sidi Ifni... ¡El miedo es parvo, y en aquellas circunstancias…!
Gallina
-¡Cobardía española, pura cobardía, que muestra bien a las claras lo fanfarrones que erais en las Colonias cuando os protegía de cerca una bandera, o un Ejército! Matizaré algo más, para ser justo con usted: No fue exactamente cobardía personal suya, sino su mala conciencia de colonizador, pues, en el subconsciente, ¡estaban admitiendo que en el Territorio de Ifni la bandera triunfante era la nuestra!
Pues bien, cando pasasteis, de vuelta, por delante de nuestras haimas, un compañero apuntó con su metralleta a las ruedas de su voiture; ¡con la sana y santa intención, en pura yihad, de reventárselas, claro está, para que tuviesen una panne, panne y pánico, mismo delante nuestra! Y de paso, que os retratase en aquel ridículo, en aquella derrota, una periodista francesa, aquella del Deux Chevaux…, que viniera para hacernos un reportaje de nuestras concentraciones. Yo desvié el arma, así que los tiros de mi colega se perdieron en uno de aquellos arganes, después de la pista...
Por cierto, que mi compañero aún es hoy el día que me recrimina por lo que considera que fue debilidad mía, ¡con usted y con los suyos!
Bancario
-Hablaste de una traición... ¡Sigue!
Gallina
-Dije, traición, queriendo indicar el apresuramiento que os disteis en aquella situación, en aquel apuro, en retirar nuestra enseña, del capot, tan pronto como llegasteis a la cobertura de tiro de los centinelas de Tiradores… Pero dejémoslo en astucia gallega, que de esa virtud también participo gracias a la media sangre que tengo por parte de padre, tan citado o tan aludido que fue en este Tribunal de la Historia!
Pensándolo bien, ¿no era más noble decirle al Oficial de Guardia de Tiradores que aquella bandera, prestada, fue su salvoconducto circunstancial? Todos, civiles y militares, coincidisteis en disimular vuestro miedo. ¡Eso no es valentía sino fanfarria! Así pasó lo que pasó: ¡Que no llegaron a El Pardo, a tiempo, las noticias de un peligro ya inminente!
Esta circunstancia, esta ocultación, de todos vosotros, cada uno desde su atalaya, tácita, contagiada y contagiosa, influyó para que su Alto Estado Mayor, el de Madrid, no tomase en serio aquellas alertas, incurriendo en la negligencia suicida de teneros casi desarmados, y sin reserva de víveres ni otra logística, en aquellos diez, mal llamados fortines, del interior…
Bancario
-Ya que me sacaste los colores, ¿volvemos al caso general?
Desertor de P., al creer que rematara aquella intervención:
-Tú, Gallina, que todo lo viste y todo lo sabes, ¡más que el Cigüeña!, ¿qué fue de mi Comandante Álvarez Chas? ¡Aquel sí que conocía el territorio, y no obstante se perdió!
Gallina.
¡A ese señor le pusieron en órbita precisamente los suyos! Nosotros no teníamos aviación, pero la española procedía de la Guerra del 36… Y como decía la canción de Manolete…, si no sabes torear, a qué te metes? Si no tenían aviación apropiada, gonios, y todo eso, ¿para qué querían territorios en ultramar?
Comandante P., que se dirige a su desertor:
-¡Cristiano..., digo, mal cristiano, cretino irredento! ¡Hiciste bien en desertar, que tu no servías para policía, que ni retienes una nueva ni captas una metáfora! Tu Comandante Chas, ¡y a ver si te enteras de algo!, salió en Agosto del cincuenta y siete, en el vuelo de un Heinkel 111. Iba de Informador para señalarle al Piloto la línea fronteriza con el Marruecos independiente, que tal era la categoría de tu Comandante, ¡más de fiar que los planos de nuestro Estado Mayor! De regreso al aeródromo, con niebla espesa, no distinguieron la otra frontera, la del mar, así que, o hicieron amarraje en el océano, o se quedaron arriba, en órbita, que de cierto nunca se supo.
La otra parte, la gloriosa, esa sí que la conocieron nuestros enemigos, y bien de inmediato; ¡todos, menos tú, un inútil desertor!
Desertor P., con ingenuidad y sin ofenderse:
-¿Así que los pilotos de España llevaban mapas humanos, guías-apuntadores de sus objetivos? ¡Como en el cine, en aquellas caravanas del Oeste...! ¡Vaya, vaya! Así se explica lo del Canarias, apuntando con el dedo, con el alza que les señalaba un Teniente de Infantería..., ¡para no cañonear de nuevo sus propias posiciones! ¡Yo seré un retrasado, pero me consuela saber que no fui el único!
Comandante P., visiblemente indignado:
-No seas insidioso, rapaz, que te llega con la ignominia de ser un desertor de nuestra Policía, ¡después de evadirte del arado!
Si aludes a aquella mentira que circuló entre tus Jefes adoptivos de que el Canarias, por un error de cotas, bombardeó sobre nuestras posiciones, y que nos mató veintiséis soldados..., ¡contados por el propio Ben Hamú!, tienes que saber lo escrupuloso que era para sus bombardeos, ¡y para sus salmones!, aquel gran Almirante del Eume, Nieto Antúnez. ¡Y lo que sufrió cuando le mandaron asustar a los de Agadir, precisamente el día de Nochebuena!
Fíjate qué precisión de tiro no exigiría un hombre de tanta conciencia que, ¡vida por vida, prefería las marroquíes! Otra cosa sería si el siroco les desvió alguna trayectoria, que del resto..., ¡nada, en absoluto! Tampoco es probable que hubiese errores topográficos, ni siquiera de los campos de minas… Nuestras posiciones siempre estuvieron perfectamente localizables; ¡y si las hacían saltar los chacales sería porque se parecían a ti, desertando de donde les convenía estar!
Intelectual
-Creo que ya está bien de pecados veniales…, ¡teniéndolos capitales! Propongo una condonación de penas… Como decían aquellos católicos preconciliares, una oculta compensación…, habida cuenta de que nosotros también tenemos el pecadillo de pasar nuestras armas por delante de sus narices, ¡en el propio Desembarcadero de Sidi Ifni!
Comandante P.
-Eso que propones no me parece colacionable, ya que vuestras metralletas, las de aquel contrabando, segaron vidas y haciendas…
Enfermera
-En eso tendrán razón, pero de seguida les equilibro el plato si pongo en la balanza, para hacer el rectus, aquella leche de las vacas de la Granja del Gobierno, que iba por garrafas para el café de ciertos pabellones, mientras se descalcificaban los niños y las paridas musulmanas. ¡Malditos protectores!
Pero como esto, más que un Jurado está pareciendo un Muro de las Lamentaciones, propongo que corramos un velo, ¡como el que yo me saqué!, sobre estos remordimientos, sobre estos escrúpulos tardíos, tardíos e inoperantes…, salvo que este Comandante de Tiradores, tan discreto él, quiera apuntar más alto.
Comandante T.
-Yo callaba porque sólo estoy arrepentido de una cosa: ¡de ahorrar pólvora! Aquellos ataques, alevosos y nocturnos, que hicisteis a nuestros Destacamentos de T´Zelata de Esbuia, de Tagragra, del Tenin de Amel-lu, del Mesti, de Tiliuin, de Tamucha, y de tantos otros, con los que nos disteis motivo para cubrirnos de gloria, de sangre y de polvo, si en aquella ocasión en la que Alcubilla nos llevó la orden del Generalísimo de que regresásemos a las posiciones defensivas, iniciales, inmediatas, se le hubiese extraviado aquel cuatrimotor, si pasase de largo cara al mar, emulando el Heinkel del pobre Chas, ¡maldito si no quedaríais bien chamuscados!
También me arrepiento de no haber desertado, que en Tiradores sobraban voluntarios que me acompañasen para traspasar vuestras defensas, para colarnos por vuestras líneas, y con ello plantarnos en Rabat, ¡en un santiamén!
En ese coupe de force dinamitaríamos la Torre de Hassan…; ¡la del otro Hassan, se entiende, y con ello voltearíamos la guerra a favor de España!
¿Dios, por qué la Historia se escribirá siempre por el final? De haber sabido las consecuencias, claro que hubiese desertado, pero en positivo, que a veces la mejor forma de construir el futuro es destruyendo el pasado, haciéndose valer, reaccionando con valor…, ¡antes de que lleguen los diplomáticos, pues esos, además de llegar tarde, siempre se dedican a las laudas sepulcrales, a los oficios fúnebres, a las condolencias! ¡Por algo los americanos, tan astutos ellos, tuvieron de Secretaria de Estado a una tal Condoleezza…!
El dilema no era tal: ¿Ifni, Territorio de Soberanía…? ¡Pues de serlo, adelante, con todas las consecuencias! Y si no lo era, si todo consistía en una farsa imperialista, ¿para qué gastar la pólvora en salvas?
A un Ejército disciplinado, como era el nuestro, no se le puede poner en solfa: ¡Y por añadidura, silenciarnos en los medios informativos!
Desertor T., tan ingenuo como el Desertor de la Policía:
-¿Y luego, si así piensa, si está arrepentido de no haber desertado, por qué me abrió aquel expediente? ¡También por desertar!
Comandante T.
-¡Otro que no entiende el sentido figurado de las palabras! No olvides, aunque ahora de poco vale, que todavía hay clases al Norte del Estrecho; ¡muchas, mal que les pese a esos que te lavaron el poco cerebro que llevaste para Ifni! Bien pensado, poco tenías que lavar, ¡que contigo sólo necesitaron dos gotas de aquella al-ma-luz del Gallina!
Empleado de Boaida.
-Con usted…; ¡sí, con usted! Con usted tengo una cuenta atrasada, ¡pero activa! Se vino al Cielo sin pagarnos aquella radio…, la Blaupunkt
Comandante T.
-¡Voto a Judas, el de las treinta monedas…! ¡Si no fuese porque aquí no hay gravedad, ahora mismo te hendía el alma con un machete! Tiene razón mi colega, este de la Policía, que es una necedad desnudarnos mientras estos islámicos siguen con su conveniencia…, ¡envuelta en turbantes!
De pronto le da un arrute:
-Hablando de velos: tendré que darme una vuelta por el Séptimo, por el de las huríes, a ver si les pierdo este rencor a los infieles, pues con lo que aquí me cabrearon, con esta iracundia que me entró, no puedo seguir deliberando fríamente…
A la vuelta hablaremos. ¡Me voy! ¡A por ellas, al ataque…, con mi Talión alzado, que la mejor fusila en tierra de infieles es hacerles mestizaje…, ya que nos lo atribuyen!
Empleado de Boaida, que muestra la palma de su mano al Comandante de Tiradores para que no se vaya sin escucharle:
-¡A modo, amiguito, que de usted daré parte a la Historia para que juzgue su doble moral! ¿Cómo se atreve a censurar nuestros harenes si vosotros mismos, ayer, en el XV, que aquí se dijo, y en Acta estará, aún sosteníais el “ius primae noctis”? ¡Queda acusado, formalmente, de practicar en Ifni una doble moral!
Comandante de T.
-Ya que las huríes son para los victoriosos, me voy de caza, ¡a por gacelas, que así, de paso, le echo una mano al Polisario!
Este Comandante de los Tiradores de Ifni, dichas estas palabras, hace mutis por el foro, frenético, a toda velocidad. En vista de este plante, los otros miembros del Jurado cruzan miradas entre sí, con complicidad, y con la misma se van ausentando, pero más despacio, cada uno por separado, sin formar corrillos.
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Escena 3ª, del 2º acto.
Vuelve a entrar el Comandante de Tiradores, pero esta vez parece satisfecho. Silba el Himno de la Fiel Infantería, ... ¡que por saber morir sabrá vencer!
Comandante Tiradores, que comenta, explicativo, expansivo, incorporándose a su asiento:
-¡A estos marroquíes sí que les tocó un buen Tercio! Aquí mismo, en el Edén: ¡El de mejora! Ahora me alegro de que recuperasen aquel Territorio para que esos agarenos de allá abajo tengan un cierto contraparaíso…
Intelectual
-Entonces, ya que hay consenso, lo mejor será sobreseer el contencioso de aquel follón Histórico. ¿Algo que objetar...?
Comandante T.
-¿Que te crees eso! En Ifni vertisteis la sangre de quinientos españoles, que serían hoy quinientos parados potenciales, o jubilados anticipados, todos ellos héroes, ¡amén de los desaparecidos! Este Jefe, con sus ocho puntas, y siempre a las órdenes del muy ilustre Zamalloa, ¡no se rinde! ¡Ni me rindo, ni traiciono aquella heredad, alcanzada, lograda, al precio de una vida, también galaica, la de aquel gallego de pro, Pepiño el de la Rueda...! ¡Así que, tres hurras por el Gran Pepiño!
Todos los gallegos, al unísono:
-¡Hurra, hurra...! ¡Viva Pepiño, el de la Rueda, aquel macho de parada, aquel Conquistador, un héroe del mestizaje, que por algo se le llamó a Marruecos, Protectorado, por lo mucho que protegimos, por lo mucho que consolamos..., en sus moritas!
En esto se acerca el Alguacil, aquel Cartero del Simancas, que permaneciera aislado, discreto, en una mesita auxiliar, a un lado, como si fuese un Ujier de las Cortes, escoltando la Historia. Después de un cachetazo en la mesa, que casi la rompe, da en bracear, inquieto:
Alguacil
-Yo no entro ni salgo de este Jurado, y lo voy a decir en castellano, que si lo digo en bable..., ¡la mi má que me pareu! Bien poca mestizaje se les hizo a estis cabrones, que non contentes con la somanta de Covadonga, luego, en el Treinta y seis, volvieron a por las nosas mullieres, pero..., ¡ellas mesmes les metieron un forquitu por el anu, só maricones, que los dejaron impotentes, que de aí les viene la chapa de su traseru...! ¡Si no fuese por mi respeto a la Historia, mesmo con les puñes...!
Gallina, que le contesta por todos, y entonces el Alguacil se vuelve a su sitio, tranquilizado, pero sigue haciendo señales de protesta:
-¡Hombre, eso está bien, que incluso un simple Alguacil, sin mando ni plaza, pretende influir en este Tribunal...; y con el Himno cantado por su Comandante, mejor aún! Según ustedes, en esa Colonia, en esa leira de Ifni, yo tengo una legítima, como heredero forzoso, ya que se reconoce que mi padre fue aquel Coocupador, de algún modo Cousurpador, de una terra nullius! ¡En este caso, siendo así, la tendremos a medias! ¿Es, o no, una legítima, un derecho legítimo?
Comandante T.
-Tú lo que tienes, bastardo, es mucha tierra…, en la Habana, ¡que aquella no es tuya ni de nadie! Sabiendo de quién eres hijo, debieras estar de nuestra parte, de esta banda, ¡que así no te prescribirían tus derechos sobre las glorias imperiales de nuestra España imperial! Fuiste de nuestra tribu… Ilegítimo, pero lo fuiste por aquello de, Pater, patris; ¡así que, causa finita!
Gallina
-¡No es así, mi viejo! España me perdió por..., ¡por reírse de mí, por negarme un simple vaso de agua, desfallecido en las puertas de vuestro Cuartel de Tiradores! En la tierra de mi padre, Galicia, sólo conocen, y reconocen, a los hijos de los emigrantes cuando vuelven ricos y triunfantes..., ¡así hablen en chelja! Los otros son, “retornados de caridad”, por la Xunta, ¡séase, Beneficencia!
Comandante T., cambiando de conversación, con visible intención de eludir este tema:
-¡Lo que no entiendo es como aquel Profeta, ese Mahomet, cando les dictó su Al Qurán, y sin haber muerto aún, supiese que en esta Eternidad os asignarían un paraíso de huríes! Los nuestros, nuestros profetas, nada nos dijeron de semejante porvenir. ¡Cosa fina estas Geishas! ¡Como que yo, con esta tropa disponible, descendería encantado a Capitán de muslimes...!
Comandante P.
-Y tú, honorable Colega, que vienes de inspeccionar esas huríes, esas mozas etéreas, ¿qué tal hacen la instrucción…?
Comandante T.
-¡Te lo diré sinceramente, que te lo juro por mi honor...! Tanto se bambolean, que el enemigo no tiene forma de apuntarles. Yo no he sido capaz de eso, de hacerles diana…, ¡ni con mi experiencia en esta clase de maniobras!
Bancario, mostrando picardía, interesado en el tema:
-¿Que, cuantas son...? ¿Hay almejas para todos, a cuantas tocamos?
Comandante T.
-Querido Contable, tantas son, que ni caben en un libro de los tuyos, de esos de Contabilidad, ¡de los de hojas cambiables! Pero tú, que estás casado y con la carabina cerca; tu, que presumes de puritano, casi tanto como Zamalloa, no debes pensar en las huríes..., ¡que te son del prójimo!
Bancario
-¿Luego...? ¿No son mujeres de la vida, no viven? Tanta amistad que tuve con mi compadre, con el Páter de Tiradores, y nada me informó acerca del futuro de los musulmanes. ¡Se lo reprocharé!
Comandante T.
-Son privilegios suyos, ¡que sólo comparten con los que venimos célibes, como yo! ¿Lo entiendes? Entonces, aguanta, que también aguantó el Cartero del Simancas, que ese no desertó..., ¡y eso que se las ponían a tiro para invitarle a pasarse al enemigo! La especialidad de tu compadre eran los iconos rusos, que los coleccionaba, pero en islamismo el experto era su primo, Aldegunde, aquel arzobispo del Corgo, aquel que tradujo a Hans Küng…
Bancario.
-¿Y quién era ese Hans Küng, si puede saberse?
 Intelectual
-Ese no es tema para un Comandante… Permítame que le conteste yo mismo: Hans Küng fue uno de los grandes impulsores de la Teología ecuménica. Su tesis fue: “No puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones; y no puede haber paz entre las religiones sin diálogo entre ellas”. En Ifni el diálogo estaba atribuido a los PP. Franciscanos, y funcionaba perfectamente, tan perfecto que los españoles, en su crónica miopía, ¡una miopía de Coloma, colómica, que no de Gallegos!, no pararon hasta lograr su expulsión del Territorio. ¡Uno más de sus errores, y no el menor!
Volviendo al tema: Es bien cierto que no debéis tener malos pensamientos...; ¡y menos aquí arriba, con las huríes!
En lo otro, a los españoles nadie les censuró, nunca, en toda la arabía, eso de que hubieseis reconquistado vuestra Península, ¡parte de ella!, así que, en reciprocidad, va siendo hora de que admitáis, históricamente por supuesto, la licitud de nuestra reconquista integral, la del Gran Magreb, la del Gran Ocaso.
Comandante P.
-¿Incluyes, claro está, al Sáhara Polisario, ese de los tuaregs, que bien sabes que eran, que son, supuestos descendientes de aquellos balears expulsados de las Islas? Primero, en la época de las persecuciones neronianas; y después, por los propios vándalos… Tengo entendido que por entonces, mayormente cuando los vándalos entraron por Marruecos abajo, en aquellas tierras había unos cinco mil cristianos. ¿Se acuerda de eso, Doña Historia?
La Historia, aunque está presente, procura no interferir con los Jurados, así que no se da por aludida; mientras deliberan, ella conversa, en voz baja, con su Cartero - alguacil, y también hace punto; ¡hace en la media, como se suele decir!
Intelectual
-¡Por supuesto que sin el Sáhara no hay Imperio jalifiano posible, pues sin él no se forma un Gran Magreb! Y eso que en Rabat saben poco de la Historia balear, ¡que si llegan a enterarse…! Ahora que caigo, por algo se les da bien el castellano a los Polisarios: ¡Claro, les viene de su latín, del balear, aquel de Publio Metelo...!
Pero dejemos la cuestión del Sáhara a los pobres del Polisario, que ya lo sabrán perder, ¡con o sin ayuda de España!
Farero
-Pido la palabra..., ¡si es que sigo de moderador! Aquí estamos desconectados, la Profesora y yo mismo, que ya llevamos dos sesiones viendo como navegáis en círculo, pero así non salís de nada, ¡ni de la Mar Pequeña! Señora Maestra, ¿quiere hablar usted primero? ¡Sería mejor, pues si yo enciendo aquel faro, aquí veremos las estrellas!
Profesora
-¡Gracias; es usted muy amable, y aun así no le querían en el Casino! ¿No se dice que la lección magistral siempre es la última, por definición? Entonces déjenme para luego, a ver si se me serenan los ánimos, que por lo de ahora no me atrevo a intervenir. Y también para ver si con su faro se ilumina esto, un poquito, que me parece que estos señores aún no se toparon con la verdad absoluta, ¡y eso que estamos en el Cielo!

Farero
-En ese caso haré por enviarles un rayo de luz..., ¡como Farero! Los de Camariñas palillamos mucho, mucho y bien, pero hablamos poco, poco y despacio, ¡y eso no es político!
Aunque no todo, ni con la suficiente objetividad y/o conocimiento, algo ya dijeron varios autores, entre ellos uno de la Prensa del Movimiento que solía redactar sus crónicas en la sobremesa del Casino, precisamente al dictado del Capitán de Cocina de Tiradores…
Ifni le fue muy útil a Franco, en el 36, pues los dinamiteros de Asturias destrozaban carne de cañón…, ¡por camiones! Y con eso se montó una simbiosis de incalculables consecuencias… El agradecimiento personal del Caudillo y la codicia patriotera de desquitarse, unos y otros, de aquellas derrotas del Rif, además del talante imperialista de aquellos tiempos fanáticos, ahumados por las consignas fascistas, nos hipotecaron a fondo en aquella quiebra histórica; ¡eso, además del placer sensual, exquisito, de hacerle cosquillas a Francia!
El rencor francófono, que tanto cultivamos en África a lo largo del XX, entiendo que fue el principal intríngulis de nuestros errores y de nuestras liberalidades y/o mezquindades, que hubo de todo, ¡y eso hasta el último día del Protectorado!
Para mí que esto está mal estudiado, o quizás ni empezado: ¡Todo un siglo de guerra fría España-Francia, el XX, particularmente en el escenario marroquí! Mientras esto no se haga, cuanto se escriba de aquellas guerras y de aquellos incidentes será una simple estadística de hechos inconexos, y de héroes inmolados, ¡ni se sabe a qué dios!
En orden interno, la vida ordinaria de aquella Colonia, Ifni, se desarrolló con verdadera elefantiasis, ¡desde el Amezdog a la Colonia Agulla!, pero débil en infraestructuras, como ya se aludió aquí, en el Tribunal, ¡principalmente por la falta, elemental, de un notable espigón portuario! Débil en organización civil y en infraestructuras, repito. En definitiva, un territorio reseco, más que del sol, por la evaporación acelerada de los dineros transferidos, ¡como también se apuntó en esta Sala!
Un enclave territorial de setenta quilómetros de costa, retenido por España, fuese como propio o como sucedáneo de aquella legendaria Santa Cruz de Mar Pequeña, a pretexto de haber tenido, por aquellas coordenadas, y desde el Medievo, una base pesquera y un fortín, ¡es incomprensible que no se dotase de un puerto pesquero! Tal parece que el Caudillo nunca viese el mar, y eso que nació, y se crió en El Ferrol... ¿O es que tenía complejo de marino frustrado? En canto al Cuartel Militar de Ifni, los civiles, y por tanto, imparciales en este asunto, podemos jurar, en realidad de verdad, que allí estaba la flor y la nata do nuestro Ejército. Pero un país del XX precisaba algo más que guerreros, algo más que guerras…
Por lo que respecta a Zamalloa, toda loa es insuficiente, pero se le ha convertido en una especie de “General Silvestre”, silenciando su labor, acaso para ocultar, con ello, la ineptitud del Alto Mando. Tan silente fue su epopeya de Ifni que incluso la Gran Enciclopedia Galega, edición del 2003, además de omitir su fotografía y su intervención en la Guerra de Ifni, lo único que reseñan de su generalato es que “…foi gobernador xeral do Sáhara”.
¿Quién se atreve a imaginar qué pasaría en Ifni en el 57 si nos permutasen a Zamalloa por aquel Fernández Silvestre del año 1921? La respuesta no puede existir, pero el cálculo si: ¡veinte mil muertos, tantos como soldados, con los civiles aparte! ¡Hubiese sido la hecatombe franquista!
Comandante T.
-¡Ya iba siendo hora de que se te agotasen las palabras, cacho derrotista! Aquí tenemos otro desertor, que también se puede desertar de civil, y sin largarse, sólo con desmoralizar a los verdaderos patriotas. Para más contradicción, aquí le tenemos, en este Jurado, ¡donde se supone que debe terciar a favor de España!
Farero
-No se sulfure, señor Milite, que me estuve refiriendo más bien a la derrota, al fracaso económico, político y cultural, que del elemento militar ya dije que eran buenos elementos…; ¡bastante buenos para lo que se podía esperar de su formación estrictamente castrense! Los pecados imperdonables se produjeron en aquellos salones de Madrid…, ¡cómo es evidente!
Si nuestra reivindicatio era lo de aquellas pesquerías, costa arriba o costa abajo, legua más o legua menos, ¿qué sentido tiene que estuviésemos de murga, un tercio de siglo, que ya son años, pescando con caña, y desde los cárabos, arrastrados a diario, playa arriba y playa abajo, sin un maldito espigón de atraque?
Ya que fuimos al Ifni, o nos manteníamos allí, decían, para defender las Canarias, poca estrategia fue aquella pues en definitiva fueron las propias Canarias las que tuvieron que defender Ifni, Ifni y el Sáhara, año tras año. Y también oficiaron, naturalmente, de base logística.
Por último: Si fuimos a Ifni sólo, y tan sólo, para civilizar, para poner en producción los supuestos recursos naturales del país, donde está, donde estuvo, nuestro impacto, nuestra repesca, nuestra pegada cultural? Ni siquiera prosperaron las plantaciones de henequén, vulgo, sisal; y ya no digamos aquellas del ricino, ¡el purgante de las represalias fascistas!
En lo tocante a nuestra, pura y dura, culturización, le cedo la palabra a nuestra Profesora...
Profesora.
-De las intervenciones del Bancario, y también de las del Farero, parece demostrarse que la Política Económica que siguió España en Ifni, tampoco fue política, ¡y menos, económica! Esto admitido, todo aquello se limita a esta dicotomía: ¡armas o letras! Armas obsoletas, oxidadas; y letras..., ¡las del Catón, que de allí pocas carreras salieron! De nativos, me refiero.
Ahondando algo más, y para enfocar mi razonamiento, ¿tuvimos política educativa en Ifni? Me parece que sí, que en esto sí que hubo política, o más bien, politiquería, pero no verdaderamente educativa según los cánones de la Pedagogía moderna. Siempre me he preguntado si educar es modelar... Pues bien, en Ifni, e igualmente en toda A.O.E., se intentó un modelado..., ¡impositivo!
Modelado es atraer los niños a nuestras formas, sugestivamente, y no imponerles aquella macana imperialista del…, ¿Movimiento?, con un olímpico desprecio de su decantada y ancestral cultura, que si estaba en crisis en parte era debido a nuestras influencias desviacionistas. En esto hemos seguido métodos ensayados por España, en los siglos XVI y XVII, en América, ¡y por tanto anacrónicos, en todos los sentidos! Lo nuestro no podía ser enseñanza de medersa, eso tampoco, pero sí debiéramos ser más cosmopolitas, basándonos en un ideario democrático que, por otra parte, tampoco nos era exigible porque ni los profesores lo habíamos recibido y/o cultivado.
En cierto modo, allí procedimos como si aquellos españoles dirigentes quisiesen borrar el prestigio y el recuerdo de aquel Toledo de las tres culturas; y con Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada... Fue un modelado a fortiori, coaccionando de mil maneras, algunas innobles y otras ridículas, o trasnochadas, para que les fuese ineludible a los nativos entrar por aquella culturita nacionalista, nuestra, tan petulante, ¡y eso por llamarle de un modo lene!
Como ejemplo, como evidencia de nuestra incompetencia formativa, fruto de aquel ambiente, se podría afirmar que el noventa y nueve por ciento de la colonia española no sabía contar con los del país más allá de los dedos de las manos; a saber: wahid, zooch, thalatha, arb'a, khamsa, sitta, sabah, tamanya, tissa, ashera... ¿Se nos dieron cursillos de formación, clases de árabe, o del dialecto allí imperante…? ¡Para qué, si lo nuestro no era entenderles a ellos, sino obligarles a entendernos!
Educar otra raza, otro pueblo, con asepsia, es, ante todo, poderles preguntar en su propia lengua. Si nada les preguntábamos apropiadamente, ¿cómo se podía saber lo que sentían, lo que querían, lo que precisaban, o lo que pensaban? Enseñar, según yo lo entiendo, es tener, y por consiguiente dar, respuesta a las inquietudes intelectivas del educando. Darles a beber cultura según fuesen teniendo sed de ella. La sed cultural cierto es también que se fomenta con el ejercicio racional, pero concordareis conmigo en que los tullidos poco ejercicio pueden hacer, y allí, en África, casi todos eran verdaderos tullidos, en este sentido de la palabra. Pero más tullidos fuimos nosotros, sin proponérnoslo, por no querer, ni saber, entender a los nativos, y por renegar de nuestros orígenes convivenciales. ¿Bastará con decir que en la calle pocos se molestaban en preguntarle al nativo su nombre, satisfaciéndonos el genérico, y un tanto despectivo, de, Mohamed?
Por último, permitidme recordar aquel periodista tan africanizado, José María Rodríguez Méndez, que me abrió los ojos con una frase lapidaria al manifestar que advertía en nosotros, la prepotencia de considerarse milagrosamente como amos de algo o de alguien. ¡Ahí está el quid pro quo de tantos errores coloniales!
Intelectual, que se adelanta para felicitar a la Profesora, con evidente sinceridad:
-Señora, permítame expresarle que siempre la tuve, a usted, que no a España, por buena Maestra, así que nunca bostezaré oyéndole verdades de ese calibre. Usted y sus compañeros de la docencia ciertamente pusieron su animus educandi, pero los errores estuvieron en los programas, en las consignas, en los planeamientos políticos; en el ambiente de la calle y en aquella extraña protección de amos y señores de vidas y de haciendas a la que usted aludió, y precisamente con palabras de otro español sincero. ¡A usted, Baraka-lahufik!
Enfermera
-¿Por qué no le diste las gracias en francés…? Yo tengo para mí que, aún dentro de ciertas limitaciones, sólo en el Hospital de Sidi Ifni hubo humanidad; de la buena, de la fraterna; dicho sea sin desmerecer la labor sanitaria en los poblados del interior, mayormente en aquellas Delegaciones de la Policía, ¡que en este caso lo cortés no quita lo valiente! Se atendieron bastante bien las dolencias físicas, tracomas aparte, que también es cierto, pero de las anímicas, de las psicológicas, de los complejos y depresiones propias de una raza dominada, ustedes, los dominantes, ¡maldito caso hicieron!
¿Se paró algún español a ponderar la enorme energía, la carga de reactivos que almacena un ser reiteradamente humillado, postergado, acallado en sus voces íntimas? Si en Ifni, o en Madrid, en la misma Presidencia del Gobierno, hubieseis substituido, por ejemplo, dos Capitanes por dos Expertos, tal que por un Psicólogo y un Sociólogo, otra seguridad, y también otro pacifismo, hubiésemos tenido en su Colonia, en la benjamina. Provincia le llamasteis, pero a partir del Cincuenta y ocho..., ¡desde que os mináramos aquella mal llamada soberanía!
Me permito hablar de esto, aunque Enfermera, pues enfermedad fue, y bien secreta, aquella corrosión continua, progresiva, cancerosa, de la convivencia ifneña, ¡tan asirocada como pobre!
Bancario, con evidente retranca:
-¿Y luego, aquel tratamiento preventivo, el que os aplicó España inyectando millones y millones de unidades monetarias en vuestro torrente sanguíneo, en el de aquellos notabilísimos hijos de Notable, no sirvió de nada, no tiene mérito?
Empleado de Boaida
-¡En absoluto! Además de nuestra repugnancia, íntima que no externa, a las transfusiones mercantilistas, puesto que tales privilegios llevaban animus doli, séase, untura de carro, aquellas liberalidades con nuestros Notables, con nuestros Patronos, les pusieron en la obligación de escuchar el clamor, el descontento de la plebe, y por tanto, de dirigir aquel levantamiento para convencerles de que eran mejores que los españoles.
La opción de ellos, de nuestros feudales, de nuestros Notables, era clarísima e ineludible: ¡dividir para vencer! Lo de convencer, de arriba para abajo, siempre es fácil para un buen demagogo. Los gallegos lo saben bien: Si aquellos cuatro feudales no hubiesen capitaneado aquel montaje irmandino, ¿los burgueses de entonces acabarían encontrando condottieros propios que los condujesen a demoler los castillos? En tal dilema, mal menor era demoler las fortalezas de los competidores; ¡cambiar algo para que no cambiase todo! (En un aparte): ¡Pero qué fácil resulta entenderse con los gallegos cuando se les razona! En otro orden de cosas: Allí donde no se recibe comprensión, cierta o aparente, tampoco se genera respeto. Así, pues, la patria potestas consiste, principalmente, en formar a los menores para que sean capaces de tomar el relevo de un modo personal, ¡responsable y soberano! ¿Conformes?
Intelectual
-Como está visto que encontramos dificultades para alcanzar la unanimidad en este Veredicto, se me ocurre que podríamos pedir a nuestro Archivo, al musulmán, unas cuantas grabaciones de las obtenidas por nuestros espías, por los del Istiqlal, en vísperas del 23-N, que así repasamos cual era el Estado de Opinión en la Colonia de Ifni. ¡Sólo para refrescar la memoria, por supuesto!
Bancario
-Eso me parece justo, pero a condición de que traigan otras tantas de nuestro Servicio de Información, ¡si es que no las metieron en la salamandra por culpa de los fríos madrileños! ¡Acordaros de lo ahorrativo que era aquel Almirante…!
Comandante P.
-¡Calla, Bancario, y sé discreto, que eso no va a ser posible!
Bancario
-¿Por qué, Mi Mandante? ¿Ardieron...?
Comandante P.
-Pues…, ¡por imposibilidad física! Nosotros nunca hemos espiado… Alguna declaración obtenida hábilmente, ¡palo y tente tieso!, por el Cabo Cigüeña…, ¡y para eso, los originales se enviaron a Madrid, así que los habrán extraviado, seguro que sí!
Bancario.
-¿Y las copias?
Comandante P.
-¿Las copias? ¡Hechas con papel carbón…, a lo sumo aguantan un año, que después, con la humedad ambiente, se tornan ilegibles! El que se las memorizaba era el Intérprete, Hamido, pero ese…, ¡ese es ambidextro! Siempre estuvimos en sus manos: Nos entendían y nos conocían. Les tuvimos en todos los trabajos auxiliares: hogar, cuarteles y oficinas. Sabían, o adivinaban, todos nuestros actos, nuestros pasos y nuestros proyectos; nuestros comentarios íntimos… ¡E incluso las infidelidades matrimoniales! Por el contrario, para nosotros todos ellos eran uno, ¡Mohamed! Y de las moras, con sus velos, sólo conocíamos sus ojos, ¡todos iguales y hermosos!
Bancario.
-¡Siempre estuvimos en sus manos…; tienes razón! ¿Qué hacemos ahora, que ya no estamos en su órbita?
Comandante P.
-Esperar a ver lo que tienen ellos, y luego rebatírselo, ¡como cosacos!

Escena 4ª, del 2º acto
Llaman a la puerta y seguidamente entra el Alguacil con un saco de cintas, pero no dice nada, que se supone que no debe influir en el Jurado, así que, después de dárselas al Intelectual, que se levanta para recogerlas, este Alguacil se dirige a su mesa, en un ángulo de la Sala, cerca de la Historia.
Intelectual, mostrando una de las casetes:
-Esta, esta es la primera, que está clasificada como, Conversaciones de un Alférez de Milicias con el Contador de los Servicios Financieros del Gobierno de África Occidental Española. ¡Minfadlik! ¡Quiero decir, que hagan el favor de anotarlo!
Contador, asombrado:
-¿Como, como fue que nos grabaron?
Intelectual
-¡Muy simple! Aquel electricista, el Abdel-lah, aquel de la Central Eléctrica, que estudiara en Casá, de paso que revisaba las instalaciones de los edificios iba ajustando los micros… Días después pasaba a desmontarlos, alegando una comprobación rutinaria...
En canto a los aparatos, a las grabadoras, como siempre había una casa moruna en las inmediaciones..., ¡se desviaban los hilos!
En las oficinas del Gobierno, como nadie entraba en aquellos cuartos recoletos de los Ordenanzas musulmanes, que se les llamaba a voces, ese era el sitio perfecto para manipular las conexiones desviadas por cable a los magnetófonos, que por entonces no había mejores técnicas!
Contador
-¡Sois de la piel del diablo…! Y nosotros, parvos, haciendo de protectores, enseñando a los que sabían más que nosotros!
Intelectual
-¿Le extraña eso? Tuvimos buenos Maestros, y no sólo los españoles: aquellos de la CIA y de la Gestapo, aquellos de las S.S…; aparte de que la necesidad despierta al necesitado, al oprimido, que siempre fue así!
Contador
-¿A ver, luego, qué dijimos nosotros que os valiese la pena grabarlo, grabarlo y conservarlo?
Intelectual
-El espionaje siempre vale la pena, que se atan cabos, y entonces se conoce cómo piensa el enemigo; o la retaguardia del enemigo, que también es importante!
Le da al aparato y se oyen unas voces en off.
Contador, en su propia voz:
...
-¡Me alegro de conocerte, rapaz! ¡Bien venido a este Territorio del atai, de las chumberas y del Plus de Residencia; abonos dobles y todo eso! Aquí, en esta carta de presentación, me dice mi hermano que eres oriundo de las tierras de Chantada, pero que vivís achantados en Ourense...
Alférez
-Si, en efecto; mis padres tienen allí, por las Burgas, una casa de huéspedes, pero yo prefiero ser huésped del Estado. Por eso estoy preparando, a la vez, Hacienda y Aduanas, para presentarme a las primeras oposiciones que se celebren. ¡Tan pronto remate estas Milicias, por supuesto!
Contador
-Eso será si no te reenganchan, que tal y como están las cosas, igual acabas de Intendente...! ¡De Intendente General!
Alférez
-Me conformo con ser Intendente..., de Hacienda!
Contador
-Rapaz, no quiero pisarte la modestia, por más que la tengas larga, pero las trazas son de que te la aplastará, cualquier día de estos, la majestad de Mohamed V. Desde que les dimos la Independencia, ahí arriba, en el Norte, en lo que es Protectorado, ahora, en Abril, estos nativos, que están más bravús que el propio Al Mansour, aquel que nos robó las campanas de Compostela... Mira como es la cosa, que se niegan a pagarnos Contribuciones, y eso que lo harían con los propios denarios del propio César, nuestro Caudillo, ¡por la gracia de Dios!, que así consta en las monedas. No sé quién les metió en la cabeza, en la cabeza o en el turbante, que sólo paga tributos quien es tributario; séase, vasallo; y por ahí no pasan..., ¡de gordos que están! Estos piensan igual que danzan, en círculo, así que tornan a sus orígenes, dándoselas de marroquíes..., ¡ahora, ahora que se están yendo los franceses!
Alférez
-¿Tanto? ¡Ay luego, te estamos bien; y para meterlos en la cárcel, no caben! Una solución puede ser enviarlos a Fuerteventura…, como se hizo con Unamuno!
Contador
-¡Si, hombre; pero no servirá de nada, que estos no pararán hasta anexionar nuestro Ifni a su Marruecos! ¡Allá ellos, que para Marruecos irán de culo!
Alférez
-¡Eso no pueden..., ni soñarlo! Allí están sin armas, con un Ejército incipiente, indisciplinado...; y de logística, cero! Además, si entrasen en guerra con España, Francia ocuparía de nuevo, inmediatamente, sus antiguas fronteras, y les diría a los morangos: ¿Lo veis? ¡No se os puede emancipar...! Y luego que, aparte de eso, la CIA del Tío Sam está con nosotros, que les interesamos mucho porque tienen Bases y compromisos con España... El Tío Sam les dirá que no tosan para que Occidente no se infecte de miasmas comunistas!
Contador
-Un modo de absorción, y a la vez de desintegración, de estos comunistoides, podría ser disolverlos en sus propias algaradas: darles leiras, mandarles al campo y retirarles sus pensiones de Guerra, de la nuestra, que cuando se harten de comer takanaita con takanaita, higos con higos, entonces pondrán su mano, la mano y el cazo! ¿Entiendes la cosa?
Alférez
-Hombre, no sé; no lo sé; pero también está que en los cuarteles no percibo miedo, ninguno! ¡Ni siquiera desconfianza! Ni miedo, ni preparativos ad hoc...; ¡nada de nada!
Contador
-Lo malo puede ser que se repita la Historia, ¿sabes? Que no escarmentásemos con aquello de Annual! Tampoco le tuvimos miedo a aquel Abd-el-Krim que hacía versos en castellano, ¡un simple intérprete! Igual están aprendiendo su himno, aquello de, Al yauma lijurobi hay...! Bien, dejémoslo así, que tengo bastante guerra con los papeles de este maldito desgobierno del A.O.E., que todo lo llevan a estilo cuartel…!
Alférez
-¿Te oiría bien? ¿Dijiste..., desgobierno?
Contador
-¿Que hago aquí de Contador, si no hay cuentas, si no hay impuestos? ¡Voy acabar más libio que los libios! (18).
Alférez
-Hablando de todo un poco: Estoy asombrado de lo abundante que es, y de lo bien situada que está, en las escalas, la colonia gallega de Ifni. Estuve echando cuentas y, por regiones, salvo Canarias, somos mayoría, tanto, que si Buenos Aires es la quinta provincia gallega, Ifni es la sexta!
Contador
-¡Otro gallego echando cuentas! Me hace gracia que uses esa expresión... ¡Rapaz, las cuentas, además de cálculos, son vidas! Por eso, cando decimos echar nuestras cuentas, queremos significar revisar la propia vida. Hay pueblos que son intrínsecamente calculadores, y para ellos, echar las cuentas, es simplemente calcular, en abstracto; pero el gallego, no; ¡el gallego siempre es generoso en las pesetas, y tacaño con la calderilla!
Alférez
-Me iré, que te estoy entreteniendo, y tienes que ayudar a desgobernar Ifni!
Contador
-En este caso no te des prisa, que conmigo estás haciendo Patria, pues canto menos incordie yo, mejor le irá a la pax magrebí. ¿Me entiendes?
Alférez
-La verdad, no mucho, y eso que me dijeron en Ourense que tú eres un fenómeno; pienso que será un problema de desnivel con respecto al padre Miño, que por Chantada lleva menos agua!
Contador
-Te engañaron, rapaz, que si yo fuese inteligente, con los años que llevo aquí, ya habría aprendido a decir, ¡Amén!, pero en el idioma de las Colonias...
Alférez
-Oyes, por cierto, que aún no escuché a ningún español hablar en arabía; ¡ni en árabe, ni en chelja. ¿Será que me dejó sordo este último siroco...?
Contador
-¡No, ni lo oirás, nunca; ni en dialecto! De tan apóstoles que somos, se nos figura que venimos del Pentecostés, y que los paganos nos entienden de sobra. Pero aún estás a tiempo de escucharnos... Ya me oirás los infinitivos cuando pida clemencia, cuando llegue el dies irae, el día airado, el de las gumías al cuello, al nuestro, que entonces…, ¡hasta en arameo! Eso será si antes no me mandan con la Hacienda a Fuerteventura...! ¡Ya sabes, a Puerto Cabras, que ahora se lo dedican al Rosario!
Alférez
-¡Estás de coña, que en Fuerteventura no hay Delegación de Hacienda!
Contador
-Llegará, llegarán a tenerla…, cuando se vaya la Legión y vengan los turistas...!
Alférez
-¡Eres un coñón! A propósito, ¿qué hay de cierto en eso de que nos asirocamos nada más llegar a Ifni? ¡Tendré que preguntárselo al Doctor Bisagras, al Director del Hospital, que me dijeron que es un as en psicología...!
Contador
-¡Haberlas, las hay! Pero unos te son de nacimiento, y los otros se ponen así al sobrevolar Despeñaperros..., porque echan cuentas imperiales! En cuanto a los que llegaron por tierra, por Bernal, eses siempre afirman que, de puestos en Algeciras, le ordenaron al chofer que se volviese para Madrid, con el auto…, ¡para darle servicio a la suegra!
Alférez
-¡Para un solo día, mucho he aprendido! Ponme a los pies de tu señora...
Contador
-Rapaz, aquí tienes mi tarjeta; y te recuerdo que te esperamos este sábado, para tomar las copas. ¡Es el deporte de nuestros week end; vulgo, fin de semana! ¡Ah, un consejo! Aquí en Ifni no te pongas a los pies de nadie, ni siquiera de la Gobernadora, que te pueden confundir con un moro…; ¡la mejor cortesía es un buen taconazo!
Alférez
-¿Qué me dices? ¿Con las señoras...; taconazo a las señoras?
Contador
-¡No seas novato! ¿Aún no percibiste que aquí, en el Territorio, todas las señoras tienen mando en plaza? ¡Mando, asistente, cocinero, niñero, lavabragas, pabellón oficial...!
Alférez
-¡Querido paisano, lo dicho: nos vemos este sábado!
Contador
-¡Abur! Ya sabes que donde haya un gallego, allí tenemos un consulado!
Alférez
-¡Ya lo veo! Estés asirocado o no, eres un fenómeno; ¡demostrado! ¡Y ojo con las gumías; con las gumías y con el desgobierno!
Contador
-¡Pues no veo como, que ambas cosas son inevitables, por el camino que llevamos!
...
Comandante P. dirigiéndose al Intelectual:
-Corta ese rollo, que esas grabaciones de vuestros espías no aportan nada substancial; ¡échalas al quinto infierno!
Intelectual
-Por mí no hay inconveniente, que ya veo, por su actitud, que empieza a admitir la licitud de nuestra Causa.
Comandante T.
-¡No, no cortéis eso, que yo no les doy esa ventaja! Es preferible aguantarles las grabaciones a que nos intimiden con ellas, que a bayoneta calada ya se anduvo allá abajo, así que, aquí y ahora, prefiero los secretos de su espionaje. Más vergüenza es, en todo caso, para ellos, por espiar intimidades, que la nuestra en mostrarnos tal y como fuimos, tal y como somos!
Intelectual, que sigue enredando con las cintas del magnetófono:
-Estoy buscando unas grabaciones que fueron hechas en el despacho del Bancario. Pienso que serán una muestra elocuente de las hondas preocupaciones de nuestros colonizadores; y con estas sí que doy por concluido y por resumido nuestro espionaje.
Bancario
-¡Pero eso, lo que se diga en esas cintas, es un secreto bancario; no sería ética su utilización, ni siquiera como prueba histórica!
Intelectual
-Yo entiendo que no es así, pues además de la prescripción documental, aquí estamos en el Jurado de la Historia, donde no caben secretos, ni siquiera los fiscales! Y hasta coincide que aquel Directivo de Banca, tú mismo, hablabas muy bajo, o te sentabas lejos del micro, así que ni casi se te oye.
Esta primera es la conversación de un carcelero natural de Lugo, que en Ifni vuestra gallegada fue una invasión general, ¡otra! ¡Escuchemos!
...
-No, señor; no le soy el Carcelero - jefe, que esa función se la dieron a un canario, ¡que hay que repartir! Pero tengo otros gajes! Mírelo bien, aquí mismo, en mi cartilla...; y todo ganado a pulso!
Vine al Territorio de soldado, ¡como tantos otros! Y como me vieron despierto, me pasaron a la Policía. De la Policía, a la cárcel..., cuando me dieron la Licencia, ¿sabe? Lo hicieron para que me ocupase de los interrogatorios, ¡xaora!, porque alguien opinó que soy algo bruto... Pero conmigo no acertaron para ese oficio, pues los cristianos, ni en la iglesia se confiesan! En cuanto a los moros, por su parte, no salen de su ana manarf: Mi no saber, mi inocente, mi estar mareda... Y así, siempre: ¡ualo majenduch! ¿Lo sabía?
Como la cárcel es aburrida, me busqué algo para distraerme, algo que me quedase cerca del trabajo; así que me ofrecí..., para el cementerio!
...

Mire
, este cementerio de Ifni es una ruina en cuanto a propinas, que los moros van al de ellos, allí por junto del morabito de Sidi Ifni. Y luego que, de viejos, lo que es de viejos, mueren pocos españoles, que ni para aquí vienen. A los jóvenes les llevan en avión, ¡para darles tierra en su tierra! En esto ganaré poco, pero no dejo este segundo empleo…, ¡por si los moros cogen la guadaña, que parece que la cosa lleva sus trazas!
Por lo que le cuento yo di en importante: ¡jamones, y también chorizos! Sí, de la parte de Baralla!
...
-¡Ah, pues, de eso…, se conservan regular! El Veterinario de Artillería me dijo que no me tentase el diablo echarles bórico, que puedo matar a los cristianos... ¡No mueren, no, ni con esas! Es una pena que los moros no coman jalufo, que entonces, con el ácido que yo pusiese en los jamones, hacíamos las paces…, por extinción! El caso es que los Economatos de los cuarteles me hacen la competencia...; ¡en los precios, se entiende! Por eso quiero ampliar el negocio; y pensé en poner un mesón, ahí por la Calle del Seis de Abril... Bocadillos para la tropa, ¿sabe? Si llegamos a tener guerra con Marruecos, aumentará la familia española, ¡tanto en el Mesón como en el cementerio!
Aquí el choio es traer jamones y chorizos, pero de Lugo, o de Tineo, que son más baratos que los de esas Cumbres Mayores! Y quesos, quesos también; con mucha sal, para que ande alegre el mesonero! En canto al vino...; mire, de eso vale cualquier cosa, pues con el paladar reseco, del miedo, de las marchas, de la polvareda del desierto, ni los Coroneles lo distinguen, para cuanto más los soldados!
...
-El nombre para el Mesón ya lo tengo: como hay que bajar dos escalones, Salto do Can. Hay otro en Lugo... Y servirá para que los soldados recuerden su perro, que lo dejaron en la aldea… Lo que me falta ahora son diñeiros, una presadita, que por eso le pido un empréstimo...
...
-Todo lo que me pueda prestar con dos firmas, que ya le traeré de las buenas, que allí en la cárcel tengo buenos amigos…
...


Intelectual
-¡Como veis, se trata de un colonizador típico, de categoría! Aquí hay otra cinta que también recoge una conversación bancaria, pero con un Comandante dignísimo, ¡de los de puro, muy apurado!

Suena, de nuevo, el aparato de las cintas:

...
-Se trata de una pequeña cifra... ¡Es por no pedírsela a mi suegro, que tengo mi aquel, por supuesto! Ya te dije que el empréstito es para acondicionar terrenos... Ni se cuánto, una pila de hectáreas, en la Vega del Segura. ¡Si, en mi pazo, que es como llaman en la Galicia profunda a los cortijos señoriales!

...
-Bien, si, por supuesto. El crédito anterior también fue cortijero…, que de juego, nada! Allá van cuatro o cinco, pero un cortijo vale..., millones! Y luego está que el Capellán, el Páter Pumariño, tan rico que es, nunca tiene inconvenientes para avalarme!
...

-¡En absoluto; son cosas diferentes! De diversiones falderas..., ¡nada, que me lo prohibió mi suegro! Y de póquer en el Casino..., ¡lo mínimo, sólo para no aburrirme!
...

-¿Que dice de pedirle anticipos a la caja del Cuartel...? ¡Hombre, no, que eso da una imagen..., cuartelera!
...

-¿Que no le llega con la del Páter? Eso de traer firmas ajenas me ofende...; ¡mucho! ¿Firmas, yo, que rajé el mapa de España, de par de Aranda, por el Ebro abajo? ¡No me hagas reír!
...

-¿Pero qué dices de una Declaración de Bienes? ¡Los militares no declaramos nada, ni la guerra, que nos las dan iniciadas!
...

-¡Si que vive la madre de ella! ¡Pero eso da igual: es hija única! Si estuviésemos, por poner un ejemplo, en la Coruña, andarían diez Bancos detrás de mí... Pero tengo que continuar aquí, en esta maldita África; por puro patriotismo, ¿sabes? Abonos, esos baremos de la escala...; en definitiva, honores, que lo demás no me interesa!
...

-¡Claro que seguiré aquí, por todo el plazo de este crédito, naturalmente! De pedir traslado, nada, en absoluto, que aquí estamos la flor, la flor y la nata del Glorioso, del Invicto. Si acaso, con alguna ausencia..., que se van para hacer cursos! A ti, como civil, te llega con ponerte firme cando se honra la bandera!
...

-¡Ah, sí, claro; hiciste las Milicias…! Entonces, acuérdate: ¡Si bis pacen..., para bellum! Ahora, con las ayudas del Tío Sam, los estudios militares tienen un mayor estímulo, otra complejidad, que por eso hacemos los cursos; con dietas, por supuesto, que eso refuerza nuestra solvencia!
...

-¿Hablas de esa interacción hispano-marroquí? ¡No sé qué decirte, que yo, de eso de la política, paso! La política es una vanidad; o mejor dicho, una vacuidad, que en España la tenemos superada gracias a ese político ingente, que lo es el Caudillo! ¡Si no fuese porque es gallego, llegaría a Emperador...!

En cuanto a estos incordiantes, eses guatanes...; nada, cuatro petardos festeros, de simples desocupados! Cuando Marruecos, un Marruecos coronado, les vaya metiendo en cintura, desaparecerán paulatinamente esas algaradas del Istiqlal. Nosotros, aquí, ¡un Territorio de soberanía!, no tenemos que hacer nada; ¡nada, en absoluto! Aquí, por no haber, ni hay rojos, que se exige el Certificado de antecedentes Penales! Yo lo dijo César, que cuando hay paz, Quieta, non movere!
...

Comandante T.
-La voz de ese Camarada me resulta familiar. Todo un caballero español: ¡Si llega a ser civil andaría con la pajarita al cuello!

Intelectual
-¡Nosotros nunca lo dudamos! Por eso, habida cuenta de la presencia de aquellos caballeros tan caballerosos, no extremamos las precauciones para organizar nuestro famoso ataque… Si hubiese golpes, si hubiese zorros con mando en plaza, nuestro golpe, nuestro ataque, hubiese sido..., más zorrero!

Comandante P.
-Bien; puesto que acabaste con esta farsa de las cintas…, ¡a redactar el Informe! ¡Ar!

Intelectual
-¡Casi, casi! Mas, para que la muestra sea representativa de los diversos afanes y de los diversos estamentos y clases, en aquel Ifni inefable, voy a meter una de aquellos Suboficiales tan…, ¡colonizadores! ¡Y con esta cierro la sesión; prometido!

El que habla ahora se expresa en un gallego muy cerrado:


-¡Si, soy galego! ¿Se me nota en los falares? De ascendencia, labrega! Si, por mi desgracia, como dijo el señor Marcos, aquel de la Portela…


-Casado, también. Le soy de Lugo, rayando con Coruña…; y mi mujer también raya…, ¡pero con Pontevedra!

-Sólo tenemos una hija, cosa que aquí es pecado, que me lo dijo el Páter, que las familias numerosas reciben, de seguida, un premio…, ¡por su patriotismo!

-¡Pues así le llaman! Pero en Madrid le dicen patriotismo de Kamasutra. Eso se paga, o por mejor decir, se cobra, ¡con un pabellón de F. N.! ¡Igual que decir, “Fuerzas Navales”, o “Fuerza Nueva”, pero en este caso, Familia Numerosa… Y mientras, nosotros, los pecadores, los de profilácticos, tenemos que vivir en casas morunas, de adobes…

-Santos no le somos, iso no, que ya se lo dije! Pero mi mujer, que la trajo para Ifni su cuñado, el Sargento Bouzoá, ¡y por eso la llaman Operación Cuñada!, le tiene otras virtudes, que le es tan ahorradora como yo mismo! Así que..., pensamos como uno solo, y comemos como uno solo, pero como uno solo no fornica...; ¡pues eso, que no tenemos pabellón! La nuestra cativa viene comiendo, aproximadamente, lo que yo ahorro de comida cuando me quedo en el cuartel! ¡Je, jee, jeee!
...

-¡Ah, eso! Es que pocos Suboficiales fuman, y menos en pipa! No bebemos, ni jugamos, ni andamos de guilindrainas detrás de las mujeras, mercándoles joyas. Joyas, alfaias, bixús... ¡Todo iso ya lo son ellas! Los Oficiales nos dan mala fama, sona de aprovechados, pero bien que se aprovechan ellos de nosotros, que les hacemos todo el trabajo, mayormente los sucios!

-¿Qué por qué me quedé en el Ejército? ¡Ay, de eso, mi señor, antes que vivir de un tercio, repartido entre todas las legítimas, es mejor venirse para África, al Tercio! Cierto es que mi mujer era morgada, que por eso no me quiso hasta que me vio con los galones de sargento!

-Allí, no meu lugarciño, la escuela caía lejos, y en el invierno tenía que atrouchar la nieve del monte hasta el cabezal de la parroquia. En primavera los caminos estaban enlamados. Y después venía el verano, que siempre llega, ¡igual que le pasa al San Martiño!, así que, daquella, con los trabajos de la huerta, el lameiro, la seara…, ¡ni cogíamos el pizarrín! En otoño, aquellos Maestros, ¡los pocos que había, que casi todos fueron depurados por Franco, no daban llegado…, ¡mientras tuviesen playa! Por si fuese poco, cuando se cansaba el Maestro de hacer escuela, vacaba, hacía punto, ¡sin previo aviso! Los Maestros estudiaban en la Normal, que por eso se consideraba normal todo lo que hacían, y todo lo que decían.

-Sí, claro; es verdad, que los minorazos también salimos adelante; ¡pero fue gracias a la Guerra de España! Cuanto más brutos, mejor se nos daba hacerla… Yo tuve la suerte de que sabía matar el cerdo, y eso me fue útil…, ¡para entrar a la bayoneta! Me salvó mi ignorancia de esa andrómina de la trayectoria parabólica de las balas, cosa que tanto acobardaba a los Bachilleres, que se emperraban en entenderla!

Decían de mí que era un jabato; y entonces el Capitán azuzaba: Tira pa lante, jabato, que tú y yo tenemos que subir a la cumbre, avanzando por estas vaguadas, que de paso les arrincamos el drapeau a estos milicianos…! ¿No hueles su pernod…? ¡Quién me iba a decir que en Ifni volveríamos a tener a los franchutes enfrente, en esa frontera! Esos condenados hasta les enseñaron a hablar francés a los moros… ¡No se puede con los gabachos!

-¿Que por qué no pongo todos los huevos en el mismo cesto, en una sola cuenta, en la de este Banco? Verá: Lo aprendí de mi madre, una vez que tropezó con una piedra yendo a la feria. Como dicen allí: Por un lado, ¿qué quiere saber? Y por el otro, ¿qué quiere que le diga? Si no vengo por aquí, a su Banco, todos los meses de Dios, es porque me da vergüenza eso de que ustedes me llamen imponente tan a menudo! ¡Si, si, que aquí lo pone, en estos impresos de ingresar en la libreta! Entre aquello de jabato, y esto de imponente…, ¡ya me parece una burla!

-No, no se ponga así por tan poco, que le hablo en serio: La que está imponente es mi mujer, que ella ingresa en Correos, en la Caja Postal, un mes sí y otro también, ¡a su nombre! De esta forma, con estas precauciones, aunque alguien nos vea una de las cartillas, no pensarán que me aprovecho de la cocina del Cuartel; o que mi mujer nos tiene racionados, que la gente, para lo malo…! Dijo una vez mi Capitán que la mujer del César tiene la obligación de ser honrada…, sin dejar de parecerlo! ¿Dios, quien le mandaría a mi padrino ponerme César?

-Después vienen las Coloniales, y entonces vaciamos las Cartillas, las que llevamos de aquí, las dos, en otra de la Postal, que la tenemos en los bajos de una de las casas de mi mujer… Pero lo hacemos después de mercar las leiras, y de plantar los pinos…, ¡para que nadie nos tenga por ricos! Así no les ocasionamos envidia, que es lo que más encarece las fincas! Como ve, si Dios quiere que estos mouros do carallo vayan teniendo aguante, aquí nos haremos ricos, si cuadra casi tanto como el señor Coronel!

-Mi mujer cose, ¿lo sabía?, así que, cuando precisen ropa… Ella cose más bien para las señoras de los Jefes, pero en secreto! De esta manera ellas estrenan en el Casino…, modelitos de París! ¿Qué le parece? ¡Es de coña! Yo preferiría clientas civiles, que las militaras tienen poca memoria para eso de los pagos; ¡como todas son de marquesa para arriba…! Pues eso, que no les dan importancia a nuestras facturas!

-¿Me pregunta que cómo es que no me aburren los sirocos? Señor, a quien tenga cavado, entolado, queimado, extendida la ceniza de diez fanegas de monte, ¡al año!, que no le vengan con esas mariconadas del siroco. ¡Ese es un problema de las marquesas, de esas que vinieron al Territorio para poner su marca!

-¿Ya me apuntaron en los libros del Banco? Entonces me voy, que vuelvo a entrar de cocina, pero no espere más cuartos hasta dentro de ocho o de diez semanas, ¡que ya se lo expliqué! Mire lo que son las cosas, que dicen que la Historia se repite: Aquellos de Burgos, en la del Treinta y seis, iban a su catedral y rezaban para que durase la guerra…! Pues aquí va ser cosa de rezarle a su Alá para que nos aguanten, por lo menos hasta llenar la última hoja de nuestras Cartillas! ¡In cha al-lah!

Comandante P., que se levanta colérico, dirigiéndose al Intelectual:
-¡Ya está bien de trapos sucios y de enseñar nuestro culo, así que, morangos del nabo, tocadme el ídem, que va siendo hora de ponerse a las abluciones! Si tenéis algo que concluir, ponedlo a refundir, que yo no aturo más espionajes; ni espionajes ni dilaciones procesales!

Se abate en la Mesa, dando trompazos con los codos, enojado, y con eso, empieza a caer el paño, como siempre, lentamente.



LISTO PARA SENTENCIA

Preside Doña Historia, que durante las anteriores escenas de este segundo acto, por tratarse de un Jurado, se mantuvo al margen de sus deliberaciones, sentada en un lateral, con el Alguacil a su lado como si fuese su Ayudante de Campo.

Historia
-Señores de este Jurado, que estemos aquí, en la Eternidad, fuera del tiempo, pero no del espacio, no supone que los del planeta Tierra tengan que esperar indefinidamente por mis fallos. Así que, ustedes, todos ustedes, como Jurados juramentados, deben rendirme cuenta de sus deliberaciones para que pueda emitir la
Sentencia

que se estime más oportuna. ¿Quién será el Portavoz de los Magrebíes?

Intelectual
-¡Bismillah! ¡En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso...! ¡Señoría, lo sorteamos y me tocó la china!

Historia
-En este caso, informe, pero hágalo con objetividad, que estoy harta de bibliografía partidista, pues cada Autor me habla de aquella feria del Ifni según su época, o su credo, haya o no participado en ella!

Intelectual
-Entonces, con la venia: En estas sesiones de crítica recíproca, objetivada la cosa, según su deseo, y depurados los sentimientos personales; también, de paso, las concupiscencias raciales, ¡hasta donde nos fue, humanamente, posible!, tengo por cierto que este affaire del Ifni ya es un tema asumido, resumido y digerido, ¡precisamente por ante la Historia!

Allá abajo, en la Prensa y en los libros de los países afectados, aquel follón sigue siendo un tema tabú. Más que prohibido, lo tienen enojado; y luego está que los de entonces no podían escribir, y los de ahora lo están mitificando y distorsionando porque ni lo vivieron ni está registrado en las hemerotecas, y eso a pesar de su importancia y trascendencia históricas! ¡Se limitan a amontonar datos físicos, tal y como si estuviesen preparando una tesis de investigación doctoral! Pero la Historia de las contiendas marroquíes, concretamente las del siglo XX, además de física tuvieron su química, como todo problema familiar! Me explicaré:

En España les quedó la mala conciencia de haber culminado las últimas colonizaciones, las tres: Ifni, Guinea y el Sáhara, con una suma algebraica de aciertos y desaciertos impresionante, que les dio, ante el mundo y ante ellos mismos, un resultado negativo, tan repugnante que hiede! Se resisten, por tanto, a poner en sus libros de texto una síntesis de la verdad objetiva aquí procurada.

En cuanto a Marruecos, el problema de mis compatriotas sigue en tiempo presente por las implicaciones personales que tuvo aquella guerra oscura, indigna e innecesaria. Por parte marroquí hubo un pecado de juventud y de impaciencia, y creemos, incluso, que poco coránica y poco pragmática. Sin embargo, atenúan su pecado aquellas reiteradas humillaciones coloniales, fuesen francesas o españolas; y también su reciente, y acaso aún verde, mayoría de edad política, con la consiguiente recuperación cultural como pueblo independiente. También concurrieron las simpatías descolonizadoras de medio mundo, que jugaron a nuestro favor; ¡ni sabemos cuánto! Queda alguna que otra razón adicional, que omito por brevedad, lo que no significa que les restemos importancia; lo hago simplemente por brevedad, pero conste que latían en las conciencias de entonces; ¡como mínimo, en las analíticas!

También acontece, y concurre, Mi Señora, que las torpezas de España, principalmente aquello de unos Impuestos extemporáneos, míseros y tardíos, como de trasacuerdo franquista, impuestos no tanto por lo que pudiesen recaudar los españoles sino como evidencia de que querían presentar, ante el mundo occidental, una cierta provincialización, con Registros de la Propiedad, etcétera. Y también la no menor de facilitar el asentamiento en Aaiún de aquellos contingentes civiles ifneño-marroquíes, comerciantes y/o retirados del Ejército español, que nos abrieron las puertas, las puertas y también las apetencias, saharianas, quedando el Territorio de Ifni como un estorbo, como un atranco viario, para una soñada anexión del Sáhara.

Con esa suma de incidentes se fomentó la asunción, pero también la consunción, históricas, del Caso Ifni.

Si en España mandasen los sabios, -es un decir, pues en democracia aún están verdes; ¡algo mejor que nosotros, pero verdes!-, no les pasaría desapercibida aquella repetición troyana que provocaron en el Sáhara, con el precedente de Roma cando nutrieron sus legiones con elementos bárbaros! Pues bien, en el A.O.E., pasó lo mismo: que llevaron, primero para Ifni, cantidad de rifeños, y después vino el poblamiento marroquí del Sáhara, principalmente Aaiún, una capital improvisada, que se hizo con gente y con dinero de aluvión, escatimando oportunidades a los aborígenes. ¡Una estrategia tan necia no se le hubiese ocurrido ni al que asó la manteca!

Llegados al momento propicio de hacerse con el Sáhara, nuestro Hassán II ni precisó de su proverbial astucia, que nada tuvo que inventar, absolutamente nada, para fortalecer sus reivindicaciones, ya que los propios españoles le tenían ensayada la receta milagrosa. Como dirían los gallegos, ¡que Marcha Verde nin que carallo! La marcha decisiva, la primaria y primordial, fue aquel trasvase, estúpido y calladito, aquella feudalización del Sáhara con tenderos y demás amiguetes llevados o expulsados de Sidi Ifni, a últimos de los Cincuenta, a título de premio/castigo por supuestas lealtades/deslealtades, causa y generación remotas de aquella reacción polisaria… Tales hechos oscurecen, y dificultan, Madame, que se asuma históricamente la liquidación del Caso que nos ocupa.

Como usted, Doña Historia, está discurriendo lentamente en nuestro Magreb, aquí tenemos otra causa de la incomunicación y del abandono radical en que tuvieron, y aún tienen, a Ifni, nuestros Maliks, resultando evidente que aún les queman en las manos aquellos tizones, aquellos rescoldos españoles. ¡Dicho de otro modo, el temple de las tizonas cidianas!

Con esto asumido, que no tenemos dudas de que los conflictos, sean personales, sociales, o incluso internacionales, no se digieren sin debates racionales, y mientras tanto, no se pueden superar, entendemos que, abrogándonos una cierta representatividad magrebí, por lo menos en el campo de la intelectualidad, debo reconocer, y así lo hago constar a Su Señoría, aquella colaboración, aquella noble colaboración, del pueblo español, particularmente gallegos y canarios, gallegos en lo militar y canarios en lo civil, que tanto se singularizó en el desarrollo de este follón de Ifni!

¡Entiendo también, si se me permite otro inciso, que va siendo hora de que en España, tanto en la peninsular como en la insular, sepan quién les quitó las castañas del fuego, en plena hoguera bélica e independentista! Y si antes no lo tengo dicho, fue por dar la preferencia a los propios españoles, ya que estaría mejor que ellos mismos cantasen las loas propias, pero está visto que eses centralistas antes cantarían las cuarenta que hacerlo con las sagas brumosas de sus conciudadanos hispano -suevos!

Por aquí, por ante la Historia, desfilaron, o fueron evocados en estas diatribas:

Pepiño, el de la Rueda, cualquiera que fuese su apellido real, que encarna bastante bien ese conjunto disjunto de gallegos anónimos, anónimos pero decididos, que aparecen con frecuencia al comienzo de toda aventura y/o descubrimiento de rango universal. Pero como los gallegos, los enxebres, siempre piensan en gallego, los cronistas de habla castellana no suelen, ni saben, traducir estas singularidades.

Un alto porcentaje de los militares de graduación media, o no tan media, ¡eso sí, todos ellos castellano-hablantes!, que por eso se eclipsan, fundidos por los cronistas en la Historia General de las Españas.

En la enseñanza, en la burocracia y en la técnica aportada, los gallegos, en mancomunidad con los canarios, por supuesto, fueron mayoría relativa, muy importante si clasificamos a los españoles allí destinados, o incorporados sucesivamente, ateniéndonos a las Autonomías actuales.

Luego está el propio Franco, circunstancialmente en la cumbre de los galaicos, ¡que no colegas suyos!, quien por cierto ya no precisa palios; ¡ni palios, ni paliar sus hechos!

Yo resaltaría, en relación con Ifni, al casi anónimo, pero laureado, Gómez-Zamalloa, a quien todo España debe honores excelsos, inmarcesibles. Sin embargo, pienso que su nombre sería una buena pregunta para derrotar opositores de las más altas encomiendas. Sin la templanza, la valentía, la prudencia, y también la profunda humanidad, de este hombre, de este gallego baril, (del germano, baro, “hombre libre, apto para la lucha”), a quien yo parangonaría con el propio Xelmírez si les cambiásemos de siglo y si mutásemos el fajín de uno por el cíngulo del otro, pues, tal y como estaban las cosas en África en el Cincuenta y siete, con tan poca previsión y un material de guerra tan ruin y arcaico, si no fuese por semejante César, por este eximio laureado, me río yo del famoso desastre de Annual, del que se derivaron tantos y tantos incidentes, ¡por no llamarles accidentes!

Si, si, del Annual, aquellas posiciones del Rif, en la zona Igueriben, en el propio alfoz de Melilla... ¿Es que ya no recuerdan, no se acuerdan o no quieren acordarse de aquella vergüenza nacional, un auténtico descalabro, que ni para nosotros fue útil? ¡Pues es para acordarse, que el año 1921 no queda lejos; y nuestro Sidi Abd el-Krim está en nuestros altares patrióticos, bien fachendoso por cierto! Pregúntenle, pregúntenle al ánima del General Fernández Silvestre..., que se vino al Cielo, al nuestro, al Magrebí, muerto de vergüenza, más aún que de los gumiazos recibidos, no faltando quien crea que se autotrasladó a la eternidad, trastornado por sus remordimientos!

Insisto en que, si frente a nosotros, a los atacantes, en tan histórica y crucial ocasión, no estuviese el temple y la sagacidad del General Gómez-Zamalloa, España tendría en la guerra de Ifni dos o tres mil muertos, en lugar de los quinientos, ¡y a ver quién ocultaba semejante sangría, con o sin censura, en la vehemente España, en aquella España de una Dictadura ya tambaleante, sostenida tan sólo por la baraka de Franco, como la Historia, la propia Historia, está harta de demostrar. Este análisis del salvador Zamalloa, que yo sepa, aún está sin hacer, y es asombroso que nadie se parase en analizar a fondo semejante epopeya, semejante heroicidad, tal suma de aciertos en un militar aparentemente tan rudo. ¡Es una omisión imperdonable para la cultura hispana, particularmente para la nacionalidad gallega!

Por otra parte, Zamalloa fue demasiado sol como para dejarle lucir en el Campo de Marte, y por supuesto que su propio Caudillo fue el primer interesado en acuartelarle con honores internos e ínfimos. ¿Le dio Franco otra laureada? ¡Estaría bueno, pues con la envidia que siempre le tuvo a Varela, por las dos suyas, don Francisco Teódulo de esta vez no picó! Comparaciones aparte, que Zamalloa es incomparable, tengo para mí que el César es más César si gana las guerras con un mínimo de caídos. Pues ese fue, exactamente ese, el caso de este guerrero, pero la cretina Spania siempre encubre a los héroes verdaderos, en su crónico daltonismo!

Basta, para este aserto acerca da su valía, y para la ponderación de tan singular taumaturgo como fue Zamalloa, con detenerse a considerar las estadísticas del armamento y de la munición habidas en los respectivos campos de batalla:

Por nuestra parte, en un mínimo y somero inventario, los magrebíes disponíamos de: Un ciento de morteros; ametralladoras modelos francés y checo, así como algún que otro fusil ametrallador; metralletas y subfusiles a pares, como las alpargatas; fusiles de todo tipo, y también escopetas de caza, con postas; bombas de mano, por camiones; pistolas americanas de largo alcance... ¡Y mil cosas más, todas ellas de precisión y modernas! De hombres adiestrados, perfectamente adiestrados, muchos de ellos ex-combatientes de las últimas guerras, un contingente caralludo, que diría Zamalloa. Tan sólo en la concentración de Guolimine tuvimos, bien adiestrados, armados e dispuestos, arriba de los cinco mil. Eso no lo sabían en España, ni siquiera los de su Estado Mayor, que con semejante desinformación se cubrió de telarañas aquel ínclito Servicio Central de Documentación, remedo de la CIA, también, ¡qué no tan bien!, fundado por el eximio alter ego franquista, Almirante Carrero Blanco, aquel prohombre que lo era todo porque se le suponía ojo clínico..., en la tierra de los ciegos!

Por parte española, tal era vuestra prepotencia en lo meramente personal, tal vuestra ingenuidad, tal la confianza de vuestro Caudillo en la fraternidad hispano - árabe, pero, sobre todo, y como queda dicho, vuestra desinformación crónica, vuestra indocumentación del tal Servicio de Documentación que, para entonces, en la armería de vuestra África Occidental, poco más teníais que tambores viejos, rasgados de tanto tocar marchas triunfales. ¡Ah, y guantes; guantes blancos, para los desfiles!

Dije concretamente que vuestro potencial podría ser de dos o de tres mil muertos, pero no aclaré que eso sería el primer día, en la noche del 23 al 24 de noviembre del Cincuenta y siete, pues ni vosotros os apercibisteis del riesgo que corrió el franquismo, ni nosotros midiéramos por extenso nuestra capacidad detonante, detonadora de un batacazo político - militar, que lo tuvisteis a las mismísimas puertas, en las del Pardo! Si hubiese caído Ifni aquella noche, ¿cuál sería el amanecer de la Guardia Mora? ¡Eso sí que lo calculó Franco, que ordenó su inmediata salida por el aeropuerto de Barajas! Por todo esto no me cansaré de repetir cual fue el milagro de tener disponible en el A.O.E. un guardacostas del temple y de la capacidad militar del eximio Zamalloa. ¡Fue otra baraka de las de Franco, otra más! ¡Que conste!

En esta indolencia española, conscientes como debíais estar do vuestro incumplimiento del Tratado del Pardo, aquel documento del 7 de abril del Cincuenta y seis, que decía, bien claramente, que España nos reconocía... la integridad territorial de Marruecos, tal y como está garantizada por los Tratados Internacionales en vigor...

¡Hay que repetirlo para que quede claro, claro y definitivamente sabido!

En estas circunstancias, con estos Acuerdos/Desacuerdos previos, ¿se puede culpar a Marruecos de que intentásemos rescatar, liberar, por todos los medios a nuestro alcance, aquel Enclave, esa cuña de Santa Cruz de Ifni, disponiendo, además, de una juventud enfervorizada, exaltada por los inciensos de una independencia reciente, por una increíble victoria obtenida nada menos que frente a la grandeur de la France, alentada por un Istiqlal visionario y reivindicativo, con un Movimiento de Liberación que estrenaba armas? ¡Espero, por tanto, Señoría, que su exoneración con respecto a Marruecos y a sus Guías, a sus Conductores, va a ser total y perfectamente laudatoria! ¡En rigor histórico, ello es inevitable!

Doña Historia, Madame, llegados a este punto tan esclarecedor, en estas Convivencias Contenciosas, permítame tenderle la mano, con toda fraternidad, ¡ahora sí!, a estos españoles tan calladitos, que soportaron el principal peso histórico de la labor y de las penalidades coloniales en nuestro indiscutible Ifni. Entiendo que tienen bien merecido nuestro respeto histórico. ¡Lo digo y lo suscribo con toda sinceridad y con la mayor admiración! Por eso, con estas premisas, definidas y definitivas, y con su venia, voy a ser franco con los de Franco.

No debiera ser indiscreto, no debiera haber dicho, así, en público, todo lo que aquí me oísteis, pues por esta franqueza, nunca monumentos me elevarán en mi Magreb, en el chauvinista Magreb, pero no quiero achantarme en la autocrítica en justa emulación de estos nobles contrincantes.

Por otra banda, como se dice en vuestro paraíso, en esa Gallaecia siempre verde, entiendo que también hay patriotismo en mi franqueza, en la presente, ya que de este modo contribuyo, o pretendo hacerlo, para que se les quiten a los españoles esos errores, históricamente enraizados, de considerarnos holgazanes y perezosos, sucios y torpes, traidoramente dúctiles, precisamente a nosotros, a los magrebíes, cuando de hecho lo que visteis vosotros, en aquellos años de aquel pseudo-protectorado, fue una postración temporal, humillante pero superficial, de esas cíclicas que soportamos, de cuando en vez, todos los pueblos, todas las civilizaciones. Recordad que el Magreb actual está generado por aquellos maestros toledanos, cordobeses, granadinos…, a los que debéis la única filosofía que tuvo España; y de paso, la horticultura, el riego, la ecología, la gastronomía, el curanderismo…; y aún la mejor arte decorativa, además de una comprensión humana y de un fuerte humanismo, pues el vuestro, el importado de Grecia a través de Roma, os lo habían ahogado los godos.

Todo esto sin pasarnos a las artes prácticas y a tantos otros saberes recogidos por los árabes en todo el Oriente, Bizancio incluido, aquel refugio salvador-transmisor de la cultura greco - latina. ¿Verdad que es cierto, históricamente cierto?

Señoría, por lo que a mí respecta, entiendo que, a efectos históricos, esta Cuestión de Ifni ya la tenemos, a estas alturas del debate, perfectamente batida; o por lo menos, enérgicamente rememorada y agitada. No me duelen prendas en reconocer, aquí por ante a Historia, que si nos damos la mano de nuevo es, lo fue, gracias a los buenos oficios de los pescadores gallegos, que siguen a ser los mejores y más sutiles ladrones del mar. ¡Quiero decir, los mejores diplomáticos do mundo! Como logran acomodar las voluntades de los terceros, eso lo ignoro, pero lo visible es que son hábiles…, ¡más que los fenicios!

Señoría, este Jurado exonera a los nuestros, obviamente, desde Mohamed V a Hassán II; que Alá los guarde y los vigile por muchos años; pasando por el Eximio Professeur Si Al-lal el Fassi. En canto a Franco y a sus franquistas..., les perdonaremos aquellos errores coloniales, bien garrafales por cierto, y lo hacemos en gracia a la recomendación de estos defensores, de estos re-comandantes, particularmente los inimitables galaicos.

Este es, en resumen, nuestro Dictamen!

Señoría, yo he hablado, aquí y ahora, por los míos, y lo hice para la Historia Definitiva, para la Universal. Recordad, vosotros, impíos españoles, que quien rompe un pacto, cualquier pacto, sea de Dios o del Pardo, rompe lo que Dios mandó que estuviese atado, y bien atado! Los que propagan la corrupción del verbo contractual, ¡eses, eses serán los malditos; esos son los extraviados!

Los musulmanes le aplauden, fuerte y prolongadamente; los españoles también, pero algo menos, por simple cortesía.

Historia, mayestática:
-¡Oh, Alá, qué lección tan magistral, verdaderamente histórica, la que nos dio este alumno de aquellos Maestros españoles que ejercieron su magisterio en Sidi Ifni! De todo lo cual se deduce que no debió ser tan nefasta su protección, o su Protectorado, por más que le llamasen, Soberanía! Tomo la debida nota para mis Archivos, para los Históricos, y concedo la palabra a este Farero tan majo, tan garrido, que hace de Portavoz de los Galaicos.

Farero
-Señoría, los míos delegaron en mi como Portavoz, y deduzco que sería por una cuestión de encaje. ¡Naturalmente, ya que soy natural de Camariñas..., el país de los encajes!

Reconozco que, como gallegos de pro que somos, nos fue difícil llegar a un veredicto unánime pues en lo único que, en definitiva, coincidimos, es en que este Intelectual, este mauri, fue una pena que no estuviese de parte de sus Maestros en aquel follón de Ifni. Sin embargo, le admiramos y le agradecemos sus buenos oficios, los diplomáticos, en este Juicio histórico.

Comprendemos la fogosidad de una población que estrenaba independencia, ¡eso sí!, pero lamentamos que el Professeur Si Al-lal no aplicase, en su momento, aquella filosofía de nuestro Caudillo, cuando, refiriéndose a Gibraltar, opinó eclécticamente que no hay que preocuparse por las frutas maduras. Con esa filosofía fatalista, tan propia de vuestro Credo, hubiésemos ahorrado mucha sangre, en ambos frentes, y hoy tendríamos, en los dos países, unos cuantos parados más, ¡pero vivos!

Por otra banda, no sé si por la de babor o por la de estribor, ya que ahora, por nuestros caídos, sólo podemos responsar, ¡por si alguien no salió aún del Purgatorio!, nuestra propuesta es que, en memoria de aquella pesquería, nos dejéis pescar libremente..., ¡qué bien poco pedimos en este Acuerdo histórico, transaccional!, en aquellos bancos canario-saharianos, en aquellos a los que nuestro Diego García de Herrera llamara aquello tan bonito, y tan sonado, ¡tan sobado y tan reivindicado!, de, Santa Cruz de la Mar Pequeña. Yo me encargaría de apagar los faros…, para evitarnos el conteo de esas millas de protección!

Por supuesto que sin trabas, ni chanchullos con las millas marinas; quif-quif, sin limitaciones en el calibre de las redes, sin capitales mixtos, sin cazos ni intermediarios... Nada de zaragatas ni zarandajas, ni frenos ni atrancos de los vuestros, tan habituales, tan onerosos y tan incómodos de cumplir!

¿Que, lo hacemos así, hermanos del Libro, que es tanto como decir, pescadores todos, hermanos del Mar de Galilea? ¿Rematamos en tablas el pleito hispano-marroquí; y de paso, que esos Polisarios se apañen como puedan?

La respuesta puede ser comprometida, así que ninguno de los presentes abre la boca, pero los musulmanes hacen gestos extraños, dan indicios de asombro, cínicamente asombrados. Por su parte, después de una cierta indecisión, los gallegos rompen en aplausos; eso sí, evidenciando un cierto trasacuerdo, admirados por la sagacidad y por el oportunismo del Farero, su Portavoz.

Historia, dirigiéndose a los galaicos, no sin cierta ironía, bien perceptible:
-¿Que, se les acabaron los trasacuerdos pesqueros? ¿Va la definitiva? En ese caso, aquí tienen una Sentencia histórica, mi


SENTENCIA

En un aparte:
-Si no me apresuro, estos gallegos, ahora que tienen Autonomía, son capaces de reconquistar Ifni, ¡por el procedimiento árabe, o sea, a golpe de emigración, más o menos clandestina! Acaso dándole a la rueda de afilar, tal que hicieron la primera vez... ¡Y también son capaces de colonizar, de hacer praderas, sea por aspersión o por desalinización, en las propias arenas del desierto…, ¡con tal de ampliar su Cuota Láctea!

Le ponen sobre sus hombros un rico manto, de los de ritual solemne.

-Nos, por la gracia del Dios único y misericordioso, Historia Contemporánea, del Título de Aquende y de Allende de ese Estrecho de Gibraltar, después de considerar todos los Considerandos, y a resultas de los Resultandos,

Por Ante Mí,
DECLARO:

Que tratándose de un pleito más bien personal entre magrebíes y pescantines galaicos, Pepiño el de la Rueda, Franco, Gómez Zamalloa, etcétera.., la verdad aséptica, la decisoria, no puede por menos que ser confusa, profusa y difusa. ¡A ver si me entienden...!

Así que, mis dueñas y mis señores, estudiosos todos, ¡este Contencioso de Ifni lo voy a dejar en tablas! Sin perjuicio de que se abracen y reconcilien, aquí, en los Estrados, por Ante Mí, delante de la propia Historia, el General Laureado Don Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce, y el Eximio Profesor Si Al-lal el Fassi, dos magníficos defensores de las Causas respectivas, patriotas donde los haya, buenos vasallos, ¡pero de sus Señores, de los respectivos!

Así, definitivamente, por esta magnánima

SENTENCIA,

mando, declaro y publico, principalmente para que conste en los libros de texto, y que así rematen todas las dudas, todas las diatribas, incluso las históricas, con respecto al

IFNI
          
¡Escríbase en los Anales Hispano - marroquíes, mas, para que sea indeleble, indeleble y no repetible, asígnese con la sangre de los héroes, de los de ambas partes!
-o-

Reaparece el General Gómez-Zamalloa por la derecha del espectador; y el Profesor Si Al-lal el Fassi, que lo hace por la izquierda, tal y como le corresponde! Se abrazan efusivamente, fraternalmente, sin reservas.

De fondo se oye una retreta floreada. Fueron retornando al escenario los otros personajes, confundidos con los Jurados. Se abrazan todos, efusivamente.

Cruza por delante, de parte a parte del escenario, el Adelantado de Ifni, aquel Afilador, Pepiño, el de la Rueda, tocando la chifla de su oficio. Se para un momento en medio de la escena y saluda al público quitándose la gorra con parsimonia, un tanto hierático. Todos los presentes en el escenario miran atentos y respetuosos para el Afilador.

Algo después, según se vaya calmando la euforia escénica, cruza la Guardia Mora del Pardo. Portan, con cierta displicencia, unos retratos de Mohamed V y de Franco. Los actores, en aquel momento, se vuelven con naturalidad, sin mayores reverencias. El Cartero-Alguacil se acerca a su Jefa, la Historia, ofreciéndole una corona, de laurus nobilis.

Por último,
una niebla artificial, difusa pero paulatinamente más espesa, va envolviendo todo el escenario. Se oye, pero no se ve, una trompeta, estridente y tétrica, que convoca para el Juicio Universal!

-oOo-





El “Bancario”, -miembro del Somatén creado en Ifni para contribuir a la defensa de la Ciudad, y “Medalla de la Campaña de Ifni-Sáhara”, (en esta fotografía, el Autor, José María Gómez Vilabella, con su esposa, Estrella Josefina Rielo Castiñeira, saluda a Mary Paz, la nieta del General Gómez-Zamalloa, en presencia de uno de los hijos del General Iglesias de Ussel y Lizana), en los Actos del Cincuentenario de la Guerra de Ifni, en el Hotel Meliá- Las Palmas), -para no ser menos generoso que el Sr. Barber Cabrera, también ofrece su perdón, desde ya, a los chicos impetuosos del Istiqlal, concretamente a aquellos que le embistieron con un camión en las afueras de Safí, en mayo del 57, resultando su esposa con graves y múltiples heridas, a condición de que le dejen pasearse eternamente por los jardines del Sétimo, ya que la botánica es su debilidad actual, siquiera sea para compensar las arideces de sus diez años en el erial de Ifni. Las huríes se las deja a ellos, en sutil venganza, ¡para que les agoten! ¡He dicho!

Firmado:

Xosé María Gómez Vilabella
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Del Corán:

4, 78/76 Quien cree, combate en la senda de Dios.

4, 96/94 ¡Oh, los que creéis! Cando entréis en guerra por la senda de Dios, ved claro y no digáis a los que os ofrecen la paz: “No sois creyentes”, ansiando lo que os ofrece la vida mundanal. Dios tiene grandes botines. Así fuisteis anteriormente, pero Dios os favoreció. ¡Ved claro! ¡Dios está bien informado de lo que hacéis!

No son iguales, entre los creyentes, los no combatientes y los combatientes en la senda de Dios con sus bienes y sus personas. Dios nos prometió a todos la hermosa recompensa, pero Dios distinguirá a los combatientes por encima de los no combatientes dándoles una gran recompensa, una jerarquía respecto de Él, un perdón y una misericordia. Dios es indulgente, misericordioso.

37, 37 y s. ... los servidores devotos de Dios... tendrán vírgenes de mirada recatada, con ojos tan grandes como huevos de avestruz.

38, 49 y s. Los piadosos tendrán un hermoso lugar de retorno: los jardines del Edén tendrán abiertas sus puertas; y recostados en ellas, pedirán múltiples frutos y bebida, y junto a ellos estarán las vírgenes de mirada recatada.

56, 26 y s. Los compañeros de la derecha (los bienaventurados) estarán entre azufaifos sin espinas, entre acacias alineadas, de sombras extendidas, agua corriente y abundantes frutos, que no estarán cortados ni prohibidos. Las huríes, a las que formamos, a las que mantenemos vírgenes, coquetas, de poca edad, pertenecerán a los compañeros de la derecha.

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ADDENDA DOCUMENTAL

CITAS EN EL TEXTO

(1) Xan, arquetipo de hombre común, manejable, con poca personalidad y poco carácter.

(2) Algo ya dije en mi libro "Cacería de ciclóstomos en Ifni", pero más me queda, y quedará, en el tintero, que la Historia nunca dejará de ser una síntesis, cuanto más apretada más inteligible.

(3) Cumplidos diez lustros de aquel nocturno y alevoso ataque del 23-11-1957, tiempo que se considera suficiente para una REVISIÓN HISTÓRICA, fría, objetiva, DOÑA HISTORIA llama a las partes para establecer la PROBATIO definitiva.

Probatio. Demostración de un hecho o de un acto mediante la utilización de los medios admitidos por el derecho. En tales procesos incumbe la carga de la prueba al que afirma, no al que niega: ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat.- Digesta 22.3.2 / Codex Iustinianus 4.19.

(4) Agadirs e Tigherents son variantes de ksar (su plural es ksour), combinación de granero, almacén y fortaleza, donde guardaban el grano, los dátiles, la pólvora y otras mercaderías valiosas, puestas a buen recaudo de las tribus vecinas.

(5) Riffán = 1 peseta, de las de entonces, cuando el Rif fue república.

(6) Cuando llegaron los franceses, en 1912, los glaouis fueron capaces de imponer su forma de gobierno porque controlaban virtualmente todo el Sur. Madani, 1866/1918, con su hermano H´Hami el Glaoui, 1879/1956, sofocaron la rebelión nacionalista de El Hiba, y prometieron lealtad, autoproclamándose pachás de Marrakech. Los miembros de esta familia se convirtieron en caídes de las principales ciudades del Atlas y del desierto. Los franceses lo consintieron, e incluso les dieron armas, según testimonia Gavin Maxwell: "...para gobernar como déspotas, perpetuando la corrupción y también la opresión contra la que los europeos habían ido a luchar".

(7) Al-lal el Fassi, exiliado de la Zona ocupada por los franceses, estableció en Tánger, paradigmáticamente en el Café de París, su sede central.(8) Que Alá guarde a unos y a otros, a todos!

(9) Fue el Suboficial francés, Jacques Picard, en St. Mihiel. A este vigoroso apóstrofe de Picard, tres heridos se levantaron y con ellos desalojó a los enemigos de la trinchera que les habían ocupado.

(10) El Fassi, Al-lal: "La verité sus les frontiéres marocaines". R.I.E. Documentos. Carlos Ruiz Miguel (10-10-2003): "En su estancia en El Cairo (1953-56) Allal El Fassi, presidente del partido marroquí Istiqlal elaboró sus teorías sobre el "Gran Marruecos", que sería una reconstrucción sui generis del territorio del antiguo imperio almorávide, comprendiendo todas las posesiones españolas del Norte de África (Ifni, la región de Villa Bens, todo el Sáhara español, Ceuta, Melilla y los islotes), toda Mauritania y buena parte de Argelia y de Malí, llegando hasta el río Senegal. Estas teorías nacionalistas, de endeble base histórica (como puso de manifiesto el dictamen del TIJ de 1975, sin embargo encontrarían cada vez un mayor eco político en Marruecos. La primera ocasión en que Marruecos va a adoptar oficialmente esta ideología será, como ha dicho Villar, el 14 de octubre de 1957, en los debates de la IV Comisión (Descolonización) de la Asamblea General de la ONU. Muy poco después, el 10 de noviembre de este año, se creará en el Ministerio de Interior de Marruecos una "Dirección General de asuntos saharianos y fronterizos", al frente de la que estará Fassi. Tras la muerte del rey Mohamed V, el nuevo rey Hassan II asumió la ideología del "Gran Marruecos" en un discurso del 20 de agosto de 1961, para poco después, el 12 de octubre (Día de la Hispanidad) del mismo año, formular reservas sobre los territorios españoles en el Magreb". 




(11) Lema de los Reyes de Inglaterra, que parece datar de la época de Corazón de León.

(12) Peltre, aleación de cinc, estaño y plomo.

(13) Cuzcuz, o cous-cous = sémola cocida al vapor, con vegetales y cordero, pollo y pescado. Sit = aceite (de argán). Mechoui o meshui = borrego asado entero sobre carbón vegetal. Djajs = pollos. Albaida, o al-bed = huevos. Harira = sopa espesa y picante hecha a base de judías. Kebabs = pinchos de carne. Tajine = estofado, con fuego lento. Sukar = azúcar duro, en pilón. Ammougars = fiestas en honor de los santones. Haidus = bailes circulares, un tanto hipnóticos. Mizziana = doce, agua recogida de la lluvia.

(14) Chivani = viejo decrépito pero respetable.

(15) Sebta = Ceuta.

(16) Cuando las razzias de Al Mansur, éste puso cerco a las murallas de Lugo, donde, obviamente, les cerraron las puertas. Después de varios días de asedio, el Señor de Castroverde se asomó al adarve y lanzó a los atacantes un bollo (bolo) y un cordero (año), para que celebrasen su Pascua, la Grande, la Kevira. No se sabe si por agradecimiento o por convencimiento de que el asedio iba para largo, la misma leyenda dice que Al Mansur levantó el cerco y lo trasladó a Compostela, donde Santiago, que no debe ser tan "matamoros" como le pintan, si les dejó entrar. De esta gesta se dice que deriva el apellido lucense de los "Bolaño".

(17) Lo de menos fue protegerse con su Guardia Mora; el colmo de sus paradojas estuvo en designar a Mizzian Capitán General de la VIII Región Militar, a la que incumbía la guarda y custodia del sepulcro de nuestro Santiago Matamoros.

(18) Libios es como les llamaban los romanos a todos los africanos.

Xosé María Gómez Vilabella

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Relación (incompleta) de miembros del “Batallón de la Gabardina” (Somatén):

Diego Barber Ortega, Ángel Salve, Gregorio Pozo Crespo, Miguel Antón Sala, Manuel Calderín Sánchez, Ramón Padrón, Antonio Calderín, Rafael López, José Santana Henríquez, Manuel Candela, Eloy Candela, Antonio Mogica, Gaspar de las Heras, Antonio Torres, Luis Díaz, Sabas Arrigote, Porfirio Rodríguez, José Linares, Julián Diéguez, Antonio Suárez, Pedro Perea, Miguel Lorenzo, Rómulo Lorenzo, José Luis Vives, Vicente Antonio Barberán, Francisco González, Mariano Asenjo, José y Tomás Serrano Capdepón, Antonio Medrano, Pedro Guillén, Guillermo Rodríguez, Manuel Torres, Juan Artiles, Emilio Rodríguez, Jesús Rodríguez, Francisco José Rodríguez, Luis García, Blas García, Juan García, Pedro Vinué, Luis Guimerá, Ernesto López, Joaquín Cabrera, Ramón Pacreu, Antonio Pérez, Matías Silva, Joaquín Bish Medina, Prudencio Navarro, Manuel López, Jerónimo Sáenz de Tejada, Jerónimo Castaños, Conceso San Pablo, Luis Acero, Manuel Torres, Cristóbal Suárez Morales, José María Gómez Vilabella, Gaspar de las Heras Iglesias.
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Iso foi onte; hoxe, 2017, Josefina coa nosa asistenta, Shakina, tan amigas e tan felices, ambas.



Xosé María Gómez Vilabella
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Aos 60 anos daquela guerra o Faro de Vigo publicou esta entrevista

4 domingo, 8 de abril de 2018
Reportaje
Estela
FARO DE VIGO


Sobrevivir a una guerra silenciada
El gallego Xosé María Gómez Vilabella rememora sus vivencias en el conflicto de Ifni, que enfrentó a España y Marruecos hace 60 años, mientras trabajaba para el Banco Exterior de España
(Periodista: Ana G. LISTE; fotógrafo: Carlos Pardellas)

Una guerra borrada de la memoria colectiva. Un conflicto que prácticamente solo recuerdan sus supervivientes, y sus familias. Han pasado 60 años, pero las heridas siguen abiertas. El conflicto de Ifni transcurrió entre noviembre de 1957 y abril de 1958 en un territorio dominado por España en Marruecos. Una zona que el denominado Ejército de Liberación Marroquí quiso recuperar a cuchillo y cuyas vicisitudes fueron tapadas en su momento, incluso por la dictadura franquista.
En mayo del año 1957, meses antes de que el ataque principal sucediera, viniendo para Galicia en mi De Soto, llegando a Safí, un camión con gente del Istiqlal (partido político marroquí), que me conocieron por el coche, nos acometieron en una recta. ¡Les estorbaba el Banco, no yo! Tres vueltas de campana, y mi mujer sangrando por ocho o diez heridas debajo de una de las ruedas; y el niño en la cuneta, más adelante. Pasó un coche de franceses, que nos recogió… Fue la primera vez que los musulmanes atacaron con un camión a europeos. Los franciscanos de Safí nos prestaron auxilios de toda clase; impagables. Al regresar a Ifni, el General Gobernador (de parte del Pardo) me conminó a que dijese que lo nuestro fuera un accidente y no un atentado. Así lo hice, hasta después de la muerte de Franco, cuando publiqué mi primer libro “Cacería de ciclóstomos en Ifni”. Con decir que los ciclóstomos se pescan pero no se cazan, ya se entiende el espíritu del libro”.
Xosé María Gómez Vilabella (Montecubeiro, Castroverde, 1930) sobrevivió a esta guerra en la que no llegó a combatir pero que, como se desprende de su relato, le afectó desde antes de que estallase. Tenía 27 años y llevaba cuatro en el Banco Exterior de España, el único abierto en la plaza según cuenta, y que además de sus funciones propias se ocupaba de los servicios de la Tesorería del África Occidental Española.
El territorio de Ifni está a unos 300 kilómetros de la isla de Lanzarote, en la costa de Marruecos. Fue cedido a España por el rey marroquí por el Tratado de Tetuán, en 1860, y formó parte de las provincias españolas hasta 1969. “Fue una guerra silenciada desde el primer momento. Cuando en Madrid supieron por la Pirenaica (la radio clandestina) lo que pasaba en Ifni, ¡otro 2 de mayo!, la gente se fue al Pardo con intención de apedrear a la escolta, pero Franco, los mandó de inmediato a Barajas, ¡y de allí para Marruecos!”, rememora Gómez Vilabella.
El lugués se marchó de Castroverde con 18 años para hacer la mili en Madrid, en el Ministerio del Ejército, para poder estudiar. “Me destinaron de mecanógrafo para el Consejo Supremo de Justicia Militar y allí tuvo ocasión de conocer importantes secretos de Estado”, explica.

“Destinado en Madrid, en la central del Banco, supe que había en Ifni una plaza de Oficial Primero. Había compañeros con mejor puntuación, pero se dio la casualidad de que se declaró en Ifni una epidemia de peste bubónica, y yo fui el único que se atrevió a ir allí en esas circunstancias, lo que me supuso un salto en el escalafón de 18 años”, cuenta.
Allí, en Ifni, aguantó toda la guerra hasta que en 1962, cuando fue destinado unos meses en el Aaiún, se enteró de que había una vacante de Apoderado en Gijón y volvió a España, descendiendo voluntariamente de categoría. “Estudié sin parar y cuando me vine para A Coruña acabé el Profesorado Mercantil y pasé a la UNED, en la que estuve hasta los 60”, dice. Gómez Vilabella le pone mucha retranca a lo que vivió, porque más importante que las marcas físicas que le dejó, lo son las emocionales.
Gómez Vilabella: “España no vale para colonizar, ¡ni en América ni en África”. Las víctimas en el Bando español ascendieron a 205 muertos y 166 desaparecidos.
“España no vale, nunca valió, para colonizar. ¡Ni en América ni en África!”, asegura Xosé María Gómez Vilabella. “Colonizar es, ante todo, sincronizar, comprender a los nativos, compartir con ellos. La colonización de América concluyó en Sevilla, en la Torre del Oro; y la de África, vaciando los sótanos del Banco de España”, añade.
Esto es lo que el gallego no olvida de aquellos años en Ifni. Una tierra de la que se marchó pese a que le supuso bajar de escalafón en su trabajo. Además de diversos artículos, Gómez Vilabella ha publicado varios libros con esta temática. “Cacería de ciclóstomos en Ifni”, “Operación cuñada”, “Ifnada”, y “A guerra de Ifni”.
“Los chanchullos y los errores de España en sus posesiones de África no caben en los libros: ¡darían para una carrera”, asevera. Él se ha dedicado a contar en sus libros lo que nunca se hizo público desde el Estado, ni siquiera desde que se instauró la democracia.
No se manejan unas cifras oficiales de bajas en el conflicto de Ifni, pero en una exposición reciente en Barcelona, en el Museu de les Cultures del Món, se habla de 205 muertos y 166 desaparecidos del bando español, y de 519 y 296, respectivamente, en al marroquí.
“Creo que en mis libros hay una buena dosis de ironía, pues aquellos muertos (y desaparecidos, que realmente fueron muertos no localizados), merecen un respeto que no se les dio. Las cosas dramáticas se entienden mejor si las adobamos con vinagre”, sostiene Gómez Vilabella.
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Xosé María Gómez Vilabella

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