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Acto II
Aquí agonizó el primero de los heridos de Sidi Ifni,
aquel soldado de Bolaño.
Los paracaidistas regresando a su cuartel después de una de sus acciones bélicas.
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Actuación del Jurado en el Caso Ifni
En este Acto el mismo decorado de
fondo. En cuanto al mobiliario, media mesa ovalada, en sentido del eje mayor,
que vista desde el público semeja una media luna. Los Jurados de cara al
espectador. Una gran pancarta de fondo, que tiene escrita en caracteres árabes,
y repetida en castellano, debajo, la aleya 90, de la sura 16, del Al Qurán:
Dios manda la justicia, la
beneficencia y también la caridad con sus allegados y prohíbe la torpeza, lo
reprobable y también la injusticia. El os exhorta. Tal vez reflexionareis.
En las puertas del Foro permanece la Guardia Mora; se
supone que está, además de para mantener el secreto de las deliberaciones, para
imponer orden, ¡un orden dictatorial!
Se sientan todos, entremezclados, pero se distinguen
bien, además de por la vestimenta, porque los españoles se sirven vino, y los
musulmanes disponen de unas teteras.
Se levantarán según se vayan presentando para intervenir.
Los militares, siempre descubiertos, tendrán sus gorras o sus teresianas debajo
del brazo, o delante suya, pero bien visibles sobre la mesa.
Escena 1ª de este 2º acto.
De fondo, un firmamento tachonado de estrellas. Se
ven unos cojines morunos, asimétricos, diseminados; alfombras de nudo,
etcétera...
Comandante
de la Policía Indígena, en adelante, Comandante
P.
-¡Salam Aleikum!
Le
responden todos:
-¡Aleikum Salam!
Comandante
P.
-Como esto va de guerra, y ya tuvimos bastante ahí
abajo, propongo designar Moderadores para que atemperen la discusión de este
Jurado.
Descendiente
del Chej Ma al-Ainin, en adelante, Al-Ainin, que significa, El de los Ojos Grandes:
-Yo estaría más o menos conforme con llegar a un
arreglo, a un sobreseimiento, pero..., ¡el caso es que somos pares!
Comandante
P.
-Eso tampoco es cierto, que vosotros bien comunes
sois..., ¡mayormente tu, chupóptero barrigudo! ¡Común y vulgar! De Pares,
tampoco; ¡maldita cosa! Pero esto no tiene arreglo; lo que sí cabe es una
sugestión. ¡Veamos!
Voto y propongo delegar en dos de los nuestros; y
después de eso que se pongan de acuerdo entre sí, o que se releven; y como para
ello hay que ser pacífico, a ser posible con hábitos o con acciones de ámbito
internacional, propongo lo siguiente: ¡Darle el voto a este Empleado de Banca,
que si algo hubo en el mundo que fuese, de siempre y verdaderamente,
multinacional, multinacional y cosmopolita, es el dinero! Secundado por el
Farero de Sidi Ifni, aquel Técnico de Señales Marítimas que alumbró para todos
los que pasasen, ¡sin preguntarles por su bandera!
Los españoles aplauden esta propuesta, así que
los interesados hacen gestos de asentimiento.
Al-Ainin
-Internacionales, lo que se dice internacionales,
también tenemos nosotros, que aquí están el periodista Fadel, brillante
colaborador del Semanario “A.O.E.”, y Fatima, su novia, la enfermera. ¡Que no
se diga que la intelectualidad y la enfermería no son valores universales!
En los musulmanes se observa una reacción
afirmativa, acatando la sugerencia.
Comandante
P.
-Visto este consenso, por ahí debiéramos haber
empezado en aquella litis, en aquel follón: ¡Consensuando!
Sugiero que empiece a hablar nuestro Farero, ¡que por algo es un hombre de
altura!
El
moro Fadel, intelectual musulmán, en
adelante, Intelectual.
-¿Comandante, eso, ahora, por qué y para qué?
¡Experiencia tardía! Acuérdese que cuando llegó a Ifni este Farero, este hombre
gris, vestido de gris, procedente de las Camariñas grises, que no verdes,
ustedes, aquellos vividores que vivían de gorra, ¡de gorra de plato!, tuvieron
un empate en el Casino de Oficiales, que no le querían dar admisión, que se la
regatearon, considerándole de categoría oficial subalterna; ¡de cuchara, se
decía entonces!
¡España, tu eres, en las desdichas, grande, que eso se
dijo aquí; pero sólo en eso, en las desdichas, que en esas ocasiones todos los
hombres te valen y sirven, pero…, ¡a las órdenes de los grandes!
Comandante P.,
que reacciona violento, belicoso, siempre con el genio vivo y la voz oxidada
por su trasiego alcohólico.
-¡Por dos razones! ¡Y conste que también hablo en
representación de los Paracas y de la Legión, a quienes tanto temen los
marroquíes que ni aceptaron su presencia en este Jurado! A lo que voy: Porque
desde la cúpula de aquel faro de Sidi Ifni siempre estuvo más alto que ninguno
de vosotros, incluido el muecín de aquel minarete da vuestra mezquita,
de la vieja! Desde allí era más intelectual y más filósofo que todos vosotros
juntos. ¡Estaba más cerca de Dios! Y también resulta de justicia pues aquel
alevoso ataque del Ejército de Liberación a los civiles, a los indefensos
sirvientes del faro de don Enrique el Navegante, más conocido como Faro de
Bojador, requiere una condena y una satisfacción..., ¡históricas!
El Farero inicia el movimiento de ponerse en
pié, pero al ver que se le adelantaba uno de los desertores, vuelve a sentarse.
Desertor
del Grupo de Policía, en adelante, Desertor P.
-Mi Ex-Comandante: Por culpa de este farero de Sidi
Ifni cayó el Taxista aquel, el Cherja, o Chelja, cando retornaba de llevarnos,
furtivamente, a nuestra lancha furtiva, ¡y tan furtiva, que siempre nos
esperaba por la parte de la finca de Explotaciones Agropecuarias Africanas,
junto a un barco allí encallado, para hurtar su silueta. El Chelja conducía con
los faros del coche apagados, alumbrado tan sólo por la media luna, pero le
delataron los destellos de aquel faro indiscreto... Por eso propusimos, con
nuestra ascendencia de Asesores Militares, sabotear los faros, ¡todos!, y de
paso, amedrentar a los fareros. ¿Se entera, que es como usted nos decía
en la Instrucción? ¡Pues ahora la instrucción la damos nosotros!
Al-Ainin, entrometiéndose, sobresaliente, resabido:
-Están desbarrando..., ¡unos y otros! Cabo Bojador no
entra en la Ifnada; ¡es una plus petitio! Cabo
Bojador cae al Sur, lejos, fuera de este litigioso enclave de Ifni. Si nos
ocupásemos de Bojador, alguien tendría la ocurrencia de mentar Ceuta, y también
Melilla, tema en el que yo, por mi ascendencia saharaui, sería neutral,
teniendo que reconocer que esas dos autonomías ya eran miembros del Estado, de
la Monarquía española, cuando el Norte del actual Marruecos no pasaba de ser un
conglomerado anárquico de tribus anárquicas, feudales, patriarcales, puros
taifas que servían de cobijo a los piratas berberiscos, que por entonces era su
única organización y ocupación. ¡Por tanto, demos al César lo que es del César!
Comandante
P.
-¡Ojos Grandes eres, o serás, pero lo que es miope,
nada! ¡Gracias! Y tienes razón en que aquí sólo se ventilan responsabilidades
políticas, crímenes de guerra...; ¡todo eso! No se trata del limes de
aquellas Provincias. En cuanto a lo de Bojador, el propio Desertor reconoce que
fue una venganza cruenta por haber descubierto, gracias a los providenciales
destellos de un faro, el vehículo de aquel taxista, y por ende, la ruta de
aquellas deserciones. ¿Estamos?
Desertor
P.
-No se confundan conmigo, que yo deserté por una buena
causa, ¡por pacifista! Que nos viésemos implicados en esa cosa de la Soberanía
de los Pueblos, aquel invento de las Naciones Unidas, eso fue adicional, ¡una
especie de bastardía evolutiva!
Comandante
P.
-¿Evolutiva? ¡Un parto de cretinos! Fue oneroso, pero,
sobre todo, deshonroso. Primero, por aquellas garatuxas del burdel
moruno, que ya sabíamos que os hacían señas desde el otro lado; y después, por
una mierda de sobre..., ¡del enemigo tradicional! ¡Todo por una fuente de cuz-cuz...!
¡Fuiste un mal español, un traidor a nuestra bandera!
Desertor
P.
-De sobres ya se habló, precisamente aquí, por ante
este Tribunal de la Historia. Y creo que quedó claro que aquellos Pluses no
eran los de la tropa. ¡Yo, lo que es a nuestra bandera, no le hice nada que
fuese deshonroso, ni deshonroso ni porno, que sólo la toqué un poquito, y para
eso con la punta de los dedos, con el Capellán presente! Y también les puedo
jurar que nunca su cuenta he visto, que eso lo hicieron otros...; ¡otros que la
tienen por sagrada, para más inri! Entiendo que lo deshonroso era izarla en
tierra ajena, máxime contra la voluntad de nuestros anfitriones, ¡séase, de los
aborígenes! Ponderando todo esto en mi entendimiento fue como llegué a entender
a los nativos, el por qué de que con la fusila, con su detente
colgado del pescuezo, y aquellas jaculatorias coránicas..., fuesen capaces de
sostenerse, estáticos, hora tras hora y día tras día, observándonos,
vigilándonos por detrás de las chumberas y de los arganes. ¡Poco o mucho, bueno
o malo, defendían lo suyo!
A los franceses les tenían más respeto, ¡y con el
respeto, miedo!, pero a nosotros, acostumbrados como estaban a que les
tuviésemos de golpes de nuestras gallinas, ¡lo único que nos tenían era
hipocresía! ¡Llámame burro, o Mohamed, lo que más te guste, y todo lo
despectivamente que quieras, pero págame la paga, aquellas mensualidades de
combatiente de las Asturias! ¡Tiene gracia: Un gallego de la Gallaecia,
aquel Pelaio, les echó de la Cueva de la Señora; y otro gallego, Franco, les
encomendó, en el 36, su liberación y su guarda!
En los preludios del 57, en aquellas salidas que
hicimos dándoles retaguardia a los paracas y a los legionarios, tuve
ocasión de observar que el nativo, obviamente, conocía mejor que nosotros su
terreno; que resistía la sed, y que, envuelto en su chilaba, se camuflaba mejor
que los conejos del monte; que asentaban las babuchas en piedras conocidas, que
no les lastimaban... Para desplazarse, no precisaba de ningún Cabo que les
ordenase: ¡De frente. Mar...! Si veían a sus hostes, nosotros, en
orden de marcha, reculaban, pero a rastras, sin elevar la capucha, ¡y como se
apoyaban en sus chilabas, ni rastro dejaban! Si nos dispersábamos, ¡paqueaban!
No fueran a Zaragoza, pero no lo precisaban: ¡su Academia estaba en sus genes!
Observando estas aptitudes y estas actitudes, me
percaté de que era mejor escuela la suya, así que trasladé la matrícula, ¡en
vivo!
Comandante
P., que se pone en pié,
irritado, y hace un gesto de amenaza contra el Desertor de su Unidad, como si fuese a dispararle un tiro de
pistola en la nuca:
-¡Traidor! No sé cuál de los nuestros, de nuestros leales,
fue el que te puso en su punto de mira, pero estuvo bien hecho, aunque estaría
mejor cogerte prisionero, que entonces tu tiro de gracia lo gozaría yo, ¡yo
mismo! ¡Lo gozaría más que si me concediesen una laureada! Para que te enteres,
por tarde que sea: ¡La soberanía de los pueblos era la nuestra, desertor de
tercera! ¿No te explicaran en aquella Retórica tan retórica, en tu Campamento…,
que Ifni era Territorio de Soberanía? ¡Encima de eso, tengo que sufrir esta
ignominia de tu concurrencia, de tu personificación, en esta apelatio al
Tribunal de la Historia!
Si me vuelves a citar nuestra bandera, te envolveré en
la del enemigo, ¡y te lanzaré con ella al infierno de los traidores!
Con la vista alta, clamando para arriba:
-¡Estas contradicciones de la Historia me tocan los…, tambores! Si no fuese por la niebla de aquel día…, y porque les falló el
altímetro, ¡a buenas horas estaría yo aquí, deshaciendo nudos gordianos! Mi
colega, aquel Álvarez Chas de Borbén..., ¡aquel sí que sabía por dónde teníamos
que cortar, por donde había que bombardear! Si no llega a ser por la niebla…!
Comandante
del Grupo de Tiradores de Ifni, en adelante, Comandante T.
-Estoy en el mismo caso con respecto al desertor de
mis Tiradores, pero confío que la Historia, después de este Nüremberg,
les aplicará un repasito a estos..., ¡piojosos!
Comandante
P.
-¡Colega, de piojos y de liendres ni me hables!
Acuérdate de aquellas campañas sanitarias que les hicimos en el interior de sus
Poblados…
La
mora Fatima, enfermera, en adelante, Enfermera.
-En aquella Campaña participé yo, pero sin guantes
asépticos, que no nos los dieron. Decían: ¿para qué quieres guantes si no
desfilas? Por tanto, ¡doy fe! También es cierto que la Policía Indígena tuvo
actuaciones meritorias en cuestiones tan atípicas como el asesoramiento
agrícola, registro civil, administración general, etcétera, pero los mismos
hechos que honran a este Cuerpo Colonial desprestigian a vuestra España.
¡Como os lo digo, que incluso de parteras hicieron
aquellos Policías! En cambio dejaron lo fundamental, lo que les era propio, que
ni acondicionaron sus fortines ni tuvieron previsión de armamento adecuado y
actualizado. ¡Ni armamento ni comunicaciones, que se valían de unos hilitos de
cobre cortables con una simple hoz! No pudieron ser informados, por
consiguiente, de nuestros preparativos para aquel ataque, simultáneo,
sincronizado, del Cincuenta y siete, que les pilló haciendo mestizaje, ¡pues
hacer el amor es otra cosa! ¡Ah, si aquel atrabiliario de Pancho Villa
levantase su cabeza, cuanto se reiría de ustedes!
En canto a Sanidad, España no se cansaba de pregonar
que en el Cincuenta y tres erradicara de Ifni la peste bubónica... Ciertamente
fue un logro, un acierto histórico, pero, ¿y lo demás?
Pasando, pues, a la parte negativa. ¿Qué me dicen de
las enfermedades venéreas, aquella peste de los españoles? ¡Para más cachondeo,
a la sífilis le llamaron, mal africano!
¿Y qué me dicen, por poner otro ejemplo, de aquel
dentista que se tuvo que ir del Territorio, amenazado, o expulsado, simplemente
por tener relaciones formales con una nativa? En vista de ello, y para
asegurase el alpiste, se casó con una española, ¡a toda prisa! A pesar de ello,
quedó mal visto, y bien amargado; así que, poco después, se ausentó, sin
despedirse, y menos mal que ocupó su vacío un Mecánico - Dentista, aquel
Manrique, un simple Brigada de Sanidad; buen rapaz, voluntarioso, eso si,
pero..., ¡zapatero, a tus zapatos! Claro, los mandamases españoles tenían
aviones militares a su disposición para ir a Canarias..., ¡a tirarse canarias,
y de paso, pasarse por el oculista y por el dentista! Del resto de la
población, fuesen moros o cristianos, poco se dolían... ¡Le llamaban soberanía
cuando ni protectorado fue!
Doña Historia, estos mismos, estos
que tal hicieron y gobernaron, son los europeos que más llevan farfullado
de tener amistad, de confraternizar con los musulmanes. Si no tenían herencia,
medios, para repartir, ¿por qué se inventaron aquellos hijos adoptivos?
Comandante
P., con voz potente, acostumbrado
a mandar:
-Ya se puntualizó aquí que en este Tribunal se
ventilan únicamente las responsabilidades de aquella guerra, y no estos nimios
incidentes de la paz!
Enfermera
-Las guerras, señor Comandante, son los eclipses de la
paz, causados por los tiranos, que se ponen delante para quitar el sol a los
proletarios, y con los proletarios, a la gente indefensa.
En cuanto a su colonización, a su
estilo colonizador, bien lo dijo Cambó, y precisamente en Madrid, en la tribuna
del Congreso: ¿Qué empresa es la de Marruecos, si España es un país que
tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?
Por si precisan dos dictámenes, dos
testimonios, dos testigos, les presento la opinión de su Marcelino Domingo,
quien opinó de su jactanciosa España que, en África, no supo ser ni médico, ni
maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil..., ¡y ni soldado!
¿Asombroso, no? Pero como tampoco quiero exagerar, admitiré que en Ifni sí hubo
médicos, bastante buenos con respecto a la época y a los medios de que
disponían, y unos maestros, unos profesores, aceptables para el nivel cultural
de la España de entonces..., ¡pero falló el mando, o por mejor decir, el
telemando, ya que Madrid, además de caer lejos, estaba muy alto, anublado con
la literatura imperialista imperante en aquellos años!
El
Comandante asiente con un gesto aprobatorio, de reconocimiento, y no le
discute.
Farero
-Yo he sido designado, aludido, y no sé cuantas cosas
más, así que entro en escena para moderar este otro follón, ¡que amenaza,
incluso, con revolver la paz de los sepulcros! Ante todo, permítanme decirles,
señora Enfermera y demás jurados, que yo no acepto curas en falso..., ¡y falsos
curas, santos inmaculados, tampoco!
Aquí, cuando se toque un tema, tendremos que ahondar
para dejarlo bien batido, y mejor debatido, ¡pero en paz eterna, allende los
cementerios! Que después estemos, o no, de acuerdo, eso será responsabilidad de
cada cual. ¿Les vale? Empezaré enseñando las interioridades, que aquí arriba se
supone que andamos en cueros. Como dicen en Camariñas, ¡para conocernos mejor!
Enfermera, que lo interrumpe:
-¡Eso quisiera usted, que me quitase esta bata
clínica, y después que le bailase la danza de los siete velos..., pero sin
velos! En cueros, lo que se dice en cueros, aquí sólo vinisteis los españoles,
pues con vuestras fanfarrias, de tanto alternar con las potencias mundiales
tenéis empeñada, incluso, la camisola de vuestra Reina Isabel. Doña Historia,
si no me cree, pregúntele al Bancario..., ¡pregúntele por la Deuda Externa!
Farero, ignorando esta observación de la enfermera:
-Yo procedo de Camariñas, tierra de encajes y de
fareros, que viene a ser lo mismo; un rayo por aquí y otro por allá; hilo por
arriba y lazada por abajo. ¿Se me entiende? ¡Pues iba siendo hora de que
alguien entendiese a los gallegos!
¿Curriculum? Me citaron aquí, y supongo que
también sería por lo que sé sobre religiones comparadas..., ¡ya que fui
seminarista! Pienso que también estaré metido en el ajo porque soy el único
español, de aquellos de Ifni, que se preocupó de leer el Al Quran. Pasé por el
Seminario de Santiago pero no pasé a las Órdenes Mayores porque algún íntegro
integrista, ¡que también los hay en el catolicismo!, descubrió, y se chivó, de
que mis padres no estaban casados por la Iglesia cuando decidieron
fabricarme..., ¿y qué culpa tendría yo? ¡Yo era el seminarista, y no ellos!
Nuestra Jerarquía quería presbíteros solteros, ¡pero con los padres casados!
¡Fariseos!
Tan deprimido me dejaron aquellos tíos del nacionalcatolicismo,
más papistas que el Papa Luna, que dudé entre irme con los musulmanes u
opositar a Técnico de las Señales Marítimas, que era como entonces se nos
llamaba a los novios de la luna. Hice primero lo segundo, que de este modo a
tierra de moros también iría, ¡pero con Plus de Residencia, que yo no era tan
parvo como aquella Teresa de Ahumada y de Cepeda…!
En Sidi Ifni rondé las moras, sin discriminación, como
buen cristiano, pero me enlazó a tiempo una cuñada, ¡otra Diana cazadora! Si
así no fuese, a mi no me lo harían dos veces, y simplemente por una Fe de
soltería, ¡que ya tenía experiencia!
¿Os percatáis, señores historiadores, de que en Ifni
incluso el barco de los suministros, el Río Sarela, era gallego? Habría que
decirle a Doña Historia si se tiene fijado en nuestro monopolio colonial,
primero en las Américas y después en el Magreb... ¡Pues sí, con la diferencia
de que, de América, España, y también los gallegos, poco o mucho, pero algo
trajeron, mientras que del Magreb sólo nos llevamos las piedras de los
mecheros!
Intelectual
-¡Así que leíste nuestro Al-Qurán, eh Farero? Estos
gallegos dan a todas..., ¡y sabinas hubiese! Siento no haberlo sabido a tiempo,
que te hubiese propuesto una deserción religiosa... ¡La soledad de un Farero es
la cosa más apropiada para un Islam!
Farero
-¡Para el carro, vecino, que una cosa es que tuviese
problemas con los Curas, y otra muy diferente que reniegue de mis creencias!
Los mejores amigos de nuestros Curas somos sus críticos, pues ellos, como no
tienen democracia, sin un poco de protesta a su alrededor se duermen en la
infalibilidad. ¿Sabes que le dije a mi Rector, allí en Santiago? Pues esto:
¿Usted está seguro de que San Joaquín y Santa Ana estaban casados por la
Iglesia? El Catecismo del P. Astete decía que los doctores de la Iglesia
sabrían responder, pero aquel Cura se quedó achantado, ¡y me contestó con un
bufido!
En cuanto a los desertores, después llamados objetores
de conciencia… ¡Voy dejar las cosas bien sentadas, que en España siempre hemos
sido implacables con los desertores del Ejército, y en cambio elevamos a
Obispos y a Ministros a muchos desertores del arado. Entre lo que he visto y lo
que me dijeron, las cosas estaban de esta manera: Ciertos soldados españoles,
al parecer una media docena, y unos cientos de nativos, se cansaron de tomar el
sol español porque alguien les dijo que del otro lado de la frontera chaparían…,
¡champaña francesa!
Los del Istiqlal situaron aquel Banderín de Enganche
en Ifni, en el burdel moruno por más señas, ¡y hubo que cerrar la tienda! En
vista de eso, y por considerarlo un mal necesario, nuestro Gobernador hizo una
leva en Canarias, ¡e importó dos aviones de fulanas que hablaban en castellano,
con lo que se acabaron las Mata-Hari indígenas!
A estos desertores tan miraditos y escrupulosos les
contaron el cuento de que quien quisiese libertad, en el Marruecos libre, libre
quedaría, ¡y bien empleados, además! ¿O no es cierto que también os dijeron que
aquel que quisiese ascensos llegaría a lugarteniente del propio Mizzian, de
Mizzian el Bueno, (¡lo de bueno que se lo pregunten a su yerno!), sin pasar
siquiera por la Capitanía de Coruña?
Aquellos pacifistas ilusos a lo que ascendieron fue a
fusileros del sargento Ben Hamú, pero ese sí que ascendió a coronel, ¡ese sí!
Encima de eso, aquel putero, aquel alcahuete que era el Chelja, ¡les cobraba el
taxi para el viaje de su deserción!
¿Quién era el Chelja, o xelja, que aún
no se dijo? Unos opinaban que era un Adonis para las cristianas, y un Tenorio
para las musulmanas, mientras otros afirmaban que era el mismísimo Moro Juan
para aquellos desertores, que les daba lo que no tenían, ¡con la de veinte
centímetros! Esqueleto largo y bien estirado, haiga negro y tarbuch
bermejo, con la barba siempre a medio afeitar…
Cando le veían pasar por delante de nuestros
centinelas, con su taxi cargado de…, ¡de moras veladas!, incluso le envidiaban
los oficiales de nuestra Policía Indígena, imaginándose que estaba haciendo
suministros eróticos. Así se fue bandeando, de bandera en bandera, sin peligro
para sus…, ¡alcahuetadas!, hasta que mi faro desveló el misterio de sus viajes.
Cuando le preguntaron por sus “moritas”, por aquellas
de los velitos de tul ilusión, por aquellas aparecidas desaparecidas..., él
dijo que las dejara a remojo en el campo, lejos de la casa de sus padres…,
¡para que les afeitasen la chapona! Pero en esto que vino el Cabo Cigüeña,
aquel gran electricista, aquel inventor de la máquina de la verdad…, y entonces
el Chelja especificó, ¡eso si, a grandes saltos!, que aquellos velos velaban…,
¡desertores!
Lo que seguramente sepa mejor que yo este Comandante
de la Policía es cual fue el motivo de aquel intentio de suicidio del
tal Chelja, que se tragó los clavos, y también las astillas, de su celda en la
cárcel de Sidi Ifni. Y gracias que le operaron a vida o muerte, pero fue peor
el remedio que la enfermedad, que así no hubo censura posible, y esa noticia
llegó, por lo menos, hasta la cúpula del faro!
Como quiera que fuese, España le fabricó un héroe a
Marruecos. Fue un craso error, Doña Historia, pues en vez de meterle en la
cárcel…, ¡con lo grueso que estaba pudo alimentar media docena de cazones!
Desertor
del Grupo de Tiradores, en adelante, Desertor T.
-También he sido aludido, y además de eso, humillado,
¡así que pido la palabra! Me pasé al Marruecos por...; lo voy a decir, que
ahora no es peligroso: ¡Por comunista, o sea, por ideales, cosa que no tenían
aquellos barrigudos del Casino! Ahora estoy aquí donde me ven, en el Cielo,
¡arrepentido, pero también decepcionado! Tanto que se decía en Ifni que el
comunismo ayudaba al Istiqlal, y después resultó que en ese otro bando, en el
magrebí, ¡común, lo que se dice común, sólo tenían la miseria!
He muerto enfundado en un buen capote, de la marca
Tower Clothiers Litd, ¡puro capitalismo!, por más referencias. Bien abrigado,
eso sí, que mis compañeros de Tiradores murieron con las alpargatas rotas,
¡pero no con las botas puestas! La Historia española, para bien poco cambia,
que mi padre, con la paga de mutilado de guerra, de la del Treinta y seis,
murió de frío y de miseria, guardando ovejas en los Ancares... Como veis, poco
comunismo hubo en todas partes, pero al menos viajé para la Eternidad envuelto
en un buen capote..., ¡a falta de bandera!
Funcionario
de la Tesorería del A.O.E., en
adelante, Funcionario.
-Tienes razón, compañero, que el reparto de la riqueza
ese sí que es un problema histórico.
Después de una breve pausa:
-Servidor también estuvo en Ifni, en los Servicios
Financieros…
Igual que Calvo Sotelo, tuve vocación por la Hacienda
ajena, por la del Estado, que así los juegos y los flujos financieros, los
ensayos, las inversiones, los errores y demás experimentos de la
Administración, no me iban al bolsillo. Ingresé por oposición, mayormente por
la que hizo ni padrino en las alturas del Movimiento, en el Cuerpo de
Contadores del Estado. Y seguidamente pasé al Gobierno General de Ifni; también
por padrino, lo confieso, ¡que a los gallegos nunca nos faltó un cacique de
pías!
Seguramente puedo ser aquí, en este Jurado, el más imparcial
de este pleito histórico puesto que ya no estaba en Ifni aquel famoso
Veintitrés de noviembre, que nos echaran antes, al Registrador Hortal y a este
servidor, por…, ¡por atenernos a la letra, a la legalidad vigente!
Lo que es por mí, este Juicio se resuelve y concreta
en dos palabras: ¡Dilapidación e Ingratitud! Dilapidación española, e
ingratitud marroquí, ¡correlativamente! Lo único en lo que tengo dudas
es en cuál de los dos pecados hubo más malicia, o más estulticia. Se alguien me
lo pudiese explicar, bien que se lo agradecería, pues con eso remataría estas
alegaciones, ¡ipso facto!
Al-Ainin
-¡Niego las dos proposiciones, tanto la mayor como la
menor! Nuestro Padrino, nuestro Protector, séase, España, representada por su
Imán y Caudillo, tenía ciertos deberes...; ¡y si no, que no bautizase, que no
se inventase aquello de “Territorio de Soberanía”! Pero su España siempre quiso
parangonarse con la vecina, sin percatarse de que por aquel tiempo ya eran
ustedes una nación en quiebra técnica, una antigualla venida a menos. En cuanto
a ingratitud, ¿qué era lo que teníamos que agradeceros si todo lo hicisteis por
presunción racista, que incluso habeis instituido una fiesta para la Raza...?
Empleado
de Alí Ben Boaida, en adelante, Empleado.
-¡De la presunción española hay que preguntarme a mí!
Por poner un ejemplo: Cando mi patrón, Si Alí Ben Boaida, futuro Gobernador de
Tarfaya, importó aquellas radios monumentales, las Blau Punkt...,
los señoritos del Casino encargaron doscientas, ¡para pasarlas a España sin
aranceles, de puro contrabando! Pues bien, con eso del, Mohamed,
apúntame..., para fin de mes, vino la tan repetida guerra del Cincuenta y
siete, ¡y sólo nos pagó este Bancario, que los demás se acogieron a la cláusula
de “botín de guerra”!
Empleado
de Banca, en adelante, Bancario.
-Os transferí a Casablanca aquel dinero de mi radio
por..., ¡por idiota, por pasarme de escrupuloso! En la traída y subsiguiente
venta de aquellas radios hubo un ardid, un engaño, una coartada, ya que os
sirvieron para disimular ante los españoles la que nos preparaban tu patrón y
sus amigos… ¡Menudo Notable aquel Boaida, más astuto que el propio Raisuni!
¿Quién iba a sospechar que tuvieseis
aquel almacén abarrotado de cajas de armamento cuando, aparentemente, os venían
aquellos bultos, en el Manifiesto de Carga, como mercancía procedente de Puerto
Franco? ¿Y quién podría suponer que atacaríais a la semana siguiente, de
inmediato, si seguíais vendiéndonos al fiado, con toda normalidad, o por mejor
decir, con dolosa normalidad, unas cantidades tan fuertes y tan valiosas...?
¡Que Boaida estuviese ausente tampoco era motivo de recelo dada la frecuencia
de sus viajes! ¡Pero qué listos, vosotros, y qué torpes, nosotros, nosotros y
nuestro Servicio de Información…, si es que le teníamos!
Empleado
de Boaida.
-¡Amigo, la ingenuidad española es vieja, ya que nació
en el 711 de vuestra era! ¿Ingenuidad o pereza mental? ¡Es que vosotros,
nuestros protectores, nuestros inculturadores, ni contar sabéis! ¡Ni contar, ni
pesar, ni medir! Veamos: ¿Que español sabía, ni sabe, contar los días; estos: tnin,
tleta, arba, jamís...? ¡Nada, ni eso! Aquellos bultos, aquellas radios, ¿en
cientos de cajas? Algunas eran radios, en efecto, pero las otras, otras tantas,
las más pesadas…, ¡eran armas, papones! Lo único que no descargamos en la playa
de Sidi Ifni fueron los morteros, que entraron, todos, por Agadir, delante de
vuestros espías, ¡aquellos que por tales cobraban! Del calibre 60 recibimos
unos quinientos; y del 81, ¡la tira!
Los fuimos distribuyendo a lo largo de aquella raya a
la que llamasteis frontera, uno por cada argán, mas para verlos había que
acudir al monte, pues desde las terrazas del Casino…, ¡ni Galileo con su
aparato!
¡Una vergüenza colonial, otra, otro Annual! Bien
mirado y bien pensado, en una Dictadura sin controles, ¡ya se sabe!, los
gobernantes se entregan a la poesía, como Nerón, ¡y con ellos, sus mandados!
Por lo que hace a mi Jefe, a su voluntarismo para
lograr cuanto se proponía, ¿no recordáis aquello de Barcelona…? ¡El Bancario
seguro que lo sabe, que ese, lo que es para informes comerciales…! Llegó Sidi
Alí Ben Boaida a un hotel donde el Conserje le indicó que, tratándose de moros, ¡over
booking! En el Banco le dijeron quien era el dueño…; y al día siguiente,
cheque al canto, Registro de la Propiedad…, ¡y el Conserje a la rue!
Comandante
P.
-En aquel tiempo, los míos, los de la Indígena, en
lugar de registraros las mercancías, que sería una falta de confianza en
vosotros dada la tradicional amistad hispano-árabe, tan preconizada y rememorada
en las consignas de El Pardo, este Cuerpo de elite se ocupó de civilizaros, de
desratizaros, de despiojaros, que ya lo expliqué aquí! ¡Malditos
desagradecidos...!
El
Empleado de Boaida, siempre burlón, se ríe del militar; así que el Comandante
de la Policía se levanta incontinente y hace ademán de irse encima del
Empleado, mostrándole los puños; los que están próximos intervienen y cortan la
reyerta.
Intelectual
-Como moderador no me estoy luciendo; ¡ciertamente que
no! Pero coincido con el Farero en que tenemos que darnos a conocer tal y como
somos, que sin un conocimiento personal, diplomático, los enfrentamientos
armados son inevitables entre humanos. Si me permitís una inmodestia: Allí en
Ifni, en cierta ocasión he sido el orgullo de los colonialistas: Mandé un
poemita al Semanario A.O.E., en español, por supuesto, tal y como hiciera en su
día Abd-el-Krim en el Telegrama del Rif, y
todos se frotaron las manos, como diciéndose, ¡Ya lo tenemos, ya lo
tenemos! Os imaginasteis que yo era un engendro, un fruto, de vuestra
cultura, un feto intelectual, una muestra, evidente y elocuente, de vuestra
culturización... ¡Ya, ya, como para contárselo a la Unesco!
Comandante de la Policía, que se muestra inquieto, y
le interrumpe, visiblemente excitado:
-¡De tu petulancia y de tu pacifismo estamos
informados...! Fuisteis el caballo de Troya para la juventud ifneña, en
parangón con aquel Rifeño... Nosotros la teníamos por entonces bien
pacífica y bien civilizada, acudiendo normalmente, muchos de vosotros, a las
clases de Bachillerato, en nuestro Patronato… ¡Sanguijuelas, que lo fuisteis
todos, o casi todos!
Intelectual
-¡Comandante, alto ahí, que usted mismo se descubre!
Su civilización, su labor civilizadora, fue de Patronato, efectivamente, que no
supieron hacer otra. ¡Protección con lavado de cerebro no es Protectorado! Tan
pronto como se inventaron lo de Provincia, en Ifni pasaron de Patronato a
Instituto…; ¡una habilidad tardía! Nuestra juventud, la de su Colonia, fue una
juventud humillada, acomplejada, porque no quisieron o no pudieron darnos la
consideración debida. ¿Cuál de sus profesores nos habló en nuestra lengua
madre? El intelecto debe actuar de otra manera: ¡convenciendo, sugiriendo,
estimulando...!
¡Ahí tiene mi caso! Mis temas en aquel Semanario
A.O.E. eran líricos, fraternos, liberadores. No presioné a nadie, y me
siguieron todos, a hecho, moros y rumies! Pienso que incluso me aceptaba
su gente, los españoles. Sin proponérmelo, con ese carisma que se me atribuía,
he sido una especie de precursor, algo así como aquel portugués del Grándola,
Vila morena…
Los colonizadores, ustedes mismos,
me hicieron asta y bandera, balance de su propia culturización; pero los míos
bien entendían que yo no era mástil sino bandera, espíritu profético de Alá,
que les personificaba un resurgir, ¡uno más!, de aquel solitario Islam, en
aquel enclave, en su “Vila morena”, que pujábamos con todas las fuerzas,
visibles e invisibles, para desclavarnos de la cruz de su sometimiento. ¿Que
con ello caeríamos en la pobreza, en el aislamiento, con una considerable
pérdida presupuestaria? ¡Riqueza a cambio de libertad es una cosa indigna!
Aquí mi compañera y amiga,
Fatimita, que tanto sabe de las enfermedades corpóreas, pero también de las
anímicas, era mi novia, mi auténtica musa… ¿No lo sabían?
Hablando de saber: ¿Saben el motivo
de aquel empeño en tomar Granada con tanta urgencia?
Sin entrar en detalles y/o
traiciones: Los Reyes de Castilla precisaban abrir, provocar, una guerra externa para
evitar las internas…
Lean a su Juan Rodríguez del
Padrón, y también a Ocampo, para más contraste! Aquellas luchas internas,
solapadas, les deshacían el reinado, precisamente cuando más les convenía estar
unidos, tal que para arrebatarnos Antequera, en el 1.410. Aquellas disputas
sobre quien habría de llevar el guión, si su gente iría delante o detrás, etc. ¡Aquellas discordias de los
españoles dejaron exangües a más de mil rumies!
Comandante
P.
-No te metas en honduras, que eso es demasiado para un
chico de nuestro Patronato..., ¡por listo que seas, y por sabedor que
resultases!
Intelectual
-Como las busca, que bien quisiese usted mandarme a
los chumbos, le voy a refregar con un episodio de su Historia, que me la
conozco mejor que usted porque la he estudiado en los autores de aquende y de
allende del Estrecho: Ayer, ayer mismo, en el XV, ustedes, que siempre nos
tacharon de machistas, aún sostenían, y toleraban, el ius de primae
noctis, que fue ejercido, incluso, por aquel bastardo, y sin embargo,
arzobispo, de Santiago, ¡ya que de gallegos va la Ifnada!, Rodrigo de
Luna, que hasta el 1458 no fue acusado por su deshonesto vivir, cosa que ni se
os hubiese ocurrido denunciar si no fuese porque os sirvió de pretexto para
eludir aquellas levas de la guerra de Granada.... ¿Sigo?
En vista de que el Comandante se inhibe, ahora
se dirige a su moza:
-Fatima, ¡cave ne cadas!,
que diría este Seminarista metido a Farero por las intransigencias españolas;
¡oh raza de inquisidores, Torquemadas hijos de judíos!
Seamos valientes como lobos, y prudentes como sierpes,
te dije entonces, pues el Islam siempre llevó las de perder cando se enfrentó a
los gallegos. Acuérdate de nuestro Al Mansur, que cuanto consiguió de
Compostela fueron aquellas campanas, ¡y para eso, se las hicieron devolver! Por
aquí bien ves que abundan los galaicos..., ¡pero el único santo, en sus
relaciones con la morería, fue Monseñor Do Rego Aldegunde, aquel Arzobispo de Tánger
que nos predicaba con el ejemplo de sus virtudes! Nos ganan en siglos de
retranca..., ¡precisamente por su experiencia, porque fueron esclavos de otros
pueblos a lo largo de su historia!
Los pueblos se levantan en los bandazos de la Historia
precisamente por la retranca que alcanzan mientras danzan sus dominadores, rumbosos
y confiados, ¡sean romanos o visigodos! En consecuencia, neutralicémoslos en
esta oportunidad única, definitiva, en este Tribunal de la Historia, con las
mejores armas del mundo, con la prudencia y con nuestra filosofía del suai-suai, pues de lo contrario estos gallegos son capaces de exonerar a su propio
Caudillo!
Profesora de Enseñanza Primaria, en adelante, Profesora.
-¡La de vueltas que da este mundo, más de trescientas
al año! Pasé diez cursos, diez, en aquel Territorio de Ifni, upando a estos mocosos
que ahora dicen ser, y se tienen, por Enfermera y por Intelectual. ¡Sic
transit gloria mundi! Estuve callada hasta ahora, ¡que me tienen pasmada
tantas ingratitudes! Ora bien, ni vuestra ingratitud ni vuestra presunción, y
menos vuestra guerra, vuestra independencia, conseguirán demoler, anular, esa
gran obra docente, excelsa, generosa, hecha por nosotros, por mi España, con
tantos desvelos y con tanto sacrificio… ¡contribuyentes incluidos!
Enfermera
-¡Qué graciosa! ¿Des-velos, señora Maestra? ¡Nada hicieron
ustedes, o muy poco, presuntuosos civilizadores, por quitarnos los velos de
nuestra sumisión al varón! ¿Alguna Maestra, o algún Médico, aconsejó a nuestros
padres que no debían proceder a la ablación de nuestro clítoris? El des-velo
nos llegó más bien por las corrientes culturales de la vecina Zona Francesa,
donde, ya entonces, se dignificó y se liberó a la hembra; donde la mujer perdió
su tradicional velo, accediendo paulatinamente a una libertad igualitaria. ¿Que
después hubo perduradas y
retrocesiones en nuestro Marruecos? ¡Eso no les quita mérito a los franceses
pues en toda revolución, las de ellos incluidas, siempre hubo altibajos!
En la Dictadura española, tan eclesial y tan machista
que fue, incluso los Obispos vestían a las mujeres: Velos para entrar en las
iglesias, medias para comulgar…, ¡y de escotes, nada! Cuarenta rituales
pacatos, ¡pero de puertas afuera!
Como ve, de ustedes lo sabíamos, y lo seguíamos, todo,
pero de nosotros…, ¡ni cuando caía el Ramadán! ¡Vaya merde de
colonizadores!
Intelectual, dirigiéndose a la Enfermera:
-Fatimita, ¿cómo iban a tener fraternidad con nosotros
si no la tenían entre ellos? Por ejemplo, mucho llamarle Padre, así, con
mayúscula, a su párroco, a Santiago Uberuaga; y también mucho llamarle Fray al
lego, a Fray José, aquellos dos benditos de la Misión Católica…; y después de
eso, precisamente porque cumplían las pastorales del Obispo de Canarias,
Pildain, aquellos meapilas del Gobierno, con la complicidad del Nuncio, en pura
simbiosis nacionalcatólica, echaron a los Franciscanos, ¡sin mayor
consideración! Como veis, sabemos todos los detalles, los religiosos
incluidos.
Profesora
-¡Jesús, Jesús, cómo abusa de la paciencia de Dios
este Mahometano, este Fadelito…!
Al-Ainin, que se había dormido, y cree que aún están
hablando de la Reconquista:
-Ortega y Gasset lo dijo, que no se le puede llamar
Reconquista a un tira y afloja de ocho siglos… En este caso, si ocho siglos nos
llevó perder nuestra Spania, este pleito del Ifni y del Sáhara costará
una generación asumirlo y superarlo… ¡Pero que discutan, que lo mío es cobrar, sea de
Madrid o de Rabat! Y como dicen en España, ¡Río revuelto, ganancia de
pescadores!
Vuelve a dormirse plácidamente, y el telón va
cayendo, como siempre, lentamente.
Vuelve a entrar el Comandante de Tiradores, pero esta vez parece satisfecho. Silba el Himno de la Fiel Infantería, ... ¡que por saber morir sabrá vencer!
Escena 2ª, del 2º acto
Al-Ainin. Como a este personaje de la Historia de África
Occidental le tiene España por un parásito Notable, o más bien por un Notable
Parásito, deberá desperezarse poco a poco, con indolencia, visiblemente
grosero, apretando su notable barriga.
-¡Oh, vosotros, los que creéis...! Comed de los
manjares que os hemos dado, y dadle gracias a Dios..., ¡si es que lo adoráis!
Comandante
P., con gesto de repugnancia:
-Tanto hemos llenado al Fulano este, allá en Ifni, que
se vino a la Eternidad sin percatarse de que en el Cielo no se come, ni tenemos
sed, que cuanto hacemos de orden material es un virtualismo, una simple
apariencia...
Tampoco se fornica con las huríes, por lo menos de un
modo carnal, que esa es otra de las apariencias..., ¡mi señor Patriarca de las
Chumberas!
Dirigiéndose a los otros concurrentes:
-Esto es lo que le ocurre a este Notable hijo de...;
hijo de otro Notable, quiero decir! Hijo de uno que si lo fue, ¡aquel Sultán
Azul...! ¡Siempre despierta con la misma obsesión! Un día de estos, si Doña
Historia me lo permite, le he de meter una teresiana en la boca..., ¡a falta de
balas, que aquí no tengo!
Al-Ainin, desentendiéndose de aquellas amenazas:
-¿Que, que pasa aquí? ¡O se reinicia este Jurado, o me
vuelvo a mi sueño califal!
Comandante
P.
-El Jurado se reinicia, pero, de banquete califal...,
¡naranjas de la China! Aquí en la Eternidad, como no te
metas en las perolas de tu compadre, ese tal Pedro Botero, pues lo que es
nuestra España ya te destetó, ¡hace medio siglo! ¡Tarde, pero definitivo,
bandullo del diablo!
Al-Ainin, mostrándose digno:
-¡No me trataba usted así, en Ifni, cando me pedía,
confidencialmente, y casi de rodillas, el favor de que le calmase aquellos
nativos, aquellos tenderos sublevados! ¡Cuatro semanas seguidas que estuvieron
los españoles viviendo de aquellas latas del Economato! ¿Se acuerda?
Comandante
P.
-Dijiste bien, ¡nativos!, que tu ni eso eras,
que te llevamos para Ifni con el cuento de tu descendencia del famoso Chej Ma
el Ainín, que aquel antepasado...; ¡aquel si, aquel fue un hombre de bien! Te
llevamos a Ifni desde el Sahara para que fermentases una hornada de Notables,
¡notable calamidad!, pero convertiste aquel palacio, aquel mirador que te
hicimos, bajando a las Palmeras, en un nido de..., ¡de boas constrictoras!
Perdón, que rectifico, que no lo dije bien: ¡quise referirme a las víboras
conspiradoras! Basta con verte, o con oírte, para no tener dudas de tu
veredicto. ¡Que Dios le perdone a quien de ti se valió para enfollonar Ifni!
Al-Ainin
-¿Se refiere a Franco...? ¡Tanto que hizo por
ustedes...! ¡Por ustedes y por Carmencita, que incluso se montó una guerra para
que no se aburriese en su Comandancia de Canarias!
Comandante
P., que no le quiere oír:
-Si tantos años estuviste en la nómina de los Notables
de Ifni, aquello fue una permisividad nuestra para no levantar la liebre de tu
incompetencia. De la política, que lo otro..., ¡un bandullo de mierda!
Al-Ainin
-¿Yo; incompetente, yo? ¿No dijo que he vivido del
cuento? ¡Luego es que soy un literato! ¡O se está contradiciendo, o...; dígame
de otro más competente! ¿Y si por aquel entonces llega a haber Premios Príncipe
de Asturias…?
Comandante
P.
-Rectifico gustosamente, que más que incompetente, lo
que fuiste fue traidor; ¡un traidor y un botarate, un cuentista! ¡Me desespero
con sólo verte delante!
Al-Ainin
-Descalifique cuanto quiera, que a más censura, más en
ridículo se pone; ¡si, usted!; y más ridiculiza a su Patria. A propósito:
Gracias, Sbania, gracias sbanois..., por aquellos dineros, tan
cómodos de recibir que sólo tenía que pasar por vuestra Pagaduría, ¡una vez al
mes! Mi heredad, aquellos remanentes, ahora los tienen los míos, cien hijos,
todos ellos Notables, ¡con sus letras en clave!, agachados en Suiza. ¿Qué le
parece? ¡Menuda heredad: un ciento de hijos, y todos con su respectivo, uti,
fruti, habere e possidere! ¿Los suyos, qué? Los españoles sois
felices pagando réditos, como de costumbre, por vuestras deudas, por la interna
y por la externa, ambas perpetuas. Unas, heredadas del franquismo; y las otras,
heredadas de una perenne mala administración. ¡Hábitos faroleros, igualmente
perpetuos!
Mi Comandante de la Policía, ¡Indígena, por supuesto!
¿Hay dudas, le quedan, de quien fue el incompetente, o el impotente,
en aquel Territorio dorado, en aquel juguete colonial, que lo utilizaban para presumir de Imperio?
¡Por el Imperio hacia Dios! ¿No decían eso?
El Comandante de Policía calla, pero se le
nota un ademán de asco y de cansancio; quien sale al desafío del gordinflón
Ainín es el
Bancario
-Comandante, entiendo que llevamos nuestras
deliberaciones por mal camino: Se supone que este Jurado, nosotros, tenemos que
ser esencialmente objetivos, y aquí se palpan subjetividades muy…,
¡voluminosas! –Fija su mirada en la panza de Al-Ainín- ¡Le estamos
haciendo un flaco servicio a la Historia Contemporánea! Así que, por mi parte,
ya que se apagaron los Moderadores propuestos, sugiero rectificar los métodos
de nuestro debate comenzando por confesarnos, aquí en público, por ante los
siglos venideros, de nuestras respectivas circunstancias en relación con la
guerra de Ifni.
Con esta transparencia, que ofrezco y sugiero, los
Jurados aquí presentes podrán rebatirnos nuestras desviaciones, y de paso,
neutralizamos las impurezas materiales que quedasen adheridas a nuestro
espíritu; por ende, a nuestro razonamiento. ¿Qué les parece?
Los españoles asienten, así que el Bancario
prosigue:
-Esto de la confesión purificadora me la enseñaron
aquellos prohombres del OPUS, aquellos que tanto influyeron a través del señor
Carrero Blanco en las decisiones liquidadoras, tanto del A.O.E. como de Guinea.
Además entiendo que esto resultará aceptable para los musulmanes. ¿O no?
Ahora son los musulmanes los que muestran su
asentimiento:
-¿Entonces confirmáis que allá abajo, en el fondo de
nuestras almas, no andábamos tan separados, como parientes de religión que
somos a través de ese Libro Santo, que es la Biblia? Aquí arriba nos situaron
en Cielos contiguos, ¡que ya es algo! Predicando con el ejemplo, en esta despersonalización
objetiva que propongo, tengo dos resentimientos que deponer.
Como observa gestos interrogativos, el
Bancario apresura sus explicaciones:
-¡Os prometo ser breve; breve, conciso y preciso, como
buen gallego! Uno de mis remordimientos es que odié al Gallina por su
ingratitud con su Maestra, pero también por su criminal atentado en contra de
un simple soldadito, aquel que estaba de guardia el 23-N en aquel Polvorín del
Cruce... ¡Un polvorín militar en medio de una ciudad! Me explicaré:
Aquella mujer, aquella Maestra, que no ejercía para
dedicarse a su propia casa, si ejerció para él, dándole clases, enseñándole a
leer y a escribir en las horas en que ambos tenían y merecían descansar.
Pues bien, en pago de esa predilección, ¿qué porvenir
nos dio, él? Nos dio, y también lo digo como ejemplo ejemplarizante, que su
fiera entrada en Sidi Ifni, en la noche de Autos, capitaneando aquel hato de
fanáticos, le causó tal pánico y tal prevención que, cómo sería la cosa, que me
aceptó, a primera propuesta y sin insistencia alguna, salir evacuada para la
Península, de inmediato, con nuestro niño de meses, en uno de aquellos aviones
militares que retornaban de traernos víveres y refuerzos. ¿Valoráis aquel
pánico, aquella decepción?
¡Pues este daño, aquel trauma, sumado al que le
recordaban sus cicatrices por el atentado del Istiqlal en la carretera de Safí,
le implicó una depresión y una pérdida de fe en la humanidad! ¿Y que no pasaría
con las otras Maestras, con las de plantilla, con las del Colegio, después de que
aquellos afectos suyos, casi maternales, las hiciesen suponer una
transición, una descolonización, adecuada y pacífica, de partijas fraternas,
como cabía esperar de una generación indígena lustrosamente educada por nuestra
generosa España?
¿Le pidió perdón, a mi dueña, este protegido suyo?
Pues no, no tal, que aquí está el interfecto, que lo podrá reconocer..., ¡si le
quedan posos de aquellos ejemplos magistrales!
Gallina
-¡Si, todo eso es cierto, que este hombre habló bien!
Entonces, por si aún es válido, ¡pido disculpas con efectos retroactivos! Las
pido invocando esta fraternidad, o esta media fraternidad, que me da el que yo
sea hijo de vuestro paisano, el tantas veces evocado Pepiño, aquel de la Rueda
de Afilar.
Bancario
-Pues, como mi mujer salió un momento..., que debe
andar por ahí, por ese Edén de las mujeres, en el servicio de las ídem, que
aquí en el Cielo no mean pero se retocan el peinado, la toilett, yo le
transmitiré las expresiones que acabas de formular.
Tu franqueza y tu arrepentimiento le servirán de
estímulo para mirar por los nuevos ifneños, por vuestros gromos, por los
actuales..., ahora que ascendió de Profesora a Ángel de la Guarda..., ¡y lo
hará con renovada caridad, sin reservas mentales!
Se vuelve de cara a los españoles:
-¿Ven, queridos compatriotas, como es bueno barrer las
tinieblas antes de emitir el Dictamen que nos encomendó Doña Historia?
Tinieblas, algunas, montadas por nuestro propio Gobierno… Y aunque sea
reiterativo: Después de aquella embestida de los vociferantes del Istiqlal, con
su camión abierto y lleno de fachas, ¡de fachas, de armas y de banderas!, a
nuestro auto, a nuestro De Soto. Después de aquellas tres vueltas de campana;
después de haber retirado a mi esposa de debajo de una de las ruedas con la
ayuda de un matrimonio francés, que luego nos llevó al Hospital de Safí, donde
la cosió un Enfermero ascendido a Médico mediante un cursillo de tres meses...
¡Cuando vuelva, que os muestre sus medallas, digo, sus cicatrices! Después de
haber perdido todo nuestro equipaje pues al volver al sitio del encontronazo,
había desaparecido… ¡La chatarra no, el equipaje si! Después de todo eso,
después de esos sufrimientos por la Patria, a nuestro regreso a Ifni no sólo no
nos quiso escuchar nuestro Gobierno sino que propaló a los cuatro vientos que
los hermanos musulmanes eran incapaces de semejante atentado, ¡y que todo había
sido una impericia mía, del chofer! ¿En una recta, en un llano, y con ocho metros de
cuneta a cuneta…? ¡Hemos sido víctimas de un terrorismo “fraterno”, inconfesable
por España, y encima de eso, vilipendiados!
Permitidme un paréntesis..., ahora que no está mi mujer. Le pasó desapercibido a San Pedro uno de mis pecados ifneños, y no me siento a gusto sin purificarme de ello: Resulta que en la Noche Vieja del 57 cenamos en el Casino, con Carmen Sevilla, seis militares y un civil, ¡servidor!, y como no teníamos pasas, a mí se me ocurrió proponerle a la artista que nos diese un beso..., ¡de tornillo!, a cada uno, para suplir las uvas. ¡Nos lo dio, vaya si nos lo dio, tan patriota ella, y tan atornillado que aún me abrasan los labios! Carmen, ¡preciosa!, aquí y ahora, por ante la Historia, excusez moi, por aquella euforia..., mientras agonizaban nuestros soldados, Dios sabe cuantos!
Permitidme un paréntesis..., ahora que no está mi mujer. Le pasó desapercibido a San Pedro uno de mis pecados ifneños, y no me siento a gusto sin purificarme de ello: Resulta que en la Noche Vieja del 57 cenamos en el Casino, con Carmen Sevilla, seis militares y un civil, ¡servidor!, y como no teníamos pasas, a mí se me ocurrió proponerle a la artista que nos diese un beso..., ¡de tornillo!, a cada uno, para suplir las uvas. ¡Nos lo dio, vaya si nos lo dio, tan patriota ella, y tan atornillado que aún me abrasan los labios! Carmen, ¡preciosa!, aquí y ahora, por ante la Historia, excusez moi, por aquella euforia..., mientras agonizaban nuestros soldados, Dios sabe cuantos!
Carmen Sevilla, la Deseada.
Pero aún me queda un fleco con el Gallina: Dime
otra cosa, rapaz, ¿por qué nos asustaste aquella noche? Ya sabes, tiempo
adelante, cando llamaste a nuestra puerta, que tardé en abrirte pues con los nervios
no daba retirado una tranca de tubería de hierro que le habíamos puesto por
dentro… Fuiste a visitarnos para vendernos uno de aquellos retratos en negativo
de vuestro Mohamed V; y con esas, nos echaste aquel espiche independentista que
tanto nos alteró, y del que me acuerdo perfectamente.
Gallina
-¡Paisa, tenía que hacerlo, que las órdenes
procedían del mismísimo Si Allal el Fassi! Era parte de su plan de guerra, ¡de
guerra sicológica! Como volví para entrar en la capital, en Sidi Ifni,
fingiéndome inocente y diciendo que aquel Veintitrés yo estaba de compras, en
Las Palmas, pude dirigir una Quinta Columna, que llamábamos en las viviendas de
los civiles para sobresaltaros en esa guerra psicológica en la que nos habían
especializado los de la CIA! ¿Entiende la cosa? ¡En definitiva, que sus mejores amigos resultamos ser
los peores enemigos! ¡Mea culpa!
Bancario
-¡Puñetas! ¿Y todo aquello, a cuento de qué…? ¡Este Si
Allal...!
Gallina
-Era, ¡que ya lo dije!, una trama psicológica...,
¡para mentalizaros de que en Ifni rematara vuestra tranquilidad, y con la
tranquilidad, aquella soberanía fantasmal! ¿Entiende? ¡En otras palabras, que
se jodiera la pax, aquella entente hispano-árabe!
Con aquel pretexto de que nos compraseis el retrato de
nuestro Malik, convenciéndoos, hipnóticamente, de que, mirado fijamente,
y levantando después los ojos al Cielo, veríais allá arriba al propio Sultán...
¡Aquello era la guerra fría, el pánico...! Ahora que lo recuerdo, aquella cosa,
aquella manipulación se llamaba mensaje subliminal… Por otra parte, aquella
entrevista, aquella pamplinada, nos servía para pulsar vuestras reacciones… ¡Un
test, que se dice!
Bancario
-¿Así que incluso los civiles estuvimos espiados? ¡Y
España inventándose obras, nuevos proyectos…, para haceros felices, cuando ya
estábamos acordonados por un sistema de trincheras y campos de minas…, a una
legua de la plaza de España! ¡Esto del imperialismo…!
Gallina
-¿Y luego…? Aquellos tests también sirvieron,
que los repetimos, más tarde, en el Sáhara, que allí fue para ponderar las
reacciones que se producirían con motivo de la Marcha Verde. ¡Paisa,
todo calculado, que por algo nos dirigía un eximio Professeur!
Bancario
-¿Puedo preguntar quien fue vuestro Psicólogo…, acaso
un Premio Nobel?
Gallina
-¡No fue, fueron! Además de los Cías,
anduvieron por Marruecos ciertos doctores nazis que se decía alumnos de
Goebbels, refugiados en Sudamérica. Vinieron a Rabat para evacuarle consultas a
su Herr Hans...
Bancario
-¿Quién os conectó, quien llevó esa trama con eses
hijos…, del Tío Sam?
Gallina
-A ciencia cierta no lo sé, pero se dijo que los
franceses tenían cuentas pendientes con Franco...
Bancario, como hablando sólo:
-¡Tiene gracia, por arrobas! Nuestros mandamás
echándole todas las culpas a la URSS, incluso en la Prensa, cuando de cierto,
por lo que aquí se aprende, aquellos comunistas sólo les ayudaron con su
nombre, y si acaso con algo de pólvora! ¡Oh, España, qué Grande eres...; más
que los cabezudos de Compostela! ¡Mucha funda y poco cerebro! Y en cuanto a usted,
Doña Historia, ¡cuántas curvas tiene, y todas anfractuosas!
Gallina, que alude al monólogo del Bancario:
-Ya que habla de contradicciones, le tengo apuntada
otra, y bien gorda! Que conste que no pagó por ella en atención mía, o más bien
por mi agradecimiento a su esposa. ¡Esto es para que no me tache de
desagradecido!
Bancario
-¿Qué me dices, de qué hablas? ¡Explícate!
Gallina
-Le estoy hablando de una cobardía y de una traición,
¡suyas! A mí me llamaron Gallina por mis andares, pero a usted tenían
que llamárselo por..., ¡por su comportamiento! ¡Y encima le dieron medallas y
certificados de Ex - combatiente! No le dejaré intrigado, que también quiero
ser transparente, y purificarme.
Comandante
P., que se dirige imperioso al
Bancario:
-¡Aquí arriba no te puedo poner firmes, que ya no
mando en aquel Somatén de las Gabardinas, pero puedo apelar a tu sentido
patriótico! Me parece que te estás pasando de..., ¡civilizado! Y que les estás
propiciando una victoria moral a estos puñeteros sin puñetes, a estos morangos
que tan honrosa y militarmente derrotamos en la Guerra de Ifni, ¡a las órdenes
de nuestro invicto Zamalloa!
Acaban de insinuar, de amenazarte, valiéndose de sus
trucos de guerra psicológica, ¡y tú continúas tirándoles de la lengua para que
sigan justificando sus alevosías! ¡Hazme el favor de reflexionar, y de mantener
la boca cerrada, pues una retirada a tiempo es una victoria!
Bancario
-¡Comandante, el tiempo de las retiradas ya pasó! Lo
tuvimos propicio en el Cincuenta y seis: ¡Entregárselo junto con nuestra Zona,
o negociar, con lo otro, nuestra permanencia indefinida! Su Generalísimo lo
apostó todo a una carta; ¡y por parte, ustedes querían laureles…! Pues bien,
ahora no tenemos pluses, ni laureles, ni Territorio, y cuanto nos queda es ser
puros y sinceros con esta Dama aquí presente, con Doña Historia!
Gallina, que se ríe con destemplanza:
-¡Eso está bien! Ser puros con la Historia, no
falsificar Bulas papales, ni falsear Crónicas o Cronicones…; ¡todo eso es un
talante español que me era desconocido! Paisa, para no tenerle así,
sufriendo con la intriga, le voy a decir, de corrido, cómo vimos aquella
cobardía suya, aquella traición, ¡y con esto le dejo exonerado! ¿Se acuerda de
que, con algunos compañeros de su Banco, en Abril del cincuenta y seis, por
curiosidad o por temeridad, que eso poco importa, repasaron aquel Campamento
instalado por nosotros, los del Istiqlal, cerca del Grupo de Tiradores…?
Bancario
-¡Si, allí fuimos, y por allí pasamos! Y también me
acuerdo de que un poco más adelante, en aquel cruce de las pistas de Tagragra
con las de Tabel-kuct, tuvimos un altercado con unos marroquíes que cruzaran su
voiture en la pista para impedirnos seguir en dirección a la que fuera
frontera francesa…! ¿Te refieres a eso?
Gallina
-¡Vale! Ya veo que conserva su buena memoria… Ahora
pregunto: ¿Para regresar a Sidi Ifni usted pidió una bandera, de las del
Istiqlal, al tendero Sidi Mohamed Ben Abdel-lah Ben Mussa, que pasaba, casual y
oportunamente, en route para nuestro Agadir?
Bancario
-¡Ahora que lo dices…! Pusimos aquella bandera,
¡prestada!, sobre el capot de mi coche, para así regresar, protegidos y
disimulados, hasta Sidi Ifni... ¡El miedo es parvo, y en aquellas
circunstancias…!
Gallina
-¡Cobardía española, pura cobardía, que muestra bien a
las claras lo fanfarrones que erais en las Colonias cuando os protegía de cerca
una bandera, o un Ejército! Matizaré algo más, para ser justo con usted: No fue
exactamente cobardía personal suya, sino su mala conciencia de colonizador,
pues, en el subconsciente, ¡estaban admitiendo que en el Territorio de Ifni la
bandera triunfante era la nuestra!
Pues bien, cando pasasteis de vuelta, por delante de
nuestras haimas, un compañero apuntó con su metralleta a las ruedas de
su voiture; ¡con la sana y santa intención, en pura yihad, de
reventárselas, claro está, para que tuviesen una panne, panne y
pánico, mismo delante nuestra! Y de paso, que os retratase en aquel ridículo,
en aquella derrota, una periodista francesa, aquella del Deux Chevaux…,
que viniera para hacernos un reportaje de nuestras concentraciones. Yo desvié
el arma, así que los tiros de mi colega se perdieron en uno de aquellos
arganes, después de la pista...
Por cierto, que mi compañero aún es hoy el día que me
recrimina por lo que considera que fue debilidad mía, ¡con usted y con los
suyos!
Bancario
-Hablaste de una traición... ¡Sigue!
Gallina
-Dije, traición, queriendo indicar el
apresuramiento que os disteis en aquella situación, en aquel apuro, en retirar
nuestra enseña, del capot, tan pronto como llegasteis a la cobertura de
tiro de los centinelas de Tiradores… Pero dejémoslo en astucia gallega, que de esa
virtud también participo yo gracias a la media sangre que tengo por parte de
padre, tan citado o tan aludido que fue en este Tribunal de la Historia!
Pensándolo bien, ¿no era más noble decirle al Oficial
de Guardia de Tiradores que aquella bandera, prestada, fue su salvoconducto
circunstancial? Todos, civiles y militares, coincidisteis en disimular vuestro
miedo. ¡Eso no es valentía sino fanfarria! Así pasó lo que pasó: ¡Que no
llegaron a El Pardo, a tiempo, las noticias de un peligro ya inminente!
Esta circunstancia, esta ocultación, de todos
vosotros, cada uno desde su atalaya, tácita, contagiada y contagiosa, influyó
para que su Alto Estado Mayor de Madrid no tomase en serio aquellas alertas,
incurriendo en la negligencia suicida de teneros casi desarmados, y sin reserva
de víveres ni otra logística, en aquellos diez, mal llamados fortines, del
interior…
Bancario
-Ya que me sacaste los colores, ¿volvemos al caso
general?
Desertor
de P., al creer que rematara
aquella intervención:
-Tú, Gallina, que todo lo viste y todo lo
sabes, ¡más que el Cigüeña!, ¿qué fue de mi Comandante Álvarez Chas? ¡Aquel sí
que conocía el territorio, y no obstante se perdió!
Gallina.
¡A ese señor le pusieron en órbita precisamente los
suyos! Nosotros no teníamos aviación, pero la española procedía de la Guerra
del 36… Y como decía la canción de Manolete…, si no sabes torear, a qué te
metes? Si no tenían aviación apropiada, gonios, y todo eso, ¿para
qué querían territorios en ultramar?
Comandante
P., que se dirige a su
desertor:
-¡Cristiano..., digo, mal cristiano, cretino
irredento! ¡Hiciste bien en desertar, que tu no servías para policía, que ni
retienes una nueva ni captas una metáfora! Tu Comandante Chas, ¡y a ver si te
enteras de algo!, salió en Agosto del cincuenta y siete, en el vuelo de un
Heinkel 111. Iba de Informador para señalarle al Piloto la línea fronteriza con
el Marruecos independiente, que tal era la categoría de tu Comandante, ¡más de
fiar que los planos de nuestro Estado Mayor! De regreso al aeródromo, con
niebla espesa, no distinguieron la otra frontera, la del mar, así que, o
hicieron amarraje en el océano, o se quedaron arriba, en órbita, que de cierto
nunca se supo.
La otra parte, la gloriosa, esa sí que la conocieron
nuestros enemigos, y bien de inmediato; ¡todos, menos tu, un inútil desertor!
Desertor
P., con ingenuidad y sin
ofenderse:
-¿Así que los pilotos de España llevaban mapas
humanos, guías-apuntadores de sus objetivos? ¡Como en el cine, en aquellas
caravanas del Oeste...! ¡Vaya, vaya! Así se explica lo del Canarias, apuntando
con el dedo, con el alza que les señalaba un Teniente de Infantería..., ¡para
no cañonear de nuevo sus propias posiciones! ¡Yo seré un retrasado, pero me
consuela saber que no fui el único!
Comandante
P., visiblemente indignado:
-No seas insidioso, rapaz, que te llega con la
ignominia de ser un desertor de nuestra Policía, ¡después de evadirte del
arado!
Si aludes a aquella mentira que circuló entre tus
Jefes adoptivos de que el Canarias, por un error de cotas, bombardeó sobre
nuestras posiciones, y que nos mató veintiséis soldados..., ¡contados por el
propio Ben Hamú!, tienes que saber lo escrupuloso que era para sus bombardeos, ¡y
para sus salmones!, aquel gran Almirante del Eume. ¡Y lo que sufrió cuando le
mandaron asustar a los de Agadir, precisamente el día de Nochebuena!
Fíjate qué precisión de tiro no
exigiría un hombre de tanta conciencia que, ¡vida por vida, prefería las
marroquíes! Otra cosa sería si el siroco les desvió alguna trayectoria, que del
resto..., ¡nada, en absoluto! Tampoco es probable que hubiese errores
topográficos, ni siquiera de los campos de minas… Nuestras posiciones siempre
estuvieron perfectamente localizables; ¡y si las hacían saltar los chacales
sería porque se parecían a ti, desertando de donde les convenía estar!
Intelectual
-Creo que ya está bien de pecados
veniales…, ¡teniéndolos capitales! Propongo una condonación de penas… Como
decían aquellos católicos preconciliares, una oculta compensación…, habida
cuenta de que nosotros también tenemos el pecadillo de pasar nuestras armas por
delante de sus narices, ¡en el propio Desembarcadero de Sidi Ifni!
Comandante
P.
-Eso que propones no me parece
colacionable, ya que vuestras metralletas, las de aquel contrabando, segaron
vidas y haciendas…
Enfermera
-En eso tendrán razón, pero de
seguida les equilibro el plato si pongo en la balanza, para hacer el rectus,
aquella leche de las vacas de la Granja del Gobierno, que iba por garrafas para
el café de ciertos pabellones, mientras se descalcificaban los niños y las
paridas musulmanas. ¡Malditos protectores!
Pero como esto, más que un Jurado
está pareciendo un Muro de las Lamentaciones, propongo que corramos un velo,
¡como el que yo me saqué!, sobre estos remordimientos, sobre estos escrúpulos
tardíos, tardíos e inoperantes…, salvo que este Comandante de Tiradores, tan
discreto él, quiera apuntar más alto.
Comandante
T.
-Yo callaba porque sólo estoy
arrepentido de una cosa: ¡de ahorrar pólvora! Aquellos ataques, alevosos y
nocturnos, que hicisteis a nuestros Destacamentos de T´Zelata de Esbuia, de
Tagragra, del Tenin de Amel-lu, del Mesti, de Tiliuin, de Tamucha, y de tantos
otros, con los que nos disteis motivo para cubrirnos de gloria, de sangre y de
polvo, si en aquella ocasión en la que Alcubilla nos llevó la orden del
Generalísimo de que regresásemos a las posiciones defensivas, inmediatas, se le
hubiese extraviado aquel cuatrimotor, si pasase de largo cara al mar, emulando
el Heinkel del pobre Chas, ¡maldito si no quedaríais bien chamuscados
También me arrepiento de no haber desertado, que en Tiradores sobraban voluntarios que me acompañasen para traspasar vuestras defensas, para colarnos por vuestras líneas, y con ello plantarnos en Rabat, ¡en un santiamén!
También me arrepiento de no haber desertado, que en Tiradores sobraban voluntarios que me acompañasen para traspasar vuestras defensas, para colarnos por vuestras líneas, y con ello plantarnos en Rabat, ¡en un santiamén!
En ese coupe de force
dinamitaríamos la Torre de Hassan…; ¡la del otro Hassan, se entiende, y con
ello voltearíamos la guerra a favor de España!
¿Dios, por qué la Historia se
escribirá siempre por el final? De haber sabido las consecuencias, claro que
hubiese desertado, pero en positivo, que a veces la mejor forma de construir el
futuro es destruyendo el pasado, haciéndose valer, reaccionando con valor…,
¡antes de que lleguen los diplomáticos, pues esos, además de llegar tarde,
siempre se dedican a las laudas sepulcrales, a los oficios fúnebres, a las
condolencias! ¡Por algo los americanos, tan astutos ellos, tuvieron de Secretaria
de Estado a una tal Condoleezza…!
El dilema no era tal: ¿Ifni,
Territorio de Soberanía…? ¡Pues de serlo, adelante, con todas las
consecuencias! Y si no lo era, si todo consistía en una farsa imperialista,
¿para qué gastar la pólvora en salvas?
A un Ejército disciplinado, como era
el nuestro, no se le puede poner en solfa: ¡Y por añadidura, silenciarnos en
los medios informativos!
Desertor T., tan ingenuo como el Desertor de
la Policía:
-¿Y luego, si así piensa, si está arrepentido de no
haber desertado, por qué me abrió aquel expediente? ¡También por desertar!
Comandante
T.
-¡Otro que no entiende el sentido figurado de las
palabras! No olvides, aunque ahora de poco vale, que todavía hay clases al
Norte del Estrecho; ¡muchas, mal que les pese a esos que te lavaron el poco
cerebro que llevaste para Ifni! Bien pensado, poco tenías que lavar, ¡que
contigo sólo necesitaron dos gotas de aquella al-ma-luz del Gallina!
Empleado
de Boaida.
-Con usted…; ¡sí, con usted! Con
usted tengo una cuenta atrasada, ¡pero activa! Se vino al Cielo sin pagarnos
aquella radio…
Comandante
T.
-¡Voto a Judas, el de las treinta
monedas…! ¡Si no fuese porque aquí no hay gravedad, ahora mismo te hendía el
alma con un machete! Tiene razón mi colega, este de la Policía, que es una
necedad desnudarnos mientras estos islámicos siguen con su conveniencia…,
¡envuelta en turbantes!
De
pronto le da un arrute:
-Hablando de velos: tendré que darme
una vuelta por el Séptimo, por el de las huríes, a ver si les pierdo este
rencor a los infieles, pues con lo que aquí me cabrearon, con esta iracundia
que me entró, no puedo seguir deliberando fríamente…
A la vuelta hablaremos. ¡Me voy! ¡A
por ellas, al ataque…, con mi Talión alzado, que la mejor fusila en
tierra de infieles es hacerles mestizaje…, ya que nos lo atribuyen!
Empleado
de Boaida, que muestra la palma de su
mano al Comandante de Tiradores para que no se vaya sin escucharle:
-¡A modo, amiguito, que de usted daré parte a la
Historia para que juzgue su doble moral! ¿Cómo se atreve a censurar nuestros
harenes si vosotros mismos, ayer, en el XV, que aquí se dijo, y en Acta estará,
aún sosteníais el “ius primae noctis”? ¡Queda acusado, formalmente, de
practicar en Ifni una doble moral!
Comandante
de T.
-Ya que las huríes son para los
victoriosos, me voy de caza, ¡a por gacelas, que así, de paso, le echo una mano
al Polisario!
Este
Comandante de los Tiradores de Ifni, dichas estas palabras, hace mutis por el
foro, frenético, a toda velocidad. En vista de este plante, los otros miembros
del Jurado cruzan miradas entre sí, con complicidad, y con la misma se van
ausentando, pero más despacio, cada uno por separado, sin formar corrillos.
Escena 3ª, del 2º acto
Comandante Tiradores, que comenta, explicativo, expansivo, incorporándose a su asiento:
-¡A
estos marroquíes sí que les tocó un buen Tercio! Aquí mismo, en el
Edén: ¡El de mejora! Ahora me alegro de que recuperasen aquel
Territorio para que esos agarenos de allá abajo tengan un cierto
contraparaíso…
Intelectual
-Entonces, ya que hay consenso, lo mejor será sobreseer el contencioso de aquel follón Histórico. ¿Algo que objetar...?
Comandante T.
-¿Que
te crees eso! En Ifni vertisteis la sangre de trescientos españoles,
que serían hoy trescientos parados potenciales, o jubilados
anticipados, todos ellos héroes, ¡amén de los desaparecidos! Este Jefe,
con mis ocho puntas, y siempre a las órdenes del muy ilustre Zamalloa,
¡no se rinde! ¡Ni me rindo, ni traiciono aquella heredad, alcanzada,
lograda, al precio de una vida, también galaica, la de aquel gallego de
pro, Pepiño el de la Rueda.. .! ¡Así que, tres hurras por el Gran Pepiño!
Todos los gallegos, al unísono:
-¡Hurra,
hurra...! ¡Viva Pepiño, el de la Rueda, aquel macho de parada, aquel
Conquistador, un héroe del mestizaje, que por algo se le llamó a
Marruecos, Protectorado, por lo mucho que protegimos, por lo mucho que
consolamos..., en sus moritas!
En
esto se acerca el Alguacil, aquel Cartero del Simancas, que
permaneciera aislado, discreto, en una mesita auxiliar, a un lado, como
si fuese un Ujier de las Cortes, escoltando la Historia. Después de un
cachetazo en la mesa, que casi la rompe, da en bracear, inquieto:
Alguacil
-Yo
no entro ni salgo de este Jurado, y lo voy a decir en castellano, que
si lo digo en bable..., ¡la mi má que me pareu! Bien poca mestizaje se
les hizo a estis cabrones, que non contentes con la somanta de
Covadonga, luego, en el Treinta y seis, volvieron a por las nosas
mullieres, pero..., ¡ellas mesmes les metieron un forquitu por el anu,
só maricones, que los dejaron impotentes, que de aí les viene la chapa
de su traseru...! ¡Si no fuese por mi respeto a la Historia, mesmo con
les puñes...!
Gallina,
que le contesta por todos, y entonces el Alguacil se vuelve a su
sitio, tranquilizado, pero sigue haciendo señales de protesta:
-¡Hombre,
eso está bien, que incluso un simple Alguacil, sin mando ni plaza,
pretende influir en este Tribunal...; y con el Himno cantado por su
Comandante, mejor aún! Según ustedes, en esa Colonia, en esa leira
de Ifni, yo tengo una legítima, como heredero forzoso, ya que se
reconoce que mi padre fue aquel Coocupador, de algún modo Cousurpador,
de una terra nullius! ¡En este caso, siendo así, la tendremos a medias! ¿Es, o no, una legítima, un derecho legítimo?
Comandante T.
-Tú
lo que tienes, bastardo, es mucha tierra..., en la Habana, ¡pero aquella no
es tuya ni de nadie! Sabiendo de quien eres hijo, debieras estar de
nuestra parte, de esta banda, ¡que así no te prescribirían tus derechos
sobre las glorias imperiales de nuestra España imperial! Fuiste de
nuestra tribu… Ilegítimo, pero lo fuiste por aquello de, Pater, patris; ¡así que, causa finita!
Gallina
-¡No
es así, mi viejo! España me perdió por..., ¡por reírse de mí, por
negarme un simple vaso de agua, desfallecido en las puertas de vuestro
Cuartel de Tiradores! En la tierra de mi padre, Galicia, sólo conocen, y
reconocen, a los hijos de los emigrantes cuando vuelven ricos y
triunfantes..., ¡así hablen en chelja! Los otros son, “retornados de
caridad”, por la Xunta, ¡séase, Beneficencia!
Comandante T., cambiando de conversación, con visible intención de eludir este tema:
-¡Lo
que no entiendo es como aquel Profeta, ese Mahomet, cando les dictó su
Al Qurán, y sin haber muerto aún, supiese que en esta Eternidad os
asignarían un paraíso de huríes! Los nuestros, nuestros profetas, nada
nos dijeron de semejante porvenir. ¡Cosa fina estas Geishas! ¡Como que yo, con esta tropa disponible, descendería encantado a Capitán de muslimes...!
Comandante P.
-Y tu, honorable Colega, que vienes de inspeccionar esas huríes, esas mozas etéreas, ¿qué tal hacen la instrucción…?
Comandante T.
-¡Te
lo diré sinceramente, que te lo juro por mi honor...! Tanto se
bambolean, que el enemigo no tiene forma de apuntarles. Yo no he sido
capaz de eso, de hacerles diana…, ¡ni con mi experiencia en esta clase
de maniobras!
Bancario, mostrando picardía, interesado en el tema:
-¿Que, cuantas son...? ¿Hay almejas para todos, a cuantas tocamos?
Comandante T.
-Querido
Contable, tantas son, que ni caben en un libro de los tuyos, de esos
de Contabilidad, ¡de los de hojas cambiables! Pero tú, que estás casado
y con la carabina cerca; tu, que presumes de puritano, casi tanto como
Zamalloa, no debes pensar en las huríes..., ¡que te son del prójimo!
Bancario
-¿Luego...?
¿No son mujeres de la vida, no viven? Tanta amistad que tuve con mi
compadre, con el Páter de Tiradores, y nada me informó acerca del futuro de
los musulmanes. ¡Se lo reprocharé!
Comandante T.
-Son
privilegios suyos, ¡que sólo comparten con los que venimos
célibes, como yo! ¿Lo entiendes? Entonces, aguanta, que también
aguantó el Cartero del Simancas, que ese no desertó..., ¡y eso que se
las ponían a tiro para invitarle a pasarse al enemigo! La especialidad
de tu compadre eran los iconos rusos, que los coleccionaba, pero en
islamismo el experto era su primo, Aldegunde, aquel arzobispo del Corgo, aquel que
tradujo a Hans Küng…
Bancario.
-¿Y quién era ese Hans Küng, si puede saberse?
Intelectual
-Ese
no es tema para un Comandante… Permítame que le conteste yo mismo:
Hans Küng fue uno de los grandes impulsores de la Teología ecuménica.
Su tesis fue: “No puede haber paz entre las naciones sin paz entre
las religiones; y no puede haber paz entre las religiones sin diálogo
entre ellas”. En Ifni el diálogo estaba atribuido a los PP.
Franciscanos, y funcionaba perfectamente, tan perfecto que los
españoles, en su crónica miopía, ¡una miopía de Coloma, colómica, que no de Gallegos!, no pararon hasta lograr su expulsión
del Territorio. ¡Uno más de sus errores, y no el menor!
Volviendo al tema: Es bien cierto que no debéis tener malos pensamientos...; ¡y menos aquí arriba, con las huríes!
En
lo otro, a los españoles nadie les censuró, nunca, en toda la arabía,
eso de que hubieseis reconquistado vuestra Península, ¡parte de ella!,
así que, en reciprocidad, va siendo hora de que admitáis,
históricamente por supuesto, la licitud de nuestra reconquista
integral, la del Gran Magreb, la del Gran Ocaso.
Comandante P.
-¿Incluyes,
claro está, al Sáhara Polisario, ese de los tuaregs, que bien sabes
que eran, que son, supuestos descendientes de aquellos balears
expulsados de las Islas? Primero, en la época de las persecuciones
neronianas; y después, por los propios vándalos… Tengo entendido que
por entonces, mayormente cuando los vándalos entraron por Marruecos
abajo, en aquellas tierras había unos cinco mil cristianos. ¿Se acuerda
de eso, Doña Historia?
La
Historia, aunque está presente, procura no interferir con los Jurados,
así que no se da por aludida; mientras deliberan, ella conversa, en
voz baja, con su Cartero - alguacil, y también hace punto; ¡hace en la
media, como se suele decir!
Intelectual
-¡Por
supuesto que sin el Sáhara no hay Imperio jalifiano posible, pues sin
el no se forma un Gran Magreb! Y eso que en Rabat saben poco de la
Historia balear, ¡que si llegan a enterarse…! Ahora que caigo, por algo
se les da bien el castellano a los Polisarios: ¡Claro, les viene de su
latín, del balear, aquel de Publio Metelo...!
Pero dejemos la cuestión del Sáhara a los pobres del Polisario, que ya lo sabrán perder, ¡con o sin ayuda de España!
Farero -Pido la palabra..., ¡si es que sigo de moderador! Aquí estamos desconectados, la Profesora y yo mismo, que ya llevamos dos sesiones viendo como navegáis en círculo, pero así non salís de nada, ¡ni de la Mar Pequeña! Señora Maestra, ¿quiere hablar usted primero? ¡Sería mejor, que si yo enciendo aquel faro, aquí veremos las estrellas!
Profesora
-¡Gracias;
es usted muy amable, y aún así no le querían en el Casino! ¿No se dice
que la lección magistral siempre es la última, por definición?
Entonces déjenme para luego, a ver si se me serenan los ánimos, que por ahora no me atrevo a intervenir. Y también para ver si con su
faro se ilumina esto, un poquito, que me parece que estos señores aún
no se toparon con la verdad absoluta, ¡y eso que estamos en el Cielo!
Farero
-En ese caso haré por enviarles un rayo de luz..., ¡como Farero! Los de Camariñas palillamos mucho, mucho y bien, pero hablamos poco, poco y despacio, ¡y eso no es político!
Aunque
no todo, ni con la suficiente objetividad y/o conocimiento, algo ya
dijeron varios autores, entre ellos uno de la Prensa del Movimiento que
solía redactar sus crónicas en la sobremesa del Casino, precisamente
al dictado del Capitán de Cocina de Tiradores…
Ifni le fue muy útil a
Franco, en el 36, pues los dinamiteros de Asturias destrozaban carne de
cañón…, ¡por camiones! Y con eso se montó una simbiosis de
incalculables consecuencias… El agradecimiento personal del Caudillo y
la codicia patriotera de desquitarse, unos y otros, de aquellas
derrotas del Rif, además del talante imperialista de aquellos tiempos
fanáticos, ahumados por las consignas fascistas, nos hipotecaron a
fondo en aquella quiebra histórica; ¡eso además del placer sensual,
exquisito, de hacerle cosquillas a Francia!
El rencor francófono, que tanto cultivamos en África a lo largo del XX, entiendo que fue el principal intríngulis
de nuestros errores y de nuestras liberalidades y/o mezquindades, que
hubo de todo, ¡y eso hasta el último día del Protectorado!
Para
mí que esto está mal estudiado, o quizás ni empezado: ¡Todo un siglo
de guerra fría España-Francia, el XX, particularmente en el escenario
marroquí! Mientras esto no se haga, cuanto se escriba de aquellas
guerras y de aquellos incidentes será una simple estadística de hechos
inconexos, y de héroes inmolados, ¡ni se sabe a qué dios!
En
orden interno, la vida ordinaria de esta Colonia, Ifni, se desarrolló
con verdadera elefantiasis, ¡desde el Amezdog a la Colonia Agulla!,
pero débil en infraestructuras, como ya se aludió aquí, en el Tribunal,
¡principalmente por la falta, elemental, de un notable espigón
portuario! Débil en organización civil y en infraestructuras, repito.
En definitiva, un territorio reseco, más que del sol, por la
evaporación acelerada de los dineros transferidos, ¡como también se
apuntó en esta Sala!
Un
enclave territorial de setenta quilómetros de costa, retenido por
España, fuese como propio o como sucedáneo de aquella legendaria Santa
Cruz de Mar Pequeña, a pretexto de haber tenido, por aquellas
coordenadas, y desde el Medievo, una base pesquera y un fortín, ¡es
incomprensible que no se dotase de un puerto pesquero! Tal parece que
el Caudillo nunca viese el mar, y eso que nació, y se crió, en El
Ferrol. ¿O es que tenía complejo de marino frustrado...?
En
canto al Cuartel Militar de Ifni, los civiles, y por tanto,
imparciales en este asunto, podemos jurar, en realidad de verdad, que
allí estaba la flor y la nata do nuestro Ejército. Pero un país del XX
precisaba algo más que guerreros, algo más que guerras…
Por
lo que respecta a Zamalloa, toda loa es insuficiente, pero se le ha
convertido en una especie de “General Silvestre”, silenciando su labor,
acaso para ocultar, con ello, la ineptitud del Alto Mando. Tan silente
fue su epopeya de Ifni que incluso la Gran Enciclopedia Galega,
edición del 2003, además de omitir su fotografía y su intervención en
la Guerra de Ifni, lo único que reseñan de su generalato es que “…foi
gobernador xeral do Sáhara”.
¿Quién
se atreve a imaginar qué pasaría en Ifni en el 57 si nos permutasen a
Zamalloa por aquel Fernández Silvestre del año 21? La respuesta no
puede existir, pero el cálculo si: ¡veinte mil muertos, tantos como
soldados, con los civiles aparte! ¡Hubiese sido la hecatombe
franquista!
Comandante T.
-¡Ya
iba siendo hora de que se te agotasen las palabras, cacho derrotista!
Aquí tenemos otro desertor, que también se puede desertar de civil, y
sin largarse, sólo con desmoralizar a los verdaderos patriotas. Para
más contradicción, aquí le tenemos, en este Jurado, ¡donde se supone
que debe terciar a favor de España!
Farero
-No se sulfure, señor Milite,
que me estuve refiriendo más bien a la derrota, al fracaso económico,
político y cultural, que del elemento militar ya dije que eran buenos
elementos…; ¡bastante buenos para lo que se podía esperar de su
formación estrictamente castrense! Los pecados imperdonables se
produjeron en aquellos salones de Madrid…, ¡como es evidente!
Si nuestra reivindicatio era lo de aquellas pesquerías, costa arriba o costa abajo, legua más o legua menos, ¿qué sentido tiene que estuviésemos de murga,
un tercio de siglo, que ya son años, pescando con caña, y desde los
cárabos, arrastrados a diario, playa arriba y playa abajo, sin un
maldito espigón de atraque?
Ya
que fuimos al Ifni, o nos manteníamos allí, decían, para defender las
Canarias, poca estrategia fue aquella pues en definitiva fueron las
propias Canarias las que tuvieron que defender Ifni, Ifni y el Sáhara,
año tras año. Y también oficiaron, naturalmente, de base logística.
Por
último: Si fuimos a Ifni sólo, y tan sólo, para civilizar, para poner
en producción los supuestos recursos naturales del país, ¿donde está,
donde estuvo, nuestro impacto, nuestra repesca, nuestra pegada
cultural? Ni siquiera prosperaron las plantaciones de henequén, vulgo,
sisal; y ya no digamos aquellas del ricino, ¡el purgante de las
represalias fascistas!
En lo tocante a nuestra, pura y dura, culturización, le cedo la palabra a nuestra Profesora...
Profesora.
-De
las intervenciones del Bancario, y también de las del Farero, parece
demostrarse que la Política Económica que siguió España en Ifni,
tampoco fue política, ¡y menos, económica! Esto admitido, todo aquello
se limita a esta dicotomía: ¡armas o letras! Armas obsoletas, oxidadas;
y letras..., ¡las del Catón, que de allí pocas carreras salieron! De
nativos, me refiero.
Ahondando
algo más, y para enfocar mi razonamiento, ¿tuvimos política educativa
en Ifni? Me parece que sí, que en esto sí que hubo política, o más
bien, politiquería, pero no verdaderamente educativa según los cánones
de la Pedagogía moderna. Siempre me he preguntado si educar es
modelar... Pues bien, en Ifni, e igualmente en toda A.O.E., se intentó
un modelado..., ¡impositivo!
Modelado
es atraer los niños a nuestras formas, sugestivamente, y no imponerles
aquella macana imperialista del…, ¿Movimiento?, con un olímpico
desprecio de su decantada y ancestral cultura, que si estaba en crisis
en parte era debido a nuestras influencias desviacionistas. En esto
hemos seguido métodos ensayados por España, en los siglos XVI y XVII,
en América, ¡y por tanto anacrónicos, en todos los sentidos! Lo nuestro
no podía ser enseñanza de medersa, eso tampoco, pero sí
debiéramos ser más cosmopolitas, basándonos en un ideario democrático
que, por otra parte, tampoco nos era exigible porque ni los profesores
lo habíamos recibido y/o cultivado.
En
cierto modo, allí procedimos como si aquellos españoles dirigentes
quisiesen borrar el prestigio y el recuerdo de aquel Toledo de las tres
culturas; y con Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada... Fue un modelado a fortiori,
coaccionando de mil maneras, algunas innobles y otras ridículas, o
trasnochadas, para que les fuese ineludible a los nativos entrar por
aquella culturita nacionalista, nuestra, tan petulante, ¡y eso por llamarle de un modo lene!
Como
ejemplo, como evidencia de nuestra incompetencia formativa, fruto de
aquel ambiente, se podría afirmar que el noventa y nueve por ciento de
la colonia española no sabía contar con los del país más allá de los
dedos de las mans; a saber: wahid, zooch, thalatha, arb'a, khamsa,
sitta, sabah, tamanya, tissa, ashera... ¿Se nos dieron cursillos de
formación, clases de árabe, o del dialecto allí imperante…? ¡Para qué,
si lo nuestro no era entenderles a ellos, sino obligarles a
entendernos!
Educar otra raza, otro
pueblo, con asepsia, es, ante todo, poderles preguntar en su propia
lengua. Si nada les preguntábamos apropiadamente, ¿cómo se podía saber
lo que sentían, lo que querían, lo que precisaban, o lo que pensaban?
Enseñar, según yo lo entiendo, es tener, y por consiguiente dar,
respuesta a las inquietudes intelectivas del educando. Darles a beber
cultura según fuesen teniendo sed de ella. La sed cultural cierto es
también que se fomenta con el ejercicio racional; pero concordareis
conmigo en que los tullidos poco ejercicio pueden hacer, y allí, en
África, casi todos eran verdaderos tullidos, en este sentido de la
palabra. Pero más tullidos fuimos nosotros, sin proponérnoslo, por no
querer, ni saber, entender a los nativos, y por renegar de nuestros
orígenes convivenciales. ¿Bastará con decir que en la calle pocos se
molestaban en preguntarle al nativo su nombre, satisfaciéndonos el
genérico, y un tanto despectivo, de, Mohamed?
Por último, permitidme
recordar aquel periodista tan africanizado, José María Rodríguez
Méndez, que me abrió los ojos con una frase lapidaria al manifestar que
advertía en nosotros, la prepotencia de considerarse milagrosamente como amos de algo o de alguien. ¡Ahí está el quid pro cuo de tantos errores coloniales!
Intelectual, que se adelanta para felicitar a la Profesora, con evidente sinceridad:
-Señora, permítame expresarle
que siempre la tuve, a usted, que no a España, por buena Maestra, así
que nunca bostezaré oyéndole verdades de ese calibre. Usted y sus
compañeros de la docencia ciertamente pusieron su animus educandi,
pero los errores estuvieron en los programas, en las consignas, en los
planeamientos políticos; en el ambiente de la calle y en aquella
extraña protección de amos y señores de vidas y de haciendas a la que
usted aludió, y precisamente con palabras de otro español sincero. ¡A usted, Baraka-lahufik!
Enfermera
-¿Por
qué no le diste las gracias en francés…? Yo tengo para mí que, aún
dentro de ciertas limitaciones sólo en el Hospital de Sidi Ifni hubo
humanidad; de la buena, de la fraterna; dicho sea sin desmerecer la
labor sanitaria en los poblados del interior, mayormente en aquellas
Delegaciones de la Policía, ¡que en este caso lo cortés no quita lo
valiente! Se atendieron bastante bien las dolencias físicas, tracomas
aparte, que también es cierto, pero de las anímicas, de las
psicológicas, de los complejos y depresiones propias de una raza
dominada, ustedes, los dominantes, ¡maldito caso hicieron!
¿Se
paró algún español a ponderar la enorme energía, la carga de reactivos
que almacena un ser reiteradamente humillado, postergado, acallado en
sus voces íntimas? Si en Ifni, o en Madrid, en la misma Presidencia del
Gobierno, hubieseis substituido, por ejemplo, dos Capitanes por dos
Expertos, tal que por un Psicólogo y un Sociólogo, otra seguridad, y
también otro pacifismo, hubiésemos tenido en su Colonia, en la
benjamina. Provincia le llamasteis, pero a partir del Cincuenta y
ocho..., ¡desde que os mináramos aquella mal llamada soberanía!
Me
permito hablar de esto, aunque Enfermera, pues enfermedad fue, y bien
secreta, aquella corrosión continua, progresiva, cancerosa, de la
convivencia ifneña, ¡tan asirocada como pobre!
Bancario, con evidente retranca:
-¿Y
luego, aquel tratamiento preventivo, el que os aplicó España
inyectando millones y millones de unidades monetarias en vuestro
torrente sanguíneo, en el de aquellos notabilísimos hijos de Notable,
no sirvió de nada, no tiene mérito?
Empleado de Boaida
-¡En absoluto! Además de
nuestra repugnancia, íntima que no externa, a las transfusiones
mercantilistas, puesto que tales privilegios llevaban animus doli,
séase, untura de carro, aquellas liberalidades con nuestros Notables,
con nuestros Patronos, les pusieron en la obligación de escuchar el
clamor, el descontento de la plebe, y por tanto, de dirigir aquel
levantamiento para convencerles de que eran mejores que los
españoles.
La
opción de ellos, de nuestros feudales, de nuestros Notables, era
clarísima e ineludible: ¡dividir para vencer! Lo de convencer, de arriba
para abajo, siempre es fácil para un buen demagogo. Los gallegos lo
saben bien: Si aquellos cuatro feudales no hubiesen capitaneado aquel
montaje irmandino, ¿los burgueses de entonces acabarían encontrando condottieros
propios que los condujesen a demoler los castillos? En tal dilema, mal
menor era demoler las fortalezas de los competidores; ¡cambiar algo
para que no cambiase todo! En un aparte: ¡Pero qué fácil resulta entenderse con los gallegos cuando se les razona!
En otro orden de cosas: Allí donde no se recibe comprensión, cierta o aparente, tampoco se genera respeto. Así, pues, la patria potestas
consiste, principalmente, en formar a los menores para que sean
capaces de tomar el relevo de un modo personal, ¡responsable y
soberano! ¿Conformes?
Intelectual
-Como
está visto que encontramos dificultades para alcanzar la unanimidad en
este Veredicto, se me ocurre que podríamos pedir a nuestro Archivo, al
musulmán, unas cuantas grabaciones de las obtenidas por nuestros
espías, por los del Istiqlal, en vísperas del 23-N, que así repasamos
cual era el Estado de Opinión en la Colonia de Ifni. ¡Sólo para
refrescar la memoria, por supuesto!
Bancario
-Eso
me parece justo, pero a condición de que traigan otras tantas de
nuestro Servicio de Información, ¡si es que no las metieron en la
salamandra por culpa de los fríos madrileños! ¡Acordaros de lo
ahorrativo que era aquel Almirante…!
Comandante P.
-¡Calla, Bancario, y sé discreto, que eso no va a ser posible!
Bancario
-¿Por qué, Mi Mandante? ¿Ardieron...?
Comandante P.
-Pues…,
¡por imposibilidad física! Nosotros nunca hemos espiado… Alguna
declaración obtenida por el Cabo Cigüeña…, ¡y para eso, los originales
se enviaron a Madrid, así que los habrán extraviado, seguro que sí!
Bancario.
-¿Y las copias?
Comandante P.
-¿Las
copias? ¡Hechas con papel carbón…, a lo sumo aguantan un año, que
después, con la humedad, se tornan ilegibles! El que se las memorizaba era el
Intérprete, Hamido, pero ese…, ¡ese es ambidextro! Siempre estuvimos en
sus manos: Nos entendían y nos conocían. Les tuvimos en todos los
trabajos auxiliares: hogar, cuarteles y oficinas. Sabían, o adivinaban,
todos nuestros actos, nuestros pasos y nuestros proyectos; nuestros
comentarios íntimos… ¡E incluso las infidelidades matrimoniales! Por el
contrario, para nosotros todos ellos eran uno, ¡Mohamed! Y de las moras, con sus velos, sólo conocíamos sus ojos, ¡todos ellos iguales y hermosos!
Bancario.
-¡Siempre estuvimos en sus manos…; tienes razón! ¿Qué hacemos ahora, que ya no estamos en su órbita?
Comandante P.
-Esperar a ver lo que tienen ellos, y luego rebatírselo, ¡como cosacos!
Como no se producen otras objeciones, el Alguacil baja el paño.
Escena 4ª, del 2º acto
Llaman a la puerta y seguidamente entra el Alguacil con un
saco de cintas, pero no dice nada, que se supone que no debe influir en
el Jurado, así que, después de dárselas al Intelectual, que se levanta
para recogerlas, este Alguacil se dirige a su mesa, en un ángulo de la
Sala, cerca de la Historia.
Intelectual, mostrando una de las casetes:
-Esta, esta es la primera, que está clasificada como, Conversaciones
de un Alférez de Milicias con el Contador de los Servicios Financieros
del Gobierno de África Occidental Española. ¡Minfadlik! ¡Quiero decir, que hagan el favor de anotarlo!
Contador, asombrado:
-¿Como, como fue que nos grabaron?
Intelectual
-¡Muy simple! Aquel electricista, el Abdel-lah, aquel de la Central Eléctrica, que estudiara en Casá,
de paso que revisaba las instalaciones de los edificios iba ajustando
los micros… Días después pasaba a desmontarlos, alegando una
comprobación rutinaria...
En
canto a los aparatos, a las grabadoras, como siempre había una casa
moruna en las inmediaciones..., ¡se desviaban los hilos!
En
las oficinas del Gobierno, como nadie entraba en aquellos cuartos
recoletos de los Ordenanzas musulmanes, que se les llamaba a voces, ese
era el sitio perfecto para manipular las conexiones desviadas por
cable a los magnetófonos, que por entonces no había mejores técnicas!
Contador
-¡Sois de la piel del diablo…! Y nosotros, parvos, haciendo de protectores, enseñando a los que sabían más que nosotros!
Intelectual
-¿Le
extraña eso? Tuvimos buenos Maestros, y no sólo los españoles:
aquellos de la CIA y de la Gestapo, aquellos de las S.S…; aparte de que
la necesidad despierta al necesitado, al oprimido, que siempre fue
así!
Contador
-¿A ver, luego, qué dijimos nosotros que os valiese la pena grabarlo, grabarlo y conservarlo?
Intelectual
-El
espionaje siempre vale la pena, que se atan cabos, y entonces se
conoce cómo piensa el enemigo; o la retaguardia del enemigo, que
también es importante!
Le da al aparato y se oyen unas voces en off:
Contador, en su propia voz:
...
-¡Me alegro de conocerte, rapaz! ¡Bien venido a este Territorio del atai,
de las chumberas y del Plus de Residencia; abonos dobles y todo eso!
Aquí, en esta carta de presentación, me dice mi hermano que eres
oriundo de las tierras de Chantada, pero que vivís achantados en
Ourense...
Alférez
-Si,
en efecto; mis padres tienen allí, por las Burgas, una casa de
huéspedes, pero yo prefiero ser huésped del Estado. Por eso estoy
preparando, a la vez, Hacienda y Aduanas, para presentarme a las
primeras oposiciones que se celebren. ¡Tan pronto remate estas
Milicias, por supuesto!
Contador
-Eso será si no te reenganchan, que tal y como están las cosas, igual acabas de Intendente...! ¡De Intendente General!
Alférez
-Me conformo con ser Intendente..., de Hacienda!
Contador
-Rapaz,
no quiero pisarte la modestia, por más que la tengas larga, pero las
trazas son de que te la aplastará, cualquier día de estos, la majestad
de Mohamed V. Desde que les dimos la Independencia, ahí arriba, en el
Norte, en lo que es Protectorado, ahora, en Abril, estos nativos, que
están más bravús que el propio Al Mansour, aquel que nos robó
las campanas de Compostela... Mira como es la cosa, que se niegan a
pagarnos Contribuciones, y eso que lo harían con los propios denarios
del propio César, nuestro Caudillo, ¡por la gracia de Dios!, que así
consta en las monedas. No sé quien les metió en la cabeza, en la cabeza
o en el turbante, que sólo paga tributos quien es tributario; séase,
vasallo; y por ahí no pasan..., ¡de gordos que están! Estos piensan
igual que danzan, en círculo, así que tornan a sus orígenes, dándoselas
de marroquíes..., ¡ahora, ahora que se están yendo los franceses!
Alférez
-¿Tanto?
¡Ay luego, te estamos bien; y para meterlos en la cárcel, no caben!
Una solución puede ser enviarlos a Fuerteventura…, como se hizo con
Unamuno!
Contador
-¡Si,
hombre; pero no servirá de nada, que estos no pararán hasta anexionar
nuestro Ifni a su Marruecos! ¡Allá ellos, que para Marruecos irán de
culo!
Alférez
-¡Eso
no pueden..., ni soñarlo! Allí están sin armas, con un Ejército
incipiente, indisciplinado...; y de logística, cero! Además, si
entrasen en guerra con España, Francia ocuparía de nuevo,
inmediatamente, sus antiguas fronteras, y les diría a los morangos: ¿Lo veis? ¡No se os puede emancipar...!
Y luego que, aparte de eso, la CIA del Tío Sam está con nosotros, que
les interesamos mucho porque tienen Bases y compromisos con España...
El Tío Sam les dirá que no tosan para que Occidente no se infecte de
miasmas comunistas!
Contador
-Un
modo de absorción, y a la vez de desintegración, de estos
comunistoides, podría ser disolverlos en sus propias algaradas: darles leiras, mandarles al campo y retirarles sus pensiones de Guerra, de la nuestra, que cuando se harten de comer takanaita con takanaita, higos con higos, entonces pondrán su mano, la mano y el cazo! ¿Entiendes la cosa?
Alférez
-Hombre,
no sé; no lo sé; pero también está que en los cuarteles no percibo
miedo, ninguno! ¡Ni siquiera desconfianza! Ni miedo, ni preparativos ad hoc...; ¡nada de nada!
Contador
-Lo
malo puede ser que se repita la Historia, ¿sabes? Que no
escarmentásemos con aquello de Annual! Tampoco le tuvimos miedo a aquel
Abd-el-Krim que hacía versos en castellano, ¡un simple intérprete!
Igual están aprendiendo su himno, aquello de, Al yauma lijurobi hay...! Bien,
dejémoslo así, que tengo bastante guerra con los papeles de este
maldito desgobierno del A.O.E., que todo lo llevan a estilo cuartel…!
Alférez
-¿Te oiría bien? ¿Dijiste..., desgobierno?
Contador
-¿Que hago aquí de Contador, si no hay cuentas, si no hay impuestos? ¡Voy acabar más libio que los libios! (18)
Alférez
-Hablando
de todo un poco: Estoy asombrado de lo abundante que es, y de lo bien
situada que está, en las escalas, la colonia gallega de Ifni. Estuve
echando cuentas y, por regiones, salvo Canarias, somos mayoría, tanto,
que si Buenos Aires es la quinta provincia gallega, Ifni es la sexta!
Contador
-¡Otro
gallego echando cuentas! Me hace gracia que uses esa expresión...
¡Rapaz, las cuentas, además de cálculos, son vidas! Por eso, cando
decimos echar nuestras cuentas, queremos significar revisar la propia
vida. Hay pueblos que son intrínsecamente calculadores, y para ellos,
echar las cuentas, es simplemente calcular, en abstracto; pero el
gallego, no; ¡el gallego siempre es generoso en las pesetas, y tacaño
en la calderilla!
Alférez
-Me iré, que te estoy entreteniendo, y tienes que ayudar a desgobernar Ifni!
Contador
-En este caso no te des prisa, que conmigo estás haciendo Patria, que canto menos incordie yo, mejor le irá a la pax magrebí. ¿Me entiendes?
Alférez
-La
verdad, no mucho, y eso que me dijeron en Ourense que tu eres un
fenómeno; pienso que será un problema de desnivel con respecto al padre
Miño, que por Chantada lleva menos agua!
Contador
-Te
engañaron, rapaz, que si yo fuese inteligente, con los años que llevo
aquí, ya tendría aprendido a decir, ¡Amén!, pero en el idioma de las
Colonias...
Alférez
-Oyes,
por cierto, que aún no escuché a ningún español hablar en arabía; ¡ni
en árabe, ni en chelja. ¿Será que me dejó sordo este último siroco...?
Contador
-¡No,
ni lo oirás nunca; ni en dialecto! De tan apóstoles que somos, se nos
figura que venimos del Pentecostés, y que los paganos nos entienden de
sobra. Pero aún estás a tiempo de escucharnos... Ya me oirás los
infinitivos cuando pida clemencia, cuando llegue el dies irae,
el día airado, el de las gumías al cuello, al nuestro, que entonces…,
¡hasta en arameo! Eso será si antes no me mandan con la Hacienda a
Fuerteventura...! ¡Ya sabes, a Puerto Cabras, que ahora se lo dedican
al Rosario!
Alférez
-¡Estás de coña, que en Fuerteventura no hay Delegación de Hacienda!
Contador
-Llegará, llegarán a tenerla…, cuando se vaya la Legión y vengan los turistas...!
Alférez
-¡Eres
un coñón! A propósito, ¿qué hay de cierto en eso de que nos asirocamos
nada más llegar a Ifni? ¡Tendré que preguntárselo al Doctor Bisagras, al Director del Hospital,
que me dijeron que es un as en psicología...!
Contador
-¡Haberlas,
las hay! Pero unos te son de nacimiento, y los otros se ponen así al
sobrevolar Despeñaperros..., porque echan cuentas imperiales! En cuanto
a los que llegaron por Bernal…, eses siempre afirman que, de puestos
en Algeciras, le ordenaron al chofer que se volviese para Madrid, con
el auto, ¡para darle servicio a la suegra!
Alférez
-¡Para un solo día, mucho he aprendido! Ponme a los pies de tu señora...
Contador
-Rapaz, aquí tienes mi tarjeta; y te recuerdo que te esperamos este sábado, para tomar las copas. ¡Es el deporte de nuestros week end;
vulgo, fin de semana! ¡Ah, un consejo! Aquí en Ifni no te pongas a los
pies de nadie, ni siquiera de la Gobernadora , que te pueden confundir
con un moro…; ¡la mejor cortesía es un buen taconazo!
Alférez
-¿Qué me dices? ¿Con las señoras...; taconazo a las señoras?
Contador
-¡No
seas novato! ¿Aún no percibiste que aquí, en el Territorio, todas las
señoras tienen mando en plaza? ¡Mando, asistente, cocinero, niñero,
lavabragas, pabellón oficial...!
Alférez
-¡Querido paisano, lo dicho: nos vemos este sábado!
Contador
-¡Abur! Ya sabes que donde haya un gallego, allí tenemos un consulado!
Alférez
-¡Ya lo veo! Estés asirocado o no, eres un fenómeno; ¡demostrado! ¡Y ojo con las gumías; con las gumías y con el desgobierno!
Contador
-¡Pues no veo como, que ambas cosas son inevitables, por el camino que llevamos!
...
Comandante P. dirigiéndose al Intelectual:
-Corta ese rollo, que esas grabaciones de vuestros espías no aportan nada substancial; ¡échalas al quinto infierno!
Intelectual
-Por mí no hay inconveniente, que ya veo, por su actitud, que empieza a admitir la licitud de nuestra Causa.
Comandante T.
-¡No,
no cortéis eso, que yo no les doy esa ventaja! Es preferible
aguantarles las grabaciones a que nos intimiden con ellas, que a
bayoneta calada ya se anduvo allá abajo, así que, aquí y ahora,
prefiero los secretos de su espionaje. Más vergüenza es, en todo caso,
para ellos, por espiar intimidades, que la nuestra en mostrarnos tal y
como fuimos, tal y como somos!
Intelectual, que sigue enredando con las cintas del magnetófono:
-Estoy
buscando unas grabaciones que fueron hechas en el despacho del
Bancario. Pienso que serán una muestra elocuente de las hondas
preocupaciones de nuestros colonizadores; y con estas sí que doy por
concluido y por resumido nuestro espionaje.
Bancario
-¡Pero
eso, lo que se diga en esas cintas, es un secreto bancario; no sería
ética su utilización, ni siquiera como prueba histórica!
Intelectual
-Yo
entiendo que no es así, pues además de la prescripción documental,
aquí estamos en el Jurado de la Historia, donde no caben secretos, ni
siquiera los fiscales! Y hasta coincide que aquel Directivo de Banca,
tú mismo, hablabas muy bajo, o te sentabas lejos del micro, así que ni
casi se te oye.
Esta
primera es la conversación de un carcelero natural de Lugo, que en
Ifni vuestra gallegada fue una invasión general, ¡otra! ¡Escuchemos!
...
-No, señor; no le soy el Carcelero - jefe, que esa función se la dieron a un canario, ¡que hay que repartir1 Pero tengo otros gajes! Mírelo bien, aquí mismo, en mi cartilla...; y todo ganado a pulso!
Vine
al Territorio de soldado, ¡como tantos otros! Y como me vieron
despierto, me pasaron a la Policía. De la Policía, a la cárcel...,
cuando me dieron la Licencia, ¿sabe? Lo hicieron para que me ocupase
de los interrogatorios, ¡xaora!, porque alguien opinó que soy algo
bruto... Pero conmigo no acertaron para ese oficio, pues los
cristianos, ni en la iglesia se confiesan! En cuanto a los moros, por
su parte, no salen de su ana manarf: Mi no saber, mi inocente, mi estar mareda... Y así, siempre: ¡ualo majenduch! ¿Lo sabía?
Como
la cárcel es aburrida, me busqué algo para distraerme, algo que me
quedase cerca del trabajo; así que me ofrecí..., para el cementerio!
...
Mire,
este cementerio de Ifni es una ruina en cuanto a propinas, que los
moros van al de ellos, allí por junto del morabito de Sidi Ifni. Y
luego que, de viejos, lo que es de viejos, mueren pocos españoles, que
ni para aquí vienen. A los jóvenes les llevan en avión, ¡para darles
tierra en su tierra! En esto ganaré poco, pero no dejo este segundo
empleo…, ¡por si los moros cogen la guadaña, que parece que la cosa
lleva sus trazas.
...Por lo que le cuento yo di en importante: ¡jamones, y también chorizos! Sí, de la parte de Baralla!
...
-¡Ah,
pues, de eso…, se conservan regular! El Veterinario de Artillería me
dijo que no me tentase el diablo echarles bórico, que puedo matar a los
cristianos... ¡No mueren, no, ni con esas! Es una pena que los moros
no coman jalufo, que entonces, con el ácido que yo pusiese en
los jamones, hacíamos las paces…, por extinción! El caso es que los
Economatos de los cuarteles me hacen la competencia...; ¡en los
precios, se entiende! Por eso quiero ampliar el negocio; y pensé en
poner un mesón, ahí por la Calle del Seis de Abril... Bocadillos para la
tropa, ¿sabe? Si llegamos a tener guerra con Marruecos, aumentará la
familia española, ¡tanto en el Mesón como en el cementerio!
Aquí el choio
es traer jamones y chorizos, pero de Lugo, o de Tineo, que son más
baratos que los de esas Cumbres Mayores! Y quesos, quesos también; con
mucha sal, para que ande alegre el mesonero! En canto al vino...; mire,
de eso vale cualquier cosa, que con el paladar reseco, del miedo, de
las marchas, de la polvareda del desierto, ni los Coroneles lo
distinguen, para cuanto más los soldados!
...
-El nombre para el Mesón ya lo tengo: como hay que bajar dos escalones, Salto do Can.
Hay otro en Lugo... Y servirá para que los soldados recuerden su
perro, que lo dejaron en la aldea… Lo que me falta ahora son diñeiros, una presadita, que por eso le pido un empréstimo...
...
-Todo lo que me pueda prestar con dos firmas, que ya le traeré de las buenas, que allí en la cárcel tengo buenos amigos…
...
Intelectual
-¡Como
veis, se trata de un colonizador típico, de categoría! Aquí hay otra
cinta que también recoge una conversación bancaria, con un Comandante
dignísimo, ¡de los de puro, muy apurado!
Suena, de nuevo, el aparato de las cintas:
...
-Se
trata de una pequeña cifra... ¡Es por no pedírsela a mi suegro, que
tengo mi aquel, por supuesto! Ya te dije que el empréstito es para
acondicionar terrenos... Ni se cuanto, una pila de hectáreas, en la
Vega del Segura. ¡Si, en mi pazo, que es como llaman en la Galicia profunda a los cortijos señoriales!
...
-Bien,
si, por supuesto. El crédito anterior también fue cortijero…, que de
juego, nada! Allá van cuatro o cinco, pero un cortijo vale...,
millones! Y luego está que el Capellán, el Páter Pumariño, tan rico que
es, nunca tiene inconvenientes para avalarme!
...
-¡En
absoluto; son cosas diferentes! De diversiones falderas..., ¡nada, que
me lo prohibió mi suegro! Y de póquer en el
Casino..., ¡lo mínimo, sólo para no aburrirme!
...
-¿Que dice de pedirle anticipos a la caja del Cuartel...? ¡Hombre, no, que eso da una imagen..., cuartelera!
...
-¿Que
no le llega con la del Páter? Eso de traer firmas ajenas me ofende...;
¡mucho! ¿Firmas, yo, que rajé el mapa de España, de par de Aranda, por
el Ebro abajo? ¡No me hagas reír!
...
-¿Pero qué dices de una Declaración de Bienes? ¡Los militares no declaramos nada, ni la guerra, que nos las dan iniciadas!
...
-¡Si que vive la madre de ella! ¡Pero eso da igual: es hija única! Si
estuviésemos, por poner un ejemplo, en la Coruña, andarían diez Bancos
detrás de mi... Pero tengo que continuar aquí, en esta maldita África;
por puro patriotismo, ¿sabes? Abonos, esos baremos de la escala...; en
definitiva, honores, que lo demás no me interesa!
...
-¡Claro
que seguiré aquí, por todo el plazo de este crédito, naturalmente! De
pedir traslado, nada, en absoluto, que aquí estamos la flor, la flor y
la nata del Glorioso, del Invicto. Si acaso, con alguna ausencia...,
para hacer cursos! A ti, como civil, te llega con ponerte firme cando
se honra la bandera!
...
-¡Ah, sí, claro; hiciste las Milicias…! Entonces, acuérdate: ¡Si bis pacen..., para bellum!
Ahora, con las ayudas del Tío Sam, los estudios militares tienen un
mayor estímulo, otra complejidad, que por eso hacemos los cursos; con
dietas, por supuesto, que eso refuerza nuestra solvencia!
...
-¿Hablas
de esa interacción hispano-marroquí? ¡No sé qué decirte, que yo, de
eso de la política, paso! La política es una vanidad; o mejor dicho,
una vacuidad, que en España la tenemos superada gracias a ese político
ingente, que lo es el Caudillo! ¡Si no fuese porque es gallego,
llegaría a Emperador...!
En
cuanto a estos incordiantes, esos guatanes...; nada, cuatro petardos
festeros, de simples desocupados! Cuando Marruecos, un Marruecos
coronado, les vaya metiendo en cintura, desaparecerán paulatinamente
esas algaradas del Istiqlal. Nosotros, aquí, ¡un Territorio de
soberanía!, no tenemos que hacer nada; ¡nada, en absoluto! Aquí, por no
haber, ni hay rojos, que se exige el Certificado de antecedentes Penales! Yo lo dijo César, que cuando hay paz, Quieta, non movere!
...
Comandante T.
-La voz de ese Camarada me resulta familiar. Todo un caballero español: ¡Si llega a ser civil andaría con la pajarita al cuello!
Intelectual
-¡Nosotros
nunca lo dudamos! Por eso, habida cuenta de la presencia de aquellos
caballeros tan caballerosos, no extremamos las precauciones para
organizar nuestro famoso ataque…
Si hubiese golpes, si hubiese zorros con mando en plaza, nuestro golpe, nuestro ataque, hubiese sido..., más zorrero!
Comandante P.
-Bien; puesto que acabaste con esta farsa de las cintas…, ¡a redactar el Informe! ¡Ar!
Intelectual
-¡Casi, casi! Mas, para que la muestra
sea representativa de los diversos afanes y de los diversos estamentos y
clases, en aquel Ifni inefable, voy a meter una de aquellos
Suboficiales tan…, ¡colonizadores! ¡Y con esta cierro la sesión;
prometido!
El que habla ahora se expresa en un gallego muy cerrado:
…
-¡Si, soy galego! ¿Se me nota en los falares? De ascendencia, labrega! Si, por mi desgracia, como dijo el señor Marcos, aquel de la Portela…
…
-Casado, también. Le soy de Lugo,
rayando con Coruña…; y mi mujer también raya…, ¡pero con Pontevedra!
…
-Sólo tenemos una hija, cosa que aquí es pecado, que me lo dijo el Pater, que las familias numerosas reciben, de seguida, un premio…, ¡por su patriotismo!
…
-¡Pues así le llaman! Pero en Madrid le dicen patriotismo de Kamasutra,
Eso se paga, o por mejor decir, se cobra, ¡con un pabellón de F. N.!
¡Igual que decir, “Fuerzas Navales”… Y mientras, nosotros, los
pecadores, tenemos que vivir en casas morunas, de adobes…
...
-Santos no le somos, iso no, que ya se lo dije! Pero mi mujer, que la trajo para Ifni su cuñado, el Sargento Bouzoá, ¡y por eso la llaman Operación Cuñada!, le tiene otras virtudes, que le es tan ahorradora como yo mismo! Así que..., pensamos como uno solo, y comemos como uno solo, pero como uno solo no fornica...; ¡pues eso, que no tenemos pabellón! La nuestra cativa viene comiendo, aproximadamente, lo que yo ahorro de comida cuando me quedo en el cuartel! ¡Je, jee, jeee!
-Santos no le somos, iso no, que ya se lo dije! Pero mi mujer, que la trajo para Ifni su cuñado, el Sargento Bouzoá, ¡y por eso la llaman Operación Cuñada!, le tiene otras virtudes, que le es tan ahorradora como yo mismo! Así que..., pensamos como uno solo, y comemos como uno solo, pero como uno solo no fornica...; ¡pues eso, que no tenemos pabellón! La nuestra cativa viene comiendo, aproximadamente, lo que yo ahorro de comida cuando me quedo en el cuartel! ¡Je, jee, jeee!
...
-¡Ah, eso! Es que pocos Suboficiales fuman, y menos en pipa! No bebemos, ni jugamos, ni andamos de guilindrainas detrás de las mujeras, mercándoles joyas. Joyas, alfaias, bixús... ¡Todo iso ya lo son ellas! Los Oficiales nos dan mala fama, sona de aprovechados, pero bien que se aprovechan ellos de nosotros, que les hacemos todo el trabajo, mayormente los sucios!
…
-¿Qué
por qué me quedé en el Ejército? ¡Ay, de eso, mi señor, antes que
vivir de un tercio, repartido entre todas las legítimas, es mejor
venirse para África, al Tercio! Cierto es que mi mujer era morgada, que por eso no me quiso hasta que me vio con los galones de sargento!
…
-Allí, no meu lugarciño, la escuela caía lejos, y en el invierno tenía que atrouchar
la nieve del monte hasta el cabezal de la parroquia. En primavera los
caminos estaban enlamados. Y después venía el verano, que siempre
llega, ¡igual que le pasa al San Martiño!, así que, daquella, con los trabajos de la huerta, el lameiro, la seara…, ¡ni cogíamos el pizarrín! En
otoño, aquellos Maestros, ¡los pocos que había, que casi todos fueron
depurados por Franco, no daban llegado…, ¡mientras tuviesen playa! Por
si fuese poco, cuando se cansaba el Maestro de hacer escuela, vacaba,
hacía punto, ¡sin previo aviso! Los Maestros estudiaban en la
Normal, que por eso se consideraba normal todo lo que hacían y todo lo
que decían.
…
-Sí, claro; es verdad, que los minorazos
también salimos adelante; ¡pero fue gracias a la Guerra de España!
Cuanto más brutos, mejor se nos daba hacerla… Yo tuve la suerte de que
sabía matar el cerdo, y eso me fue útil…, ¡para entrar a la bayoneta!
Me salvó mi ignorancia de esa andrómena de la trayectoria parabólica de las balas, cosa que tanto acobardaba a los Bachilleres, que se emperraban en entenderla!
Decían de mi que era un jabato; y entonces el Capitán azuzaba: Tira
pa delante, jabato, que tu y yo tenemos que subir a la cumbre,
avanzando por estas vaguadas, que de paso les arrincamos el drapeau a
esos milicianos…! ¿No hueles su pernod…?
¡Quién
me iba a decir que en Ifni volveríamos a tener a los franchutes
enfrente, en esa frontera! Esos condenados hasta les enseñaron a hablar
francés a los moros… ¡No se puede con los gabachos!
…
-¿Que
por qué no pongo todos los huevos en el mismo cesto, en una sola
cuenta, en la de este Banco? Verá: Lo aprendí de mi madre, una vez que
tropezó con una piedra yendo a la feria. Como dicen allí: Por un lado,
¿qué quiere saber? Y por el otro, ¿Que quiere que le diga? Si no vengo
por aquí, a su Banco, todos los meses de Dios, es porque me da
vergüenza eso de que ustedes me llamen imponente tan a menudo! ¡Si, si, que aquí lo pone, en estos impresos de ingresar en la libreta! Entre aquello de jabato, y esto de imponente…, ¡ya me parece una burla!
…
-No,
no se ponga así por tan poco, que le hablo en serio: La que está
imponente es mi mujer, que ella ingresa en Correos, en la Caja Postal,
un mes si y otro también, ¡a su nombre! De esta forma, con estas
precauciones, aunque alguien nos vea una de las cartillas, no pensarán
que me aprovecho de la cocina del Cuartel; o que mi mujer nos tiene
racionados, que la gente, para lo malo…! Dijo una vez mi Capitán que la
mujer del César tiene la obligación de ser honrada…, sin dejar de
parecerlo! ¿Dios, quien le mandaría a mi padrino ponerme César?
…
-Después
vienen las Coloniales, y entonces vaciamos las Cartillas, las que
llevamos de aquí, las dos, en otra de la Postal, que la tenemos en los
bajos de una de las casas de mi mujer… Pero lo hacemos después de
mercar las leiras, y de plantar los pinos…, ¡para que nadie nos
tenga por ricos! Así no les ocasionamos envidia, que es lo que más
encarece las fincas! Como ve, si Dios quiere que estos mouros do carallo vayan teniendo aguante, aquí nos haremos ricos, si cuadra casi tanto como el señor Coronel!
…
-Mi
mujer cose, ¿lo sabía?, así que, cuando precisen ropa… Ella cose más
bien para las señoras de los Jefes, pero en secreto! De esta manera
ellas estrenan en el Casino…, modelitos de París! ¿Qué le parece? ¡Es de coña! Yo preferiría clientas civiles, que las militaras
tienen poca memoria para eso de los pagos; ¡como todas son de marquesa
para arriba…! Pues eso, que no les dan importancia a nuestras
facturas!
…
-¿Me pregunta que cómo es que no me aburren los sirocos? Señor, a quien tenga cavado, entolado, queimado,
extendida la ceniza de diez fanegas de monte, ¡al año!, que no le
vengan con esas mariconadas del siroco. ¡Ese es un problema de las marquesas, de esas que vinieron al Territorio para poner su marca!
…
-¿Ya
me apuntaron en los libros del Banco? Entonces me voy, que vuelvo a
entrar de cocina, pero no espere más cuartos hasta dentro de ocho o de
diez semanas, ¡que ya se lo expliqué! Mire lo que son las cosas, que
dicen que la Historia se repite: Aquellos de Burgos, en la del Treinta y
seis, iban a su catedral y rezaban para que durase la guerra…! Pues
aquí va ser cosa de rezarle a su Alá para que nos aguanten, por lo
menos hasta llenar la última hoja de nuestras Cartillas! ¡In cha al-lah!
…
Comandante P., que se levanta colérico, dirigiéndose al Intelectual:
-¡Ya está bien de trapos sucios y de enseñar nuestro culo, así que, morangos
del nabo, tocadme el ídem, que va siendo hora de ponerse a las
abluciones! Si tenéis algo que concluir, ponedlo a refundir, que yo no
aturo más espionajes; ni espionajes ni dilaciones procesales!
Se abate en la Mesa, dando trompazos con los codos, enojado, y con eso, empieza a caer el paño, como siempre, lentamente.
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Xosé María Gómez Vilabella
Pasa a
IFNADA -V-
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