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Historia
-Recitemos, en este Introito, la
primera aleya de la primera azora, que también es válida para los cristianos.
Así, con todo respeto:
En el
nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso...
Todos
-¡Alabanza a Dios, que es el
Señor de los mundos!
Secretario
de Actas, de las gallegas, en un aparte, para su caletre:
-No sé cómo es que dicen que Dios
es el Señor de los mundos... De todos, lo que se dice de todos, creo que no,
pues aquel Diego García de Herrera ya se proclamaba Señor de la Mar Pequeña,
¡aquella de Berbería! Por parte, nuestro Caudillo
opinaba que el enclave de Ifni, séase, la Mar Pequeña, la Nueva, no sólo era de
España, sino que, a primeros del Cincuenta y ocho, después de aquella
Marimorena, firmó una Ley por la que reclasificaba los Territorios del A.O.E.,
(África Occidental Española), en dos provincias, Ifni y el Sáhara:
Cincuenta y una, y cincuenta y dos, de las de España, según los libros de
Bachillerato; ¡y ahora salen aquí, por ante la Historia, con eso de que Dios es
el Señor de los mundos...! Que el diablo me lleve si entiendo de
propiedades..., ¡a pesar de ser gallego!
Historia
-¡Pueden sentarse! Y procédase a
la lectura del Atestado, que está bien atestado…, ¡por lo que abulta!
Un
Acusador. En este papel, un Contribuyente
español; en adelante, Contribuyente:
-¡Señoría..., yo...!
Historia
-¿Si, señor Acusador? No se
corte, que no soy Inspectora de Hacienda, aunque tengamos un cierto parecido;
digamos que..., ¡metodológico!
Contribuyente
-En ese caso... Mire, Señora,
todo lo ocurrido en Ifni, con Ifni...; ya sabe, con aquella provincia de
nuestra África Occidental..., con la que hacía el número 51..., ¡desde que en
España se levantó la censura todo es público y notorio! Todo, o casi todo, pues
una parte de aquella dilapidación nunca fue a los archivos, ¡y menos al
Militar!
Quiero decirles, desde la
ocupación armada en aquel distante Seis de abril del treinta y cuatro, gesta
del Coronel Capaz, hasta la noche de las metralletas, en aquel Veintitrés de
noviembre del cincuenta y siete...; aquella noche en la que triunfó Zamalloa y
fracasó aquel Coronel, el tal Ben Hammú...; y también en esa guerra absurda,
concluida oficialmente el Veintiuno de abril del cincuenta y ocho pero latente
hasta la mismísima arriada de la bandera española, el Treinta de junio del
sesenta y nueve...
Este servicio tan vil, tan...,
¡humillante!, se lo impuso España, quiere decirse, su Mandamás, a los valientes
legionarios, una fuerza de choque tan singular, y tan barata, que, de
enamorados de la muerte, prefieren dar la vida antes que protagonizar una
retirada vergonzosa.
Digo esto, Señoría, porque las
páginas del Atestado ya están escritas; escritas, asumidas..., ¡y pagadas!
Fueron rubricadas con la sangre de los mejores, en aquellas vanguardias...;
¡por ambos bandos!
Por estas circunstancias, si esto
le place, por nuestra parte estimamos conclusa la Instrucción de este Sumario.
¿Señoría, qué le parece si
abreviamos el Atestado..., para que salga más barato este pleito, que bastante
dilapidamos allá, en Ifni, con esa criatura mostrenca que tan débil resultó? No
será cosa de encarecer la peripecia con este rollo macabeo con esto de la IFNADA.
¿O sí? ¡Digo yo!
Historia
-Admítase, y sea obviado ese
trámite procesal. De paso, invitemos a los Defensores para que formulen
las alegaciones pertinentes. Ya puede intervenir el Excelentísimo Sr. D.
Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce. En cuanto a su reseña biográfica, a su
Acreditación que también se dice, se la encomendamos al Secretario de Lengua
Gallega, esperando que lo haga en conciso, séase, sin circunloquios ni
trasacuerdos, tan propios de los galaicos. ¡Procedan en consecuencia!
Secretario
-Sí, Señora, procedo! Este
caballero tan..., tan caballeroso, ¡este militar sin tacha!, nació en Coruña...
Y se vino al caliente, al Cielo, en septiembre del setenta y tres, horripilado
por la Retrocesión de su amado Ifni, aunque hubo quien dijo que se pasó al Alén
para huir de las humedades...; ¡quiero decir, de las externas!
En Coruña tiene una rúa
algo costeña, pero rúa, ¡apta para ruar! Le fue dedicada por sus
méritos, por sus servicios castrenses. Sin embargo, por su bonhomía merece algo
más, tal que una estatua en el Cantón herculino…
Nunca atacó con rencor sino por
obediencia debida, que de eso dan fe cuantos le conocieron, que aún quedan
testigos que lo apreciaron a lo largo de su vida; ¡y creo que alguno de ellos
no andará lejos de esta Sala!
Aquí defenderá a su Franco, con
nobleza y con valentía, que de siempre fueron sus mejores armas; pero ello no
obsta para que tuviese discusiones con su Caudillo, con la inmunidad...,
¡relativa!, que le daba su condición de laureado, que si no, entonces...;
¡entonces te quiero un cuento! ¡Fuertes, si señores! Hasta el punto de que, en
una ocasión, ¡histórica!, Franco le mandó un recado, nada menos que por el
General Alcubilla, Jefe del Alto Estado Mayor, que allá se fue, de noche, en el
primero de los cuatrimotores que aterrizaron en Ifni..., para conminarle que no
hiciese la machada de traspasar la frontera española apuntando a Rabat
con aquellas Columnas que tan obedientes le eran. ¡Al contrario de lo que le
pasó a Silvestre en la Comandancia de Melilla! Zamalloa alegó, por toda
respuesta, que la O.N .U. tenía reconocido que en estos supuestos de ataques
alevosos es lícito el barud, el combate, traspasar las fronteras para
demoler las bases desde las que se lanzó la ofensiva...
Este laureado aún era de los de
la máxima medieval..., ¡obedecer, pero no cumplir!, mas, en este caso,
conocido el sometimiento, los remordimientos africanistas de su Caudillo..., se
acordó de Azaña..., ¡si, del propio Azaña!: Estará ciego de soberbia aquel
que no admita que los moros influyen en España mucho más que los españoles en
su Protectorado... Entonces, ante la imperdible, ¡caput!
En un
aparte:
-¡Que menos!
Y
siguió, subrayando las palabras clave:
-El caso es que aquella
eminencia, aquella razón sin razón de don Paco, le dijo que nones. ¡Nones, y
punto! Para más inri, lo hizo por boca del General Alcubilla..., ¡que
así quedó acubillada nuestra derrota! Pero no fue cosa exclusivamente
personal de don Teódulo... (¡Oh Tío Sam, mi querido tío Sam: eres un
métome-en-todo!)
Pero volvamos al Atestado...,
¡antes de que lo vacíe la CIA! ¿Que aquí don Mariano, este ilustre, estuvo con
Franco en el Treinta y seis? ¡Igual, igualito que la mayoría de los
africanistas! Pero eso es de otra Sala de este Tribunal; ¿no lo es? ¿Que fue a
la División Azul? ¡Naturalmente que sí, en su natural guerrero!
Don Mariano hacía lo que le
enseñaron a hacer: ¡perseguir enemigos! Mejor dicho, ¡hostes! Atacaba
los objetivos señalados por sus superiores de la cadena orgánica de mando,
¡pero nunca ad líbitum! Y luego, que nunca hubo un comunista más
comunista que el propio Zamalloa. ¿Es, o no es comunismo invitar a whisky,
habitualmente, en toda ocasión propicia, a los soldados rasos, y pagar sus rondas,
de contado? ¡En el, eso era lo habitual! ¿Cuando hubo otro semejante? ¡Ni el
Gran Capitán llegó a tanto...!
Que en el fondo, en el fondo pero
también en la crema, era un hombre bueno, pacífico, se constata con sólo
saber que crió un hijo para fraile, y que tanto su nuera como su nieta se
llamaban Paz. ¡Eso, Paz, que ya es casualidad! ¡El Dios que lo hizo! Siempre
con una vida de hogar...; y en lo profesional sufría visiblemente por el más
desconocido de sus soldados, así que hacía las guerras que le mandaban hacer,
¡por acatamiento debido!, obedeciendo y sufriendo con su Cruz a cuestas, ¡con
su Laureada!
Zamalloa tiene por costumbre
tutear a todo dios; ¡e incluso a Dios! ¡Menos a Franco, por supuesto! ¡Dios lo
librase...! También me dijo, ahí fuera, en ese Atrio Celestial, hace un
instante, que no piensa cambiar, ni aquí ni ahora, que él no se apoca ni ante
del moro Mussa, para cuanto más con este fantoche, con este Fassi!
Dirigiéndose
a Zamalloa, que volviera a entrar en la Sala pues Zamalloa no es de los que
hurtan la cara:
-Mi General, aquí tiene a su
paisano, este Egregio, el de la baraka, sometido, ¡por fin!, a la
Historia.
-¡Pero qué bajo cayó, don
Francisco; talmente por debajo de la Historia, que le cogió la palabra
por la Querella de un simple Afilador! Como ya no se puede valer por sí
mismo...; ¡ni puede, ni quiere!, tendrá que defenderle su fiel Zamalloa, de
nuevo, en los embrollos de Ifni..., como hizo, en aquel entonces, en el propio
Territorio, en el de Santa Cruz... ¿No se acuerda? Sí, señor, sí; cuando le
zurció, en un zurcido de viejos mosquetones, salvados de la chatarra por su
mezquindad... ¿Por la suya, o por la de aquel que afilaba el lápiz
personalmente, para mejor aprovecharlo? ¡Ya sabe, aquel Carrero Blanco! Tendrá
que zurcirle los errores políticos de sus infalibles Gobiernos, de los que tan
orgulloso se sentía usted... ¡Si, usted, el Gran Señor de la Baraka, de
la baraka lahufik! (8)
Después
de una breve pausa, de un simple respiro:
-Mi General, lo bueno del asunto
es que queda constancia de todo esto en Acta del Proveído por la Excelentísima
Historia! Dios se lo pague, mi General, y también mi Caudillo, nuestro Cid,
por..., ¡por enseñarle a España tantas experiencias, aunque usted quizás no
tenga la culpa, exclusivamente, de que resultasen estériles!
Zamalloa le da la mano al Secretario, agradecido, y después, carraspeando, gruñón:
-¡Whisky, whisky para todos; y
también para mi, sin hielo! ¡Solo; en vaso grande...! De agua, ni un sorbo, que
ya sabéis que procedo de Coruña... Rapaz, este vasito que me traes es
del té, de atai! ¡No, de ese no, que prefiero etiqueta negra! ¡Camarero,
sobre la marcha: coge aire y saca el pecho, que por algo eres gallego!
Apura
el whisky; lo saborea con deleite, y después de eso continúa con su talante de
costumbre, mandón y retranquero:
-¡Esto se bebe así, a tragos! En
la vida todo va a tragos, ¡que los sorbitos son para los pollitos! Yo llevo
muchos, muchos tragos, que incluso enviudé de joven... Por si tuviese poco
cáliz, me vino este Contencioso con Marruecos..., ¡de viejo! Tres guerras no
hay gallego que las ature; ¡si aún fuesen tres pleitos...! Tres pleitos, si,
pero este es de Mayor Cuantía, ¡en el propio Tribunal de la Historia!
Se
dirige a la Presidencia, también carraspero:
-A modo de preparación, como
hacen los artilleros, alego, aquí por ante la Historia, y
previamente, contradicción e incongruencia en el montaje de este Proceso. Aquí
hay un error, ¡de persona y de siglo! Protesto y pido una corrección, pues para
este Contencioso solo es competente la Sala Primera, digamos que, ¡la de los
Reyes Católicos!
En cuanto al fondo de la litis,
lo tenemos claro en el artículo cuarto, párrafo tercero, del Código Penal
entonces vigente: La provocación existe cuando se incita de palabra, por
escrito o de imprenta, o por otro medio de posible eficacia, a la perpetración
de un delito cualquiera…
Con esto sabido, en este dilema
de si hubo delito, o no, hay que empezar estudiando las cosas por sus causas.
¿Decidme, quien fue la inductora de la Ocupación de Ifni? Que se lo pregunten
al Defensor de Mohamed V, que ese, además de árabe, sabe latín; ¡latín y
francés! ¡Cherché la femme! ¿No si, monsieur Allal? La femme
de este asunto de Ifni fue Doña Isabel de Castilla, aquella amiga de los
gallegos… ¡La misma! ¿No es cierto, mon Professeur?
Pues, en este caso, para mejor
proveer, pido un receso. Y que vayan a Sevilla a buscar el Testamento de Santa
Isabel de Castilla. Si, si, el Testamento, y también los Codicilos, aquel
protocolo de aquellos Reyes tan montadores… Eso, aquellos del “Tanto monta,
monta tanto, Isabel como Fernando!
Historia
-¡Se acepta la propuesta del
eximio General Zamalloa! ¡Alguacil, funcione!
En un
aparte:
-Con Zamalloa no hay bromas, así
que, en este caso, lo más prudente será echarse al suelo, ¡al primero de los
avisos! Este dios, este Marte: La de España. La División Azul, donde estuvo de
Segundo Jefe del Regimiento 262, que se atrevió con los hielos rusos cuando participó
en la Operación Raubtier, destinada a cercar y destruir una bolsa soviética
atrincherada al Oeste del río Voljov… ¡Que digo Azul…; blanca, blanquísima, de
tanta nieve como aturaron! Y luego este follón de Ifni-Sáhara… Hacen
tres, ¡tres! ¡Demasiada especialización...! Este tío es más peleón que aquel
que ordenó, Debout les morts!(9)
Escena 2ª
Entra
el Alguacil con un rollo de papel enorme, como de tres metros de largo, y se lo
entrega al Secretario, quien, para leerlo con más comodidad, se sube a un
taburete.
Todas
las actuaciones deben tener un punto de comicidad, y la ironía será el
denominador común de todas y cada una de las intervenciones de los distintos
personajes, en todas las escenas, cualquiera que sea su bando y/o su ideología.
Que sea
constante el ambiente de tragicomedia.
Secretario
-¡Señoría, Eureka! Aquí lo tengo;
esta es la inducción...; ¡goce con ello, que no es para menos!
Historia, autoritaria:
-¡Secretario, no prejuzgue!
Limítese a leer, que tal es su oficio: Leer los secretos..., ¡de los otros!
Secretario
-Eso hago, Señoría, leer, que
aquí mismo, aquí abajo, dice, literalmente, No cejeis en la conquista de
África... ¡He aquí la clave! Aquí está; este es el secreto de los
imperialistas, el secreto de aquel Superministerio de Marruecos y Colonias...!
Zamalloa, que se dirige colérico, irrespetuoso, al Tribunal de la Historia:
-¡Lo veis, pleiteantes del
carajo! ¡Cinco siglos, cinco, obedeciendo esta orden, este codicilo de la Reina
Isabel, y nadie lo revocó! ¿Entonces, cómo os atrevéis a juzgar una espada
obediente, la más limpia de Occidente?
Si
Allal el Fassi, en un aparte:
-¿Limpia, limpísima...? ¡Ja! Esto,
por poder, pudiese ser, pues Franco tenía un Asistente para cada cosa,
siguiendo los usos y costumbres del imperialismo español más recalcitrante: Un
ciento, cien Asistentes, además de aquel cocinero - catacaldos, que lo seguía a
todas partes, aquel Pérez González, que lo llevaron de su Pradillo de Cameros,
hijo de un Guardia Civil, que para el Excelentísimo era la mejor de las
credenciales; ¡igual ocurría con el Ministro Arburúa, que también lo era, eso,
hijo de un guardia! Don Teódulo sólo se fiaba de sus guardias, de la Civil y de
la Mora. ¡Como veis, de España lo sabíamos todo, pues para CIA, la mía! ¡Y para
historiador, yo, que también me tengo por Geógrafo Mayor del Gran Magreb!
Después
de una pausa, con flema y con suficiencia, doctoralmente:
-Señoría, permítame una cuestión
de orden, una mera puntualización; digamos que, un matiz!
Historia
-Lo siento, Si Allal, pero no
puede hablar hasta ser presentado; por lo menos, biográficamente. Cuestión de
preceptiva literaria, ¿sabe? ¡Y luego está la rigurosidad histórica! Usted, a
los efectos, y con respecto a España, fue un afrancesado, por más que lo disimule,
así que providencio que lo acredite, antes, este Secretario de las Actas en
Francés. Y hágase una traducción simultánea al gallego, para que vea Zamalloa
con quien se enfrenta..., ¡que siempre funcionó mejor el Servicio Secreto del
Istiqlal que el español! ¡Histórico!
Secretario, con el expediente personal de Si Allal en la mano:
-Sí, con mucho gusto. Sidi Allal,
o Al-lal, el-Fassi, o, El Fassi; de aquí en adelante, El Fassi,
fue Profesor de la Kairaouine ; y también, ¡también!, líder del Istiqlal,
aunque por veces disimuló ese cargo; ¡mejor dicho, esa carga! Asumió plenamente
la Jefatura del Movimiento de la Resistencia Marroquí, si bien, en algunos
aspectos, se escudó en su portavoz, el alfaquih de Rabat, Al Bassri...
Organizó aquellas bandas armadas,
aquellas harcas que atacaron simultáneamente en Ifni y en el Sáhara en
la noche del Veintitrés de noviembre del año cincuenta y siete... A mayores,
fue el gran soñador, ¡otro Abdelkrim! O mejor que él, pues imbuyó en las
juventudes marroquí - argelinas la fiebre imperialista de un Gran Magreb, un
Imperio Noroccidental que englobase Argelia y el Sáhara, confinando por el Sur
con la propia Mauritania, y subiendo por el Norte hasta Córdoba. También se
dijo que pretendía llegar a Toledo, cosa que seguramente sea cierta ya que fue
un dulzainas, un devoto del mazapán, ¡o lo que es igual, que gozaba mazándoles
el pan a los españoles!
El Fassi, aunque internacional
por nacimiento, ¡nació en Tánger!, resultó un auténtico Califa: ¡Del saber, de
la religión, de la guerra...! Un Califa con mayúsculas, aunque sin califato.
Quiere decirse, un Califa caviloso; séase, un ultra..., cabileño!
Por otra banda, ya que tanto se
encomió en esta Sala el lustre de la laureada de Zamalloa, permítaseme darle el
betún que le corresponde a este eximio Professeur del susodicho Karuin,
también conocido como la Kairouan , o la Kairaouine , según en qué idioma se
escriba o pronuncie, que trae su ilustre renombre de aquellos refugiados
cairotas del siglo IX ¡Con decirles que el ilustre Papa Silvestre II, siglo X,
fue allí, precisamente allí, en esa Escuela, donde aprendió aquellas
matemáticas, árabes por supuesto, que les llevó a los Europeos, pues en tal época
aun contaban por los dedos de Toledo para arriba!
Historia
-Señor Introductor, como
pretendemos ser equitativos, en estos antecedentes le queda por referir un gran
expolio padecido por la vieja Spania: ¡Que casi todos los libros de la
biblioteca medieval de Córdoba fueron parar a esa Kairaouine tan celebrada,
pues el obispo gallego, Gelmírez, no fue el único que robó reliquias!
Secretario
-¡Cierto! Y tampoco dijera que su
gran minarete es la admiración de medio mundo mundial... Admirada la
Universidad, admirado su minarete, pero más admirable este ilustre Professeur,
este Si Allal el Fassi, que no le dieron el premio Nobel..., ¡por tratarse de
cuartos que vienen de la pólvora, y de eso ya tenía el!
Historia
-Así acreditado, y con todo en
regla, hoy nos toca hablar, precisamente, de pólvora, ¡pues el arte lo dejamos
para otro día!, Si Allal ya puede intervenir, pero le ruego que sea concreto y
directo, s'il vous plâit! Quiere decirse, más en galo que
en galaico, más en galo que en suevo, pues para suaves nos llega con los
gallegos, con los del mestizaje universal, con estos inseminadores que
repoblaron, entre ellos y los portugueses, los cinco continentes, ¡que si
llegan a ser caballos árabes...!
El
Fassi, que abre su Corán, y lee despacio, calmoso,
doctoral, solemne:
-El que cree, ese tal combate en
la senda de Dios... ¡Inch´Allah!
Cierra
el libro sagrado, con reverencia.
-¡Eso es precisamente lo que
hacemos nosotros, y lo hacemos por Alá! ¡Eso, que siempre combatimos por
imperativo de Alá! ¡Así que, Dieu et mon droit! En
definitiva, y para abreviar, que aquí todos somos muyahidin, que viene a
ser, dicho en castellano, ¡combatientes de la fe!
Historia
-Mon cher ami,
siga despacio, tal y como empezó, y no se emocione, que su combate, su barud,
ya está hecho. Ahora se trata de historiarlo, de hacerlo inteligible para las
generaciones venideras...; ¡si es posible! ¡Y que les sirva de escarmiento! ¡Inch´Allah!
El
Fassi
-Decía aquí mi contrincante, este
guerrero tan..., ¡correúdo!, don Mariano, refiriéndose a su Caudillo,
aquello de, la espada más limpia de Occidente...
Pues bien, esa calificación se descalifica de suyo por venir de quien viene,
por venir de Petain, que fue quien se la aplicó; ¡gratuitamente por cierto!
Zamalloa
-¡Por venir de De Gaulle, dirás,
que menudo galo...! Mas, como dijo Mateo, que también te lo voy a
traducir, Fas est et ab hoste doceri! Lo que significa, dicho por libre,
¡que hay que aprender de los enemigos! Aunque la verdad completa es que el muy
astuto lo dijo en arameo, que después del gallego es la lengua más parabólica
de este mundo. ¿Lo sabías, viejo sabedor?
El
Fassi
-¡Así que, dándose de erudito, eh
viejo Marte! En ese caso también sabrá aquello de, Ex abundantia cordis os
lóquitur; que no se lo voy traducir, ya que tanto sabe! No, no es eso, que
usted, bien pensado, en el sitio del corazón lo que lleva es una laureada...,
¡de cuatro espadas!
Historia, que interrumpe aquellas disquisiciones:
-Ténganse vuesas mercedes, y usen
términos apropiados, que no es lo mismo decir polo que galo. Con
la semántica están los orígenes, y luego que, de latines, de trolas
desviacionistas, de lavados cerebrales..., ¡estoy harta! Prosiga, General, pero
hágalo con generalidades de general entendimiento, que me están liando con sus
rollos macabeos. ¡Ambos, los dos, a cual más!
Zamalloa
-Señoría, si la orden de
conquistar África procede, como quedó probado, de la Reina Católica, aquel
católico, el tal Capaz, entonces coronel, hizo lo que debía hacer: Desenvainar
la espada para que entrase en Ifni la Santa Cruz; ¡por lo menos, la de nuestra
Mar Pequeña!
El
Fassi
-Doña Historia, aquí tiene al
gallego en su propio caldo; ¡séase, en la escalera! ¿Sube o baja, enguedeja o
se está quieto? Pero aquí no se juzga a Capaz, que ya tuvo su amonestación,
aquella de Lerroux, por abandono del Servicio al irse de Villa Bens para ocupar
Ifni sin permiso de Madrid. Señoría, repare en la gravedad del caso, ¡sin
permiso de Madrid!
Historia, hablando sola:
-¡Capaz, lo que es Capaz, era
capaz de todo, o casi! ¡Demasiada capacidad, demasiada iniciativa, que bien lo
sé! Le fusilaron en Madrid, cuando la guerra...; ¡la Incivil, quiero decir!
¿Qué más se le puede pedir; qué más que un martirio de esa manera para un
conquistador de yermos? ¡Encima de bobo, mártir! Ese la merece de quercus,
séase, de roble, la estaca, y no de laurus nobilis, de laurel,
la corona!
Zamalloa
-Señoría, estoy viendo, aquí
mismo, en este Jurado, un representante de los Contribuyentes españoles. ¡En
este caso, que me sirva de testigo! ¿Fue o no fue extraordinaria la sobriedad,
la precariedad de medios, del coronel Capaz, aquel héroe de las chumberas
ifneñas? Solamente le faltó apurar el lápiz, tal y como hacía el Almirante
Carrero Blanco... ¡A ver, que hable, que se exprese este Contribuyente, pues en
España, sabido es, pagan y callan!
La
Historia ladea su honorable testa y hace una espiral con el índice, enigmática.
Zamalloa prosigue:
-¿Que no, que no le deja hablar,
ni aquí ni ahora? ¿Que está indicando, Señoría, que los Jurados hablarán en el
segundo acto...? ¡Por mí, vale! Entonces lo diré yo: Capaz, un hombre austero,
se fue para Ifni, ¡sin sumiller! Solamente se llevó un Cabo Furriel, y
para eso, precisamente para eso, ¡un Paniagua!
Risas
en la claque, que irritan visiblemente al General:
-¡Que no, coño, que no dije paniaguado!
¡Maldita sordera colectiva...! Y no se escandalicen si juro, que se viene
jurando en la Milicia..., ¡desde los Tercios de Flandes! Si no me creen,
pregunten en ese Mastricht, o Mastrique..., ¡si saben donde es!
Aquel cabo, aquel Furriel, era
Paniagua; ¡Paniagua de Hoces, recoño! Después de eso, al licenciarse,
montó una panadería, precisamente en la calle del Seis de Abril... Y como tal
panadero ejercía entonces, cuando aterricé en el Territorio, en el Cincuenta y
siete...
Es igualmente cierto que en Cabo
Juby, después Villa Bens, y por último, Tarfaia, nuestra escuadrilla era de
Breguets oxidados. Tan estragados estaban aquellos aviones que, cando iban para
Ifni, a dar alas a Capaz, aquel Breguet del Teniente Botija y del Suboficial
Labarga tuvo que ir bajito, bajito, rozando en los arganes, ¡tal que una hoz!
Díganme, en tal caso, ¿qué agresividad podía haber en una visita de calzón
corto, con la fusta debajo del brazo, y con aquellos aviones, con aquellos pájaros
tontones, que es como les llamaban los ifneños, todos oxidados,
chatarra pura?
¡Ah, calláis; luego tengo razón!
Si Allal, cuando los de nuestro Capaz iban para Ifni, así, bajitos, con los
motores renqueantes, los tuyos, estos correligionarios tuyos, ¡les dispararon
con una fusila, a dar! Esta fue la primera de las traiciones. ¡La primera
de tantas...!
Bien sabíais que en nuestro
Tratado de Paz con tu Marruecos, después de aquella campaña de mil ochocientos
sesenta/sesenta y uno, vuestro Sultán, el de entonces, ¡que aun no conocía la
existencia de Francia!, nos reconoció... ¡Reconocer no es donar, que mal se
puede donar aquello que no se posee! Digo, en la costa Occidental de África,
una franja de terreno, para que pudiésemos reconstruir la factoría histórica,
aquella pesquería del señor Fernández de Lugo; ¡otro gallego! Entonces se
consideró aquella leira, aquella franja, como de soberanía plena.
¡Española, por supuesto! Y supongo, también, que tu, un Profesor Magnífico, que
así te haces llamar, sabrás leer, y, como doctor en leyes, podrás interpretar
los Tratados Internacionales de tu propio país... ¡Digo que, como dijo el otro,
qué menos que saberse la Cara de Cristus!
El
Fassi
-¡Sin afrentas, gallego; hágame
el favor! Tengo para mí que aquellos fusileros del Sur de mi Marruecos nunca
vieran un monstruo volador, que les espantaba las gacelas. Pues, por eso...;
¡por eso pensaron que aquel Breguet descolorido era la madre de las cigüeñas!
¿Lógico, no?
Zamalloa, cabreadísimo, con su voz potente, todo un Marte:
-¿Y si fuese la cigüeña madre, en
ese caso, qué, voto al Cielo?
El
Fassi, firme pero atemperando:
-¡Hombre, casi nada, que ya
estaba bien de mestizaje, y de violaciones, allí abajo, en el Sáhara, en
nuestro Marruecos Sur, sin venir de aquella manera, con tal urgencia, en avión,
a violar nuestro Ifni, a ocuparle! Bien pensado, ¿para qué ir en avión? ¿Acaso
para bombardear las chumberas, o para dar moral a vuestros soldaditos, aquellos
de los pipís sin circuncidar, que desembarcaron, y seguirían haciéndolo,
quinta tras quinta, en cárabos; y del cárabo a la arena, precisamente a lomos
de los nativos? ¡Esta fue la primera humillación, cargar con aquellos
soldaditos del vientre flojo..., cagaditos de miedo!
¡Mucho habláis de Raza, de las
virtudes de la vuestra! ¿De la vuestra, o de las vuestras? ¡Raza de conejos,
tierra de conejos, que esa es vuestra Spania, una Espéride fochicona,
fornicadora! Por algo dicen en tu tierra, en tu finisterrae, eso de,
inda o demo ten cara de coello! Ahí tienes la que fue Zona Francesa
donde los niños siempre vinieron de París, ¡que es lo propio!
Zamalloa, con sorna:
-¡Chacho, de París...! ¿Seguro?
¡Entonces sois gromos, bastardos de otra Legión, de la Francesa, y no de
la nuestra, de la que fundó mi ilustre paisano, Millán Astray! Así me explico
ese afrancesamiento tuyo, tan..., ¡cerril! Oh enfants terribles; oh, là, là!
El Fassi, que se enfada:
-Doña Historia, repare que este
gallego chapurrea francés; ¡a su manera, con evidente fobia vecinal! Los
franceses serán galos, (gallos), lo
serán, que no lo discuto, pero, tanto las hechas como las deshechas del Magreb,
mestizaje incluido..., ¡son de los galaicos! ¡Exijo un respeto para la noble
Francia, nuestra protectora secular!
Tenga presente, y no mande al
Archivo estas palabras, pues Francia, a pesar de nuestro fundamental rehúse, y
dejando aparte ciertas e importantes depredaciones y aprovechamientos, que eso
no entra en esta litis, trató de ejercitar, en su Zona, una política de
atracción social, una protección sin paternalismos, con justicia y con orden,
canalizando una substitución gradual de las autoridades militares por indígenas
civiles.
Incluso muchos de aquellos
franceses llegaron a interesarse por la lengua del país, tradujeron nuestro Al
Qurán, hicieron por captar la psicología ambiente y lograron ciertas nociones
de nuestra historia y de nuestra jurisprudencia... ¡Se lo dice un Letrado!
Por contra, ahí tenemos, en las
hemerotecas, aquel dicho de su repudiado Marcelino Domingo...; ¡pero igual
prefieren olvidarlo...!
Historia
-¡Ante la Historia nada se puede
hurtar a su cedazo, a su debate!
El
Fassi
-En este caso... ¡A lo que
íbamos! Para ese tal Marcelino, España, en África, no supo ser ni médico, ni
maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil...; ¡ni soldado!
Pues bien, a fuer de
justo, quiero reconocer, por ante la Historia, que tampoco fue así, que en
Ifni, de todo esto, además de cantidad, enviaron calidad, ¡pero...! El pero
estriba en eso tan repetido de que, ¡Dios, qué buen vasallo se hobiese buen
señor! En Ifni les falló el mando, o, por mejor decir, el telemando,
pues Madrid quedaba lejos...! ¡Más que lejos, alto! Madrid, desde que nos
fuimos nosotros... ¡Hay quien dice que nos echaron de nuestro Magerit, pero
no es cosa de entretenernos en quisicosas! Desde que les llegó el tabaco
americano se dieron en ahumar..., ¡así que el humo no les deja ver el fuego,
por inminente que lo tengan!
Aquí habría que preguntarse, o
más bien preguntarles a los madrileños, ¿que influyó más en su africanismo, el
testamento de aquella Isabel, la de la camisa sucia, aquella de Santa Fe, aquella
Reina que hizo la promesa de no cambiar de camisa, ¡hasta tomar Granada!..., o
la nostalgia de la plata y del oro rapiñados en América? ¡Parvos, pues la poca
plata que nos quedase en el Magreb ya la teníamos puesta en obra, por obra y
gracia de los maharreros; lo que es igual a decir, vendida bajo la
fórmula de souvenirs! ¡Tomasteis por plata el peltre de nuestras teteras!
Otra cita que se puede encajar
aquí al respecto es aquella interrogante que se formulaba Cambó en el Congreso
de los Diputados, aquello de, ¿Qué empresa es la de Marruecos si España es
un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo
colonizador?
También tengo que darle otra
lección, precisamente en su condición de gallego, y además no la pondré en la
minuta de mis asesoramientos puesto que se la doy a posteriori:
Pase que a Capaz no se le
ocurriese, por muy capaz que fuese, pero una vez entronado don Francisco, si
realmente profesase de gallego, lo primero que tenía que haber hecho, con el
mismo dedo que luego utilizó para rebautizar de Provincia un Territorio que, de
facto, ya estaba extenuado, reducido a su propia capitalidad, y máxime
coincidiendo, a principios de los Cuarenta, con las horas bajas de Francia, en
lugar de la quijotesca, y aún ridícula, ocupación de Tánger, lo urgente en
aquel momento era oficializar el topónimo de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Si, ya sé que no lo era, que la
Mar Pequeña estaba, está, en Agadir, pero, de puestos a transmutar, ¿cómo se le
ocurre seguir con lo de “Ifni”, manteniendo una toponimia marroquí, y
precisamente la del Santón, la del Sidi allí soterrado?
Repito: Si realmente fuese
galaico, o se comportase como tal, lo primero que tenía que ocurrírsele era
posesionarse, registrar la leira por su nombre prístino, e incorporarla
así a sus mapas. En aquella época lo de calificarla como provincia sí que sería
admisible, incluso internacionalmente. Acto seguido, así fuese con carretillas,
poner a los cristianos y a los moros a transportar tierra para levantar un
mínimo de espolón, y asentar pescadores, ¡la pesquera recuperada!, fuesen
gallegos o canarios.
Mejor lo hizo su paisano, el
también General, el también laureado, don Helí Rolando de Tella y Canto, que se
hizo en Lugo, para él y su familia, un soberbio pazo utilizando los presos y las
tropas de su propia guarnición. ¡Aquel sí que era gallego!
Lo dicho, que en lugar de
caudillo, lo que tuvisteis fue un matarife, ¡un matarife de bayoneta calada,
que no callada!
En definitiva, que sólo un pueblo
de perdedores, el godo, es capaz de tropezar en la misma piedra, no dos veces
sino tres. Veamos y recordemos:
Primero, y a pretexto de una
lucha fratricida, recién estrenado el siglo VIII, una de vuestras facciones
pidió ayuda a unos vecinos avarientos de mejorar sus tierras, que se
encontraban en furiosa expansión demográfica, y por tanto, geográfica, con la
fe expansiva, con el gas que les proporcionaba un credo reciente, efervescente,
proselitista.
Segundo, que tardasteis siglos en
reaccionar, en percataros de que en vuestra península habían arraigado los
verdaderos spanois puesto que Spania, o Sbania, llamaron a las
tierras ocupadas, que no a las otras, a las del Norte. Y entonces, los
vuestros, en lugar de llamarle “Recuperación” a vuestras gestas, os montasteis
el término vacuo, impreciso, de “Reconquista”, tal y como si se tratase de reconquistar
algo que previamente hubiese sido conquistado por vosotros.
Pero no paró ahí la cosa, pues,
en el 36, metidos los godos en otras discusiones fratricidas, a sus fagines
no se les ocurrió mejor plan que el de llevar de nuevo a Covadonga, situándolos
como carne de cañón ante los dinamiteros de las minas, galaicos en su
totalidad, precisamente a los de allí expulsados por sus abuelos. ¡La del 36
esa sí que fue una reconquista, y para más inri vuestro, auspiciada,
pagada, estimulada!
De Covadonga al Pardo, como
guardia de confianza, de corps que se dice; ¡y para colmo, vestidos de
gala! ¡Está visto que vuestra especialidad son los caballos de Troya, pero a la
inversa!
Historia, ante el alboroto de los españoles, sublevados con aquellos recordatorios
de Si Allal:
-¡Orden en la Sala; que haya
orden! No consiento estas leyendas negras, que España no las da blanqueado...,
¡ni con todo el jabón del Quinto Centenario, del que tanto presumieron! No me
hagan recordarles aquel dicho, tan popular en el Magreb, de que: ¡Inglaterra
paga y pega; Francia pega pero no paga; y España, que no pega, pero tampoco
paga! ¡Prosigan, s'il vous plaît!
Zamalloa, que pide la palabra:
-Mi honorable Matrona, que usted
también sabe francés...; ¡demasié, para ser neutral! Le pido
imparcialidad histórica, pues, si yo hablo en gallego, entonces, cuando me
cambie el viento... ¡Ah, entonces...; entonces voy jurar en gabacho, y con eso
ya se verá lo dulce que es Francia!
En cuanto a lo de que Inglaterra
pagaba..., ¡serán necios! Inglaterra siempre hizo el papel de ayudarle a
Marruecos porque así desbloqueaba la presión de España con respecto a nuestro
Peñasco!
Historia
-Señorías, no ha lugar para más
protestas, pues para reviravientos llegó con la Volubilis de los
romanos, que por algo le pusieron así a su colonia africana: ¡la enroscada, la
voluble! ¡Tan enroscada y tan voluble, que sólo les duró dos años! ¿Como
pretendían los europeos, fuesen ingleses, galos o spanois, convertir
África en un criadero permanente de esclavos? ¡Esto es una cuestión climática,
queridos amigos!
Pero centrándonos en esta litis,
tengan presente que ante la Historia son válidos todos los idiomas; ¡faltaría
menos!
Prosiga, don Mariano, aunque lo
haga a su modo, a estilo galaico; quiere decirse, en sánscrito!
Zamalloa
-¡Esto es hablar, si Señoría!
Pues bien, volviendo al cuento...; ¡al cuento de los agarenos, grandes
especialistas en eso, émulos de su Scheherazade! En nuestro Territorio, en aquel
enclave que nos fue asignado en resarcimiento de aquellas Pesquerías de Santa
Cruz de la Mar Pequeña, entonces, en el Treinta y cuatro, fuimos tan
cordialmente recibidos que incluso nos invitó, espléndidamente, ¡a los nisara!,
aquel chivani tan mujeriego, Sidi Ben Taki, después de depositar nuestra
corona de laurus nobilis mismo al pié del morabito de
Ifni, con agua mizziana, y con cuzcuz, sit, manteca, miel,
mechoui, djajs, albaida, harira, kebabs, tajine,
pan y sukar para el atai... ¡De todo y de lo mejor de cuanto
tenían, que ni que estuviésemos en uno de sus ammougars celebrando la
fiesta del Aïd al Kebir, la Pascua de Abraham! ¡Ah, que se me olvidaba: De
postres, una sesión de haidus!
El
Fassi, todo airado, da un puñetazo en
la mesa:
-¡Protesto, Señoría!
¡Inevitable...! Aquella corona del Treinta y cuatro fue de espinas, que se la
quitaron a un Cristo viejo de los rumies, ¡precisamente al que tenían en
Cabo Juby! Como pueden deducir los Jurados de esta evidencia, clarísima e
irrefutable, los españoles fueron a Ifni con intención misional...; ¡que se lo
digo yo! Fue un abuso de autoridad; ¡de autoridad dominical! No sé si de índole
sueva o goda, pero lo que es abuso, si, ¡en cualquiera de los casos! Donde no
hubo abuso, ¡que la excepción confirma la regla!, fue por parte del también
gallego, ¡vaya invasión de gallegos en su siglo, en el XX!, Monseñor Dorrego Aldegunde, arzobispo de Tanger, con
el que llegué a entenderme cordialmente, pues aquel, además de suave,
era suevo, por parte de madre. ¡Aquel sí, que predicaba con su propio
apellido!
Zamalloa, persignándose:
-También protesto, Señora mía,
porque Ifni fue, ¡lo es ante la Historia!, un Territorio de Soberanía. ¡Lo que
es dominio, nunca, puesto que nunca llegamos a dominarlo! Este hombre me lía,
me desconcierta; ¡es más fanático que el propio Al Mansur, aquel que nos robó
las campanas de Santiago!
Historia
-¡Se aceptan esas protestas, las
dos! Prosiga, mi General, pero hágalo en términos jurídicos apropiados, sin
predicar, que usted no es un francisco, como era el caso de Monseñor Aldegunde,
por más que ponga esa cara tan..., ¡seráfica!
Zamalloa
-¡Señoría, yo, allá abajo, prediqué con el ejemplo! Y si no me cree, repare
en mis heridas de la guerra de España. Entonces, en las retaguardias de nuestro
Movimiento, había inmóviles, había muertos, de cuando en vez, pero lo que es
heridos...! ¿Heridos, en nuestra retaguardia...? ¡Nunca, que los tales seguían,
y seguían..., hasta dejar de serlo! Pero, a lo que iba: Después de aquella
oración en el morabito de Sidi Ifni, común y conjuntamente con los musulmanes
por supuesto, aquel Notable fornicador, el Ben Taky, llevó a su aduar, a su
Amezdog... (Se interrumpe, reflexivo...) ¿Dije lugar, o aduar? ¡Pues no,
de eso nada: un simple lugarcito! Todo Sidi Ifni eran diez cabañas, de adobe
para más referencia..., hasta que les llegó la talega española! ¡Como sería de
pobre aquel páramo que ni fondouk tenía! De taberna..., ¡u´alo
majanduchi! Encima de eso, siempre estuvieron quejosos, ¡aunque lo
disimulasen! Siempre, ininterrumpidamente, los treinta y cinco años de nuestra
pro..., protec...; ¡prodigalidad, coño!
Fuera de lo que dije que nos
ofrecieron, fuera de aquel ágape, con la despensa abierta..., ¡nada, que nada
más tenían, salvo piojos! Entonces, ¿eran, o no, una población seiba, sin
orden ni concierto, sin soberano ni soberanía? ¡No hace falta ser historiador
para reconocerlo así!
¿Estamos en lo que estamos, o
reinventamos la Historia? Aquel Territorio, aquel predesierto, nunca fue
feudatario de Marraquech; por ende, tampoco lo fue de su derivado, o sea, del
Marruecos actual. Tengan presente que la vecina Tiznit, ciudad próxima a
nuestra frontera, no fue fundada hasta el año 1882, siendo esto otra evidencia
de lo libre e insumiso que fue, que siempre fue, el circundo de nuestro Ifni.
Los poblados beréberes (Chleuh, Cheljas) de aquellos contornos fueron ocupados
por primera vez durante la..., ¿pacificación?, francesa de los años Treinta.
Entonces..., ¡balak! ¡Y cuidado con lo que se dice, que podemos salirnos
de la Historia! ¿Para qué reivindicar, mi ingenua España, aquellas pesquerías
de Santa Cruz de Mar Pequeña en el Tratado de Tetuán de 1860 cando, de hecho,
aún no había moros en la costa ifneña, que ni su Tiznit fundaran? Pero ahora, a
estas alturas de la Historia, no voy a ser yo la vox clamantis in
deserto!
El
Fassi, impasible ante aquellas evidencias que estaba
aportando su contrincante.
-Señor, no sea ignorante, que
aquellos honores de su desembarco, ¡un desembarco auxiliado por los nativos!,
fueron reales; séase, propios de la gentileza y de la realeza de mi
gente! Sólo se conceden en señal de bienvenida, lo que no implica acatamiento,
vasallaje, o sometimiento. A mayores, después de aquellas honras, digamos que,
diplomáticas, supongo que fumarían la pipa de la paz, que en mi imperial
Marruecos siempre fué de kif; de kief; quiere decirse, de cannabis
índica, cáñamo indio; o sea, hachis acondicionado...! Repare,
Señoría, y también el Jurado, que este hidalgo, este spaniol, gallego
por más datos, ¡un Gómez, de los Gomá suevos!, es tan soberbio, o más, que el
propio Duque de Alba; ¡un Terciario, como aquellos de Flandes!
Zamalloa
-¡Está bien; vale! Llegué a suponer que ibas a decir Terciario Franciscano,
y eso si que no, que yo soy modesto...; ¡modesto, pero aguerrido! No soy de
esos que ponen las mejillas por cobardía, y después dicen que fue por caridad,
por amor! ¡A dónde íbamos? ¡Ah, sí: nos disponíamos a hundir la peseta, la pisita,
como decían aquellos ifneños! Se trataba de hundir las monedas sobrantes de
aquellas rifadas del Rif, de la década anterior!
El
Fassi
-¡A ocupar Ifni, mon General; con tropas de ocupación! Le
ruego que use términos precisos, apropiados, históricos..., ¡para no salirnos
de madre!
Zamalloa
-¡Querido Professeur, con
estas interrupciones nunca llegaremos a la Meca! Acuérdate de tres cosas: De
aquellos rifeños, paisanos tuyos, que se pusieron a rifar en el camino de la
Meca; ¡uno de ellos aún estará entretenido con los canes! Yo iba, de momento,
al Amezdog, que fue el aduar, el núcleo, el origen, como vengo diciendo, de
nuestra esplendorosa capital en aquella provincia, que hizo el número cincuenta
y uno, todas ellas imperiales, pues, por el Imperio, estábamos yendo cara a
Dios, que así nos lo enseñó aquel hijo del Gran Primo, quiero decir, de Primo
Rivera!
El
Fassi
-¡Lo que va usted es para chivani,
(13) mon General! Deduzco que ya no rige pues me amenazó con tres cosas,
¡y sólo se acuerda de una!
Zamalloa
-¡Ya que insistes, y me provocas,
tendré que avergonzarte, aquí mismo, delante de la Historia! ¿No es
absolutamente cierto que aquellos de tus alumnos que sabían una pisca,
aquellos que chapurreaban un español de infinitivos, se presentaban en nuestra
Zona, en la Mejaznía de Tetuán, y haciéndose pasar por norteños, se apuntaban, todos,
para ir de bóbiles - bóbiles en aquellas peregrinaciones de la
Meca, en aquellos barcos fletados por nosotros, por la Alta Comisaría? ¡Ah,
tunantes, hijos de...! ¡Hijos de Tarik y de Mussa; y de Munuza..., que vaya
trío!
Se
detiene en su argumentación porque El Fassi deniega con la cabeza,
evasivamente:
-¿Que no? ¡En ese caso te voy a
refrescar la memoria! En plena guerra de España, concretamente el Diez de
noviembre del treinta y ocho, el Cuartel General de Burgos dio a la Prensa esta
noticia tan..., ¡fraterna!
Amistad
hispano-musulmana.- El Generalísimo Franco ha dado una nueva prueba del afecto
y de la solicitud con que cuida todo lo que a los musulmanes se refiere.- El
Alto Comisario en Marruecos, Coronel Beigbeder, que conoce el sentimiento del
Caudillo y que desea que los peregrinos musulmanes de Marruecos conserven de
este viaje el más grato recuerdo, adoptó las disposiciones pertinentes. El
barco puesto por el Caudillo a disposición de los peregrinos es el magnífico
trasatlántico Marqués de Comillas. Entre los musulmanes marroquíes ha habido
grandes manifestaciones de agradecimiento fervoroso por esta nueva prueba de
cariño que el Caudillo de España les ofrece y porque durante la terrible guerra
recuerda a sus fieles amigos, cuyo amor por España es inapreciable y eterno.
¿Qué me dices, hermano?
¡Nosotros, en una España rota, hambrienta, con el oro robado por los
comunistas, y vosotros, simultáneamente, eructando en el Marqués de Comillas!
Ya lo dice la misma palabra: ¡para comer, Comillas! ¡Fue el colmo de nuestra
protección, lo nunca visto en un Protectorado!
El
Fassi, con aspecto aburrido,
desinteresado en aquel giro que iba tomando la polémica:
-¡Necedades! ¡Vaya argumento...!
Aquello, además de un farol españolero, de póker, fue un intento de pagarnos
las deudas del 36, la sangre vertida en las Asturies a pretexto de unas
demagogias imperialistas y desfasadas. ¡Muy político, si señor; y galaico,
también! ¡Ridículo, en definitiva; en grado sumo! ¡Apelo a la Historia! Madame,
¿es, o no es cierto, que en 1936, sin la numerosidad y la efectividad, el miedo
que inspiraban aquellas tropas reclutadas en Marruecos, en su mayoría
arrancadas a la pobreza, a la esterilidad del Rif, por mucho que le ayudasen
Hitler y Mussolini, Franco, ¡ese hombre, que no ese dios!, no hubiese
controlado Andalucía, y mucho menos Asturias? ¡Nos debéis cuarenta años de
dictadura, que ya es deuda!
Con esto dicho, me voy a tomar el
atai con los colonizadores del Aaiún, con los marroquíes allí
infiltrados, trasladados, asentados, ¡que se lo tengo merecido!
Zamalloa
-¡Espera un momento, Professeur,
que no terminé con mi lección, con tu lección! Sólo entiendes de las cosas de
un estómago no siempre agradecido! Hermano, nosotros tenemos cuenta y razón de
todo esto, aquí mismo, en estos archivos, en los Rationabus de la
Historia. Te recuerdo, de paso, que el Cinco de diciembre del mismo treinta y
ocho, Franco, aquel señor de la Baraka, aquel Magnífico, franqueándose
de nuevo, agasajó con diez mil carneros a los ídem de tu Marruecos, que así dio
pruebas, por enésima vez, de su gran afecto por los musulmanes del Norte, por
aquellos rifeños arrepentidos de sus traiciones bloqueras, quiero decir,
las de aquellos blocaos que tan ardorosamente defendieron, en este
vaivén de la Historia, en Asturias y en otros lugares, la causa de España, ¡una
España más que protectora, maternal!
¿Fue una carnerada, no? Pues otro
si digo, que de esos diez mil carneros, muchos de ellos se criaron en la verde
Galicia, ¡en la mía!, y así los llevó el diablo, que fueron para que
celebraseis la Pascua, la vuestra..., ¡una Pascua de infieles! Todo eso en
vísperas de la nuestra, que la pasamos, en consecuencia, a traspaso, con caldo
de nabizas, ¡y nabos hubiese, que se precisaban para mantener los mulos de nuestra
artillería de montaña!
El
Fassi
-¡No teníais...; eso, chorizos; chafarinas
o chanfainas?
Zamalloa
-¡Jalufo hubiese! Pero más
queda por decir, más, que si venimos a tiempos próximos, ahí te va otra de
aquel afecto. ¡Lo diré bajito, a la oreja, para que no se decaten los
etarras! ¿No es igualmente cierto que aquellos guatanes de Ifni se
acogían a nuestra Tesorería, cobrando como profesores coránicos, en unas
medersas improvisadas, y acreditados precisamente por tus diplomas, cando de lo
que realmente se trataba era de terroristas huidos de la Zona Francesa y
atenidos, acogidos, a nuestro sagrado, al Ifni? ¿Es, o no es; es cierto, es
histórico? Como ves, mi viejo, lo que es para viejo vas tú, querido paisa,
que ni ves ni oyes..., ¡cuando te conviene! (En un Aparte: ¡Igual,
igualito que nuestro Difuntito!)
El
Fassi
-Todo eso, hoy, es agua, agua mizziana, al-ma-luz;
eso sí, buena para beber; un balde de lluvia..., ¡caída en tiempo pasado!
Zamalloa
-¡No, hombre, que es sarabia,
sarabia norteña, para que percibáis que se trata de una tormenta
injusta! En cuanto a la generosidad del coronel Capaz te recuerdo que
correspondió con largueza a las atenciones del Ben Taki, del Xerrari, del
Tahar..., de todos ellos..., abriéndoles, volcándoles, la Caja de los reptiles.
¡Todos los reptiles de su Regimiento!
El Fassi
-¡Cosa más nefanda...! ¿Y usted
tiene la cara, el atrevimiento, de decírmelo? ¿Reptiles? ¡Camaleones, que eso
sois, que aún bien no bajasteis de los brazos de aquellos remeros, los de los
cárabos, en la playa de Ifni, y ya estabais ojeando para las siete mujeres del
Ben Taki...! Estoy informado de eso, de eso y de otras picardías españolas, de
todos los tiempos. ¡Faltaría menos, con lo leal que fue mi gente, Aït
Baamaranís incluidos!
Zamalloa
-¡Parece mentira que presumas de
Profesor...! ¡Tu ciencia es bien corta! Debieras saber que el término reptiles
es un eufemismo empleado para referirse a las economías de escala, aquellas que
se hacían con las sobras de los presupuestos, de la munición de boca, los permisos
indefinidos..., ¡para gastos extraoficiales! ¡Simples barullos cuarteleros,
pequeñas sisas! Se hacía así para cubrir ciertos compromisos ajenos al gasto
oficial debido a que aún no inventaran esos de Hacienda el Capítulo de los
Fondos Reservados... ¿Lo entiendes, Professeur?
Aquellos reptiles fueron
un aperitivo para tus caimanes..., ¡mientras no llegase la talega de España!
¿Lo capiscas, Magnífico Rector?
El
Fassi
-¡Ahí lo tiene, Señoría, que
ellos mismos lo reconocen! Cuando aquello de la..., ¿ocupación?, sobornaron a
cuatro traidores, a los que dieron, ¡a los que disteis!, la calificación de
Notables; para disimular, por supuesto, ya que en el fondo eran tan caciques
como los de América, o los de tu Península, ¡Portugal incluido!
Zamalloa, que se enfurece de nuevo, hecho un Marte:
-¡Protesto, y mucho; protesto por
todo, y que lleven mi letra al Notario!
Historia
-Se admite esa protesta ya que
Portugal es ajeno al presente Juicio. Por los pecados de Portugal ya pagó su
tributo, por ante mí, por ante la Historia, que yo sí que soy el Notario Mayor
del Reino, en 1578, en la Batalla de los tres Reyes, aquel Don Sebastiâo. ¡Otro
Silvestre...; un eterno desaparecido! Ya saben a quién me refiero, a El Rei del
Ksar El Kebir. ¡Prosiga, mon Gènèral, que en este plan, en
vez del Cincuentenario de un follón lo que celebraremos será el
Centenario!
Zamalloa
-Como iba diciendo, mi colega
Capaz estuvo en Ifni cuando lo de la Ocupación, en el Treinta y cuatro...
¡Perdón si me visto con plumas ajenas y digo, utilizando los conceptos de este
eximio Professeur, Recuperación, que no Ocupación, de nuestra
Santa Cruz de la Mar Pequeña...! Casi que solo, Capaz, digo, ¡ocho días! Con
dos docenas de séquito y cincuenta huevos..., ¡pero se contuvo, y contuvo, sin
escaramuzas ni violaciones, pues si alguna fiesta hubo, de común acuerdo lo
fueron!
El
Fassi
-¡Claro, clarísimo, Señoría!
Repare en lo que le repliqué...; ¡si, Señoría, aquello del talego...! Este
gallego retranquero le dio la vuelta por el forro; ¡y ahora nos sale con el
eufemismo de que era un saquito!
Zamalloa
-¡Séquito, mon Professeur!
¿O chocheas? No hubo tal soborno sino la clásica generosidad española. El resto
de los presentes les llegarían en el cañonero Dato, que por cierto se
demoró únicamente porque no encontraban la Carta náutica de nuestra Mar
Pequeña, ¡ni con lupa! El Dato telegrafió a Madrid, a las 5 horas, a. m., del
12 de Abril, para informarles que navegaba con rumbo a Ifni; así que,
entretanto, Capaz seguía por allí, avizorando en el cantil, en aquel Al
acant, ¡por si aparecía el barco de la logística...! ¡Con los
presentes, Monsieur; con los presentes! Aquella incomunicación de los
Aït Baamaranís era total pues en Ifni, en el Treinta y cuatro, no había radios
de contrabando, ¡ni siquiera de galena!
El
Fassi, hablando solo:
-¡Estos gallegos, que siempre le
dan la vuelta al globo: Si no encuentran especias por el Este, las buscan al
Poniente, así sea en un Cipango imaginario! Incluso consiguieron que nuestro Al
Mansour les retornase aquellas campanas de Compostela...! ¡Malditos, con lo que
pesaban!
Se
dirige a Zamalloa:
-¿No será más cierto, señor
Defensor, que aquel cañonero, el tal Dato, llevase material bélico, tal
que cañones y profilácticos? Supongo que sí, que por llevar, llevaría tropas adiestradas
en nuestro Rif; sables de caballería y cigarros, cigarros “señoritas”
de Coruña... ¡Ah, y también mataquintos, de aquellos del Mallorquí, aquel
de los aviones italianos, aquel amigo de su Franco! Por si fuese poca aquella
intoxicación, aquella lacra, también llevaron enfermedades sexuales, secretas,
a las que llamaban, eufemísticamente, mal africano. ¡Hipócritas!
¡Lo traían ellos, heredado de sus andanzas a través de la Galia, pues “gálico”
era su nombre, el verdadero! Por la
Galia anduvieron, con su Duque, camino de aquellas bajezas, en los Países
Bajos... Metralla suficiente para ocupar los aduares del Interior, séase, de
los Ait Ijelf, de los Ait Ennus, Ait Assa, Ait Abdalah, Ait el Joms, Sbuia,
Mesti... Suficiente para contaminar el Territorio; ¡todo, entero! ¿No se hizo
aquella Ocupación a pretexto de pescar en la Mar Pequeña, frente al Fuerte de
la Ventura? ¡Eso es lo sabido y lo admitido! Luego, ¿iban poner su pesquería en
el interior, por ejemplo, en Tiguisit, o en Tiliuin, a treinta quilómetros de
la costa? ¡Claro, tiene su lógica: los godos adoran las parameras, pero rehúsan
las abluciones!
Zamalloa, explicativo, profesoral:
-Los godos no lo sé, que yo
provengo de suevos, que mi “Gómez”, Gómez Zamalloa, procede, deriva, de “Gomá”,
insisto, un nombre distinguido y bastante usual entre los führers, entre los
caudillos germanos. Según su “Ben”, o “Beni”, indica filiación, así pasa con mi
patronímico. Pero a lo que íbamos: La ocupación..., perdón, ¡la recuperación!
del enclave de Ifni se acordara con Francia, que bastante engañaron aquellos
gabachos a nuestro León y Castillo manipulando los planos de África pues Santa
Cruz de Mar Pequeña, la histórica, la Mar de Diego García de Herrera, era,
estaba, en el feraz Agadir, en el A Gader de las huertas, en ese celeiro
de las searas! Sólo hay que darse una
vuelta por allí, in situ que se dice, y quien no confunda el verdín de
las huertas con el verde de los tapetes de juego de ese Agadir, comprobará y
cotejará, pues en las huertas de Ifni solo se dan los arganes, las chumberas,
el henequén, el ricino...! ¡Porca miseria!
El
Fassi, irónico, a cada momento, más:
-¡Hombre, qué bien! ¿De qué se
quejan si incluso tuvieron ricino en su Ifni; su ansiado ricino, aquel depurativo
tan usado por los Camisas Viejas, por los viejos Falangistas, para depurar
los rojos de la España roja? ¡A cada cual lo que se merece!
Zamalloa, colérico:
-¡Señoría, protesto! El ricino es
más apropiado para este chupóptero, ¡un Professeur harto y barrigudo en
un país esmirriado, casi una Abisinia!
El
Fassi, echándose las manos a la cabeza
en ademán de escandalizarse:
-¡Otra vez pido un respeto!
Señoría, o acalla a este pseudocalifa galaico, o le arreo yo mismo con una de
aquellas tizonas que usaba su Mío Cid! Ley del Talión: ¡Ojo por ojo y diente
por diente! ¡Le voy a pinchar en el propio pecho, y tanto, que incluso sangrará
su laureada!
Historia, que se pone grave:
-Se acepta esta reconvención,
pero si vuelven a las injurias, ordenaré que consten en Acta..., ¡por si
tenemos que deducir Sumarios para encausar a los Defensores! ¡Lo dije, y lo
sostengo!
Zamalloa
-Yo prosigo, pues con la Historia
no quiero bromas. En aquel año, en el 39, el hecho de que siguiese militarizada
la mayor parte de la población de Ifni les proporcionó a los nativos
substanciosos ingresos, y un subsiguiente, inmediato, progresivo, despegue
urbano. Por consiguiente...
El
Fassi, interrumpiendo:
-¡Señoría, permítame otra
cuestión, que este gallego habla de la feria según y cómo le fue en ella! Saltó
al Treinta y nueve omitiendo que en el Treinta y Seis, cuando su Alzamiento,
que no Movimiento, la leva de quintos en Ifni fue general; importantísima y
básica para el triunfo de aquellos levantiscos. Sólo dejaron en el Territorio a
los chivanis, a las mujeres y a los niños, cargando, unos y otros, con
sus pellejos del al-ma-luz. ¿No se entera de lo productiva que es
Asturias de un tiempo a esta parte? Pues eso, que la sangre de los musulmanes
da una vegetación verdinegra... ¡Es por la sabia que tenemos, por la sabia que
aportamos; por la sangre que les dejamos, propia y ajena!
Zamalloa
-¿Señoría, se entera, como
dice el Fassi, de que estaba yo en el uso de la palabra? Me disponía a explicar
la procedencia de aquellos ingresos tan substanciosos, que les transfirió la
generosa España... ¡Eso de las Asturias, es otra impertinencia; fue un tiro
falso, a córner!
Historia
-Prosiga, General, pero no se
detengan en menudencias, que están alargando este Proceso. ¡Esto no es la
O.N.U.!
Zamalloa
-Señoría, acaba de darme el hilo,
el hilo y los puntos, que precisamente de la O.N.U., y de los U.S.A. es de lo
que quería hablarle, que esos tales sí que tenían que estar aquí, en este
banco, por rifantes! Cuando nuestro Caudillo se puso a la cabeza de su
Gloriosa Cruzada, con el único voto en contra de aquel chivani, el tal
Cabanellas...
El
Fassi, que se echa las manos a la
cabeza:
-¡Hay que ver! Ahora estamos
hablando de la Cruzada, y antes dijo que en Ifni siempre hubiera un respeto
religioso... ¡Estos hijos de Isabel de Castilla...! ¡Ah, si Boabdil no fuese un
llorón...! De propósito: ¿sabrían decirme qué influyó más en el africanismo de
los españoles, aquel Testamento de su Reina, las nostalgias de su Imperio, del
americano, o aquellos abonos dobles, aquel Plus de Residencia, y los cargos que
les daban a su regreso a Madrid? ¡Por sus chapatorias, por sus
experiencias colonizadoras, supongo!
Zamalloa, ignorando aquella pregunta pérfida:
-¡Hermano de Muhammad! La Cruzada
de la que estoy hablando es la que tuvimos contra los infieles de las Españas,
aquellos comunistas que sólo creían en Moscú, en su Moscova..., ¡y como no
moscaban, los hicimos moscar, nosotros, la España Nacional, en Marzo del
Treinta y nueve, con sólo tres años de contienda!
El Fassi, pletórico de ironía:
-Excusé moi! Je comprends, je comprends!
Zamalloa, hablando para sí mismo:
-¡Ah, pillastre; este gabacho me
lo dice en francés! ¿Será para que no me entere de que está pidiendo disculpas!
El
Fassi
-Lo que tendría que decirte, y
precisamente en francés, es algo que ignora media España: Por el año 1925 los
políticos spanois estaban hasta el gorro de mandar quintos para
África..., ¡que de Marruecos volvían mutilados, mientras los emigrantes de Cuba
tornaban ricos...! Pero se daba la circunstancia de que Francia deseaba
encomendaros el control rifeño, haceros cargar con el muerto de un territorio
malévolo y levantisco, así que no se le ocurrió mejor cosa que ayudaros a
vencer al temido Abdelkrim! Después de esa conveniencia, la siguiente era
despreocuparse de aquel Sur predesértico..., ¡endosándoos la momia de Ifni,
Tarfaia, y todo eso! ¿Si fuese útil y productivo, os lo daría, os lo
consentiría, facilitaría Francia vuestro asentamiento?
Zamalloa, que no le presta mayor atención, intenta cambiar de tema dirigiéndose al
Tribunal:
-En el Banderín de Enganche de
nuestra Cruzada se apuntaron todos los beréberes, todos los árabes, todos los
almohades y todos los benimerines del Magreb. ¡Qué sé yo; muchos, a hecho;
todos los de Alá y todos los de allá! Pero fue, aparte del flush, porque
querían subir a Covadonga para vengarse de los osos; ¡y también de los Pelayos...!
En aquella ocasión no fue con ellos El Fassi…, porque aún llevaba pololos!
El
Fassi, que sigue irónico, burlesco:
-¡No tal, no es así, que en
España también había Flechas; flechas y, sobre todo, Margaritas. ¡Oh,
sí, unas Margaritas tersas, duras como cuernos, exuberantes, de auténtica
vaca lechera!
Zamalloa
-¡Señoría! O pone orden al
extremista del Istiqlal, o de lo contrario déjeme llamarle aquello de, Es-selam-aliqum!
Ya sé, ya, que no significa lo que parece indicar, así, de oído, pero mis
soldados mucho se tienen divertido con la fonética de esta frase. ¡Menudo
ejército de asesores, de badulaques, de moros zarrapastrosos, aquel que tuvimos
que pagar, nosotros, en el Treinta e seis, e de ahí en adelante, ¡por días de
vida!, mientras que los soldaditos españoles, después de tomar las crestas
asturianas, recuperaban, en aquellos riscos, los casquillos de las balas! Pues
bien, estos balas perdidas, ¡los tuyos!, estos djenuns, estos pobres
diablos del Aït Ba Amram..., andaban mirándoles la boca a los rojos,
para liberarlos de su dentamia, para extraerles el oro, de baraka-lofik!
El
Fassi
-Esa es una calumnia flagrante,
propia de infieles... Su Excelencia se olvida de que nosotros, los arábigos,
culturizamos Occidente, irradiando en todo tiempo y lugar, mayormente desde
Toledo y desde Córdoba, la Gran Sultana, aquella Muslime espléndida, calurosa!
Zamalloa
-¿Irradiando...? ¿No sería
rascando, rascando el muslamen...?
El
Fassi
-Palabras necias..., ¡ya sabe!
Pero, a lo que íbamos: ¿No querrían que les mirásemos la boca a les vaques
de Trubia para ver si estaban de canteiros? Recuerde que en las montañas
de Asturias se fueron con Alá, lo menos, lo menos, cuatro de cada diez de los
nuestros, de los de por acá. Tantos, y tan juntos, que entonces, aquí Arriba,
en este paraíso de los luceros, se agotaron las huríes, ¡absolutamente todas! Y
menos mal que en este clima, en este Edén celestial, se crían en seguida, ¡como
los hongos en la humedad de su Galicia!
Mientras, en aquellos tiempos,
los suyos, ¿qué? Los suyos, por entonces, que lo sé bien sabido, andaban de
baranda, por las verdes cumbres, haciendo que lindaven les
vaques, pero lo que hacían, de hecho, era ligar las vaqueiras...,
en aquellos Pajares del heno! Por algo dicen en las Asturies eso de, primos
hermanos...; ¡refiriéndose a los gallegos, naturalmente!
Zamalloa, teimudo:
-Mi viejo, retornemos al Treinta
y nueve. Por aquel entonces, vencido, captivo y desarmado, el ejército rojo,
con el oro y con la plata en Moscova, y con los recibos de la misma en la
faldriquera del Canario, aquel primo vuestro, aquel Negrín, nos vimos negros
para sostener los Protectorados; ¡y más aún para mantener los sargentos moros,
que había un millar de ellos en las nóminas de España! ¡Un millar, que se dice
pronto!
El
Fassi
-¿Dijo, Protectorados; en plural?
No recuerdo que le llamasen así al de Ifni, sino, y con toda fachenda,
¡Territorio de Soberanía! Por eso, precisamente por eso, para chafarles la soberanía,
he promovido, yo, yo mismo, en el repetido Cincuenta y siete, aquel Ejército de
Liberación..., ¡para liberarlos de sus responsabilidades..., históricas!
Zamalloa, que está que brama, incontinente:
-¿Cómo te atreves, osado...?
El
Fassi
-¡Si, señor, que incluso en la
semántica hemos copiado de ustedes! ¿O no es cierto que le llamaron Guerra
de Liberación a la suya, a la incivil? ¡Estos de ahora son
más pícaros que el Lazarillo de Tormes, y eso que le tienen de prototipo!
Historia
-¡Aténganse a los hechos,
particularmente usted, Si Al-lal! Y no me venga con operaciones de divergencia,
que si eso es admisible, a veces, o por lo menos disculpable, en un estratega,
aquí, en un Profesor, como es su caso, no debiera serlo; ¡nunca! La dialéctica
tortuosa o torticera no es rentable por ante mí, ¡por ante la Historia!
El
Fassi
-¡Señoría, excusez moi,
que también he sido un estratega, aunque auxiliado por el Capitán de las S.S.,
Herr Hans. ¿Le parece poca estrategia aquello de planificar el 23-N sin que
ningún español lo descubriese, con la listeza de que presumen, y con lo bien
que pagaban a sus espías? La dicotomía es esta: O el Servicio Secreto de
España, aquel Servicio de Información inventado precisamente por el Almirante
Carrero Blanco, veraneaba, en Noviembre del Cincuenta y siete, por ejemplo, en
la Côte d'Azur, ¡mientras había moros en la suya!, o...,
¡o es que he sido más listo que un Sultán!
Zamalloa
-Lo que es a Sultán no llegaste,
pero no por falta de ganas...! Lo siento por Su Majestad, por tu Mohamed V, que
bien jugado anduvo contigo, que las jugabas todas, y todas a un tiempo: al
populismo comunista, y también a la lealtad alauita. ¡Viejo rifeño, camaleón
del Atlas! Por algo en mi tierra, en mi Galicia, de siempre se les llamó rifeños
a los malos vecinos, a los túzaros!
El
Fassi, desaforado:
-¡Pero qué injuria...! ¡Señoría,
protesto; y va por la enésima...!
Historia
-¡Tiene razón; toda! Así que,
nueva amonestación para los españoles. ¡Y que conste en Acta! ¿No escarmentáis?
¡Os sobra baraka, y os falta prudencia! Siquiera ya os lo decían
aquellos rifeños de los tiempos del Teniente Ramón Franco, aquello de, ¡Españoles
no saber manera: siempre de moras, y entremientres, el moro apuntándoles con
fusila...! ¡No, no es eso; no es así!
Zamalloa, recordando, evocativo:
-Después de nuestra guerra se
generalizó, se multiplicó, el esfuerzo español en esta África norteña, de
siempre estéril e ingrata... ¿Cabe algo más fraterno, pongo por caso, que la
Sociedad Anónima Hispano-Africana de Reconocimiento del Atlántico, también
conocida por SAHARA, que para mejor reconocer su función atlántica
incluso tenía una lancha de remos, eso que llaman un cárabo?
El
Fassi
-¡Señoría! Les ruego a los
taquígrafos que pongan su mejor atención para que nada se les escape, pues
tengo el presentimiento de que estamos a punto de entrar en una auditoria de
las grandes empresas, españolas por supuesto. ¡Ya verá, Señoría, ya verá qué gestas
aparecen por estos contornos, entre otras, aquellas de, Gracias, Manolo,
que se las daban a Arburúa por sus licencias de importación…, graciables!
Zamalloa
-Marraste, Professeur, que
la cosa no va de xestas sino de toxos, de tojos arnais!
Quería referirme a las grandes empresas de Ifni, tal que Barber Hermanos, que
es precisamente un apellido de origen Bérber, barbero; luego estaban
Elejabeitia, Raimundo Vázquez, ¡gallego por cierto!, Explotaciones
Agropecuarias Africanas...; y tantas otras, que sin ellas, la Capital , Sidi
Ifni, seguiría siendo un simple morabito, el de aquel Sidi, malamente entornado
por los diez chamizos de su Amezdog.
La iniciativa privada, la
nuestra, la española, nos secundó positivamente en aquel esfuerzo territorial,
¡que lo cortés no quita lo valiente!
El
Fassi, mordaz:
-En el concepto secundar
estoy de acuerdo, que no tengo dudas de que esta cosa va de segundones; ¡y
tanto que si! Después está que, en buenas matemáticas, segundo de segundo,
cuarto es; ¡menos que tercero! ¿Lo entiende, mon Martiño, mi
santo de la capa compartida?
Zamalloa
-¿Me cambiaste el nombre? ¡Pues
lo tengo bien sonoro: Para los íntimos, don Mariano; y para los moros, como
aquel que cerraba España..., Iago!
El
Fassi
-¡Hay que ver cómo son estos
guerreros! Marte, para tus antepasados, para los gallaécicos, era el
dios de la guerra, hijo de Júpiter y de Juno. ¿Lo sabías? Está visto: desde que
nos fuimos, nosotros, de nuestro Toledo, eso de las Spanias..., ¡salvado
es, que no harina!
Zamalloa
-Déjate de andrómenas, y
vayamos al fondo de la litis: Hablando de las ganancias que os dimos en
aquellos años de tanta penuria, ¡mundial!, tendré que recordarte, por ejemplo,
como aquellos camelleros, ¡los de tus camellos, ya me entiendes!, recibieron
importantes cuotas, o vales, con los que retiraban de nuestros almacenes
aquellos bidones de ciento ochenta y ocho kilos, de aceite de oliva,
¡refinado!, que los arrojaban por aquellas laderas fronterizas con la Zona
francesa. ¡Estraperlo de Estado, que os fue transferido, mientras los españoles
de aquellos tiempos cocinábamos con manteca de jalufo! ¿Qué hacías tú, a
tal momento, para no enterarte de eso? Ya lo sé: Ifni te caía de costas, de
lado, pues estabas mirando a la Meca..., ¡a verlas venir!
El
Fassi
-En cuanto al jalufo, bien
sabe aquí Su Excelencia que no les servía para engrasar en el Magreb aquellos
ejes de su espionaje, del francófono, ¡que en vez de espiarnos a nosotros
espiaban a sus socios! Y no me haga entrar en aquellos secretos de Estado,
algunos de ellos compartidos conmigo, aquellas putadas que les hicimos; mejor
dicho, que les hicieron ustedes a sus amigos los franceses. Si, Vds., a
los franceses, a sus propios socios en la colonización afra. ¿Lo quiere entender?
¡Sí que lo entiende, sí; tanto usted como sus sucesores en España, que bien se
lo recordó Francia acogiendo con el mismo amor a vuestros etarras, y eso durante
lustros!
Zamalloa
-Ahora que me lo recuerdas,
hablando de la Francia de tus amores: En la de Vichy no se ocuparon, ni poco ni
mucho, de tu zona, ¡precisamente de la francesa! Aquella fue la gran ocasión de
España, que se pudo hacer con el dominio de todos los Magrebs, pero Franco, un
caballero sin tacha, fue neutral, que incluso desairó aquella oferta del propio
Hitler...! ¿Lo recuerdas, sabio historiador?
El
Fassi
-¿Lo fue? Pero, ¿con qué herramientas
iban a ocuparse de la vecina, pero no pacífica, Zona Francesa? ¿Con cuatro máussers,
viejos, añascados; y luego aquel asunto tan feo de su ocupación de un Tánger
internacional e internacionalizado...! Tan ingenuos fueron, que incluso se
hicieron ilusiones de que Hitler les consentiría anexionarse el Marruecos
Francés, entero, con sus linderos, con su limes. ¡Media África; y de
paso, Gibraltar! Aquello era para que comulgasen con la Roca, ¡ya que solían
hacerlo con las piedras de sus molinos manchegos! ¡Pobrecillos, si hasta lo
sabe aquí doña Historia, esta reina de los arcanos, que llegasteis tarde a
Hendaya porque ninguna de vuestras locomotoras cogía presión, y eso que
engancharon tres o cuatro, simultáneas! Mucho se cabreó entonces, aguardando a
pié firme, en aquel andén húmedo, que lo midió cien veces aquel bigote de mico,
el tal Hitler…
Zamalloa
-Esa versión no resiste un
análisis histórico... Si llegamos tarde a Hendaya fue por..., por cálculo
gallego, para demostrarle al Fhürer que la gente importante se hace esperar,
pues si él era un fhürer de esa Alemania de los alemanes, nuestro Carlos V,
aquel que fue a Coruña a buscar la pasta para su propia coronación, ya lo era
antes, ¡hace más de cuatro siglos!
El
Fassi
-Tan importante, tan ridículo fue
aquello, que en el famoso tren fuisteis haciendo la comanda del Zoco
para ver que les podíais hurtar, sisar, escamotear, a los alemanes: ¡Quilitos
de esto, litros de aquello...! Pero la logística de la Alemania nazi tenía que
llenar las neveras del invierno ruso. ¿Sabes que os contestaron? ¡Qué vais a
saber si por entonces aún no fueran los obreros gallegos aprender su alemán,
que eso fue...; ya lo tengo, en la emigración de los Sesenta/setenta! Me lo
contó el propio Hans, exactamente en Noviembre del 57...
¡Lo lógico, dadas las
circunstancias! Según nuestros Económetras, -os dijo Ribbentrop,
en persona-, no es que os falte harina sino que toda España, una,
grande, y libre..., ¡está vacía! ¡Es salvado, cáscara de
molienda, ruina absoluta! Y sobre eso, como abono infecto,
un millón de muertos...
Aturdido, Serrano Suñer le
respondió al tun-tun: -Ja, mein Herr. ¡Que
no, no señor, que sólo fue medio millón, que los otros son desaparecidos; o
desaparecidos o expatriados!
Ribbentrop, que se tronchaba a
reír, no aguantó más parvadas, y le gritó a la oreja: ¡Un millón de
muertos..., de hambre, entre preagónicos y tuberculosos, Herr
Cuñadísimo!
En aquella situación, con las
deudas pendientes, les enviasteis una división de mendigos, encapuchados con
aquellas mantas de campaña sobrantes de las guerras de África; borra de algodón
que olía a ratas y a vomiteras, para ser exactos! Y menos mal que también os
dijo el alemán que les darían rusas a los sorchis, ¡en cantidad! Rusas,
por si lo ignoras, son, eran, aquellas zamarras con pasadores de madera en
lugar de botones, ¡casacas de cosacos! Pero como del alemán sólo sabéis decir, ja,
mein Herr!, que lo usáis, en
vuestra ignorancia, incluso para negar, para rehusar, pues eso le contestaron
los tuyos, ¡y con eso os tomó la palabra!
Zamalloa
-No, que no es correcto, que yo
estuve por allá, entonces, con la Azul, ¡y no precisamente robando iconos...!
Si no contuviésemos en aquella ocasión a Stalin, aquel Yugachvili de la tierra
arrasada, aquel Hijo de la Gran Matriusca, se hubiese papado media
cristiandad; y de sobremesa engulliría al Islam, todo, entero, mezquitas y
medersas incluidas. Aquellas heroicidades, las nuestras, aquellas de los campos
de Checow, sólo pueden compararse con las de Carlos Martel, aquel Señor de los
Poitiers; ¿entiendes?
El
Fassi
-No, no fue ético que
colaboraseis con Hitler, un criminal, un loco, un avasallador de pueblos...
¡Impropio de la prudencia galaica!
Zamalloa
-¡Mon Professeur,
tu enseñarás lo que quieras, pero lo que es Ética, nada, cero! Acuérdate de como
atacasteis en Ifni, donde había una población civil, mayormente canarios y
gallegos. Canarios de pura cepa, guanches puros, y gallegos auténticos,
de los del nabo de Lugo. ¡Los mejores! Y para más inri, de noche, ¡sin
declaración de guerra! En la División Azul sí que dimos la cara, la cara y
también el culo, que bien que reptamos por aquella nieve, tan blanca y tan
limpia que por donde pasábamos sólo quedaba un reguero con los colores de
nuestra bandera...
El
Fassi
-¡Gráfico, si señor; mucho, que
por fin concordamos en algo! Bien sé lo de aquel rastro: Dos franjas de sangre,
con algo de morapio, de aquel de Valdavia... En canto al walda,
al amarillo..., también lo tengo: procedía de la bilis española, de vuestra
impotencia frente a las astucias y al tesón de aquel hombre de acero, el
Yugachvili; para el vulgo, Stalin.
Zamalloa
-¡Tu sí que estás bilioso, pero a
fuerza de ayunos...! Volveremos al tema cuando se ventilen las
responsabilidades de tu Mohamed V, pero ahora tornemos a Ifni, que estas
maniobras de dispersión por las estepas rusas son un truco dialéctico, uno de
los muchos de este inefable Si Allal. Según te iba diciendo, cuál no sería
nuestro dispendio, en Ifni, que, por ejemplo, estando los míos con las Regiones
Devastadas, ya les hicimos, a los tuyos, en Sidi Ifni,
aquellas aceras; entre otras, las que circundaban las casas del traidor Boaida,
¡tu futuro y flamante Gobernador de Tarfaya!
Roma nunca pagó a los traidores,
pero, ¿España? ¡España incluso les dio anticipos! Si fueseis bien nacidos, que
de bien nacidos es ser agradecidos, de vuestros colonizadores tendríais que
decir, con Camöens, ¡Alta geraçâo, ínclitos
infantes! Añadiendo, por comparación: ¡Oh ínclito Caudillo, franco y
gallego a la vez, qué pupilos tan felones estos que amamantaste con tu flus,
con el dinero español!
Después
de un aliento, prosigue, con los ojos en alto, visiblemente emocionado:
-¡Oh, Ifni, mi provincia
malograda, cuantos siglos de esterilidad magrebí fecundados en treinta y cinco
años de presencia española, quince campañas, coloniales incluidas!
El
Fassi
-¡Alto ahí, mon Général,
que con esa fogosidad oratoria, se le escapan las verdades! Mas, para mí, lo
debí dejar aupado en sus grandilocuencias, mi señor Don Mariano, Ex-Gobernador
General de ¿su? África Occidental. Pero le voy a rebajar los humos: ¿Se acuerda
de cómo se quedaron de fláccidos aquellos miembros de su..., de su séquito?
¡Más que con los huevos de aquella tortilla que los franquistas le ofrecieron
al Dictador, a Primo de Rivera, en cierta ocasión...! ¡Veinte mil miembros
fláccidos, veinte mil sobres de su Pagaduría, que se dice pronto! Acuérdese de
aquel Plus...; si, aquello del ciento cincuenta por ciento en carácter de Plus
de Residencia...; ¡de Residencia principesca!
Zamalloa
-España pudo, pudo y quiso,
premiar nuestra dedicación, la de los Mandos Territoriales, que por algo
estuvimos allí destinados, a las duras y a las maduras, escogidos por la
Presidencia del Gobierno, ¡la flor y la nata de nuestra hidalguía!
El
Fassi, con sorna:
-¿Gallegos, gallegos incluidos?
¡Estos llegan a las antípodas, que vaya proliferación...!
Zamalloa
-¿Y quién, si no; donde es que
los hay mejores? Las avanzadas civilizadoras, siempre y de siempre, se hicieron
con gallegos..., ¡desde Augusto, pasando por el Adelantado Fernández de Lugo!
El
Fassi, que se troncha de risa:
-¡Veinte, veinte mil sobres,
veinte mil bolsas vacías..., sin contar los escrotos! ¡Eso es mucha flaccidez,
como para que usted venga presumiendo de su nabo, del de Lugo! ¡Muchos cestos y
pocos huevos!
Zamalloa
-¡Eh, escuche, óigame un
momentito, que España nunca colonizó por el huevo, que siempre lo hizo por el
fuero! ¿Se entera, mon Professeur?
El
Fassi
-¡Ah, mon Général,
eso no, que España impuso sus fueros, de siempre y siempre, mayormente
en las Colonias, a puro güevo! Desde Colón, aquel experto en ponerlos de
pié, aquel que discurrió que la tierra era redonda, pero le salió ovalada, que
entre su Fisterre y el Cipango lo que había era un promontorio ovoide,
el de las otras Indias! ¡Oh, là, là, mi
Zamalloa, cuanta tortilla podríamos hacer con aquellos huevos a poco que le
diésemos al percutor de nuestras fusilas, pero nos pasamos de prudentes, con la
prudencia de Alá, que no permite guerras ofensivas!
Historia,
que comenta con los Historiadores, con los
Secretarios:
-Eso de colonizar a puro güevo
no nos parece tan grave; también Roma tenía ese estilo, y quedó bien vista por
ante mí, por ante la Historia!
Zamalloa, que aplaude, complacido:
-¡Claro que si, Gran Señora! El
ánimo se me exulta de gozo por las glorias del deber cumplido, por las de los
trescientos héroes muertos, entonces, en aquellas acciones de guerra, en pura
acción de guerra. Además de los errores de nuestros topógrafos al señalar los
campos de las minas propias; ¡esto además! Y ya no hablemos de los
desaparecidos, de los no localizados... Luego están los quinientos heridos, que
sin un quejido resistieron la infección de vuestra vil metralla! Estos
laureles, los españoles, son inmarcesibles, mi Señora, y ahora no pueden
arrancarlos de Ifni porque, al desaparecer la niebla de la censura, en España
los grabó la imprenta, tal que está pasando en este Juicio Histórico! Ifni se
entregó con honor... ¡Qué otra cosa haría un gallego! Se entregó después de
diez victorias y ninguna derrota, que lo vuestro siempre fue un simple
paqueo... ¡Si, un paqueo, aquello tan rifeño del pac-co, pac-co…,
por detrás de los arganes!
Se entregó, que no tengo ningún
recelo en decirlo, sólo y tan sólo bajo la presión política de aquellos
tecnócratas enchufados en las Secretarías de los Estados... ¿Cómo se dice...?
El
Fassi
-¡De momento, Unidos! ¿O es que
ya no te acuerdas de aquellos amigos de tus amigos, de aquellos Secretarios tan
amigos de complacer a sus amigos, con tal de que hubiese ganancias político-económicas
de por medio? Por cierto, que aún no hemos discutido si lo de Ifni debe constar
en las actas Históricas como “cesión”, o como “retrocesión”.
Si lo presentáis como “cesión”,
será reconocer que fue una cobardía vuestra, una flaqueza vuestra, arriar
vuestra bandera; la derrota de un imperio ya en declive ante cuatro
desharrapados incontrolados, aquellas mesnadas que os atacaron en la noche del
23 al 24 de Noviembre de vuestro Año de Gracia 1957.
Si fea es una “cesión” cobarde,
no lo es menos una “retrocesión”, ¡puesto que sólo se retrocede lo ilícitamente
poseído! ¡En todo caso, caput, nene!
Los españoles, en particular los
sureños, llevan tanta o más sangre árabo-béreber que goda en sus venas, y aún
así son incapaces de entender la idiosincrasia, la astucia, de sus parientes!
Zamalloa, que pasa por alto esta última propuesta, este reto, de su contrincante:
-En mi tierra decimos, Amiguiños
si, pero a vaca no que vale! ¡En lo que vale de suyo! El caso de Ifni no
fue así, pero voy callar que te estoy dando juego..., ¡sin querer y sin
convenirme!
El
Fassi, de nuevo en actitud doctoral:
-Acuérdate que el Querellante de
esta Querella invocó aquello de, ¡España. Una, Grande y Libre! ¿Qué hay de malo
en que nosotros, los Marroquíes, los Protegidos, los alumnos, aprendamos de su
España, de esa Maestra de pueblos..., por no decir otra cosa! Nosotros, como
alumnos aventajados, émulos en definitiva, también pudimos, con iguales títulos
académicos, anhelar, proporcionarnos, un Magreb Uno, séase unido, re-unido;
Grande, de extensión claro, pues desde Port Etienne a Covadonga, ya es tierra
de Alá..., cuarenta mil hanegas! Después queda eso de Libre, que está bien
claro: ¡Un Magreb libre de las tutelas protectoras, vuestras, de los infieles!
Para lograrlo, Danton os llevó de su mano, que de él aprendimos, también
nosotros, que, De l´audace, encore de l´audace et toujours de l´audace!
Zamalloa
-¡Esas huríes del Séptimo te
tienen chupado, médula incluida! Tú no eres Libre; ni tú, ni los tuyos, pues la
única libertad de tu gente, hoy como ayer, está, estriba, en soñar grandezas...,
¡las grandezas de cuatros feudales!
Tengo que recordarte que con
nosotros, con las Españas, teníais ciertos compromisos históricos, contraídos,
reconocidos y cultivados, pactados, siglo tras siglo. ¿Perdiste la memoria
histórica, la que tenías antes de convertirte en un fanático; o dicho de otro
modo, en un converso afrancesado?
El
Fassi, desafiante, airado:
-Eso, eso, todo eso, se juzgará
en esta Sala; injurias, aldrajes...; todo incluido, por supuesto!
Zamalloa
-¡Señoría! Creo que a estas
alturas de mi intervención, y de momento, por palabras de presente, mi Caudillo
tiene revalidado su título de Protector de Marruecos, ¡que eso es mucha
Grandeza! Si las baladronadas sucesivas de nuestros oponentes pretendiesen
rebajar su gloria, yo me reservo el derecho de alancear malandrines! -Dirigiéndose ahora a El Fassi: -¡Odres,
odres es lo que sois, que incluso en vuestras culeras os parecéis a los odres
de vino de una venta manchega!
Ahora bien, por si todo esto que
llevo expresado no retratase suficientemente la grandeza, la grandeza y la
sensibilidad del César, del César Franco, aquí tenéis su
ELEGÍA EN LA PÉRDIDA
DE IFNI,
harto elocuente por sí misma.
Está inédita porque la propia Censura, aquellos jins, aquellos djenuns,
aquellos “diablos familiares”, que así les decía, no se la dejaron arengar en
vida por considerarla excesivamente explícita! Se vino con ella al cielo, que
se la metieron, con otros papeles top secret, para rellenar su caja de
caoba, excedentaria de espacio para un hombre que era grande de espíritu, ca no
de cuerpo, ¡lo que tiene más mérito! Así que, cuando pasó por las aduanas de Porta
Coeli, se la encontraron los de San Pedro...
¡Aquí la tengo, Señoría! Y me
gustaría que la leyese uno de estos Secretarios, pero traducida al gallego, o
por lo menos, al castellano, ya que está en latín..., ¡porque le fue redactada
por uno de aquellos Escribas de la Obra de Escrivá!
El
Fassi, en un aparte:
-¡Lo que tengo que oír por no ser
sordo! Yo sabía que don Francisco actuaba por la Gracia de Dios, incluso cando
le daba a la manivela, al troquel de hacer las monedas, pero de eso a que esa
Obra fuese propiamente suya... Eso es un improperio, otro; un sueño imperial,
otro...; ¡y sin Imperio!
Doña
Historia asiente, así que Zamalloa le pasa aquel pergamino a uno de los
Secretarios; un rollo arrugado, amarillo; mucho, tal y tanto como si lo
acabasen de sacar de una de las cuevas del Mar Muerto.
Secretario
-¡Oh! ¡Pero está en latín...!
¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!
Historia
-Señor Secretario, lea; pero en
castellano, para que lo entienda toda España, ¡tan necesitada que está de abrir
sus arcanos históricos!
Secretario
-¡Lo que es por mí, vale; vale!
Lee,
con voz atiplada, imitando, remedando a Franco:
¡Españoles todos, Ifni no ha muerto! Vive en
los colores de nuestra bandera..., y en las glorias de nuestros héroes. Vive en
los Anales del Grupo de Tiradores, en las Fuerzas Expedicionarias que le han
defendido, en la Administración fecunda de la Policía Indígena, y en las alas
de los Junker-52, y de los Heinkel-111. Vivirá en los cañones del Canarias y en
la furia legionaria. En la seda de los Caballeros Paracaidistas, y en las
gabardinas del Somatén...
Vive y
germinará con las lecciones magistrales de nuestras escuelas, en nuestra
sanísima Sanidad, la que allí hemos desplegado y puesto de manifiesto cuando
les erradicamos aquellas glaucomas, aquella peste bubónica... También vive, y
pervivirá hasta que empiecen a ir por allí los arqueólogos, en las obras
públicas; ¡otra legión!
Tantas
y tan altas las hicimos, que elevamos, con ellas, aquel poblado de Amezdog a la
categoría de moderna y confortable ciudad; aquel Sidi Ifni, que por tener, un
Casino tenía... ¡de Oficiales!
Ahora
descansa el gigante hispano, mustio, aletargado por su esfuerzo colonial.
Duerme bajo la luz matizada de la media luna, cabe las palmeras, haciendo
compañía al Mío Sidi Ifni, cuyo morabito restauramos, y respetamos, empezando
por las huestes de nuestro Adelantado, aquel Capaz..., ¡que le inmortalizamos
dando su nombre al puerto de El-Yebha!
¡Españoles
todos! España domina, ahora y siempre, en los cinco Continentes..., por el
Imperio de nuestra Raza, y por el OPUS, por la Obra de Dios; ¡por la Impronta de
nuestro Genio y por su Camino, bien escrito y bien trazado!
Allí
donde un español haya plantado el Árbol de las Ciencias, ese que blasona
nuestro Instituto, ¡del Consejo Superior!, o tendido su mano generosa, cual
Guzmán, un renegado tan fiel que Bueno le llamaban, allí quedará España, y
también lo hispano; allí fructificará nuestro aliento; ¡allí se elevará nuestra
Obra!
Que no
digan que caímos, ¡que no os lo digan! Nos fuimos del puesto que allí
teníamos...! ¿Cayó, puede caer, una Nación tan rolliza, una piel de toro que
amamantó cincuenta países? ¿Pueden los renuevos prescindir de nuestra sabia?
Nuestra
siembra germinará en todas las primaveras de la Historia, por los siglos de los
siglos. ¡Amén! ¡Inch´Allah!
Recordad
que España es grande. En las desdichas, también; ¡también en las desdichas! No
cede nunca, ¡emancipa!
Esto de
Ifni, esta mal llamada Retrocesión, fueron desposorios pactados, ¡con el propio
Marruecos! Nuestra benjamina, nuestra Ifni, lució en sus bodas las joyas del
trabajo y del genio hispanos, incluido un puerto mecánico, con un teleférico de
mil cuatrocientos metros; ¡treinta años que nos llevó decidirnos, que no
hacerlo!
¡Ah, y
luego está lo del aeropuerto; un campo almidonado, digo, hormigonado! Calles a
cordel, dos iglesias y dos mezquitas. Todo ello un tesoro..., ¡que para sí
quisieran los del Courel!
Hemos
vaciado nuestras arcas para dotarla del más digno de los ajuares, el más
apropiado a nuestro abolengo, a nuestra inmarcesible grandeza!
Dote
real la dimos, dote de reino a reino; de España madre, al Marruecos yerno, cá
mejor non la tuvieron las fijas de Mío Cid! Pero esta dote la dio España, y tal
y como la dio, la tutela, que si afrenta hubiere, en Corps, en Melilla o en
Sebta, los mismos legionarios que pluguieron de sus ojos cuando se arrió
nuestra bandera, lidiarían de nuevo, todos a una, prietas las filas, para
recuperar Ifni, para recuperar la Princesa ! ¡Y con la Princesa, su dote, si
malandrines la mancillan!
¡Héroes
de España, que alumbráis en los luceros: Vigilad a Marruecos, y escoltad a mi
Pequeña y Gran Provincia, esa chiquirritina de Ifni, que si mal trato recibe de
la Media Luna, yo velaré para que vuelva a salirle el sol, sea por Antequera o
por el Atlas! En tal caso, la recuperaré para protegerla de nuevo..., ¡para
mejor desposarla!
¡Españoles
todos, nosotros emancipamos, pero sin abandono, que tampoco lo haremos con el
Sáhara ardiente! España, y yo el primero, responderemos ante Dios y ante la
Historia de los florones del Reino, de las glorias de nuestros héroes, de los
altos designios de nuestra Raza, -que en eso soy franco-, de la culturización
de aquellos maestros, tan sacrificados que incluso se peleaban por un destino
para Ifni..., aunque los malandrines digan, ahora, que sólo lo hacían por un
simple Plus de Residencia, un ciento cincuenta por ciento de nada..., ¡y con
sus magníficos pabellones!
¡Españoles
todos, poneos en pié, que ya parte la doncella para sus nupcias; y deja Solar y
Bandera para acomodarse a las alfombras de la Corte Alauíta, todas ellas de
nudo..., ¡qué bien le apetecerían a mi señora Doña Carmen!
Despidámosla
con el orgullo de haberla criado a nuestros pechos, moza y robusta;
despidámosla con el orgullo de haberla defendido, y protegido, mientras que de
ello hubo causa y menester.
En Ifni
hemos escrito, y cumplido, una de las páginas más brillantes de nuestra tutoría
de pueblos, de nuestra forja de naciones, de nuestro Imperio universal,
espiritual, transmisor de valores eternos...,¡y de los otros!
¡Españoles:
Recordad que España es, en las desdichas, Grande! Mucho, que me dicen que pasa
del medio millón de kilómetros ¡cuadrados!, así que, cuando nos viene la
pertinaz sequía, la regamos con la sangre de nuestros héroes!
¡Viva
Fran...!
Se equivoca el Secretario y trata
de corregir:
-¡Digo,
pues dice: Viva España; la mía, aquella que resucité de su ostracismo, en el
36, gracias a los tambores, a los tambores y a los Tabores, de Regulares!
Historia, apretándose su voluminosa tripa para no estallar de risa, y secándose el
sudor de su honorable testa:
-¡Uf, cuanto me fatiga la
grandeza...! ¡Señor Secretario, quedé extenuada, así que, ¡vacaciones!, por
otros cincuenta años, que las tenemos merecidas. Bien pensado, esa Obra del
OPUS estaba en todo: ¡Sabía gobernar..., por lo menos, en lo profano! Y luego
esa espada tan grande, ¡cuatro!, al servicio de una cruz tan pequeña... O dicho
de otro modo, esta cruz puesta al servicio de aquellas espadas tan relucientes,
con aquellos bastones de mando en plata..., ¡quiero decir, en plaza! ¡Vaya Obra
de Dios la de aquellos Tecnócratas del franquismo! ¡Inefables!
En un
aparte:
-Tengo que anotar en estas Crónicas que aquella generación de la Reforma de
la Contrarreforma Española, con su Nacionalcatolicismo bajo palio, superó a los
Templarios, pues, además de su cruz y de su tizona, ¡qué bien le daban al
bolígrafo! ¿Tecnócratas que eran, no si?
Murmullos
de aprobación en la Sala. Doña Historia se dirige a su tribunal:
-¡Esto es muy denso; más de lo
que pudiese parecer a simple vista, así que merece una meditación
trascendente…! Por ello, meditemos, y de paso, recesemos; un rato. O
mejor, dos, pues estas epopeyas hay que tomarlas con filosofía, tal y como
hacían aquellos colonizadores desde que se hartaban de langostas y de percebes;
¡africanistas que eran, todos, todos ellos!
Señores estudiosos de la
Historia, ¡dije! Y dije más, mucho más, en un Acto de este Juicio que en todos
los periódicos del Movimiento juntos, en las tres décadas de aquel
Movimiento Inmóvil…, ¡un invento digno de un Nóbel, que ni Franco!
Entra
en escena la Guardia Mora, con aquellas capas blancas tan fardonas, a los
acordes de una rapsodia magrebí. Extienden un tupido velo sobre el retrato de
Franco. A Mohamed V le dejan descubierto, alegóricamente, evidenciando su
triunfo en aquellas guerras del A.O.E.
El paño
va cayendo lentamente, ¡suai-suai!
-.-
Xosé María Gómez Vilabella
IFNADA -III-
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