domingo, 3 de mayo de 2020

COLABORACIONES Y REFERENCIAS EN EL PROGRESO -I-


COLABORACIONES Y REFERENCIAS

EN

 EL PROGRESO




El Progreso, 27 de Abril de 1952.
FOLKLORE GALLEGO.
Algo sobre “corridas de gallo” y “quema de Pascua”.
Al profesor don Antonio Fraguas Fraguas, gran entusiasta del folklore regional.
-I-
Galicia cuenta actualmente con plumas más eruditas, mucho más que la mía, para trabajar estos temas. Yo tengo solamente pasiones juveniles, pasiones que saltan los obstáculos si no puedo aislarles, y uno de estos deseos fue, desde los días de mi infancia, buscar el origen y razón de su pervivencia, así como características de su celebración, de las “corridas de gallo”, de la “quema de Pascua”, y de otros mitos de honda raigambre en nuestras comarcas.
Me unen al tema que hoy pretendo esbozar vínculos familiares: mi padre, vecino de Montecubeiro (Castroverde), organizó durante más de veinte años casi todos los festejos de este tipo que se celebraron en los ayuntamientos de Pol, Baleira y Castroverde. No voy a criticar su labor folklorista -yo sería el menos indicado para ello-, ni pretendo dar publicidad a su obra; hago esta observación para justificar la osadía de mi tema, que presento sin alardes de hondo conocimiento folklórico, sólo porque me afecta familiar y regionalmente, como hijo de un propulsor -permítaseme el vocablo por su grafismo- de estos festejos, y como hijo amante de Galicia. Yo creo que no se pueden estimar con justicia los valores de nuestra tierra, generalizados, si de ese todo excluimos tradiciones que son muy nuestras, aunque hoy apenas se exterioricen, pero que vivieron, viven aún, e influyeron considerablemente en la historia gallega.
Hace unos meses dio en mis manos, hojeando bibliografía regional, el tomo I de “Arquivos do Seminario de Estudos Galegos” (de 1927) en el que firmaba J. Filgueira Valverde “A festa dos Maios”, artículo documentadísimo que aporta muchos datos para el estudio y conocimiento folklórico de nuestra región. Y volvió a mi mente la idea de investigar el origen de los mitos que conserva el vulgo en las comarcas lucenses. Hoy presento el resultado de mis primeras tentativas.
Quise contestarme a las preguntas que lógicamente sugiere el tema: ¿Existe relación íntima entre las “corridas de gallo”, la quema de la figura “Pascua”, y la fiesta de los “Maios”, estudiada en varias publicaciones y especialmente por el citado señor Filgueira Valverde? De haber alguna afinidad en el origen de estos costumbrismos, ¿de qué clase? ¿Superstición, mito, o causa que dio lugar a estos festejos tan tradicionales y tan arraigados en las costumbres populares gallegas? Y digo gallegas porque de la quema de la “Pascua” no pude enterarme de su celebración, en ninguna comarca española. Corridas de gallo, con diversas características, se celebraron en varios pueblos de Castilla, y en nuestra región en varias comarcas, sobresaliendo en estos festejos Viana del Bollo, Limia, Carballedo, Castro Caldelas, Bande, etc. La fiesta de los “Maios”, así como derivaciones suyas, se la encuentra en Andalucía, Cataluña, Vascongadas y Castilla; también en Francia, Inglaterra, Italia, Rumanía, Rusia, y especialmente en Portugal.
En la clase de festejos que me propuse estudiar destacan, en la provincia de Lugo, las comarcas del antiguo condado de Superata; y luego las tierras de Castroverde, Montecubeiro, Meda, Suegos, Silva, Milleirós, Librán, y otras varias, a las que dedico especialmente este trabajo por facilidades de documentación al presenciar en ellas diversidad de festivales. Diré como se celebran las corridas de gallo -de un modo idéntico en las comarcas aludidas- para luego estudiar su origen con algún conocimiento de causa.
Domingo de “Antroido” (Introito), a veces, siempre que se suponga o espere buen tiempo, pero más generalmente el día de Pascua de Resurrección, es esperado por chicos y mayores con manifiesto anhelo. Varios días antes empieza el estudio y ensayo de las composiciones literarias que complementarán el espectáculo artístico, popular. Estas parodias, con mucho de teatrales, bastante de comicidad, y un tanto de espíritu forense, son obra de aficionados que, año tras año, reforman el folleto del anterior; siempre los mismos -diríase que monopolizan por tradición organizar estos festivales- el vecindario de cada parroquia sólo admite nuevas obras de nuevos autores cuando los consagrados dejan de producir, o se nota decadencia en sus creaciones.
En el siglo XIX las composiciones literarias se reducían a una acusación, una defensa, y la consabida sentencia, terminando siempre, o casi siempre, con el irrevocable y trágico fallo:
A morir se te condena
enganchado de un cordel,
y purgarás tus crímenes,
amigo de Lucifer.

Procurando en estas representaciones exagerar la nota enfática y el tono forense, grave y cómico al mismo tiempo.
La idea de constituir tribunal, grotescamente organizado, pero al que no faltaba un detalle en cuanto a número mínimo de componentes, distintivos, puñetas, menaje oficinesco, etcétera, se debe, según tradición popular, a L. González López, autor de “A vispra de San Xoán en Montecubeiro”, poemas de carácter folklórico premiados en 1891 (6 de octubre) por la excelentísima Diputación Provincial de Lugo. Fue acogida esta idea con verdadero entusiasmo por la novedad que encerraba, y aplicada a los mejores festivales celebrados en las comarcas lucenses; el antiguo sistema de organización se aplicó a corridas de gallo de poca transcendencia, y en los pueblos donde era difícil encontrar los actores competentes que necesita la complicada organización de un tribunal.
Representar una audiencia o actuar como acusadores, defensores y jueces, los “cabaleiros”, piquete ejecutor que corta a sablazos, cabalgando en las mejores yeguas de la comarca, vistosa y ricamente enjaezadas, la cabeza del gallo sentenciado, son las más significativas variantes del espectáculo.
En Cospeito complementan este festejo con modernas atracciones: una de ellas, acaso la más popular, consiste en hacer un agujero en la tierra en el que se mete una botella vacía, dejando descubierta la parte superior; la rodean con un rectángulo bastante grande al objeto de que no estorbe la gente a un número de chicos que, vendados los ojos, y después de darles dos o tres vueltas para que olviden el sitio de la botella, van hacia ésta, y el primero que la encuentra le da un golpe con un bastón, y así todos hasta que uno la rompe, recibiendo en premio una de licor.
En Villalba, después de sentenciada y quemada la Pascua, se procede a la muerte del gallo, que entierran vivo -a lo Tántalo- cubierto con una losa agujereada que permite sobresalir unos centímetros de ras de tierra la cabeza del ave sentenciada. Con los ojos vendados, y provistos de una hoz, procuran asestarle certeros cortes, hasta el definitivo, que concede el campeonato al más hábil de los mozos.
Habría en el estudio de las características de este festival materia para un nutrido volumen, que nadie publicará porque va decayendo poco a poco esta celebración; el modernismo, las costumbres “ultra” y “super” de nuestros días borrarán bellísimas tradiciones, con origen pagano sí pero que influyeron considerablemente en la cultura del pueblo gallego. Su celebración se esfumará en el calendario popular, pero quedarán posos, por mucho tiempo, en las leyendas de abuelos a nietos, en las obras de folklore general, nunca monografías, y en artículos de temas indirectamente relacionados con estos festivales.

J. Gómez Vilabella
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El Progreso, 4 de Mayo de 1952
FOLKLORE GALLEGO
Organización del festejo
-II-

El más corriente desenvolvimiento de la trama en una corrida de gallo sigue este orden: los “fareleiros” (con sacos de “farelo”), personajes disfrazados bufonescamente, abren paso hasta el acotamiento del escenario a la comitiva actora.
Se empieza la representación, a veces, con un pequeño discurso de apertura (me cupo el honor de pronunciarlo en la corrida de gallo de 1948 en Meda, Castroverde); y otras con la lectura del atestado del gallo por un personaje vestido de jefe de fuerza pública innominada. El juez admite la denuncia y cita a los testigos; éstos adoptan disfraces pintorescos y extravagantes, declarando unos en gallego y otros en castellano, unos en favor y otros en contra del acusado, suscitándose a veces interesantes careos. Los cargos versan sobre problemas íntimos de la vida gallinácea: se metió con pollitas menores, robó cebada, picoteó a las familias de gallineros vecinos, etc. Oídas acusación y defensa, el juez dicta el fallo condenatorio, pero concede al gallo la merced de testar, cuyo testamento lee el personaje notario; recuerdo las primeras estrofas del que se leyó en la citada corrida de la Meda:
“En nome do Rey dos Galos
pido a San Baco me dé acerto;
que non quero saiga un engano
en lugar d´un testamento.

Termina el espectáculo con la pugna por llevarse el gallo entre seis o siete jinetes que, espada mohosa, llena de honor y de leyenda, legado de nobles antepasados, empuñada con entusiasmo pero sin destreza, pretenden adjudicarse el trofeo en carreras de exhibición, que consiste en consabidos aplausos y la expectativa de un banquete con el ave muerta.
Los elementos dramáticos de tipo forense que complementan la corrida del gallo son manifiestas exteriorizaciones de la tendencia gallega a litigar. Todo ser humano necesita margen libre para sus preocupaciones más hondas, e individualmente es incapaz de anularlas o de satisfacerlas. Esta inclinación tan propia del pueblo gallego puede deberse -opinión personal mía-  a influencias que aún perduran de la lucha de clases del medievo, al desmenuzamiento excesivo de la propiedad rural consecuencia de la corriente prolífica gallega que imperó a través de muchos siglos, y también al apego que sienten nuestros campesinos por el terruño; aunque esto resulte paradójico con el afán de emigración, no lo es si tenemos en cuenta que el gallego emigró por necesidad o por tentación, en un principio, y después lo hizo por costumbre, por herencia, atraído por el señuelo del más allá que le descubrieran sus antepasados, pero siempre amó superlativamente la campiña de su región, tanto cerca de ella como ausentado en pueblos remotos.
Como entreacto hacen aparición en escena dos personajes: los “predicadores”, y representan un matrimonio, dos amigos, o unos novios, según el plan propuesto, disfrazados con profusión de objetos extravagantes que inciten a risa por su comicidad. El “palique”, -romance en gallego como casi toda la obra de este festejo- versa sobre temas de actualidad, modernismos, sucesos recientes, obras vecinales, etcétera. Los “sermones” son la nota más pintoresca del espectáculo.

Quema de Pascua



El simbolismo de esta segunda parte del programa es una muñeca de talla no inferior a un metro, vestida lujosamente de papel, sobre una armazón pirotécnica, que recibe el nombre de “Pascua”.
El procesamiento es análogo al del gallo, y se le imputan generalmente grandes maldades, herejías, infidelidades, sortilegios, etc. Hace un testamento en el que da consejos a la juventud frívola e inexperta, y cumple la pena de morir en la hoguera, colocada en un cepo que la permite girar a efectos de la pólvora, quemándose completamente.
Las figuras “Pascua” quemadas en diversos festivales de la provincia de Lugo durante los últimos cuarenta años, se deben a los famosos pirotécnicos hermanos Otero, de Gerbolés (Pol), y anteriormente a estos es fama que destacó en hacerlas un tal señor Piñeira, de Berlán (Castroverde).
En Montecubeiro, durante el pasado siglo, y principios del presente, se celebraron las  más concurridas y espectaculares corridas de gallo de la zona Norte de la provincia de Lugo; se hicieron populares en muchas leguas a la redonda los términos de San Cibrao, Pontes de Veiga y Campo do Val (Maxide), escenario de los festivales más concurridos.
La Meda, (Castroverde), se luce con una extraordinaria corrida de gallo en 1.933, que llega a superarse en 1.948, con una pompa extraordinaria y una concurrencia de más de tres mil personal, según nota de Corresponsal inserta en El Progreso.
Los pueblos que celebraron con mayor entusiasmo esta fiesta en los últimos tiempos fueron: Silva (Pol), en 1.945 y en 1.946; Suegos, en 1.947; Millares, Retizós, La Braña, y Librán (Baleira), también organizaron espléndidos festivales.
Orígenes de esta tradición: La escasez de  noticas y la deficiencia de las que se poseen, estudiadas por diversos folkloristas, no permite establecer un orden metódico para la investigación de estos mitos. No podemos descender, ni tampoco ascender, por la escala cronológica de los siglos. Hay que atar cabos sueltos, compatibilizar hipótesis, crear preguntas nuevas que debidamente coordinadas den alguna luz positiva y verosímil acerca del asunto que nos ocupa. La primera vacilación está en admitir si el mito que dio origen a las corridas de gallo es celta o celtibérico; si los gallegos dieron a conocer su fiesta en Castilla, donde hay reminiscencias de este espectáculo, o si fueron los castellanos quienes la trajeron a Galicia. Las cuadrillas de segadores gallegos actuaron como eficacísimo enlace popular entre ambas regiones; los peregrinos a Santiago también influyeron en las corrientes culturales. No es fácil afirmar quien llevó o trajo más, ni tampoco quienes extendieron esta tradición.
Según el erudito folklorista señor Caro Baroja (Los pueblos de España, ed. 1.946) debe considerarse esta fiesta en su principio como estrictamente agrícola. Su celebración consistía en matar una de estas aves de corral por uno u otro procedimiento. El objeto de este sacrificio -siguiendo al citado folklorista- se ignora, pero cabe pensar que el gallo muerto sería representación de lo que Mannhardt y Frazer hace ya mucho tiempo estudiaron bajo el nombre, harto genérico acaso, de “espíritu vegetal”.
Hoy dejó de ser un mito convirtiéndose en fiesta artístico-deportiva, con diversos procedimientos de realización: muerte a mano, a sable, a pie o a caballo, y también en algunas comarcas a pie con la mano, y vendados los ojos. El publicista gallego señor Fernández Oxea, en su conferencia “O Antroido en Galicia”, celebrada en los salones del Centro Gallego de Madrid, el pasado día 22 (de Marzo, a la que asistí), expuso las diversas características del festejo en varias comarcas gallegas, subrayando el infantilismo del de Viana del Bollo, y la originalidad de los “fareleiros” en Limia y en Carballedo (Lugo); también presentó ampliamente todas las variantes de las fiestas carnavalescas que se celebran en Galicia, en las localidades de Lobeira (Bande), Carballal (Lugo), Castro Caldelas, Coruña, Orense, y en algunas otras. Todas las características enumeradas en su brillante conferencia concurren en los festejos del antiguo condado de Superata, fusionadas en un solo espectáculo, que son las corridas de gallo y la quema de Pascua.

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El Progreso, 11 de Mayo de 1952
FOLKLORE GALLEGO
Orígenes de la tradición
-III-
Ampliando investigaciones:
Traté de indagar en nuestra provincia, de los labriegos más ancianos y más “sabidos”, noticias referentes al origen de las corridas de gallo, obteniendo contestaciones uniformemente negativas: “Eu sempre ll´acordo; os nosos vellos tiñan as mesmas festas d´agora”, me respondieron, poco más o menos, todos los interrogados. Y ante este fracaso me acogí a las investigaciones bibliográficas.
Los mitos primitivos, alterados, convertidos en espectáculo, borrosos ya, -como se quiera-, viven aún en nuestros días, y de un modo especial en la masa campesina. No quiero discutir por qué precisamente en el campo, pues sería polémica inacabable y llena de sorprendentes contradicciones, más de las que podamos apreciar en una primera reflexión, pero lo cierto del caso es que sus reminiscencias llegaron a nuestros días y perdurarán por algún tiempo.
Don Jesús Rodríguez López, en su obra “Supersticiones de Galicia, Madrid 1910”, habla de que en los castros aún se suponen maleficios de “mouros”, “negrumantes”, e lumias (el concepto “lumia” lo estudiaré relacionado con la quema de Pascua; afirmación que confirman otros autores más contemporáneos, y también, directamente, el vulgo, con sus exteriorizaciones.
“La mitología persiste aún en los campesinos (yo creo demasiado general y categórico este concepto) conteniendo realidades superiores al puro simbolismo”, objeta Hoyos Sainz en su Manual de Folklore, de 1947.
Buscando el origen más remoto de las fiestas y creencias populares que llegaron hasta nosotros, encontramos abundantes noticias relacionadas con éstas en clásicos de la antigüedad hispano-romana. Una de las diversiones favoritas de los pueblos del Norte (español) era la danza (Silio Itálico, III, 344-352). En las noches de plenilunio los habitantes de poblados del septentrión celebraban danzas en honor de un dios desconocido (Estrabón III, 4, 16, 164); seguramente fuese la luna el dios a que se hace referencia. Caro Baroja dice que estas danzas se celebraban con motivo de fiestas religiosas, juegos gímnicos, hoplíticos e hípicos.
La creencia en agüeros se hallaba muy extendida en Galicia, Asturias y Vascongadas; los galaicos eran muy hábiles en sacarlos del vuelo de las aves (Silio Itálico, III, 244).
Se veneró el roble en Europa, y también la encina; los druidas le asociaban con su propio sacerdocio. Marcial -1, 49, 6- nos dice que en el siglo I de J. C. se veneraba un encinal situado en el monte Burado, en territorio celtibérico. Otra aseveración de este culto está a nuestro alcance, en el epónimo de nuestra actual Ciudad del Sacramento: Lucus = Bosque sagrado.
Mitos gallegos, probablemente del mismo origen que las corridas de gallo, y relacionadas estrechamente con éstas, son las fiestas de los “Maios”, poner ramas de bieiteiro (saúco) en los sembrados, y especialmente en los de lino (Sarria, Baleira, Castroverde, y otras comarcas). En la provincia de Lugo subsiste entre campesinos viejos y muy pegados de sus rutinas tradicionales, la costumbre de sembrar los nabos con la camisa fuera del pantalón, para que nazcan bien distribuidos; hacer entrar los animales comprados, inversamente, en la cuadra, para que vuelvan a salir sanos de ella; que las gallinas adquiridas den dos vueltas por entre las patas del “escaño” o de la “cadeira”, asientos rústicos que rodean el llar, para acostumbrarlas a la nueva residencia, etc. Hago omisión de otros varios, que sería prolijo citar. Todos los folkloristas de reconocido prestigio ven en estos ceremoniales reminiscencia de ritos paganos fertilizantes.
El más generalizado de los mitos, la fiesta de los “Maios”, cuenta con una variadísima colección de composiciones poéticas, populares y eruditas, no sólo en España sino en otros países, que he citado en el primer capítulo. Su razón de ser -afirman varios folkloristas- se debe a la idea de festejar la llegada del buen tiempo. Esta opinión es aplicable a todos los festejos que se celebrasen en la primavera: árboles de “Maio”, hombres cubiertos de ramas, la Reina de Mayo, engalanar con flores y también con arbustos, casas y fincas, marzas, (cantos), ritos sexuales en los países más atrasados, etc.
A la entrada de la primavera se cantaban en Provenza, como un rito, canciones danzadas presididas por la “regina varillosa”, según Gastón Peris (Les origines de la poesie lyrique en France), derivándose de ellas las actuales composiciones de danzas provenzales.
La iglesia de Cristo, en los países ganados por ella, influyó en la transformación de los ritos gentiles en fiestas espectaculares, al utilizar este procedimiento de evangelización diplomática, como medio eficacísimo para desviar paganas creencias muy arraigadas en el espíritu popular, y convencida de que no llegarían a extinguirse en muchos años o siglos, como en efecto sucedió. Pero a veces fue directamente al grano:
Ya en el Concilio Cesarangustano I (380) condenó estos mitos y costumbres, y también lo hizo en el de Braga (siglo VI). De San Martín Dumiense (siglo VI), dice nuestro polifacético erudito Menéndez Pelayo: “… para atajar en aquel pueblo tan graves males, compuso San Martín Dumiense el libro “De correctione rusticorum”. Consta este breve tratado de dos partes: una, en la que se recuerdan los principales dogmas del cristianismo, y otra, en la que gravemente reprende el Santo los ritos idolátricos de los campesinos gallegos”.
En Portugal, en los siglos XIV y XV, varias disposiciones prohibían cantar Janeiras y Maias, pero el motivo continuó enriqueciéndose con composiciones poéticas, y de colorido popular.
Filgueira Valverde afirma que las prácticas naturalistas de los priscilianos, ya heredadas en parte de la tradición celta, influyeron mucho en el espíritu del pueblo.
Huelga decir, después del estudio hecho con fuentes históricas y populares, que las corridas de gallo son reminiscencias de cultos naturalistas, ¿debidos a Prisciliano, a los celtas, a los celtíberos, a invasiones diversas, con o sin variaciones a través de los tiempos…?, pero que son una realidad, y que constituyen un típico e interesante espectáculo en pleno siglo XX.
J. Gómez Vilabella
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El Progreso, 18 de Mayo de 1952
FOLKLORE GALLEGO
Quema de Pascua
-IV-

El más interesante de los mitos gallegos es, sin duda, la quema de la Pascua, por estar conectado este festejo a unas pocas comarcas y por la originalidad que reviste su celebración.
Como en el estudio de las corridas de gallo, basé mis investigaciones en preguntas que lógicamente sugiere el tema: ¿Puede ser la quema de Pascua un festival nuevo, posterior a las aplicaciones pirotécnicas, producto de invención de algún pirotécnico, y carente, por tanto, de origen mítico? ¿Puede derivarse del culto a cualquier divinidad pagana, a la que se quemasen (sacrificio) en medio de la tribu o del poblado, doncellas acusadas de hechos punibles? ¿Es la Pascua una simbolización del mal tiempo, que se quema para ahuyentarle tan pronto llega la primavera? Y por último: ¿la Pascua de los festejos populares es la ¡lamiae” romana?
Son perfectamente distintas todas las hipótesis presentadas, pero no cabe desechar la posibilidad de que alguna de estas se complementen entre sí.
Si la quema de Pascua es espectáculo meramente artístico, lo que yo considero inadmisible por su analogía con otras tradiciones de origen pagano, y sólo fruto de la imaginación de un anónimo artífice pirotécnico, es natural que deba su nombre actual al hecho de celebrarse el domingo de Resurrección.
¿Culto tributado a alguna divinidad? No debo afirmarlo ni desmentirlo; nada llegó a mi conocimiento que pudiese darnos alguna luz positiva. En cambio sí hay mucho que apoye la hipótesis siguiente: Filgueira Valverde afirma que la influencia de la Iglesia, el Carnaval y la Pascua recogieron en algunos lugares costumbres de la expulsión del invierno, el mes de Mayo se dedicó a la Virgen María, etc. Es aproximadamente la opinión que expongo en el capítulo anterior: absorber mitos paganos con fiestas religiosas para desvirtuar su intención primitiva y adaptarla a principios evangélicos.
Fernández Oxea sostuvo este mismo parecer en “O Antroido en Galicia” (conferencia citada en el capítulo II): Que el hecho de quemar símbolos en las fiestas carnavalescas se debe a que estos representan el final del invierno y el principio del verano; (reminiscencia de mitos tal vez prehistóricos). Citó “Ben-Cho-Sey”, como detalle curioso, la variante de que en Carballal  hacen las chicas muñecos para quemar públicamente los días de “Antroido”, mientras que en Castro Caldelas son los chicos los artífices de estos muñecos simbólicos. En Coruña y en algunas otras comarcas gallegas, paradójicamente a la costumbre de los pueblos citados, el muñeco se lleva por el pueblo escoltado de vecinos con disfraces diversos. Parecidas a esta tradición son las “momadas” de Cotobade, estudiadas detenidamente por don Antonio Fraguas Fraguas.
Sería también probable que la figura “Pascua” que se quema el domingo de Resurrección en las comarcas citadas sea una variante de estos muñecos que encontramos en Coruña, en Carballal, en Caldelas, y en otras localidades gallegas, con aplicaciones artísticas y pirotécnicas, y con un nombre tomado de la festividad religiosa en que se celebra.
Quemar la efigie de algo que molesta, que aburre, o que se odia, fue un desahogo de todos los pueblos y de todos los tiempos. En Inglaterra, en aquella noche libre o sin justicia de antaño, al cambiar los jueces, se quemaban con cosas viejas retratos o representaciones de aquellos que el pueblo no quería. Esta idea de escarnio de ciertos personajes, de cosas que se repudian, o de los hechos más sobresalientes de la actualidad, tiene adaptación en España en históricos y críticos acontecimientos, en fiestas carnavalescas, y especialmente en las fallas valencianas. Hoyos Sáinz cita una de éstas, representando las restricciones de luz.
La fiesta de Pascua, siguiendo la hipótesis anterior y que yo considero muy lógica, es el simbolismo de borrar el pasado, de la desaparición de las lamias, o de tributo al buen tiempo, matando -también simbólicamente, claro está- los rigores invernales; reminiscencia de ritos paganos o de cualquier otra circunstancia ignorada, no cabe duda de que el motivo originario preocupó hondamente al pueblo para que llegasen a nuestros días las tradiciones citadas.
Suponiendo -en beneficio de esta última hipótesis- que el denominar “Pascua” al festejo que estudiamos no se debe únicamente a la costumbre de celebrarlo el domingo de Resurrección, queda, por el principio eliminativo de probabilidades, la segunda razón lógica: pascha (Pascua, en latín) significa “tránsito, pasaje”.
Pascua en sentido bíblico es la salida del pueblo hebreo; pascua, en la acepción pagana, es claramente el tránsito del invierno al verano, simbolizando en una figura, que se quema como alegría, el fin de la estación cruel.
Tengo una última opinión personal, que considero oportuno exponer por si futuras investigaciones confirman o desechan radicalmente esta hipótesis: las “lamiae”.
El mito de las lamias aparece muy confuso en su origen. Algunos etnólogos las suponen una personificación de la divinidad Epona, de origen celta, que llegó a popularizarse entre los romanos (un dios más o menos poco influía en su nutrido catálogo), y también en las Galias; se la cree protectora de los caballos, por razones etimológicas; “epo”, es del mismo origen que el latino “Equus”.
No faltan adeptos a la creencia de que los latinos nos trajeron el nombre e ideas referentes a las lamias. Caro Baroja, que a su vez se basa en J. A. Hild y en Schwenn (franceses), opina que su origen se debe a los griegos. Tanto en Grecia como en Roma, se la encuentra ya cuatro o cinco siglos antes de J.C., existiendo contradicciones respecto a su genealogía; se la considera monstruosa y relacionada con los vampiros.
Aristófanes (tres siglos antes de J.C.) habla del aspecto repugnante de Lamia; a causa de sus múltiples delitos se transformó de mujer hermosa en deforme. Después de esta metamorfosis el vulgo le achaca diversos maleficios. En algunos pueblos llegan a suponer que existieron varias lamias.
En Grecia subsiste la creencia de las lamias, si bien muy alterada y confusa. En Alemania llegó a identificárselas con las brujas, y también en España, según Antonio de Torquemada (Jardín de flores curiosas, etc. Salamanca 1.570).
En Navarra las lamias dieron origen a la toponimia de varias comarcas, tales como: Lamiosín, Lamiako, Lamienzulo, etc.; y en las Vascongadas sucede lo mismo.
Del capítulo III de la obra de san Martín Dumiense, “De correctione rusticorum” (… in flaminibus laminas…) se desprende que las lamias subsistían en la tradición gallega. También el gran investigador Hübner, en “Corpus II, pag. 421, número 3098), cita una inscripción de Cabeza del Griego, en la que se lee: “Lumiis exsvoto Prim (i) genius Litio”.
¿La coincidencia de achacar grandes maldades a la Pascua, muy análogas a las que los antiguos atribuían a las lamias, tan popularizadas en Galicia, puede decirnos infaliblemente que ambos mitos son una sola cosa, con las variantes impuestas por el pueblo: un monstruo deificado, pero al que se odia y se teme, por el paganismo; una efigie de la que se burla, a la que se echan en cara delitos supuestos, que se quema como una venganza tardía por errores inspirados, que es motivo de fiesta para el cristianismo?
No lo sé, pero tampoco lo niego. Mi propósito ha sido sacar a luz un tema que pasaba inadvertido pese a su transcendencia regional. Y vuelvo a repetir lo que dije en otra ocasión: queda para otros investigadores el filón que yo no acierto a descubrir.

J. Gómez Vilabella
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(Tiña eu, daquela, nesta foto; 17 anos; e cando mandei esta serie a El Progreso, no 1952, xa estaba en Madrid, preparando as oposicións do Banco Exterior de España, pero aínda non fixera o primeiro do Bacharelato).

Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 24-7-1984
La torre de Bascuas

Las declaraciones del sr. Cacharro Pardo sobre la carretera provincial de circunvalación (El Progreso, 9-6-84), pueden comentarse muchos días después; se recordarán por siglos, ya que siglos han tenido que pasar para que surgiese en Lugo un restaurador de los caminos reales, antes romanos, antes ruteros de los castros. Y esa hazaña constructiva es un hito histórico.
Algo aparentemente tan sencillo, esa especie de huevo de Colón, de elemental sentido común, no lo debía ser tanto ya que tuvimos generaciones de “asfaltadores” proyectando y construyendo redes radiales “estilo Castilla” que se encaraman por los puntos más difíciles y absurdos y aún por lo de menor interés económico como infraestructura, de nuestra ondulada geografía. Menos mal que alguien se dio cuenta de que esto no es Castilla y que ya no son tiempos de “llegar” a Lugo y de Lugo a la corte de los madriles.
Nuestros antepasados, buenos conocedores de su terreno, de sus posibilidades y de sus aplicaciones -para reconocerlo sólo hay que fijarse un poco en los caminos, en las construcciones rurales y en el emplazamiento de nuestras antiguas ferias- enlazaron los castros, y luego las villas y las ferias haciendo caminos al andar por las cuencas de los ríos, o lo que es igual, siguiendo nuestros valles.
Refiriéndonos hoy sólo a un tramo del proyecto, para brevedad de espacio y para hacer especial referencia a la torre de Bascuas (que cobra actualidad y merece mención nueva a causa de este proyecto), tomemos la carretera, o su trazado, en Castro de Rey; y sigamos el curso del Azúmara (que nace en Sarceda de Montecubeiro). Los términos de Castro de Rey, praderas del Azúmara, los vigila el Castro de Viladonga, que bien merece mayúsculas. Lo mismo hicieron los celtas para llegar a Reguntille, hoy confines de Pol con Castro de Rey. Poco después, aguas arriba, el Azúmara nos lleva -como la nueva y gran carretera- a otro miliario de la vieja calzada: el campamento romano de Andelón (Andión, de Silva, Pol); y no se nos diga que los romanos no entendían de Vías y Obras.
Más luego, siempre aguas arriba y siempre valle, campo de Mosteiro, cenobio suevo en bosque sagrado de singular Carballeira. En su umbría habrá sesteado el meridional Augusto.
Castro de Luaces, ¡cómo no!, también al borde del mismísimo Azúmara. Tierra de los Luaces, aquellos matamoros en una noche de luna: haces de centeno en el Agra de Lóngaras. Siete ríos tiene Luaces…, se decía en una copla o versos del Maestro de Rielo, quien seguramente habría leído aquello de los ríos de Mesopotamia y le placía comparar paraísos. Los Luaces pugnaron por hacerse con el Castro Verde (primero de los Castros, luego de los Osorios vinculados a los Moscosos de Altamira)¸sus pugnas tendrían por escenario el valle del Azúmara.
El Castro Verde lo oteaban los miñotos de Meira por el que luego se llamaría Camiño Real da Ferradura, que buscaba el valle, -y más allá el Camiño Ancho de Castroverde, o Camiño de Castilla-, pasando por Maceda, de Montecubeiro; ese Maceda con nombre griego da que pensar. Pero los Luaces no precisaron trazar un camino real: la naturaleza lo hiciera; sólo tenían que seguir el río, siempre el mismo río, cauce de tantos pueblos y villas: Luaces, O Mazo, el torreón de Bascuas, Veiga, As Cavozas, Sarceda, Pena, Bolaño (émulos de los Luaces en sus tretas frente a la morería)…; y ya el Castroverde; después el Camiño Ancho; Chamoso (el Flammoso, de los romanos)…
Castroverde, valles perdidos y ganados -según se lea la historia- en Fonte de Matahomes, epopeya de Silo, ya estuvo en el cinturón viario de Lugo antes de que se imaginase, se recrease, esta grn ruta de la Diputación. Se había olvidado, despreciado, pero ahora tendrán ocasión de pasmarse las gentes con la belleza de la cuenca del Azúmara, seguida por esta carretera: interés turístico absoluto, además del económico: ya lo verán. Loxs valles de Castroverde eran de los Pardo en Pena, y de los Osorio desde Bolaño. Los Osorio y los Pardo se llevaban bien, e incluso emparentaron varias veces en varias generaciones; pero la pugna estaba en el paso de Bascuas: para los de Castroverde era la salida hacia la Terra Chá; en definitiva, era el camino para ir hacia los Moscosos del lejano Brión (Altamira); para los Luaces era el paso hacia Chamoso, hacia Castilla.  Por algo erigieron los Osorio la torre de Bascuas, cuyos cimientos yacen ahora en paz bajo las “silvas”. Bien armada debió estar la susodicha torre pues por allí arraigó una familia de herreros.
Pasando Veiga, nuestros “viejos”, como ahora dicen esos que nos llaman “carrozas”, tuvieron su cenobio en la Valga de San Esteban; pero eran épocas de atalaya y se mudaron de ubicación, siguiendo también el Azúmara, siempre el Azúmara, hasta la confluencia de su afluente el Ribón. Por el Ribón llegaron a la planicie o camposa de O Pombal, y allí vieron que si era emplazamiento para que los frailes de San Cibrao compitiesen en torre con los feudales de Bascuas.
Volviendo atrás, a los celtas: éstos, desde As Cavozas, accedieron a las Veigas de Feás -como la nueva carretera (¡que es un plagio histórico, Sr. Cacharro Pardo!)- y como vieron que el valle del Azúmara también allí era paso obligado, lo protegieron con el castro de Sarceda.
Pararemos hoy aquí porque las evocaciones son muchas y muy importantes y parece algo sacrílego hablar tan por encima del histórico y maravilloso valle del Azúmara. Al César lo que es del César: ¡Gran acierto, Sr. Presidente; esa gran carretera, seamos o no de su partido, hay que reconocer que le honra y le ancla en la historia de Lugo!
En cuanto a la torre de Bascuas, redescubierta por la carretera de circunvalación de Lugo, lo que queda por decir lo tiene el lector en la Gran Enciclopedia Gallega, página 148 del tomo 3. Confiemos en que la Diputación, al remate de esta Gran Vía, situe carteles informativos cuan merece la importancia de los lugares y villas que ahora se enlazan, actualizando las rutas históricas.

José María Gómez Vilabella
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El Progreso, 27-11-1987
Castroverde. Mañana, conferencia sobre “As corridas do galo e os Tribunais da Pascua na comarca”. Jesús García

José María Gómez Vilabella, conocedor e investigador de la historia de Castroverde, pronunciará mañana, sábado, a las seis de la tarde, en el local de “Espalladoira”, una conferencia sobre “As corridas do galo e os tribunais da Pascua na comarca”. Al presentar ambos temas, a los que José María define como cauces históricos “para reconducir a consenso as tensión que xera o convivir no medio rural”, se abordarán aspectos tales como el simbolismo del gallo en la cultura occidental, las variantes de las corridas, etc. Más adelante, continuando con el hilo conductor de la charla, el conferenciante realizará una síntesis histórica de estos festejos.
José María Gómez Vilabella tuvo acceso a los legajos del Archivo Histórico Nacional en tiempos del general Martínez Campos (Serrano), resultando de esas investigaciones el libro “Castroverde”. En 1956 publica la novela ”Juventud Bancaria”. Posteriormente estudia peritaje y profesorado mercantil. Es diplomado en Estudios Fiscales y escribe, de vez en cuando, artículos sobre temas históricos de Galicia.


Con respecto a aquela charla deixo constancia de que: Presentes na “Espalladoira” algúns universitarios, no coloquio final, pasamos ao tema da toponimia local, e xurdiu o por que ao lugar de San Miguel se lle vén engadindo do Camiño. Expliqueilles que por alí pasaba, e pasa, só que quedou en desuso, sen peregrinos, porque agora, e máis ben desde que a dominación islámica deixou de ser próxima, e por tanto perigosa, en Castela-León, as peregrinacións optan principalmente polo chamado “Camiño Francés”, ou de Pedrafita. Falamos moito disto porque o tema resultoulles tan interesante, ou máis, co das “corridas” do Galo. Tampouco sabían que o noso Camiño era rigorosamente a continuidade do trazado da vía romana que unía o Lucus Augusti co Lucus Ástur, pasando pola Vacariza, que vén de “vacar”, porque era alí onde descansaban e mudaban de cabalerías aqueles romanos. Xosé María.

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El Progreso, 24-9-1988
Un homenaje a Lois do Cando

Sr. Director: El 6 de octubre de 1891 fue galardonado en Lugo, en el Concurso Literario de San Froilán, con Accésit de honor, (el primer premio se adjudicó a la composición de Aureliano J. Pereira, “¡Terra a niña!”), un madrileño, hijo de emigrantes de Montecubeiro, Luis González López.
Lois González do Cando, que era como prefería nombrarse, nos dejó en aquella obra suya “El himno de Montecubeiro”. No son palabras mías sino de Ricardo Carballo Calero, precisamente en El Progreso, justificándolas así: “Es una poesía perfectamente versificada, sin  ninguna irregularidad métrica; una poesía culta, aunque de ambiente popular, cuyo contenido, como sugiere su título, es de tema folklórico y describe las costumbres tradicionales con que en aquellas fechas se celebraba en la parroquia la noche de San Juán. Pertenece, pues, al género costumbrista realista, y agrada por su exactitud, amenidad, pintoresquismo y amor a la tierra y al tema a que se refiere”.
Lois do cando nació en Madrid, en 1866. El padre era de Pumarín y la madre de Vilar, casa do Cando. Tuvieron dificultades económicas en Madrid y se volvieron para Montecubeiro (Castroverde) en el año 1869; por tanto, Lois se crio y educó con los maestros de “a ferrado” de nuestra parroquia.
También sabemos que escribió otras poesías, algunas publicadas en las revistas Galicia y Revista Gallega. Obras suyas en gallego son “A niña sorte”, “O bico”, y “Parrafeo con San Pedro”. Para el teatro escribió “De visita”, un apropósito, en colaboración con A. López Álvarez; “El  suicidio de anoche”, con el mismo; y “La leva”, con Perosterena.
La cuestión que planteo a la parroquia, a la Asociación Cultural “Espalladoira” de Castroverde, y al propio Ayuntamiento, es: ¿Lois do Cando y su obra nos merecen una conmemoración? En caso afirmativo no perdamos de vista que entramos en el trienio del centenario de A véspera de San Xoán en Montecubeiro.
    
Xosé María Gómez Vilabella
A Coruña
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El Progreso, 5-11-1989
Necrolóxicas
¡Chegou Enriqueta!

Enriqueta Otero, filla preclara de Castroverde ou, se o prefires, luceiro de Miranda -xurisdición que con Montecubeiro compuxo o triunviro municipal de Castro o Verde-, ¡xa estás na gloria! Na gloria de Deus, e tamén na da Historia.
Dende San Cibrao ó Páramo pasando pola Meda tiñan que soa-las campás, pero non acostumamos a tocalas nos enterros; onde si te recibiron, ¡seguro!, con tódolos sinos repenicando foi no alén, que alí hai xustiza e alí comprendéronte.
¿Sabes cal foi o primeiro lostregazo que tivo o meu entendemento cando a TVG deu a noticia -¿triste noticia, alegre noticia?- do teu pasamento? Do máis simple: Tiven envexa dos nenos da Agrupación Escolar de Castroverde porque eles naceron oíndo falar de ti; e, por suposto, que tamén do noso veciño Manuel Cordeiro. Eu tiven, nos meus tempos, que facer de policía para ir descubrindo algo de vosoutros; e para iso contraditorio en moitísimas fontes consultadas.
¡Ah, Manuel Cordeiro, ou Cordero! O teu mestre, aquel analfabetiño que gracias á escola adulta da “Casa del Pueblo” madrileña chegou a mestre de mestres, seguro que foi o primeiro en darche a benvida dende o pináculo da gloria. Estouno vendo:
-¡Enriqueta, Enriqueta Otero; por aquí, sube máis arriba, que esta é a gloria dos fillos ilustres de Castroverde!
-Pero, Manuel, ¿ti aquí? ¡Que alegría! Nembargantes debe haber algún erro pois véxote á dereita do bispo Osorio de Vilabade! ¿Ou non é este señor tan campechano aquel Bispo-Virrei     que andou polos Ángeles de California, xa antes de inventarse o cine? ¿Non será que aquí se volveu comediante?
-¡Miña Enriqueta, nosa Enriqueta, vouche contestar, eu mesmo! Comprendemos a túa sorpresa pois vés dunha España faranduleira, con ou sen democracia; pero tempo terás de ir comprendendo que este é o mundo que fixo Deus, o verdadeiro, que o de Curros quédanos abaixo, ou máis exactamente, debaixo. ¿Non suspiraches, non loitaches ti por unha humanidade igualitaria, comprensiva, fraterna? Pois, miña rapaza, ¡xa estás nela!
-¿Rapaza, eu?
-¡Si, rapaza, que aquí serás eternamente xoven! E ten por seguro que eu entendo diso; non esquezas que deixei o meu tesouro dedicado a dota-las doncelas de Castroverde, así que decátate que aquí os piropos á muller galega son verdadeiros. Pero máis che digo, que aquí tés, á miña dereita, ó Manuel Cordeiro, que daquela, nas Constituíntes da República, non se quedou á zaga da Campoamor, e mesmo lle estalou o corazón no Parlamento cando dixo aquilo de: “Hay una tierra, -¡que bella es!-, Galicia, en donde la mujer rinde a la familia y a la sociedad más esfuerzos que el hombre. Este, sugestionado por la necesidad siempre, vino emigrando, dejando a la mujer al frente de la hacienda y de la familia. Y cumplía su cometido con tal heroísmo que bien merece nuestra admiración”.
-Foi valentía, si; que daquela o PSOE aínda tiña medo de que os cregos torcesen o voto das mulleres.
-¡Mira quen vai falar de valentía! Valente ti, miña Enriqueta, como o proban as túas feridas; o meu foi só de palabra.
-Eu, daquela, cando me levaron sen cura-las feridas ó cárcere da Coruña, ben pensei que me levaba o demo.
-¡Ca, muller; o demo  nunca, que estaba aquí, á miña esquerda -fíxate no que che digo, á miña esquerda polo social que foi-, este gran Bispo e paisano, pregando por ti!
-¿E se me queriades convosco, por que non subín daquela?
-Era cedo para ti, que aínda tiñas que ser exaltada mesmo, mesmo, na terra en que te perseguiron. Pero tamén faltaba outro requisito: Ti aínda non fundaras “O Carriño”, e non tiñas en que vir. Pero diso do pasamento das persoas honradas -que non sempre son as que reciben honras aló abaixo- quen máis che entende é aquí o señor Bispo Osorio; ¡que che fale el!
-Pois logo, en dúas palabras: Ti sabes que Elías subiu ó Ceo nun carro de lume...! ¡Non, non penses mal, que non era o lume das toxeiras! ¡Pois ti, Enriqueta, subiches no teu carro da fraternidade!
Daquela entoaron tódalas persoas salvas de Castroverde, que eran maioría, (eu vin en sonos como lle mandaron a un demo cativeiro que apartase ás outras- un fatado pequerrecho de envexosos- para os antros do esquecemento, para que non encordasen), un canto pracenteiro. Cantaban na lingua dos anxos e por iso só collín a música; pero soaba deste xeito: ¡Chegou, chegou, a nosa Enriqueta! E vén de gañar a pulso un preito, porque loitou pura, sen vendetta. ¡Veuse nun carriño por cadaleito!

Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 23-3-1991
Cultura – Sociedad


Sugerencias. “Cacería de ciclóstomos en Ifni”, unha divertida e curiosa novela do lucense Xosé María Gómez Vilabella. Editorial Berlán.
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El Progreso, 24-3-1991
El despertador. Marta Becerra

... Escritor de libros, aunque ya con más veteranía que los escolares focenses, es José María Gómez Vilabella, de quien acaba de publicarse la novela “Cacería de ciclóstomos en Ifni”.
A Gómez Vilabella ya lo conocen los lectores de El Progreso, periódico en el que colaboró con unas magníficas crónicas sobre los más diversos temas. Es natural de la parroquia de Montecubeiro (Castroverde), y cuando tenía 18 años se alistó en el Ejército con la finalidad de preparar en Madrid oposiciones de Banca. Aunque hasta los 33 años no empezó a estudiar el bachillerato, nocturno, luego se enrolló muy bien con los libros y se hizo, sucesivamente, perito y profesor mercantil, se diplomó como técnico superior en Estudios Fiscales y ... (siguió por la UNED, etc.)
Parte de sus recuerdos juveniles están recogidos en su novela “Juventud bancaria”. A su municipio natal le dedicó el libro: “Castroverde. Bosquejo histórico-geográfico”.
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El Progreso, 27-3-1991
Mouros e cristiáns, coñecemento e convivencia. Sinatura pendente.


Bismillah al rahman al rahim. No nome do Deus que dá misericordia, o misericordioso. Empezarei dicindo, como credencial, que me doutorei en mourería no Magreb. ¡Levoume dez anos a carreira, e iso que a tomei como vocación activa, participativa, sedento de coñecer, pois sen coñecer mal se pode comprender, e á viceversa! Debo engadir, e conste que estou falando máis en serio do que poda parecer, que me levou trinta anos ir cocendo o que alí aprendín, que por iso non rompín antes a escribir estas cousas sobre  Islam. Teño, iso si, o consolo de non ter sido mal estudante, en termos relativos, pois ben sabedes que aquí na península convivimos oito séculos con eses veciños, ¡que esa si que é carreira grande, de oito séculos!, e aínda así temos dos musulmáns a máis supina ignorancia.
Vindo ao presente, coido que serei das poucas persoas que non se escandalizaron de que a embaixadora do Tío Sam, aló en Bagdad, nin se decatase de quen o astuto Saddam lle pedía permiso, a últimos de xullo, para abri-lo fudre de Pandora. Un árabe e un americano só poden ter de común a afección ou a propiedade de cabalos dunha certa raza; no resto, son dous polos opostos, antípodas no pensar e no facer; por conseguinte, ¡guerras!, frías ou quentes pero guerras, que esta que terminou agora, como ben dixo Saddam, é a nai delas, ¡e xa veredes como nisto, ao meu pesar, vou ser profeta! O único que chegou a entende-la arabía a fondo foi aquel sobriño do Tío Sam, o Lawrence de Arabia; algo así como a excepción que confirma a regra; e para iso non lle fixeron caso daquela, montando unhas fronteiras tan artificiais e supostamente astutas que non rebentaron de milagre cincuenta veces nos últimos cincuenta anos.
Para entender a un musulmán -e  nunca digades mouros que é unha denominación pexorativa, unha referencia á coloración epidérmica, racista, e todo iso, que lles dá cen patadas no traseiro-, sempre hai que empezar por aprenderse o Corán. E por suposto ter presente que iso do Islam só quere dicir entrega á vontade de Deus. Tampouco está ben chamarlles árabes pois sería como chamar galegos a tódolos hispanos de Boa Aires. Cultura árabe, si; ¡a feito, e máis profunda do que cremos ou do que recoñecemos!
Por aqueles tempos, principios do VII, o gran Muhammad, o meu admirado Mohamed, a quen chamamos familiarmente Mahoma, viunas vir; que niso si que foi profeta. ¡Viunas a través dos tempos futuros, cousa que só saben conxugar os grandes políticos! Dixen “político”, e iso sosteño. ¿Que, o quen, é un político? ¡Sabémolo todos! Un malabarista que trenza actividades e convivencias, case sempre con ideas alleas; un director de orquestra que pon música ás letras populares, tamén alleas; así que tales artistas fannos bailar ao son que lles peta. ¡Pois iso foi Mahoma, e só iso! Un gran político que copiou o programa electoral do pobo hebreo; un político que non se equivocou en nada..., pois nada escribiu, que ata lle gravaron a súa voz profética nos pergamiños das cabras arábigas; e agora que ninguén diga que se equivocou nunha til, pois os acentos do profeta foron, absolutamente todos, orais. Un político que inventou a guerra santa e mailo ceo das hurís para leva-los quintos á guerra sen pagarlles soldada nin darlles cruces. Un astrólogo infalible que colleu media lúa polos cornos e plantouna na terra; os americanos, en cambio, para vela de cerca tiveron que perfecciona-los foguetes de Von Braun. Como vedes, ou mellor dito, como sabedes, Maquiavelo xunto a Mahoma foi un simple ladrón de bicicletas. Mirade se era listo, que ata deu un braguetazo millonario casándose cunha viúva rica; ¡e a petición dela!
Neste punto hai que facer unha matización importantísima de algo tan sabido como habitualmente omitido: Dexenerada Roma coas drogas daqueles tempos, que cada tempo ten a súa drogadicción, -vicios do corpo e do espírito, pero sobre todo pola vagancia na que entran ciclicamente as familias máis prósperas e cultas-, os saberes greco-latinos amontoáronse naquel faiado eurásico que foi o Imperio Romano de Oriente, en definitiva, o Bizancio. Así que daquela, no primeiro século da súa imparable expansión, e da súa sedenta osmose, os árabes copiaron deles todo e de todo, menos iso de coller turcas e de fabricar camas turcas, pois seguiron coas alfombras peras.
A desgracia dos árabes, para competir  o mundo actual, son dúas: que son filósofos; e que se ben son capaces de sacar petróleo das areas do deserto, en cuestión de motores non pasaron do desaparafusador; non obstante, son uns fanáticos do acelerador. Un musulmán, por encima de todo, pensa. Rodin, se os coñecese a fondo, houbese posto un turbante na cabeza do seu pensador. Ninguén lles avantaxa en pensar, en reflexionar; pero, iso si, pensan para dentro, re-flexionan; e por tanto, non teñen mecánica propia, e vólvense tolos comprando material e pagando mecánicos mercenarios, que en definitiva non lles funcionan con lealdade. O seu é a gumía, o alfanxe; en definitiva, o coitelo curvo. E tamén corre-la pólvora, pero no alto dos cabalos ou dos camelos; ¡nada de mando informático a distancia!
O musulmán está máis cerca de Deus do que nosoutros estamos; por iso das curvas. Non sei se acaso algo na cristalografía, pero no demais Deus fixo unha natureza curva, de liñas curvas; o que pasa é que a civilización occidental é cousa do demo en gran parte, e por iso inventamos a recta rilando nos dentes, coma Lucifer. Un musulmán nin ten espadas rectas nin di unha cousa en estilo, en sentido, directo, senón con metáforas, con circunloquios, con perífrases. Moito levo matinado nas estrañas coincidencias que se dan entre galegos e árabes; pero desoriéntame que sexamos máis rubios, aínda que tamén teño visto árabes rubios, pese a que lles chamen mouros a todos, sen excepción. Se cadra aló nas chairas da Babel separáronse dous primos, o pai da Agar e mais o pai dos suevos; os agarenos mourearon co sol milenario dos seus desertos; e por contra, o suevo volveuse suave coas humidades e cos verdes norteños, aló polas ribeiras do Rhein.
Quero volver á biografía de Mahoma, pero antes direivos que nada repugna tanto a un musulmán, ¡pero que nada!, como a soberbia e a fatuidade dos cristiáns. Soberbia, en crernos salvados de antemán, gratuitamente, presupoñendo a condena dos musulmáns como ignorantes do verdadeiro Deus; soberbia de terratenentes porque nosoutros témolos prados e mailos fondais mentres que a eles tocoulles o deserto, o pedregal: Fatuidade, por ignorancia de canto lles debe o mundo occidental, que sen eles, particularmente España, estaría asubiando aos ventos dos cerros de Úbeda.
Coido que merece un minuto do noso tempo lembrar que, nas mesmas alforxas de Tarik e de Mussa, recibimos, entre outros subministres e/ou participacións:
-A tolerancia, a convivencia, relixiosa; aí temos os templos e maila pervivencia, os ritos, mozárabes.
-A cultura greco-latina, trasladada, resucitada, no Ándalus.
-A filosofía aristotélica.
-Estudios de medicina, que aínda hoxe nos producen réditos.
-Coñecementos xeográficos, que lles viñeron moi ben aos portugueses, e moi concretamente ao noso Colón.
-Matemáticas, das que tirámo-los termos e os conceptos da álxebra, algoritmo, guarismo, trigonometría, etcétera.
-Astronomía e alquimia, a cachón.
-En arquitectura toda unha síntese das fermosas concepcións coptas, persas, indús, bizantinas; etcétera.
-Na literatura, toda esa gama de exquisiteces e de sensibilidade que chegou ata Antonio Gala, o último moro cristianizado do nos ándalus.
-Transmitíronnos o coñecemento da pólvora, do papel, do compás, do astrolabio, dos números, dos muíños de vento, das aceas, dos cultivos hortícolas; tamén aquí outro longo etcétera. Na agricultura non esquezamos o seu cultivo do algodón e do arroz; acequias e demais sistemas de regadío. Etc., etc.
En definitiva, que non sei por que os aborrecemos tanto, por que non conseguimos fusionarnos con eles en España, e convertelos ao catolicismo naqueles oito séculos  de fronteiras, pero, ¡para iso había que darlles bo exemplo, mellora-lo presente, como adoita dicirse!
Que despois daquel esplendor, que na súa caída, ou parálise, en parámetros socioeconómicos, dos últimos séculos, comparativamente co despegue da cultura occidental, teñan ou tivesen que aceptar se-la carne de canón dos xenerais europeos,  non presupón nin define indignidade racial ou cultural, senón unha simple crise histórica.
Precisamente foi Mahoma quen sacou doutra crise histórica, rabiosamente anárquica, ás tribos árabes, daquela, a principios do VII, como queda dito.
Mahoma, que tampouco puido ser profeta na súa Meca, fuxiu cara adiante, logrando vitoria da derrota, trunfando da burla das súas doutrinas; e así comezou a héxira cara Yatrib, concretamente á posta do sol dun xoves, 15 de xullo do ano 622. Hábil político, e non un Saddam calquera, decidiuse a reconquista-los votos pola forza das verbas, maiormente.
Lembremos que daquela xa levaba once anos de campaña electoral, financiado polos cartos de Jadisha, e non era cousa de recuar por moito que lle ladrasen os cans da Meca.
No 611 Mahoma tiña 25 anos; e a Jadisha, 40. Con diñeiro e con tempo libre, dedicouse a meditar: El coñecera na viaxe a Siria a algún monxe cristián, da seita de Nestorio, ao parecer moi venerados naquel país, así que, aparte das naturais inquedanzas relixiosas do ser humano, algo de envexa lle debeu entrar polo status, polo predicado, daqueles predicadores. Tamén lle resultou admirable a cohesión interna das xentes do Libro, e aí tamén marrou, bastante, pois as diverxencias entre os xudeus conservadores e mailos cristiáns, aqueles revolucionarios do Novo Testamento, eran abismais. Un cameleiro non se podía quedar definitivamente en Siria, nin buscar aos opositores dos nestorianos para contrastar doutrinas, así que ben aprendeu e ben atendeu para unha soa viaxe.
Alí na Meca, reflexivo como bo árabe, pasou once ou doce anos dixerindo o nestorianismo, o xudaísmo, e maila doutrina cristiá. De todo aquilo sacou en claro que Deus-Deus só había un, o de Alá, o do mundo xudeu; que os ídolos da Meca eran ridículas concepcións contraditorias; e de paso, decatouse de que o Deus verdadeiro, interpretado como se interpretase, acostumaba falar por boca dos seus profetas.
Nestas andaba cando se lle acendeu un vagalume na curota do cranio, e daquela caeuse de xeonllos na alfombra. Seguramente se puxo a desenrolar naquela idea, coma quen desenrola un turbante; e deu en berrar, chamando pola súa Jadisha. Mahoma, Mohamed, non dixo “¡Eureka!”, non, que iso era pouco para a fantasía árabe. Igual dixo, “¡Jadisha, atopeino!”. Ela, a viúva apaixonada polo seu mozo, seguro que pensou mal daquela, ao verlle rasca-la caluga, pero o seu Mohamed aclarouse, deseguida, rotundamente: “¡Non hai máis Deus que Alá; e Mahoma, eu mesmo, son o seu profeta!”. Daquela mesmo, naquel intre histórico, empezou o seu proselitismo, asegurándose, de contado, catro votos: a propia Jadisha, seu primo Alí, o seu liberto Zeid, e un amigo, catacaldos daquela casa rica, que se chamaba Abu-Bakr, que vén a ser o “Petrus” do islamismo.
Isto non vos ten nada de broma, que moitos partidos naceron con menos adeptos; e ningún, nin o de don Carlos Marx, chegou a ter tantos crentes nin tan fanáticos coma o Islam, que, repito, significa nas máis e nada menos que illamento, entrega absoluta a Deus.
Iniciado en Yatrib o poder político de Mahoma, ata logrou cambiarlle o nome, que pasou a ser Medina, a cidade por excelencia. Saíunos tan dialecticamente astuto, que só a el podía ocorrérselle lanzar un puñado de area á cara dos seus inimigos excitar aos tres centos de seguidores que xa tiña daquela, con esta cominación: “Que a face dos nosos inimigos se cubra de confusión”. O que non din os historiadores de Mahoma, pero cabe supoñelo, é que Mahoma e mailos seus se puxeron de cú para o vento, que é a forma de loitar no deserto; ao ano seguinte xa contaba con dez mil afiliados, todos eles militantes, así que con aqueles votos tras si xa puido volver á Meca en peregrinación triunfal, ou sexa, unha especie de marcha verde. Daquela derribou tódolos ídolos que rodeaban a Kaaba, e foi considerado definitivamente como caudillo relixioso da arabía.
Pícaro e astuto, si, pero honorable tamén; isto hai que subliñalo porque os cristiáns estamos educados, e tentados sempre, a tomar a Mahoma por un salteador de caravanas, ou por un predicador satánico, que de aí sacou o Salman Rushdie o seu merchandising publicitario. Sentíndose nas últimas, en Medina, pediu que o levasen á mesquita; alí recitou a oración pública e preguntou aos presentes se había ofendido a alguén e se debía algo. Unha vella reclamoulle, daquela, tres dracmas, tres miserables dracmas; entón Mahoma, todo un señor aínda que naquel transo, mandou que lle desen á vella os tres cobres, e díxolle, seica todo afectuoso e cordial, que lle agradecía que llo houbese recordado alí na terra, e non no Ceo, onde di moi mal unha vella miserenta.
Morreu na Medina o oito de xuño do 632; e eu, pola miña parte, conto con preguntarlle, nun dos ceos, no del ou no noso, aínda que supoño que el estará no sétimo, que é o das hurís, bañándose na Mesopotamia celestial, pola vella aquela, que seguro que andará de ama de chaves no purgatorio dos americanos.
Agora permitídeme que lle demos un repaso ao Corán. ¡É unha marabilla de libro! Na complexidade do Corán atópase de todo, incluso aleias que ata son poesía; e xa non digamos profunda filosofía, que diso ten un montón.
Analistas que o estudiaron moi a fondo marabíllanse principalmente da preocupación de Mahoma, da súa obsesión, polo Xuízo Final. Un home con tales ideas é, polo menos, un afanoso da verdade, da perfección. (¡A pena de todo isto foi que bebese en malas fontes!).
Mahoma recoñece en Cristo a súa feitura de milagres, e recoñece tamén que el niso non lle igualaba. Para min teño que se Mahoma recibise a súa ilustración relixiosa dun xeito máis ortodoxo, menos mixtificado ou revolto, máis directo de fontes limpas, teríamos nel un segundo Saulo de Tarso; pero aínda así o seu esforzo por achegarse á verdade foi encomiable. Alguén pode dicir que foi un mentireiro pois inventou unha revelación transmitida polo Arcanxo Gabriel. En canto a iso non serei eu quen defenda que o fin xustifique os medios, en pura ortodoxia cristiá; mais no caso de Mahoma, nas súas circunstancias e nas do seu entorno, esa invención foi algo así como unha mentira piadosa, liberadora do caos, do absurdo, daquela anarquía idolátrica e cavernícola, fetichista e sabeísta do Medio Oriente.
Censuremos nos musulmáns que se quedasen instalados no rechán da escaleira, século tras século; pero exaltemos en Mahoma que os houbese subido ata ese estadio, ata esa altura, en só dez anos de construción ideolóxica.
¿Por que se estancaron na metade do Libro? Levo eu medio século de Domunds e aínda teño por oír ou por ler que ningún apóstolo noso fixese exame de conciencia do que habería que definir para comprender iso, e despois axudarlles a saír dos seus erros (nestorianos) en virtude do noso “Ide predica-lo Evanxeo...”
Aquí debo facer unha mención expresa, unha exclusión, da Orde franciscana, na que tivemos recentemente homes tan brillantes, aló nas misións do Magreb, como foi o Padre Pais, Pedro Pais, que se veu aquí para Lugo esgotado de esforzos e derreado pola súa enfermidade do Parkison; por suposto, aquel espello de ciencia e de virtudes que tamén foi o lugués monseñor Dorrego Aldegunde, arcebispo de Tanxer.
Cos musulmáns só vale o exemplo persoal do misioneiro, a sinxeleza seráfica dun franciscano; pero, lamentablemente, sempre estiveron rodeados e colonizados por cides que fomos á terra dos mouros buscando ouros, e portando espadas, copas e bastos.
É certo que levan catorce séculos sentados, adocenados, estancados, no rechán da escaleira; ¡pero están tan cómodos así! Non esquezamos que o Corán ten unha ética pasota, sensual, feita á medida dos desertos, ou sexa, sesteadora. Teñen no seu Corán todo o que lles pide o corpo:
-Inmortalidade da alma, no senso de emigración ou de retorno ao paraíso perdido, que é algo que anhela todo ser humano, algo que levamos nas entretelas do corpo e da alma.
-Sentido da xustiza niveladora, niso de que o Arcanxo Gabriel pesará as ánimas, o seu animus e mailo seu facio.
-Cargos no Ceo para os mellores, esplendidamente retribuídos, pois Mahoma, de parte do Arcanxo, deixou dito que: “Os máis favorecidos de Deus serán aqueles que contemplen a súa cara, a súa presenza, de noite e de día, felicidade meirande que tódolos praceres dos sentidos, como o océano comprado co orballo”. Ante isto, non me digades que poda haber filosofía máis estimulante, nin máis poética!
En canto a deberes para o crente, para o militante, os seus son máis ben liviáns:
-Xaxún, para uns pobos que ata o de agora pouco tiveron de que manxar.
-Rezo cotián, que nas soidades dos desertos non só o pide a alma senón, e tamén, o corpo.
-Esmola, que non é ningún sacrificio nunha raza de seu tan hospitalaria e cabaleiresca.
-Guerra santa, guerra defensiva por suposto, pois esa é a que realmente predica o Corán, aínda que nos custe recoñecérlle-lo, a nosoutros, aos cristiáns. Disto, de como hai que entenderlles o seu guerrear, ou non entramos no tema ou habería que escribir un libro pois é cuestión complexa xa que habería que expoñer e formular o contexto no que foi regulamentada ou aconsellada por Mahoma.
-Prohibición do jalufo e dos alcohois. Aí tedes que Mahoma, sen microscopio, albiscou a triquinose; logo isto é outra evidencia de que foi un tío listo e precavido. O alcohol pouco problema era en Arabia, así que coido que foi porque non lle fixo gracia, no seu gran sentido da dignidade persoal, decatarse de que os fillos de Noé se riran do seu pai por velo borracho, ¡simplemente do mosto, pois daquela diso das fermentacións pouco sabían!
-En canto ao das concubinas, tamén se quedou Mahoma no Antigo Testamento. Nisto habería que ponderar, á parte de costumes arcaicos e doutras circunstancias políticas, machistas, a de que a vella Jadisha non lle deu fillos varóns. Pénsese nos problemas íntimos dun Napoleón, que o temos máis cerca, e por tanto máis comprensible. Hai que situarse no seu caso para non tomar isto a broma; e por conseguinte, ponderar que naqueles tempos a supervivencia tribal, fronte a hostilidades de todo tipo, só tiña asegurada unha certa fortaleza se non decaía a forza bruta, dominante, dos seus homes.
En definitiva, que o mundo eurásico débelle a primeira das súas constitucións, ¡doce séculos antes das famosas e revolucionarias Declaracións do Dereitos Humanos dos occidentais. Isto, lamentablemente, pásanos bastante desapercibido; ¡e iso que presumimos de civilizados e de cultos!
Despois destas pinceladas históricas coido que xa podemos enxergar certos contraluces do cadro islámico.
Por exemplo, a súa resurrección espiritual da segunda metade deste século e o fervor panislámico que aspira a unha acción conxunta e poderosa das rutas imperiais, novos días de gloria aos millóns e millóns de crentes musulmáns que poboan a terra, dende o veciño, e non obstante descoñecido, Magreb, ata o lonxano Paquistán. Isto é cousa seria, isto é unha forza potencial inmensa, que segue latente pero que non produce unha resultante apabuladora simplemente porque os diversos gobernantes actuais do mundo islámico non queren renunciar ao seu feudalismo, aos seus reinos de taifas, pero, aínda así, cando lles xurde un gran califa con pretensións hexemónicas, aínda que sexa un tolo sanguinario coma o Saddam, aglutina as simpatías e mailas vontades populares.
A todo isto, nunha rápida análise do presente, eu teño que subxectivar aquí algo que considero importante, instrutivo: a miña lonxeva e detida observación en Marruecos da convivencia entre árabes e xudeus. Débolle esta iniciación ao Padre Gonzalo, franciscano por suposto, co que falei largo e tendido, polos anos 50, do tema da contradición de que, debéndolles os musulmáns aos xudeus as bases da súa cultura relixiosa se levasen tan mal con eles. En termos actuais definiríamos esta situación, esta constante histórica, como simple incompatibilidade de caracteres.
En Marruecos, e para mostra chega este botón, antes da independencia mandaban os xudeus; mandaban e controlaban en todo tipo de actividades de base financeira. Máis que mandar, mangoneaban; na economía, por suposto, pero tamén nos saberes. Daquela os musulmáns aportaban os inmobles, as estruturas e mailas relacións persoais; e os xudeus conseguían as mercadorías, no quinto inferno que fose, salvando ou eludindo habilmente as mil e unha trabas que tiña daquela o comercio internacional, en especial a circulación das divisas. Nesta simbiose, os musulmáns xogaban cos franceses a publicanos, e os xudeus a escribas e fariseos.
Coa independencia, poñamos do 56 ao 60, veu a resaca nacionalista e racista, magrebí, e os xudeus víronse obrigados a utilizar testaferros musulmáns, ou a emigrar coa hucha do Cid ao lombo. Pero esta nova situación durou pouquiño porque os marroquís deseguida decatáronse de que o seu rol era rezar para que chovese paz e dólares, pero que o regadío, a actividade, o mazo, era cousa dos xudeus. Se non deixan, daquela, de axotar nos xudeus, o Marrocos baleirábase de industria, de iniciativas de produción, de médicos..., e xa  non digamos de comercio.
Desta sucinta análise retrospectiva séguese que é importantísimo, en tódolos sensos, terzar nas regras de convivencia da xente do Libro, ademais de por razóns e obrigas históricas porque se non, as súas convulsións, os seus preitos, envolven e lían media humanidade, particularmente ao mundo cristián. Agora mesmo tivemos un aviso, un aviso que pasou por lobbys poderosísimos da USA, e que aínda non se extinguiu pois dese terremoto quedaron grandes axustes e desaxustes pendentes como xa iremos vendo de aquí ao século XXI.
¿Receitas para esta convivencia; apuntes para esta sinatura que temos pendente? A principal delas non somos capaces de cumprila, que sería que os musulmáns visen nos cristiáns unha certa perfección que os superase moito, ¡pero moito!, sequera fose coma a que viu Mahoma en Nestorio; pero o noso fariseísmo perdurable fainos volver ás súas orixes, ao seu integrismo, en humana revisión e ansias de perfección espiritual na que os occidentais, lamentablemente, de presente brillamos pouco.
Así que só nos queda coñecelos algo mellor para tentar de achegarnos ao seu mundo íntimo, á súa mentalidade, ás súas crenzas, e así ir establecendo, pouco a pouco, protocolos adicionais, consecutivos, de convivencia pacífica, de entendemento cordial, recíproco; e por suposto, nada de pax romana, pois a pax coas lexións estranxeiras sempre é efémera. 

Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 20-5-1991
A escolta de Salmerón

(En Cartas...) Sr. Director: O artigo de Juan Soto, “Un aniversario desapercibido”, na sección Cantón, do día 14, fíxome lembrar por enésima vez á miña tía-avoa Ramona Lombardero, casada con Nicolás Salmerón y García, e por ende protectora de parentes e de políticos das bisbarras de Baleira e de Castroverde.
Xa teño contadas algunhas anécdotas un tanto singulares en relación cos Salmerón en Galicia. Por exemplo, non hai moito, conteille a José Antonio Durán, nas páxinas da Voz de Galicia, como fora aquilo do bofetón que me propinou meu pai por leva á escola de Maxide daqueles paniños de seda natural, coa bandeira tricolor e cunha perfecta estampación do retrato de Salmerón y Alonso, que tiñamos ben escondidos no fondo dunha cómoda por culpa daqueles rexistros que nos fixeran os do cuarteliño de Montecubeiro.
Hoxe quixera referirme á última que me contou meu primo José Lombardero, e da que casualmente falei con el un día destes. (José Lombardero, orfo desde a infancia, foi recollido pola tía Ramona, e así viviu moitos anos con Madrid, na propia casa dos Salmerón). Xa llo oíra eu á miña avoa, pero Pepe Lombardero é a “ponte” histórica máis directa que nos queda con aquela familia apeada dunha presidencia porque o patrucio negouse en redondo a firmar aquelas sentenzas de morte, así que os seus recordos son historia viva.
Resulta que tía Ramona, -en definitiva unha emigrante máis, cansa de parar de fonda en Lugo nos seus veraneos-, mandou cartos para que fixesen nova a casa de Xan de Catatrigo. Dito e feito, ó verán seguinte apareceu polo Cádavo abaixo aquel coche de cabalos, que mal lle ía para atrouchar polas corredoiras de Barcias, do Foxo e da Pereira, ata que por fin o cocheiro conseguiu recalar en Catatrigo, fronte á pequena galería da nova casa de Xan, que ía ser inaugurada polo ilustre Salmerón; en definitiva, pagano da mesma.
Seica houbo cea por todo o alto, cos veciños da porta e mailos Guzmán da Pereira (o pazo da parroquia) de invitados; de invitados ás lambetadas que levara de Lugo nosa tía Ramona, sempre espléndida como correspondía ó seu aquel de cinsenta, de criada rescatada e enviada á escola (¡puxéronlle institutrices!) polos Salmerón, que daquela dispoñían dun patrimonio inxente, esfumado máis tarde (coas expropiacións) da guerra do 36.
Despois da cea, e despois dos eructos pois aquela xente non estaba acostumada a semellantes farturas, baleirouse a casa, aquela cociña grandísima que mesmo a estou vendo, e don Nicolás levantouse da cadeira que lle asignaran en Casa Xan, que por certo acabou no lume cando os actuais moradores instalaron a cociña bilbaína.
Agora vén o da escolta! A cama era de estrea, sabas limpas do mellor liño da tea, táboas novas de castiñeiro..., ¡todo digno de tal parente! Pero como as condenadas pulgas eran aínda máis demócratas co demócrata Salmerón, resulta que o matrimonio veraneante recolleu sobre si tódalas que lles sobraban ós veciños, e..., non pegaron ollo en toda a noite!
Deloutro día ben cediño, cando o tío Xan sacou as vacas para levalas ó prado da Liñeira, antes de que desen en berrar na corte, ¡tiña a casa, a casa nova, rodeada de escaleiras, unha por cada ventá, tal e como se fose un palleiro do trigo!
Así foi como unha escolta de pulgas protexeu dos ladróns ós flamantes Salmerón. ¡A quen se lle conte!
Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 6-10-1991
Narrativa de lareira

  
Agora, nesta época de San Froilán, os de Lugo, -eu sempre me tiven por lugués, anque de aldea-, facemos balance; e Pelúdez vai á capital, ¡porque xa deixa o trigo na hucha, ben soleado e cribado! ¡Ah, pero iso era en tempo pasado, como dixo o outro!
Face-las mallas era o pecho, o precinto, rotativo, anual, dos afáns labregos. ¿Foi, ou non foi, bo ano? Esta era a reflexión do paisano, ¡cando o paisano non se desvelaba polo prezo do leite senón pola tulla do pan: centeo, trigo, aveas...! Agora veu a especialización, e quedámonos sen calendas, sen estacións agrícolas.
O San Froilán sempre foi a festa estacional, a da recolleita; festa culminante e lúdica. ¡Gracias a Deus que chegamos ata aquí..., e coa malla feita!
Leva-la besta, a besta ou a poldra, o mular, o que houbese aquel ano; que non se venderan en Adai, no famoso Trece de Setembro... ¡Non se venderan adrede, no cen por cento dos casos, porque nos quedabamos sen pretexto para convence-la muller, a “Filomena” de cada quen, de que había que ir aló, chovese ou fixese sol, ó San Froilán, para vender ese animal, esa res...; e de paso proverse dos aveños outonais, as loras, as aguilladas, as ferramentas de corte...!
Para os rapaces novos, ou medio novos, se cadra estou falando en chinés; pero será galego, bo galego, galego auténtico, familiar, fogareño, se lles lembro que a volta do San Froilán era celebrada na lareira, a carón das chispeantes estelas de carballo, pelando pataquiñas das novas, e quitándolle as espiñas ó bacallau que trouxeran de Lugo os avós de cada casa, ¡que para daquela -todo hai que dicilo- os touciños, despois das talladas consumidas polos malladores, xa lle quedaban outos á avoíña, nin subíndose ó mesote!
Coa volta á lareira, os contos. Ante todo, as peripecias do San Froilán: a xente vista e non vista co aquel da aglomeración, o Barrigaverde, o Tragaestopas ardendo, os cochiños eléctricos nos que tanto e tantos aprendemos a turrarnos cos outros choferes... Despois diso, esgotados os temas capitalinos, e coas primeiras chuvias outonías, entre sementeira e paraugas, viñan as tertulias, as narracións, os contos.
¡Canto aprendemos con aqueles contos dos avós, diante daqueles televexos chispeantes, creativos, das brasas! ¿Gramática parda? ¡Desa, tamén, pois a vida do home é un cóctel de virtudes e de picardías, de verdades e de fantasías; de contos da lareira, en definitiva!
¿Morreu todo aquilo? ¡Non; non morreu pero evolucionou! Nalgún aspecto, a peor, porque agora as historias0020a non as conta o avó, que era pícaro e ocorrente, como bo galego, pero quería facer de nós boas persoas, persoas íntegras, virtuosas, traballadoras, estudosas; ¡persoas de xeito e de palabra, nunha palabra!
Agora as historias, as consignas, as lavativas cerebrais, cóntanolas a sociedade de consumo...; ¡e non é doado, nin permanente, estar vacinado contra o consumismo, o desenfreo, as fantasías importadas, que foron, que son, narradas, ás veces, por xente doutros intereses, doutras crenzas, doutros estilos de vida!
Polo San Froilán tamén arrea duro a Escola, que xa entra en quentura no setembro. ¡Deu-los ampare, que ser Mestres, agora que os avós se van a Benidorm en lugar de contarlles contos ós nenos, miúda responsabilidade a que lles toca a eles, ós profesores, ensinar á vez do divino e do humano, da ciencia e mais do arte, da gramática parda, e tamén da outra!
Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 27 Octubre 1991
De Castroverde a Castro Verde


Fun aló expresamente. Xa tiña coñecido o Castroverde de Campos, pero descubrir outro Castro Verde alén das vellas fronteiras patrias é vital para quen ame á súa terra. ¡É unha tentación para compara-los verdes!
Dixen vellas fronteiras porque mal se lle pode chamar fronteira a unha raia que se pasa sen DNI, mentres que aquí, no propio país, pediránnolo calquera día para cruza-la rúa do Progreso.
Se Lugo ten que ver con Dinan, irmandade indiscutiblemente aceptada, no meu siloxismo díxenme: ¡Hai outros paralelos, máis ou menos secundarios, pero están sen descubrir ou sen recoñecer! E con esas, funme ó paralelo sureño do meu Castroverde, que o atopei aló abaixo de Lisboa, pasando pola Grándola, aquela da “... Vila Morena”. Concretamente, na zona Sur do distrito de Beja; bisbarra do lendario Ourique.
¿Gustoume? ¡A fuer de sincero, si; moitísimo! Pero gustáronme máis aínda as súas xentes, a súa poboación; máis có solar en si. É verde, naturalmente; ¡tiña que selo, con ese nome! Un verde con matices amarelos, estremeños; en cambio, as xentes..., esas son máis ben morenas; un si é non é aceitadas, de tanta oliva, supoño; e un tanto repoludas.
¡Todos, a eito, mestres de cortesía! Tamén o son os do meu Castroverde lugués; moi corteses, afellas que si, pero, máis que aqueles irmáns portugueses do Castro Verde, dito en dúas palabras, iso xa imposible! Francamente, non me sería doado devolverlles ó cen por cento as súas atencións se viñesen por aquí, por Lugo, e me pedisen, ou lles tivese que ofrecer, os meus servicios de cicerone.
Preguntáronme aló, nas rúas, nos establecementos, nas fábricas de moveis, nas de mantas de lá, na propia Cámara Municipal, en todas partes, polo seu homónimo, polo Castroverde galego; Preguntáronme todos aqueles ós que ensinei o meu DNI co nome do meu pobo natal; e a todos aqueles irmáns díxenlles o mesmo: O Castroverde de Lugo é un gran solar verdinegro, que muxe vacas en lugar de ovellas; no resto, que era moi homologable, aínda que con outras actividades predominantes. ¡Mentira piadosa! ¡Que máis quixéramos nós!
Por mostra, vou dar algúns datos do Castro Verde separado:
7.400 habitantes, en 567 quilómetros cadrados. Como xa estamos nisto do Mercado Común, os outros datos vounos dar en portugués, para afacernos a entende-los veciños; e, de paso, sacámoslle partido á poliglosia galaica.
Braçao de armas: castelo de verde, que simboliza á propia povoaçao  Os escudetes com  as cinco quinas referem-se a D. Afonso Henriques e ao milagre da batalha de Ourique. A cruz de Santiago alude á importante comenda da ordem de que foi Castro Verde.
A agro-pecuária constitui a principal actividade económica de Castro Verde. Para além dela haverá a destacar o seitor da construçao civil e obras públicas (cujo incremento registrado nos últimos anos se deve fundamentalmente á acçao da autarquía e em certa medida aos investimentos realizados pelos emigrantes) -¡Tomemos boa nota, que xa vai sendo hora de parar con iso de abrir tabernas, como se non valésemos para outra industria!-, e aínda o do comercio, administraçao pública e serviços de saúde e de ensino.
Paralelamente, mantém-se algumas formas de artesanato regional, e neste dominio destacamos o fabrico das tradicionais mantas de lá, de cadeiras em buinho, de queijos de ovelha, e de doçária.
Anualmente realizam-se trés feiras em Castro Verde: a Feira de San Sebastiao (a 20 Janeiro), a Feira de Maio (dia 5), e a Feira de Castro (no terceiro domingo de Outubro). Esa, criada em 1621 por Filipe III, atrai anualmente 60 a 70.000 visitantes.
¿Que? ¡Pois non está tan lonxe, e se queremos turismo recíproco, h3aberá que darnos a coñecer!
Non coincidín nesas feiras, pero informáronme delas; que o artesanado rexional, iso que estamos a perder aquí en Galicia, resiste con teimosía fronte á invasión dos plásticos e dos gadgets; que, particularmente na feira de Castro, ademais do gran artesanado, as transaccións abarcan ós froitos secos, améndoas, noces, castañas, figos, e un largo etcétera. ¡Nada, que se nos corremos, eles voan!
Bendicións
Aínda que teño que abreviar neste fachineiro aberto ó mundo circundante, tan mercado común coma nós, non me resisto a calar unha expresión que fixen repetir para anotala literalmente. Estiven nunha casa onde me invitaron a presencia-la fabricación do pao caseiro, e alí, despois de amasado,  e de xunta-lo fermento, deseñaron unha cruz na masa, e bendicírono; así: “Deus te acrescente, que é para muita xente”.
¡Persoas así son a esperanza do mundo occidental; e paga a pena viaxar, que sempre se aprende algo dos veciños, que nós, os do Norte, non témo-la ciencia infusa, por mais que adoitemos crelo!
Outro si digo: como é notorio, ós portugueses encántalles o intercambio cultural. Por se alguén o dubida, ten fácil a comprobación. E se de paso mercan o libro “Historia de Portugal en disparates”, de Mascarenhas Gaivao, daquela, ademais de goza-la paisaxe, vanse rir a cachón, cousa moi sa, por certo.

Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 8-12-1991
Unha lección de mercantilismo turístico

Acabo de volver cos mozos de Lugo, eses da Terceira Idade, de pasar quince días en Mallorca, máis ben á conta do Imserso. Trouxen a maleta chea de postais, de recordos e de ensinanzas, que se cadra dan para escribir un libro, que titularei “Un outono en Mallorca”; a George Sand titulou o seu, “Un inverno en Mallorca”, pero eu son máis prosaico e menos friorento.
Se El Progreso mo permite, vou anticipar un dos capítulos de coido de interese para que aprendamos a vender beleza agora que as temos mouras co branco leite. Por exemplo, ¿queredes unha receita fenicia para venderlle a unha galega un abrigo de peles de visón, criados precisamente en Galicia, coa nosa humildade e con despoxos de matadoiro de pitas; repolos de Betanzos como postre? ¡Arrenégote demo, que cousas, diredes! Pero de verdade que as peles dos visóns galegos véndenas en Mallorca, confeccionadas e todo iso? Pois si; e para máis cruces, laváronos o caletre nun seminario. Teño cen paisanos de testemuñas. Pero isto haberá que contalo despaciño , e con moita seriedade, pois custa traballo entendelo. ¡Excursión gratuíta  para visita-la igrexa da Nosa Señora dos Anxos! ¡Todos ó autobús, que é de balde!
Pobriña Ela, que isto si que é xudiada, meter de intercesora da venda desas peles de luxo a quen pariu ó Fillo de Deus na friaxe e na pobreza dunha gruta de gando. ¡Mallorquíns, máis que mallorquíns! E para colmo do seu mercantilismo, a igrexa que ensinan pertence a un Seminario de pobriños franciscanos. ¡Cando se enteren de como se aproveitan deles!
Ben, pois xa que non podemos extermina-los mercaderes do templo, aproveitémonos das súas mañas aplicándolles a lei da reciprocidade.
Esta igrexa-espectáculo, -que aínda séndoo, é menos do que pasa coa Catedral de Palma, na que fóra das horas de Misa só se pode entrar cun boleto do Museo Catedralicio-, está situada na Playa de Palma (Arenal), a 500 metros dese templo dedicado ao deus sol, ese templo longo, non sei se de ara ou de area, de nove quilómetros de fouz, onde ofrendan ó deus da preguiza miles e miles de vestais sen vestido, ou sexa, en topless, para ser máis exactos. ¡Boa a fixo don Manuel fomentándolle-lo turismo!
A igrexa-igrexa, a das vidreiras, a de Nosa Señora dos Anxos, correspondente ó Seminario dos PP. Franciscanos da T.O.R. empezouse a construír en 1965, e foi planificada polo arquitecto Ferragut. Como despois colaboraron nela os principais artistas de Mallorca, vén a ser, en pintura e mais en escultura, o Museo de Arte Moderno da Illa. Trátase dun edificio de planta ovoide, de 33 metros no eixe maior e 23 no menor. Superficie total, 700 metros cadrados. Altura ó límite da lanterna que coroa o edificio, 19 metros. Ofrece cabida para cento  cincuenta relixiosos ou seminaristas, que teñen que ser varóns xa que ás mulleres aínda as dedicamos a sancristás no mundo católico. No resto da nave cabemos uns catrocentos, entre cristiáns, malos cristiáns, e curiosos, que todo iso anda revolto nas agras do Señor. Construída a base de formigón, cristal e chumbo, sorprende polo seu moderno, artístico e orixinal equilibrio. ¡Unha marabilla, que de por si xa merece unha viaxe a Mallorca!
Con tanto arte, con tanta beleza na chola, e sen deixarnos tempo para arrefriar, leváronos -concepto moi distinto a “ir”- a unha fábrica de confección de peletería, que está a dous pasos daquel monumento extraordinario, ¡para contemplar outros monumentos, que eran, e que son, que Deus lles conserve larga vida, cinco modelos esculturais, paseando ducias de prendas! E nós, mentres, baballándonos de pracer e papando cava nunha fervenza de copas de cristal tallado, ¡tamén mallorquí! ¿Véde-la anestesia, ou aínda non?
Coas burbullas do cava, e maila envexa ás modelos vinteaneiras, aquelas trinta vellas parrulas que nos acompañaban, de seguida se foron aló para dentro, á sancristía da tenda, tragadas por unha cortiña de veludo, coa mesma présa que se estivesen ás portas do Ceo. Aos poucos volveron a saír para onde nos deixaran aos vellos, xa embutidas nas peles que elixiran, e acaneándose ao estilo das modelos. ¡Cousa fina..., se non fose pola tripa! As nosas miráronse cen veces naqueles espellos, con delectación, pero sen decatarse de que con cen mil pesetas de chaquetón, ou incluso con varios centos de miles nas prendas de visón, pódense disimular as tetas pendonas, pero o que é as engurras do cute esas quedaban fóra, á vista, e non chegan outras cen mil para pagarlle ao cirurxián estirafoles, que ben sabido é que o tratamento da pel é aínda máis caro có tratamento das peles.
Desde que os homes afrouxamos a guita, por aquela ilusión de que demos unha vella e mais unha preada de cartos a cambio dun paquete espléndido de peles con moza dentro, ¡entón veu a nosa, a dos homes!
Daquela, as vellas, remozadas nas fundas das peles miraron cara a nós, e víronos pasados de idade para elas; así que esa debilidade psicolóxica foi aproveitada por aqueles fenicios insulares para utilizarnos como manequíns, embutíndonos en sendas cazadoras, coas que desfilamos por diante das nosas femias, por diante das nosas “Dianas”, feitos uns apolos; ¡pouco apolíneos, pero apolos!
Entón, outra folla da chequeira; pero con menos tinta, pois empapelar un vello, incluso en Mallorca, custa menos da metade que empeletar unha vella.
De volta ao hotel da “Calma”, aquel bus da Terceira Idade xa era da Segunda, ou case da Primeira, polo remudados que volvíamos coas peles superpostas.
¿Vedes as consecuencias de ensinar obras de arte a un fato de vellos que teñan carteira? ¿Vedes canto temos en Lugo sen facer, que tódalas forzas se  os foron niso de face-la muralla? ¡Á parte de dedicarnos á peletería para cando nos devolvan a visita aqueles mallorquinos, que nos prometeron vir ao Ano Santo, aquí podemos venderlles paraugas e ceas medievais; incluso auga do Rato, pois a pouco que a depuremos vai ser mellor cá deles. En definitiva, un pouco de todo, incluso cobrándolles por entrar na catedral de Lugo, que a nosa ten un Sacro Privilexio, así que debémoslles cobrar o dobre! ¿Conformes niso? ¡Pois, entón, a empezar, que xa estamos no Mercado Común; e se non nos espelimos, entre fenicios, xudeus e norteños, vannos muxi-la vaca, de balde!

Xosé María Gómez Vilabella
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El Progreso, 8-1-1992
A pluma literaria de Gómez Vilabella. Por Nicanor Rielo.



Anda a punto de rematar este ano de celebracións literarias, que tan ben solemnizou a figura egrexia de Álvaro Cunqueiro. Labaradas de optimismo sementou no eido da nosa lingua, carente aínda de suficiente pulo normalizador, que acocore cun limitado seguro de vida. Deste e doutros acontecementos ofrecéronnos e ofrécennos cabal información os xornais e revistas, que os medio de comunicación poidan estar en todo, coa fondura que os afeccionados desexan, por suposto. Tampouco as revistas especializadas esgotan estas referencias, vencelladas como están algunhas ós fondos das editoriais que as patrocinan.
Dentro do ámbito lucense nesta anada revelóusenos un novo escritor en galego, do que este xornal xa informou á súa hora. En menos de seis meses Gómez Vilabella agasallounos con dúas novelas, sen conta-los artigos periodísticos e outros traballos. Sabemos de boa tinta que ten dous libros máis ás portas dos obradoiros, “ad valvas typographiae”, tamén redactados na fala do país. Do islamismo sabe moito, e senón véxase o artigo aparecido nas páxinas de El Progreso o pasado 27 de marzo, un dos capítulos do penúltimo volume publicado. Penso que non tardará en sorprendernos gratamente cunha orixinal aportación neste campo, no que os españois témo-las ideas pouco claras ou arrabadas por connivencias forzosas.
Como escritor, así, un xenere, o seu camiño vén de moi atrás, cuns longos espazos baldeiros. Hai          que remontarse ó ano 1951 para sorprende-la súa publicación inicial. Un libro de cento dúas páxinas, sen despegarse das aparencias de folleto. O título é: Castroverde, e o subtítulo: bosquejo histórico geográfico. Imprimiuse en Madrid como edición de autor. No limiar advírtelles ós seus lectores que teñen diante o froito dos seus traballos e investigacións, o pouco que os seus coñecementos lle permitiron realizar, pero que sendo tan exiguo, é unha ofrenda grandísima porque nela puxo todo o seu espírito e todo o seu amor ó terruño.
Algúns retazos deste manual xa os fixera públicos nunha conferencia que pronunciara no fidalgo pobo, leamos parroquia, de Santiago da Meda, no mes de marzo de 1948, por mor das festas de Pascua que alí se celebraron, e que eran típicas de varios pobos da comarca, coas súas corridas de galos, das que eu só cheguei a coñece-las tidas por tales datas no campo de Andión, no Concello de Pol. Sei que hoxe Xosé María Gómez Vilabella e outros persoeiros vedraños están tratando de recuperalas. Ignoro se o terán doado pola banda dos colectivos pacifistas.
Fixéralle unha recensión ó libro o profesor do Instituto Antón Fraguas e Fraguas, así mesmo nas páxinas de El Progreso. A máis de enumera-lo contido, dende a xesta do Medulio ata a descrición das trinta e seis freguesías do concello, o articulista recoñece que o mellor horizonte para contemplar un país á hora de estudialo é partindo do sentimento e agarimo cara a el. A obra, engade, constitúe a ofrenda amorosa dun mozo cheo de afecto ó lar dos seus antepasados, alí onde encontrou os primeiros amigos e sentiu a pesadume da partida pechando con emoción a primeira ausencia.
Neste intre Xosé María xa é un ausente e vai a continuar séndoo, fóra de Galicia durante moitos anos, e lonxe do seu rueiro nativo de xeito permanente. Claro que neste sentido case todos somos un pouco emigrantes, porque no lugar de cada un os espazos tamén se ausentan. De certo que mentres estamos nos lindeiros da propia patria, da parte de dentro, nin somos nin nos consideramos como tales. Sen embargo, o seu amor a Galicia nunca lle permitiu sentirse indiferente, pois viaxou a ela con frecuencia e á fin a ela voltou e cada vez con máis azos de servila.
Foi emigrante en Ifni, ese territorio que o Estado español administrou ou posuía, e do que máis adiante se falará. Nesa época publicou un relato novelesco, co título: Juventud bancaria, concretamente o ano 1956. Na actualidade áchase esgotado. Aquí están os seus anos xuvenís, ou os dunha xuventude que encontraba na Banca, amén dunha forma de vivir, e non desdeñable, un pequeno cosmos naqueles tempos aínda abarcable, e sen demasiadas oscilacións, no que a humanidade coma virtude, igual que en tódolos estamentos, pon o seu lado máis curioso e respectable. Uns xóvenes, xa non tan rapaces, que traballaban e non deixaban de estudiar, que se facían a si mesmos, coma no seu caso, pois non esquezamos que chegou a ser director do Banco Exterior de España naquela estraña Sidi.
De seguro que un día nos dirá cal foi o seu primeiro artigo en galego. Eu sei dunha conferencia que pronunciou en Castroverde no mes de santos de 1987 e que versaba sobre as corridas de galos e os tribunais de Pascua na zona, tema que dominaba dende bastante tempo atrás, como deixamos expresado. Pero o intre culminante foi hai meses coa publicación da novela: Cacería de ciclóstomos en Ifni, con duascentas páxinas. Para precisar máis, habería que falar dunha novela documentada, ou, se o lector o prefire, dun documento novela, xénero que actualmente tanto se leva no mundo literario. Aquela novela histórica, que os tratados de Preceptiva definían, romántica claro está, co protagonista como heroe, chea e ateigada de fantasía, pasou a ser actualmente unha historia na que o documento está detrás de cada paragrafo, avaliando os feitos, que se encobren no velo do anonimato, pero que reflexan unha realidade tanxible e demostrable.
Así como en moitas biografías e historias o narrador elabora en termos científicos, o que non significa que ás veces non termine un relato cangado de subxectivismo, nestas novelas o seu autor non necesita de tal rigor, aínda que o resultado é tan efectivo coma antes.
Os documentos e s fantasía están na mente e no arquivo particular do autor. Son os feitos os da ocupación ifniana nos derradeiros anos. E o ambiente, o dunha cidade pequena, na que pululan os funcionarios e os militares, os brancos e os musulmáns, os comerciantes e os bérberes, os pescadores e os traficantes. En suma, unha España artificial, a punto de extinguirse alí. Case todos son intrusos. No estilo do narrador hai axilidade de expresión, urxencias de xornalista, unha linguaxe que diríamos sinxela, útil e cotián. Parece que non hai nada superfluo, o que non desbota que alguén poida botar de menos varios datos que clarifiquen máis o ocaso dunha colonia.
Cando apareceu, aquilo dos ciclóstomos, algúns, en despachos e sofás, tiveron que botar man do texto de bacharelato para entender que bechos eran eses. O que sabía algo de grego manexaba o de “ciclos” e “stoma”, co que se aproximaba ó significado, pero o mellor era le-lo libro. Outros polo título non acertaban a saber se estaba en galego ou en castelán. Había que pedirlle amablemente ó libreiro que permitira refollalo. Outra novidade: saíra nunha editorial totalmente descoñecida, cun nome tan enxebre como Berlán, situada a oficina na Coruña. Os que non pillabamos lonxe sabíamos que este é un lugar da parroquia de Montecubeiro, un topónimo único en Galicia, e o sitio do nacemento do autor.
Logo xurdiu a segunda novela, que se titula: ¿Pódese pasar?, co subtítulo de Conto vello. Un volume de preto de duascentas páxinas, por suposto de idéntica editorial có anterior. E así mesmo impreso en Lugo, no obradoiro de Grafcolor. Do estilo non imos a dicir máis có que xa indicamos liñas antes. Do argumento pode valernos o que afirma no limiar o excelente poeta Manuel María: “Un retrato verdadeiro e obxectivo, feito con retranca e fina ironía, do noso caciquismo e das súas tristezas e miserias, que a xente, estamos seguros, recoñecerá, e que a súa lectura lle será proveitosa”. Trátase das argalladas dun alcalde e dun secretario, maquiavélico éste e vividor aquél, que deveceron e gobernaron ó seu xeito o concello de Churiz.
Desexamos e agardamos, acaba concluíndo o prologuista, que, despois da lectura deste libro, os dormentes abran os ollos, contemplen o que pasa, e obren en consecuencia. Churiz (o verdadeiro) é un lugar fermoso da parroquia de Caraño, en Pol, de xente traballadora e pacífica, co que ese concello fantasma nada ten que ver, un concello que segue existindo no quefacer de tantos políticos que de democráticos abofé que teñen ben pouco. Oxalá que o autor, sen perder migalla do seu humor e das súas ganas de escribir, non se sufoque e siga, como o tío Marcos da Portela, buscándolle-lo curuto ós trapicheiros do benestar social.
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COLABORACIONES Y REFERENCIAS EN EL PROGRESO
-II-
Xosé María Gómez Vilabella

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