viernes, 6 de junio de 2008

JUVENTUD BANCARIA -IV-


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Cuentas corrientes, de ahorro, e imposiciones a plazo.

  
Próxima a la mesa de Queimadelos estaba la sección de Cuentas Corrientes; por ello, con sólo oír las conversaciones de los empleados y con fijarse en las operaciones que allí se realizaban le fue sencillísimo conocer la organización y trámites del negociado, así como la función de la cuenta de Mayor del mismo nombre.

Los trámites contables que allí se llevaban a cabo eran fundamentalmente un englose y desglose sucesivo de fondos; aportaciones o retiro de los ya existentes; una admisión de entregas y un despacho de talones. Todo ello controlado por idénticos y confrontables apuntes en un libro auxiliar, por cifreros resúmenes del movimiento diario, por balances de situación periódica y por el punteo diario de la contabilización de los documentos de Caja afectos a esta clase de cuentas. En lo legalístico existía la comprobación de firmas estampadas en los documentos con las fichas de apertura, del timbrado, de las posiciones del saldo, de los poderes y autorizaciones, y de cuantos otros extremos hicieran normal y auténtica la documentación tramitada.

Desde el primer momento asoció esta sección a las Cajas de Ahorros; ambas eran modalidad de atracción de capitales, teniendo su razón de ser en la conveniencia de incrementar el fondo operante. Cuentas corrientes era, pues, una fase de producción; siendo los factores de esta producción los recursos naturales, la empresa, el trabajo y el ahorro, esta sección era la conversión de este ahorro en masas susceptibles de una eficaz e importante inversión.

Realmente la Banca –empezaba a verlo claro- no hace otra cosa que operar con esos recursos, amén de su capital propio, imprimiéndoles acumulación y movilidad organizada. De los recursos naturales recoge su síntesis, su representación en cambio, que es la moneda, y con ella aviva el desenvolvimiento de otros recursos gestantes, en período de formación, generalmente propiedad y en poder de terceros, que una vez liberados, o sea, convertidos en fiducia, permiten reintegrar al Banco esa especie de anticipo de producción, sobrando, normalmente, un margen que satisfaga al acreditado. Para llevar a cabo estas funciones el capital operante se asocia en empresas magnas –cual lo reflejan las acumulaciones de los depósitos en cuenta corriente, a plazo fijo, y en cuentas de ahorro popular- y con personal capacitado, que cada vez lo será más por completarse su instrucción con los conocimientos experimentales, pueden tener las empresas bancarias el impulso humano que éstas precisen.

Como enlace formativo entre la empresa y los recursos naturales, aquélla procura atraer cierto beneficio de éstos, que es el ahorro, para con él estimular la producción en orden a una mayor abundancia de esos mismos recursos.

La Banca, al fomentar el ahorro popular, así como al utilizar inmovilizaciones transitorias de capital, atrayéndolo y premiándolo, origina previsiones particulares que son base de un bienestar permanente ya que recoge lo superfluo de las épocas de prosperidad para retornar esos sobrantes en las escaseces. La atracción del ahorro por premio y propaganda no perjudica al economizante por cuanto éste no puede liberar más cantidades que las sobrantes de sus presupuestos o de sus propias inversiones; puede sobrar dinero por practicar austeridad o por simplificar y perfeccionar los sistemas de producción.

Al estudiar el negociado de Cuentas Corrientes tuvo ocasión de satisfacer una curiosidad remota de distinguir la diferencia fundamental que existe entre propietarios o accionistas y cuentacorrentistas. Los primeros son administrativamente acreedores convencionales en el negocio, mientras que estos otros son, con respecto a la empresa, acreedores efectivos o reales por cuanto tiene con ellos la entidad obligaciones fijas y de ningún modo dirimentes por haber recibido de ellos o para ellos cantidades reintegrables.

El cuentacorrentista es un auténtico prestatario y depositante prestatario por cuanto su aportación ha de ser destinada a producir un bien, y depositante por cuanto ha de conservársele incólume en su cuantía y a su absoluta disposición la cantidad entregada. La necesidad de reembolsar estos importes, así como los intereses convenidos, exige que se les dé una explotación adecuada, imperdible y con liquidez suficiente para que su conservación responda del reembolso, y su rendimiento de los intereses del prestamista y del beneficio del propietario.

La atracción de fondos acreedores responde a la conveniencia de invertir en el negocio capitales extraños, cuyo rendimiento sumará un porcentaje a satisfacer al acreedor y un margen de beneficio para la empresa que los utilice en sus operaciones.

El hecho de que los prestamistas o acreedores de un Banco sean numerosos le da a la entidad una seguridad operativa puesto que los reintegros que diariamente soliciten éstos serán mínimos con respecto a la masa de inversiones, y no sufrirá trastornos considerables en su desenvolvimiento económico.

Socialmente, la función de la Banca atrayendo al pequeño ahorro, además de beneficiar la economía familiar, entusiasma al productor, quien se alegra de que su capital forme parte de las grandes instituciones financieras, y anima las iniciativas privadas de cuantos son capaces de realizarlas apoyados por el crédito. Queimadelos, bastante buen sicólogo, había observado en los clientes del Banco, con excepción de los rostros curtidos e indiferentes de los comerciantes avezados a las finanzas, una especie de emoción íntima al desenvolverse en el ámbito de las oficinas, al ser correctamente atendidos por los empleados, al verse tomar parte en las operaciones del coloso financiero.

En Banca se opera sobre dos pilares crediticios: crédito o promesa de reintegro a cuantos administradores suministren fondos; crédito o esperanza de recuperación de aquellos deudores, o fuentes de producción, a los que se suministran medios. Se recibe a crédito y se proporciona crédito, así que la función bancaria es de mera agitación monetaria, de vinculación de capitales para poner en movimiento productivo las riquezas que no pueden ser explotadas activamente por su poseedor. Esta intercesión se remunera y fomenta por el lucro que obtiene en sus operaciones, pero como los porcentajes de gestión son mínimos no alteran el valor en cambio de la producción emanada del crédito financiero.

Analizando las cuentas corrientes desde el punto de vista contable y administrativo, resultaban ser unos estados detallados de operaciones recíprocas, aunque en el fondo, bancariamente hablando, todo su movimiento es de tipo acreedor, de remanente pasivos para el Banco, pues los descubiertos son anómalos al sentido de atracción de dinero y constituyen una modalidad de crédito, de inversión, que se vinculan a las cuentas corrientes tan sólo en función de su presencia en las mismas.

Situándose en un plano correspondiente, pero opuesto a la actuación de la Banca, es decir, enjuiciando las cosas más desde el punto de vista de los clientes que de la entidad en sí misma, comprendió que los titulares de cuentas acuden al Banco para conservar sus recursos en absoluta disponibilidad mientras no les resultan oportunas otras inversiones de mayor rendimiento; y también para conservar el efectivo del que vayan disponiendo de un modo independiente de sus inversiones estables; una tercera razón es la de que no se les ocurra de momento otra aplicación del dinero o deseen su acumulación hasta determinada cifra para destinarla a una adquisición. En muchos casos también les mueve el deseo de evitar el riesgo de guardar sus ahorros en sus domicilios respectivos. Como complemento a estas causas existía el aliciente de la utilidad percibida en carácter de rédito por las sumas impuestas.

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Rendimientos

Cuando ya llevaba Queimadelos varias semanas en el Banco y se había cerciorado de que el esfuerzo de aquel tiempo por profundizar en las materias bancarias, unido a la preparación de las oposiciones, le permitían un hondo estudio de cualquier materia, procuró agenciarse algunas obras de las existentes en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de la Coruña que versasen sobre el tema de la rentabilidad.

Al cabo de varios días de concienzuda investigación pudo fijar en su mente las ideas fundamentales acerca de esta materia.

Asimiló, pues, con toda precisión, estos y otros principios: Ante todo, el conocimiento básico de que el interés es el núcleo de toda política bancaria. Y subsiguiente a esta causa, los efectos derivados; que no sólo los Bancos sino toda organización de tipo mercantil descansa sobre posibilidades de beneficio o de pérdida; lo que es igual a imaginarse la cúspide y el abismo. Desprendiéndose de todo esto que lo esencial en administración es distinguir a suficiente distancia los procedimientos que conducen a una y a otra situación.

Según las enseñanzas obtenidas de la compulsa de textos, que no eran sino la ratificación y ampliación de sus conocimientos personales, ya es beneficio incluso la centésima parte de una peseta, mínima fracción monetaria utilizable en los cálculos mercantiles, e igualmente es pérdida esa misma fracción en carácter negativo. Esta fracción insignificante, refiriéndola a la unidad de producción, de venta o de explotación, resulta irrisoria, pero aplicada a grandes rotaciones financieras las consecuencias son lejanas y paradójicas. Un beneficio mínimo, pero de tendencia por lo menos consecutiva, puede generar fortunas. Una pérdida mínima, constante e inanulable, desemboca fatalmente en la ruina, e incluso suele llevar aparejadas repercusiones para la economía de terceros, por efectos de la quiebra, mal social de fatídicas consecuencias.

En aquel momento, al cimentarse el beneficio en porcentajes mínimos, se hace precisa una técnica administrativa dotada del mejor raciocinio y de la más rigurosa matemática para asegurar, por lo menos, la consecución de un rendimiento normal. Es tan delicado esto, que pequeñas deficiencias administrativas pueden convertir este corto rendimiento en resultados negativos; y como la progresión de beneficio a pérdida tiende a separarse prolongándose en lo infinito, es harto difícil recuperar las cantidades consumidas, que para igualarlas al resultado positivo habría que obtener el importe de esa misma pérdida más el de la posibilidad lucrativa. Potencialmente una pérdida no es la distancia entre la cantidad consumida y el nivel estable del capital, sino entre esa misma cantidad y la que debiera haberse obtenido aplicando al capital una proporción de rendimiento moderado.

Concretando las leyes de rendimiento a las empresas bancarias se hace notar que, pese a sus módicos porcentajes de intervención, se obtiene un rendimiento normal; normal siempre que las operaciones hayan sido llevadas con la necesaria prudencia. De observar antiguas liquidaciones conservadas en los archivos del Banco se había enterado Queimadelos de que la Banca ha ido reduciendo paulatinamente los tipos de sus comisiones, y paralelamente a ello se habían incrementado sus gastos, sobre todo en lo que se refiere a las remuneraciones del personal; ese enigma, el por qué los beneficios anuales no solían disminuir a pesar de la divergencia entre comisiones y gastos, le resultó solucionado por las estadísticas de movimiento al comprobar en ellas que los aumentos de volumen operante en función de la reducción de comisiones acusaban beneficio con respecto al producto de los movimientos anteriores por sus porcentajes elevados; a la vez que resulta lógica la economía de tiempo, y por tanto de personal, al implantar sucesivas simplificaciones y perfeccionamientos en los métodos de trabajo, así como la igualdad de esfuerzo requerido por un mismo número de operaciones fuesen éstas de importante o de reducida cuantía.

También parece a simple vista que la reducción de las comisiones pudiera afectar el rendimiento del capital-acciones desnivelando sus porcentajes normales; prácticamente no ocurre así a menos de que condiciones legislativas lo afecten, puesto que el capital de las empresas bancarias procede en su mayor parte de cuentas acreedoras a las que se les asigna un interés anual reducido. Esto resulta más claro si se tiene en cuenta que el capital suele guardar una prudente relación con las cuentas pasivas en función de la garantía de las mismas, manteniéndose una situación de casi regular constancia con respecto a la masa operante, y esa proporcionalidad que guarda resulta favorable para la asignación lucrativa del capital social.

Analizando la emanación de las pérdidas y de los beneficios, observó que éstos son los acrecentamientos del capital, mientras que aquéllas son las disminuciones, recogidas estas variantes a medida que van contabilizándose los hechos mercantiles en cuentas al efecto que permiten detallar el resultado de las operaciones realizadas con independencia de los totales patrimoniales. Quedaba así delimitado y concreto el rédito o compensación del proceso lucrativo, resultante de la diferencia entre los bienes invertidos en un acto de producción y los bienes líquidos o netos de la misma. Por razones de origen, las cuentas que recogen estos resultados están vinculadas con la representativa de la hacienda en explotación, siendo como vástagos de ella.

La gestión que engendra estos vástagos del capital se sirve para lograrlo de una distribución del mismo en inversiones de rendimiento o meramente especulativas, y en inversiones de medios o posibilidades, que son aquellas que crean el ambiente adecuado y apoyan la vivencia de las especulativas. Para lograr estos fines en una explotación que, como la Banca, se caracteriza por sus mutaciones constantes, ha de dársele una gran movilidad al dinero invertido, pero todo ello con un tacto exquisito por cuanto esa misma movilidad puede conducir al vértigo de la caída igual que a un rápido acrecentamiento.

El lucro, a través del ejercicio, es una adición del capital; adición pero no fusión, que obra sus mismas funciones, que está sometido a unos mismos avatares, a beneficio o pérdida. La pérdida es un vacío que merma la eficacia global productiva del activo. Resulta, pues, que los beneficios son un interés que, por dejarse en el negocio hasta determinadas fechas, se hace compuesto a rotación simultánea, y engendra por sí mismo un rendimiento acumulativo. La pérdida es una tara que absorbe cierta porción del capital, la cual en caso de no existir aquélla podría ser invertida en valores productivos.

A Queimadelos le resultaba curioso observar que, contablemente, llamando contabilidad al reflejo de la posición del capital, ni la ganancia ni la pérdida significaban desigualdad entre las partidas del activo y del pasivo, pues la pérdida es una transformación del capital en débito figurativo o matemático, no explotable, y por consiguiente esfumación de los valores que sustituye; ganancia simboliza los elementos que han incrementado el activo, sin acreedor a quien deberse.

En final de ejercicio, con las transferencias de saldos de las cuentas de resultados quedará regularizado definitivamente el conjunto financiero que operó a través del mismo. No podía llegarse a una distribución de beneficio sin previo saneamiento de las pérdidas, caso de que las hubiese, para mantener la integridad del patrimonio; los beneficios netos resultaban del sobrante de lucro que queda una vez enjugadas las partidas de gastos irrecuperables. A tenor de todo esto, era de considerar que la contabilización de las pérdidas y de los gastos es una garantía para el cliente por cuanto puede estar cerciorado de que han de cancelarse con la aplicación de beneficios presentes, de reservas o de beneficios futuros, siempre que no existiesen en el ejercicio corriente, así como también por reducciones de capital en el caso extremado de que no hubiese otra solución.

Al meterse incidentalmente en el terreno de las reservas, al prolongar el análisis de los beneficios hasta sus últimas aplicaciones, aprovechó para estudiarlas del modo más esquemático y preciso posible. Venían a ser la agrupación de cierto beneficio saneado que se conservaba en la explotación sin incorporar al capital, y cuya finalidad era la de enjugar los fallos que, andando el tiempo, pudieran presentarse, a la vez que incrementaban la masa operante. En lo social, las reservas permitían arriesgarse en proyectos elevados, pero complejos, que de otro modo no hubieran podido realizarse sin poner en peligro el capital base.

Paralelamente a las reservas, existían otros bloques temporales, denominados previsiones, destinados a cubrir fines cuya presentación había de darse en un tiempo determinado. Previsiones y reservas tienen la afinidad de proceder de beneficios y estar compensadas por un activo real; tienen la discrepancia de que las previsiones esperan un destino ya conocido de antemano, mientras que las reservas lo serán para imprevistos.

Muy cerca de las previsiones y de las reservas había que situar a los fondos de amortización, que consisten en un pasivo destinado a reponer las mermas de ciertos valores susceptibles de deterioro o depreciación, mientras que las reservas son un capital supletorio. Los fondos de amortización están saneados y prontos a cubrir las deficiencias del negocio; mas su punto de natura es común: un cargo en la cuenta de pérdidas y ganancias.

Si la amortización se efectuase por reducción de activo, es decir, eliminando contablemente de la cuenta que represente el valor de aquella fracción que sufriese demérito, la función de los fondos de amortización hubiese sido actual y se evitaría su permanencia involucrativa.

En cuanto a reservas se refiere, Queimadelos había libado las enseñanzas básicas de que después del capital son una masa de recursos, distinguiéndose de aquél en que provienen de beneficios y en que su existencia suele ser facultativa unas veces, jurídicamente obligatoria otras, y generalmente temporal. Los bienes que constituyen las reservas se encontraban confundidos en el activo, teniéndose referencia de ellos por la cuenta acreedora representativa de estos recursos. Las reservas, conservación de ganancia, es el pasivo parcial y aislado de la cuenta de resultados, una porción retenida de uno o de varios ejercicios traspasada a la suya correspondiente por una mera conjugación de denominaciones, formulando un apunte inversivo del saldo de beneficios. Por consiguiente, reservas es la contrapartida pasiva de un excedente de valores dispersados por las distintas cuentas activas, aunque también es corriente que toda o parte de la reserva tenga una clase de inversión independiente. En cuanto al cliente, las inmensas reservas que tiene modernamente la Banca forman, en unión del capital social, un conjunto de solvencia imperecible.

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El capital, instrumento de finanzas.


La biografía profesional de Queimadelos es reflexiva del elemento personal interviniente en la función productiva de la Banca; pero sería incompleta de no tenerse en cuenta que tan imprescindible es para la eficacia de la labor del empleado la existencia del capital social de la empresa como es indispensable a ese mismo capital un juego de inteligencias que dé vida a su existencia y lo traduzca en masa operante. Si vemos al hombre actuando en el negocio es porque ha existido un recurso primario: el capital, que ha hecho posible la inventiva de la actividad financiera.

En el Banco de Crédito y Ahorro, en el mundo de las finanzas, existe ese otro personaje actuante: el capital, que es la riqueza sometida a la producción de nueva riqueza, que son los valores destinados a la producción mediante gestiones oportunas. En Banca el capital manipulado procede de la distribución de sus acciones y de las múltiples aportaciones de su clientela. El historial de las aportaciones lo recogen las cuentas del pasivo, mientras que el activo presenta la serie de agrupaciones a que han sido destinados los fondos.

Por la hoja balance de situación diaria, tantas veces confeccionada por Queimadelos, conocía el engranaje de las diversas porciones de la masa capitalista. Ya en la academia donde hizo su preparación para el ingreso le habían enseñado que los valores patrimoniales se clasifican por orden de disponibilidad para estudiarlos con miras a la previsión de operaciones. Recordaba, y. lo amplió luego, que los valores del activo pueden ser permanentes unos, y perecederos otros. Permanentes son los de caducidad determinada y fija, que se irán de la empresa no por deterioro sino por cumplimiento de convencionalismos financieros o contables. Perecederos los que tienden a desaparecer, bien por caducidad propia o por efectos del uso. Esos mismos valores activos también pueden considerarse bajo los aspectos de: inmovilizaciones, cuando se trate de capital fijo, invertido en medios que hagan posible y constante la explotación; y valores de cambio, cuando estén destinados a dar movilidad y financiación a las operaciones bancarias.

Así observado el activo, resultaba ser la masa productiva del negocio; también la garantía de las obligaciones figuradas en el pasivo. Su actuación debe dar unos resultados que compensen los intereses de los capitales acreedores, que amorticen los deterioros y depreciaciones, y finalmente, que lucren el capital social invertido.

De la diversidad de valores activos que son causa de beneficio para la empresa, había que exceptuar, por ser el hueco de los desaparecidos, el importe de las pérdidas.

Ateniéndose al carácter intrínseco de las cuentas del activo, se distinguían en ellas, por orden de afinidad, los valores en sustancia, que son las inversiones materializadas; las deudas de terceros, o derechos que nos corresponde percibir; y los valores de gastos, que pueden ser pérdidas definitivas o inversiones destinadas a complementar y fomentar operaciones lucrativas.

Contablemente, la posición de las cuentas que recogen las distintas manifestaciones del capital se presentan en tres aspectos completamente delimitados: situación necesaria y funcional de débito, caja, cartera, mercaderías, etc., que no pueden pasar a situación inversa; posición necesaria de crédito, capital, beneficios, reservas, etc., que en ninguna situación normal podrían colocarse en débito; y posición ocasional, las cuentas de terceros, que pueden cambiar de características.

En el campo administrativo había que estudiar la organización de los valores en orden a su situación financiera, o sea, la serie de derechos y obligaciones latentes. En orden de previsión financiera, para asegurarse de que los valores estuviesen organizados de un modo tal que se pudiese hacer frente, en todo momento, sin demoras ni malversaciones, a las obligaciones que se presentasen. En orden de previsión era importantísimo considerar que los derechos sólo pueden apreciarse como beneficios a realizar, y por tanto relativamente inciertos para hacerlos figurar como compensadores de las obligaciones. En principio, tan probable es la consumación de los derechos como de las obligaciones, pero una obligación sin previsión puede tener complicaciones, mientras que los derechos no estimados siempre estarán oportunos cuando se logren.

Completando el estudio de los bienes sociales era de tenerse en cuenta que el capital y las reservas son acreedores condicionales que responden a convencionalismos contables; mas no así las restantes cuentas del pasivo ante cuya inminencia es necesario disponer de un activo fluido que asegure su liberación al presentarse el vencimiento respectivo.

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Promociones



Aproximadamente al año de pertenecer Queimadelos al Banco de Crédito y Ahorro se convocaron nuevas oposiciones de Auxiliares administrativos. El volumen de operaciones y la apertura de nuevas sucursales hacía sentir la falta de personal para atender debidamente todos los servicios de la entidad.

Esto dio ocasión a una corrida de puestos y a una reorganización de negociados para ocupar a los empleados recién admitidos. Con este motivo, Queimadelos pasó a desempeñar una mesa en el negociado de Giros y transferencias. Se alegró de no haber quedado en cualquier otra del suyo anterior porque se juzgaba bien documentado en aquellas tramitaciones debido a haberlas presenciado y participado durante aquel tiempo.

En su nuevo cometido tendría ocasión de practicar en funciones menos conocidas para él, al mismo tiempo que trataría con otros jefes y compañeros de los que esperaba seguir aprendiendo, cual lo había hecho con los de sus antiguos servicios, toda la serie de conocimientos experimentales correspondientes al trabajo que desempeñase y al de las mesas inmediatas, que también procuraría dominar por visión y audición de lo que en ellas se tratase.

Podía definir la sección a la que pasaba como un conjunto de funciones destinadas a eliminar el tiempo y el espacio en la situación de capitales. Gracias a su organización, en el mínimo de tiempo que requiere un despacho cable-telegráfico o telefónico, o cuando más una carta, para cruzar el inmenso kilometraje de las provincias y de las naciones, el dinero iba a situarse de plaza en plaza, precisamente allí donde fuese necesaria e importante su presencia. Y todo ello garantizado por un control de claves y de comprobaciones que eliminaba la posibilidad de error y/o de fraude.

La red de sucursales y de corresponsales se encargaba de facilitar las relaciones fiduciarias entre cuantas personas o entidades tuviesen necesidad de ellas.

A los receptores con cuenta abierta en el Banco de destino se les abonaba en la misma el importe a percibir, con cuya facilidad les quedaba correspondido su derecho a poseer la cantidad girada y se les brindaba un depósito productivo hasta el instante en que decidieran disponer de aquellos fondos. Para quienes careciesen de cuenta había la facilidad de retirar el importe de la orden de pago a su favor mediante el simple requisito de la estampación de su firma en un recibo de caja. Y, finalmente, para unos y otros, incluso para anónimos portadores, si así lo hubiese establecido el librador del documento, contaba el repertorio bancario con la emisión de cheques en distintos formularios, que cumplían a satisfacción las finalidades que conviniesen al ordenante del giro.

Tan sencillo resultaba liquidar las transacciones en plaza, por entrega de efectivo, de talones o de órdenes de traspaso de cuenta, como aquellas otras efectuadas en los puntos más inusitados de los continentes, valiéndose de las órdenes bancarias de abono y de pago, de cartas de crédito o del libramiento de cheques nominativos o al portador, simples o cruzados, en moneda nacional o en moneda extranjera. En todo y en todas partes existía la eficaz y silenciosa actuación de la Banca, facilitando la realización de todas las manifestaciones y de todas las exigencias del comercio y de las relaciones familiares y sociales.

Anexo a Giros estaba el departamento de Compensación, que tenía por objeto el canje recíproco de multitud de libramientos, principalmente cheques, efectos de comercio y transferencias; venía a ser un intercambio de operaciones anuladas a igual importe, y cuyo excedente habría de ser imputado a la parte que correspondiese.

En cuanto a la organización del negociado, encontró en él pocas cosas que fuesen novedad para sus conocimientos; los libros registros eran una serie de encasillados que permitían consignar los datos más interesantes de cada operación, y conservarlos por correlación de fechas para aclarar en su día cualquier incidencia que pudiera presentarse. La contabilización recogía los importes percibidos del ordenante, y los distribuía llevando a la cuenta de la sucursal o corresponsal pagador el líquido girado; a la cuenta de resultados la comisión correspondiente; y a las recuperativas de franqueos y timbres el valor de los suplidos. En cuanto a la redacción de la correspondencia necesaria se precisaba anunciar el giro, sus características, el medio de reembolso, así como los detalles particulares de cada caso.

Queimadelos se había convencido –y éste opinaba igual que todos sus compañeros- de que las funciones de los empleados de Banca en lo estrictamente oficinístico se circunscriben a cubrir formularios de acuerdo con las particularidades de cada operación. Pero esto era sólo una parte: cubrir impresos es lo manual, pero dar vida y ciencia, infundir eficacia económica a cada una de las operaciones es algo profundamente intelectivo; esto correspondía de un modo especial a los directivos de la empresa, pero también a los empleados en cuantas funciones independientes tuviesen encomendadas, en todos aquellos casos en que precisaba intervenir su raciocinio; y es ahí donde la máquina no puede sustituir al hombre: un mecano realiza impresiones uniformes para las que esté adaptada su maquinaria, pero sólo esas, sin poder recoger las variantes que imponga la especialidad del caso o el libre albedrío del cliente.

En los primeros tiempos de la Banca, como en los presentes, pese a los adelantos de la automatización, el hombre necesita al hombre para comprenderse en sus apetencias, para efectuarle las misiones que tenga a bien ordenar. Si las finanzas se llevasen a cabo en moneda metálica podrían hacerse varias operaciones utilizando un mecanismo que apreciase los importes por su volumen y peso, pero en épocas tan precisadas del billeteo y del crédito se hace insustituible la actuación de empleados que controlen al uno y al otro. Con todo ser el hombre inteligente y adaptable a las circunstancias por las que atraviese no es fácil en muchos casos llegar a mutuas comprensiones y acuerdos, así que resultaría una utopía descabellada ponerse a inventar maquinaria financiera. Aquí tenemos el tan discutido humanismo de la gente de Banca, la controversia de que estos empleados, por obra de una monotonía implacable, convierten al hombre en un ser apático y miserable. La promoción a la que pertenecía Queimadelos estaba comprobando por si misma que lo monótono sólo existe con respecto a ciertos formularios de operaciones, pero tan sólo en el papel, en sus estampaciones tipográficas, pues en torno a esos mismos impresos se hacía precisa, a cada instante, la exhibición y superación de una vasta cultura, y en el campo de relación de esos mismos oficinistas reinaba constantemente, sin que la entibiasen su gran responsabilidad ni lo intrincado de algunas misiones, una grata camaradería y un entusiástico producir.

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Preparando opositores, abriendo puertas.



Dos empleados del Banco organizaron unas clases de preparación para opositores. Esta academia tenía la finalidad, en su creación, de capacitar al personal subalterno, botones y ordenanzas, para su pase a la escala técnica, a aspirantes; como estos eran pocos, decidieron admitir también opositores extraños al Banco, y cuando la asistencia se hizo numerosa, aquellos compañeros propusieron a Queimadelos que se hiciese cargo de la clase de operaciones bancarias, materia en la que le juzgaban especialmente documentado.

Transcurridos los tres meses de plazo que solían dar las convocatorias para la preparación de los exámenes, Queimadelos se encargó de resumirles las nociones básicas del programa, con la finalidad de que aquellos alumnos tuviesen frescas y recientes las ideas generales del temario. Con este motivo improvisó una especie de conferencia en la que resumió la organización contable de la Banca. En síntesis:

-“Tengo que deciros, ante todo, que la didáctica contable debe descansar en principios abstractos e intelectivos, o lo que es igual, en una previa reflexión sobre la materia, que permita después razonar las fórmulas. Antes de estudiar sistemas, comprender los principios y la lógica de los hechos contabilizables. No vais, pues, los que merezcáis aprobar en esta ocasión, a entregaros a unas normas rutinarias, sino a emplear toda la inteligencia de que seáis capaces en el desempeño de vuestros cometidos.

“Un contable es, o ha de ser, ante todo, una especie de inventor de procedimientos simplificativos, sintéticos, pero expresivos, que condensen la reseña de los hechos que afecten o modifiquen los valores actuantes; para ello se ha de operar sobre las leyes básicas de la contabilidad general que tenéis estudiada, moldeando al asunto de que se trate aquellos principios que le sean aplicables.

“En la práctica os será de suma utilidad recordar estas dos definiciones primarias, en las que henos hecho tanto hincapié considerando su importancia: que la contabilidad es la adaptación de las cuentas a las situaciones económico-administrativo-financieras; y que “cuenta” es la consignación más simple de la contabilidad y de la calidad de toda modificación patrimonial. También os resultará interesante recordar estas otras definiciones: que el título de la cuenta es el mínimo elemento, en aras de la claridad, que permite identificar sus funciones; que saldo es el resultado de sustracción de los elementos de una cuenta; que los hechos contables son las transformaciones sucesivas del capital, o de la función del mismo en cuanto a la presencia de derechos y obligaciones que le afecten.

“Para conocer la organización del Banco, e incluso la vuestra propia, habéis de tener presente que los libros contables deben clasificarse en: elementales, o de primeros asientos; de ordenación general o de desarrollo minucioso de cosas accesorias; y principales o sintetizadores de anotaciones conjuntas. Voy a ceñirme en esta última clase, en esta última lección que sostenemos de profesor a alumno, porque una vez ingresados los cambios de impresiones que mantengamos serán de compañero a compañero, a un conglomerado de ideas que os resulten más genéricas que formulistas, para que os sirvan de orientación en los ejercicios del examen, sobre todo si os salen temas en cuyas definiciones estéis poco versados.

“Una de ellas es que la flexibilidad de la contabilidad permite registrar al momento en que se produzcan las mutaciones económicas; controlar los derechos ciertos, tanto que sean a nuestro favor como a nuestro cargo, y que originarán hechos materiales; también permite recordar la posibilidad de sucesos remotos, que si bien no afecten de momento a la empresa, pueden hacerlo en un futuro que conviene no perder de vista para que ésta se desenvuelva regularmente.

“Todo en contabilidad, como ya os tengo dicho, es puro raciocinio ya que se basa y actúa en idealidades o representaciones de la realidad financiera, empezando por la convención de un capital sometido, siguiendo por la estimación equivalente de los valores transformados, y concluyendo por la regularización en inventario de las equivalencias utilizadas. Ya que de equivalencias hablo, he de añadir que son norma, en principio, para la traslación de valor de una cuenta a otra; para el día del inventario se reservan las correcciones o regularizaciones del valor, efectuando imputaciones estimativas de lo que tuviesen de inexacto esas igualdades que acabo de mencionar.

“La contabilidad, como impresión numérica, expresiva y recordativa de los hechos contables, es la sencillez misma, la máxima sintetización; las complicaciones que puedan presentarse no serán intrínsecamente contables sino expresión de la complejidad de la operación que las motive. Este arte, que ya tiene sobrados principios experimentales como para denominársele ciencia, pone en juego y conecta circunstancias administrativas, económicas y financieras, hechos heterogéneos y materias aglutinadas, con lo que resultan situaciones delicadas, confusas, y profundamente científicas.

“En lo político, aunque esto, de momento, sólo os interese a título informativo, contabilidad es la consignación comprobable de las relaciones entre la administración y sus organismos con los poderes públicos.

“La Banca es un comercio en el que se trafica con la moneda y el crédito; su contabilidad será, por tanto, financiera. Y el sistema contable empleado es la partida doble, médula de toda organización moderna; cuantos nuevos métodos se creen no merecerán, por mucho tiempo al menos, otra calificación que la de adiciones simplificativas o extensivas, según los casos.

“El conjunto del sistema contable tiene una bifurcación fundamental: cuentas deudoras y cuentas acreedoras; con ellas se enfrentan la personalidad sobreentendida de la empresa y la de todos aquellos que, por haberle cedido fondos, se consideran acreedores. Toda cuenta, al quedar deudora, representa a la empresa, y las acreedoras indican los proveedores de medios. Las cuentas deudoras no pueden acreditarse sin haber recibido aquello de que se quiera disponer. Las cuentas acreedoras pueden disponer sin haber recibido ningún valor.

“Para conocer distintamente la función de este cuadro paralelo de cuentas que veis en los balances tened presente estas diferenciaciones: Activo es una denominación que por sí sola ya dice la función de los bienes comprometidos, su servicio activo en la organización financiera. Pasivo también responde a su significado etimológico al recoger aportaciones representadas en títulos documentarios a los que no afectan las futuras transformaciones del valor entregado. Para complemento de este dúo de columnas: que las cuentas de orden son un mero reflejo de operaciones que en sí no pueden soportar ninguna alteración de importes.

“Para interpretar debidamente asientos o cuentas utilizadas es preciso conocer los hechos que las motivaron y los fines que se propone la administración de la empresa. Los hechos suelen verse a través de la síntesis del apunte, y los fines se observan prolongando sobre la orientación del negocio los efectos propios del juego contable utilizado, con lo cual se llegará a una asociación íntima de ideas que aclarará el asunto.

“Los adelantos en técnica administrativa nacen de las derivaciones de hechos económicos simples que los financieros tuvieron que afrontar utilizando sistemas especiales de actuación por no resultarles oportunos los ya conocidos; la divulgación dentro de la empresa o del campo colega engrosó el conocimiento general, que a su vez serviría de base para la resolución de situaciones todavía inéditas.

“Al amparo, y con sujeción a la legislación vigente, a ese progreso contable de que estoy hablando, y al especial honor de los estatutos, las operaciones actuales de la Banca son absolutamente lícitas, seguras y regulares; esta certeza os dará, a través de vuestra profesión, el goce íntimo de saberos colaboradores en una de las empresas más dignas; todo aquel mito de que la Banca y sus empleados somos unos auténticos judíos (Risotada en la clase) pasó a la historia, y forma nuestra absurda leyenda negra.

“Ya que os hace gracia, contaré una anécdota que demuestra cómo otras actividades, preciadas de nobles, tuvieron principio más turbios que las oficinas y los puestos de cambio: Se dice que cuando Mollen, ministro del Tesoro en Francia, con su decisión de aplicar a las administraciones fiscales la partida doble, creo la revolución administrativa y aireó déficits que muchos dignatarios se empeñaban en disimular bajo anotaciones complicadas y astutas, hubo incontable suicidios. ¿Qué os parece? Pero con ello empezó la era del comercio y de las administraciones saneadas, por la dificultad de ocultación o fraude.

“El principal papel de la contabilidad es la separación en final del ejercicio de los beneficios y las pérdidas, meta de toda explotación; y la idealización es que, deducidas las pérdidas, involucradas con los gastos, quede un margen de beneficio compensador de las actividades desarrolladas. En definitiva, todos los otros fines de la contabilidad conducen también a organizar la empresa de forma que presente un lucro claramente localizado en los libros contables. He aquí un grafismo en el que radican los principios de estas funciones: el pasivo es el punto de partida y la procedencia de los medios del negocio; y el activo es la situación a una fecha dada de esos medios o valores.

“Acerca de los negocios os diré que son una ciencia polifacética. El desenvolvimiento y la prosperidad de una empresa o Estado depende no sólo de sus fuentes de producción y de sus medios de explotación, sino también de las reflexiones, temperamento y observaciones de sus mandatarios administrativos, y en todo esto tendréis vuestra colaboración haciendo posible con vuestros cometidos el que esos mandatarios dispongan de datos o elementos de juicio para encauzar las operaciones de la empresa.

“En lo económico, las grandes realizaciones de la Banca se deben a la asociación de pequeños capitales, endebles por separado, pero que englobados pueden originar actividades de gran rendimiento y eficacia. Los individualismos suelen ser reducidos en capital y poco propicios para la confianza pública ya que ésta tiene que descansar en las arbitrariedades y azares de la persona representativa del negocio. El capital individual puede ampliarse apelando al crédito, pero este recurso también resulta limitado pues las concesiones que se obtuviesen habrían de estar condicionadas a la solvencia patrimonial. Considerando esto, resulta imposible afrontar grandes operaciones con capitales particulares, y se apela a la organización en sociedad, dotada de una personalidad jurídica que le granjea la confianza necesaria.

“¡Ya sabéis que la moneda es una mercancía general de cambio; pues bien, todo cuanto se refiera a las actividades bancarias ha de girar en torno a esa misma mercancía, que es al mismo tiempo el instrumento de transacción universalmente reconocido. Conceder crédito es permutar esa mercancía por otra cantidad que habrá de recibirse a plazo; recibir crédito es admitir mercancía monetaria para trabajar con ella y reintegrarla acrecentada con un rédito adecuado.

“El crédito, mientras no se salda –desde la disposición hasta el reintegro- es una moneda contable que suple a la efectiva que habrá de recibirse en su día. Prácticamente, el crédito es una facilidad consistente en la prestación de bienes a quien está capacitado y tiene oportunidad de someterlos a rendimiento, en cambio de la cual se espera recibir un beneficio compensador, ya sea directamente en sustancia, ya en las ventajas de descongestionar un stock inmovilizado e improductivo. El procedimiento de crédito más generalizado es la letra de cambio. Su descuento es el beneficio que obtiene la Banca por la inversión, el riesgo y la tramitación del crédito; el interés del descuento de ese anticipo de dinero que se concede mediante las formalidades de cesión del documento instrumental del cobro futuro ha de comprender, como es lógico, además de un margen de lucro neto, el porcentaje a satisfacer por el dinero de terceros invertido, así como una fracción prudencial que permita cubrir el riesgo de las insolvencias.

“Para cerrar esta divagación, pues divagación ha sido según os anuncié al principio cuando os dije que hablaría de ideas generales con el objeto de que las pudieseis aplicar a todo el cuestionario, recordaremos los temas del balance; y esto viene a cierre, cual ocurre en contabilidad, puesto que tales operaciones también se efectúan en final de determinados períodos.

“Con pocas palabras podemos esquematizar esto: el balance de comprobación es un resumen metódico de las contabilizaciones efectuadas, y expresa la posición final de los elementos que afectan al patrimonio; lo forma el cuadro general de las cuentas utilizadas. El balance de situación es la ordenación por grupos de analogía administrativa de los saldos del balance de comprobación. El inventario tiene por misión presentar a una fecha dada la situación del patrimonio regularizada de las ficciones contables.

“Respecto a la perspectiva de ampliar vuestros conocimientos una vez ingresados, tengo que deciros que el principio de distribución del trabajo que sigue la Banca permite al empleado investigar en lo más laberíntico de su tarea para localizar procedimientos simplificativos y para determinar el alcance de los sistemas de administración utilizados; de esta especialización racional nacen conocimientos que se transmiten a la masa de técnicos por compañerismo y por visión común del trabajo que se realiza en cada negociado; más es, que esta especialización lleva aparejada una rotación de servicios por periodos breves que permite al empleado conocer otros departamentos y evitarse la automatización y el inaliciente de una permanencia indefinida en cualquier trabajo delimitado. Ahora bien, el afán superativo del novato debe extenderse, asimismo, a una concienzuda documentación en textos adecuados que le permitan conocer los puntos superiores de la técnica financiera, cuyo logro, sobre la práctica, sólo llegaría a conseguirse después de una antigüedad considerable, tiempo que puede adelantarse con un poco de buena voluntad.

“Y ahora, que merecéis un descanso, nos vamos a tomar unas cañas en el café “Atlántico”; allí brindaremos por vuestro éxito”.

Así, con el compañerismo y la jovialidad característica en los empleados de Banca, que saben ser serenos cuando lo exigen las circunstancias, y disfrutar cuando es oportuno, terminó aquella jornada de clases, que daría paso a otras, múltiples, de convivencia productiva.

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Repercusiones en la Banca



Ironías

Hacía tiempo que Queimadelos anhelaba pasar destinado a la sección de Riesgos e informes, y lo trasladaron a ella temporalmente para sustituir a un compañero en vacaciones. Estaba convencido de que el conocimiento profundo de los riesgos que mantenía el Banco con sus múltiples clientes era el alma de la estabilidad financiera del mismo.

Siendo fundamental para el buen fin de las inversiones conocer a fondo la situación del cliente, se había preciso emplear un tacto escrupuloso en la obtención y estudio de informes y en el análisis de la situación con respecto a operaciones en trámite.

En plan oficinista, el negociado de riesgos tiene la sencilla misión de llevar una serie de anotaciones y de esquemas que recojan las operaciones aprobadas al cliente, el curso y la cancelación de las mismas. En concreto, nada de particular: adiciones al riesgo vigente por las nuevas concesiones, y deducciones por las cancelaciones. Pero estos apuntes eran una verdadera biografía económica, o lo que es igual, un índice de actuación para el Banco.

En los clasificados el límite global de operaciones señalaba una orientación ya definida para los casos en que el cliente hubiese mejorado su solvencia o conservase la misma de cuando fue estudiada su clasificación. Con esta clase de comitentes era fácil apreciar el volumen de facilidades crediticias que se pudiese concederles; las revisiones periódicas de las clasificaciones, ahondando al hacerlas en todos los pormenores del último informe, denunciaban las modificaciones que debieran introducirse. Y en el caso de que el clasificado descendiese en grado de solvencia se hacía preciso reducir el límite global, aumentándolo en proporción a la misma si se hubiese superado.

Con los clientes no clasificados, que solían ser, incluso, los menos conocidos del Banco, para compensar en lo posible la falta de experiencia que se tuviese de ellos se imponía un análisis más conciso y profundo de sus informes y balances.

Según había estudiado en los tratados sobre esta materia, los riesgos se veían afectados por las múltiples causas de iliquidez o dificultad en lograr disponibilidades para cualquier momento dado en que éstas fuesen necesarias, improductividad de una o varias ramas del negocio a que se dedicase el cliente; mala administración, con sus derivaciones de facilidades crediticias incobrables, volumen desproporcionado de gastos, mal encauce de sus actividades, y tantas otras. El riesgo también podría ser originado en el Banco por un exceso de concesiones para invertir en negocios que el cliente no supiese dirigir, o que fuesen realizables a mayor plazo que el crédito concedido por el Banco. Finalmente, el riesgo podía ser agravado por causas externas, algunas inevitables, tales como crisis económicas, conflagraciones políticas y siniestros no previstos en contratos de seguros o motivados por fuerzas mayores e irreprimibles.

Tampoco se le ocultó a Queimadelos que el control de la situación financiera de un cliente resultaba complicado, y a veces desconcertante e imprevisible, por la acumulación de créditos facilitados por distintas entidades sobre una misma garantía, y también por la ocultación contable de compromisos derivantes en riesgo o en depreciación de ciertos valores activos. Los clientes suelen poner empeño en disimular a cada Banco las facilidades que tienen concedidas en otro, así como sus conflictos o situaciones de tensión económica, con el fin de presentar una solvencia sin mácula frente a los préstamos solicitados.

Es de tener en cuenta, casi tanto como el volumen de capital del deudor, la productividad del mismo, a fin de que su rendimiento asegure la cobertura del crédito en aquellas operaciones que hayan de ser liquidadas periódicamente.

Allí se le presentaba Queimadelos la mejor oportunidad de conocer en toda su extensión las relaciones y las consecuencias de la función de los Banco en todas las ramas del comercio. En ningún departamento de la entidad se hacía preciso un análisis absoluto de las empresas y particulares, clientes del Banco, como en el de riesgos e informes comerciales; en lo social, podía decirse que las funciones de este negociado enlazaban con la existencia del comercio popular buscado en pleno conocimiento, una completa comprensión, y un estudio de posibles colaboraciones mercantiles.

En su mesa de trabajo se desplegaban diariamente grandes legajos de balances, memorias e informes de Agencia; todo aquel papeleo le hablaba con muda elocuencia del estado en que se encontraban las empresas relacionadas con el Banco. Recordó a Tucídides, y le hizo gracia que sus axiomas de la guerra también sirviesen para aplicarlos a las finanzas: “El verdadero, el temible enemigo, es el error en el cálculo y en la previsión”. Comprendió y reconoció que los pensamientos de los sabios son ciertos y oportunos en todo tiempo y lugar, pues, ¡qué cierto también era aquello de que, “No debemos pensar que haya gran diferencia de un hombre a otro, sino que es más sabio y discreto aquel que muestra (que demuestra) su saber en tiempo de necesidad”! En economía la prudencia también lo es todo, y la Banca, suma y administración de prudencias, siempre tendrá necesidad de rectores prudentes, y de clientes que igualmente lo sean. Ergo, buena escuela es la bancaria para especializarse en el conocimiento de la personalidad humana.

Pudiera parecer a simple vista que su nueva sección se caracterizaba por un innoble chismorreo gráfico, aireador de privanzas y de intimidades mercantiles; pudiera…, pero sin razón de ser. Por la legislación de todos los países que se precian de civilizados, el informe comercial está debidamente autorizado y reconocido como preciso para las relaciones mercantiles, no constituyendo delito de calumnia; tampoco atenta contra la más exigente moralidad la difusión de testimonios ciertos sobre los que ha de descansar la confianza crediticia que requieren las ventas a plazo. En virtud del principio de que la verdad tiende a abrirse camino por la transparencia e irrebatibilidad de su constitución, los informes comerciales tienden a depurarse en todo momento, y a ser lo más exactos y sinceros posible, por la conveniencia genérica de asentar los negocios comunes en fundamentos verídicos.

Si al comerciante le interesa, aunque a veces no lo haga así, informar con nobleza acerca de su situación económica para evitar que el Banco, en el análisis de sus cuentas y en los sondeos que pueda practicar a través de terceros, descubra sus ocultaciones, con el consiguiente descrédito para la confianza que en él tuviesen depositada las entidades financieras, así también al Banco le conviene el más completo escrúpulo en el estudio de las informaciones para evitarse el riesgo y el desmoronamiento de las operaciones a verificar directamente con sus clientes, e incluso de aquellas otras en las que actúe de mediador, al no tener la seguridad de llevarlas a cabo satisfactoriamente.

Estas consecuencias se agravan en los centros marcadamente importadores, en los cuales a los créditos y remesas preceden la facilitación de informes comerciales de los adquirentes; darlos irreales, confusos u ocultativos de taras morales equivale a engañar manifiestamente al proveedor, quien surtirá la plaza sin las debidas precauciones; un surtido adquirido en desacuerdo con la capacidad de financiación repercutirá en las operaciones propias del Banco con los efectos de iliquidez de capitales, tanto en orden a pagar los giros y créditos de los proveedores como a saldar en los correspondientes vencimientos los descubiertos habidos en el Banco o Bancos de la plaza; con un enviciamiento de las pignoraciones para el caso de que éstas estuviesen constituidas en los almacenes del cliente, pues las circunstancias de la inmovilidad ocasionada llevarían al comerciante a garantizar con una misma mercancía empréstitos de varias entidades; y también daría lugar a la circulación de peligrosas cantidades de papel de favor, así como a múltiples complicaciones que podrían presentarse en todos los órdenes mercantiles, con la consiguiente repercusión en la seguridad de las operaciones y en el movimiento especulativo de la Banca.

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Pecus y pecunia

Algunos pueblos de la península itálica utilizaron el bronce (aes) para sus intercambios; comenzaron usando barras de este metal sin marcas (aes rude). Las marcas de los lingotes solían ser figuras de animales, como el buey, el carnero o el cerdo. Una ley del siglo IV a. de C., establecía esta proporción: 1 buey = 10 ovejas = 1 lira de bronce.

A través de la documentación que ahora le tocaba estudiar, Queimadelos fue ampliando sus conocimientos hasta penetrar en los motivos económicos que habían dado lugar a la situación de cada cliente, y, por lo tanto, a las causas que motivaban los distintos grados de calificación financiera que se les aplicaba en su sección de riesgos e informes.

Todo un complicado proceso evolutivo habían sufrido los valores integrantes de cada patrimonio. Prolongando este proceso en lo histórico se llegaba a la sencillez de los bienes naturales puestos por Dios al servicio del hombre en los días de la creación: el pecunio se había transformado en moneda metálica, y ésta, a su vez, en papel de curso legal; por último, caracterizando las transacciones de los tiempos modernos, el nuevo instrumento de cambio con efectividad futura, que es el crédito. No podría asegurarse a ciencia cierta si la perfección y tráfico de los bienes de consumo fomentó el progreso monetario, o si éste, dirigido por el afán de poseer, al facilitar las transacciones alentó el perfeccionamiento de los productos, pero el caso es que la riqueza natural de los pueblos y sus manufacturas llegan a satisfacer las necesidades de todos los consumidores porque la moneda, o su sucedáneo el crédito, facilitan la debida distribución.

La impotencia de los particulares, e incluso de las empresas, para llevar a cabo sus funciones de producción y de acercamiento al consumidor, en consonancia con las apetencias del siglo, resultaba demostrable por la frecuencia con que acudían al crédito bancario, y por la importancia de las operaciones pactadas. Todo esto aun haciendo caso omiso de las funciones que presta la Banca como intermediaria entre proveedores y detallistas, y entre estos y el consumidor, tales como transferencias, cobro de efectos, y otras, que sería prolijo citar.

Con unos cuantos principio analíticos, un amplio conocimiento de las finanzas y un poco de espíritu observador, era fácil calar en los misterios contables y económicos de las partidas inventariables de cualquier negocio. La solvencia neta de cada capitalista resultaba de prolongar sus distintos valores, de un modo imaginario pero realista, en funciones mercantiles análogas a aquellas que venía realizando, y que competían a la clase de su negocio. Analizar una situación financiera con miras a la concesión de facilidades crediticias era ni más ni menos que hacer la historia de su porvenir por los cauces utilizados en el pasado. Cabía error, indudablemente, como en todas las cosas cuyas circunstancias venideras no pueden controlarse por cálculos puros, pero los juicios resultantes siempre estarían próximos a la verdad.

Un empleado de Banca –Queimadelos lo estaba experimentando- necesita poseer una extensa cultura que le aclare en todo momento las particularidades de cuantas cosas tengan conexión con el desenvolvimiento de la entidad. El programa de ingreso pronto se queda reducido, y se presenta la imperiosa necesidad de ampliar conocimientos, no sólo dentro de las materias de su temario, sino también en todas las ramas de la cultura; de no hacerlo así, se llevarían a cabo funciones inadecuadas, que podrían traducirse en perjuicios económicos para el Banco, o, por lo menos, en desprestigio, tanto del empleado como de la empresa.

Modernamente el crédito lo abarca todo, y lo mismo se presentaban operaciones sobre fincas rústicas que urbanas, sobre ganados que sobre industrias, sobre mercancías que sobre efectos de comercio o valores públicos y privados. Dentro de su anonimato, el empleado de Banca se convierte en un polifacético, que precisa poseer amplias luces de todas las ramas del saber, y dominar con maestría las más vinculadas a la función mercantil de esta clase de empresas.

Tres experiencias fundamentales recogió Queimadelos en aquella sección: lo conveniente que resulta ahondar en la situación económica y en las particularidades del negocio de cada cliente; la repercusión que tienen las operaciones de los Bancos en el desenvolvimiento de todas las actividades industriales y comerciales, y, por extensión, el lugar que ocupan en el proceso de satisfacer las apetencias del consumidor facilitando la producción y el cambio de los bienes deseados; por último, lo interesante que le resulta al empleado, en orden a una superación en los servicios que preste, someterse a un continuo afán de estudio y documentación en todo el ámbito del saber empresarial.

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Los cursillos de jefes



Periódicamente, y con ocasión de crear o de cubrir vacantes de Apoderados, el Banco de Crédito y Ahorro organizaba unos cursillos especiales, a los que podían asistir todos los empleados que, por su conducta y formación, mereciesen preseleccionarse para ellos.

Las jefaturas, como dirigentes técnicos de los distintos negociados, y como representantes de la empresa al estar facultados para validar con su firma los documentos que se refiriesen a actos mercantiles, eran promovidos después de una selección concienzuda y justa.

Queimadelos asistió a los primeros cursillos que se celebraron después de haber sido declarado apto para presentarse a ellos. Así que, con Queimadelos, con su recuerdo de aquellas jornadas, podemos penetrar en el secreto de los cursillos que tuvieron lugar durante las tardes de una fructífera quincena. El salón de estudio, elegante, austero y confortable, como toda la estructura del edificio. El estrado, presidido por altos jefes de la entidad; las mesas de lectura ocupadas por jóvenes ansiosos de llegar, por espíritus rectos y emprendedores; por empleados que habían demostrado suficientemente su capacidad de trabajo y su interés por la prosperidad de una empresa que los remuneraba liberalmente y les facilitaba ocasiones de formarse científica y moralmente.

Un Director de Sucursal inauguró aquel ciclo de conferencias, versando sobre el tema:

Ángulos de incidencia sicológica

-“... Bien sabéis que la empresa es la función armónica del capital y el trabajo. Armónica, conjunta, pero no sólo entre estos dos elementos, sino entre las subdivisiones respectivas, entre los más mínimos componentes del factor capital y del factor trabajo.

“Podemos decirlo de muchas formas, pero una de las más acertadas es que el engranaje de empleados y jefes, de inversiones y acreedores, relacionados entre sí de una manera rítmica, impuesta por el giro de las circunstancias de cada momento, da lugar a un mecanismo productivo que beneficia universalmente; que va desde la decorosa existencia del último empleado, pasando por la hacienda del accionista, a la prosperidad de su radio de acción. Téngase en cuenta que el radio de acción de un Banco, prolongado en eco de repercusiones satélites, no tiene fin, pudiendo abrazarse en las antípodas los beneficios que irradia en todas direcciones.

“En cuanto a la armonía financiera…; y, por último, es de tener presente que también para lograrla ha de echarse mano de la sicología para estudiar las reacciones del imponente y del prestatario en orden al desarrollo de toda nueva iniciativa.

“Dejó quedar el asunto capital por dos razones obvias: porque vuestra experiencia ya os tiene enseñado mucho acerca de esto, y porque tendréis ocasión de sedimentar vuestras nociones con lo que se os enseñe en las sucesivas jornadas de este cursillo. Ahora iré quizás al punto más delicado de esta charla: el orden social que debe regir entre el elemento humano de la empresa. Demostrado ya que el capital es el factor matriz de toda organización comercial, cabe observar que materia tan indispensable es ineficaz cuando no está regida por una prudente administración y por una animosa tramitación.

“Es preciso decirlo sencillamente para comprenderlo mejor: el hombre, dotado de cualidades superiores a las de cualquier objeto de la creación, es capaz de lograr fines satisfactorios de todo producto natural, aunque si bien en forma rudimentaria si carece de medios para las operaciones de perfeccionamiento; en cambio, la materia de por sí, aunque las gentes la hayan calificado de riqueza, es inútil para todo adelanto, con excepción de aquellas cosas que por ley natural se encuentran en proceso de crecimiento o de transformación. De esto se desprende que la materia está subordinada al genio perfeccionador del hombre. Y el hombre es el fenómeno más difícil de estudiar. Casos se han dado de mentes privilegiadas, cuyas ideas traspasaban el límite cultural de su momento presente, cuyos proyectos más tarde habrían de clasificarse como geniales, que fracasaron por no saber encajarse entre sus semejantes, por no saber paralelizar sus pretensiones con las de cuantos tenían que cruzarse en sus vidas.

“El éxito de nuestra profesión, analizando por ahora tan sólo el factor humano, consiste en equilibrar nuestra posición con la de cuantos tengan contacto con nosotros. Habrá ocasiones en las que nuestro beneficio se alimentará suficientemente con los márgenes neutrales, quiero decir, desinteresados, que existan entre nuestros fines y los del prójimo; pero cuando nuestros intereses sean encontrados con los de otras personas, debemos apelar siempre al concepto más puritano de la justicia, e incluso reflexionar si conviene escudarse excesivamente en aquellas leyes que, por no ceñirse debidamente al asunto en cuestión, pequen de injustas para la otra parte contendiente. Os recomiendo que en cuantas ocasiones carezcáis de elementos de juicio para tomar una decisión sobre asuntos confusos acudáis a vuestros inmediatos superiores en demanda de consejo, pues puede ocurrir que su mayor preparación y experiencia os eviten resoluciones que vayan en detrimento del prestigio de nuestro Banco.

“Las probabilidades de éxito y de fortuna son infinitas para todo ser humano que se preocupe a lo largo de la inmensidad del tiempo de laborar con el debido entusiasmo, habida cuenta de que su formación esté a la altura de las circunstancias. Si todo es posible para todos, ¿por qué se ha de apelar a medios innobles para conseguirlo? Y al hablar así tanto me refiero a las aspiraciones particulares del empleado como a aquellas otras que deben animarle con respecto a la empresa que le acoge.

“El interés particular, el comunal y el de la empresa son perfectamente compatibles entre sí, dentro de los límites de una prudente moral. Sobre este plano pueden trazarse diversas incidencias, todas ellas con existencia propia y conjunta. El individuo, miembro de una empresa, se beneficia del progreso y formación de sus compañeros porque de ellos puede recibir enseñanzas y alicientes, y lo mismo ocurre con respecto a la entidad, puesto que el robustecimiento de ésta le asegura su propia prosperidad y sostenimiento. En cuanto a la masa gremial, digámosle plantilla para conceptuarla de un modo más delimitado, se prestigia y beneficia del progreso de cada uno de sus componentes porque con ello se crea el espíritu profesional, orientado al progreso. Igual que ocurre con respecto al individuo, la prosperidad de la empresa es la reserva para su porvenir, y el esfuerzo mancomunado de sus miembros garantiza a los demás las remuneraciones normales en aquellos períodos en que por razones físicas u otras causas fuesen incapaces de producir. Por último, el engrandecimiento de la empresa debe ser la consigna de todos y de cada uno de los empleados porque de esta forma se demuestra a la masa de accionistas que se sabe corresponder a la confianza que de un modo más o menos directo tiene depositada en cada uno de los productores que manipulan su capital, y se agradece la remuneración del trabajo, que se percibe gracias a que las herencias y economías del accionista nos han sido confiadas para someterlas a nuestras especulaciones.

“Ahora estoy ya de lleno en el temario que quise plantearos con mis palabras de apertura; y me ceñiré a él:

“Dije, Ángulos de incidencia sicológica, y trataré de ellos con respecto a la convivencia y colaboración del personal empleado. En el desarrollo de toda empresa existen tantos puntos de vista como individuos laboran en ella; armonizarlos no es tarea difícil, pero sí delicada.

“Observad a todo esto que no me canso de repetir el concepto armonía, y es preciso hacerlo porque esta constituye el secreto del éxito de las colectividades.

“Un buen jefe no será jamás aquel que se oriente por las impresiones que reciba directamente, sino el que compulsa las suyas propias con las que lógicamente han de sentir lo individuos a quienes afecten sus decisiones. Y lo mismo puedo decir de los empleados, quienes a su vez han de observar imparcialmente las causas que motiven las resoluciones y el proceder de sus jefes. Todo esto es extensivo a la relación profesional y social entre compañeros de idéntica categoría.

“Para hacer más gráficas y comprensivas estas ideas, fijaos en que el mando tiene que abrirse paso a través de dos prismas de reflexión simultánea: el objetivo de la labor a realizar y la colaboración de su personal; tiene, por tanto, una misión doble, que su mente ha de plantear; tiene, aunque su capacidad y experiencia supere con creces la de sus subordinados, más probabilidad de errar que cualquier tercero que se permitiese opinar fríamente sobre el asunto. Los que merezcáis ser designados en este cursillo para ocupar una jefatura, llegaréis a comprender algún día que tal o cual situación que juzgasteis mal resuelta por vuestros antiguos jefes era imposible o, por lo menos, dificilísimo orientarla de otra forma.

“Como humanos que somos, nuestra penetrabilidad en los asuntos puede considerarse finita, con tendencia a no pasar de la distancia que nuestras luces, nuestros informes o nuestro temperamento le señalen; algo así como un cuerpo intelectivo delimitado por dos convergentes, y he aquí lo que denominé “Ángulos de incidencia sicológica”. Ángulos que delimitan nuestro conocimiento de las personas y de las cosas, ángulos que se proyectan sobre zonas de intereses y tendencias complejas pertenecientes al mundo sicológico de los demás.

“Es por ello buena norma apoyarse con prudencia en las observaciones y razonamientos de aquellos que nos rodeen, tanto de orden superior a inferior como de éste a los círculos elevados. Así, un Director, refiriéndonos a un centro de cierta plantilla, por sí mismo no puede tener acerca de sus últimos subordinados más que una angulosa visión de conjunto, ni tampoco un empleado de la generalidad puede poseer elementos de juicio para opinar temerariamente de sus directivos. Pero a toda esta limitación existe un procedimiento amplificativo: analizar las informaciones procedentes de individuos intermediarios después de tener en cuenta las razones o tendencias de índole partidista de aquel que las suministre.

“Poco más tengo que deciros al respecto; tan sólo hacer hincapié en que a los jefes de negociado les incumbe ensamblar la organización bancaria de un modo más especial que a ninguno de sus miembros; los apoderados vinculan la actuación de todos y de cada uno de los empleados con las directrices de la empresa, y son al mismo tiempo el portavoz y los responsables del cumplimiento detallado y exacto de cuantas consignas reciban con respecto al logro de los fines que se proponga la administración.

“Espero que os resulten fructíferos estos guiones profesionales, y que entre los conocimientos que ya poseéis y las ideas emanadas de estas charlas logréis la adecuada formación que corresponde al nuevo cargo que os ofrece nuestra entidad”.

A continuación de cada conferencia los cursillistas redactaron unos comentarios sobre la materia tratada, en los que emitieron libremente su punto de vista, extendiéndose, al mismo tiempo, en las ideas que consideraron susceptibles de ampliación o de revisión; una especie de razonamiento paralelo, aunque claramente personal, acerca del tema del día, cuyo análisis daría una puntuación que se iría sumando a la de los respectivos ejercicios.

Al finalizar el cursillo, junto con una tesis elaborada por cada cursillista, que asimismo puntuaría, sobre el perfeccionamiento de métodos de trabajo o de cualquier operación tipo que acostumbre o pueda convenirle realizar al Banco, se elevaría al Comité Directivo una propuesta reseñando la puntuación y los méritos especiales que concurriesen en cada aspirante para la designación de los que debían ser nombrados Apoderados.
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JUVENTUD BANCARIA
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Xosé María Gómez Vilabella

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