martes, 21 de agosto de 2012

IFNADA -IV-

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Acto II

Aquí agonizó el primero de los heridos de Sidi Ifni,

aquel soldado de Bolaño.

  Los paracaidistas regresando a su cuartel después de una de sus acciones bélicas.

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Actuación del Jurado en el Caso Ifni
           En este Acto el mismo decorado de fondo. En cuanto al mobiliario, media mesa ovalada, en sentido del eje mayor, que vista desde el público semeja una media luna. Los Jurados de cara al espectador. Una gran pancarta de fondo, que tiene escrita en caracteres árabes, y repetida en castellano, debajo, la aleya 90, de la sura 16, del Al Qurán:
 
           Dios manda la justicia, la beneficencia y también la caridad con sus allegados y prohíbe la torpeza, lo reprobable y también la injusticia. El os exhorta. Tal vez reflexionareis.
En las puertas del Foro permanece la Guardia Mora; se supone que está, además de para mantener el secreto de las deliberaciones, para imponer orden, ¡un orden dictatorial!
Se sientan todos, entremezclados, pero se distinguen bien, además de por la vestimenta, porque los españoles se sirven vino, y los musulmanes disponen de unas teteras.
Se levantarán según se vayan presentando para intervenir. Los militares, siempre descubiertos, tendrán sus gorras o sus teresianas debajo del brazo, o delante suya, pero bien visibles sobre la mesa.

Escena 1ª de este 2º acto.
            De fondo, un firmamento tachonado de estrellas. Se ven unos cojines morunos, asimétricos, diseminados; alfombras de nudo, etcétera...
 
Comandante de la Policía Indígena, en adelante, Comandante P.
           -¡Salam Aleikum!
Le responden todos:
           -¡Aleikum Salam!
Comandante P.
-Como esto va de guerra, y ya tuvimos bastante ahí abajo, propongo designar Moderadores para que atemperen la discusión de este Jurado.
Descendiente del Chej Ma al-Ainin, en adelante, Al-Ainin, que significa, El de los Ojos Grandes:
-Yo estaría más o menos conforme con llegar a un arreglo, a un sobreseimiento, pero..., ¡el caso es que somos pares!
Comandante P.
-Eso tampoco es cierto, que vosotros bien comunes sois..., ¡mayormente tu, chupóptero barrigudo! ¡Común y vulgar! De Pares, tampoco; ¡maldita cosa! Pero esto no tiene arreglo; lo que sí cabe es una sugestión. ¡Veamos!
Voto y propongo delegar en dos de los nuestros; y después de eso que se pongan de acuerdo entre sí, o que se releven; y como para ello hay que ser pacífico, a ser posible con hábitos o con acciones de ámbito internacional, propongo lo siguiente: ¡Darle el voto a este Empleado de Banca, que si algo hubo en el mundo que fuese, de siempre y verdaderamente, multinacional, multinacional y cosmopolita, es el dinero! Secundado por el Farero de Sidi Ifni, aquel Técnico de Señales Marítimas que alumbró para todos los que pasasen, ¡sin preguntarles por su bandera!
Los españoles aplauden esta propuesta, así que los interesados hacen gestos de asentimiento.
Al-Ainin
-Internacionales, lo que se dice internacionales, también tenemos nosotros, que aquí están el periodista Fadel, brillante colaborador del Semanario “A.O.E.”, y Fatima, su novia, la enfermera. ¡Que no se diga que la intelectualidad y la enfermería no son valores universales!
En los musulmanes se observa una reacción afirmativa, acatando la sugerencia.
Comandante P.
-Visto este consenso, por ahí debiéramos haber empezado en aquella litis, en aquel follón: ¡Consensuando! Sugiero que empiece a hablar nuestro Farero, ¡que por algo es un hombre de altura!
El moro Fadel, intelectual musulmán, en adelante, Intelectual.
-¿Comandante, eso, ahora, por qué y para qué? ¡Experiencia tardía! Acuérdese que cuando llegó a Ifni este Farero, este hombre gris, vestido de gris, procedente de las Camariñas grises, que no verdes, ustedes, aquellos vividores que vivían de gorra, ¡de gorra de plato!, tuvieron un empate en el Casino de Oficiales, que no le querían dar admisión, que se la regatearon, considerándole de categoría oficial subalterna; ¡de cuchara, se decía entonces!
¡España, tu eres, en las desdichas, grande, que eso se dijo aquí; pero sólo en eso, en las desdichas, que en esas ocasiones todos los hombres te valen y sirven, pero…, ¡a las órdenes de los grandes!
Comandante P., que reacciona violento, belicoso, siempre con el genio vivo y la voz oxidada por su trasiego alcohólico.
-¡Por dos razones! ¡Y conste que también hablo en representación de los Paracas y de la Legión, a quienes tanto temen los marroquíes que ni aceptaron su presencia en este Jurado! A lo que voy: Porque desde la cúpula de aquel faro de Sidi Ifni siempre estuvo más alto que ninguno de vosotros, incluido el muecín de aquel minarete da vuestra mezquita, de la vieja! Desde allí era más intelectual y más filósofo que todos vosotros juntos. ¡Estaba más cerca de Dios! Y también resulta de justicia pues aquel alevoso ataque del Ejército de Liberación a los civiles, a los indefensos sirvientes del faro de don Enrique el Navegante, más conocido como Faro de Bojador, requiere una condena y una satisfacción..., ¡históricas!
El Farero inicia el movimiento de ponerse en pié, pero al ver que se le adelantaba uno de los desertores, vuelve a sentarse.
Desertor del Grupo de Policía, en adelante, Desertor P.
-Mi Ex-Comandante: Por culpa de este farero de Sidi Ifni cayó el Taxista aquel, el Cherja, o Chelja, cando retornaba de llevarnos, furtivamente, a nuestra lancha furtiva, ¡y tan furtiva, que siempre nos esperaba por la parte de la finca de Explotaciones Agropecuarias Africanas, junto a un barco allí encallado, para hurtar su silueta. El Chelja conducía con los faros del coche apagados, alumbrado tan sólo por la media luna, pero le delataron los destellos de aquel faro indiscreto... Por eso propusimos, con nuestra ascendencia de Asesores Militares, sabotear los faros, ¡todos!, y de paso, amedrentar a los fareros. ¿Se entera, que es como usted nos decía en la Instrucción? ¡Pues ahora la instrucción la damos nosotros!
Al-Ainin, entrometiéndose, sobresaliente, resabido:
-Están desbarrando..., ¡unos y otros! Cabo Bojador no entra en la Ifnada; ¡es una plus petitio! Cabo Bojador cae al Sur, lejos, fuera de este litigioso enclave de Ifni. Si nos ocupásemos de Bojador, alguien tendría la ocurrencia de mentar Ceuta, y también Melilla, tema en el que yo, por mi ascendencia saharaui, sería neutral, teniendo que reconocer que esas dos autonomías ya eran miembros del Estado, de la Monarquía española, cuando el Norte del actual Marruecos no pasaba de ser un conglomerado anárquico de tribus anárquicas, feudales, patriarcales, puros taifas que servían de cobijo a los piratas berberiscos, que por entonces era su única organización y ocupación. ¡Por tanto, demos al César lo que es del César!
Comandante P.
-¡Ojos Grandes eres, o serás, pero lo que es miope, nada! ¡Gracias! Y tienes razón en que aquí sólo se ventilan responsabilidades políticas, crímenes de guerra...; ¡todo eso! No se trata del limes de aquellas Provincias. En cuanto a lo de Bojador, el propio Desertor reconoce que fue una venganza cruenta por haber descubierto, gracias a los providenciales destellos de un faro, el vehículo de aquel taxista, y por ende, la ruta de aquellas deserciones. ¿Estamos?
Desertor P.
-No se confundan conmigo, que yo deserté por una buena causa, ¡por pacifista! Que nos viésemos implicados en esa cosa de la Soberanía de los Pueblos, aquel invento de las Naciones Unidas, eso fue adicional, ¡una especie de bastardía evolutiva!
Comandante P.
-¿Evolutiva? ¡Un parto de cretinos! Fue oneroso, pero, sobre todo, deshonroso. Primero, por aquellas garatuxas del burdel moruno, que ya sabíamos que os hacían señas desde el otro lado; y después, por una mierda de sobre..., ¡del enemigo tradicional! ¡Todo por una fuente de cuz-cuz...! ¡Fuiste un mal español, un traidor a nuestra bandera!
Desertor P.
-De sobres ya se habló, precisamente aquí, por ante este Tribunal de la Historia. Y creo que quedó claro que aquellos Pluses no eran los de la tropa. ¡Yo, lo que es a nuestra bandera, no le hice nada que fuese deshonroso, ni deshonroso ni porno, que sólo la toqué un poquito, y para eso con la punta de los dedos, con el Capellán presente! Y también les puedo jurar que nunca su cuenta he visto, que eso lo hicieron otros...; ¡otros que la tienen por sagrada, para más inri! Entiendo que lo deshonroso era izarla en tierra ajena, máxime contra la voluntad de nuestros anfitriones, ¡séase, de los aborígenes! Ponderando todo esto en mi entendimiento fue como llegué a entender a los nativos, el por qué de que con la fusila, con su detente colgado del pescuezo, y aquellas jaculatorias coránicas..., fuesen capaces de sostenerse, estáticos, hora tras hora y día tras día, observándonos, vigilándonos por detrás de las chumberas y de los arganes. ¡Poco o mucho, bueno o malo, defendían lo suyo!
A los franceses les tenían más respeto, ¡y con el respeto, miedo!, pero a nosotros, acostumbrados como estaban a que les tuviésemos de golpes de nuestras gallinas, ¡lo único que nos tenían era hipocresía! ¡Llámame burro, o Mohamed, lo que más te guste, y todo lo despectivamente que quieras, pero págame la paga, aquellas mensualidades de combatiente de las Asturias! ¡Tiene gracia: Un gallego de la Gallaecia, aquel Pelaio, les echó de la Cueva de la Señora; y otro gallego, Franco, les encomendó, en el 36, su liberación y su guarda!
En los preludios del 57, en aquellas salidas que hicimos dándoles retaguardia a los paracas y a los legionarios, tuve ocasión de observar que el nativo, obviamente, conocía mejor que nosotros su terreno; que resistía la sed, y que, envuelto en su chilaba, se camuflaba mejor que los conejos del monte; que asentaban las babuchas en piedras conocidas, que no les lastimaban... Para desplazarse, no precisaba de ningún Cabo que les ordenase: ¡De frente. Mar...! Si veían a sus hostes, nosotros, en orden de marcha, reculaban, pero a rastras, sin elevar la capucha, ¡y como se apoyaban en sus chilabas, ni rastro dejaban! Si nos dispersábamos, ¡paqueaban! No fueran a Zaragoza, pero no lo precisaban: ¡su Academia estaba en sus genes!
Observando estas aptitudes y estas actitudes, me percaté de que era mejor escuela la suya, así que trasladé la matrícula, ¡en vivo!
Comandante P., que se pone en pié, irritado, y hace un gesto de amenaza contra el Desertor de su Unidad, como si fuese a dispararle un tiro de pistola en la nuca:
-¡Traidor! No sé cuál de los nuestros, de nuestros leales, fue el que te puso en su punto de mira, pero estuvo bien hecho, aunque estaría mejor cogerte prisionero, que entonces tu tiro de gracia lo gozaría yo, ¡yo mismo! ¡Lo gozaría más que si me concediesen una laureada! Para que te enteres, por tarde que sea: ¡La soberanía de los pueblos era la nuestra, desertor de tercera! ¿No te explicaran en aquella Retórica tan retórica, en tu Campamento…, que Ifni era Territorio de Soberanía? ¡Encima de eso, tengo que sufrir esta ignominia de tu concurrencia, de tu personificación, en esta apelatio al Tribunal de la Historia!
Si me vuelves a citar nuestra bandera, te envolveré en la del enemigo, ¡y te lanzaré con ella al infierno de los traidores!
Con la vista alta, clamando para arriba:
-¡Estas contradicciones de la Historia me tocan los…, tambores! Si no fuese por la niebla de aquel día…, y porque les falló el altímetro, ¡a buenas horas estaría yo aquí, deshaciendo nudos gordianos! Mi colega, aquel Álvarez Chas de Borbén..., ¡aquel sí que sabía por dónde teníamos que cortar, por donde había que bombardear! Si no llega a ser por la niebla…!
Comandante del Grupo de Tiradores de Ifni, en adelante, Comandante T.
-Estoy en el mismo caso con respecto al desertor de mis Tiradores, pero confío que la Historia, después de este Nüremberg, les aplicará un repasito a estos..., ¡piojosos!
Comandante P.
-¡Colega, de piojos y de liendres ni me hables! Acuérdate de aquellas campañas sanitarias que les hicimos en el interior de sus Poblados… 
La mora Fatima, enfermera, en adelante, Enfermera.
-En aquella Campaña participé yo, pero sin guantes asépticos, que no nos los dieron. Decían: ¿para qué quieres guantes si no desfilas? Por tanto, ¡doy fe! También es cierto que la Policía Indígena tuvo actuaciones meritorias en cuestiones tan atípicas como el asesoramiento agrícola, registro civil, administración general, etcétera, pero los mismos hechos que honran a este Cuerpo Colonial desprestigian a vuestra España.
¡Como os lo digo, que incluso de parteras hicieron aquellos Policías! En cambio dejaron lo fundamental, lo que les era propio, que ni acondicionaron sus fortines ni tuvieron previsión de armamento adecuado y actualizado. ¡Ni armamento ni comunicaciones, que se valían de unos hilitos de cobre cortables con una simple hoz! No pudieron ser informados, por consiguiente, de nuestros preparativos para aquel ataque, simultáneo, sincronizado, del Cincuenta y siete, que les pilló haciendo mestizaje, ¡pues hacer el amor es otra cosa! ¡Ah, si aquel atrabiliario de Pancho Villa levantase su cabeza, cuanto se reiría de ustedes!
En canto a Sanidad, España no se cansaba de pregonar que en el Cincuenta y tres erradicara de Ifni la peste bubónica... Ciertamente fue un logro, un acierto histórico, pero, ¿y lo demás?
Pasando, pues, a la parte negativa. ¿Qué me dicen de las enfermedades venéreas, aquella peste de los españoles? ¡Para más cachondeo, a la sífilis le llamaron, mal africano!
¿Y qué me dicen, por poner otro ejemplo, de aquel dentista que se tuvo que ir del Territorio, amenazado, o expulsado, simplemente por tener relaciones formales con una nativa? En vista de ello, y para asegurase el alpiste, se casó con una española, ¡a toda prisa! A pesar de ello, quedó mal visto, y bien amargado; así que, poco después, se ausentó, sin despedirse, y menos mal que ocupó su vacío un Mecánico - Dentista, aquel Manrique, un simple Brigada de Sanidad; buen rapaz, voluntarioso, eso si, pero..., ¡zapatero, a tus zapatos! Claro, los mandamases españoles tenían aviones militares a su disposición para ir a Canarias..., ¡a tirarse canarias, y de paso, pasarse por el oculista y por el dentista! Del resto de la población, fuesen moros o cristianos, poco se dolían... ¡Le llamaban soberanía cuando ni protectorado fue!
            Doña Historia, estos mismos, estos que tal hicieron y gobernaron, son los europeos que más llevan farfullado de tener amistad, de confraternizar con los musulmanes. Si no tenían herencia, medios, para repartir, ¿por qué se inventaron aquellos hijos adoptivos?
Comandante P., con voz potente, acostumbrado a mandar:
-Ya se puntualizó aquí que en este Tribunal se ventilan únicamente las responsabilidades de aquella guerra, y no estos nimios incidentes de la paz!
Enfermera
-Las guerras, señor Comandante, son los eclipses de la paz, causados por los tiranos, que se ponen delante para quitar el sol a los proletarios, y con los proletarios, a la gente indefensa.
            En cuanto a su colonización, a su estilo colonizador, bien lo dijo Cambó, y precisamente en Madrid, en la tribuna del Congreso: ¿Qué empresa es la de Marruecos, si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?
           Por si precisan dos dictámenes, dos testimonios, dos testigos, les presento la opinión de su Marcelino Domingo, quien opinó de su jactanciosa España que, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil..., ¡y ni soldado! ¿Asombroso, no? Pero como tampoco quiero exagerar, admitiré que en Ifni sí hubo médicos, bastante buenos con respecto a la época y a los medios de que disponían, y unos maestros, unos profesores, aceptables para el nivel cultural de la España de entonces..., ¡pero falló el mando, o por mejor decir, el telemando, ya que Madrid, además de caer lejos, estaba muy alto, anublado con la literatura imperialista imperante en aquellos años!
El Comandante asiente con un gesto aprobatorio, de reconocimiento, y no le discute.
Farero
-Yo he sido designado, aludido, y no sé cuantas cosas más, así que entro en escena para moderar este otro follón, ¡que amenaza, incluso, con revolver la paz de los sepulcros! Ante todo, permítanme decirles, señora Enfermera y demás jurados, que yo no acepto curas en falso..., ¡y falsos curas, santos inmaculados, tampoco!
Aquí, cuando se toque un tema, tendremos que ahondar para dejarlo bien batido, y mejor debatido, ¡pero en paz eterna, allende los cementerios! Que después estemos, o no, de acuerdo, eso será responsabilidad de cada cual. ¿Les vale? Empezaré enseñando las interioridades, que aquí arriba se supone que andamos en cueros. Como dicen en Camariñas, ¡para conocernos mejor!
Enfermera, que lo interrumpe:
-¡Eso quisiera usted, que me quitase esta bata clínica, y después que le bailase la danza de los siete velos..., pero sin velos! En cueros, lo que se dice en cueros, aquí sólo vinisteis los españoles, pues con vuestras fanfarrias, de tanto alternar con las potencias mundiales tenéis empeñada, incluso, la camisola de vuestra Reina Isabel. Doña Historia, si no me cree, pregúntele al Bancario..., ¡pregúntele por la Deuda Externa!
Farero, ignorando esta observación de la enfermera:
-Yo procedo de Camariñas, tierra de encajes y de fareros, que viene a ser lo mismo; un rayo por aquí y otro por allá; hilo por arriba y lazada por abajo. ¿Se me entiende? ¡Pues iba siendo hora de que alguien entendiese a los gallegos!
¿Curriculum? Me citaron aquí, y supongo que también sería por lo que sé sobre religiones comparadas..., ¡ya que fui seminarista! Pienso que también estaré metido en el ajo porque soy el único español, de aquellos de Ifni, que se preocupó de leer el Al Quran. Pasé por el Seminario de Santiago pero no pasé a las Órdenes Mayores porque algún íntegro integrista, ¡que también los hay en el catolicismo!, descubrió, y se chivó, de que mis padres no estaban casados por la Iglesia cuando decidieron fabricarme..., ¿y qué culpa tendría yo? ¡Yo era el seminarista, y no ellos! Nuestra Jerarquía quería presbíteros solteros, ¡pero con los padres casados! ¡Fariseos!
Tan deprimido me dejaron aquellos tíos del nacionalcatolicismo, más papistas que el Papa Luna, que dudé entre irme con los musulmanes u opositar a Técnico de las Señales Marítimas, que era como entonces se nos llamaba a los novios de la luna. Hice primero lo segundo, que de este modo a tierra de moros también iría, ¡pero con Plus de Residencia, que yo no era tan parvo como aquella Teresa de Ahumada y de Cepeda…!
En Sidi Ifni rondé las moras, sin discriminación, como buen cristiano, pero me enlazó a tiempo una cuñada, ¡otra Diana cazadora! Si así no fuese, a mi no me lo harían dos veces, y simplemente por una Fe de soltería, ¡que ya tenía experiencia!
¿Os percatáis, señores historiadores, de que en Ifni incluso el barco de los suministros, el Río Sarela, era gallego? Habría que decirle a Doña Historia si se tiene fijado en nuestro monopolio colonial, primero en las Américas y después en el Magreb... ¡Pues sí, con la diferencia de que, de América, España, y también los gallegos, poco o mucho, pero algo trajeron, mientras que del Magreb sólo nos llevamos las piedras de los mecheros!
Intelectual
-¡Así que leíste nuestro Al-Qurán, eh Farero? Estos gallegos dan a todas..., ¡y sabinas hubiese! Siento no haberlo sabido a tiempo, que te hubiese propuesto una deserción religiosa... ¡La soledad de un Farero es la cosa más apropiada para un Islam!
Farero
-¡Para el carro, vecino, que una cosa es que tuviese problemas con los Curas, y otra muy diferente que reniegue de mis creencias! Los mejores amigos de nuestros Curas somos sus críticos, pues ellos, como no tienen democracia, sin un poco de protesta a su alrededor se duermen en la infalibilidad. ¿Sabes que le dije a mi Rector, allí en Santiago? Pues esto: ¿Usted está seguro de que San Joaquín y Santa Ana estaban casados por la Iglesia? El Catecismo del P. Astete decía que los doctores de la Iglesia sabrían responder, pero aquel Cura se quedó achantado, ¡y me contestó con un bufido!
En cuanto a los desertores, después llamados objetores de conciencia… ¡Voy dejar las cosas bien sentadas, que en España siempre hemos sido implacables con los desertores del Ejército, y en cambio elevamos a Obispos y a Ministros a muchos desertores del arado. Entre lo que he visto y lo que me dijeron, las cosas estaban de esta manera: Ciertos soldados españoles, al parecer una media docena, y unos cientos de nativos, se cansaron de tomar el sol español porque alguien les dijo que del otro lado de la frontera chaparían…, ¡champaña francesa!
Los del Istiqlal situaron aquel Banderín de Enganche en Ifni, en el burdel moruno por más señas, ¡y hubo que cerrar la tienda! En vista de eso, y por considerarlo un mal necesario, nuestro Gobernador hizo una leva en Canarias, ¡e importó dos aviones de fulanas que hablaban en castellano, con lo que se acabaron las Mata-Hari indígenas!
A estos desertores tan miraditos y escrupulosos les contaron el cuento de que quien quisiese libertad, en el Marruecos libre, libre quedaría, ¡y bien empleados, además! ¿O no es cierto que también os dijeron que aquel que quisiese ascensos llegaría a lugarteniente del propio Mizzian, de Mizzian el Bueno, (¡lo de bueno que se lo pregunten a su yerno!), sin pasar siquiera por la Capitanía de Coruña?
Aquellos pacifistas ilusos a lo que ascendieron fue a fusileros del sargento Ben Hamú, pero ese sí que ascendió a coronel, ¡ese sí! Encima de eso, aquel putero, aquel alcahuete que era el Chelja, ¡les cobraba el taxi para el viaje de su deserción!
¿Quién era el Chelja, o xelja, que aún no se dijo? Unos opinaban que era un Adonis para las cristianas, y un Tenorio para las musulmanas, mientras otros afirmaban que era el mismísimo Moro Juan para aquellos desertores, que les daba lo que no tenían, ¡con la de veinte centímetros! Esqueleto largo y bien estirado, haiga negro y tarbuch bermejo, con la barba siempre a medio afeitar…
Cando le veían pasar por delante de nuestros centinelas, con su taxi cargado de…, ¡de moras veladas!, incluso le envidiaban los oficiales de nuestra Policía Indígena, imaginándose que estaba haciendo suministros eróticos. Así se fue bandeando, de bandera en bandera, sin peligro para sus…, ¡alcahuetadas!, hasta que mi faro desveló el misterio de sus viajes.
Cuando le preguntaron por sus “moritas”, por aquellas de los velitos de tul ilusión, por aquellas aparecidas desaparecidas..., él dijo que las dejara a remojo en el campo, lejos de la casa de sus padres…, ¡para que les afeitasen la chapona! Pero en esto que vino el Cabo Cigüeña, aquel gran electricista, aquel inventor de la máquina de la verdad…, y entonces el Chelja especificó, ¡eso si, a grandes saltos!, que aquellos velos velaban…, ¡desertores!
Lo que seguramente sepa mejor que yo este Comandante de la Policía es cual fue el motivo de aquel intentio de suicidio del tal Chelja, que se tragó los clavos, y también las astillas, de su celda en la cárcel de Sidi Ifni. Y gracias que le operaron a vida o muerte, pero fue peor el remedio que la enfermedad, que así no hubo censura posible, y esa noticia llegó, por lo menos, hasta la cúpula del faro!
Como quiera que fuese, España le fabricó un héroe a Marruecos. Fue un craso error, Doña Historia, pues en vez de meterle en la cárcel…, ¡con lo grueso que estaba pudo alimentar media docena de cazones!
Desertor del Grupo de Tiradores, en adelante, Desertor T.
-También he sido aludido, y además de eso, humillado, ¡así que pido la palabra! Me pasé al Marruecos por...; lo voy a decir, que ahora no es peligroso: ¡Por comunista, o sea, por ideales, cosa que no tenían aquellos barrigudos del Casino! Ahora estoy aquí donde me ven, en el Cielo, ¡arrepentido, pero también decepcionado! Tanto que se decía en Ifni que el comunismo ayudaba al Istiqlal, y después resultó que en ese otro bando, en el magrebí, ¡común, lo que se dice común, sólo tenían la miseria!
He muerto enfundado en un buen capote, de la marca Tower Clothiers Litd, ¡puro capitalismo!, por más referencias. Bien abrigado, eso sí, que mis compañeros de Tiradores murieron con las alpargatas rotas, ¡pero no con las botas puestas! La Historia española, para bien poco cambia, que mi padre, con la paga de mutilado de guerra, de la del Treinta y seis, murió de frío y de miseria, guardando ovejas en los Ancares... Como veis, poco comunismo hubo en todas partes, pero al menos viajé para la Eternidad envuelto en un buen capote..., ¡a falta de bandera!
Funcionario de la Tesorería del A.O.E., en adelante, Funcionario.
-Tienes razón, compañero, que el reparto de la riqueza ese sí que es un problema histórico.
Después de una breve pausa:
-Servidor también estuvo en Ifni, en los Servicios Financieros…
Igual que Calvo Sotelo, tuve vocación por la Hacienda ajena, por la del Estado, que así los juegos y los flujos financieros, los ensayos, las inversiones, los errores y demás experimentos de la Administración, no me iban al bolsillo. Ingresé por oposición, mayormente por la que hizo ni padrino en las alturas del Movimiento, en el Cuerpo de Contadores del Estado. Y seguidamente pasé al Gobierno General de Ifni; también por padrino, lo confieso, ¡que a los gallegos nunca nos faltó un cacique de pías!
Seguramente puedo ser aquí, en este Jurado, el más imparcial de este pleito histórico puesto que ya no estaba en Ifni aquel famoso Veintitrés de noviembre, que nos echaran antes, al Registrador Hortal y a este servidor, por…, ¡por atenernos a la letra, a la legalidad vigente!
Lo que es por mí, este Juicio se resuelve y concreta en dos palabras: ¡Dilapidación e Ingratitud! Dilapidación española, e ingratitud marroquí, ¡correlativamente! Lo único en lo que tengo dudas es en cuál de los dos pecados hubo más malicia, o más estulticia. Se alguien me lo pudiese explicar, bien que se lo agradecería, pues con eso remataría estas alegaciones, ¡ipso facto!
Al-Ainin
-¡Niego las dos proposiciones, tanto la mayor como la menor! Nuestro Padrino, nuestro Protector, séase, España, representada por su Imán y Caudillo, tenía ciertos deberes...; ¡y si no, que no bautizase, que no se inventase aquello de “Territorio de Soberanía”! Pero su España siempre quiso parangonarse con la vecina, sin percatarse de que por aquel tiempo ya eran ustedes una nación en quiebra técnica, una antigualla venida a menos. En cuanto a ingratitud, ¿qué era lo que teníamos que agradeceros si todo lo hicisteis por presunción racista, que incluso habeis instituido una fiesta para la Raza...?
Empleado de Alí Ben Boaida, en adelante, Empleado.
-¡De la presunción española hay que preguntarme a mí! Por poner un ejemplo: Cando mi patrón, Si Alí Ben Boaida, futuro Gobernador de Tarfaya, importó aquellas radios monumentales, las Blau Punkt..., los señoritos del Casino encargaron doscientas, ¡para pasarlas a España sin aranceles, de puro contrabando! Pues bien, con eso del, Mohamed, apúntame..., para fin de mes, vino la tan repetida guerra del Cincuenta y siete, ¡y sólo nos pagó este Bancario, que los demás se acogieron a la cláusula de “botín de guerra”!
Empleado de Banca, en adelante, Bancario.
-Os transferí a Casablanca aquel dinero de mi radio por..., ¡por idiota, por pasarme de escrupuloso! En la traída y subsiguiente venta de aquellas radios hubo un ardid, un engaño, una coartada, ya que os sirvieron para disimular ante los españoles la que nos preparaban tu patrón y sus amigos… ¡Menudo Notable aquel Boaida, más astuto que el propio Raisuni!
           ¿Quién iba a sospechar que tuvieseis aquel almacén abarrotado de cajas de armamento cuando, aparentemente, os venían aquellos bultos, en el Manifiesto de Carga, como mercancía procedente de Puerto Franco? ¿Y quién podría suponer que atacaríais a la semana siguiente, de inmediato, si seguíais vendiéndonos al fiado, con toda normalidad, o por mejor decir, con dolosa normalidad, unas cantidades tan fuertes y tan valiosas...? ¡Que Boaida estuviese ausente tampoco era motivo de recelo dada la frecuencia de sus viajes! ¡Pero qué listos, vosotros, y qué torpes, nosotros, nosotros y nuestro Servicio de Información…, si es que le teníamos!
Empleado de Boaida.
-¡Amigo, la ingenuidad española es vieja, ya que nació en el 711 de vuestra era! ¿Ingenuidad o pereza mental? ¡Es que vosotros, nuestros protectores, nuestros inculturadores, ni contar sabéis! ¡Ni contar, ni pesar, ni medir! Veamos: ¿Que español sabía, ni sabe, contar los días; estos: tnin, tleta, arba, jamís...? ¡Nada, ni eso! Aquellos bultos, aquellas radios, ¿en cientos de cajas? Algunas eran radios, en efecto, pero las otras, otras tantas, las más pesadas…, ¡eran armas, papones! Lo único que no descargamos en la playa de Sidi Ifni fueron los morteros, que entraron, todos, por Agadir, delante de vuestros espías, ¡aquellos que por tales cobraban! Del calibre 60 recibimos unos quinientos; y del 81, ¡la tira!
Los fuimos distribuyendo a lo largo de aquella raya a la que llamasteis frontera, uno por cada argán, mas para verlos había que acudir al monte, pues desde las terrazas del Casino…, ¡ni Galileo con su aparato!
¡Una vergüenza colonial, otra, otro Annual! Bien mirado y bien pensado, en una Dictadura sin controles, ¡ya se sabe!, los gobernantes se entregan a la poesía, como Nerón, ¡y con ellos, sus mandados!
Por lo que hace a mi Jefe, a su voluntarismo para lograr cuanto se proponía, ¿no recordáis aquello de Barcelona…? ¡El Bancario seguro que lo sabe, que ese, lo que es para informes comerciales…! Llegó Sidi Alí Ben Boaida a un hotel donde el Conserje le indicó que, tratándose de moros, ¡over booking! En el Banco le dijeron quien era el dueño…; y al día siguiente, cheque al canto, Registro de la Propiedad…, ¡y el Conserje a la rue!
Comandante P.
-En aquel tiempo, los míos, los de la Indígena, en lugar de registraros las mercancías, que sería una falta de confianza en vosotros dada la tradicional amistad hispano-árabe, tan preconizada y rememorada en las consignas de El Pardo, este Cuerpo de elite se ocupó de civilizaros, de desratizaros, de despiojaros, que ya lo expliqué aquí! ¡Malditos desagradecidos...!
El Empleado de Boaida, siempre burlón, se ríe del militar; así que el Comandante de la Policía se levanta incontinente y hace ademán de irse encima del Empleado, mostrándole los puños; los que están próximos intervienen y cortan la reyerta.
Intelectual
-Como moderador no me estoy luciendo; ¡ciertamente que no! Pero coincido con el Farero en que tenemos que darnos a conocer tal y como somos, que sin un conocimiento personal, diplomático, los enfrentamientos armados son inevitables entre humanos. Si me permitís una inmodestia: Allí en Ifni, en cierta ocasión he sido el orgullo de los colonialistas: Mandé un poemita al Semanario A.O.E., en español, por supuesto, tal y como hiciera en su día Abd-el-Krim en el Telegrama del Rif, y todos se frotaron las manos, como diciéndose, ¡Ya lo tenemos, ya lo tenemos! Os imaginasteis que yo era un engendro, un fruto, de vuestra cultura, un feto intelectual, una muestra, evidente y elocuente, de vuestra culturización... ¡Ya, ya, como para contárselo a la Unesco!
Comandante de la Policía, que se muestra inquieto, y le interrumpe, visiblemente excitado:
-¡De tu petulancia y de tu pacifismo estamos informados...! Fuisteis el caballo de Troya para la juventud ifneña, en parangón con aquel Rifeño... Nosotros la teníamos por entonces bien pacífica y bien civilizada, acudiendo normalmente, muchos de vosotros, a las clases de Bachillerato, en nuestro Patronato… ¡Sanguijuelas, que lo fuisteis todos, o casi todos!
Intelectual
-¡Comandante, alto ahí, que usted mismo se descubre! Su civilización, su labor civilizadora, fue de Patronato, efectivamente, que no supieron hacer otra. ¡Protección con lavado de cerebro no es Protectorado! Tan pronto como se inventaron lo de Provincia, en Ifni pasaron de Patronato a Instituto…; ¡una habilidad tardía! Nuestra juventud, la de su Colonia, fue una juventud humillada, acomplejada, porque no quisieron o no pudieron darnos la consideración debida. ¿Cuál de sus profesores nos habló en nuestra lengua madre? El intelecto debe actuar de otra manera: ¡convenciendo, sugiriendo, estimulando...!
¡Ahí tiene mi caso! Mis temas en aquel Semanario A.O.E. eran líricos, fraternos, liberadores. No presioné a nadie, y me siguieron todos, a hecho, moros y rumies! Pienso que incluso me aceptaba su gente, los españoles. Sin proponérmelo, con ese carisma que se me atribuía, he sido una especie de precursor, algo así como aquel portugués del Grándola, Vila morena…
            Los colonizadores, ustedes mismos, me hicieron asta y bandera, balance de su propia culturización; pero los míos bien entendían que yo no era mástil sino bandera, espíritu profético de Alá, que les personificaba un resurgir, ¡uno más!, de aquel solitario Islam, en aquel enclave, en su “Vila morena”, que pujábamos con todas las fuerzas, visibles e invisibles, para desclavarnos de la cruz de su sometimiento. ¿Que con ello caeríamos en la pobreza, en el aislamiento, con una considerable pérdida presupuestaria? ¡Riqueza a cambio de libertad es una cosa indigna!
            Aquí mi compañera y amiga, Fatimita, que tanto sabe de las enfermedades corpóreas, pero también de las anímicas, era mi novia, mi auténtica musa… ¿No lo sabían?
            Hablando de saber: ¿Saben el motivo de aquel empeño en tomar Granada con tanta urgencia?
            Sin entrar en detalles y/o traiciones: Los Reyes de Castilla precisaban abrir, provocar, una guerra externa para evitar las internas…
            Lean a su Juan Rodríguez del Padrón, y también a Ocampo, para más contraste! Aquellas luchas internas, solapadas, les deshacían el reinado, precisamente cuando más les convenía estar unidos, tal que para arrebatarnos Antequera, en el 1.410. Aquellas disputas sobre quien habría de llevar el guión, si su gente iría delante o detrás, etc. ¡Aquellas discordias de los españoles dejaron exangües a más de mil rumies!
Comandante P.
-No te metas en honduras, que eso es demasiado para un chico de nuestro Patronato..., ¡por listo que seas, y por sabedor que resultases!
Intelectual
-Como las busca, que bien quisiese usted mandarme a los chumbos, le voy a refregar con un episodio de su Historia, que me la conozco mejor que usted porque la he estudiado en los autores de aquende y de allende del Estrecho: Ayer, ayer mismo, en el XV, ustedes, que siempre nos tacharon de machistas, aún sostenían, y toleraban, el ius de primae noctis, que fue ejercido, incluso, por aquel bastardo, y sin embargo, arzobispo, de Santiago, ¡ya que de gallegos va la Ifnada!, Rodrigo de Luna, que hasta el 1458 no fue acusado por su deshonesto vivir, cosa que ni se os hubiese ocurrido denunciar si no fuese porque os sirvió de pretexto para eludir aquellas levas de la guerra de Granada.... ¿Sigo?
En vista de que el Comandante se inhibe, ahora se dirige a su moza:
-Fatima, ¡cave ne cadas!, que diría este Seminarista metido a Farero por las intransigencias españolas; ¡oh raza de inquisidores, Torquemadas hijos de judíos!
Seamos valientes como lobos, y prudentes como sierpes, te dije entonces, pues el Islam siempre llevó las de perder cando se enfrentó a los gallegos. Acuérdate de nuestro Al Mansur, que cuanto consiguió de Compostela fueron aquellas campanas, ¡y para eso, se las hicieron devolver! Por aquí bien ves que abundan los galaicos..., ¡pero el único santo, en sus relaciones con la morería, fue Monseñor Do Rego Aldegunde, aquel Arzobispo de Tánger que nos predicaba con el ejemplo de sus virtudes! Nos ganan en siglos de retranca..., ¡precisamente por su experiencia, porque fueron esclavos de otros pueblos a lo largo de su historia!
Los pueblos se levantan en los bandazos de la Historia precisamente por la retranca que alcanzan mientras danzan sus dominadores, rumbosos y confiados, ¡sean romanos o visigodos! En consecuencia, neutralicémoslos en esta oportunidad única, definitiva, en este Tribunal de la Historia, con las mejores armas del mundo, con la prudencia y con nuestra filosofía del suai-suai, pues de lo contrario estos gallegos son capaces de exonerar a su propio Caudillo!
Profesora de Enseñanza Primaria, en adelante, Profesora.
-¡La de vueltas que da este mundo, más de trescientas al año! Pasé diez cursos, diez, en aquel Territorio de Ifni, upando a estos mocosos que ahora dicen ser, y se tienen, por Enfermera y por Intelectual. ¡Sic transit gloria mundi! Estuve callada hasta ahora, ¡que me tienen pasmada tantas ingratitudes! Ora bien, ni vuestra ingratitud ni vuestra presunción, y menos vuestra guerra, vuestra independencia, conseguirán demoler, anular, esa gran obra docente, excelsa, generosa, hecha por nosotros, por mi España, con tantos desvelos y con tanto sacrificio… ¡contribuyentes incluidos!
Enfermera
-¡Qué graciosa! ¿Des-velos, señora Maestra? ¡Nada hicieron ustedes, o muy poco, presuntuosos civilizadores, por quitarnos los velos de nuestra sumisión al varón! ¿Alguna Maestra, o algún Médico, aconsejó a nuestros padres que no debían proceder a la ablación de nuestro clítoris? El des-velo nos llegó más bien por las corrientes culturales de la vecina Zona Francesa, donde, ya entonces, se dignificó y se liberó a la hembra; donde la mujer perdió su tradicional velo, accediendo paulatinamente a una libertad igualitaria. ¿Que después hubo perduradas y retrocesiones en nuestro Marruecos? ¡Eso no les quita mérito a los franceses pues en toda revolución, las de ellos incluidas, siempre hubo altibajos!
En la Dictadura española, tan eclesial y tan machista que fue, incluso los Obispos vestían a las mujeres: Velos para entrar en las iglesias, medias para comulgar…, ¡y de escotes, nada! Cuarenta rituales pacatos, ¡pero de puertas afuera!
Como ve, de ustedes lo sabíamos, y lo seguíamos, todo, pero de nosotros…, ¡ni cuando caía el Ramadán! ¡Vaya merde de colonizadores!
Intelectual, dirigiéndose a la Enfermera:
-Fatimita, ¿cómo iban a tener fraternidad con nosotros si no la tenían entre ellos? Por ejemplo, mucho llamarle Padre, así, con mayúscula, a su párroco, a Santiago Uberuaga; y también mucho llamarle Fray al lego, a Fray José, aquellos dos benditos de la Misión Católica…; y después de eso, precisamente porque cumplían las pastorales del Obispo de Canarias, Pildain, aquellos meapilas del Gobierno, con la complicidad del Nuncio, en pura simbiosis nacionalcatólica, echaron a los Franciscanos, ¡sin mayor consideración! Como veis, sabemos todos los detalles, los religiosos incluidos.
Profesora
-¡Jesús, Jesús, cómo abusa de la paciencia de Dios este Mahometano, este Fadelito…!
Al-Ainin, que se había dormido, y cree que aún están hablando de la Reconquista:
-Ortega y Gasset lo dijo, que no se le puede llamar Reconquista a un tira y afloja de ocho siglos… En este caso, si ocho siglos nos llevó perder nuestra Spania, este pleito del Ifni y del Sáhara costará una generación asumirlo y superarlo… ¡Pero que discutan, que lo mío es cobrar, sea de Madrid o de Rabat! Y como dicen en España, ¡Río revuelto, ganancia de pescadores!
Vuelve a dormirse plácidamente, y el telón va cayendo, como siempre, lentamente.

Escena 2ª, del 2º acto



Al-Ainin. Como a este personaje de la Historia de África Occidental le tiene España por un parásito Notable, o más bien por un Notable Parásito, deberá desperezarse poco a poco, con indolencia, visiblemente grosero, apretando su notable barriga.
-¡Oh, vosotros, los que creéis...! Comed de los manjares que os hemos dado, y dadle gracias a Dios..., ¡si es que lo adoráis!
Comandante P., con gesto de repugnancia:
-Tanto hemos llenado al Fulano este, allá en Ifni, que se vino a la Eternidad sin percatarse de que en el Cielo no se come, ni tenemos sed, que cuanto hacemos de orden material es un virtualismo, una simple apariencia...
Tampoco se fornica con las huríes, por lo menos de un modo carnal, que esa es otra de las apariencias..., ¡mi señor Patriarca de las Chumberas!
Dirigiéndose a los otros concurrentes:
-Esto es lo que le ocurre a este Notable hijo de...; hijo de otro Notable, quiero decir! Hijo de uno que si lo fue, ¡aquel Sultán Azul...! ¡Siempre despierta con la misma obsesión! Un día de estos, si Doña Historia me lo permite, le he de meter una teresiana en la boca..., ¡a falta de balas, que aquí no tengo!
Al-Ainin, desentendiéndose de aquellas amenazas:
-¿Que, que pasa aquí? ¡O se reinicia este Jurado, o me vuelvo a mi sueño califal!
Comandante P.
-El Jurado se reinicia, pero, de banquete califal..., ¡naranjas de la China! Aquí en la Eternidad, como no te metas en las perolas de tu compadre, ese tal Pedro Botero, pues lo que es nuestra España ya te destetó, ¡hace medio siglo! ¡Tarde, pero definitivo, bandullo del diablo!
Al-Ainin, mostrándose digno:
-¡No me trataba usted así, en Ifni, cando me pedía, confidencialmente, y casi de rodillas, el favor de que le calmase aquellos nativos, aquellos tenderos sublevados! ¡Cuatro semanas seguidas que estuvieron los españoles viviendo de aquellas latas del Economato! ¿Se acuerda?
Comandante P.
-Dijiste bien, ¡nativos!, que tu ni eso eras, que te llevamos para Ifni con el cuento de tu descendencia del famoso Chej Ma el Ainín, que aquel antepasado...; ¡aquel si, aquel fue un hombre de bien! Te llevamos a Ifni desde el Sahara para que fermentases una hornada de Notables, ¡notable calamidad!, pero convertiste aquel palacio, aquel mirador que te hicimos, bajando a las Palmeras, en un nido de..., ¡de boas constrictoras! Perdón, que rectifico, que no lo dije bien: ¡quise referirme a las víboras conspiradoras! Basta con verte, o con oírte, para no tener dudas de tu veredicto. ¡Que Dios le perdone a quien de ti se valió para enfollonar Ifni!
Al-Ainin
-¿Se refiere a Franco...? ¡Tanto que hizo por ustedes...! ¡Por ustedes y por Carmencita, que incluso se montó una guerra para que no se aburriese en su Comandancia de Canarias!
Comandante P., que no le quiere oír:
-Si tantos años estuviste en la nómina de los Notables de Ifni, aquello fue una permisividad nuestra para no levantar la liebre de tu incompetencia. De la política, que lo otro..., ¡un bandullo de mierda!
Al-Ainin
-¿Yo; incompetente, yo? ¿No dijo que he vivido del cuento? ¡Luego es que soy un literato! ¡O se está contradiciendo, o...; dígame de otro más competente! ¿Y si por aquel entonces llega a haber Premios Príncipe de Asturias…?
Comandante P.
-Rectifico gustosamente, que más que incompetente, lo que fuiste fue traidor; ¡un traidor y un botarate, un cuentista! ¡Me desespero con sólo verte delante!
Al-Ainin
-Descalifique cuanto quiera, que a más censura, más en ridículo se pone; ¡si, usted!; y más ridiculiza a su Patria. A propósito: Gracias, Sbania, gracias sbanois..., por aquellos dineros, tan cómodos de recibir que sólo tenía que pasar por vuestra Pagaduría, ¡una vez al mes! Mi heredad, aquellos remanentes, ahora los tienen los míos, cien hijos, todos ellos Notables, ¡con sus letras en clave!, agachados en Suiza. ¿Qué le parece? ¡Menuda heredad: un ciento de hijos, y todos con su respectivo, uti, fruti, habere e possidere! ¿Los suyos, qué? Los españoles sois felices pagando réditos, como de costumbre, por vuestras deudas, por la interna y por la externa, ambas perpetuas. Unas, heredadas del franquismo; y las otras, heredadas de una perenne mala administración. ¡Hábitos faroleros, igualmente perpetuos!
Mi Comandante de la Policía, ¡Indígena, por supuesto! ¿Hay dudas, le quedan, de quien fue el incompetente, o el impotente, en aquel Territorio dorado, en aquel juguete colonial, que lo utilizaban para presumir de Imperio? ¡Por el Imperio hacia Dios! ¿No decían eso?
El Comandante de Policía calla, pero se le nota un ademán de asco y de cansancio; quien sale al desafío del gordinflón Ainín es el
Bancario
-Comandante, entiendo que llevamos nuestras deliberaciones por mal camino: Se supone que este Jurado, nosotros, tenemos que ser esencialmente objetivos, y aquí se palpan subjetividades muy…, ¡voluminosas! –Fija su mirada en la panza de Al-Ainín- ¡Le estamos haciendo un flaco servicio a la Historia Contemporánea! Así que, por mi parte, ya que se apagaron los Moderadores propuestos, sugiero rectificar los métodos de nuestro debate comenzando por confesarnos, aquí en público, por ante los siglos venideros, de nuestras respectivas circunstancias en relación con la guerra de Ifni.
Con esta transparencia, que ofrezco y sugiero, los Jurados aquí presentes podrán rebatirnos nuestras desviaciones, y de paso, neutralizamos las impurezas materiales que quedasen adheridas a nuestro espíritu; por ende, a nuestro razonamiento. ¿Qué les parece?
Los españoles asienten, así que el Bancario prosigue:
-Esto de la confesión purificadora me la enseñaron aquellos prohombres del OPUS, aquellos que tanto influyeron a través del señor Carrero Blanco en las decisiones liquidadoras, tanto del A.O.E. como de Guinea. Además entiendo que esto resultará aceptable para los musulmanes. ¿O no?
Ahora son los musulmanes los que muestran su asentimiento:
-¿Entonces confirmáis que allá abajo, en el fondo de nuestras almas, no andábamos tan separados, como parientes de religión que somos a través de ese Libro Santo, que es la Biblia? Aquí arriba nos situaron en Cielos contiguos, ¡que ya es algo! Predicando con el ejemplo, en esta despersonalización objetiva que propongo, tengo dos resentimientos que deponer.
Como observa gestos interrogativos, el Bancario apresura sus explicaciones:
-¡Os prometo ser breve; breve, conciso y preciso, como buen gallego! Uno de mis remordimientos es que odié al Gallina por su ingratitud con su Maestra, pero también por su criminal atentado en contra de un simple soldadito, aquel que estaba de guardia el 23-N en aquel Polvorín del Cruce... ¡Un polvorín militar en medio de una ciudad! Me explicaré:
Aquella mujer, aquella Maestra, que no ejercía para dedicarse a su propia casa, si ejerció para él, dándole clases, enseñándole a leer y a escribir en las horas en que ambos tenían y merecían descansar.
Pues bien, en pago de esa predilección, ¿qué porvenir nos dio, él? Nos dio, y también lo digo como ejemplo ejemplarizante, que su fiera entrada en Sidi Ifni, en la noche de Autos, capitaneando aquel hato de fanáticos, le causó tal pánico y tal prevención que, cómo sería la cosa, que me aceptó, a primera propuesta y sin insistencia alguna, salir evacuada para la Península, de inmediato, con nuestro niño de meses, en uno de aquellos aviones militares que retornaban de traernos víveres y refuerzos. ¿Valoráis aquel pánico, aquella decepción?
¡Pues este daño, aquel trauma, sumado al que le recordaban sus cicatrices por el atentado del Istiqlal en la carretera de Safí, le implicó una depresión y una pérdida de fe en la humanidad! ¿Y que no pasaría con las otras Maestras, con las de plantilla, con las del Colegio, después de que aquellos afectos suyos, casi maternales, las hiciesen suponer una transición, una descolonización, adecuada y pacífica, de partijas fraternas, como cabía esperar de una generación indígena lustrosamente educada por nuestra generosa España?
¿Le pidió perdón, a mi dueña, este protegido suyo? Pues no, no tal, que aquí está el interfecto, que lo podrá reconocer..., ¡si le quedan posos de aquellos ejemplos magistrales!
Gallina
-¡Si, todo eso es cierto, que este hombre habló bien! Entonces, por si aún es válido, ¡pido disculpas con efectos retroactivos! Las pido invocando esta fraternidad, o esta media fraternidad, que me da el que yo sea hijo de vuestro paisano, el tantas veces evocado Pepiño, aquel de la Rueda de Afilar.
Bancario
-Pues, como mi mujer salió un momento..., que debe andar por ahí, por ese Edén de las mujeres, en el servicio de las ídem, que aquí en el Cielo no mean pero se retocan el peinado, la toilett, yo le transmitiré las expresiones que acabas de formular.
Tu franqueza y tu arrepentimiento le servirán de estímulo para mirar por los nuevos ifneños, por vuestros gromos, por los actuales..., ahora que ascendió de Profesora a Ángel de la Guarda..., ¡y lo hará con renovada caridad, sin reservas mentales!
Se vuelve de cara a los españoles:
-¿Ven, queridos compatriotas, como es bueno barrer las tinieblas antes de emitir el Dictamen que nos encomendó Doña Historia? Tinieblas, algunas, montadas por nuestro propio Gobierno… Y aunque sea reiterativo: Después de aquella embestida de los vociferantes del Istiqlal, con su camión abierto y lleno de fachas, ¡de fachas, de armas y de banderas!, a nuestro auto, a nuestro De Soto. Después de aquellas tres vueltas de campana; después de haber retirado a mi esposa de debajo de una de las ruedas con la ayuda de un matrimonio francés, que luego nos llevó al Hospital de Safí, donde la cosió un Enfermero ascendido a Médico mediante un cursillo de tres meses... ¡Cuando vuelva, que os muestre sus medallas, digo, sus cicatrices! Después de haber perdido todo nuestro equipaje pues al volver al sitio del encontronazo, había desaparecido… ¡La chatarra no, el equipaje si! Después de todo eso, después de esos sufrimientos por la Patria, a nuestro regreso a Ifni no sólo no nos quiso escuchar nuestro Gobierno sino que propaló a los cuatro vientos que los hermanos musulmanes eran incapaces de semejante atentado, ¡y que todo había sido una impericia mía, del chofer! ¿En una recta, en un llano, y con ocho metros de cuneta a cuneta…? ¡Hemos sido víctimas de un terrorismo “fraterno”, inconfesable por España, y encima de eso, vilipendiados!
Permitidme un paréntesis..., ahora que no está mi mujer. Le pasó desapercibido a San Pedro uno de mis pecados ifneños, y no me siento a gusto sin purificarme de ello: Resulta que en la Noche Vieja del 57 cenamos en el Casino, con Carmen Sevilla, seis militares y un civil, ¡servidor!, y como no teníamos pasas, a mí se me ocurrió proponerle a la artista que nos diese un beso..., ¡de tornillo!, a cada uno, para suplir las uvas. ¡Nos lo dio, vaya si nos lo dio, tan patriota ella, y tan atornillado que aún me abrasan los labios! Carmen, ¡preciosa!, aquí y ahora, por ante la Historia, excusez moi, por aquella euforia..., mientras agonizaban nuestros soldados, Dios sabe cuantos!


Carmen Sevilla, la Deseada.

Pero aún me queda un fleco con el Gallina: Dime otra cosa, rapaz, ¿por qué nos asustaste aquella noche? Ya sabes, tiempo adelante, cando llamaste a nuestra puerta, que tardé en abrirte pues con los nervios no daba retirado una tranca de tubería de hierro que le habíamos puesto por dentro… Fuiste a visitarnos para vendernos uno de aquellos retratos en negativo de vuestro Mohamed V; y con esas, nos echaste aquel espiche independentista que tanto nos alteró, y del que me acuerdo perfectamente.
Gallina
Paisa, tenía que hacerlo, que las órdenes procedían del mismísimo Si Allal el Fassi! Era parte de su plan de guerra, ¡de guerra sicológica! Como volví para entrar en la capital, en Sidi Ifni, fingiéndome inocente y diciendo que aquel Veintitrés yo estaba de compras, en Las Palmas, pude dirigir una Quinta Columna, que llamábamos en las viviendas de los civiles para sobresaltaros en esa guerra psicológica en la que nos habían especializado los de la CIA! ¿Entiende la cosa? ¡En definitiva, que sus mejores amigos resultamos ser los peores enemigos! ¡Mea culpa!
Bancario
-¡Puñetas! ¿Y todo aquello, a cuento de qué…? ¡Este Si Allal...!
Gallina
-Era, ¡que ya lo dije!, una trama psicológica..., ¡para mentalizaros de que en Ifni rematara vuestra tranquilidad, y con la tranquilidad, aquella soberanía fantasmal! ¿Entiende? ¡En otras palabras, que se jodiera la pax, aquella entente hispano-árabe!
Con aquel pretexto de que nos compraseis el retrato de nuestro Malik, convenciéndoos, hipnóticamente, de que, mirado fijamente, y levantando después los ojos al Cielo, veríais allá arriba al propio Sultán... ¡Aquello era la guerra fría, el pánico...! Ahora que lo recuerdo, aquella cosa, aquella manipulación se llamaba mensaje subliminal… Por otra parte, aquella entrevista, aquella pamplinada, nos servía para pulsar vuestras reacciones… ¡Un test, que se dice!
Bancario
-¿Así que incluso los civiles estuvimos espiados? ¡Y España inventándose obras, nuevos proyectos…, para haceros felices, cuando ya estábamos acordonados por un sistema de trincheras y campos de minas…, a una legua de la plaza de España! ¡Esto del imperialismo…!
Gallina
-¿Y luego…? Aquellos tests también sirvieron, que los repetimos, más tarde, en el Sáhara, que allí fue para ponderar las reacciones que se producirían con motivo de la Marcha Verde. ¡Paisa, todo calculado, que por algo nos dirigía un eximio Professeur!
Bancario
-¿Puedo preguntar quien fue vuestro Psicólogo…, acaso un Premio Nobel?
Gallina
-¡No fue, fueron! Además de los Cías, anduvieron por Marruecos ciertos doctores nazis que se decía alumnos de Goebbels, refugiados en Sudamérica. Vinieron a Rabat para evacuarle consultas a su Herr Hans...
Bancario
-¿Quién os conectó, quien llevó esa trama con eses hijos…, del Tío Sam?
Gallina
-A ciencia cierta no lo sé, pero se dijo que los franceses tenían cuentas pendientes con Franco...
Bancario, como hablando sólo:
-¡Tiene gracia, por arrobas! Nuestros mandamás echándole todas las culpas a la URSS, incluso en la Prensa, cuando de cierto, por lo que aquí se aprende, aquellos comunistas sólo les ayudaron con su nombre, y si acaso con algo de pólvora! ¡Oh, España, qué Grande eres...; más que los cabezudos de Compostela! ¡Mucha funda y poco cerebro! Y en cuanto a usted, Doña Historia, ¡cuántas curvas tiene, y todas anfractuosas!
Gallina, que alude al monólogo del Bancario:
-Ya que habla de contradicciones, le tengo apuntada otra, y bien gorda! Que conste que no pagó por ella en atención mía, o más bien por mi agradecimiento a su esposa. ¡Esto es para que no me tache de desagradecido!
Bancario
-¿Qué me dices, de qué hablas? ¡Explícate!
Gallina
-Le estoy hablando de una cobardía y de una traición, ¡suyas! A mí me llamaron Gallina por mis andares, pero a usted tenían que llamárselo por..., ¡por su comportamiento! ¡Y encima le dieron medallas y certificados de Ex - combatiente! No le dejaré intrigado, que también quiero ser transparente, y purificarme.
Comandante P., que se dirige imperioso al Bancario:
-¡Aquí arriba no te puedo poner firmes, que ya no mando en aquel Somatén de las Gabardinas, pero puedo apelar a tu sentido patriótico! Me parece que te estás pasando de..., ¡civilizado! Y que les estás propiciando una victoria moral a estos puñeteros sin puñetes, a estos morangos que tan honrosa y militarmente derrotamos en la Guerra de Ifni, ¡a las órdenes de nuestro invicto Zamalloa!
Acaban de insinuar, de amenazarte, valiéndose de sus trucos de guerra psicológica, ¡y tú continúas tirándoles de la lengua para que sigan justificando sus alevosías! ¡Hazme el favor de reflexionar, y de mantener la boca cerrada, pues una retirada a tiempo es una victoria!
Bancario
-¡Comandante, el tiempo de las retiradas ya pasó! Lo tuvimos propicio en el Cincuenta y seis: ¡Entregárselo junto con nuestra Zona, o negociar, con lo otro, nuestra permanencia indefinida! Su Generalísimo lo apostó todo a una carta; ¡y por parte, ustedes querían laureles…! Pues bien, ahora no tenemos pluses, ni laureles, ni Territorio, y cuanto nos queda es ser puros y sinceros con esta Dama aquí presente, con Doña Historia!
Gallina, que se ríe con destemplanza:
-¡Eso está bien! Ser puros con la Historia, no falsificar Bulas papales, ni falsear Crónicas o Cronicones…; ¡todo eso es un talante español que me era desconocido! Paisa, para no tenerle así, sufriendo con la intriga, le voy a decir, de corrido, cómo vimos aquella cobardía suya, aquella traición, ¡y con esto le dejo exonerado! ¿Se acuerda de que, con algunos compañeros de su Banco, en Abril del cincuenta y seis, por curiosidad o por temeridad, que eso poco importa, repasaron aquel Campamento instalado por nosotros, los del Istiqlal, cerca del Grupo de Tiradores…?
Bancario
-¡Si, allí fuimos, y por allí pasamos! Y también me acuerdo de que un poco más adelante, en aquel cruce de las pistas de Tagragra con las de Tabel-kuct, tuvimos un altercado con unos marroquíes que cruzaran su voiture en la pista para impedirnos seguir en dirección a la que fuera frontera francesa…! ¿Te refieres a eso?
Gallina
-¡Vale! Ya veo que conserva su buena memoria… Ahora pregunto: ¿Para regresar a Sidi Ifni usted pidió una bandera, de las del Istiqlal, al tendero Sidi Mohamed Ben Abdel-lah Ben Mussa, que pasaba, casual y oportunamente, en route para nuestro Agadir?
Bancario
-¡Ahora que lo dices…! Pusimos aquella bandera, ¡prestada!, sobre el capot de mi coche, para así regresar, protegidos y disimulados, hasta Sidi Ifni... ¡El miedo es parvo, y en aquellas circunstancias…!
Gallina
-¡Cobardía española, pura cobardía, que muestra bien a las claras lo fanfarrones que erais en las Colonias cuando os protegía de cerca una bandera, o un Ejército! Matizaré algo más, para ser justo con usted: No fue exactamente cobardía personal suya, sino su mala conciencia de colonizador, pues, en el subconsciente, ¡estaban admitiendo que en el Territorio de Ifni la bandera triunfante era la nuestra!
Pues bien, cando pasasteis de vuelta, por delante de nuestras haimas, un compañero apuntó con su metralleta a las ruedas de su voiture; ¡con la sana y santa intención, en pura yihad, de reventárselas, claro está, para que tuviesen una panne, panne y pánico, mismo delante nuestra! Y de paso, que os retratase en aquel ridículo, en aquella derrota, una periodista francesa, aquella del Deux Chevaux…, que viniera para hacernos un reportaje de nuestras concentraciones. Yo desvié el arma, así que los tiros de mi colega se perdieron en uno de aquellos arganes, después de la pista...
Por cierto, que mi compañero aún es hoy el día que me recrimina por lo que considera que fue debilidad mía, ¡con usted y con los suyos!
Bancario
-Hablaste de una traición... ¡Sigue!
Gallina
-Dije, traición, queriendo indicar el apresuramiento que os disteis en aquella situación, en aquel apuro, en retirar nuestra enseña, del capot, tan pronto como llegasteis a la cobertura de tiro de los centinelas de Tiradores… Pero dejémoslo en astucia gallega, que de esa virtud también participo yo gracias a la media sangre que tengo por parte de padre, tan citado o tan aludido que fue en este Tribunal de la Historia!
Pensándolo bien, ¿no era más noble decirle al Oficial de Guardia de Tiradores que aquella bandera, prestada, fue su salvoconducto circunstancial? Todos, civiles y militares, coincidisteis en disimular vuestro miedo. ¡Eso no es valentía sino fanfarria! Así pasó lo que pasó: ¡Que no llegaron a El Pardo, a tiempo, las noticias de un peligro ya inminente!
Esta circunstancia, esta ocultación, de todos vosotros, cada uno desde su atalaya, tácita, contagiada y contagiosa, influyó para que su Alto Estado Mayor de Madrid no tomase en serio aquellas alertas, incurriendo en la negligencia suicida de teneros casi desarmados, y sin reserva de víveres ni otra logística, en aquellos diez, mal llamados fortines, del interior…
Bancario
-Ya que me sacaste los colores, ¿volvemos al caso general?
Desertor de P., al creer que rematara aquella intervención:
-Tú, Gallina, que todo lo viste y todo lo sabes, ¡más que el Cigüeña!, ¿qué fue de mi Comandante Álvarez Chas? ¡Aquel sí que conocía el territorio, y no obstante se perdió!
Gallina.
¡A ese señor le pusieron en órbita precisamente los suyos! Nosotros no teníamos aviación, pero la española procedía de la Guerra del 36… Y como decía la canción de Manolete…, si no sabes torear, a qué te metes? Si no tenían aviación apropiada, gonios, y todo eso, ¿para qué querían territorios en ultramar?
Comandante P., que se dirige a su desertor:
-¡Cristiano..., digo, mal cristiano, cretino irredento! ¡Hiciste bien en desertar, que tu no servías para policía, que ni retienes una nueva ni captas una metáfora! Tu Comandante Chas, ¡y a ver si te enteras de algo!, salió en Agosto del cincuenta y siete, en el vuelo de un Heinkel 111. Iba de Informador para señalarle al Piloto la línea fronteriza con el Marruecos independiente, que tal era la categoría de tu Comandante, ¡más de fiar que los planos de nuestro Estado Mayor! De regreso al aeródromo, con niebla espesa, no distinguieron la otra frontera, la del mar, así que, o hicieron amarraje en el océano, o se quedaron arriba, en órbita, que de cierto nunca se supo.
La otra parte, la gloriosa, esa sí que la conocieron nuestros enemigos, y bien de inmediato; ¡todos, menos tu, un inútil desertor!
Desertor P., con ingenuidad y sin ofenderse:
-¿Así que los pilotos de España llevaban mapas humanos, guías-apuntadores de sus objetivos? ¡Como en el cine, en aquellas caravanas del Oeste...! ¡Vaya, vaya! Así se explica lo del Canarias, apuntando con el dedo, con el alza que les señalaba un Teniente de Infantería..., ¡para no cañonear de nuevo sus propias posiciones! ¡Yo seré un retrasado, pero me consuela saber que no fui el único!
Comandante P., visiblemente indignado:
-No seas insidioso, rapaz, que te llega con la ignominia de ser un desertor de nuestra Policía, ¡después de evadirte del arado!
Si aludes a aquella mentira que circuló entre tus Jefes adoptivos de que el Canarias, por un error de cotas, bombardeó sobre nuestras posiciones, y que nos mató veintiséis soldados..., ¡contados por el propio Ben Hamú!, tienes que saber lo escrupuloso que era para sus bombardeos, ¡y para sus salmones!, aquel gran Almirante del Eume. ¡Y lo que sufrió cuando le mandaron asustar a los de Agadir, precisamente el día de Nochebuena!
 Fíjate qué precisión de tiro no exigiría un hombre de tanta conciencia que, ¡vida por vida, prefería las marroquíes! Otra cosa sería si el siroco les desvió alguna trayectoria, que del resto..., ¡nada, en absoluto! Tampoco es probable que hubiese errores topográficos, ni siquiera de los campos de minas… Nuestras posiciones siempre estuvieron perfectamente localizables; ¡y si las hacían saltar los chacales sería porque se parecían a ti, desertando de donde les convenía estar!
Intelectual
-Creo que ya está bien de pecados veniales…, ¡teniéndolos capitales! Propongo una condonación de penas… Como decían aquellos católicos preconciliares, una oculta compensación…, habida cuenta de que nosotros también tenemos el pecadillo de pasar nuestras armas por delante de sus narices, ¡en el propio Desembarcadero de Sidi Ifni!
Comandante P.
-Eso que propones no me parece colacionable, ya que vuestras metralletas, las de aquel contrabando, segaron vidas y haciendas…
Enfermera
-En eso tendrán razón, pero de seguida les equilibro el plato si pongo en la balanza, para hacer el rectus, aquella leche de las vacas de la Granja del Gobierno, que iba por garrafas para el café de ciertos pabellones, mientras se descalcificaban los niños y las paridas musulmanas. ¡Malditos protectores!
 Pero como esto, más que un Jurado está pareciendo un Muro de las Lamentaciones, propongo que corramos un velo, ¡como el que yo me saqué!, sobre estos remordimientos, sobre estos escrúpulos tardíos, tardíos e inoperantes…, salvo que este Comandante de Tiradores, tan discreto él, quiera apuntar más alto.
Comandante T.
  -Yo callaba porque sólo estoy arrepentido de una cosa: ¡de ahorrar pólvora! Aquellos ataques, alevosos y nocturnos, que hicisteis a nuestros Destacamentos de T´Zelata de Esbuia, de Tagragra, del Tenin de Amel-lu, del Mesti, de Tiliuin, de Tamucha, y de tantos otros, con los que nos disteis motivo para cubrirnos de gloria, de sangre y de polvo, si en aquella ocasión en la que Alcubilla nos llevó la orden del Generalísimo de que regresásemos a las posiciones defensivas, inmediatas, se le hubiese extraviado aquel cuatrimotor, si pasase de largo cara al mar, emulando el Heinkel del pobre Chas, ¡maldito si no quedaríais bien chamuscados
 También me arrepiento de no haber desertado, que en Tiradores sobraban voluntarios que me acompañasen para traspasar vuestras defensas, para colarnos por vuestras líneas, y con ello plantarnos en Rabat, ¡en un santiamén!
  En ese coupe de force dinamitaríamos la Torre de Hassan…; ¡la del otro Hassan, se entiende, y con ello voltearíamos la guerra a favor de España!
 ¿Dios, por qué la Historia se escribirá siempre por el final? De haber sabido las consecuencias, claro que hubiese desertado, pero en positivo, que a veces la mejor forma de construir el futuro es destruyendo el pasado, haciéndose valer, reaccionando con valor…, ¡antes de que lleguen los diplomáticos, pues esos, además de llegar tarde, siempre se dedican a las laudas sepulcrales, a los oficios fúnebres, a las condolencias! ¡Por algo los americanos, tan astutos ellos, tuvieron de Secretaria de Estado a una tal Condoleezza…!
El dilema no era tal: ¿Ifni, Territorio de Soberanía…? ¡Pues de serlo, adelante, con todas las consecuencias! Y si no lo era, si todo consistía en una farsa imperialista, ¿para qué gastar la pólvora en salvas?
A un Ejército disciplinado, como era el nuestro, no se le puede poner en solfa: ¡Y por añadidura, silenciarnos en los medios informativos!
Desertor T., tan ingenuo como el Desertor de la Policía:
-¿Y luego, si así piensa, si está arrepentido de no haber desertado, por qué me abrió aquel expediente? ¡También por desertar!
Comandante T.
-¡Otro que no entiende el sentido figurado de las palabras! No olvides, aunque ahora de poco vale, que todavía hay clases al Norte del Estrecho; ¡muchas, mal que les pese a esos que te lavaron el poco cerebro que llevaste para Ifni! Bien pensado, poco tenías que lavar, ¡que contigo sólo necesitaron dos gotas de aquella al-ma-luz del Gallina!
Empleado de Boaida.
-Con usted…; ¡sí, con usted! Con usted tengo una cuenta atrasada, ¡pero activa! Se vino al Cielo sin pagarnos aquella radio…
Comandante T.
-¡Voto a Judas, el de las treinta monedas…! ¡Si no fuese porque aquí no hay gravedad, ahora mismo te hendía el alma con un machete! Tiene razón mi colega, este de la Policía, que es una necedad desnudarnos mientras estos islámicos siguen con su conveniencia…, ¡envuelta en turbantes!
De pronto le da un arrute:
 -Hablando de velos: tendré que darme una vuelta por el Séptimo, por el de las huríes, a ver si les pierdo este rencor a los infieles, pues con lo que aquí me cabrearon, con esta iracundia que me entró, no puedo seguir deliberando fríamente…
 A la vuelta hablaremos. ¡Me voy! ¡A por ellas, al ataque…, con mi Talión alzado, que la mejor fusila en tierra de infieles es hacerles mestizaje…, ya que nos lo atribuyen!
Empleado de Boaida, que muestra la palma de su mano al Comandante de Tiradores para que no se vaya sin escucharle:
-¡A modo, amiguito, que de usted daré parte a la Historia para que juzgue su doble moral! ¿Cómo se atreve a censurar nuestros harenes si vosotros mismos, ayer, en el XV, que aquí se dijo, y en Acta estará, aún sosteníais el “ius primae noctis”? ¡Queda acusado, formalmente, de practicar en Ifni una doble moral!
Comandante de T.
 -Ya que las huríes son para los victoriosos, me voy de caza, ¡a por gacelas, que así, de paso, le echo una mano al Polisario!
Este Comandante de los Tiradores de Ifni, dichas estas palabras, hace mutis por el foro, frenético, a toda velocidad. En vista de este plante, los otros miembros del Jurado cruzan miradas entre sí, con complicidad, y con la misma se van ausentando, pero más despacio, cada uno por separado, sin formar corrillos.

Escena 3ª, del 2º acto
 
Vuelve a entrar el Comandante de Tiradores, pero esta vez parece satisfecho. Silba el Himno de la Fiel Infantería, ... ¡que por saber morir sabrá vencer!
Comandante Tiradores, que comenta, explicativo, expansivo, incorporándose a su asiento:
-¡A estos marroquíes sí que les tocó un buen Tercio! Aquí mismo, en el Edén: ¡El de mejora! Ahora me alegro de que recuperasen aquel Territorio para que esos agarenos de allá abajo tengan un cierto contraparaíso…
Intelectual
-Entonces, ya que hay consenso, lo mejor será sobreseer el contencioso de aquel follón Histórico. ¿Algo que objetar...?
Comandante T.
-¿Que te crees eso! En Ifni vertisteis la sangre de trescientos españoles, que serían hoy trescientos parados potenciales, o jubilados anticipados, todos ellos héroes, ¡amén de los desaparecidos! Este Jefe, con mis ocho puntas, y siempre a las órdenes del muy ilustre Zamalloa, ¡no se rinde! ¡Ni me rindo, ni traiciono aquella heredad, alcanzada, lograda, al precio de una vida, también galaica, la de aquel gallego de pro, Pepiño el de la Rueda.. .! ¡Así que, tres hurras por el Gran Pepiño!
Todos los gallegos, al unísono:
-¡Hurra, hurra...! ¡Viva Pepiño, el de la Rueda, aquel macho de parada, aquel Conquistador, un héroe del mestizaje, que por algo se le llamó a Marruecos, Protectorado, por lo mucho que protegimos, por lo mucho que consolamos..., en sus moritas!
En esto se acerca el Alguacil, aquel Cartero del Simancas, que permaneciera aislado, discreto, en una mesita auxiliar, a un lado, como si fuese un Ujier de las Cortes, escoltando la Historia. Después de un cachetazo en la mesa, que casi la rompe, da en bracear, inquieto:
Alguacil
-Yo no entro ni salgo de este Jurado, y lo voy a decir en castellano, que si lo digo en bable..., ¡la mi má que me pareu! Bien poca mestizaje se les hizo a estis cabrones, que non contentes con la somanta de Covadonga, luego, en el Treinta y seis, volvieron a por las nosas mullieres, pero..., ¡ellas mesmes les metieron un forquitu por el anu, só maricones, que los dejaron impotentes, que de aí les viene la chapa de su traseru...! ¡Si no fuese por mi respeto a la Historia, mesmo con les puñes...!
Gallina, que le contesta por todos, y entonces el Alguacil se vuelve a su sitio, tranquilizado, pero sigue haciendo señales de protesta:
-¡Hombre, eso está bien, que incluso un simple Alguacil, sin mando ni plaza, pretende influir en este Tribunal...; y con el Himno cantado por su Comandante, mejor aún! Según ustedes, en esa Colonia, en esa leira de Ifni, yo tengo una legítima, como heredero forzoso, ya que se reconoce que mi padre fue aquel Coocupador, de algún modo Cousurpador, de una terra nullius! ¡En este caso, siendo así, la tendremos a medias! ¿Es, o no, una legítima, un derecho legítimo?
Comandante T.
-Tú lo que tienes, bastardo, es mucha tierra..., en la Habana, ¡pero aquella no es tuya ni de nadie! Sabiendo de quien eres hijo, debieras estar de nuestra parte, de esta banda, ¡que así no te prescribirían tus derechos sobre las glorias imperiales de nuestra España imperial! Fuiste de nuestra tribu… Ilegítimo, pero lo fuiste por aquello de, Pater, patris; ¡así que, causa finita!
Gallina
-¡No es así, mi viejo! España me perdió por..., ¡por reírse de mí, por negarme un simple vaso de agua, desfallecido en las puertas de vuestro Cuartel de Tiradores! En la tierra de mi padre, Galicia, sólo conocen, y reconocen, a los hijos de los emigrantes cuando vuelven ricos y triunfantes..., ¡así hablen en chelja! Los otros son, “retornados de caridad”, por la Xunta, ¡séase, Beneficencia!
Comandante T., cambiando de conversación, con visible intención de eludir este tema:
-¡Lo que no entiendo es como aquel Profeta, ese Mahomet, cando les dictó su Al Qurán, y sin haber muerto aún, supiese que en esta Eternidad os asignarían un paraíso de huríes! Los nuestros, nuestros profetas, nada nos dijeron de semejante porvenir. ¡Cosa fina estas Geishas! ¡Como que yo, con esta tropa disponible, descendería encantado a Capitán de muslimes...!
Comandante P.
-Y tu, honorable Colega, que vienes de inspeccionar esas huríes, esas mozas etéreas, ¿qué tal hacen la instrucción…?
Comandante T.
-¡Te lo diré sinceramente, que te lo juro por mi honor...! Tanto se bambolean, que el enemigo no tiene forma de apuntarles. Yo no he sido capaz de eso, de hacerles diana…, ¡ni con mi experiencia en esta clase de maniobras!
Bancario, mostrando picardía, interesado en el tema:
-¿Que, cuantas son...? ¿Hay almejas para todos, a cuantas tocamos?
Comandante T.
-Querido Contable, tantas son, que ni caben en un libro de los tuyos, de esos de Contabilidad, ¡de los de hojas cambiables! Pero tú, que estás casado y con la carabina cerca; tu, que presumes de puritano, casi tanto como Zamalloa, no debes pensar en las huríes..., ¡que te son del prójimo!
Bancario
-¿Luego...? ¿No son mujeres de la vida, no viven? Tanta amistad que tuve con mi compadre, con el Páter de Tiradores, y nada me informó acerca del futuro de los musulmanes. ¡Se lo reprocharé!
Comandante T.
-Son privilegios suyos, ¡que sólo comparten con los que venimos célibes, como yo! ¿Lo entiendes? Entonces, aguanta, que también aguantó el Cartero del Simancas, que ese no desertó..., ¡y eso que se las ponían a tiro para invitarle a pasarse al enemigo! La especialidad de tu compadre eran los iconos rusos, que los coleccionaba, pero en islamismo el experto era su primo, Aldegunde, aquel arzobispo del Corgo, aquel que tradujo a Hans Küng…
Bancario.
-¿Y quién era ese Hans Küng, si puede saberse?
Intelectual
-Ese no es tema para un Comandante… Permítame que le conteste yo mismo: Hans Küng fue uno de los grandes impulsores de la Teología ecuménica. Su tesis fue: “No puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones; y no puede haber paz entre las religiones sin diálogo entre ellas”. En Ifni el diálogo estaba atribuido a los PP. Franciscanos, y funcionaba perfectamente, tan perfecto que los españoles, en su crónica miopía, ¡una miopía de Coloma, colómica, que no de Gallegos!, no pararon hasta lograr su expulsión del Territorio. ¡Uno más de sus errores, y no el menor!
Volviendo al tema: Es bien cierto que no debéis tener malos pensamientos...; ¡y menos aquí arriba, con las huríes!
En lo otro, a los españoles nadie les censuró, nunca, en toda la arabía, eso de que hubieseis reconquistado vuestra Península, ¡parte de ella!, así que, en reciprocidad, va siendo hora de que admitáis, históricamente por supuesto, la licitud de nuestra reconquista integral, la del Gran Magreb, la del Gran Ocaso.
Comandante P.
-¿Incluyes, claro está, al Sáhara Polisario, ese de los tuaregs, que bien sabes que eran, que son, supuestos descendientes de aquellos balears expulsados de las Islas? Primero, en la época de las persecuciones neronianas; y después, por los propios vándalos… Tengo entendido que por entonces, mayormente cuando los vándalos entraron por Marruecos abajo, en aquellas tierras había unos cinco mil cristianos. ¿Se acuerda de eso, Doña Historia?
La Historia, aunque está presente, procura no interferir con los Jurados, así que no se da por aludida; mientras deliberan, ella conversa, en voz baja, con su Cartero - alguacil, y también hace punto; ¡hace en la media, como se suele decir!
Intelectual
-¡Por supuesto que sin el Sáhara no hay Imperio jalifiano posible, pues sin el no se forma un Gran Magreb! Y eso que en Rabat saben poco de la Historia balear, ¡que si llegan a enterarse…! Ahora que caigo, por algo se les da bien el castellano a los Polisarios: ¡Claro, les viene de su latín, del balear, aquel de Publio Metelo...!
Pero dejemos la cuestión del Sáhara a los pobres del Polisario, que ya lo sabrán perder, ¡con o sin ayuda de España!
Farero 
          -Pido la palabra..., ¡si es que sigo de moderador! Aquí estamos desconectados, la Profesora y yo mismo, que ya llevamos dos sesiones viendo como navegáis en círculo, pero así non salís de nada, ¡ni de la Mar Pequeña! Señora Maestra, ¿quiere hablar usted primero? ¡Sería mejor, que si yo enciendo aquel faro, aquí veremos las estrellas!
Profesora
-¡Gracias; es usted muy amable, y aún así no le querían en el Casino! ¿No se dice que la lección magistral siempre es la última, por definición? Entonces déjenme para luego, a ver si se me serenan los ánimos, que por ahora no me atrevo a intervenir. Y también para ver si con su faro se ilumina esto, un poquito, que me parece que estos señores aún no se toparon con la verdad absoluta, ¡y eso que estamos en el Cielo!
Farero
-En ese caso haré por enviarles un rayo de luz..., ¡como Farero! Los de Camariñas palillamos mucho, mucho y bien, pero hablamos poco, poco y despacio, ¡y eso no es político!
Aunque no todo, ni con la suficiente objetividad y/o conocimiento, algo ya dijeron varios autores, entre ellos uno de la Prensa del Movimiento que solía redactar sus crónicas en la sobremesa del Casino, precisamente al dictado del Capitán de Cocina de Tiradores…
         Ifni le fue muy útil a Franco, en el 36, pues los dinamiteros de Asturias destrozaban carne de cañón…, ¡por camiones! Y con eso se montó una simbiosis de incalculables consecuencias… El agradecimiento personal del Caudillo y la codicia patriotera de desquitarse, unos y otros, de aquellas derrotas del Rif, además del talante imperialista de aquellos tiempos fanáticos, ahumados por las consignas fascistas, nos hipotecaron a fondo en aquella quiebra histórica; ¡eso además del placer sensual, exquisito, de hacerle cosquillas a Francia!
El rencor francófono, que tanto cultivamos en África a lo largo del XX, entiendo que fue el principal intríngulis de nuestros errores y de nuestras liberalidades y/o mezquindades, que hubo de todo, ¡y eso hasta el último día del Protectorado!
Para mí que esto está mal estudiado, o quizás ni empezado: ¡Todo un siglo de guerra fría España-Francia, el XX, particularmente en el escenario marroquí! Mientras esto no se haga, cuanto se escriba de aquellas guerras y de aquellos incidentes será una simple estadística de hechos inconexos, y de héroes inmolados, ¡ni se sabe a qué dios!
En orden interno, la vida ordinaria de esta Colonia, Ifni, se desarrolló con verdadera elefantiasis, ¡desde el Amezdog a la Colonia Agulla!, pero débil en infraestructuras, como ya se aludió aquí, en el Tribunal, ¡principalmente por la falta, elemental, de un notable espigón portuario! Débil en organización civil y en infraestructuras, repito. En definitiva, un territorio reseco, más que del sol, por la evaporación acelerada de los dineros transferidos, ¡como también se apuntó en esta Sala!
Un enclave territorial de setenta quilómetros de costa, retenido por España, fuese como propio o como sucedáneo de aquella legendaria Santa Cruz de Mar Pequeña, a pretexto de haber tenido, por aquellas coordenadas, y desde el Medievo, una base pesquera y un fortín, ¡es incomprensible que no se dotase de un puerto pesquero! Tal parece que el Caudillo nunca viese el mar, y eso que nació, y se crió, en El Ferrol. ¿O es que tenía complejo de marino frustrado...?
En canto al Cuartel Militar de Ifni, los civiles, y por tanto, imparciales en este asunto, podemos jurar, en realidad de verdad, que allí estaba la flor y la nata do nuestro Ejército. Pero un país del XX precisaba algo más que guerreros, algo más que guerras…
Por lo que respecta a Zamalloa, toda loa es insuficiente, pero se le ha convertido en una especie de “General Silvestre”, silenciando su labor, acaso para ocultar, con ello, la ineptitud del Alto Mando. Tan silente fue su epopeya de Ifni que incluso la Gran Enciclopedia Galega, edición del 2003, además de omitir su fotografía y su intervención en la Guerra de Ifni, lo único que reseñan de su generalato es que “…foi gobernador xeral do Sáhara”.
¿Quién se atreve a imaginar qué pasaría en Ifni en el 57 si nos permutasen a Zamalloa por aquel Fernández Silvestre del año 21? La respuesta no puede existir, pero el cálculo si: ¡veinte mil muertos, tantos como soldados, con los civiles aparte! ¡Hubiese sido la hecatombe franquista!
Comandante T.
-¡Ya iba siendo hora de que se te agotasen las palabras, cacho derrotista! Aquí tenemos otro desertor, que también se puede desertar de civil, y sin largarse, sólo con desmoralizar a los verdaderos patriotas. Para más contradicción, aquí le tenemos, en este Jurado, ¡donde se supone que debe terciar a favor de España!
Farero
-No se sulfure, señor Milite, que me estuve refiriendo más bien a la derrota, al fracaso económico, político y cultural, que del elemento militar ya dije que eran buenos elementos…; ¡bastante buenos para lo que se podía esperar de su formación estrictamente castrense! Los pecados imperdonables se produjeron en aquellos salones de Madrid…, ¡como es evidente!
Si nuestra reivindicatio era lo de aquellas pesquerías, costa arriba o costa abajo, legua más o legua menos, ¿qué sentido tiene que estuviésemos de murga, un tercio de siglo, que ya son años, pescando con caña, y desde los cárabos, arrastrados a diario, playa arriba y playa abajo, sin un maldito espigón de atraque?
Ya que fuimos al Ifni, o nos manteníamos allí, decían, para defender las Canarias, poca estrategia fue aquella pues en definitiva fueron las propias Canarias las que tuvieron que defender Ifni, Ifni y el Sáhara, año tras año. Y también oficiaron, naturalmente, de base logística.
Por último: Si fuimos a Ifni sólo, y tan sólo, para civilizar, para poner en producción los supuestos recursos naturales del país, ¿donde está, donde estuvo, nuestro impacto, nuestra repesca, nuestra pegada cultural? Ni siquiera prosperaron las plantaciones de henequén, vulgo, sisal; y ya no digamos aquellas del ricino, ¡el purgante de las represalias fascistas!
En lo tocante a nuestra, pura y dura, culturización, le cedo la palabra a nuestra Profesora...
Profesora.
-De las intervenciones del Bancario, y también de las del Farero, parece demostrarse que la Política Económica que siguió España en Ifni, tampoco fue política, ¡y menos, económica! Esto admitido, todo aquello se limita a esta dicotomía: ¡armas o letras! Armas obsoletas, oxidadas; y letras..., ¡las del Catón, que de allí pocas carreras salieron! De nativos, me refiero.
Ahondando algo más, y para enfocar mi razonamiento, ¿tuvimos política educativa en Ifni? Me parece que sí, que en esto sí que hubo política, o más bien, politiquería, pero no verdaderamente educativa según los cánones de la Pedagogía moderna. Siempre me he preguntado si educar es modelar... Pues bien, en Ifni, e igualmente en toda A.O.E., se intentó un modelado..., ¡impositivo!
Modelado es atraer los niños a nuestras formas, sugestivamente, y no imponerles aquella macana imperialista del…, ¿Movimiento?, con un olímpico desprecio de su decantada y ancestral cultura, que si estaba en crisis en parte era debido a nuestras influencias desviacionistas. En esto hemos seguido métodos ensayados por España, en los siglos XVI y XVII, en América, ¡y por tanto anacrónicos, en todos los sentidos! Lo nuestro no podía ser enseñanza de medersa, eso tampoco, pero sí debiéramos ser más cosmopolitas, basándonos en un ideario democrático que, por otra parte, tampoco nos era exigible porque ni los profesores lo habíamos recibido y/o cultivado.
En cierto modo, allí procedimos como si aquellos españoles dirigentes quisiesen borrar el prestigio y el recuerdo de aquel Toledo de las tres culturas; y con Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada... Fue un modelado a fortiori, coaccionando de mil maneras, algunas innobles y otras ridículas, o trasnochadas, para que les fuese ineludible a los nativos entrar por aquella culturita nacionalista, nuestra, tan petulante, ¡y eso por llamarle de un modo lene!
Como ejemplo, como evidencia de nuestra incompetencia formativa, fruto de aquel ambiente, se podría afirmar que el noventa y nueve por ciento de la colonia española no sabía contar con los del país más allá de los dedos de las mans; a saber: wahid, zooch, thalatha, arb'a, khamsa, sitta, sabah, tamanya, tissa, ashera... ¿Se nos dieron cursillos de formación, clases de árabe, o del dialecto allí imperante…? ¡Para qué, si lo nuestro no era entenderles a ellos, sino obligarles a entendernos!
         Educar otra raza, otro pueblo, con asepsia, es, ante todo, poderles preguntar en su propia lengua. Si nada les preguntábamos apropiadamente, ¿cómo se podía saber lo que sentían, lo que querían, lo que precisaban, o lo que pensaban? Enseñar, según yo lo entiendo, es tener, y por consiguiente dar, respuesta a las inquietudes intelectivas del educando. Darles a beber cultura según fuesen teniendo sed de ella. La sed cultural cierto es también que se fomenta con el ejercicio racional; pero concordareis conmigo en que los tullidos poco ejercicio pueden hacer, y allí, en África, casi todos eran verdaderos tullidos, en este sentido de la palabra. Pero más tullidos fuimos nosotros, sin proponérnoslo, por no querer, ni saber, entender a los nativos, y por renegar de nuestros orígenes convivenciales. ¿Bastará con decir que en la calle pocos se molestaban en preguntarle al nativo su nombre, satisfaciéndonos el genérico, y un tanto despectivo, de, Mohamed?
        Por último, permitidme recordar aquel periodista tan africanizado, José María Rodríguez Méndez, que me abrió los ojos con una frase lapidaria al manifestar que advertía en nosotros, la prepotencia de considerarse milagrosamente como amos de algo o de alguien. ¡Ahí está el quid pro cuo de tantos errores coloniales!
Intelectual, que se adelanta para felicitar a la Profesora, con evidente sinceridad:
        -Señora, permítame expresarle que siempre la tuve, a usted, que no a España, por buena Maestra, así que nunca bostezaré oyéndole verdades de ese calibre. Usted y sus compañeros de la docencia ciertamente pusieron su animus educandi, pero los errores estuvieron en los programas, en las consignas, en los planeamientos políticos; en el ambiente de la calle y en aquella extraña protección de amos y señores de vidas y de haciendas a la que usted aludió, y precisamente con palabras de otro español sincero. ¡A usted, Baraka-lahufik!
Enfermera
-¿Por qué no le diste las gracias en francés…? Yo tengo para mí que, aún dentro de ciertas limitaciones sólo en el Hospital de Sidi Ifni hubo humanidad; de la buena, de la fraterna; dicho sea sin desmerecer la labor sanitaria en los poblados del interior, mayormente en aquellas Delegaciones de la Policía, ¡que en este caso lo cortés no quita lo valiente! Se atendieron bastante bien las dolencias físicas, tracomas aparte, que también es cierto, pero de las anímicas, de las psicológicas, de los complejos y depresiones propias de una raza dominada, ustedes, los dominantes, ¡maldito caso hicieron!
¿Se paró algún español a ponderar la enorme energía, la carga de reactivos que almacena un ser reiteradamente humillado, postergado, acallado en sus voces íntimas? Si en Ifni, o en Madrid, en la misma Presidencia del Gobierno, hubieseis substituido, por ejemplo, dos Capitanes por dos Expertos, tal que por un Psicólogo y un Sociólogo, otra seguridad, y también otro pacifismo, hubiésemos tenido en su Colonia, en la benjamina. Provincia le llamasteis, pero a partir del Cincuenta y ocho..., ¡desde que os mináramos aquella mal llamada soberanía!
Me permito hablar de esto, aunque Enfermera, pues enfermedad fue, y bien secreta, aquella corrosión continua, progresiva, cancerosa, de la convivencia ifneña, ¡tan asirocada como pobre!
Bancario, con evidente retranca:
       -¿Y luego, aquel tratamiento preventivo, el que os aplicó España inyectando millones y millones de unidades monetarias en vuestro torrente sanguíneo, en el de aquellos notabilísimos hijos de Notable, no sirvió de nada, no tiene mérito?
Empleado de Boaida
       -¡En absoluto! Además de nuestra repugnancia, íntima que no externa, a las transfusiones mercantilistas, puesto que tales privilegios llevaban animus doli, séase, untura de carro, aquellas liberalidades con nuestros Notables, con nuestros Patronos, les pusieron en la obligación de escuchar el clamor, el descontento de la plebe, y por tanto, de dirigir aquel levantamiento para convencerles de que eran mejores que los españoles.
        La opción de ellos, de nuestros feudales, de nuestros Notables, era clarísima e ineludible: ¡dividir para vencer! Lo de convencer, de arriba para abajo, siempre es fácil para un buen demagogo. Los gallegos lo saben bien: Si aquellos cuatro feudales no hubiesen capitaneado aquel montaje irmandino, ¿los burgueses de entonces acabarían encontrando condottieros propios que los condujesen a demoler los castillos? En tal dilema, mal menor era demoler las fortalezas de los competidores; ¡cambiar algo para que no cambiase todo! En un aparte: ¡Pero qué fácil resulta entenderse con los gallegos cuando se les razona!
En otro orden de cosas: Allí donde no se recibe comprensión, cierta o aparente, tampoco se genera respeto. Así, pues, la patria potestas consiste, principalmente, en formar a los menores para que sean capaces de tomar el relevo de un modo personal, ¡responsable y soberano! ¿Conformes?
Intelectual
-Como está visto que encontramos dificultades para alcanzar la unanimidad en este Veredicto, se me ocurre que podríamos pedir a nuestro Archivo, al musulmán, unas cuantas grabaciones de las obtenidas por nuestros espías, por los del Istiqlal, en vísperas del 23-N, que así repasamos cual era el Estado de Opinión en la Colonia de Ifni. ¡Sólo para refrescar la memoria, por supuesto!
Bancario
-Eso me parece justo, pero a condición de que traigan otras tantas de nuestro Servicio de Información, ¡si es que no las metieron en la salamandra por culpa de los fríos madrileños! ¡Acordaros de lo ahorrativo que era aquel Almirante…!
Comandante P.
-¡Calla, Bancario, y sé discreto, que eso no va a ser posible!
Bancario
-¿Por qué, Mi Mandante? ¿Ardieron...?
Comandante P.
-Pues…, ¡por imposibilidad física! Nosotros nunca hemos espiado… Alguna declaración obtenida por el Cabo Cigüeña…, ¡y para eso, los originales se enviaron a Madrid, así que los habrán extraviado, seguro que sí!
Bancario.
-¿Y las copias?
Comandante P.
-¿Las copias? ¡Hechas con papel carbón…, a lo sumo aguantan un año, que después, con la humedad, se tornan ilegibles! El que se las memorizaba era el Intérprete, Hamido, pero ese…, ¡ese es ambidextro! Siempre estuvimos en sus manos: Nos entendían y nos conocían. Les tuvimos en todos los trabajos auxiliares: hogar, cuarteles y oficinas. Sabían, o adivinaban, todos nuestros actos, nuestros pasos y nuestros proyectos; nuestros comentarios íntimos… ¡E incluso las infidelidades matrimoniales! Por el contrario, para nosotros todos ellos eran uno, ¡Mohamed! Y de las moras, con sus velos, sólo conocíamos sus ojos, ¡todos ellos iguales y hermosos!
Bancario.
-¡Siempre estuvimos en sus manos…; tienes razón! ¿Qué hacemos ahora, que ya no estamos en su órbita?
Comandante P.
-Esperar a ver lo que tienen ellos, y luego rebatírselo, ¡como cosacos!
Como no se producen otras objeciones, el Alguacil baja el paño.

Escena 4ª, del 2º acto
Llaman a la puerta y seguidamente entra el Alguacil con un saco de cintas, pero no dice nada, que se supone que no debe influir en el Jurado, así que, después de dárselas al Intelectual, que se levanta para recogerlas, este Alguacil se dirige a su mesa, en un ángulo de la Sala, cerca de la Historia.
 
Intelectual, mostrando una de las casetes:
-Esta, esta es la primera, que está clasificada como, Conversaciones de un Alférez de Milicias con el Contador de los Servicios Financieros del Gobierno de África Occidental Española. ¡Minfadlik! ¡Quiero decir, que hagan el favor de anotarlo!
Contador, asombrado:
-¿Como, como fue que nos grabaron?
Intelectual
-¡Muy simple! Aquel electricista, el Abdel-lah, aquel de la Central Eléctrica, que estudiara en Casá, de paso que revisaba las instalaciones de los edificios iba ajustando los micros… Días después pasaba a desmontarlos, alegando una comprobación rutinaria...
En canto a los aparatos, a las grabadoras, como siempre había una casa moruna en las inmediaciones..., ¡se desviaban los hilos!
En las oficinas del Gobierno, como nadie entraba en aquellos cuartos recoletos de los Ordenanzas musulmanes, que se les llamaba a voces, ese era el sitio perfecto para manipular las conexiones desviadas por cable a los magnetófonos, que por entonces no había mejores técnicas!
Contador
-¡Sois de la piel del diablo…! Y nosotros, parvos, haciendo de protectores, enseñando a los que sabían más que nosotros!
Intelectual
-¿Le extraña eso? Tuvimos buenos Maestros, y no sólo los españoles: aquellos de la CIA y de la Gestapo, aquellos de las S.S…; aparte de que la necesidad despierta al necesitado, al oprimido, que siempre fue así!
Contador
-¿A ver, luego, qué dijimos nosotros que os valiese la pena grabarlo, grabarlo y conservarlo?
Intelectual
-El espionaje siempre vale la pena, que se atan cabos, y entonces se conoce cómo piensa el enemigo; o la retaguardia del enemigo, que también es importante!
Le da al aparato y se oyen unas voces en off:
Contador, en su propia voz:
...
-¡Me alegro de conocerte, rapaz! ¡Bien venido a este Territorio del atai, de las chumberas y del Plus de Residencia; abonos dobles y todo eso! Aquí, en esta carta de presentación, me dice mi hermano que eres oriundo de las tierras de Chantada, pero que vivís achantados en Ourense...
Alférez
-Si, en efecto; mis padres tienen allí, por las Burgas, una casa de huéspedes, pero yo prefiero ser huésped del Estado. Por eso estoy preparando, a la vez, Hacienda y Aduanas, para presentarme a las primeras oposiciones que se celebren. ¡Tan pronto remate estas Milicias, por supuesto!
Contador
-Eso será si no te reenganchan, que tal y como están las cosas, igual acabas de Intendente...! ¡De Intendente General!
Alférez
-Me conformo con ser Intendente..., de Hacienda!
Contador
-Rapaz, no quiero pisarte la modestia, por más que la tengas larga, pero las trazas son de que te la aplastará, cualquier día de estos, la majestad de Mohamed V. Desde que les dimos la Independencia, ahí arriba, en el Norte, en lo que es Protectorado, ahora, en Abril, estos nativos, que están más bravús que el propio Al Mansour, aquel que nos robó las campanas de Compostela... Mira como es la cosa, que se niegan a pagarnos Contribuciones, y eso que lo harían con los propios denarios del propio César, nuestro Caudillo, ¡por la gracia de Dios!, que así consta en las monedas. No sé quien les metió en la cabeza, en la cabeza o en el turbante, que sólo paga tributos quien es tributario; séase, vasallo; y por ahí no pasan..., ¡de gordos que están! Estos piensan igual que danzan, en círculo, así que tornan a sus orígenes, dándoselas de marroquíes..., ¡ahora, ahora que se están yendo los franceses!
Alférez
-¿Tanto? ¡Ay luego, te estamos bien; y para meterlos en la cárcel, no caben! Una solución puede ser enviarlos a Fuerteventura…, como se hizo con Unamuno!
Contador
-¡Si, hombre; pero no servirá de nada, que estos no pararán hasta anexionar nuestro Ifni a su Marruecos! ¡Allá ellos, que para Marruecos irán de culo!
Alférez
-¡Eso no pueden..., ni soñarlo! Allí están sin armas, con un Ejército incipiente, indisciplinado...; y de logística, cero! Además, si entrasen en guerra con España, Francia ocuparía de nuevo, inmediatamente, sus antiguas fronteras, y les diría a los morangos: ¿Lo veis? ¡No se os puede emancipar...! Y luego que, aparte de eso, la CIA del Tío Sam está con nosotros, que les interesamos mucho porque tienen Bases y compromisos con España... El Tío Sam les dirá que no tosan para que Occidente no se infecte de miasmas comunistas!
Contador
-Un modo de absorción, y a la vez de desintegración, de estos comunistoides, podría ser disolverlos en sus propias algaradas: darles leiras, mandarles al campo y retirarles sus pensiones de Guerra, de la nuestra, que cuando se harten de comer takanaita con takanaita, higos con higos, entonces pondrán su mano, la mano y el cazo! ¿Entiendes la cosa?
Alférez
-Hombre, no sé; no lo sé; pero también está que en los cuarteles no percibo miedo, ninguno! ¡Ni siquiera desconfianza! Ni miedo, ni preparativos ad hoc...; ¡nada de nada!
Contador
-Lo malo puede ser que se repita la Historia, ¿sabes? Que no escarmentásemos con aquello de Annual! Tampoco le tuvimos miedo a aquel Abd-el-Krim que hacía versos en castellano, ¡un simple intérprete! Igual están aprendiendo su himno, aquello de, Al yauma lijurobi hay...! Bien, dejémoslo así, que tengo bastante guerra con los papeles de este maldito desgobierno del A.O.E., que todo lo llevan a estilo cuartel…!
Alférez
-¿Te oiría bien? ¿Dijiste..., desgobierno?
Contador
-¿Que hago aquí de Contador, si no hay cuentas, si no hay impuestos? ¡Voy acabar más libio que los libios! (18)
Alférez
-Hablando de todo un poco: Estoy asombrado de lo abundante que es, y de lo bien situada que está, en las escalas, la colonia gallega de Ifni. Estuve echando cuentas y, por regiones, salvo Canarias, somos mayoría, tanto, que si Buenos Aires es la quinta provincia gallega, Ifni es la sexta!
Contador
-¡Otro gallego echando cuentas! Me hace gracia que uses esa expresión... ¡Rapaz, las cuentas, además de cálculos, son vidas! Por eso, cando decimos echar nuestras cuentas, queremos significar revisar la propia vida. Hay pueblos que son intrínsecamente calculadores, y para ellos, echar las cuentas, es simplemente calcular, en abstracto; pero el gallego, no; ¡el gallego siempre es generoso en las pesetas, y tacaño en la calderilla!
Alférez
-Me iré, que te estoy entreteniendo, y tienes que ayudar a desgobernar Ifni!
Contador
-En este caso no te des prisa, que conmigo estás haciendo Patria, que canto menos incordie yo, mejor le irá a la pax magrebí. ¿Me entiendes?
Alférez
-La verdad, no mucho, y eso que me dijeron en Ourense que tu eres un fenómeno; pienso que será un problema de desnivel con respecto al padre Miño, que por Chantada lleva menos agua!
Contador
-Te engañaron, rapaz, que si yo fuese inteligente, con los años que llevo aquí, ya tendría aprendido a decir, ¡Amén!, pero en el idioma de las Colonias...
Alférez
-Oyes, por cierto, que aún no escuché a ningún español hablar en arabía; ¡ni en árabe, ni en chelja. ¿Será que me dejó sordo este último siroco...?
Contador
-¡No, ni lo oirás nunca; ni en dialecto! De tan apóstoles que somos, se nos figura que venimos del Pentecostés, y que los paganos nos entienden de sobra. Pero aún estás a tiempo de escucharnos... Ya me oirás los infinitivos cuando pida clemencia, cuando llegue el dies irae, el día airado, el de las gumías al cuello, al nuestro, que entonces…, ¡hasta en arameo! Eso será si antes no me mandan con la Hacienda a Fuerteventura...! ¡Ya sabes, a Puerto Cabras, que ahora se lo dedican al Rosario!
Alférez
-¡Estás de coña, que en Fuerteventura no hay Delegación de Hacienda!
Contador
-Llegará, llegarán a tenerla…, cuando se vaya la Legión y vengan los turistas...!
Alférez
-¡Eres un coñón! A propósito, ¿qué hay de cierto en eso de que nos asirocamos nada más llegar a Ifni? ¡Tendré que preguntárselo al Doctor Bisagras, al Director del Hospital, que me dijeron que es un as en psicología...!
Contador
-¡Haberlas, las hay! Pero unos te son de nacimiento, y los otros se ponen así al sobrevolar Despeñaperros..., porque echan cuentas imperiales! En cuanto a los que llegaron por Bernal…, eses siempre afirman que, de puestos en Algeciras, le ordenaron al chofer que se volviese para Madrid, con el auto, ¡para darle servicio a la suegra!
Alférez
-¡Para un solo día, mucho he aprendido! Ponme a los pies de tu señora...
Contador
-Rapaz, aquí tienes mi tarjeta; y te recuerdo que te esperamos este sábado, para tomar las copas. ¡Es el deporte de nuestros week end; vulgo, fin de semana! ¡Ah, un consejo! Aquí en Ifni no te pongas a los pies de nadie, ni siquiera de la Gobernadora , que te pueden confundir con un moro…; ¡la mejor cortesía es un buen taconazo!
Alférez
-¿Qué me dices? ¿Con las señoras...; taconazo a las señoras?
Contador
-¡No seas novato! ¿Aún no percibiste que aquí, en el Territorio, todas las señoras tienen mando en plaza? ¡Mando, asistente, cocinero, niñero, lavabragas, pabellón oficial...!
Alférez
-¡Querido paisano, lo dicho: nos vemos este sábado!
Contador
-¡Abur! Ya sabes que donde haya un gallego, allí tenemos un consulado!
Alférez
-¡Ya lo veo! Estés asirocado o no, eres un fenómeno; ¡demostrado! ¡Y ojo con las gumías; con las gumías y con el desgobierno!
Contador
-¡Pues no veo como, que ambas cosas son inevitables, por el camino que llevamos!
...
Comandante P. dirigiéndose al Intelectual:
-Corta ese rollo, que esas grabaciones de vuestros espías no aportan nada substancial; ¡échalas al quinto infierno!
Intelectual
-Por mí no hay inconveniente, que ya veo, por su actitud, que empieza a admitir la licitud de nuestra Causa.
Comandante T.
-¡No, no cortéis eso, que yo no les doy esa ventaja! Es preferible aguantarles las grabaciones a que nos intimiden con ellas, que a bayoneta calada ya se anduvo allá abajo, así que, aquí y ahora, prefiero los secretos de su espionaje. Más vergüenza es, en todo caso, para ellos, por espiar intimidades, que la nuestra en mostrarnos tal y como fuimos, tal y como somos!
Intelectual, que sigue enredando con las cintas del magnetófono:
-Estoy buscando unas grabaciones que fueron hechas en el despacho del Bancario. Pienso que serán una muestra elocuente de las hondas preocupaciones de nuestros colonizadores; y con estas sí que doy por concluido y por resumido nuestro espionaje.
Bancario
-¡Pero eso, lo que se diga en esas cintas, es un secreto bancario; no sería ética su utilización, ni siquiera como prueba histórica!
Intelectual
-Yo entiendo que no es así, pues además de la prescripción documental, aquí estamos en el Jurado de la Historia, donde no caben secretos, ni siquiera los fiscales! Y hasta coincide que aquel Directivo de Banca, tú mismo, hablabas muy bajo, o te sentabas lejos del micro, así que ni casi se te oye.
Esta primera es la conversación de un carcelero natural de Lugo, que en Ifni vuestra gallegada fue una invasión general, ¡otra! ¡Escuchemos!
...
-No, señor; no le soy el Carcelero - jefe, que esa función se la dieron a un canario, ¡que hay que repartir1 Pero tengo otros gajes! Mírelo bien, aquí mismo, en mi cartilla...; y todo ganado a pulso!
Vine al Territorio de soldado, ¡como tantos otros! Y como me vieron despierto, me pasaron a la Policía. De la Policía, a la cárcel..., cuando me dieron la Licencia, ¿sabe? Lo hicieron para que me ocupase de los interrogatorios, ¡xaora!, porque alguien opinó que soy algo bruto... Pero conmigo no acertaron para ese oficio, pues los cristianos, ni en la iglesia se confiesan! En cuanto a los moros, por su parte, no salen de su ana manarf: Mi no saber, mi inocente, mi estar mareda... Y así, siempre: ¡ualo majenduch! ¿Lo sabía?
Como la cárcel es aburrida, me busqué algo para distraerme, algo que me quedase cerca del trabajo; así que me ofrecí..., para el cementerio!
           ...
          Mire, este cementerio de Ifni es una ruina en cuanto a propinas, que los moros van al de ellos, allí por junto del morabito de Sidi Ifni. Y luego que, de viejos, lo que es de viejos, mueren pocos españoles, que ni para aquí vienen. A los jóvenes les llevan en avión, ¡para darles tierra en su tierra! En esto ganaré poco, pero no dejo este segundo empleo…, ¡por si los moros cogen la guadaña, que parece que la cosa lleva sus trazas.
           ...
          Por lo que le cuento yo di en importante: ¡jamones, y también chorizos! Sí, de la parte de Baralla!
          ...
          -¡Ah, pues, de eso…, se conservan regular! El Veterinario de Artillería me dijo que no me tentase el diablo echarles bórico, que puedo matar a los cristianos... ¡No mueren, no, ni con esas! Es una pena que los moros no coman jalufo, que entonces, con el ácido que yo pusiese en los jamones, hacíamos las paces…, por extinción! El caso es que los Economatos de los cuarteles me hacen la competencia...; ¡en los precios, se entiende! Por eso quiero ampliar el negocio; y pensé en poner un mesón, ahí por la Calle del Seis de Abril... Bocadillos para la tropa, ¿sabe? Si llegamos a tener guerra con Marruecos, aumentará la familia española, ¡tanto en el Mesón como en el cementerio!
Aquí el choio es traer jamones y chorizos, pero de Lugo, o de Tineo, que son más baratos que los de esas Cumbres Mayores! Y quesos, quesos también; con mucha sal, para que ande alegre el mesonero! En canto al vino...; mire, de eso vale cualquier cosa, que con el paladar reseco, del miedo, de las marchas, de la polvareda del desierto, ni los Coroneles lo distinguen, para cuanto más los soldados!
...
-El nombre para el Mesón ya lo tengo: como hay que bajar dos escalones, Salto do Can. Hay otro en Lugo... Y servirá para que los soldados recuerden su perro, que lo dejaron en la aldea… Lo que me falta ahora son diñeiros, una presadita, que por eso le pido un empréstimo...
...
-Todo lo que me pueda prestar con dos firmas, que ya le traeré de las buenas, que allí en la cárcel tengo buenos amigos…
...
Intelectual
-¡Como veis, se trata de un colonizador típico, de categoría! Aquí hay otra cinta que también recoge una conversación bancaria, con un Comandante dignísimo, ¡de los de puro, muy apurado!
Suena, de nuevo, el aparato de las cintas:
...
-Se trata de una pequeña cifra... ¡Es por no pedírsela a mi suegro, que tengo mi aquel, por supuesto! Ya te dije que el empréstito es para acondicionar terrenos... Ni se cuanto, una pila de hectáreas, en la Vega del Segura. ¡Si, en mi pazo, que es como llaman en la Galicia profunda a los cortijos señoriales!
...
-Bien, si, por supuesto. El crédito anterior también fue cortijero…, que de juego, nada! Allá van cuatro o cinco, pero un cortijo vale..., millones! Y luego está que el Capellán, el Páter Pumariño, tan rico que es, nunca tiene inconvenientes para avalarme!
...
-¡En absoluto; son cosas diferentes! De diversiones falderas..., ¡nada, que me lo prohibió mi suegro! Y de póquer en el Casino..., ¡lo mínimo, sólo para no aburrirme!
...
-¿Que dice de pedirle anticipos a la caja del Cuartel...? ¡Hombre, no, que eso da una imagen..., cuartelera!
...
-¿Que no le llega con la del Páter? Eso de traer firmas ajenas me ofende...; ¡mucho! ¿Firmas, yo, que rajé el mapa de España, de par de Aranda, por el Ebro abajo? ¡No me hagas reír!
...
-¿Pero qué dices de una Declaración de Bienes? ¡Los militares no declaramos nada, ni la guerra, que nos las dan iniciadas!
...
-¡Si que vive la madre de ella! ¡Pero eso da igual: es hija única! Si estuviésemos, por poner un ejemplo, en la Coruña, andarían diez Bancos detrás de mi... Pero tengo que continuar aquí, en esta maldita África; por puro patriotismo, ¿sabes? Abonos, esos baremos de la escala...; en definitiva, honores, que lo demás no me interesa!
...
-¡Claro que seguiré aquí, por todo el plazo de este crédito, naturalmente! De pedir traslado, nada, en absoluto, que aquí estamos la flor, la flor y la nata del Glorioso, del Invicto. Si acaso, con alguna ausencia..., para hacer cursos! A ti, como civil, te llega con ponerte firme cando se honra la bandera!
...
-¡Ah, sí, claro; hiciste las Milicias…! Entonces, acuérdate: ¡Si bis pacen..., para bellum! Ahora, con las ayudas del Tío Sam, los estudios militares tienen un mayor estímulo, otra complejidad, que por eso hacemos los cursos; con dietas, por supuesto, que eso refuerza nuestra solvencia!
...
-¿Hablas de esa interacción hispano-marroquí? ¡No sé qué decirte, que yo, de eso de la política, paso! La política es una vanidad; o mejor dicho, una vacuidad, que en España la tenemos superada gracias a ese político ingente, que lo es el Caudillo! ¡Si no fuese porque es gallego, llegaría a Emperador...!
En cuanto a estos incordiantes, esos guatanes...; nada, cuatro petardos festeros, de simples desocupados! Cuando Marruecos, un Marruecos coronado, les vaya metiendo en cintura, desaparecerán paulatinamente esas algaradas del Istiqlal. Nosotros, aquí, ¡un Territorio de soberanía!, no tenemos que hacer nada; ¡nada, en absoluto! Aquí, por no haber, ni hay rojos, que se exige el Certificado de antecedentes Penales! Yo lo dijo César, que cuando hay paz, Quieta, non movere!
...
Comandante T.
-La voz de ese Camarada me resulta familiar. Todo un caballero español: ¡Si llega a ser civil andaría con la pajarita al cuello!
Intelectual
-¡Nosotros nunca lo dudamos! Por eso, habida cuenta de la presencia de aquellos caballeros tan caballerosos, no extremamos las precauciones para organizar nuestro famoso ataque…
Si hubiese golpes, si hubiese zorros con mando en plaza, nuestro golpe, nuestro ataque, hubiese sido..., más zorrero!
Comandante P.
         -Bien; puesto que acabaste con esta farsa de las cintas…, ¡a redactar el Informe! ¡Ar!
Intelectual
      -¡Casi, casi! Mas, para que la muestra sea representativa de los diversos afanes y de los diversos estamentos y clases, en aquel Ifni inefable, voy a meter una de aquellos Suboficiales tan…, ¡colonizadores! ¡Y con esta cierro la sesión; prometido!
El que habla ahora se expresa en un gallego muy cerrado:
         …
        -¡Si, soy galego! ¿Se me nota en los falares? De ascendencia, labrega! Si, por mi desgracia, como dijo el señor Marcos, aquel de la Portela…
          …
        -Casado, también. Le soy de Lugo, rayando con Coruña…; y mi mujer también raya…, ¡pero con Pontevedra!
          …
         -Sólo tenemos una hija, cosa que aquí es pecado, que me lo dijo el Pater, que las familias numerosas reciben, de seguida, un premio…, ¡por su patriotismo!
          …
         -¡Pues así le llaman! Pero en Madrid le dicen patriotismo de Kamasutra, Eso se paga, o por mejor decir, se cobra, ¡con un pabellón de F. N.! ¡Igual que decir, “Fuerzas Navales”… Y mientras, nosotros, los pecadores, tenemos que vivir en casas morunas, de adobes…
          ...
       -Santos no le somos, iso no, que ya se lo dije! Pero mi mujer, que la trajo para Ifni su cuñado, el Sargento Bouzoá, ¡y por eso la llaman Operación Cuñada!, le tiene otras virtudes, que le es tan ahorradora como yo mismo! Así que..., pensamos como uno solo, y comemos como uno solo, pero como uno solo no fornica...; ¡pues eso, que no tenemos pabellón! La nuestra cativa viene comiendo, aproximadamente, lo que yo ahorro de comida cuando me quedo en el cuartel! ¡Je, jee, jeee!
...
-¡Ah, eso! Es que pocos Suboficiales fuman, y menos en pipa! No bebemos, ni jugamos, ni andamos de guilindrainas detrás de las mujeras, mercándoles joyas. Joyas, alfaias, bixús... ¡Todo iso ya lo son ellas! Los Oficiales nos dan mala fama, sona de aprovechados, pero bien que se aprovechan ellos de nosotros, que les hacemos todo el trabajo, mayormente los sucios!
-¿Qué por qué me quedé en el Ejército? ¡Ay, de eso, mi señor, antes que vivir de un tercio, repartido entre todas las legítimas, es mejor venirse para África, al Tercio! Cierto es que mi mujer era morgada, que por eso no me quiso hasta que me vio con los galones de sargento!
-Allí, no meu lugarciño, la escuela caía lejos, y en el invierno tenía que atrouchar la nieve del monte hasta el cabezal de la parroquia. En primavera los caminos estaban enlamados. Y después venía el verano, que siempre llega, ¡igual que le pasa al San Martiño!, así que, daquella, con los trabajos de la huerta, el lameiro, la seara…, ¡ni cogíamos el pizarrín! En otoño, aquellos Maestros, ¡los pocos que había, que casi todos fueron depurados por Franco, no daban llegado…, ¡mientras tuviesen playa! Por si fuese poco, cuando se cansaba el Maestro de hacer escuela, vacaba, hacía punto, ¡sin previo aviso! Los Maestros estudiaban en la Normal, que por eso se consideraba normal todo lo que hacían y todo lo que decían.
-Sí, claro; es verdad, que los minorazos también salimos adelante; ¡pero fue gracias a la Guerra de España! Cuanto más brutos, mejor se nos daba hacerla… Yo tuve la suerte de que sabía matar el cerdo, y eso me fue útil…, ¡para entrar a la bayoneta! Me salvó mi ignorancia de esa andrómena de la trayectoria parabólica de las balas, cosa que tanto acobardaba a los Bachilleres, que se emperraban en entenderla!
Decían de mi que era un jabato; y entonces el Capitán azuzaba: Tira pa delante, jabato, que tu y yo tenemos que subir a la cumbre, avanzando por estas vaguadas, que de paso les arrincamos el drapeau a esos milicianos…! ¿No hueles su pernod…?
¡Quién me iba a decir que en Ifni volveríamos a tener a los franchutes enfrente, en esa frontera! Esos condenados hasta les enseñaron a hablar francés a los moros… ¡No se puede con los gabachos!
-¿Que por qué no pongo todos los huevos en el mismo cesto, en una sola cuenta, en la de este Banco? Verá: Lo aprendí de mi madre, una vez que tropezó con una piedra yendo a la feria. Como dicen allí: Por un lado, ¿qué quiere saber? Y por el otro, ¿Que quiere que le diga? Si no vengo por aquí, a su Banco, todos los meses de Dios, es porque me da vergüenza eso de que ustedes me llamen imponente tan a menudo! ¡Si, si, que aquí lo pone, en estos impresos de ingresar en la libreta! Entre aquello de jabato, y esto de imponente…, ¡ya me parece una burla!
-No, no se ponga así por tan poco, que le hablo en serio: La que está imponente es mi mujer, que ella ingresa en Correos, en la Caja Postal, un mes si y otro también, ¡a su nombre! De esta forma, con estas precauciones, aunque alguien nos vea una de las cartillas, no pensarán que me aprovecho de la cocina del Cuartel; o que mi mujer nos tiene racionados, que la gente, para lo malo…! Dijo una vez mi Capitán que la mujer del César tiene la obligación de ser honrada…, sin dejar de parecerlo! ¿Dios, quien le mandaría a mi padrino ponerme César?
-Después vienen las Coloniales, y entonces vaciamos las Cartillas, las que llevamos de aquí, las dos, en otra de la Postal, que la tenemos en los bajos de una de las casas de mi mujer… Pero lo hacemos después de mercar las leiras, y de plantar los pinos…, ¡para que nadie nos tenga por ricos! Así no les ocasionamos envidia, que es lo que más encarece las fincas! Como ve, si Dios quiere que estos mouros do carallo vayan teniendo aguante, aquí nos haremos ricos, si cuadra casi tanto como el señor Coronel!
-Mi mujer cose, ¿lo sabía?, así que, cuando precisen ropa… Ella cose más bien para las señoras de los Jefes, pero en secreto! De esta manera ellas estrenan en el Casino…, modelitos de París! ¿Qué le parece? ¡Es de coña! Yo preferiría clientas civiles, que las militaras tienen poca memoria para eso de los pagos; ¡como todas son de marquesa para arriba…! Pues eso, que no les dan importancia a nuestras facturas!
-¿Me pregunta que cómo es que no me aburren los sirocos? Señor, a quien tenga cavado, entolado, queimado, extendida la ceniza de diez fanegas de monte, ¡al año!, que no le vengan con esas mariconadas del siroco. ¡Ese es un problema de las marquesas, de esas que vinieron al Territorio para poner su marca!
-¿Ya me apuntaron en los libros del Banco? Entonces me voy, que vuelvo a entrar de cocina, pero no espere más cuartos hasta dentro de ocho o de diez semanas, ¡que ya se lo expliqué! Mire lo que son las cosas, que dicen que la Historia se repite: Aquellos de Burgos, en la del Treinta y seis, iban a su catedral y rezaban para que durase la guerra…! Pues aquí va ser cosa de rezarle a su Alá para que nos aguanten, por lo menos hasta llenar la última hoja de nuestras Cartillas! ¡In cha al-lah!
Comandante P., que se levanta colérico, dirigiéndose al Intelectual:
Ya está bien de trapos sucios y de enseñar nuestro culo, así que, morangos del nabo, tocadme el ídem, que va siendo hora de ponerse a las abluciones! Si tenéis algo que concluir, ponedlo a refundir, que yo no aturo más espionajes; ni espionajes ni dilaciones procesales!
Se abate en la Mesa, dando trompazos con los codos, enojado, y con eso, empieza a caer el paño, como siempre, lentamente.
.../...

Xosé María Gómez Vilabella

Pasa a

IFNADA -V-

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