martes, 21 de agosto de 2012

IFNADA -II-


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Historia
-Recitemos, en este Introito, la primera aleya de la primera azora, que también es válida para los cristianos. Así, con todo respeto:

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso...

Todos
-¡Alabanza a Dios, que es el Señor de los mundos!

Secretario de Actas, de las gallegas, en un aparte, para su caletre:
-No sé cómo es que dicen que Dios es el Señor de los mundos... De todos, lo que se dice de todos, creo que no, pues aquel Diego García de Herrera ya se proclamaba Señor de la Mar Pequeña, ¡aquella de Berbería! Por parte, nuestro Caudillo opinaba que el enclave de Ifni, séase, la Mar Pequeña, la Nueva, no sólo era de España, sino que, a primeros del Cincuenta y ocho, después de aquella Marimorena, firmó una Ley por la que reclasificaba los Territorios del A.O.E., (África Occidental Española), en dos provincias, Ifni y el Sáhara: Cincuenta y una, y cincuenta y dos, de las de España, según los libros de Bachillerato; ¡y ahora salen aquí, por ante la Historia, con eso de que Dios es el Señor de los mundos...! Que el diablo me lleve si entiendo de propiedades..., ¡a pesar de ser gallego!

Historia
-¡Pueden sentarse! Y procédase a la lectura del Atestado, que está bien atestado…, ¡por lo que abulta!

Un Acusador. En este papel, un Contribuyente español; en adelante, Contribuyente:
-¡Señoría..., yo...!

Historia
-¿Si, señor Acusador? No se corte, que no soy Inspectora de Hacienda, aunque tengamos un cierto parecido; digamos que..., ¡metodológico!

Contribuyente
-En ese caso... Mire, Señora, todo lo ocurrido en Ifni, con Ifni...; ya sabe, con aquella provincia de nuestra África Occidental..., con la que hacía el número 51..., ¡desde que en España se levantó la censura todo es público y notorio! Todo, o casi todo, pues una parte de aquella dilapidación nunca fue a los archivos, ¡y menos al Militar!

Quiero decirles, desde la ocupación armada en aquel distante Seis de abril del treinta y cuatro, gesta del Coronel Capaz, hasta la noche de las metralletas, en aquel Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete...; aquella noche en la que triunfó Zamalloa y fracasó aquel Coronel, el tal Ben Hammú...; y también en esa guerra absurda, concluida oficialmente el Veintiuno de abril del cincuenta y ocho pero latente hasta la mismísima arriada de la bandera española, el Treinta de junio del sesenta y nueve...

Este servicio tan vil, tan..., ¡humillante!, se lo impuso España, quiere decirse, su Mandamás, a los valientes legionarios, una fuerza de choque tan singular, y tan barata, que, de enamorados de la muerte, prefieren dar la vida antes que protagonizar una retirada vergonzosa.
         
Digo esto, Señoría, porque las páginas del Atestado ya están escritas; escritas, asumidas..., ¡y pagadas! Fueron rubricadas con la sangre de los mejores, en aquellas vanguardias...; ¡por ambos bandos!
        
Por estas circunstancias, si esto le place, por nuestra parte estimamos conclusa la Instrucción de este Sumario.

¿Señoría, qué le parece si abreviamos el Atestado..., para que salga más barato este pleito, que bastante dilapidamos allá, en Ifni, con esa criatura mostrenca que tan débil resultó? No será cosa de encarecer la peripecia con este rollo macabeo con esto de la IFNADA. ¿O sí? ¡Digo yo!

Historia
-Admítase, y sea obviado ese trámite procesal. De paso, invitemos a los Defensores para que formulen las alegaciones pertinentes. Ya puede intervenir el Excelentísimo Sr. D. Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce. En cuanto a su reseña biográfica, a su Acreditación que también se dice, se la encomendamos al Secretario de Lengua Gallega, esperando que lo haga en conciso, séase, sin circunloquios ni trasacuerdos, tan propios de los galaicos. ¡Procedan en consecuencia!

Secretario
-Sí, Señora, procedo! Este caballero tan..., tan caballeroso, ¡este militar sin tacha!, nació en Coruña... Y se vino al caliente, al Cielo, en septiembre del setenta y tres, horripilado por la Retrocesión de su amado Ifni, aunque hubo quien dijo que se pasó al Alén para huir de las humedades...; ¡quiero decir, de las externas!

En Coruña tiene una rúa algo costeña, pero rúa, ¡apta para ruar! Le fue dedicada por sus méritos, por sus servicios castrenses. Sin embargo, por su bonhomía merece algo más, tal que una estatua en el Cantón herculino…

Nunca atacó con rencor sino por obediencia debida, que de eso dan fe cuantos le conocieron, que aún quedan testigos que lo apreciaron a lo largo de su vida; ¡y creo que alguno de ellos no andará lejos de esta Sala!

Aquí defenderá a su Franco, con nobleza y con valentía, que de siempre fueron sus mejores armas; pero ello no obsta para que tuviese discusiones con su Caudillo, con la inmunidad..., ¡relativa!, que le daba su condición de laureado, que si no, entonces...; ¡entonces te quiero un cuento! ¡Fuertes, si señores! Hasta el punto de que, en una ocasión, ¡histórica!, Franco le mandó un recado, nada menos que por el General Alcubilla, Jefe del Alto Estado Mayor, que allá se fue, de noche, en el primero de los cuatrimotores que aterrizaron en Ifni..., para conminarle que no hiciese la machada de traspasar la frontera española apuntando a Rabat con aquellas Columnas que tan obedientes le eran. ¡Al contrario de lo que le pasó a Silvestre en la Comandancia de Melilla! Zamalloa alegó, por toda respuesta, que la O.N .U. tenía reconocido que en estos supuestos de ataques alevosos es lícito el barud, el combate, traspasar las fronteras para demoler las bases desde las que se lanzó la ofensiva...

Este laureado aún era de los de la máxima medieval..., ¡obedecer, pero no cumplir!, mas, en este caso, conocido el sometimiento, los remordimientos africanistas de su Caudillo..., se acordó de Azaña..., ¡si, del propio Azaña!: Estará ciego de soberbia aquel que no admita que los moros influyen en España mucho más que los españoles en su Protectorado... Entonces, ante la imperdible, ¡caput!

En un aparte:
-¡Que menos!

Y siguió, subrayando las palabras clave:
-El caso es que aquella eminencia, aquella razón sin razón de don Paco, le dijo que nones. ¡Nones, y punto! Para más inri, lo hizo por boca del General Alcubilla..., ¡que así quedó acubillada nuestra derrota! Pero no fue cosa exclusivamente personal de don Teódulo... (¡Oh Tío Sam, mi querido tío Sam: eres un métome-en-todo!)

Pero volvamos al Atestado..., ¡antes de que lo vacíe la CIA! ¿Que aquí don Mariano, este ilustre, estuvo con Franco en el Treinta y seis? ¡Igual, igualito que la mayoría de los africanistas! Pero eso es de otra Sala de este Tribunal; ¿no lo es? ¿Que fue a la División Azul? ¡Naturalmente que sí, en su natural guerrero!

Don Mariano hacía lo que le enseñaron a hacer: ¡perseguir enemigos! Mejor dicho, ¡hostes! Atacaba los objetivos señalados por sus superiores de la cadena orgánica de mando, ¡pero nunca ad líbitum! Y luego, que nunca hubo un comunista más comunista que el propio Zamalloa. ¿Es, o no es comunismo invitar a whisky, habitualmente, en toda ocasión propicia, a los soldados rasos, y pagar sus rondas, de contado? ¡En el, eso era lo habitual! ¿Cuando hubo otro semejante? ¡Ni el Gran Capitán llegó a tanto...!

Que en el fondo, en el fondo pero también en la crema, era un hombre bueno, pacífico, se constata con sólo saber que crió un hijo para fraile, y que tanto su nuera como su nieta se llamaban Paz. ¡Eso, Paz, que ya es casualidad! ¡El Dios que lo hizo! Siempre con una vida de hogar...; y en lo profesional sufría visiblemente por el más desconocido de sus soldados, así que hacía las guerras que le mandaban hacer, ¡por acatamiento debido!, obedeciendo y sufriendo con su Cruz a cuestas, ¡con su Laureada!

Zamalloa tiene por costumbre tutear a todo dios; ¡e incluso a Dios! ¡Menos a Franco, por supuesto! ¡Dios lo librase...! También me dijo, ahí fuera, en ese Atrio Celestial, hace un instante, que no piensa cambiar, ni aquí ni ahora, que él no se apoca ni ante del moro Mussa, para cuanto más con este fantoche, con este Fassi!

Dirigiéndose a Zamalloa, que volviera a entrar en la Sala pues Zamalloa no es de los que hurtan la cara:
-Mi General, aquí tiene a su paisano, este Egregio, el de la baraka, sometido, ¡por fin!, a la Historia.


Dirige la vista al cuadro de pared, un retrato de Franco:


-¡Pero qué bajo cayó, don Francisco; talmente por debajo de la Historia, que le cogió la palabra por la Querella de un simple Afilador! Como ya no se puede valer por sí mismo...; ¡ni puede, ni quiere!, tendrá que defenderle su fiel Zamalloa, de nuevo, en los embrollos de Ifni..., como hizo, en aquel entonces, en el propio Territorio, en el de Santa Cruz... ¿No se acuerda? Sí, señor, sí; cuando le zurció, en un zurcido de viejos mosquetones, salvados de la chatarra por su mezquindad... ¿Por la suya, o por la de aquel que afilaba el lápiz personalmente, para mejor aprovecharlo? ¡Ya sabe, aquel Carrero Blanco! Tendrá que zurcirle los errores políticos de sus infalibles Gobiernos, de los que tan orgulloso se sentía usted... ¡Si, usted, el Gran Señor de la Baraka, de la baraka lahufik! (8)

Después de una breve pausa, de un simple respiro:
-Mi General, lo bueno del asunto es que queda constancia de todo esto en Acta del Proveído por la Excelentísima Historia! Dios se lo pague, mi General, y también mi Caudillo, nuestro Cid, por..., ¡por enseñarle a España tantas experiencias, aunque usted quizás no tenga la culpa, exclusivamente, de que resultasen estériles!

Zamalloa le da la mano al Secretario, agradecido, y después, carraspeando, gruñón:
-¡Whisky, whisky para todos; y también para mi, sin hielo! ¡Solo; en vaso grande...! De agua, ni un sorbo, que ya sabéis que procedo de Coruña... Rapaz, este vasito que me traes es del té, de atai! ¡No, de ese no, que prefiero etiqueta negra! ¡Camarero, sobre la marcha: coge aire y saca el pecho, que por algo eres gallego!

Apura el whisky; lo saborea con deleite, y después de eso continúa con su talante de costumbre, mandón y retranquero:
-¡Esto se bebe así, a tragos! En la vida todo va a tragos, ¡que los sorbitos son para los pollitos! Yo llevo muchos, muchos tragos, que incluso enviudé de joven... Por si tuviese poco cáliz, me vino este Contencioso con Marruecos..., ¡de viejo! Tres guerras no hay gallego que las ature; ¡si aún fuesen tres pleitos...! Tres pleitos, si, pero este es de Mayor Cuantía, ¡en el propio Tribunal de la Historia!

Se dirige a la Presidencia, también carraspero:
-A modo de preparación, como hacen los artilleros, alego, aquí por ante la Historia, y previamente, contradicción e incongruencia en el montaje de este Proceso. Aquí hay un error, ¡de persona y de siglo! Protesto y pido una corrección, pues para este Contencioso solo es competente la Sala Primera, digamos que, ¡la de los Reyes Católicos!

En cuanto al fondo de la litis, lo tenemos claro en el artículo cuarto, párrafo tercero, del Código Penal entonces vigente: La provocación existe cuando se incita de palabra, por escrito o de imprenta, o por otro medio de posible eficacia, a la perpetración de un delito cualquiera…

Con esto sabido, en este dilema de si hubo delito, o no, hay que empezar estudiando las cosas por sus causas. ¿Decidme, quien fue la inductora de la Ocupación de Ifni? Que se lo pregunten al Defensor de Mohamed V, que ese, además de árabe, sabe latín; ¡latín y francés! ¡Cherché la femme! ¿No si, monsieur Allal? La femme de este asunto de Ifni fue Doña Isabel de Castilla, aquella amiga de los gallegos… ¡La misma! ¿No es cierto, mon Professeur?

Pues, en este caso, para mejor proveer, pido un receso. Y que vayan a Sevilla a buscar el Testamento de Santa Isabel de Castilla. Si, si, el Testamento, y también los Codicilos, aquel protocolo de aquellos Reyes tan montadores… Eso, aquellos del “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando!

Historia
-¡Se acepta la propuesta del eximio General Zamalloa! ¡Alguacil, funcione!

En un aparte:
-Con Zamalloa no hay bromas, así que, en este caso, lo más prudente será echarse al suelo, ¡al primero de los avisos! Este dios, este Marte: La de España. La División Azul, donde estuvo de Segundo Jefe del Regimiento 262, que se atrevió con los hielos rusos cuando participó en la Operación Raubtier, destinada a cercar y destruir una bolsa soviética atrincherada al Oeste del río Voljov… ¡Que digo Azul…; blanca, blanquísima, de tanta nieve como aturaron! Y luego este follón de Ifni-Sáhara… Hacen tres, ¡tres! ¡Demasiada especialización...! Este tío es más peleón que aquel que ordenó, Debout les morts!(9)


Escena 2ª
          
Entra el Alguacil con un rollo de papel enorme, como de tres metros de largo, y se lo entrega al Secretario, quien, para leerlo con más comodidad, se sube a un taburete.
         
Todas las actuaciones deben tener un punto de comicidad, y la ironía será el denominador común de todas y cada una de las intervenciones de los distintos personajes, en todas las escenas, cualquiera que sea su bando y/o su ideología.

Que sea constante el ambiente de tragicomedia.

Secretario
-¡Señoría, Eureka! Aquí lo tengo; esta es la inducción...; ¡goce con ello, que no es para menos!

Historia, autoritaria:
-¡Secretario, no prejuzgue! Limítese a leer, que tal es su oficio: Leer los secretos..., ¡de los otros!

Secretario
-Eso hago, Señoría, leer, que aquí mismo, aquí abajo, dice, literalmente, No cejeis en la conquista de África... ¡He aquí la clave! Aquí está; este es el secreto de los imperialistas, el secreto de aquel Superministerio de Marruecos y Colonias...!

Zamalloa, que se dirige colérico, irrespetuoso, al Tribunal de la Historia:
-¡Lo veis, pleiteantes del carajo! ¡Cinco siglos, cinco, obedeciendo esta orden, este codicilo de la Reina Isabel, y nadie lo revocó! ¿Entonces, cómo os atrevéis a juzgar una espada obediente, la más limpia de Occidente?

Si Allal el Fassi, en un aparte:
-¿Limpia, limpísima...? ¡Ja! Esto, por poder, pudiese ser, pues Franco tenía un Asistente para cada cosa, siguiendo los usos y costumbres del imperialismo español más recalcitrante: Un ciento, cien Asistentes, además de aquel cocinero - catacaldos, que lo seguía a todas partes, aquel Pérez González, que lo llevaron de su Pradillo de Cameros, hijo de un Guardia Civil, que para el Excelentísimo era la mejor de las credenciales; ¡igual ocurría con el Ministro Arburúa, que también lo era, eso, hijo de un guardia! Don Teódulo sólo se fiaba de sus guardias, de la Civil y de la Mora. ¡Como veis, de España lo sabíamos todo, pues para CIA, la mía! ¡Y para historiador, yo, que también me tengo por Geógrafo Mayor del Gran Magreb!

Después de una pausa, con flema y con suficiencia, doctoralmente:
-Señoría, permítame una cuestión de orden, una mera puntualización; digamos que, un matiz!

Historia
-Lo siento, Si Allal, pero no puede hablar hasta ser presentado; por lo menos, biográficamente. Cuestión de preceptiva literaria, ¿sabe? ¡Y luego está la rigurosidad histórica! Usted, a los efectos, y con respecto a España, fue un afrancesado, por más que lo disimule, así que providencio que lo acredite, antes, este Secretario de las Actas en Francés. Y hágase una traducción simultánea al gallego, para que vea Zamalloa con quien se enfrenta..., ¡que siempre funcionó mejor el Servicio Secreto del Istiqlal que el español! ¡Histórico!

Secretario, con el expediente personal de Si Allal en la mano:
-Sí, con mucho gusto. Sidi Allal, o Al-lal, el-Fassi, o, El Fassi; de aquí en adelante, El Fassi, fue Profesor de la Kairaouine ; y también, ¡también!, líder del Istiqlal, aunque por veces disimuló ese cargo; ¡mejor dicho, esa carga! Asumió plenamente la Jefatura del Movimiento de la Resistencia Marroquí, si bien, en algunos aspectos, se escudó en su portavoz, el alfaquih de Rabat, Al Bassri...

Organizó aquellas bandas armadas, aquellas harcas que atacaron simultáneamente en Ifni y en el Sáhara en la noche del Veintitrés de noviembre del año cincuenta y siete... A mayores, fue el gran soñador, ¡otro Abdelkrim! O mejor que él, pues imbuyó en las juventudes marroquí - argelinas la fiebre imperialista de un Gran Magreb, un Imperio Noroccidental que englobase Argelia y el Sáhara, confinando por el Sur con la propia Mauritania, y subiendo por el Norte hasta Córdoba. También se dijo que pretendía llegar a Toledo, cosa que seguramente sea cierta ya que fue un dulzainas, un devoto del mazapán, ¡o lo que es igual, que gozaba mazándoles el pan a los españoles!

El Fassi, aunque internacional por nacimiento, ¡nació en Tánger!, resultó un auténtico Califa: ¡Del saber, de la religión, de la guerra...! Un Califa con mayúsculas, aunque sin califato. Quiere decirse, un Califa caviloso; séase, un ultra..., cabileño!

Por otra banda, ya que tanto se encomió en esta Sala el lustre de la laureada de Zamalloa, permítaseme darle el betún que le corresponde a este eximio Professeur del susodicho Karuin, también conocido como la Kairouan , o la Kairaouine , según en qué idioma se escriba o pronuncie, que trae su ilustre renombre de aquellos refugiados cairotas del siglo IX ¡Con decirles que el ilustre Papa Silvestre II, siglo X, fue allí, precisamente allí, en esa Escuela, donde aprendió aquellas matemáticas, árabes por supuesto, que les llevó a los Europeos, pues en tal época aun contaban por los dedos de Toledo para arriba!

Historia
-Señor Introductor, como pretendemos ser equitativos, en estos antecedentes le queda por referir un gran expolio padecido por la vieja Spania: ¡Que casi todos los libros de la biblioteca medieval de Córdoba fueron parar a esa Kairaouine tan celebrada, pues el obispo gallego, Gelmírez, no fue el único que robó reliquias!

Secretario
-¡Cierto! Y tampoco dijera que su gran minarete es la admiración de medio mundo mundial... Admirada la Universidad, admirado su minarete, pero más admirable este ilustre Professeur, este Si Allal el Fassi, que no le dieron el premio Nobel..., ¡por tratarse de cuartos que vienen de la pólvora, y de eso ya tenía el!

Historia
-Así acreditado, y con todo en regla, hoy nos toca hablar, precisamente, de pólvora, ¡pues el arte lo dejamos para otro día!, Si Allal ya puede intervenir, pero le ruego que sea concreto y directo, s'il vous plâit! Quiere decirse, más en galo que en galaico, más en galo que en suevo, pues para suaves nos llega con los gallegos, con los del mestizaje universal, con estos inseminadores que repoblaron, entre ellos y los portugueses, los cinco continentes, ¡que si llegan a ser caballos árabes...!

El Fassi, que abre su Corán, y lee despacio, calmoso, doctoral, solemne:
-El que cree, ese tal combate en la senda de Dios... ¡Inch´Allah!

Cierra el libro sagrado, con reverencia.
-¡Eso es precisamente lo que hacemos nosotros, y lo hacemos por Alá! ¡Eso, que siempre combatimos por imperativo de Alá! ¡Así que, Dieu et mon droit! En definitiva, y para abreviar, que aquí todos somos muyahidin, que viene a ser, dicho en castellano, ¡combatientes de la fe!

Historia
-Mon cher ami, siga despacio, tal y como empezó, y no se emocione, que su combate, su barud, ya está hecho. Ahora se trata de historiarlo, de hacerlo inteligible para las generaciones venideras...; ¡si es posible! ¡Y que les sirva de escarmiento! ¡Inch´Allah!

El Fassi
-Decía aquí mi contrincante, este guerrero tan..., ¡correúdo!, don Mariano, refiriéndose a su Caudillo, aquello de, la espada más limpia de Occidente... Pues bien, esa calificación se descalifica de suyo por venir de quien viene, por venir de Petain, que fue quien se la aplicó; ¡gratuitamente por cierto!

Zamalloa
-¡Por venir de De Gaulle, dirás, que menudo galo...! Mas, como dijo Mateo, que también te lo voy a traducir, Fas est et ab hoste doceri! Lo que significa, dicho por libre, ¡que hay que aprender de los enemigos! Aunque la verdad completa es que el muy astuto lo dijo en arameo, que después del gallego es la lengua más parabólica de este mundo. ¿Lo sabías, viejo sabedor?

El Fassi
-¡Así que, dándose de erudito, eh viejo Marte! En ese caso también sabrá aquello de, Ex abundantia cordis os lóquitur; que no se lo voy traducir, ya que tanto sabe! No, no es eso, que usted, bien pensado, en el sitio del corazón lo que lleva es una laureada..., ¡de cuatro espadas!

Historia, que interrumpe aquellas disquisiciones:
-Ténganse vuesas mercedes, y usen términos apropiados, que no es lo mismo decir polo que galo. Con la semántica están los orígenes, y luego que, de latines, de trolas desviacionistas, de lavados cerebrales..., ¡estoy harta! Prosiga, General, pero hágalo con generalidades de general entendimiento, que me están liando con sus rollos macabeos. ¡Ambos, los dos, a cual más!

Zamalloa
-Señoría, si la orden de conquistar África procede, como quedó probado, de la Reina Católica, aquel católico, el tal Capaz, entonces coronel, hizo lo que debía hacer: Desenvainar la espada para que entrase en Ifni la Santa Cruz; ¡por lo menos, la de nuestra Mar Pequeña!

El Fassi
-Doña Historia, aquí tiene al gallego en su propio caldo; ¡séase, en la escalera! ¿Sube o baja, enguedeja o se está quieto? Pero aquí no se juzga a Capaz, que ya tuvo su amonestación, aquella de Lerroux, por abandono del Servicio al irse de Villa Bens para ocupar Ifni sin permiso de Madrid. Señoría, repare en la gravedad del caso, ¡sin permiso de Madrid!

Historia, hablando sola:
-¡Capaz, lo que es Capaz, era capaz de todo, o casi! ¡Demasiada capacidad, demasiada iniciativa, que bien lo sé! Le fusilaron en Madrid, cuando la guerra...; ¡la Incivil, quiero decir! ¿Qué más se le puede pedir; qué más que un martirio de esa manera para un conquistador de yermos? ¡Encima de bobo, mártir! Ese la merece de quercus, séase, de roble, la estaca, y no de laurus nobilis, de laurel, la corona!

Zamalloa
-Señoría, estoy viendo, aquí mismo, en este Jurado, un representante de los Contribuyentes españoles. ¡En este caso, que me sirva de testigo! ¿Fue o no fue extraordinaria la sobriedad, la precariedad de medios, del coronel Capaz, aquel héroe de las chumberas ifneñas? Solamente le faltó apurar el lápiz, tal y como hacía el Almirante Carrero Blanco... ¡A ver, que hable, que se exprese este Contribuyente, pues en España, sabido es, pagan y callan!

La Historia ladea su honorable testa y hace una espiral con el índice, enigmática.

Zamalloa prosigue:
-¿Que no, que no le deja hablar, ni aquí ni ahora? ¿Que está indicando, Señoría, que los Jurados hablarán en el segundo acto...? ¡Por mí, vale! Entonces lo diré yo: Capaz, un hombre austero, se fue para Ifni, ¡sin sumiller! Solamente se llevó un Cabo Furriel, y para eso, precisamente para eso, ¡un Paniagua!

Risas en la claque, que irritan visiblemente al General:
-¡Que no, coño, que no dije paniaguado! ¡Maldita sordera colectiva...! Y no se escandalicen si juro, que se viene jurando en la Milicia..., ¡desde los Tercios de Flandes! Si no me creen, pregunten en ese Mastricht, o Mastrique..., ¡si saben donde es!

Aquel cabo, aquel Furriel, era Paniagua; ¡Paniagua de Hoces, recoño! Después de eso, al licenciarse, montó una panadería, precisamente en la calle del Seis de Abril... Y como tal panadero ejercía entonces, cuando aterricé en el Territorio, en el Cincuenta y siete...

Es igualmente cierto que en Cabo Juby, después Villa Bens, y por último, Tarfaia, nuestra escuadrilla era de Breguets oxidados. Tan estragados estaban aquellos aviones que, cando iban para Ifni, a dar alas a Capaz, aquel Breguet del Teniente Botija y del Suboficial Labarga tuvo que ir bajito, bajito, rozando en los arganes, ¡tal que una hoz! Díganme, en tal caso, ¿qué agresividad podía haber en una visita de calzón corto, con la fusta debajo del brazo, y con aquellos aviones, con aquellos pájaros tontones, que es como les llamaban los ifneños, todos oxidados, chatarra pura?

¡Ah, calláis; luego tengo razón! Si Allal, cuando los de nuestro Capaz iban para Ifni, así, bajitos, con los motores renqueantes, los tuyos, estos correligionarios tuyos, ¡les dispararon con una fusila, a dar! Esta fue la primera de las traiciones. ¡La primera de tantas...!

Bien sabíais que en nuestro Tratado de Paz con tu Marruecos, después de aquella campaña de mil ochocientos sesenta/sesenta y uno, vuestro Sultán, el de entonces, ¡que aun no conocía la existencia de Francia!, nos reconoció... ¡Reconocer no es donar, que mal se puede donar aquello que no se posee! Digo, en la costa Occidental de África, una franja de terreno, para que pudiésemos reconstruir la factoría histórica, aquella pesquería del señor Fernández de Lugo; ¡otro gallego! Entonces se consideró aquella leira, aquella franja, como de soberanía plena. ¡Española, por supuesto! Y supongo, también, que tu, un Profesor Magnífico, que así te haces llamar, sabrás leer, y, como doctor en leyes, podrás interpretar los Tratados Internacionales de tu propio país... ¡Digo que, como dijo el otro, qué menos que saberse la Cara de Cristus!

El Fassi
-¡Sin afrentas, gallego; hágame el favor! Tengo para mí que aquellos fusileros del Sur de mi Marruecos nunca vieran un monstruo volador, que les espantaba las gacelas. Pues, por eso...; ¡por eso pensaron que aquel Breguet descolorido era la madre de las cigüeñas! ¿Lógico, no?

Zamalloa, cabreadísimo, con su voz potente, todo un Marte:
-¿Y si fuese la cigüeña madre, en ese caso, qué, voto al Cielo?

El Fassi, firme pero atemperando:
-¡Hombre, casi nada, que ya estaba bien de mestizaje, y de violaciones, allí abajo, en el Sáhara, en nuestro Marruecos Sur, sin venir de aquella manera, con tal urgencia, en avión, a violar nuestro Ifni, a ocuparle! Bien pensado, ¿para qué ir en avión? ¿Acaso para bombardear las chumberas, o para dar moral a vuestros soldaditos, aquellos de los pipís sin circuncidar, que desembarcaron, y seguirían haciéndolo, quinta tras quinta, en cárabos; y del cárabo a la arena, precisamente a lomos de los nativos? ¡Esta fue la primera humillación, cargar con aquellos soldaditos del vientre flojo..., cagaditos de miedo!

¡Mucho habláis de Raza, de las virtudes de la vuestra! ¿De la vuestra, o de las vuestras? ¡Raza de conejos, tierra de conejos, que esa es vuestra Spania, una Espéride fochicona, fornicadora! Por algo dicen en tu tierra, en tu finisterrae, eso de, inda o demo ten cara de coello! Ahí tienes la que fue Zona Francesa donde los niños siempre vinieron de París, ¡que es lo propio!

Zamalloa, con sorna:
-¡Chacho, de París...! ¿Seguro? ¡Entonces sois gromos, bastardos de otra Legión, de la Francesa, y no de la nuestra, de la que fundó mi ilustre paisano, Millán Astray! Así me explico ese afrancesamiento tuyo, tan..., ¡cerril! Oh enfants terribles; oh, là, là!

El Fassi, que se enfada:
-Doña Historia, repare que este gallego chapurrea francés; ¡a su manera, con evidente fobia vecinal! Los franceses serán galos, (gallos), lo serán, que no lo discuto, pero, tanto las hechas como las deshechas del Magreb, mestizaje incluido..., ¡son de los galaicos! ¡Exijo un respeto para la noble Francia, nuestra protectora secular!

Tenga presente, y no mande al Archivo estas palabras, pues Francia, a pesar de nuestro fundamental rehúse, y dejando aparte ciertas e importantes depredaciones y aprovechamientos, que eso no entra en esta litis, trató de ejercitar, en su Zona, una política de atracción social, una protección sin paternalismos, con justicia y con orden, canalizando una substitución gradual de las autoridades militares por indígenas civiles.

Incluso muchos de aquellos franceses llegaron a interesarse por la lengua del país, tradujeron nuestro Al Qurán, hicieron por captar la psicología ambiente y lograron ciertas nociones de nuestra historia y de nuestra jurisprudencia... ¡Se lo dice un Letrado!

Por contra, ahí tenemos, en las hemerotecas, aquel dicho de su repudiado Marcelino Domingo...; ¡pero igual prefieren olvidarlo...!

Historia
-¡Ante la Historia nada se puede hurtar a su cedazo, a su debate!

El Fassi
-En este caso... ¡A lo que íbamos! Para ese tal Marcelino, España, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil...; ¡ni soldado!

Pues bien, a fuer de justo, quiero reconocer, por ante la Historia, que tampoco fue así, que en Ifni, de todo esto, además de cantidad, enviaron calidad, ¡pero...! El pero estriba en eso tan repetido de que, ¡Dios, qué buen vasallo se hobiese buen señor! En Ifni les falló el mando, o, por mejor decir, el telemando, pues Madrid quedaba lejos...! ¡Más que lejos, alto! Madrid, desde que nos fuimos nosotros... ¡Hay quien dice que nos echaron de nuestro Magerit, pero no es cosa de entretenernos en quisicosas! Desde que les llegó el tabaco americano se dieron en ahumar..., ¡así que el humo no les deja ver el fuego, por inminente que lo tengan!
         
Aquí habría que preguntarse, o más bien preguntarles a los madrileños, ¿que influyó más en su africanismo, el testamento de aquella Isabel, la de la camisa sucia, aquella de Santa Fe, aquella Reina que hizo la promesa de no cambiar de camisa, ¡hasta tomar Granada!..., o la nostalgia de la plata y del oro rapiñados en América? ¡Parvos, pues la poca plata que nos quedase en el Magreb ya la teníamos puesta en obra, por obra y gracia de los maharreros; lo que es igual a decir, vendida bajo la fórmula de souvenirs! ¡Tomasteis por plata el peltre de nuestras teteras!

Otra cita que se puede encajar aquí al respecto es aquella interrogante que se formulaba Cambó en el Congreso de los Diputados, aquello de, ¿Qué empresa es la de Marruecos si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?

También tengo que darle otra lección, precisamente en su condición de gallego, y además no la pondré en la minuta de mis asesoramientos puesto que se la doy a posteriori:

Pase que a Capaz no se le ocurriese, por muy capaz que fuese, pero una vez entronado don Francisco, si realmente profesase de gallego, lo primero que tenía que haber hecho, con el mismo dedo que luego utilizó para rebautizar de Provincia un Territorio que, de facto, ya estaba extenuado, reducido a su propia capitalidad, y máxime coincidiendo, a principios de los Cuarenta, con las horas bajas de Francia, en lugar de la quijotesca, y aún ridícula, ocupación de Tánger, lo urgente en aquel momento era oficializar el topónimo de Santa Cruz de la Mar Pequeña.

Si, ya sé que no lo era, que la Mar Pequeña estaba, está, en Agadir, pero, de puestos a transmutar, ¿cómo se le ocurre seguir con lo de “Ifni”, manteniendo una toponimia marroquí, y precisamente la del Santón, la del Sidi allí soterrado?

Repito: Si realmente fuese galaico, o se comportase como tal, lo primero que tenía que ocurrírsele era posesionarse, registrar la leira por su nombre prístino, e incorporarla así a sus mapas. En aquella época lo de calificarla como provincia sí que sería admisible, incluso internacionalmente. Acto seguido, así fuese con carretillas, poner a los cristianos y a los moros a transportar tierra para levantar un mínimo de espolón, y asentar pescadores, ¡la pesquera recuperada!, fuesen gallegos o canarios.

Mejor lo hizo su paisano, el también General, el también laureado, don Helí Rolando de Tella y Canto, que se hizo en Lugo, para él y su familia, un soberbio pazo utilizando los presos y las tropas de su propia guarnición. ¡Aquel sí que era gallego!

Lo dicho, que en lugar de caudillo, lo que tuvisteis fue un matarife, ¡un matarife de bayoneta calada, que no callada!

En definitiva, que sólo un pueblo de perdedores, el godo, es capaz de tropezar en la misma piedra, no dos veces sino tres. Veamos y recordemos:

Primero, y a pretexto de una lucha fratricida, recién estrenado el siglo VIII, una de vuestras facciones pidió ayuda a unos vecinos avarientos de mejorar sus tierras, que se encontraban en furiosa expansión demográfica, y por tanto, geográfica, con la fe expansiva, con el gas que les proporcionaba un credo reciente, efervescente, proselitista.

Segundo, que tardasteis siglos en reaccionar, en percataros de que en vuestra península habían arraigado los verdaderos spanois puesto que Spania, o Sbania, llamaron a las tierras ocupadas, que no a las otras, a las del Norte. Y entonces, los vuestros, en lugar de llamarle “Recuperación” a vuestras gestas, os montasteis el término vacuo, impreciso, de “Reconquista”, tal y como si se tratase de reconquistar algo que previamente hubiese sido conquistado por vosotros.

Pero no paró ahí la cosa, pues, en el 36, metidos los godos en otras discusiones fratricidas, a sus fagines no se les ocurrió mejor plan que el de llevar de nuevo a Covadonga, situándolos como carne de cañón ante los dinamiteros de las minas, galaicos en su totalidad, precisamente a los de allí expulsados por sus abuelos. ¡La del 36 esa sí que fue una reconquista, y para más inri vuestro, auspiciada, pagada, estimulada!

De Covadonga al Pardo, como guardia de confianza, de corps que se dice; ¡y para colmo, vestidos de gala! ¡Está visto que vuestra especialidad son los caballos de Troya, pero a la inversa!

Historia, ante el alboroto de los españoles, sublevados con aquellos recordatorios de Si Allal:
-¡Orden en la Sala; que haya orden! No consiento estas leyendas negras, que España no las da blanqueado..., ¡ni con todo el jabón del Quinto Centenario, del que tanto presumieron! No me hagan recordarles aquel dicho, tan popular en el Magreb, de que: ¡Inglaterra paga y pega; Francia pega pero no paga; y España, que no pega, pero tampoco paga! ¡Prosigan, s'il vous plaît!

Zamalloa, que pide la palabra:
-Mi honorable Matrona, que usted también sabe francés...; ¡demasié, para ser neutral! Le pido imparcialidad histórica, pues, si yo hablo en gallego, entonces, cuando me cambie el viento... ¡Ah, entonces...; entonces voy jurar en gabacho, y con eso ya se verá lo dulce que es Francia!

En cuanto a lo de que Inglaterra pagaba..., ¡serán necios! Inglaterra siempre hizo el papel de ayudarle a Marruecos porque así desbloqueaba la presión de España con respecto a nuestro Peñasco!

Historia
-Señorías, no ha lugar para más protestas, pues para reviravientos llegó con la Volubilis de los romanos, que por algo le pusieron así a su colonia africana: ¡la enroscada, la voluble! ¡Tan enroscada y tan voluble, que sólo les duró dos años! ¿Como pretendían los europeos, fuesen ingleses, galos o spanois, convertir África en un criadero permanente de esclavos? ¡Esto es una cuestión climática, queridos amigos!

Pero centrándonos en esta litis, tengan presente que ante la Historia son válidos todos los idiomas; ¡faltaría menos!

Prosiga, don Mariano, aunque lo haga a su modo, a estilo galaico; quiere decirse, en sánscrito!

Zamalloa
-¡Esto es hablar, si Señoría! Pues bien, volviendo al cuento...; ¡al cuento de los agarenos, grandes especialistas en eso, émulos de su Scheherazade! En nuestro Territorio, en aquel enclave que nos fue asignado en resarcimiento de aquellas Pesquerías de Santa Cruz de la Mar Pequeña, entonces, en el Treinta y cuatro, fuimos tan cordialmente recibidos que incluso nos invitó, espléndidamente, ¡a los nisara!, aquel chivani tan mujeriego, Sidi Ben Taki, después de depositar nuestra corona de laurus nobilis mismo al pié del morabito de Ifni, con agua mizziana, y con cuzcuz, sit, manteca, miel, mechoui, djajs, albaida, harira, kebabs, tajine, pan y sukar para el atai... ¡De todo y de lo mejor de cuanto tenían, que ni que estuviésemos en uno de sus ammougars celebrando la fiesta del Aïd al Kebir, la Pascua de Abraham! ¡Ah, que se me olvidaba: De postres, una sesión de haidus!

El Fassi, todo airado, da un puñetazo en la mesa:
-¡Protesto, Señoría! ¡Inevitable...! Aquella corona del Treinta y cuatro fue de espinas, que se la quitaron a un Cristo viejo de los rumies, ¡precisamente al que tenían en Cabo Juby! Como pueden deducir los Jurados de esta evidencia, clarísima e irrefutable, los españoles fueron a Ifni con intención misional...; ¡que se lo digo yo! Fue un abuso de autoridad; ¡de autoridad dominical! No sé si de índole sueva o goda, pero lo que es abuso, si, ¡en cualquiera de los casos! Donde no hubo abuso, ¡que la excepción confirma la regla!, fue por parte del también gallego, ¡vaya invasión de gallegos en su siglo, en el XX!, Monseñor Dorrego Aldegunde, arzobispo de Tanger, con el que llegué a entenderme cordialmente, pues aquel, además de suave, era suevo, por parte de madre. ¡Aquel sí, que predicaba con su propio apellido!

Zamalloa, persignándose:
-También protesto, Señora mía, porque Ifni fue, ¡lo es ante la Historia!, un Territorio de Soberanía. ¡Lo que es dominio, nunca, puesto que nunca llegamos a dominarlo! Este hombre me lía, me desconcierta; ¡es más fanático que el propio Al Mansur, aquel que nos robó las campanas de Santiago!

Historia
-¡Se aceptan esas protestas, las dos! Prosiga, mi General, pero hágalo en términos jurídicos apropiados, sin predicar, que usted no es un francisco, como era el caso de Monseñor Aldegunde, por más que ponga esa cara tan..., ¡seráfica!

Zamalloa
Señoría, yo, allá abajo, prediqué con el ejemplo! Y si no me cree, repare en mis heridas de la guerra de España. Entonces, en las retaguardias de nuestro Movimiento, había inmóviles, había muertos, de cuando en vez, pero lo que es heridos...! ¿Heridos, en nuestra retaguardia...? ¡Nunca, que los tales seguían, y seguían..., hasta dejar de serlo! Pero, a lo que iba: Después de aquella oración en el morabito de Sidi Ifni, común y conjuntamente con los musulmanes por supuesto, aquel Notable fornicador, el Ben Taky, llevó a su aduar, a su Amezdog... (Se interrumpe, reflexivo...) ¿Dije lugar, o aduar? ¡Pues no, de eso nada: un simple lugarcito! Todo Sidi Ifni eran diez cabañas, de adobe para más referencia..., hasta que les llegó la talega española! ¡Como sería de pobre aquel páramo que ni fondouk tenía! De taberna..., ¡u´alo majanduchi! Encima de eso, siempre estuvieron quejosos, ¡aunque lo disimulasen! Siempre, ininterrumpidamente, los treinta y cinco años de nuestra pro..., protec...; ¡prodigalidad, coño!

Fuera de lo que dije que nos ofrecieron, fuera de aquel ágape, con la despensa abierta..., ¡nada, que nada más tenían, salvo piojos! Entonces, ¿eran, o no, una población seiba, sin orden ni concierto, sin soberano ni soberanía? ¡No hace falta ser historiador para reconocerlo así!

¿Estamos en lo que estamos, o reinventamos la Historia? Aquel Territorio, aquel predesierto, nunca fue feudatario de Marraquech; por ende, tampoco lo fue de su derivado, o sea, del Marruecos actual. Tengan presente que la vecina Tiznit, ciudad próxima a nuestra frontera, no fue fundada hasta el año 1882, siendo esto otra evidencia de lo libre e insumiso que fue, que siempre fue, el circundo de nuestro Ifni. Los poblados beréberes (Chleuh, Cheljas) de aquellos contornos fueron ocupados por primera vez durante la..., ¿pacificación?, francesa de los años Treinta. Entonces..., ¡balak! ¡Y cuidado con lo que se dice, que podemos salirnos de la Historia! ¿Para qué reivindicar, mi ingenua España, aquellas pesquerías de Santa Cruz de Mar Pequeña en el Tratado de Tetuán de 1860 cando, de hecho, aún no había moros en la costa ifneña, que ni su Tiznit fundaran? Pero ahora, a estas alturas de la Historia, no voy a ser yo la vox clamantis in deserto!


El Fassi, impasible ante aquellas evidencias que estaba aportando su contrincante.
-Señor, no sea ignorante, que aquellos honores de su desembarco, ¡un desembarco auxiliado por los nativos!, fueron reales; séase, propios de la gentileza y de la realeza de mi gente! Sólo se conceden en señal de bienvenida, lo que no implica acatamiento, vasallaje, o sometimiento. A mayores, después de aquellas honras, digamos que, diplomáticas, supongo que fumarían la pipa de la paz, que en mi imperial Marruecos siempre fué de kif; de kief; quiere decirse, de cannabis índica, cáñamo indio; o sea, hachis acondicionado...! Repare, Señoría, y también el Jurado, que este hidalgo, este spaniol, gallego por más datos, ¡un Gómez, de los Gomá suevos!, es tan soberbio, o más, que el propio Duque de Alba; ¡un Terciario, como aquellos de Flandes!

Zamalloa
-¡Está bien; vale! Llegué a suponer que ibas a decir Terciario Franciscano, y eso si que no, que yo soy modesto...; ¡modesto, pero aguerrido! No soy de esos que ponen las mejillas por cobardía, y después dicen que fue por caridad, por amor! ¡A dónde íbamos? ¡Ah, sí: nos disponíamos a hundir la peseta, la pisita, como decían aquellos ifneños! Se trataba de hundir las monedas sobrantes de aquellas rifadas del Rif, de la década anterior!

El Fassi
-¡A ocupar Ifni, mon General; con tropas de ocupación! Le ruego que use términos precisos, apropiados, históricos..., ¡para no salirnos de madre!

Zamalloa
-¡Querido Professeur, con estas interrupciones nunca llegaremos a la Meca! Acuérdate de tres cosas: De aquellos rifeños, paisanos tuyos, que se pusieron a rifar en el camino de la Meca; ¡uno de ellos aún estará entretenido con los canes! Yo iba, de momento, al Amezdog, que fue el aduar, el núcleo, el origen, como vengo diciendo, de nuestra esplendorosa capital en aquella provincia, que hizo el número cincuenta y uno, todas ellas imperiales, pues, por el Imperio, estábamos yendo cara a Dios, que así nos lo enseñó aquel hijo del Gran Primo, quiero decir, de Primo Rivera!

El Fassi
-¡Lo que va usted es para chivani, (13) mon General! Deduzco que ya no rige pues me amenazó con tres cosas, ¡y sólo se acuerda de una!

Zamalloa
-¡Ya que insistes, y me provocas, tendré que avergonzarte, aquí mismo, delante de la Historia! ¿No es absolutamente cierto que aquellos de tus alumnos que sabían una pisca, aquellos que chapurreaban un español de infinitivos, se presentaban en nuestra Zona, en la Mejaznía de Tetuán, y haciéndose pasar por norteños, se apuntaban, todos, para ir de bóbiles - bóbiles en aquellas peregrinaciones de la Meca, en aquellos barcos fletados por nosotros, por la Alta Comisaría? ¡Ah, tunantes, hijos de...! ¡Hijos de Tarik y de Mussa; y de Munuza..., que vaya trío!

Se detiene en su argumentación porque El Fassi deniega con la cabeza, evasivamente:

-¿Que no? ¡En ese caso te voy a refrescar la memoria! En plena guerra de España, concretamente el Diez de noviembre del treinta y ocho, el Cuartel General de Burgos dio a la Prensa esta noticia tan..., ¡fraterna!

Amistad hispano-musulmana.- El Generalísimo Franco ha dado una nueva prueba del afecto y de la solicitud con que cuida todo lo que a los musulmanes se refiere.- El Alto Comisario en Marruecos, Coronel Beigbeder, que conoce el sentimiento del Caudillo y que desea que los peregrinos musulmanes de Marruecos conserven de este viaje el más grato recuerdo, adoptó las disposiciones pertinentes. El barco puesto por el Caudillo a disposición de los peregrinos es el magnífico trasatlántico Marqués de Comillas. Entre los musulmanes marroquíes ha habido grandes manifestaciones de agradecimiento fervoroso por esta nueva prueba de cariño que el Caudillo de España les ofrece y porque durante la terrible guerra recuerda a sus fieles amigos, cuyo amor por España es inapreciable y eterno.

¿Qué me dices, hermano? ¡Nosotros, en una España rota, hambrienta, con el oro robado por los comunistas, y vosotros, simultáneamente, eructando en el Marqués de Comillas! Ya lo dice la misma palabra: ¡para comer, Comillas! ¡Fue el colmo de nuestra protección, lo nunca visto en un Protectorado!

El Fassi, con aspecto aburrido, desinteresado en aquel giro que iba tomando la polémica:
-¡Necedades! ¡Vaya argumento...! Aquello, además de un farol españolero, de póker, fue un intento de pagarnos las deudas del 36, la sangre vertida en las Asturies a pretexto de unas demagogias imperialistas y desfasadas. ¡Muy político, si señor; y galaico, también! ¡Ridículo, en definitiva; en grado sumo! ¡Apelo a la Historia! Madame, ¿es, o no es cierto, que en 1936, sin la numerosidad y la efectividad, el miedo que inspiraban aquellas tropas reclutadas en Marruecos, en su mayoría arrancadas a la pobreza, a la esterilidad del Rif, por mucho que le ayudasen Hitler y Mussolini, Franco, ¡ese hombre, que no ese dios!, no hubiese controlado Andalucía, y mucho menos Asturias? ¡Nos debéis cuarenta años de dictadura, que ya es deuda!

Con esto dicho, me voy a tomar el atai con los colonizadores del Aaiún, con los marroquíes allí infiltrados, trasladados, asentados, ¡que se lo tengo merecido!

Zamalloa
-¡Espera un momento, Professeur, que no terminé con mi lección, con tu lección! Sólo entiendes de las cosas de un estómago no siempre agradecido! Hermano, nosotros tenemos cuenta y razón de todo esto, aquí mismo, en estos archivos, en los Rationabus de la Historia. Te recuerdo, de paso, que el Cinco de diciembre del mismo treinta y ocho, Franco, aquel señor de la Baraka, aquel Magnífico, franqueándose de nuevo, agasajó con diez mil carneros a los ídem de tu Marruecos, que así dio pruebas, por enésima vez, de su gran afecto por los musulmanes del Norte, por aquellos rifeños arrepentidos de sus traiciones bloqueras, quiero decir, las de aquellos blocaos que tan ardorosamente defendieron, en este vaivén de la Historia, en Asturias y en otros lugares, la causa de España, ¡una España más que protectora, maternal!

¿Fue una carnerada, no? Pues otro si digo, que de esos diez mil carneros, muchos de ellos se criaron en la verde Galicia, ¡en la mía!, y así los llevó el diablo, que fueron para que celebraseis la Pascua, la vuestra..., ¡una Pascua de infieles! Todo eso en vísperas de la nuestra, que la pasamos, en consecuencia, a traspaso, con caldo de nabizas, ¡y nabos hubiese, que se precisaban para mantener los mulos de nuestra artillería de montaña!

El Fassi
-¡No teníais...; eso, chorizos; chafarinas o chanfainas?

Zamalloa
Jalufo hubiese! Pero más queda por decir, más, que si venimos a tiempos próximos, ahí te va otra de aquel afecto. ¡Lo diré bajito, a la oreja, para que no se decaten los etarras! ¿No es igualmente cierto que aquellos guatanes de Ifni se acogían a nuestra Tesorería, cobrando como profesores coránicos, en unas medersas improvisadas, y acreditados precisamente por tus diplomas, cando de lo que realmente se trataba era de terroristas huidos de la Zona Francesa y atenidos, acogidos, a nuestro sagrado, al Ifni? ¿Es, o no es; es cierto, es histórico? Como ves, mi viejo, lo que es para viejo vas tú, querido paisa, que ni ves ni oyes..., ¡cuando te conviene! (En un Aparte: ¡Igual, igualito que nuestro Difuntito!)

El Fassi
-Todo eso, hoy, es agua, agua mizziana, al-ma-luz; eso sí, buena para beber; un balde de lluvia..., ¡caída en tiempo pasado!

Zamalloa
-¡No, hombre, que es sarabia, sarabia norteña, para que percibáis que se trata de una tormenta injusta! En cuanto a la generosidad del coronel Capaz te recuerdo que correspondió con largueza a las atenciones del Ben Taki, del Xerrari, del Tahar..., de todos ellos..., abriéndoles, volcándoles, la Caja de los reptiles. ¡Todos los reptiles de su Regimiento!

El Fassi
-¡Cosa más nefanda...! ¿Y usted tiene la cara, el atrevimiento, de decírmelo? ¿Reptiles? ¡Camaleones, que eso sois, que aún bien no bajasteis de los brazos de aquellos remeros, los de los cárabos, en la playa de Ifni, y ya estabais ojeando para las siete mujeres del Ben Taki...! Estoy informado de eso, de eso y de otras picardías españolas, de todos los tiempos. ¡Faltaría menos, con lo leal que fue mi gente, Aït Baamaranís incluidos!

Zamalloa
-¡Parece mentira que presumas de Profesor...! ¡Tu ciencia es bien corta! Debieras saber que el término reptiles es un eufemismo empleado para referirse a las economías de escala, aquellas que se hacían con las sobras de los presupuestos, de la munición de boca, los permisos indefinidos..., ¡para gastos extraoficiales! ¡Simples barullos cuarteleros, pequeñas sisas! Se hacía así para cubrir ciertos compromisos ajenos al gasto oficial debido a que aún no inventaran esos de Hacienda el Capítulo de los Fondos Reservados... ¿Lo entiendes, Professeur?

Aquellos reptiles fueron un aperitivo para tus caimanes..., ¡mientras no llegase la talega de España! ¿Lo capiscas, Magnífico Rector?

El Fassi
-¡Ahí lo tiene, Señoría, que ellos mismos lo reconocen! Cuando aquello de la..., ¿ocupación?, sobornaron a cuatro traidores, a los que dieron, ¡a los que disteis!, la calificación de Notables; para disimular, por supuesto, ya que en el fondo eran tan caciques como los de América, o los de tu Península, ¡Portugal incluido!

Zamalloa, que se enfurece de nuevo, hecho un Marte:
-¡Protesto, y mucho; protesto por todo, y que lleven mi letra al Notario!

Historia
-Se admite esa protesta ya que Portugal es ajeno al presente Juicio. Por los pecados de Portugal ya pagó su tributo, por ante mí, por ante la Historia, que yo sí que soy el Notario Mayor del Reino, en 1578, en la Batalla de los tres Reyes, aquel Don Sebastiâo. ¡Otro Silvestre...; un eterno desaparecido! Ya saben a quién me refiero, a El Rei del Ksar El Kebir. ¡Prosiga, mon Gènèral, que en este plan, en vez del Cincuentenario de un follón lo que celebraremos será el Centenario!

Zamalloa
-Como iba diciendo, mi colega Capaz estuvo en Ifni cuando lo de la Ocupación, en el Treinta y cuatro... ¡Perdón si me visto con plumas ajenas y digo, utilizando los conceptos de este eximio Professeur, Recuperación, que no Ocupación, de nuestra Santa Cruz de la Mar Pequeña...! Casi que solo, Capaz, digo, ¡ocho días! Con dos docenas de séquito y cincuenta huevos..., ¡pero se contuvo, y contuvo, sin escaramuzas ni violaciones, pues si alguna fiesta hubo, de común acuerdo lo fueron!

El Fassi
-¡Claro, clarísimo, Señoría! Repare en lo que le repliqué...; ¡si, Señoría, aquello del talego...! Este gallego retranquero le dio la vuelta por el forro; ¡y ahora nos sale con el eufemismo de que era un saquito!


Zamalloa
-¡Séquito, mon Professeur! ¿O chocheas? No hubo tal soborno sino la clásica generosidad española. El resto de los presentes les llegarían en el cañonero Dato, que por cierto se demoró únicamente porque no encontraban la Carta náutica de nuestra Mar Pequeña, ¡ni con lupa! El Dato telegrafió a Madrid, a las 5 horas, a. m., del 12 de Abril, para informarles que navegaba con rumbo a Ifni; así que, entretanto, Capaz seguía por allí, avizorando en el cantil, en aquel Al acant, ¡por si aparecía el barco de la logística...! ¡Con los presentes, Monsieur; con los presentes! Aquella incomunicación de los Aït Baamaranís era total pues en Ifni, en el Treinta y cuatro, no había radios de contrabando, ¡ni siquiera de galena!

El Fassi, hablando solo:
-¡Estos gallegos, que siempre le dan la vuelta al globo: Si no encuentran especias por el Este, las buscan al Poniente, así sea en un Cipango imaginario! Incluso consiguieron que nuestro Al Mansour les retornase aquellas campanas de Compostela...! ¡Malditos, con lo que pesaban!

Se dirige a Zamalloa:
-¿No será más cierto, señor Defensor, que aquel cañonero, el tal Dato, llevase material bélico, tal que cañones y profilácticos? Supongo que sí, que por llevar, llevaría tropas adiestradas en nuestro Rif; sables de caballería y cigarros, cigarrosseñoritas” de Coruña... ¡Ah, y también mataquintos, de aquellos del Mallorquí, aquel de los aviones italianos, aquel amigo de su Franco! Por si fuese poca aquella intoxicación, aquella lacra, también llevaron enfermedades sexuales, secretas, a las que llamaban, eufemísticamente, mal africano. ¡Hipócritas! ¡Lo traían ellos, heredado de sus andanzas a través de la Galia, pues “gálico” era su nombre, el verdadero!  Por la Galia anduvieron, con su Duque, camino de aquellas bajezas, en los Países Bajos... Metralla suficiente para ocupar los aduares del Interior, séase, de los Ait Ijelf, de los Ait Ennus, Ait Assa, Ait Abdalah, Ait el Joms, Sbuia, Mesti... Suficiente para contaminar el Territorio; ¡todo, entero! ¿No se hizo aquella Ocupación a pretexto de pescar en la Mar Pequeña, frente al Fuerte de la Ventura? ¡Eso es lo sabido y lo admitido! Luego, ¿iban poner su pesquería en el interior, por ejemplo, en Tiguisit, o en Tiliuin, a treinta quilómetros de la costa? ¡Claro, tiene su lógica: los godos adoran las parameras, pero rehúsan las abluciones!

Zamalloa, explicativo, profesoral:
-Los godos no lo sé, que yo provengo de suevos, que mi “Gómez”, Gómez Zamalloa, procede, deriva, de “Gomá”, insisto, un nombre distinguido y bastante usual entre los führers, entre los caudillos germanos. Según su “Ben”, o “Beni”, indica filiación, así pasa con mi patronímico. Pero a lo que íbamos: La ocupación..., perdón, ¡la recuperación! del enclave de Ifni se acordara con Francia, que bastante engañaron aquellos gabachos a nuestro León y Castillo manipulando los planos de África pues Santa Cruz de Mar Pequeña, la histórica, la Mar de Diego García de Herrera, era, estaba, en el feraz Agadir, en el A Gader de las huertas, en ese celeiro de las searas! Sólo hay que darse una vuelta por allí, in situ que se dice, y quien no confunda el verdín de las huertas con el verde de los tapetes de juego de ese Agadir, comprobará y cotejará, pues en las huertas de Ifni solo se dan los arganes, las chumberas, el henequén, el ricino...! ¡Porca miseria!

El Fassi, irónico, a cada momento, más:
-¡Hombre, qué bien! ¿De qué se quejan si incluso tuvieron ricino en su Ifni; su ansiado ricino, aquel depurativo tan usado por los Camisas Viejas, por los viejos Falangistas, para depurar los rojos de la España roja? ¡A cada cual lo que se merece!

Zamalloa, colérico:
-¡Señoría, protesto! El ricino es más apropiado para este chupóptero, ¡un Professeur harto y barrigudo en un país esmirriado, casi una Abisinia!

El Fassi, echándose las manos a la cabeza en ademán de escandalizarse:
-¡Otra vez pido un respeto! Señoría, o acalla a este pseudocalifa galaico, o le arreo yo mismo con una de aquellas tizonas que usaba su Mío Cid! Ley del Talión: ¡Ojo por ojo y diente por diente! ¡Le voy a pinchar en el propio pecho, y tanto, que incluso sangrará su laureada!

Historia, que se pone grave:
-Se acepta esta reconvención, pero si vuelven a las injurias, ordenaré que consten en Acta..., ¡por si tenemos que deducir Sumarios para encausar a los Defensores! ¡Lo dije, y lo sostengo!

Zamalloa
-Yo prosigo, pues con la Historia no quiero bromas. En aquel año, en el 39, el hecho de que siguiese militarizada la mayor parte de la población de Ifni les proporcionó a los nativos substanciosos ingresos, y un subsiguiente, inmediato, progresivo, despegue urbano. Por consiguiente...

El Fassi, interrumpiendo:
-¡Señoría, permítame otra cuestión, que este gallego habla de la feria según y cómo le fue en ella! Saltó al Treinta y nueve omitiendo que en el Treinta y Seis, cuando su Alzamiento, que no Movimiento, la leva de quintos en Ifni fue general; importantísima y básica para el triunfo de aquellos levantiscos. Sólo dejaron en el Territorio a los chivanis, a las mujeres y a los niños, cargando, unos y otros, con sus pellejos del al-ma-luz. ¿No se entera de lo productiva que es Asturias de un tiempo a esta parte? Pues eso, que la sangre de los musulmanes da una vegetación verdinegra... ¡Es por la sabia que tenemos, por la sabia que aportamos; por la sangre que les dejamos, propia y ajena!

Zamalloa
-¿Señoría, se entera, como dice el Fassi, de que estaba yo en el uso de la palabra? Me disponía a explicar la procedencia de aquellos ingresos tan substanciosos, que les transfirió la generosa España... ¡Eso de las Asturias, es otra impertinencia; fue un tiro falso, a córner!

Historia
-Prosiga, General, pero no se detengan en menudencias, que están alargando este Proceso. ¡Esto no es la O.N.U.!

Zamalloa
-Señoría, acaba de darme el hilo, el hilo y los puntos, que precisamente de la O.N.U., y de los U.S.A. es de lo que quería hablarle, que esos tales sí que tenían que estar aquí, en este banco, por rifantes! Cuando nuestro Caudillo se puso a la cabeza de su Gloriosa Cruzada, con el único voto en contra de aquel chivani, el tal Cabanellas...

El Fassi, que se echa las manos a la cabeza:
-¡Hay que ver! Ahora estamos hablando de la Cruzada, y antes dijo que en Ifni siempre hubiera un respeto religioso... ¡Estos hijos de Isabel de Castilla...! ¡Ah, si Boabdil no fuese un llorón...! De propósito: ¿sabrían decirme qué influyó más en el africanismo de los españoles, aquel Testamento de su Reina, las nostalgias de su Imperio, del americano, o aquellos abonos dobles, aquel Plus de Residencia, y los cargos que les daban a su regreso a Madrid? ¡Por sus chapatorias, por sus experiencias colonizadoras, supongo!

Zamalloa, ignorando aquella pregunta pérfida:
-¡Hermano de Muhammad! La Cruzada de la que estoy hablando es la que tuvimos contra los infieles de las Españas, aquellos comunistas que sólo creían en Moscú, en su Moscova..., ¡y como no moscaban, los hicimos moscar, nosotros, la España Nacional, en Marzo del Treinta y nueve, con sólo tres años de contienda!

El Fassi, pletórico de ironía:
-Excusé moi! Je comprends, je comprends!

Zamalloa, hablando para sí mismo:
-¡Ah, pillastre; este gabacho me lo dice en francés! ¿Será para que no me entere de que está pidiendo disculpas!

El Fassi
-Lo que tendría que decirte, y precisamente en francés, es algo que ignora media España: Por el año 1925 los políticos spanois estaban hasta el gorro de mandar quintos para África..., ¡que de Marruecos volvían mutilados, mientras los emigrantes de Cuba tornaban ricos...! Pero se daba la circunstancia de que Francia deseaba encomendaros el control rifeño, haceros cargar con el muerto de un territorio malévolo y levantisco, así que no se le ocurrió mejor cosa que ayudaros a vencer al temido Abdelkrim! Después de esa conveniencia, la siguiente era despreocuparse de aquel Sur predesértico..., ¡endosándoos la momia de Ifni, Tarfaia, y todo eso! ¿Si fuese útil y productivo, os lo daría, os lo consentiría, facilitaría Francia vuestro asentamiento?

Zamalloa, que no le presta mayor atención, intenta cambiar de tema dirigiéndose al Tribunal:
-En el Banderín de Enganche de nuestra Cruzada se apuntaron todos los beréberes, todos los árabes, todos los almohades y todos los benimerines del Magreb. ¡Qué sé yo; muchos, a hecho; todos los de Alá y todos los de allá! Pero fue, aparte del flush, porque querían subir a Covadonga para vengarse de los osos; ¡y también de los Pelayos...! En aquella ocasión no fue con ellos El Fassi…, porque aún llevaba pololos!

El Fassi, que sigue irónico, burlesco:
-¡No tal, no es así, que en España también había Flechas; flechas y, sobre todo, Margaritas. ¡Oh, sí, unas Margaritas tersas, duras como cuernos, exuberantes, de auténtica vaca lechera!

Zamalloa
-¡Señoría! O pone orden al extremista del Istiqlal, o de lo contrario déjeme llamarle aquello de, Es-selam-aliqum! Ya sé, ya, que no significa lo que parece indicar, así, de oído, pero mis soldados mucho se tienen divertido con la fonética de esta frase. ¡Menudo ejército de asesores, de badulaques, de moros zarrapastrosos, aquel que tuvimos que pagar, nosotros, en el Treinta e seis, e de ahí en adelante, ¡por días de vida!, mientras que los soldaditos españoles, después de tomar las crestas asturianas, recuperaban, en aquellos riscos, los casquillos de las balas! Pues bien, estos balas perdidas, ¡los tuyos!, estos djenuns, estos pobres diablos del Aït Ba Amram..., andaban mirándoles la boca a los rojos, para liberarlos de su dentamia, para extraerles el oro, de baraka-lofik!

El Fassi
-Esa es una calumnia flagrante, propia de infieles... Su Excelencia se olvida de que nosotros, los arábigos, culturizamos Occidente, irradiando en todo tiempo y lugar, mayormente desde Toledo y desde Córdoba, la Gran Sultana, aquella Muslime espléndida, calurosa!

Zamalloa
-¿Irradiando...? ¿No sería rascando, rascando el muslamen...?

El Fassi
-Palabras necias..., ¡ya sabe! Pero, a lo que íbamos: ¿No querrían que les mirásemos la boca a les vaques de Trubia para ver si estaban de canteiros? Recuerde que en las montañas de Asturias se fueron con Alá, lo menos, lo menos, cuatro de cada diez de los nuestros, de los de por acá. Tantos, y tan juntos, que entonces, aquí Arriba, en este paraíso de los luceros, se agotaron las huríes, ¡absolutamente todas! Y menos mal que en este clima, en este Edén celestial, se crían en seguida, ¡como los hongos en la humedad de su Galicia!

Mientras, en aquellos tiempos, los suyos, ¿qué? Los suyos, por entonces, que lo sé bien sabido, andaban de baranda, por las verdes cumbres, haciendo que lindaven les vaques, pero lo que hacían, de hecho, era ligar las vaqueiras..., en aquellos Pajares del heno! Por algo dicen en las Asturies eso de, primos hermanos...; ¡refiriéndose a los gallegos, naturalmente!

Zamalloa, teimudo:
-Mi viejo, retornemos al Treinta y nueve. Por aquel entonces, vencido, captivo y desarmado, el ejército rojo, con el oro y con la plata en Moscova, y con los recibos de la misma en la faldriquera del Canario, aquel primo vuestro, aquel Negrín, nos vimos negros para sostener los Protectorados; ¡y más aún para mantener los sargentos moros, que había un millar de ellos en las nóminas de España! ¡Un millar, que se dice pronto!

El Fassi
-¿Dijo, Protectorados; en plural? No recuerdo que le llamasen así al de Ifni, sino, y con toda fachenda, ¡Territorio de Soberanía! Por eso, precisamente por eso, para chafarles la soberanía, he promovido, yo, yo mismo, en el repetido Cincuenta y siete, aquel Ejército de Liberación..., ¡para liberarlos de sus responsabilidades..., históricas!

Zamalloa, que está que brama, incontinente:
-¿Cómo te atreves, osado...?

El Fassi
-¡Si, señor, que incluso en la semántica hemos copiado de ustedes! ¿O no es cierto que le llamaron Guerra de Liberación a la suya, a la incivil? ¡Estos de ahora son más pícaros que el Lazarillo de Tormes, y eso que le tienen de prototipo!

Historia
-¡Aténganse a los hechos, particularmente usted, Si Al-lal! Y no me venga con operaciones de divergencia, que si eso es admisible, a veces, o por lo menos disculpable, en un estratega, aquí, en un Profesor, como es su caso, no debiera serlo; ¡nunca! La dialéctica tortuosa o torticera no es rentable por ante mí, ¡por ante la Historia!

El Fassi
-¡Señoría, excusez moi, que también he sido un estratega, aunque auxiliado por el Capitán de las S.S., Herr Hans. ¿Le parece poca estrategia aquello de planificar el 23-N sin que ningún español lo descubriese, con la listeza de que presumen, y con lo bien que pagaban a sus espías? La dicotomía es esta: O el Servicio Secreto de España, aquel Servicio de Información inventado precisamente por el Almirante Carrero Blanco, veraneaba, en Noviembre del Cincuenta y siete, por ejemplo, en la Côte d'Azur, ¡mientras había moros en la suya!, o..., ¡o es que he sido más listo que un Sultán!

Zamalloa
-Lo que es a Sultán no llegaste, pero no por falta de ganas...! Lo siento por Su Majestad, por tu Mohamed V, que bien jugado anduvo contigo, que las jugabas todas, y todas a un tiempo: al populismo comunista, y también a la lealtad alauita. ¡Viejo rifeño, camaleón del Atlas! Por algo en mi tierra, en mi Galicia, de siempre se les llamó rifeños a los malos vecinos, a los túzaros!

El Fassi, desaforado:
-¡Pero qué injuria...! ¡Señoría, protesto; y va por la enésima...!

Historia
-¡Tiene razón; toda! Así que, nueva amonestación para los españoles. ¡Y que conste en Acta! ¿No escarmentáis? ¡Os sobra baraka, y os falta prudencia! Siquiera ya os lo decían aquellos rifeños de los tiempos del Teniente Ramón Franco, aquello de, ¡Españoles no saber manera: siempre de moras, y entremientres, el moro apuntándoles con fusila...! ¡No, no es eso; no es así!

Zamalloa, recordando, evocativo:
-Después de nuestra guerra se generalizó, se multiplicó, el esfuerzo español en esta África norteña, de siempre estéril e ingrata... ¿Cabe algo más fraterno, pongo por caso, que la Sociedad Anónima Hispano-Africana de Reconocimiento del Atlántico, también conocida por SAHARA, que para mejor reconocer su función atlántica incluso tenía una lancha de remos, eso que llaman un cárabo?

El Fassi
-¡Señoría! Les ruego a los taquígrafos que pongan su mejor atención para que nada se les escape, pues tengo el presentimiento de que estamos a punto de entrar en una auditoria de las grandes empresas, españolas por supuesto. ¡Ya verá, Señoría, ya verá qué gestas aparecen por estos contornos, entre otras, aquellas de, Gracias, Manolo, que se las daban a Arburúa por sus licencias de importación…, graciables!

Zamalloa
-Marraste, Professeur, que la cosa no va de xestas sino de toxos, de tojos arnais! Quería referirme a las grandes empresas de Ifni, tal que Barber Hermanos, que es precisamente un apellido de origen Bérber, barbero; luego estaban Elejabeitia, Raimundo Vázquez, ¡gallego por cierto!, Explotaciones Agropecuarias Africanas...; y tantas otras, que sin ellas, la Capital , Sidi Ifni, seguiría siendo un simple morabito, el de aquel Sidi, malamente entornado por los diez chamizos de su Amezdog.

La iniciativa privada, la nuestra, la española, nos secundó positivamente en aquel esfuerzo territorial, ¡que lo cortés no quita lo valiente!

El Fassi, mordaz:
-En el concepto secundar estoy de acuerdo, que no tengo dudas de que esta cosa va de segundones; ¡y tanto que si! Después está que, en buenas matemáticas, segundo de segundo, cuarto es; ¡menos que tercero! ¿Lo entiende, mon Martiño, mi santo de la capa compartida?

Zamalloa
-¿Me cambiaste el nombre? ¡Pues lo tengo bien sonoro: Para los íntimos, don Mariano; y para los moros, como aquel que cerraba España..., Iago!

El Fassi
-¡Hay que ver cómo son estos guerreros! Marte, para tus antepasados, para los gallaécicos, era el dios de la guerra, hijo de Júpiter y de Juno. ¿Lo sabías? Está visto: desde que nos fuimos, nosotros, de nuestro Toledo, eso de las Spanias..., ¡salvado es, que no harina!

Zamalloa
-Déjate de andrómenas, y vayamos al fondo de la litis: Hablando de las ganancias que os dimos en aquellos años de tanta penuria, ¡mundial!, tendré que recordarte, por ejemplo, como aquellos camelleros, ¡los de tus camellos, ya me entiendes!, recibieron importantes cuotas, o vales, con los que retiraban de nuestros almacenes aquellos bidones de ciento ochenta y ocho kilos, de aceite de oliva, ¡refinado!, que los arrojaban por aquellas laderas fronterizas con la Zona francesa. ¡Estraperlo de Estado, que os fue transferido, mientras los españoles de aquellos tiempos cocinábamos con manteca de jalufo! ¿Qué hacías tú, a tal momento, para no enterarte de eso? Ya lo sé: Ifni te caía de costas, de lado, pues estabas mirando a la Meca..., ¡a verlas venir!

El Fassi
-En cuanto al jalufo, bien sabe aquí Su Excelencia que no les servía para engrasar en el Magreb aquellos ejes de su espionaje, del francófono, ¡que en vez de espiarnos a nosotros espiaban a sus socios! Y no me haga entrar en aquellos secretos de Estado, algunos de ellos compartidos conmigo, aquellas putadas que les hicimos; mejor dicho, que les hicieron ustedes a sus amigos los franceses. Si, Vds., a los franceses, a sus propios socios en la colonización afra. ¿Lo quiere entender? ¡Sí que lo entiende, sí; tanto usted como sus sucesores en España, que bien se lo recordó Francia acogiendo con el mismo amor a vuestros etarras, y eso durante lustros!

Zamalloa
-Ahora que me lo recuerdas, hablando de la Francia de tus amores: En la de Vichy no se ocuparon, ni poco ni mucho, de tu zona, ¡precisamente de la francesa! Aquella fue la gran ocasión de España, que se pudo hacer con el dominio de todos los Magrebs, pero Franco, un caballero sin tacha, fue neutral, que incluso desairó aquella oferta del propio Hitler...! ¿Lo recuerdas, sabio historiador?

El Fassi
-¿Lo fue? Pero, ¿con qué herramientas iban a ocuparse de la vecina, pero no pacífica, Zona Francesa? ¿Con cuatro máussers, viejos, añascados; y luego aquel asunto tan feo de su ocupación de un Tánger internacional e internacionalizado...! Tan ingenuos fueron, que incluso se hicieron ilusiones de que Hitler les consentiría anexionarse el Marruecos Francés, entero, con sus linderos, con su limes. ¡Media África; y de paso, Gibraltar! Aquello era para que comulgasen con la Roca, ¡ya que solían hacerlo con las piedras de sus molinos manchegos! ¡Pobrecillos, si hasta lo sabe aquí doña Historia, esta reina de los arcanos, que llegasteis tarde a Hendaya porque ninguna de vuestras locomotoras cogía presión, y eso que engancharon tres o cuatro, simultáneas! Mucho se cabreó entonces, aguardando a pié firme, en aquel andén húmedo, que lo midió cien veces aquel bigote de mico, el tal Hitler…

Zamalloa
-Esa versión no resiste un análisis histórico... Si llegamos tarde a Hendaya fue por..., por cálculo gallego, para demostrarle al Fhürer que la gente importante se hace esperar, pues si él era un fhürer de esa Alemania de los alemanes, nuestro Carlos V, aquel que fue a Coruña a buscar la pasta para su propia coronación, ya lo era antes, ¡hace más de cuatro siglos!

El Fassi
-Tan importante, tan ridículo fue aquello, que en el famoso tren fuisteis haciendo la comanda del Zoco para ver que les podíais hurtar, sisar, escamotear, a los alemanes: ¡Quilitos de esto, litros de aquello...! Pero la logística de la Alemania nazi tenía que llenar las neveras del invierno ruso. ¿Sabes que os contestaron? ¡Qué vais a saber si por entonces aún no fueran los obreros gallegos aprender su alemán, que eso fue...; ya lo tengo, en la emigración de los Sesenta/setenta! Me lo contó el propio Hans, exactamente en Noviembre del 57...

¡Lo lógico, dadas las circunstancias! Según nuestros Económetras, -os dijo Ribbentrop, en persona-, no es que os falte harina sino que toda España, una, grande, y libre..., ¡está vacía! ¡Es salvado, cáscara de molienda, ruina absoluta! Y sobre eso, como abono infecto, un millón de muertos...

Aturdido, Serrano Suñer le respondió al tun-tun: -Ja, mein Herr. ¡Que no, no señor, que sólo fue medio millón, que los otros son desaparecidos; o desaparecidos o expatriados!

Ribbentrop, que se tronchaba a reír, no aguantó más parvadas, y le gritó a la oreja: ¡Un millón de muertos..., de hambre, entre preagónicos y tuberculosos, Herr Cuñadísimo!

En aquella situación, con las deudas pendientes, les enviasteis una división de mendigos, encapuchados con aquellas mantas de campaña sobrantes de las guerras de África; borra de algodón que olía a ratas y a vomiteras, para ser exactos! Y menos mal que también os dijo el alemán que les darían rusas a los sorchis, ¡en cantidad! Rusas, por si lo ignoras, son, eran, aquellas zamarras con pasadores de madera en lugar de botones, ¡casacas de cosacos! Pero como del alemán sólo sabéis decir, ja, mein Herr!, que lo usáis, en vuestra ignorancia, incluso para negar, para rehusar, pues eso le contestaron los tuyos, ¡y con eso os tomó la palabra!

Zamalloa
-No, que no es correcto, que yo estuve por allá, entonces, con la Azul, ¡y no precisamente robando iconos...! Si no contuviésemos en aquella ocasión a Stalin, aquel Yugachvili de la tierra arrasada, aquel Hijo de la Gran Matriusca, se hubiese papado media cristiandad; y de sobremesa engulliría al Islam, todo, entero, mezquitas y medersas incluidas. Aquellas heroicidades, las nuestras, aquellas de los campos de Checow, sólo pueden compararse con las de Carlos Martel, aquel Señor de los Poitiers; ¿entiendes?

El Fassi
-No, no fue ético que colaboraseis con Hitler, un criminal, un loco, un avasallador de pueblos... ¡Impropio de la prudencia galaica!

Zamalloa
Mon Professeur, tu enseñarás lo que quieras, pero lo que es Ética, nada, cero! Acuérdate de como atacasteis en Ifni, donde había una población civil, mayormente canarios y gallegos. Canarios de pura cepa, guanches puros, y gallegos auténticos, de los del nabo de Lugo. ¡Los mejores! Y para más inri, de noche, ¡sin declaración de guerra! En la División Azul sí que dimos la cara, la cara y también el culo, que bien que reptamos por aquella nieve, tan blanca y tan limpia que por donde pasábamos sólo quedaba un reguero con los colores de nuestra bandera...

El Fassi
-¡Gráfico, si señor; mucho, que por fin concordamos en algo! Bien sé lo de aquel rastro: Dos franjas de sangre, con algo de morapio, de aquel de Valdavia... En canto al walda, al amarillo..., también lo tengo: procedía de la bilis española, de vuestra impotencia frente a las astucias y al tesón de aquel hombre de acero, el Yugachvili; para el vulgo, Stalin.

Zamalloa
-¡Tu sí que estás bilioso, pero a fuerza de ayunos...! Volveremos al tema cuando se ventilen las responsabilidades de tu Mohamed V, pero ahora tornemos a Ifni, que estas maniobras de dispersión por las estepas rusas son un truco dialéctico, uno de los muchos de este inefable Si Allal. Según te iba diciendo, cuál no sería nuestro dispendio, en Ifni, que, por ejemplo, estando los míos con las Regiones Devastadas, ya les hicimos, a los tuyos, en Sidi Ifni, aquellas aceras; entre otras, las que circundaban las casas del traidor Boaida, ¡tu futuro y flamante Gobernador de Tarfaya!

Roma nunca pagó a los traidores, pero, ¿España? ¡España incluso les dio anticipos! Si fueseis bien nacidos, que de bien nacidos es ser agradecidos, de vuestros colonizadores tendríais que decir, con Camöens, ¡Alta geraçâo, ínclitos infantes! Añadiendo, por comparación: ¡Oh ínclito Caudillo, franco y gallego a la vez, qué pupilos tan felones estos que amamantaste con tu flus, con el dinero español!

Después de un aliento, prosigue, con los ojos en alto, visiblemente emocionado:
-¡Oh, Ifni, mi provincia malograda, cuantos siglos de esterilidad magrebí fecundados en treinta y cinco años de presencia española, quince campañas, coloniales incluidas!

El Fassi
-¡Alto ahí, mon Général, que con esa fogosidad oratoria, se le escapan las verdades! Mas, para mí, lo debí dejar aupado en sus grandilocuencias, mi señor Don Mariano, Ex-Gobernador General de ¿su? África Occidental. Pero le voy a rebajar los humos: ¿Se acuerda de cómo se quedaron de fláccidos aquellos miembros de su..., de su séquito? ¡Más que con los huevos de aquella tortilla que los franquistas le ofrecieron al Dictador, a Primo de Rivera, en cierta ocasión...! ¡Veinte mil miembros fláccidos, veinte mil sobres de su Pagaduría, que se dice pronto! Acuérdese de aquel Plus...; si, aquello del ciento cincuenta por ciento en carácter de Plus de Residencia...; ¡de Residencia principesca!

Zamalloa
-España pudo, pudo y quiso, premiar nuestra dedicación, la de los Mandos Territoriales, que por algo estuvimos allí destinados, a las duras y a las maduras, escogidos por la Presidencia del Gobierno, ¡la flor y la nata de nuestra hidalguía!

El Fassi, con sorna:
-¿Gallegos, gallegos incluidos? ¡Estos llegan a las antípodas, que vaya proliferación...!

Zamalloa
-¿Y quién, si no; donde es que los hay mejores? Las avanzadas civilizadoras, siempre y de siempre, se hicieron con gallegos..., ¡desde Augusto, pasando por el Adelantado Fernández de Lugo!

El Fassi, que se troncha de risa:
-¡Veinte, veinte mil sobres, veinte mil bolsas vacías..., sin contar los escrotos! ¡Eso es mucha flaccidez, como para que usted venga presumiendo de su nabo, del de Lugo! ¡Muchos cestos y pocos huevos!

Zamalloa
-¡Eh, escuche, óigame un momentito, que España nunca colonizó por el huevo, que siempre lo hizo por el fuero! ¿Se entera, mon Professeur?

El Fassi
-¡Ah, mon Général, eso no, que España impuso sus fueros, de siempre y siempre, mayormente en las Colonias, a puro güevo! Desde Colón, aquel experto en ponerlos de pié, aquel que discurrió que la tierra era redonda, pero le salió ovalada, que entre su Fisterre y el Cipango lo que había era un promontorio ovoide, el de las otras Indias! ¡Oh, , , mi Zamalloa, cuanta tortilla podríamos hacer con aquellos huevos a poco que le diésemos al percutor de nuestras fusilas, pero nos pasamos de prudentes, con la prudencia de Alá, que no permite guerras ofensivas!

Historia, que comenta con los Historiadores, con los Secretarios:
-Eso de colonizar a puro güevo no nos parece tan grave; también Roma tenía ese estilo, y quedó bien vista por ante mí, por ante la Historia!

Zamalloa, que aplaude, complacido:
-¡Claro que si, Gran Señora! El ánimo se me exulta de gozo por las glorias del deber cumplido, por las de los trescientos héroes muertos, entonces, en aquellas acciones de guerra, en pura acción de guerra. Además de los errores de nuestros topógrafos al señalar los campos de las minas propias; ¡esto además! Y ya no hablemos de los desaparecidos, de los no localizados... Luego están los quinientos heridos, que sin un quejido resistieron la infección de vuestra vil metralla! Estos laureles, los españoles, son inmarcesibles, mi Señora, y ahora no pueden arrancarlos de Ifni porque, al desaparecer la niebla de la censura, en España los grabó la imprenta, tal que está pasando en este Juicio Histórico! Ifni se entregó con honor... ¡Qué otra cosa haría un gallego! Se entregó después de diez victorias y ninguna derrota, que lo vuestro siempre fue un simple paqueo... ¡Si, un paqueo, aquello tan rifeño del pac-co, pac-co…, por detrás de los arganes!

Se entregó, que no tengo ningún recelo en decirlo, sólo y tan sólo bajo la presión política de aquellos tecnócratas enchufados en las Secretarías de los Estados... ¿Cómo se dice...?

El Fassi
-¡De momento, Unidos! ¿O es que ya no te acuerdas de aquellos amigos de tus amigos, de aquellos Secretarios tan amigos de complacer a sus amigos, con tal de que hubiese ganancias político-económicas de por medio? Por cierto, que aún no hemos discutido si lo de Ifni debe constar en las actas Históricas como “cesión”, o como “retrocesión”.

Si lo presentáis como “cesión”, será reconocer que fue una cobardía vuestra, una flaqueza vuestra, arriar vuestra bandera; la derrota de un imperio ya en declive ante cuatro desharrapados incontrolados, aquellas mesnadas que os atacaron en la noche del 23 al 24 de Noviembre de vuestro Año de Gracia 1957.

Si fea es una “cesión” cobarde, no lo es menos una “retrocesión”, ¡puesto que sólo se retrocede lo ilícitamente poseído! ¡En todo caso, caput, nene!

Los españoles, en particular los sureños, llevan tanta o más sangre árabo-béreber que goda en sus venas, y aún así son incapaces de entender la idiosincrasia, la astucia, de sus parientes!

Zamalloa, que pasa por alto esta última propuesta, este reto, de su contrincante:
-En mi tierra decimos, Amiguiños si, pero a vaca no que vale! ¡En lo que vale de suyo! El caso de Ifni no fue así, pero voy callar que te estoy dando juego..., ¡sin querer y sin convenirme!

El Fassi, de nuevo en actitud doctoral:
-Acuérdate que el Querellante de esta Querella invocó aquello de, ¡España. Una, Grande y Libre! ¿Qué hay de malo en que nosotros, los Marroquíes, los Protegidos, los alumnos, aprendamos de su España, de esa Maestra de pueblos..., por no decir otra cosa! Nosotros, como alumnos aventajados, émulos en definitiva, también pudimos, con iguales títulos académicos, anhelar, proporcionarnos, un Magreb Uno, séase unido, re-unido; Grande, de extensión claro, pues desde Port Etienne a Covadonga, ya es tierra de Alá..., cuarenta mil hanegas! Después queda eso de Libre, que está bien claro: ¡Un Magreb libre de las tutelas protectoras, vuestras, de los infieles! Para lograrlo, Danton os llevó de su mano, que de él aprendimos, también nosotros, que, De l´audace, encore de l´audace et toujours de l´audace!

Zamalloa
-¡Esas huríes del Séptimo te tienen chupado, médula incluida! Tú no eres Libre; ni tú, ni los tuyos, pues la única libertad de tu gente, hoy como ayer, está, estriba, en soñar grandezas..., ¡las grandezas de cuatros feudales!

Tengo que recordarte que con nosotros, con las Españas, teníais ciertos compromisos históricos, contraídos, reconocidos y cultivados, pactados, siglo tras siglo. ¿Perdiste la memoria histórica, la que tenías antes de convertirte en un fanático; o dicho de otro modo, en un converso afrancesado?

El Fassi, desafiante, airado:
-Eso, eso, todo eso, se juzgará en esta Sala; injurias, aldrajes...; todo incluido, por supuesto!

Zamalloa
-¡Señoría! Creo que a estas alturas de mi intervención, y de momento, por palabras de presente, mi Caudillo tiene revalidado su título de Protector de Marruecos, ¡que eso es mucha Grandeza! Si las baladronadas sucesivas de nuestros oponentes pretendiesen rebajar su gloria, yo me reservo el derecho de alancear malandrines! -Dirigiéndose ahora a El Fassi: -¡Odres, odres es lo que sois, que incluso en vuestras culeras os parecéis a los odres de vino de una venta manchega!

Ahora bien, por si todo esto que llevo expresado no retratase suficientemente la grandeza, la grandeza y la sensibilidad del César, del César Franco, aquí tenéis su

ELEGÍA EN LA PÉRDIDA DE IFNI,

harto elocuente por sí misma. Está inédita porque la propia Censura, aquellos jins, aquellos djenuns, aquellos “diablos familiares”, que así les decía, no se la dejaron arengar en vida por considerarla excesivamente explícita! Se vino con ella al cielo, que se la metieron, con otros papeles top secret, para rellenar su caja de caoba, excedentaria de espacio para un hombre que era grande de espíritu, ca no de cuerpo, ¡lo que tiene más mérito! Así que, cuando pasó por las aduanas de Porta Coeli, se la encontraron los de San Pedro...

¡Aquí la tengo, Señoría! Y me gustaría que la leyese uno de estos Secretarios, pero traducida al gallego, o por lo menos, al castellano, ya que está en latín..., ¡porque le fue redactada por uno de aquellos Escribas de la Obra de Escrivá!

El Fassi, en un aparte:
-¡Lo que tengo que oír por no ser sordo! Yo sabía que don Francisco actuaba por la Gracia de Dios, incluso cando le daba a la manivela, al troquel de hacer las monedas, pero de eso a que esa Obra fuese propiamente suya... Eso es un improperio, otro; un sueño imperial, otro...; ¡y sin Imperio!

Doña Historia asiente, así que Zamalloa le pasa aquel pergamino a uno de los Secretarios; un rollo arrugado, amarillo; mucho, tal y tanto como si lo acabasen de sacar de una de las cuevas del Mar Muerto.

Secretario
-¡Oh! ¡Pero está en latín...! ¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!

Historia
-Señor Secretario, lea; pero en castellano, para que lo entienda toda España, ¡tan necesitada que está de abrir sus arcanos históricos!

Secretario
-¡Lo que es por mí, vale; vale!

Lee, con voz atiplada, imitando, remedando a Franco:

 ¡Españoles todos, Ifni no ha muerto! Vive en los colores de nuestra bandera..., y en las glorias de nuestros héroes. Vive en los Anales del Grupo de Tiradores, en las Fuerzas Expedicionarias que le han defendido, en la Administración fecunda de la Policía Indígena, y en las alas de los Junker-52, y de los Heinkel-111. Vivirá en los cañones del Canarias y en la furia legionaria. En la seda de los Caballeros Paracaidistas, y en las gabardinas del Somatén...

Vive y germinará con las lecciones magistrales de nuestras escuelas, en nuestra sanísima Sanidad, la que allí hemos desplegado y puesto de manifiesto cuando les erradicamos aquellas glaucomas, aquella peste bubónica... También vive, y pervivirá hasta que empiecen a ir por allí los arqueólogos, en las obras públicas; ¡otra legión!

Tantas y tan altas las hicimos, que elevamos, con ellas, aquel poblado de Amezdog a la categoría de moderna y confortable ciudad; aquel Sidi Ifni, que por tener, un Casino tenía... ¡de Oficiales!

Ahora descansa el gigante hispano, mustio, aletargado por su esfuerzo colonial. Duerme bajo la luz matizada de la media luna, cabe las palmeras, haciendo compañía al Mío Sidi Ifni, cuyo morabito restauramos, y respetamos, empezando por las huestes de nuestro Adelantado, aquel Capaz..., ¡que le inmortalizamos dando su nombre al puerto de El-Yebha!

¡Españoles todos! España domina, ahora y siempre, en los cinco Continentes..., por el Imperio de nuestra Raza, y por el OPUS, por la Obra de Dios; ¡por la Impronta de nuestro Genio y por su Camino, bien escrito y bien trazado!

Allí donde un español haya plantado el Árbol de las Ciencias, ese que blasona nuestro Instituto, ¡del Consejo Superior!, o tendido su mano generosa, cual Guzmán, un renegado tan fiel que Bueno le llamaban, allí quedará España, y también lo hispano; allí fructificará nuestro aliento; ¡allí se elevará nuestra Obra!

Que no digan que caímos, ¡que no os lo digan! Nos fuimos del puesto que allí teníamos...! ¿Cayó, puede caer, una Nación tan rolliza, una piel de toro que amamantó cincuenta países? ¿Pueden los renuevos prescindir de nuestra sabia?

Nuestra siembra germinará en todas las primaveras de la Historia, por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Inch´Allah!

Recordad que España es grande. En las desdichas, también; ¡también en las desdichas! No cede nunca, ¡emancipa!

Esto de Ifni, esta mal llamada Retrocesión, fueron desposorios pactados, ¡con el propio Marruecos! Nuestra benjamina, nuestra Ifni, lució en sus bodas las joyas del trabajo y del genio hispanos, incluido un puerto mecánico, con un teleférico de mil cuatrocientos metros; ¡treinta años que nos llevó decidirnos, que no hacerlo!

¡Ah, y luego está lo del aeropuerto; un campo almidonado, digo, hormigonado! Calles a cordel, dos iglesias y dos mezquitas. Todo ello un tesoro..., ¡que para sí quisieran los del Courel!

Hemos vaciado nuestras arcas para dotarla del más digno de los ajuares, el más apropiado a nuestro abolengo, a nuestra inmarcesible grandeza!

Dote real la dimos, dote de reino a reino; de España madre, al Marruecos yerno, cá mejor non la tuvieron las fijas de Mío Cid! Pero esta dote la dio España, y tal y como la dio, la tutela, que si afrenta hubiere, en Corps, en Melilla o en Sebta, los mismos legionarios que pluguieron de sus ojos cuando se arrió nuestra bandera, lidiarían de nuevo, todos a una, prietas las filas, para recuperar Ifni, para recuperar la Princesa ! ¡Y con la Princesa, su dote, si malandrines la mancillan!

¡Héroes de España, que alumbráis en los luceros: Vigilad a Marruecos, y escoltad a mi Pequeña y Gran Provincia, esa chiquirritina de Ifni, que si mal trato recibe de la Media Luna, yo velaré para que vuelva a salirle el sol, sea por Antequera o por el Atlas! En tal caso, la recuperaré para protegerla de nuevo..., ¡para mejor desposarla!

¡Españoles todos, nosotros emancipamos, pero sin abandono, que tampoco lo haremos con el Sáhara ardiente! España, y yo el primero, responderemos ante Dios y ante la Historia de los florones del Reino, de las glorias de nuestros héroes, de los altos designios de nuestra Raza, -que en eso soy franco-, de la culturización de aquellos maestros, tan sacrificados que incluso se peleaban por un destino para Ifni..., aunque los malandrines digan, ahora, que sólo lo hacían por un simple Plus de Residencia, un ciento cincuenta por ciento de nada..., ¡y con sus magníficos pabellones!

¡Españoles todos, poneos en pié, que ya parte la doncella para sus nupcias; y deja Solar y Bandera para acomodarse a las alfombras de la Corte Alauíta, todas ellas de nudo..., ¡qué bien le apetecerían a mi señora Doña Carmen!

Despidámosla con el orgullo de haberla criado a nuestros pechos, moza y robusta; despidámosla con el orgullo de haberla defendido, y protegido, mientras que de ello hubo causa y menester.

En Ifni hemos escrito, y cumplido, una de las páginas más brillantes de nuestra tutoría de pueblos, de nuestra forja de naciones, de nuestro Imperio universal, espiritual, transmisor de valores eternos...,¡y de los otros!

¡Españoles: Recordad que España es, en las desdichas, Grande! Mucho, que me dicen que pasa del medio millón de kilómetros ¡cuadrados!, así que, cuando nos viene la pertinaz sequía, la regamos con la sangre de nuestros héroes!

¡Viva Fran...!

Se equivoca el Secretario y trata de corregir:

-¡Digo, pues dice: Viva España; la mía, aquella que resucité de su ostracismo, en el 36, gracias a los tambores, a los tambores y a los Tabores, de Regulares!

Historia, apretándose su voluminosa tripa para no estallar de risa, y secándose el sudor de su honorable testa:
-¡Uf, cuanto me fatiga la grandeza...! ¡Señor Secretario, quedé extenuada, así que, ¡vacaciones!, por otros cincuenta años, que las tenemos merecidas. Bien pensado, esa Obra del OPUS estaba en todo: ¡Sabía gobernar..., por lo menos, en lo profano! Y luego esa espada tan grande, ¡cuatro!, al servicio de una cruz tan pequeña... O dicho de otro modo, esta cruz puesta al servicio de aquellas espadas tan relucientes, con aquellos bastones de mando en plata..., ¡quiero decir, en plaza! ¡Vaya Obra de Dios la de aquellos Tecnócratas del franquismo! ¡Inefables!

En un aparte:
-Tengo que anotar en estas Crónicas que aquella generación de la Reforma de la Contrarreforma Española, con su Nacionalcatolicismo bajo palio, superó a los Templarios, pues, además de su cruz y de su tizona, ¡qué bien le daban al bolígrafo! ¿Tecnócratas que eran, no si?

Murmullos de aprobación en la Sala. Doña Historia se dirige a su tribunal:
-¡Esto es muy denso; más de lo que pudiese parecer a simple vista, así que merece una meditación trascendente…! Por ello, meditemos, y de paso, recesemos; un rato. O mejor, dos, pues estas epopeyas hay que tomarlas con filosofía, tal y como hacían aquellos colonizadores desde que se hartaban de langostas y de percebes; ¡africanistas que eran, todos, todos ellos!

Señores estudiosos de la Historia, ¡dije! Y dije más, mucho más, en un Acto de este Juicio que en todos los periódicos del Movimiento juntos, en las tres décadas de aquel Movimiento Inmóvil…, ¡un invento digno de un Nóbel, que ni Franco!

Entra en escena la Guardia Mora, con aquellas capas blancas tan fardonas, a los acordes de una rapsodia magrebí. Extienden un tupido velo sobre el retrato de Franco. A Mohamed V le dejan descubierto, alegóricamente, evidenciando su triunfo en aquellas guerras del A.O.E.

El paño va cayendo lentamente, ¡suai-suai!
-.-

Xosé María Gómez Vilabella

Pasa a
IFNADA  -III-

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