Por esixencias do tema
pásome ao castelán.
IFNADA
Aquí estoy, que para aquí me mandaron,
¡de bancario!
Aquí estoy, dispuesto a ver y a oír,
¡pero no a callar!
Aquí estoy, tía Agar,
que me dijeron que este Territorio,
¡es una provincia hispana!
Creo que era, creo que fue,
más bien,
una provincia prosaica, pues de poesía,
¡nada!
Por consiguiente, una…,
¡IFNADA!
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CITAS DEL CORÁN
2, 186/190 Combatid en el camino
de Dios a quienes os combatan, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los
agresores.
2, 187/191 ¡Matadlos donde los
encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron! ... Si os combaten, matadlos;
ésa es la recompensa de los infieles.
2, 212/216 Se os prescribe el
combate, aunque os sea odioso.
2, 215/218 Quienes creen, quienes
emigran y combaten en la senda de Dios, ésos pueden esperar la misericordia de
Dios, pues Dios es indulgente, misericordioso.
3, 13/15 Quienes sean piadosos
tendrán junto a su Señor jardines en que corren los ríos; en ellos vivirán
eternamente, teniendo esposas puras y la satisfacción de Dios.
3, 27/28 Los creyentes no tomarán
por amigos a los infieles, prescindiendo de los creyentes. Quienes hagan eso,
no tendrán nada procedente de Dios. Dios os advierte acerca de Él. Hacia Dios
conduce el Porvenir.
3, 163/169 No tengáis por muertos
a quienes fueron matados en la senda de Dios. ¡No! Están vivos junto a su
Señor, están alimentados.
4, 73/71 ¡Oh, los que creéis!
¡Poneos en guardia! Lanzaos contra nuestros enemigos por grupos o en bloque.
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¿Por qué Ifnada?
Porque es digno, justo y bueno,
útil para la posteridad, hacer testamento de los hechos históricos en los que
nos cupo participar; y después de informados, una vez testados guardarlos en el
baúl de la Historia, pero siempre con respeto y con la máxima solemnidad, por
dramáticos y por viles que fuesen.
En este caso concreto he sido, me
correspondió ser, testigo de excepción; quiero decir, civil, y por ende,
imparcial, sin responsabilidades de importancia en el caso; salvo, acaso,
aquella autodefensa, aquello del Somatén...!
Con estas circunstancias, y en
ellas, en este relevo de la antorcha, en este renuevo generacional, les evito a
mis herederos culturales, o pretendo hacerlo, sean rumís o no, molestias
y desvíos interpretativos. Me estoy refiriendo a los estudiosos de la Historia,
pues los otros, principalmente los pasotas..., esos optan por aquello
de, ¡Chámame Xan, pero dame pan! (1)
El follón de Ifni, aquel
rife-rafe, casi rifeño, comparativamente, circunstancialmente, y también con el
Jefe en Babia, ¿fue una epopeya galaica, otra, otra más? ¡Claro que lo
fue, y a demostrarlo voy!
. Gallego de nacimiento, sólo de
nacimiento, que no de paciencia, aquel Franco, que no lo era tanto, ¡don
Teódulo!
. Gallego absoluto, quiere
decirse, enxebre, y por ende, genuino, ¡ese sí!, Gómez-Zamalloa. Un
laureado, pero sólo por una vez, cando Zamalloa merecía dos, ¡o tres!, porque,
a fuer de gallego, fue capaz de entender a su paisano, a Su Excelencia, a don
Francisco, Paulino, Hermenegildo, Teódulo, Franco Bahamonde. ¡De entenderle, y
de desobedecerle, al mismo tiempo! Todo eso sin salirse del caqui, que ya es
mérito! ¿Mérito, ascendiente, valentía...?
Con aquel acatamiento desobediente,
con aquellos regateos tan galaicos, con aquel sí pero
no, Zamalloa le evitó a España millares de muertos, potenciales o
ciertos, en la última de las guerras magrebíes, que en cuanto a la Marcha
Verde, lo del Sáhara… eso fue circense, una juerga de carnaval, una exaltación
de la imaginación alauita...!
En la del Rif, julio del año 21,
y con menos motivo ya que, entre otras carencias, los de Abdelkrim no tenían
metralletas, pero con eso y todo se fueron con Alá, asilvestrados, en aquel
desastre, 15.000 españoles, ¡que si llegan a tener que enterrarlos...! El follón
de Ifni de no ser por Zamalloa, antítesis de su colega, aquel General
Silvestre, el del Rif, pudo tener un precio similar!
Pero volviendo al caso:
Gallegos la mayoría de los mandos
militares en A.O.E.
Gallego el primero de nuestros
caídos, el primero de nuestros heridos, ¡mortal! En Sidi Ifni, en aquellas
vísperas siniestras, en aquellas tinieblas del 23.11.57: un soldadito de
Bolaño, Castroverde, (Lugo).
Gallego también, ¡a mucha honra!,
bancario y somatén en Ifni, este servidor, que lo es este que lo cuenta, este
que os lo certifica, de primera mano, con la autoridad que le imprime el haber
actuado, y padecido, por activa y por pasiva, aquellos avatares, que va a
levantar el telón, una vez más, (2), y acaso con más objetividad y con menos
acritud de la que se merece aquel Caso, aquella Epopeya, que no en vano
pasó/pasé diez años, ¡diez!, de mi mocedad, antes de la guerra, en la guerra y
después de la guerra, en aquella A.O.E. …, ¡güisquera! ¡Si, si, güisquera! ¿Qué
más da güisquera que chispera, chispera que achispada? ¡África Occidental
Española, para los no iniciados! En definitiva, espiando los dos flujos más
importantes, el sanguíneo (la sangre de unos mozos paridos para el silencio de
una muerte ignominiosa y estéril, encubierta por una prensa silenciada, parda,
séase, sumisa al Pardo). Y luego el flujo monetario, riadas de billetes en
cientos de cajas de pino, procedentes de Las Palmas, que el menda transportó
desde el aeropuerto, por años, él solito, y con la pistola montada, en el
asiento de al lado. Eso sin contar los cohetes fabricados, pagados, en otras
latitudes y en otras esferas.
¿Hará falta glosar con más
detalle este cúmulo de estupideces emanadas de un endiosamiento absurdo,
egocéntrico, imperialista?
En cuanto a la forma: Epopeya,
según los diccionarios en uso, es un “Poema narrativo extenso, de elevado
estilo, acción grande y pública, personajes heroicos de suma importancia, en el
que interviene lo sobrenatural y/o lo maravilloso”.
Como ves, holgado y valiente
lector que te atreves con este rollo de la IFNADA, la poesía está en los
hechos, fifty-fifty heroico – picarescos, y no sólo en las palabras, que
tan sublimes fueron, aquellos, los hechos, aparte de estériles, que estupidez
sería, aunque me saliese en verso, forzar la consonante en detrimento de la
verdad sobrancera, ¡y por ende, inmutable!
¿Escarmentaremos, o seguiremos de
Quijotes, siempre desprevenidos, pródigos en fantochadas, soñando y cultivando
imperialismos, glorias trasnochadas? Cinco siglos, ¡cinco!, consecutivos,
colonizando, mestizando…, y eso sólo nos sirvió para aprender que la buena
civilización es, consiste en, enseñar a convivir; y de paso, exportar
mercancías, palabras e ideas, ¡que es lo único perdurable, lo único rentable!
Por cierto, cualquier cosa por la que quieran preguntar en el Marruecos actual,
Ifni incluido, ¡háganlo en francés! ¡Merci! ¡Il n´y a pas de quoi!
¿Para quién?
Primordialmente para mi hija Estela, (Stella Maris), engendrada en
Ifni y parida en Lugo, que muchas historias africanistas, ifneñas, de aquel es
Siba, de aquel Territorio tan bravo, tan…, residual, me lleva aguantado,
así que quise hacerle este resumen testamentario para que le quede una herencia
definitiva, sintética y clara, lo más posible, de aquel país que no llegó a ser
el suyo, por un simple traslado de su padre!
¿Por qué, Señor; por qué les
hicimos aquella galantería, tan rotunda y gratuita, sin firmar, ¡qué menos!, un
Protocolo mínimo, compensatorio, satisfactorio, que reconociese, que
conservase, alguno de los derechos históricos de España, singularmente los
marítimos, tal que aquella pesquería, tan nuestra, tan comentada y tan
documentada, a la que llamaron, unos y otros, Santa Cruz de la Mar Pequeña?
Aquí tienes la épica, ¿o tendría
que decir, comedia?, por si te sirve de algo esta experiencia, este trayecto
bochornoso, -de Cavite a Cuba, de Cuba a Annual, y del Annual a Ifni-, estas
memorias, esta formación…, ¿o tendría que decir, deformación?, de tu padre,
Xosé María.
IFNI Del libro Conversaciones Privadas con Franco,
de Franco Salgado-Araujo, pag. 386 de la 1ª edición, hablando de Ifni: “En el
Tratado de Paz con Marruecos, después de la campaña 1860-61 se dice que el
Sultán reconoce a la costa occidental de aquella nación una franja de terreno
en la que pudimos instalar una factoría pesquera, considerándola de soberanía
española. Esta zona se tituló, desde entonces, Santa Cruz de Mar Pequeña”.
Importa conocer que el enclave de
Ifni tenía 70 kilómetros de costa rectilínea, con un mar bravío, ¡de siete
olas!
IFNADA. Palabra compuesta de los afijos IF + NADA.
IF fue la matrícula de los coches de esta provincia, que desde el año 1958
hacía el número 51 de las de España; hasta 1969!
Para entender el sufijo, NADA: O se lee esta epopeya, o se hace
una excursión por la pista P-8, Safi – Agadir – Tiznit. Y desde Tiznit, por la
P-30, hasta Goulimine, de donde parte la 7129, de 57 kilómetros, que lleva a la
ciudad de Sidi Ifni, ¡a lo que resta de su esplendor! Al Sur de Goulimine es
zona militar, ¡con acceso prohibido desde 1976!
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“Consciente de mi
responsabilidad ante Dios y ante la Historia…” -Declaración solemne de
Franco en la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento.
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“Y gritarán: ¡Oh, Malik! ¡Termine
tu Señor con nosotros! Responderá: Vosotros permaneceréis aquí”. Alcorán. Aleya
77, de la Azora 43.
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Puesta en escena
Clío, la diosa de la Historia
Sala: TRIBUNAL DE LA HISTORIA (3)
Preside: Doña Historia
Acusados:
Francisco Franco Bahamonde, ¡con h intercalada!,
Caudillo de las Españas, ¡por la
gracia de Dios!
De la otra parte, el Malik, el
Rey,
Sidi Mohamed V, Sultán Marroquí
Acusan:
Acusación pública española: Un
Contribuyente.
Por la marroquí: Un Comisario del
Ejército de Liberación.
Acusación privada española:
Soldado X, muerto en acto de servicio.
Por la marroquí: Un Aguador, un
tal Mohamed, alias El Gallina.
Defienden:
Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce.
Si Allal el Fassi
Alguacil
del Tribunal de la Historia: El Cabo Moreno, ¡entonces más
negro que moreno!, que fue Cartero del Simancas, cuerpo expedicionario astur,
¡cronista de excepción, ya que bien excepcional fue aquel follón! Otro
forzado, otro inocente…, que se pasó la mili en desplazamientos
cotidianos, de la ciudad al campo, y del campo a la ciudad, ¡rodeado de
alacranes!
Jurado mixto
Representan
a España:
Un funcionario de la Tesorería
del AOE.
Un comandante de la Policía
Indígena.
Un comandante del Grupo de
Tiradores de Ifni.
Una profesora de Enseñanza Primaria.
Un empleado de Banca.
El farero de Sidi Ifni.
Representan
a los Magrebíes:
Un descendiente del Chej Ma el
Ainín.
Un empleado de Alí Ben Boaida.
Un desertor del Grupo de Policía.
Un desertor del Grupo de
Tiradores.
La mora Fatima, enfermera.
El moro Fadel, un destacado
intelectual ifneño.
Actas: Por cuadriplicado, a un solo efecto: En gallego, en castellano, en
chelja, y también en francés.
En la Sala: Puertas abiertas, tanto las interiores como las exteriores.
Traducción: Simultánea.
Taquígrafos – Secretarios: Uno por cada idioma.
SENTENCIA: Se supone que el Juicio no
remate hasta que concuerden los doce miembros del Jurado, lo que entraña una
dificultad especial, adicional, ¡que son pares!, y, además de eso,
coprotagonistas en esta epopeya del Territorio.
Maqueta escénica: Esta obra se concibió para ser leída, o representada, por
su extensión, con aparatos de lectura a distancia.
Tres actos o sesiones:
1º Acusadores y Defensores
2º Deliberaciones del Jurado
3º Sentencia
Escenificación:
Paño de fondo azul – celeste,
tachonado de luceros. Alfombra moruna, de nudo, tejida a mano. En los
laterales: A la derecha del espectador, un retrato de Franco; en pie, vestido
de Capitán General. A la izquierda, Mohamed V; con chilaba y tarbus blancos, calzando
babuchas, blancas o crema. Los retratos se orlan con las banderas respectivas.
Suenan unos compases de los
himnos; y mientras, se alza el telón.
Después entra Doña Historia,
una Señora muy aseñorada, una Matrona de cierta prestancia, con una palla
espléndida, de lino crudo. Se tapa la boca, hasta los ojos, con un velo de
gasa, color fucsia, finísima y transparente, que deja al cuello, también con
solemnidad; despacio, como si fuese una estola.
Dos Gastadores de la Guardia
Mora de Franco hacen un retén en las puertas del foro.
La iluminación tenue, baja pero
cálida; el ambiente cargado, brumoso, atafagado…; ¡se supone que oliendo a
pólvora!
ACTO I
Escena 1ª
Suenan unas trompetas, fuertes, vibrantes,
marciales..., ¡que ni las del Apocalipsis!
Dos
Cabos, dos Gastadores, inclinan, o rinden, sus lanzas, pregonando a coro desde
que se extingue el eco de las trompetas:
Gastadores
-¡Tribunal de la Historia!
¡Audiencia Pública Hispano – marroquí!
Dan unos
taconazos fuertes, de botas herradas, a estilo prusiano; después de eso, hacen
mutis por el foro.
Seguidamente
entra Doña Historia, escoltada por sus Secretarios. Permanecerá en pie, y no hablará hasta que
termine de retirar, de acomodar, lentamente, solemnemente, aquel velo de tul
ilusión, que le cubría parcialmente la cara.
Historia, con voz mayestática, imperativa:
-Silencio y gravedad en la Sala,
que estamos en un Tribunal, en el más Alto, en el Supremo, en el de la Historia! Si alguien no toma en serio
este Auto de Fe, de Fe Histórica, esta tragedia, más que
griega, oceánica, que se vaya a las tinieblas de la incultura! ¡Queridos Historiadores,
señores Escribanos, escríbase y cúmplase!
Cambia de
tono; ahora, con voz más cálida, explicativa, casi maternal:
-Hijos míos, fieles estudiosos de
la Historia, esta Retrocesión de Ifni a Marruecos, que así le llamaron
en España, eufemísticamente, para evitarse la vergüenza de pronunciar, tal y
como suena, tal y como fue, aquella derrota, aquella pérdida, prematura e
imprevisible, de su Territorio de Soberanía, costó muchas vidas. Menos
que el desastre de Annual de 1921, pero muchas; las que están en las
estadísticas y los desconocidos. Con la agravante de que no fue por
inexperiencia española, ¡eso no! Aquellos muertos, ¡cientos!, inmolados en un
cascajo, en una paramera, merecen el más solemne, el más profundo de los
respetos. ¡Dije, y dicho queda, por ante mí, en la propia Historia!
Por si esto fuese poco, tenemos
el, ¿soterramiento, evaporación?, de miles de millones de pesetas,
escamoteadas, ¡como de costumbre, claro!, al Contribuyente español;
malversación de la que la Historia se lava las manos ya que no tuvo arte
ni parte, ni control del gasto, pues aquellas cifras, totales y reales,
disfrazadas y/o distribuidas entre la Presidencia y los Ministerios, nunca
totalizadas fueron; y publicadas, aún menos, ¡que ni pasaron por el Tribunal de
Cuentas Públicas!
Yo, Historia Contemporánea,
y por ende, documentada, tengo la obligación de ser neutral, así que no puedo
encubrir, ni omitir, aquellas pesetitas... ¿Pesetitas? ¡Duros! Tan sudados que,
muchos de ellos procedían de la enésima emigración española... Con el sudor,
con las lágrimas, ya que fueron coincidentes con la postración de su posguerra,
y para más inri, según afirma el propio Querellante, hoy están derretidas; tan
olvidadas como sus propios huesos ya que Hassán II, ¡que Alá lo tenga por
allá!, al desviar la carretera Agadir-Tiznit-Gulimín-Tan Tan por tierras del
interior, de real intención y de hecho histórico condenó la hermosa ciudad del
Sidi, del Señor Ifni, a ser
cubierta, paulatinamente, por las arenas de su chergui, para los
españoles, siroco, que así le llaman en África al viento del Este. Seguro que
fue, que lo hizo, para soterrar los restos de la Colonia española, y con ella,
su propia Historia, que bien que lo chafa, voto a Tal! Pero, de todo
esto, nada más; de momento..., para no prejuzgar el pertinente Juicio!
Sin embargo, debo hacerles una
advertencia preliminar: Aunque siempre se dijo que la Historia la escriben los
vencedores, como se trata, aquí, en este caso, de una litis promovida
por un Afilador ourensano, el idioma oficial no será el árabe - chelja, sino el
gallego, sin perjuicio, por supuesto, de reconocer la cooficialidad del
castellano, además del francés, como ya es usual en los Juicios
Internacionales!
Por otra parte, este Afilador, en
su modestia, ¡galaica, por supuesto!, presentó la Querella a que se
refieren estos Autos bajo el lema,
IF-NADA
que yo le respeto, ¡a pesar de
que hiede! Con la consiguiente reserva legal de que el señor Querellante se
dará a conocer, si prospera esta litis, seguidamente, ¡en su momento!
Por mi parte le doy mi, ADMÍTASE,
más explícito y más rotundo al dictarse este
AUTO DE PROCESAMIENTO
El Querellante invoca, como corpus
iure, en esta yihad, en esta Guerra Santa, toda la jurisprudencia
de ámbito español, marroquí y/o internacional, que sea aplicable en estos
casos, para que, como mejor proceda en Derecho, se esclarezcan, y definan, los
siguientes principios, que estima conculcados:
1º Derecho del señor Afilador a
ser considerado Descubridor de Ifni, o, por lo menos, Redescubridor, ya que
llegó a primeros del año 1934 de la Era de los Nazarenes, Cristianos,
unos días antes que el Coronel Capaz! No quiere que le pase como a Colón, que
incluso le pisaron el nombre de su Nuevo Mundo, de la Colonia descubierta,
vulgo, Indias Occidentales!
2º Derecho de Ocupación Territorial, que lo cede
a España, generosamente, ab aeterno, ya que alega que cando llegó
al páramo ifneño allí solamente había un ciento de cabileños, ¡cavilando! Sin
que falten malas lenguas que añadan lo de, ¡rascándose! Asociados en una
especie de Cooperativa de Consumo, ¡que de Producción, cero!, a la que llamaban
por el nombre de su tribu principal, ¡Aït
Ba Hamram!
A estos efectos, el señor
Querellante alega, y de paso solicita, que se proclame una Declaración de terra
nullius, de Bled es Siba, séase, Tierra de insumisos,
puesto y supuesto que aquellos cabileños del Amezdog, fuera de la susodicha
Cooperativa de Consumo de Higos Chumbos, y de las cuchilladas, de los gumiazos,
a los vecinos, a los ricos de ese granero (4) de Agadir, y de cuando en
vez, a los caravaneros del Sáhara, carecían de toda organización sociopolítica.
Organización requerida, sine qua non, para que el Derecho
Internacional reconozca toda soberanía y toda independencia. ¡Quiere decirse,
la existencia de pueblo!
Entiende el señor Afilador que las
barrelas, o casas de barro, de adobes, del Amezdog, con sus caciques,
eran cuatro aduares, cuatro imazighen libres, que no le
interesaban a ningún Sultán ya que nada aportaban, ni podían hacerlo, a su
Tesoro; antes bien eran peligrosos para el mismo. Su anarquía superaba, con
mucho, todo precedente galaico, castreños incluidos!
Con estas circunstancias, -arguye
y alega el Querellante-, a estos ifneños de las gumías desmochadas sólo les
quedaba la soberanía de dejarse ocupar por los sorchis del Coronel Capaz;
máxime dada la natural habilidad de aquellos nativos, que así hay que
llamarles, ¡nativos! Simples nativos, pues la protectora, España, aún no los
proclamara Notables; quiere decirse, notables para el mercadeo, ¡vulgo,
contrabando!
3º El ínclito susodicho, este
Afilador, reclama su derecho a participar en las tajadas de Ifni, aunque sólo
sea simbólicamente. Pretende que este derecho retrospectivo sea transferible, mortis
causa, a su parentela, ¡tal y como hizo Colón! Y que, en defecto de una parentela
causahabiente, su legado, ¡un legado histórico!, pase al Gremio de los
Afiladores Ourensáns, ya que el único, fuese mauri o cristiano, que non
muxiu da vaca española, (que no la ordeñó), cito
literalmente, fue el propio Descubridor –Ocupador - Querellante.
4º Alega, pide, que ya que su
cuerpo mortal fue devorado por los chacales cuando huyó de Ifni, que se cacen,
por allí abajo, cien fieras de esas, de las que lo asimilaron, y que las
entierren en otro morabito, lo más cerca posible del Santón Ifni, pues así este
Afilador, con sus restos avecindados en tierra islámica, podrá participar, en
el Día de la Resurrección, de las huríes que le sobren al Sidi Ifni. ¡Por
afinidad, pero también por una proximidad ubicua!
5º Me impetra, por último, que
juzgue al Malik marroquí, a Si Mohamed V, por Ocupación Ilegal y
Traicionera, en el Cincuenta y siete, de un Territorio que el señor Afilador
ganara para su país, para España, tan honrosamente, propiciando y facilitando,
en el Treinta y cuatro, la Ocupación Legal, Subsiguiente y Pacífica de aquellos
soldaditos del Coronel Capaz.
Al mismo tiempo solicita, o más
bien exige, que responda aquí, por ante la Historia, su paisano, su Caudillo,
don Francisco. Que nos explique aquello de la: ¡España, Una, Grande,
Libre!, ya que este Querellante, este Afilador, cumpliendo con su
juramento a la bandera, dio su propia vida, ¡por la Patria!, mientras que todo
un Franco, un Caudillo, teniendo un Lugarteniente del temple de Zamalloa, y
disponiendo de barcos y de aviones, se dejó expoliar la provincia Cincuenta y
una de las Españas Imperiales. ¿O es que nadie se acuerda de que el propio
Dictador, en la solemne Declaración de su Ley de Principios
Fundamentales del Movimiento, dejó sentado, ¡atado!, que
estaba, que era, consciente de su responsabilidad ante Dios
y ante la Historia?
El Querellante considera de
extrema responsabilidad por ante la Historia
que un Territorio redescubierto por un gallego, precisamente por el propio
Afilador, y ocupado por un hombre capaz, ¡capaz de llamarse Capaz!, defendido,
en el 57, nada menos que por otro gallego, ¡un laureado!, fuese retrocedido, gratis
datis, sin compensación alguna, tal que una fuente en Ceuta, o un
lindero en Melilla! Según aduce, esto carece de lógica para los patriotas, y más
aún para los Historiadores, así que se dan indicios de malversación territorial
por el propio Caudillo de las Españas, ¡por el propio Vigía de Occidente!
Después de todo esto, en vista de
que hubo una guerra, valga el ejemplo, por un simple retazo de aquellos Emiratos, el tal Afilador considera que
su Territorio de Ifni merece una revisión histórica.
Es de justicia que pide,
etcétera, etcétera.
Por lo expuesto, la Historia
Contemporánea, de suyo imparcial, y bien documentada, admite a trámite
esta
Querella,
Declarando abierto un Juicio
Público,
¡Histórico!
Ahora pónganse en pie y
procedamos. ¡Que los escribas, escriban; que los españoles despierten de su
sueño imperial; y que los rifeños dejen de rifar, de reñir, que ya no tienen riffáns,
(5), de tiempo ha!
Por culpa
de la bulla que forman los presentes al ponerse en pie, y por causa de algún
silbido que hace la claque, Doña Historia les advierte seriamente:
Historia
-¡Así, no; sin alborotar, pues de
pendencias entre moros y cristianos, que se dicen, ¡quif-quif!, hermanos,
pero sólo por delante de la gente de fuera, ya estuvo bien a lo largo de mi
decurso! Tengan presente que, como Historia que soy, y por ende,
neutral, no quiera Dios dejarme caer en las flaquezas de eses seudo
historiadores, ¡por doctores que sean!, varones o hembras, ya que muchos de
ellos, ¡a las Crónicas me remito!, suelen reconstruir los hechos a medida de su
salario..., ¡que no al de su ideario!
Después
de eso, instruye:
-Descubran eses retratos, pero
con todo respeto, que este juicio se celebrará en rebeldía pues los
acusados, citados que fueron en tiempo y forma, o no quisieron o no pudieron
acudir:
Mohamed V
se excusó diciendo que no da atendido a las huríes,
¡de tantas que le asignaron! Por sus méritos, naturalmente, en el Séptimo, en
ese Edén de los Musulmanes. ¡En el sentido caballeresco de la atención, por
supuesto! Aclaro todo esto porque noto que algún mal pensado ya soltó su
imaginación. ¡Lo que hace no entender de amores platónicos, coránicos; séase,
puros y castos, que no es precisamente una virtud española!
En cuanto al señor Franco,
-Franquito para los íntimos, para los africanistas-, ese lo que es de mujeres...,
desde que padeció en el Protectorado aquella enfermedad voluntaria,
nada de nada, en absoluto! Se quedó en el Estrecho, ¡tan estrecho él!, ahí
abajo, entre España y Marruecos. Según mandó decir, está ocupado en la pesca
del atún, ¡que ahora no tiene quien se los rejunte! Los de la CIA avisaron que
está sentado en Ceuta, posado en las cumbres del Monte Hacho, igual igualito
que aquel día del Convoy, pero vuelto de cara a Melilla, que así mira para la
Roca, de soslayo, ¡a la vez!
Cuando le preguntaron qué estaba
haciendo allí abajo, con aquellas brumas, solamente les dijo: Es que bajé,
me apeé de los luceros donde hago la guardia falangista, perpetua, en purgación
por las que le hice pasar a José Antonio, que no me esforcé por liberarle, pues
incluso me lo querían trocar por aquel hijo de Largo Caballero...! Por eso
estoy aquí, de centinela alerta, que no me fío de mis testamentarios, ¡que ya
no es la primera...!
También le interrogaron, ¡con lo
preguntones que son esos de la CIA! -¿Oiga, Mr., de ese supuesto hijo del
Glaui..., (6), qué? -¿De ese...? Igual, igualito, que los hijos de la Gran
Bretaña..., ¡que son de ellos, muy suyos!
Nadie le entendió, ni los propios
historiadores, que por algo sigue inédita su biografía, ¡la auténtica! Por mi
parte, yo, que soy la propia Historia, ni capisco, pues la
idiosincrasia gallega está por encima de mí...; ¡por encima de la Historia,
que ya es decir!
Declarada
su ausencia definitiva, retiran la gasa que cubre los retratos de los dos
contendientes, Franco y Mohamed V.
Historia
-Recitemos, en este Introito, la
primera aleya de la primera azora, que también es válida para los cristianos.
Así, con todo respeto:
En el
nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso...
Todos
-¡Alabanza a Dios, que es el Señor
de los mundos!
Secretario
de Actas, de las gallegas, en un aparte, para su caletre:
-No sé cómo es que dicen que Dios
es el Señor de los mundos... De todos, lo que se dice de todos, creo que no,
pues aquel Diego García de Herrera ya se proclamaba Señor de la Mar Pequeña,
¡aquella de Berbería! Por parte, nuestro Caudillo
opinaba que el enclave de Ifni, séase, la Mar Pequeña, la Nueva, no sólo era de
España, sino que, a primeros del Cincuenta y ocho, después de aquella
Marimorena, firmó una Ley por la que reclasificaba los Territorios del A.O.E.,
(África Occidental Española), en dos provincias, Ifni y el Sáhara:
Cincuenta y una, y cincuenta y dos, de las de España, según los libros de
Bachillerato; ¡y ahora salen aquí, por ante la Historia, con eso de que Dios es
el Señor de los mundos...! Que el diablo me lleve si entiendo de
propiedades..., ¡a pesar de ser gallego!
Historia
-¡Pueden sentarse! Y procédase a
la lectura del Atestado, que está bien atestado…, ¡por lo que abulta!
Un
Acusador. En este papel, un Contribuyente
español; en adelante, Contribuyente:
-¡Señoría..., yo...!
Historia
-¿Si, señor Acusador? No se
corte, que no soy Inspectora de Hacienda, aunque tengamos un cierto parecido;
digamos que..., ¡metodológico!
Contribuyente
-En ese caso... Mire, Señora,
todo lo ocurrido en Ifni, con Ifni...; ya sabe, con aquella provincia de
nuestra África Occidental..., con la que hacía el número 51..., ¡desde que en
España se levantó la censura todo es público y notorio! Todo, o casi todo, pues
una parte de aquella dilapidación nunca fue a los archivos, ¡y menos al
Militar!
Quiero decirles, desde la
ocupación armada en aquel distante Seis de abril del treinta y cuatro, gesta
del Coronel Capaz, hasta la noche de las metralletas, en aquel Veintitrés de noviembre
del cincuenta y siete...; aquella noche en la que triunfó Zamalloa y fracasó
aquel Coronel, el tal Ben Hammú...; y también en esa guerra absurda, concluida
oficialmente el Veintiuno de abril del cincuenta y ocho pero latente hasta la
mismísima arriada de la bandera española, el Treinta de junio del sesenta y
nueve...
Este servicio tan vil, tan...,
¡humillante!, se lo impuso España, quiere decirse, su Mandamás, a los valientes
legionarios, una fuerza de choque, tan singular, y tan barata, que, de enamorados
de la muerte, prefieren dar la vida antes que protagonizar una retirada
vergonzosa.
Digo esto, Señoría, porque las
páginas del Atestado ya están escritas; escritas, asumidas..., ¡y pagadas!
Fueron rubricadas con la sangre de los mejores, en aquellas vanguardias...;
¡por ambos bandos!
Por estas circunstancias, si esto
le place, por nuestra parte estimamos conclusa la Instrucción de este Sumario.
¿Señoría, qué le parece si
abreviamos el Atestado..., para que salga más barato este pleito, que bastante
dilapidamos allá, en Ifni, con esa criatura mostrenca que tan débil resultó? No
será cosa de encarecer la peripecia con este rollo macabeo, con esto de la IFNADA.
¿O sí? ¡Digo yo!
Historia
-Admítase, y sea obviado ese
trámite procesal. De paso, invitemos a los Defensores para que formulen
las alegaciones pertinentes. Ya puede intervenir el Excelentísimo Sr. D.
Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce. En cuanto a su reseña biográfica, a su
Acreditación que también se dice, se la encomendamos al Secretario de Lengua
Gallega, esperando que lo haga en conciso, séase, sin circunloquios ni
trasacuerdos, tan propios de los galaicos. ¡Procedan en consecuencia!
Secretario
-Sí, Señora, procedo! Este
caballero tan..., caballeroso, ¡este militar sin tacha!, nació en Coruña..., y
se casó en Monforte! Se vino al caliente, al Cielo, en septiembre del setenta y
tres, horripilado por la Retrocesión de su amado Ifni, aunque hubo quien dijo
que se pasó al Alén para huir de las humedades...; ¡quiero decir, de las
externas!
En Coruña tiene una rúa
algo costeña, pero rúa, ¡apta para ruar! Le fue dedicada por sus
méritos, por sus servicios castrenses. Sin embargo, por su bonhomía merece algo
más, tal que una estatua en el Cantón herculino, y otra en Monforte, en la
villa de su mujer.
Nunca atacó con rencor sino por
obediencia debida, que de eso dan fe cuantos le conocieron, que aún quedan
testigos que lo apreciaron a lo largo de su vida; ¡y creo que alguno de ellos
no andará lejos de esta Sala!
Aquí defenderá a su Franco, con
nobleza y con valentía, que de siempre fueron sus mejores armas; pero ello no
obsta para que tuviese discusiones con su Caudillo, con la inmunidad...,
¡relativa!, que le daba su condición de laureado, que si no, entonces...;
¡entonces te quiero un cuento! ¡Fuertes, si señores! Hasta el punto de que, en
una ocasión, ¡histórica!, Franco le mandó un recado, nada menos que por el
General Alcubilla, Jefe del Alto Estado Mayor, que allá se fue, de noche, en el
primero de los cuatrimotores que aterrizaron en Ifni..., para conminarle que no
hiciese la machada de traspasar la frontera española apuntando a Rabat
con aquellas Columnas que tan obedientes le eran. ¡Al contrario de lo que le
pasó a Silvestre en la Comandancia de Melilla! Zamalloa alegó, por toda
respuesta, que la O.N .U. tenía reconocido que en estos supuestos de ataques
alevosos es lícito el barud, el combate, traspasar las fronteras para
demoler las bases desde las que se lanzó la ofensiva...
Este laureado aún era de los de
la máxima medieval..., ¡obedecer, pero no cumplir!, mas, en este caso,
conocido el sometimiento, los remordimientos africanistas de su Caudillo..., se
acordó de Azaña..., ¡sí, del propio Azaña!: Estará ciego de soberbia aquel
que no admita que los moros influyen en España mucho más que los españoles en
su Protectorado... Entonces, ante la imperdible, ¡caput!
En un
aparte:
-¡Que menos!
Y siguió,
subrayando las palabras clave:
-El caso es que aquella
eminencia, aquella razón sin razón de don Paco, le dijo que nones. ¡Nones, y
punto! Para más inri, lo hizo por boca del General Alcubilla..., ¡que
así quedó acubillada nuestra derrota! Pero no fue cosa exclusivamente
personal de don Teódulo... (¡Oh Tío Sam, mi querido tío Sam: eres un
métome-en-todo!)
Pero volvamos al Atestado...,
¡antes de que lo vacíe la CIA! ¿Que aquí don Mariano, este ilustre, estuvo con
Franco en el Treinta y seis? ¡Igual, igualito que la mayoría de los
africanistas! Pero eso es de otra Sala de este Tribunal; ¿no lo es? ¿Que fue a
la División Azul? ¡Naturalmente que sí, en su natural guerrero!
Don Mariano hacía lo que le
enseñaron a hacer: ¡perseguir enemigos! Mejor dicho, ¡hostes! Atacaba
los objetivos señalados por sus superiores de la cadena orgánica de mando,
¡pero nunca ad líbitum! Y luego, que nunca hubo un comunista más
comunista que el propio Zamalloa. ¿Es, o no es comunismo invitar a whisky,
habitualmente, en toda ocasión propicia, a los soldados rasos, y pagar sus
rondas, de contado? ¡En él, eso era lo habitual! ¿Cuándo hubo otro semejante?
¡Ni el Gran Capitán llegó a tanto...!
Que en el fondo, en el fondo pero
también en la crema, era un hombre bueno, pacífico, se constata con sólo
saber que crió un hijo para fraile, y que tanto su nuera como su nieta se
llamaban Paz. ¡Eso, Paz, que ya es casualidad! ¡El Dios que lo hizo! Siempre
con una vida de hogar...; y en lo profesional sufría visiblemente por el más
desconocido de sus soldados, así que hacía las guerras que le mandaban hacer,
¡por acatamiento debido!, obedeciendo y sufriendo con su Cruz a cuestas, ¡con
su Laureada!
Zamalloa tiene por costumbre
tutear a todo dios; ¡e incluso a Dios! ¡Menos a Franco, por supuesto! ¡Dios lo
librase...! También me dijo, ahí fuera, en ese Atrio Celestial, hace un
instante, que no piensa cambiar, ni aquí ni ahora, que él no se apoca ni ante
del moro Mussa, para cuanto más con este fantoche, con el Fassi!
Dirigiéndose
a Zamalloa, que volviera a entrar en la Sala pues Zamalloa no es de los que
hurtan la cara:
-Mi General, aquí tiene a su
paisano, este Egregio, el de la baraka, sometido, ¡por fin!, a la
Historia.
Dirige la
vista al cuadro de pared, un retrato de Franco:
-¡Pero qué bajo cayó, don
Francisco; talmente por debajo de la Historia, que le cogió la palabra
por la Querella de un simple Afilador! Como ya no se puede valer por sí
mismo...; ¡ni puede, ni quiere!, tendrá que defenderle su fiel Zamalloa, de
nuevo, en los embrollos de Ifni..., como hizo, en aquel entonces, en el propio
Territorio, en el de Santa Cruz... ¿No se acuerda? Sí, señor, sí; cuando le
zurció, en un zurcido de viejos mosquetones, salvados de la chatarra por su
mezquindad... ¿Por la suya, o por la de aquel que afilaba el lápiz
personalmente, para mejor aprovecharlo? ¡Ya sabe, aquel Carrero Blanco! Tendrá
que zurcirle los errores políticos de sus infalibles Gobiernos, de los que tan
orgulloso se sentía usted... ¡Si, usted, el Gran Señor de la Baraka, de
la baraka lahufik! (8)
Después
de una breve pausa, de un simple respiro:
-Mi General, lo bueno del asunto
es que queda constancia de todo esto en Acta del Proveído por la Excelentísima
Historia! Dios se lo pague, mi General, y también mi Caudillo, nuestro Cid,
por..., ¡por enseñarle a España tantas experiencias, aunque usted quizás no
tenga la culpa, exclusivamente, de que resultasen estériles!
Zamalloa le da la mano al Secretario, agradecido, y después, carraspeando, gruñón:
-¡Whisky, whisky para todos; y
también para mí, sin hielo! ¡Solo; en vaso grande...! De agua, ni un sorbo, que
ya sabéis que procedo de Coruña... Rapaz, este vasito que me traes es
del té, de atai! ¡No, de ese no, que prefiero etiqueta negra! ¡Camarero,
sobre la marcha: coge aire y saca el pecho, que por algo eres gallego!
Apura el
whisky; lo saborea con deleite, y después de eso continúa con su talante de
costumbre, mandón y retranquero:
-¡Esto se bebe así, a tragos! En
la vida todo va a tragos, ¡que los sorbitos son para los pollitos! Yo llevo
muchos, muchos tragos, que incluso enviudé de joven... Por si tuviese poco
cáliz, me vino este Contencioso con Marruecos..., ¡de viejo! Tres guerras no
hay gallego que las ature; ¡si aún fuesen tres pleitos...! Tres pleitos, sí,
pero este es de Mayor Cuantía, ¡en el propio Tribunal de la Historia!
Se dirige
a la Presidencia, también carraspeando:
-A modo de preparación, como
hacen los artilleros, alego, aquí por ante la Historia, y
previamente, contradicción e incongruencia en el montaje de este Proceso. Aquí
hay un error, ¡de persona y de siglo! Protesto y pido una corrección, pues para
este Contencioso solo es competente la Sala Primera, digamos que, ¡la de los
Reyes Católicos!
En cuanto al fondo de la litis,
lo tenemos claro en el artículo cuarto, párrafo tercero, del Código Penal
entonces vigente: La provocación existe cuando se incita de palabra, por
escrito o de imprenta, o por otro medio de posible eficacia, a la perpetración
de un delito cualquiera…
Con esto sabido, en este dilema
de si hubo delito, o no, hay que empezar estudiando las cosas por sus causas.
¿Decidme, quien fue la inductora de la Ocupación de Ifni? Que se lo pregunten
al Defensor de Mohamed V, que ese, además de árabe, sabe latín; ¡latín y
francés! ¡Cherché la femme! ¿No si, monsieur Allal? La femme
de este asunto de Ifni fue Doña Isabel de Castilla, aquella amiga de los
gallegos… ¡La misma! ¿No es cierto, mon Professeur?
Pues, en este caso, para mejor
proveer, pido un receso. Y que vayan a Sevilla a buscar el Testamento de Santa
Isabel de Castilla. Si, si, el Testamento, y también los Codicilos, aquel
protocolo de aquellos Reyes tan montadores… Eso, aquellos del “Tanto monta,
monta tanto, Isabel como Fernando!
Historia
-¡Se acepta la propuesta del
eximio General Zamalloa! ¡Alguacil, funcione!
En un
aparte:
-Con Zamalloa no hay bromas, así
que, en este caso, lo más prudente será echarse al suelo, ¡al primero de los
avisos! Este dios, este Marte: La de España. La División Azul, donde estuvo de
Segundo Jefe del Regimiento 262, que se atrevió con los hielos rusos cuando
participó en la Operación Raubtier, destinada a cercar y destruir una bolsa
soviética atrincherada al Oeste del río Voljov… ¡Que digo Azul…; blanca,
blanquísima, de tanta nieve como aturaron! Y luego este follón de
Ifni-Sáhara… Hacen tres, ¡tres! ¡Demasiada especialización...! Este tío es más
peleón que aquel que ordenó, Debout les morts!(9)
Escena 2ª
Entra el
Alguacil con un rollo de papel enorme, como de tres metros de largo, y se lo
entrega al Secretario, quien, para leerlo con más comodidad, se sube a un
taburete.
Todas las
actuaciones deben tener un punto de comicidad, y la ironía será el denominador
común de todas y cada una de las intervenciones de los distintos personajes, en
todas las escenas, cualquiera que sea su bando y/o su ideología.
Que sea
constante el ambiente de tragicomedia.
Secretario
-¡Señoría, Eureka! Aquí lo tengo;
esta es la inducción...; ¡goce con ello, que no es para menos!
Historia, autoritaria:
-¡Secretario, no prejuzgue!
Limítese a leer, que tal es su oficio: Leer los secretos..., ¡de los otros!
Secretario
-Eso hago, Señoría, leer, que
aquí mismo, aquí abajo, dice, literalmente, No cejeis en la conquista de
África... ¡He aquí la clave! Aquí está; este es el secreto de los
imperialistas, el secreto de aquel Superministerio de Marruecos y Colonias...!
Zamalloa, que se dirige colérico, irrespetuoso, al Tribunal de la Historia:
-¡Lo veis, pleiteantes del
carajo! ¡Cinco siglos, cinco, obedeciendo esta orden, este codicilo de la Reina
Isabel, y nadie lo revocó! ¿Entonces, cómo os atrevéis a juzgar una espada
obediente, la más limpia de Occidente?
Si Allal
el Fassi, en un aparte:
-¿Limpia, limpísima...? ¡Ja!
Esto, por poder, pudiese ser, pues Franco tenía un Asistente para cada cosa,
siguiendo los usos y costumbres del imperialismo español más recalcitrante: Un
ciento, cien Asistentes, además de aquel cocinero - catacaldos, que lo seguía a
todas partes, aquel Pérez González, que lo llevaron de su Pradillo de Cameros,
hijo de un Guardia Civil, pues para el Excelentísimo era la mejor de las
credenciales; ¡igual ocurría con el Ministro Arburúa, que también lo era, eso,
hijo de un guardia! Don Teódulo sólo se fiaba de sus guardias, de la Civil y de
la Mora. ¡Como veis, de España lo sabíamos todo, pues para CIA, la mía! ¡Y para
historiador, yo, que también me tengo por Geógrafo Mayor del Gran Magreb!
Después
de una pausa, con flema y con suficiencia, doctoralmente:
-Señoría, permítame una cuestión
de orden, una mera puntualización; digamos que, un matiz!
Historia
-Lo siento, Si Allal, pero no
puede hablar hasta ser presentado; por lo menos, biográficamente. Cuestión de
preceptiva literaria, ¿sabe? ¡Y luego está la rigurosidad histórica! Usted, a
los efectos, y con respecto a España, fue un afrancesado, por más que lo
disimule, así que providencio que lo acredite, antes, este Secretario de las
Actas en Francés. Y hágase una traducción simultánea al gallego, para que vea
Zamalloa con quien se enfrenta..., ¡que siempre funcionó mejor el Servicio
Secreto del Istiqlal que el español! ¡Histórico!
Secretario, con el expediente personal de Si Allal en la mano:
-Sí, con mucho gusto. Sidi Allal,
o Al-lal, el-Fassi, o, El Fassi; de aquí en adelante, El Fassi,
fue Profesor de la Kairaouine ; y también, ¡también!, líder del
Istiqlal, aunque por veces disimuló ese cargo; ¡mejor dicho, esa carga! Asumió
plenamente la Jefatura del Movimiento de la Resistencia Marroquí, si bien, en
algunos aspectos, se escudó en su portavoz, el alfaquih de Rabat, Al Bassri...
Organizó aquellas bandas armadas,
aquellas harcas que atacaron simultáneamente en Ifni y en el Sáhara en
la noche del Veintitrés de noviembre del año cincuenta y siete... A mayores,
fue el gran soñador, ¡otro Abdelkrim! O mejor que él, pues imbuyó en las
juventudes marroquí - argelinas la fiebre imperialista de un Gran Magreb, un
Imperio Noroccidental que englobase Argelia y el Sáhara, confinando por el Sur
con la propia Mauritania, y subiendo por el Norte hasta Córdoba. También se
dijo que pretendía llegar a Toledo, cosa que seguramente sea cierta ya que fue
un dulzainas, un devoto del mazapán, ¡o lo que es igual, que gozaba mazándoles
el pan a los españoles!
El Fassi, aunque internacional
por nacimiento, ¡nació en Tánger!, resultó un auténtico Califa: ¡Del saber, de
la religión, de la guerra...! Un Califa con mayúsculas, aunque sin califato.
Quiere decirse, un Califa caviloso; séase, un ultra..., cabileño!
Por otra banda, ya que tanto se
encomió en esta Sala el lustre de la laureada de Zamalloa, permítaseme darle el
betún que le corresponde a este eximio Professeur del susodicho Karuin,
también conocido como la Kairouan , o la Kairaouine , según en qué idioma se
escriba o pronuncie, que trae su ilustre renombre de aquellos refugiados
cairotas del siglo IX ¡Con decirles que el ilustre Papa Silvestre II, siglo X,
fue allí, precisamente allí, en esa Escuela, donde aprendió aquellas
matemáticas, árabes por supuesto, que les llevó a los Europeos, pues en tal
época aun contaban por los dedos, de Toledo para arriba!
Historia
-Señor Introductor, como
pretendemos ser equitativos, en estos antecedentes le queda por referir un gran
expolio padecido por la vieja Spania: ¡Que casi todos los libros de la
biblioteca medieval de Córdoba fueron parar a esa Kairaouine tan celebrada,
pues el obispo gallego, Gelmírez, no fue el único que robó reliquias!
Secretario
-¡Cierto! Y tampoco dijera que su
gran minarete es la admiración de medio mundo mundial... Admirada la
Universidad, admirado su minarete, pero más admirable este ilustre Professeur,
este Si Allal el Fassi, que no le dieron el premio Nobel..., ¡por tratarse de
cuartos que vienen de la pólvora, y de eso ya tenía el!
Historia
-Así acreditado, y con todo en
regla, hoy nos toca hablar, precisamente, de pólvora, ¡pues el arte lo dejamos
para otro día!, Si Allal ya puede intervenir, pero le ruego que sea concreto y
directo, s'il vous plâit! Quiere decirse, más en galo que
en galaico, más en galo que en suevo, pues para suaves nos llega con los
gallegos, con los del mestizaje universal, con estos inseminadores que
repoblaron, entre ellos y los portugueses, los cinco continentes, ¡que si
llegan a ser caballos árabes...!
El Fassi, que abre su Corán, y lee despacio, calmoso, doctoral, solemne:
-El que cree, ese tal combate en
la senda de Dios... ¡Inch´Allah!
Cierra el
libro sagrado, con reverencia.
-¡Eso es precisamente lo que
hacemos nosotros, y lo hacemos por Alá! ¡Eso, que siempre combatimos por
imperativo de Alá! ¡Así que, Dieu et mon droit! En
definitiva, y para abreviar, que aquí todos somos muyahidin, que viene a
ser, dicho en castellano, ¡combatientes de la fe!
Historia
-Mon cher ami,
siga despacio, tal y como empezó, y no se emocione, que su combate, su barud,
ya está hecho. Ahora se trata de historiarlo, de hacerlo inteligible para las
generaciones venideras...; ¡si es posible! ¡Y que les sirva de escarmiento! ¡Inch´Allah!
El Fassi
-Decía aquí mi contrincante, este
guerrero tan..., ¡correúdo!, don Mariano, refiriéndose a su Caudillo,
aquello de, la espada más limpia de Occidente...
Pues bien, esa calificación se descalifica de suyo por venir de quien viene,
por venir de Petain, que fue quien se la aplicó; ¡gratuitamente por cierto!
Zamalloa
-¡Por venir de De Gaulle, dirás,
que menudo galo...! Mas, como dijo Mateo, que también te lo voy a
traducir, Fas est et ab hoste doceri! Lo que significa, dicho por libre,
¡que hay que aprender de los enemigos! Aunque la verdad completa es que el muy
astuto lo dijo en arameo, que después del gallego es la lengua más parabólica
de este mundo. ¿Lo sabías, viejo sabedor?
El Fassi
-¡Así que, dándose de erudito, eh
viejo Marte! En ese caso también sabrá aquello de, Ex abundantia cordis os
lóquitur; que no se lo voy traducir, ya que tanto sabe! No, no es eso, que
usted, bien pensado, en el sitio del corazón lo que lleva es una laureada...,
¡de cuatro espadas!
Historia, que interrumpe aquellas disquisiciones:
-Ténganse vuesas mercedes, y usen
términos apropiados, que no es lo mismo decir polo que galo. Con
la semántica están los orígenes, y luego que, de latines, de trolas
desviacionistas, de lavados cerebrales..., ¡estoy harta! Prosiga, General, pero
hágalo con generalidades de general entendimiento, que me están liando con sus
rollos macabeos. ¡Ambos, los dos, a cual más!
Zamalloa
-Señoría, si la orden de
conquistar África procede, como quedó probado, de la Reina Católica, aquel
católico, el tal Capaz, entonces coronel, hizo lo que debía hacer: Desenvainar
la espada para que entrase en Ifni la Santa Cruz; ¡por lo menos, la de nuestra
Mar Pequeña!
El Fassi
-Doña Historia, aquí tiene al
gallego en su propio caldo; ¡séase, en la escalera! ¿Sube o baja, enguedeja o
se está quieto? Pero aquí no se juzga a Capaz, que ya tuvo su amonestación,
aquella de Lerroux, por abandono del Servicio al irse de Villa Bens para ocupar
Ifni sin permiso de Madrid. Señoría, repare en la gravedad del caso, ¡sin
permiso de Madrid!
Historia, hablando sola:
-¡Capaz, lo que es Capaz, era
capaz de todo, o casi! ¡Demasiada capacidad, demasiada iniciativa, que bien lo
sé! Le fusilaron en Madrid, cuando la guerra...; ¡la Incivil, quiero decir!
¿Qué más se le puede pedir; qué más que un martirio de esa manera para un
conquistador de yermos? ¡Encima de bobo, mártir! Ese la merece de quercus,
séase, de roble, la estaca, y no de laurus nobilis, de laurel,
la corona!
Zamalloa
-Señoría, estoy viendo, aquí
mismo, en este Jurado, un representante de los Contribuyentes españoles. ¡En
este caso, que me sirva de testigo! ¿Fue o no fue extraordinaria la sobriedad,
la precariedad de medios, del coronel Capaz, aquel héroe de las chumberas
ifneñas? Solamente le faltó apurar el lápiz, tal y como hacía el Almirante
Carrero Blanco... ¡A ver, que hable, que se exprese este Contribuyente, pues en
España, sabido es, pagan y callan!
La
Historia ladea su honorable testa y hace una espiral con el índice, enigmática.
Zamalloa prosigue:
-¿Que no, que no le deja hablar,
ni aquí ni ahora? ¿Que está indicando, Señoría, que los Jurados hablarán en el
segundo acto...? ¡Por mí, vale! Entonces lo diré yo: Capaz, un hombre austero,
se fue para Ifni, ¡sin sumiller! Solamente se llevó un Cabo Furriel, y
para eso, precisamente para eso, ¡un Paniagua!
Risas en
la claque, que irritan visiblemente al General:
-¡Que no, coño, que no dije paniaguado!
¡Maldita sordera colectiva...! Y no se escandalicen si juro, que se viene
jurando en la Milicia..., ¡desde los Tercios de Flandes! Si no me creen,
pregunten en ese Mastricht, o Mastrique..., ¡si saben onde es!
Aquel cabo, aquel Furriel, era
Paniagua; ¡Paniagua de Hoces, recoño! Después de eso, al licenciarse,
montó una panadería, precisamente en la calle del Seis de Abril... Y como tal
panadero ejercía entonces, cuando aterricé en el Territorio, en el Cincuenta y
siete...
Es igualmente cierto que en Cabo
Juby, después Villa Bens, y por último, Tarfaia, nuestra escuadrilla era de
Breguets oxidados. Tan estragados estaban aquellos aviones que, cando iban para
Ifni, a dar alas a Capaz, aquel Breguet del Teniente Botija y del Suboficial
Labarga tuvo que ir bajito, bajito, rozando en los arganes, ¡tal que una hoz!
Díganme, en tal caso, ¿qué agresividad podía haber en una visita de calzón
corto, con la fusta debajo del brazo, y con aquellos aviones, con aquellos pájaros
tontones, que es como les llamaban los ifneños, todos oxidados, chatarra
pura?
¡Ah, calláis; luego tengo razón!
Si Allal, cuando los de nuestro Capaz iban para Ifni, así, bajitos, con los
motores renqueantes, los tuyos, estos correligionarios tuyos, ¡les dispararon
con una fusila, a dar! Esta fue la primera de las traiciones. ¡La
primera de tantas...!
Bien sabíais que en nuestro
Tratado de Paz con tu Marruecos, después de aquella campaña de mil ochocientos
sesenta/sesenta y uno, vuestro Sultán, el de entonces, ¡que aún no conocía la
existencia de Francia!, nos reconoció... ¡Reconocer no es donar, que mal se
puede donar aquello que no se posee! Digo, en la costa Occidental de África,
una franja de terreno, para que pudiésemos reconstruir la factoría histórica,
aquella pesquería del señor Fernández de Lugo; ¡otro gallego! Entonces se
consideró aquella leira, aquella franja, como de soberanía plena.
¡Española, por supuesto! Y supongo, también, que tú, un Profesor Magnífico, que
así te haces llamar, sabrás leer, y, como doctor en leyes, podrás interpretar
los Tratados Internacionales de tu propio país... ¡Digo que, como dijo el otro,
qué menos que saberse la Cara de Cristus!
El Fassi
-¡Sin afrentas, gallego; hágame
el favor! Tengo para mí que aquellos fusileros del Sur de mi Marruecos nunca
vieran un monstruo volador, que les espantaba las gacelas. Pues, por eso...;
¡por eso pensaron que aquel Breguet descolorido era la madre de las cigüeñas!
¿Lógico, no?
Zamalloa, cabreadísimo, con su voz potente, todo un Marte:
-¿Y si fuese la cigüeña madre, en
ese caso, qué, voto al Cielo!
El Fassi, firme pero atemperando:
-¡Hombre, casi nada, que ya
estaba bien de mestizaje, y de violaciones, allí abajo, en el Sáhara, en
nuestro Marruecos Sur, sin venir de aquella manera, con tal urgencia, en avión,
a violar nuestro Ifni, a ocuparle! Bien pensado, ¿para qué ir en avión? ¿Acaso
para bombardear las chumberas, o para dar moral a vuestros soldaditos, aquellos
de los pipís sin circuncidar, que desembarcaron, y seguirían haciéndolo,
quinta tras quinta, en cárabos; y del cárabo a la arena, precisamente a lomos
de los nativos? ¡Esta fue la primera humillación, cargar con aquellos
soldaditos del vientre flojo..., cagaditos de miedo!
¡Mucho habláis de Raza, de las
virtudes de la vuestra! ¿De la vuestra, o de las vuestras? ¡Raza de conejos,
tierra de conejos, que esa es vuestra Spania, una Espéride fochicona,
fornicadora! Por algo dicen en tu tierra, en tu finisterrae, eso de,
inda o demo ten cara de coello! Ahí tienes la que fue Zona Francesa
donde los niños siempre vinieron de París, ¡que es lo propio!
Zamalloa, con sorna:
-¡Chacho, de París...! ¿Seguro?
¡Entonces sois gromos, bastardos de otra Legión, de la Francesa, y no de
la nuestra, de la que fundó mi ilustre paisano, Millán Astray! Así me explico
ese afrancesamiento tuyo, tan..., ¡cerril! Oh enfants terribles; oh, là, là!
El Fassi, que se enfada:
-Doña Historia, repare que este
gallego chapurrea francés; ¡a su manera, con evidente fobia vecinal! Los
franceses serán galos, (gallos), lo
serán, que no lo discuto, pero, tanto las hechas como las deshechas del Magreb,
mestizaje incluido..., ¡son de los galaicos! ¡Exijo un respeto para la noble
Francia, nuestra protectora secular!
Tenga presente, y no mande al
Archivo estas palabras, pues Francia, a pesar de nuestro fundamental rehúse, y
dejando aparte ciertas e importantes depredaciones y aprovechamientos, que eso
no entra en esta litis, trató de ejercitar, en su Zona, una política de
atracción social, una protección sin paternalismos, con justicia y con orden,
canalizando una substitución gradual de las autoridades militares por indígenas
civiles.
Incluso muchos de aquellos
franceses llegaron a interesarse por la lengua del país, tradujeron nuestro Al
Qurán, hicieron por captar la psicología ambiente y lograron ciertas nociones
de nuestra historia y de nuestra jurisprudencia... ¡Se lo dice un Letrado!
Por contra, ahí tenemos, en las
hemerotecas, aquel dicho de su repudiado Marcelino Domingo...; ¡pero igual
prefieren olvidarlo...!
Historia
-¡Ante la Historia nada se puede
hurtar a su cedazo, a su debate!
El Fassi
-En este caso... ¡A lo que
íbamos! Para ese tal Marcelino, España, en África, no supo ser ni médico, ni
maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil...; ¡ni soldado! Pues bien,
a fuer de justo, quiero reconocer, por ante la Historia, que tampoco fue
así, que en Ifni, de todo esto, además de cantidad, enviaron calidad, ¡pero...!
El pero estriba en eso tan repetido de que, ¡Dios, qué buen vasallo se
hobiese buen señor! En Ifni les falló el mando, o, por mejor decir, el telemando,
pues Madrid quedaba lejos...! ¡Más que lejos, alto! Madrid, desde que nos
fuimos nosotros... ¡Hay quien dice que nos echaron de nuestro Magerit, pero
no es cosa de entretenernos en quisicosas! Desde que les llegó el tabaco
americano se dieron en ahumar..., ¡así que el humo no les deja ver el fuego,
por inminente que lo tengan!
Aquí habría que preguntarse, o
más bien preguntarles a los madrileños, ¿que influyó más en su africanismo, el
testamento de aquella Isabel, la de la camisa sucia, aquella de Santa Fe,
aquella Reina que hizo la promesa de no cambiar de camisa, ¡hasta tomar
Granada!..., o la nostalgia de la plata y del oro rapiñados en América?
¡Parvos, pues la poca plata que nos quedase en el Magreb ya la teníamos puesta
en obra, por obra y gracia de los maharreros; lo que es igual a decir,
vendida bajo la fórmula de souvenirs! ¡Tomasteis por plata el peltre
de nuestras teteras!
Otra cita que se puede encajar aquí
al respecto es aquella interrogante que se formulaba Cambó en el Congreso de
los Diputados, aquello de, ¿Qué empresa es la de Marruecos si España es un
país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?
También tengo que darle otra
lección, precisamente en su condición de gallego, y además no la pondré en la
minuta de mis asesoramientos puesto que se la doy a posteriori: Pase que a
Capaz no se le ocurriese, por muy capaz que fuese, pero una vez entronado don
Francisco, si realmente profesase de gallego, lo primero que tenía que haber
hecho, con el mismo dedo que luego utilizó para rebautizar de Provincia un
Territorio que, de facto, ya estaba extenuado, reducido a su propia
capitalidad, y máxime coincidiendo, a principios de los Cuarenta, con las horas
bajas de Francia, en lugar de la quijotesca, y aún ridícula, ocupación de
Tánger, lo urgente en aquel momento era oficializar el topónimo de Santa Cruz
de la Mar Pequeña.
Si, ya sé que no lo era, que la
Mar Pequeña estaba, está, en otra parte, pero, de puestos a transmutar, ¿cómo se le
ocurre seguir con lo de “Ifni”, manteniendo una toponimia marroquí, y
precisamente la del Santón, la del Sidi allí soterrado?
Repito: Si realmente fuese
galaico, o se comportase como tal, lo primero que tenía que ocurrírsele era
posesionarse, registrar la leira por su nombre prístino, e incorporarla
así a sus mapas. En aquella época lo de calificarla como provincia sí que sería
admisible, incluso internacionalmente. Acto seguido, así fuese con carretillas,
poner a los cristianos y a los moros a transportar tierra para levantar un
mínimo de espolón, y asentar pescadores, ¡la pesquera recuperada!, fuesen
gallegos o canarios.
Mejor lo hizo su paisano, el
también General, el también laureado, don Helí Rolando de Tella y Canto, que se
hizo en Lugo, para él y su familia, un soberbio pazo utilizando los presos y
las tropas de su propia guarnición. ¡Aquel sí que era gallego!
Lo dicho, que en lugar de
caudillo, lo que tuvisteis fue un matarife, ¡un matarife de bayoneta calada,
que no callada!
En definitiva, que sólo un pueblo
de perdedores, el godo, es capaz de tropezar en la misma piedra, no dos veces
sino tres. Veamos y recordemos:
Primero, y a pretexto de una
lucha fratricida, recién estrenado el siglo VIII, una de vuestras facciones
pidió ayuda a unos vecinos avarientos de mejorar sus tierras, que se
encontraban en furiosa expansión demográfica, y por tanto, geográfica, con la
fe expansiva, con el gas que les proporcionaba un credo reciente, efervescente,
proselitista.
Segundo, que tardasteis siglos en
reaccionar, en percataros de que en vuestra península habían arraigado los
verdaderos spanois puesto que Spania, o Sbania, llamaron a las
tierras ocupadas, que no a las otras, a las del Norte. Y entonces, los
vuestros, en lugar de llamarle “Recuperación” a vuestras gestas, os montasteis
el término vacuo, impreciso, de “Reconquista”, tal y como si se tratase de reconquistar
algo que previamente hubiese sido conquistado por vosotros.
Pero no paró ahí la cosa, pues,
en el 36, metidos los godos en otras discusiones fratricidas, a sus fagines
no se les ocurrió mejor plan que el de llevar de nuevo a Covadonga, situándolos
como carne de cañón ante los dinamiteros de las minas, galaicos en su
totalidad, precisamente a los de allí expulsados por sus abuelos. ¡La del 36
esa sí que fue una reconquista, y para más inri vuestro, auspiciada,
pagada, estimulada!
De Covadonga al Pardo, como
guardia de confianza, de corps que se dice; ¡y para colmo, vestidos de
gala! ¡Está visto que vuestra especialidad son los caballos de Troya, pero a la
inversa!
Historia, ante el alboroto de los españoles, sublevados con aquellos recordatorios
de Si Allal:
-¡Orden en la Sala; que haya
orden! No consiento estas leyendas negras, que España no las da blanqueado...,
¡ni con todo el jabón del Quinto Centenario, del que tanto presumieron! No me
hagan recordarles aquel dicho, tan popular en el Magreb, de que: ¡Inglaterra
paga y pega; Francia pega pero no paga; y España, que no pega, pero tampoco
paga! ¡Prosigan, s'il vous plaît!
Zamalloa, que pide la palabra:
-Mi honorable Matrona, que usted
también sabe francés...; ¡demasié, para ser neutral! Le pido
imparcialidad histórica, pues, si yo hablo en gallego, entonces, cuando me
cambie el viento... ¡Ah, entonces...; entonces voy jurar en gabacho, y con eso
ya se verá lo dulce que es Francia! En cuanto a lo de que Inglaterra pagaba...,
¡serán necios! Inglaterra siempre hizo el papel de ayudarle a Marruecos porque
así desbloqueaba la presión de España con respecto a nuestro Peñasco!
Historia
-Señorías, no ha lugar para más
protestas, pues para reviravientos llegó con la Volubilis de los
romanos, que por algo le pusieron así a su colonia africana: ¡la enroscada, la
voluble! ¡Tan enroscada y tan voluble, que sólo les duró dos años! ¿Como
pretendían los europeos, fuesen ingleses, galos o spanois, convertir
África en un criadero permanente de esclavos? ¡Esto es una cuestión climática,
queridos amigos! Pero centrándonos en esta litis, tengan presente que ante
la Historia son válidos todos los idiomas; ¡faltaría menos!
Prosiga, don Mariano, aunque lo
haga a su modo, a estilo galaico; quiere decirse, en sánscrito!
Zamalloa
-¡Esto es hablar, si Señoría!
Pues bien, volviendo al cuento...; ¡al cuento de los agarenos, grandes
especialistas en eso, émulos de su Scheherazade! En nuestro Territorio, en
aquel enclave que nos fue asignado en resarcimiento de aquellas Pesquerías de
Santa Cruz de la Mar Pequeña, entonces, en el Treinta y cuatro, fuimos tan
cordialmente recibidos que incluso nos invitó, espléndidamente, ¡a los nisara!,
aquel chivani tan mujeriego, Sidi Ben Taki, después de depositar nuestra
corona de laurus nobilis mismo al pie del morabito de
Ifni, con agua mizziana, y con cuzcuz, sit, manteca, miel,
mechoui, djajs, albaida, harira, kebabs, tajine,
pan y sukar para el atai... ¡De todo y de lo mejor de cuanto
tenían, que ni que estuviésemos en uno de sus ammougars celebrando la
fiesta del Aïd al Kebir, la Pascua de Abraham! ¡Ah, que se me olvidaba: De postres,
una sesión de haidus!
El Fassi, todo airado, da un puñetazo en la mesa:
-¡Protesto, Señoría!
¡Inevitable...! Aquella corona del Treinta y cuatro fue de espinas, que se la
quitaron a un Cristo viejo de los rumies, ¡precisamente al que tenían en
Cabo Juby! Como pueden deducir los Jurados de esta evidencia, clarísima e
irrefutable, los españoles fueron a Ifni con intención misional...; ¡que se lo
digo yo! Fue un abuso de autoridad; ¡de autoridad dominical! No sé si de índole
sueva o goda, pero lo que es abuso, si, ¡en cualquiera de los casos! Donde no
hubo abuso, ¡que la excepción confirma la regla!, fue por parte del también
gallego, ¡vaya invasión de gallegos en su siglo, en el XX!, Monseñor Dorrego Aldegunde, arzobispo de Tanger, con
el que llegué a entenderme cordialmente, pues aquel, además de suave,
era suevo, por parte de madre. ¡Aquel sí, que predicaba con su propio
apellido!
Zamalloa, persignándose:
-También protesto, Señora mía,
porque Ifni fue, ¡lo es ante la Historia!, un Territorio de Soberanía. ¡Lo que
es dominio, nunca, puesto que nunca llegamos a dominarlo! Este hombre me lía,
me desconcierta; ¡es más fanático que el propio Al Mansur, aquel que nos robó
las campanas de Santiago!
Historia
-¡Se aceptan esas protestas, las
dos! Prosiga, mi General, pero hágalo en términos jurídicos apropiados, sin
predicar, que usted no es un francisco, como era el caso de Monseñor Aldegunde,
por más que ponga esa cara tan..., ¡seráfica!
Zamalloa
-¡Señoría, yo, allá abajo, prediqué con el ejemplo! Y si no me cree, repare
en mis heridas de la guerra de España. Entonces, en las retaguardias de nuestro
Movimiento, había inmóviles, había muertos, de cuando en vez, pero lo que es
heridos...! ¿Heridos, en nuestra retaguardia...? ¡Nunca, que los tales seguían,
y seguían..., hasta dejar de serlo! Pero, a lo que iba: Después de aquella
oración en el morabito de Sidi Ifni, común y conjuntamente con los musulmanes
por supuesto, aquel Notable fornicador, el Ben Taky, llevó a su aduar, a su
Amezdog... (Se interrumpe, reflexivo...) ¿Dije lugar, o aduar? ¡Pues no,
de eso nada: un simple lugarcito! Todo Sidi Ifni eran diez cabañas, de adobe
para más referencia..., hasta que les llegó la talega española! ¡Como sería de
pobre aquel páramo que ni fondouk tenía! De taberna..., ¡u´alo
majanduchi! Encima de eso, siempre estuvieron quejosos, ¡aunque lo
disimulasen! Siempre, ininterrumpidamente, los treinta y cinco años de nuestra
pro..., protec...; ¡prodigalidad, coño!
Fuera de lo que dije que nos
ofrecieron, fuera de aquel ágape, con la despensa abierta..., ¡nada, que nada
más tenían, salvo piojos! Entonces, ¿eran, o no, una población seiba, sin
orden ni concierto, sin soberano ni soberanía? ¡No hace falta ser historiador
para reconocerlo así!
¿Estamos en lo que estamos, o reinventamos
la Historia? Aquel Territorio, aquel predesierto, nunca fue feudatario de
Marraquech; por ende, tampoco lo fue de su derivado, o sea, del Marruecos
actual. Tengan presente que la vecina Tiznit, ciudad próxima a nuestra
frontera, no fue fundada hasta el año 1882, siendo esto otra evidencia de lo
libre e insumiso que fue, que siempre fue, el circundo de nuestro Ifni. Los
poblados beréberes (Chleuh, Cheljas) de aquellos contornos fueron ocupados por
primera vez durante la..., ¿pacificación?, francesa de los años Treinta.
Entonces..., ¡balak! ¡Y cuidado con lo que se dice, que podemos salirnos
de la Historia! ¿Para qué reivindicar, mi ingenua España, aquellas pesquerías
de Santa Cruz de Mar Pequeña en el Tratado de Tetuán de 1860 cuando, de hecho,
aún no había moros en la costa ifneña, que ni su Tiznit fundaran? Pero ahora, a
estas alturas de la Historia, no voy a ser yo la vox clamantis in
deserto!
El Fassi, impasible ante aquellas evidencias que estaba aportando su
contrincante.
-Señor, no sea ignorante, que
aquellos honores de su desembarco, ¡un desembarco auxiliado por los nativos!,
fueron reales; séase, propios de la gentileza y de la realeza de mi
gente! Sólo se conceden en señal de bienvenida, lo que no implica acatamiento,
vasallaje, o sometimiento. A mayores, después de aquellas honras, digamos que,
diplomáticas, supongo que fumarían la pipa de la paz, que en mi imperial
Marruecos siempre fue de kif; de kief; quiere decirse, de cannabis
índica, cáñamo indio; o sea, hachis acondicionado...! Repare,
Señoría, y también el Jurado, que este hidalgo, este spaniol, gallego
por más datos, ¡un Gómez, de los Gomá suevos!, es tan soberbio, o más, que el
propio Duque de Alba; ¡un Terciario, como aquellos de Flandes!
Zamalloa
-¡Está bien; vale! Llegué a suponer que ibas a decir Terciario Franciscano,
y eso sí que no, que yo soy modesto...; ¡modesto, pero aguerrido! No soy de
esos que ponen las mejillas por cobardía, y después dicen que fue por caridad,
por amor! ¡A dónde íbamos? ¡Ah, sí: nos disponíamos a hundir la peseta, la pisita,
como decían aquellos ifneños! Se trataba de hundir las monedas sobrantes de
aquellas rifadas del Rif, de la década anterior!
El Fassi
-¡A ocupar Ifni, mon General; con tropas de ocupación! Le
ruego que use términos precisos, apropiados, históricos..., ¡para no salirnos
de madre!
Zamalloa
-¡Querido Professeur, con
estas interrupciones nunca llegaremos a la Meca! Acuérdate de tres cosas: De
aquellos rifeños, paisanos tuyos, que se pusieron a rifar en el camino de la
Meca; ¡uno de ellos aún estará entretenido con los canes! Yo iba, de momento,
al Amezdog, que fue el aduar, el núcleo, el origen, como vengo diciendo, de
nuestra esplendorosa capital en aquella provincia, que hizo el número cincuenta
y uno, todas ellas imperiales, pues por el Imperio estábamos yendo cara a Dios,
que así nos lo enseñó aquel hijo del Gran Primo, quiero decir, Primo de Rivera!
El Fassi
-¡Lo que va usted es para chivani,
(13) mon General! Deduzco que ya no rige pues me amenazó con tres cosas,
¡y sólo se acuerda de una!
Zamalloa
-¡Ya que insistes, y me provocas,
tendré que avergonzarte, aquí mismo, delante de la Historia! ¿No es
absolutamente cierto que aquellos de tus alumnos que sabían una pisca,
aquellos que chapurreaban un español de infinitivos, se presentaban en nuestra
Zona, en la Mejaznía de Tetuán, y haciéndose pasar por norteños, se apuntaban,
todos, para ir de bóbiles - bóbiles en aquellas peregrinaciones
de la Meca, en aquellos barcos fletados por nosotros, por la Alta Comisaría?
¡Ah, tunantes, hijos de...! ¡Hijos de Tarik y de Mussa; y de Munuza..., que
vaya trío!
Se
detiene en su argumentación porque El Fassi deniega con la cabeza,
evasivamente:
-¿Qué no? ¡En ese caso te voy a
refrescar la memoria! En plena guerra de España, concretamente el Diez de
noviembre del treinta y ocho, el Cuartel General de Burgos dio a la Prensa esta
noticia tan..., ¡fraterna!
Amistad
hispano-musulmana.- El Generalísimo Franco ha dado una nueva prueba del afecto
y de la solicitud con que cuida todo lo que a los musulmanes se refiere.- El
Alto Comisario en Marruecos, Coronel Beigbeder, que conoce el sentimiento del
Caudillo y que desea que los peregrinos musulmanes de Marruecos conserven de
este viaje el más grato recuerdo, adoptó las disposiciones pertinentes. El
barco puesto por el Caudillo a disposición de los peregrinos es el magnífico
trasatlántico Marqués de Comillas. Entre los musulmanes marroquíes ha habido
grandes manifestaciones de agradecimiento fervoroso por esta nueva prueba de
cariño que el Caudillo de España les ofrece y porque durante la terrible guerra
recuerda a sus fieles amigos, cuyo amor por España es inapreciable y eterno.
¿Qué me dices, hermano?
¡Nosotros, en una España rota, hambrienta, con el oro en Moscú, robado por los
comunistas, y vosotros, simultáneamente, eructando en el Marqués de Comillas!
Ya lo dice la misma palabra: ¡para comer, Comillas! ¡Fue el colmo de nuestra
protección, lo nunca visto en un Protectorado!
El Fassi, con aspecto aburrido, desinteresado en aquel giro que iba tomando la
polémica:
-¡Necedades! ¡Vaya argumento...!
Aquello, además de un farol españolero, de póker, fue un intento de pagarnos
las deudas del 36, la sangre vertida en las Asturies a pretexto de unas
demagogias imperialistas y desfasadas. ¡Muy político, si señor; y galaico,
también! ¡Ridículo, en definitiva; en grado sumo! ¡Apelo a la Historia! Madame,
¿es, o no es cierto, que en 1936, sin la numerosidad y la efectividad, el miedo
que inspiraban aquellas tropas reclutadas en Marruecos, en su mayoría arrancadas
a la pobreza, a la esterilidad del Rif, por mucho que le ayudasen Hitler y
Mussolini, Franco, ¡ese hombre, que no ese dios!, no hubiese controlado
Andalucía, y mucho menos Asturias? ¡Nos debéis cuarenta años de dictadura, que
ya es deuda!
Con esto dicho, me voy a tomar el
atai con los colonizadores del Aaiún, con los marroquíes allí
infiltrados, trasladados, asentados, ¡que se lo tengo merecido!
Zamalloa
-¡Espera un momento, Professeur,
que no terminé con mi lección, con tu lección! Sólo entiendes de las cosas de
un estómago no siempre agradecido! Hermano, nosotros tenemos cuenta y razón de
todo esto, aquí mismo, en estos archivos, en los Rationabus de la
Historia. Te recuerdo, de paso, que el Cinco de diciembre del mismo treinta y
ocho, Franco, aquel señor de la Baraka, aquel Magnífico, franqueándose
de nuevo, agasajó con diez mil carneros a los ídem de tu Marruecos, que así dio
pruebas, por enésima vez, de su gran afecto por los musulmanes del Norte, por
aquellos rifeños arrepentidos de sus traiciones bloqueras, quiero decir,
las de aquellos blocaos que tan ardorosamente defendieron, en este
vaivén de la Historia, en Asturias y en otros lugares, la causa de España, ¡una
España más que protectora, maternal!
¿Fue una carnerada, no? Pues otro
si digo, que de esos diez mil carneros, muchos de ellos se criaron en la verde
Galicia, ¡en la mía!, y así los llevó el diablo ya que fueron para que
celebraseis la Pascua, la vuestra..., ¡una Pascua de infieles! Todo eso en
vísperas de la nuestra, que la pasamos, en consecuencia, a traspaso, con caldo
de nabizas, ¡y nabos hubiese, que se precisaban para mantener los mulos de
nuestra artillería de montaña!
El Fassi
-¡No teníais...; eso, chorizos; chafarinas
o chanfainas?
Zamalloa
-¡Jalufo hubiese! Pero más
queda por decir, más, que si venimos a tiempos próximos, ahí te va otra de
aquel afecto. ¡Lo diré bajito, a la oreja, para que no se decaten los
etarras! ¿No es igualmente cierto que aquellos guatanes de Ifni se
acogían a nuestra Tesorería, cobrando como profesores coránicos, en unas
medersas improvisadas, y acreditados precisamente por tus diplomas, cando de lo
que realmente se trataba era de terroristas huidos de la Zona Francesa y
atenidos, acogidos, a nuestro sagrado, al Ifni? ¿Es, o no es; es cierto, es
histórico? Como ves, mi viejo, lo que es para viejo vas tú, querido paisa,
que ni ves ni oyes..., ¡cuando te conviene! (En un Aparte: ¡Igual,
igualito que nuestro Difuntito!)
El Fassi
-Todo eso, hoy, es agua, agua mizziana, al-ma-luz;
eso sí, buena para beber; un balde de lluvia..., ¡caída en tiempo pasado!
Zamalloa
-¡No, hombre, que es sarabia,
sarabia norteña, para que percibáis que se trata de una tormenta
injusta! En cuanto a la generosidad del coronel Capaz te recuerdo que
correspondió con largueza a las atenciones del Ben Taki, del Xerrari, del
Tahar..., de todos ellos..., abriéndoles, volcándoles, la Caja de los reptiles.
¡Todos los reptiles de su Regimiento!
El Fassi
-¡Cosa más nefanda...! ¿Y usted
tiene la cara, el atrevimiento, de decírmelo? ¿Reptiles? ¡Camaleones, que eso
sois, que aún bien no bajasteis de los brazos de aquellos remeros, los de los
cárabos, en la playa de Ifni, y ya estabais ojeando para las siete mujeres del
Ben Taki...! Estoy informado de eso, de eso y de otras picardías españolas, de
todos los tiempos. ¡Faltaría menos, con lo leal que fue mi gente, Aït
Baamaranís incluidos!
Zamalloa
-¡Parece mentira que presumas de
Profesor...! ¡Tu ciencia es bien corta! Debieras saber que el término reptiles
es un eufemismo empleado para referirse a las economías de escala, aquellas que
se hacían con las sobras de los presupuestos, de la munición de boca, los
permisos indefinidos..., ¡para gastos extraoficiales! ¡Simples barullos
cuarteleros, pequeñas sisas! Se hacía así para cubrir ciertos compromisos
ajenos al gasto oficial debido a que aún no inventaran esos de Hacienda el
Capítulo de los Fondos Reservados... ¿Lo entiendes, Professeur? Aquellos
reptiles fueron un aperitivo para tus caimanes..., ¡mientras no llegaba
la talega de España! ¿Lo capiscas, Magnífico Rector?
El Fassi
-¡Ahí lo tiene, Señoría, que
ellos mismos lo reconocen! Cuando aquello de la..., ¿ocupación?, sobornaron a
cuatro traidores, a los que dieron, ¡a los que disteis!, la calificación de
Notables; para disimular, por supuesto, ya que en el fondo eran tan caciques
como los de América, o los de tu Península, ¡Portugal incluido!
Zamalloa, que se enfurece de nuevo, hecho un Marte:
-¡Protesto, y mucho; protesto por
todo, y que lleven mi letra al Notario!
Historia
-Se admite esa protesta ya que
Portugal es ajeno al presente Juicio. Por los pecados de Portugal ya pagó su
tributo, por ante mí, por ante la Historia, que yo sí que soy el Notario Mayor
del Reino, en 1578, en la Batalla de los tres Reyes, aquel Don Sebastiâo. ¡Otro
Silvestre...; un eterno desaparecido! Ya saben a quién me refiero, a El Rei del
Ksar El Kebir. ¡Prosiga, mon Gènèral, que en este plan, en
vez del Cincuentenario de un follón lo que celebraremos será el
Centenario!
Zamalloa
-Como iba diciendo, mi colega
Capaz estuvo en Ifni cuando lo de la Ocupación, en el Treinta y cuatro...
¡Perdón si me visto con plumas ajenas y digo, utilizando los conceptos de este
eximio Professeur, Recuperación, que no Ocupación, de nuestra
Santa Cruz de la Mar Pequeña...! Casi que solo, Capaz, digo, ¡ocho días! Con
dos docenas de séquito y cincuenta huevos..., ¡pero se contuvo, y contuvo, sin
escaramuzas ni violaciones, pues si alguna fiesta hubo, de común acuerdo lo fueron!
El Fassi
-¡Claro, clarísimo, Señoría!
Repare en lo que le repliqué...; ¡sí, Señoría, aquello del talego...! Este
gallego retranquero le dio la vuelta por el forro; ¡y ahora nos sale con el
eufemismo de que era un saquito!
Zamalloa
-¡Séquito, mon Professeur! ¿O chocheas? No hubo tal soborno sino la clásica generosidad española. El resto de los
presentes les llegarían en el cañonero Dato, que por cierto se demoró
únicamente porque no encontraban la Carta náutica de nuestra Mar Pequeña, ¡ni
con lupa! El Dato telegrafió a Madrid, a las 5 horas, a. m., del 12 de Abril,
para informarles que navegaba con rumbo a Ifni; así que, entretanto, Capaz
seguía por allí, avizorando en el cantil, en aquel Al acant,
¡por si aparecía el barco de la logística...! ¡Con los presentes, Monsieur; con
los presentes! Aquella incomunicación de los Aït Baamaranís era total pues en
Ifni, en el Treinta y cuatro, no había radios de contrabando, ¡ni siquiera de
galena!
El Fassi, hablando solo:
-¡Estos gallegos, que siempre le
dan la vuelta al globo: Si no encuentran especias por el Este, las buscan al
Poniente, así sea en un Cipango imaginario! Incluso consiguieron que nuestro Al
Mansour les retornase aquellas campanas de Compostela...! ¡Malditos, con lo que
pesaban!
Se dirige
a Zamalloa:
-¿No será más cierto, señor
Defensor, que aquel cañonero, el tal Dato, llevase material bélico, tal
que cañones y profilácticos? Supongo que sí, que por llevar, llevaría tropas
adiestradas en nuestro Rif; sables de caballería y cigarros, cigarros “señoritas”
de Coruña... ¡Ah, y también mataquintos, de aquellos del Mallorquí, aquel
de los aviones italianos, aquel March, aquel amigo de su Franco! Por si fuese
poca aquella intoxicación, aquella lacra, también llevaron enfermedades
sexuales, secretas, a las que llamaban, eufemísticamente, mal africano.
¡Hipócritas! ¡Lo traían ellos, heredado de sus andanzas a través de la Galia,
pues “gálico” era su nombre, el verdadero!
Por la Galia anduvieron, con su Duque, camino de aquellas bajezas, en
los Países Bajos... Metralla suficiente para ocupar los aduares del Interior,
séase, de los Ait Ijelf, de los Ait Ennus, Ait Assa, Ait Abdalah, Ait el Joms,
Sbuia, Mesti... Suficiente para contaminar el Territorio; ¡todo, entero! ¿No se
hizo aquella Ocupación a pretexto de pescar en la Mar Pequeña, frente al Fuerte
de la Ventura? ¡Eso es lo sabido y lo admitido! Luego, ¿iban poner su pesquería
en el interior, por ejemplo, en Tiguisit, o en Tiliuin, a treinta quilómetros
de la costa? ¡Claro, tiene su lógica: los godos adoran las parameras, pero
rehúsan las abluciones!
Zamalloa, explicativo, profesoral:
-Los godos no lo sé, que yo
provengo de suevos, que mi “Gómez”, Gómez Zamalloa, procede, deriva, de “Gomá”,
insisto, un nombre distinguido y bastante usual entre los führers, entre los
caudillos germanos. Según su “Ben”, o “Beni”, indica filiación, así pasa con mi
patronímico. Pero a lo que íbamos: La ocupación..., perdón, ¡la recuperación!
del enclave de Ifni se acordara con Francia, que bastante engañaron aquellos gabachos
a nuestro León y Castillo manipulando los planos de África pues Santa Cruz de
Mar Pequeña, la histórica, la Mar de Diego García de Herrera, era, estaba, en
el feraz Agadir, en el A Gader de las huertas, en ese celeiro de las searas! Sólo hay que darse una vuelta
por allí, in situ que se dice, y quien no confunda el verdín de las
huertas con el verde de los tapetes de juego de ese Agadir, comprobará y
cotejará, pues en las huertas de Ifni solo se dan los arganes, las chumberas,
el henequén, el ricino...! ¡Porca miseria!
El Fassi, irónico, a cada momento, más:
-¡Hombre, qué bien! ¿De qué se
quejan si incluso tuvieron ricino en su Ifni; su ansiado ricino, aquel depurativo
tan usado por los Camisas Viejas, por los viejos Falangistas, para depurar
los rojos de la España roja? ¡A cada cual lo que se merece!
Zamalloa, colérico:
-¡Señoría, protesto! El ricino es
más apropiado para este chupóptero, ¡un Professeur harto y barrigudo en
un país esmirriado, casi una Abisinia!
El Fassi, echándose las manos a la cabeza en ademán de escandalizarse:
-¡Otra vez pido un respeto!
Señoría, o acalla a este pseudocalifa galaico, o le arreo yo mismo con una de
aquellas tizonas que usaba su Mío Cid! Ley del Talión: ¡Ojo por ojo y diente
por diente! ¡Le voy a pinchar en el propio pecho, y tanto, que incluso sangrará
su laureada!
Historia, que se pone grave:
-Se acepta esta reconvención,
pero si vuelven a las injurias, ordenaré que consten en Acta..., ¡por si
tenemos que deducir Sumarios para encausar a los Defensores! ¡Lo dije, y lo
sostengo!
Zamalloa
-Yo prosigo, pues con la Historia
no quiero bromas. En aquel año, en el 39, el hecho de que siguiese militarizada
la mayor parte de la población de Ifni les proporcionó a los nativos
substanciosos ingresos, y un subsiguiente, inmediato, progresivo, despegue
urbano. Por consiguiente...
El Fassi, interrumpiendo:
-¡Señoría, permítame otra
cuestión, que este gallego habla de la feria según y cómo le fue en ella! Saltó
al Treinta y nueve omitiendo que en el Treinta y Seis, cuando su Alzamiento,
que no Movimiento, la leva de quintos en Ifni fue general; importantísima y
básica para el triunfo de aquellos levantiscos. Sólo dejaron en el Territorio a
los chivanis, a las mujeres y a los niños, cargando, unos y otros, con
sus pellejos del al-ma-luz. ¿No se entera de lo productiva que es
Asturias de un tiempo a esta parte? Pues eso, que la sangre de los musulmanes
da una vegetación verdinegra... ¡Es por la sabia que tenemos, por la sabia que
aportamos; por la sangre que les dejamos, propia y ajena!
Zamalloa
-¿Señoría, se entera, como
dice el Fassi, de que estaba yo en el uso de la palabra? Me disponía a explicar
la procedencia de aquellos ingresos, tan substanciosos, que les transfirió la
generosa España... ¡Eso de las Asturias, es otra impertinencia; fue un tiro
falso, a córner!
Historia
-Prosiga, General, pero no se
detengan en menudencias, que están alargando este Proceso. ¡Esto no es la
O.N.U.!
Zamalloa
-Señoría, acaba de darme el hilo,
el hilo y los puntos, que precisamente de la O.N.U., y de los U.S.A. es de lo
que quería hablarle, que esos tales sí que tenían que estar aquí, en este
banco, por rifantes! Cuando nuestro Caudillo se puso a la cabeza de su
Gloriosa Cruzada, con el único voto en contra de aquel chivani, el tal
Cabanellas...
El Fassi, que se echa las manos a la cabeza:
-¡Hay que ver! Ahora estamos
hablando de la Cruzada, y antes dijo que en Ifni siempre hubiera un respeto
religioso... ¡Estos hijos de Isabel de Castilla...! ¡Ah, sí Boabdil no fuese un
llorón...! De propósito: ¿sabrían decirme qué influyó más en el africanismo de
los españoles, aquel Testamento de su Reina, las nostalgias de su Imperio, del
americano, o aquellos abonos dobles, aquel Plus de Residencia, y los cargos que
les daban a su regreso a Madrid? ¡Por sus chapatorias, por sus
experiencias colonizadoras, supongo!
Zamalloa, ignorando aquella pregunta pérfida:
-¡Hermano de Muhammad! La Cruzada
de la que estoy hablando es la que tuvimos contra los infieles de las Españas,
aquellos comunistas que sólo creían en Moscú, en su Moscova..., ¡y como no
moscaban, los hicimos moscar, nosotros, la España Nacional, en Marzo del
Treinta y nueve, con sólo tres años de contienda!
El Fassi, pletórico de ironía:
-Excusé moi! Je comprends,
je comprends!
Zamalloa, hablando para sí mismo:
-¡Ah, pillastre; este gabacho me
lo dice en francés! ¿Será para que no me entere de que está pidiendo disculpas!
El Fassi
-Lo que tendría que decirle, y
precisamente en francés, es algo que ignora media España: Por el año 1925 los políticos
spanois estaban hasta el gorro de mandar quintos para África..., ¡que de
Marruecos volvían mutilados, mientras los emigrantes de Cuba tornaban ricos...!
Pero se daba la circunstancia de que Francia deseaba encomendaros el control
rifeño, haceros cargar con el muerto de un territorio malévolo y levantisco,
así que no se le ocurrió mejor cosa que ayudaros a vencer al temido Abdelkrim!
Después de esa conveniencia, la siguiente era despreocuparse de aquel Sur
predesértico..., ¡endosándoos la momia de Ifni, Tarfaia, y todo eso! ¿Si fuese
útil y productivo, os lo daría, os lo consentiría, facilitaría Francia vuestro
asentamiento?
Zamalloa, que no le presta mayor atención, intenta cambiar de tema dirigiéndose al
Tribunal:
-En el Banderín de Enganche de nuestra
Cruzada se apuntaron todos los beréberes, todos los árabes, todos los almohades
y todos los benimerines del Magreb. ¡Qué sé yo; muchos, a hecho; todos los de
Alá y todos los de allá! Pero fue, aparte del flush, porque querían
subir a Covadonga para vengarse de los osos; ¡y también de los Pelayos...!
En aquella ocasión no fue con ellos El Fassi…, porque aún llevaba pololos!
El Fassi, que sigue irónico, burlesco:
-¡No tal, no es así, que en
España también había Flechas; flechas y, sobre todo, Margaritas. ¡Oh,
sí, unas Margaritas tersas, duras como cuernos, exuberantes, de
auténtica vaca lechera!
Zamalloa
-¡Señoría! O pone orden al
extremista del Istiqlal, o de lo contrario déjeme llamarle aquello de, Es-selam-aliqum!
Ya sé, ya, que no significa lo que parece indicar, así, de oído, pero mis
soldados mucho se tienen divertido con la fonética de esta frase. ¡Menudo
ejército de asesores, de badulaques, de moros zarrapastrosos, aquel que tuvimos
que pagar, nosotros, en el Treinta e seis, e de ahí en adelante, ¡por días de
vida!, mientras que los soldaditos españoles, después de tomar las crestas
asturianas, recuperaban, en aquellos riscos, los casquillos de las balas! Pues
bien, estos balas perdidas, ¡los tuyos!, estos djenuns, estos pobres
diablos del Aït Ba Amram..., andaban mirándoles la boca a los rojos,
para liberarlos de su dentamia, para extraerles el oro, de baraka-lofik!
El Fassi
-Esa es una calumnia flagrante,
propia de infieles... Su Excelencia se olvida de que nosotros, los arábigos,
culturizamos Occidente, irradiando en todo tiempo y lugar, mayormente desde
Toledo y desde Córdoba, la Gran Sultana, aquella Muslime espléndida, calurosa!
Zamalloa
-¿Irradiando...? ¿No sería
rascando, rascando el muslamen...?
-.-
El Fassi, que saliera un momento, precisamente mientras se leía la arenga de Franco, se supone que para ir a los servicios, entra de nuevo en escena, eufórico, entonando el himno de Abdelkrim:
Pasa a
A GUERRA DE IFNI
-III-
Xosé María Gómez Vilabella
El Fassi
-Palabras necias..., ¡ya sabe!
Pero, a lo que íbamos: ¿No querrían que les mirásemos la boca a les vaques
de Trubia para ver si estaban de canteiros? Recuerde que en las montañas
de Asturias se fueron con Alá, lo menos, lo menos, cuatro de cada diez de los
nuestros, de los de por acá. Tantos, y tan juntos, que entonces, aquí Arriba,
en este paraíso de los luceros, se agotaron las huríes, ¡absolutamente todas! Y
menos mal que en este clima, en este Edén celestial, se crían en seguida, ¡como
los hongos en la humedad de su Galicia!
Mientras, en aquellos tiempos,
los suyos, ¿qué? Los suyos, por entonces, que lo sé bien sabido, andaban de
baranda, por las verdes cumbres, haciendo que lindaven les
vaques, pero lo que hacían, de hecho, era ligar las vaqueiras...,
en aquellos Pajares del heno! Por algo dicen en las Asturies eso de, primos
hermanos...; ¡refiriéndose a los gallegos, naturalmente!
Zamalloa, teimudo:
-Mi viejo, retornemos al Treinta
y nueve. Por aquel entonces, vencido, captivo y desarmado, el ejército rojo,
con el oro y con la plata en Moscova, y con los recibos de la misma en la
faldriquera del Canario, aquel primo vuestro, aquel Negrín, nos vimos negros
para sostener los Protectorados; ¡y más aún para mantener los sargentos moros,
que había un millar de ellos en las nóminas de España! ¡Un millar, que se dice
pronto!
El Fassi
-¿Dijo, Protectorados; en plural?
No recuerdo que le llamasen así al de Ifni, sino, y con toda fachenda,
¡Territorio de Soberanía! Por eso, precisamente por eso, para chafarles la soberanía,
he promovido, yo, yo mismo, en el repetido Cincuenta y siete, aquel Ejército de
Liberación..., ¡para liberarlos de sus responsabilidades..., históricas!
Zamalloa, que está que brama, incontinente:
-¿Cómo te atreves, osado...?
El Fassi
-¡Si, señor, que incluso en la
semántica hemos copiado de ustedes! ¿O no es cierto que le llamaron Guerra
de Liberación a la suya, a la incivil? ¡Estos de ahora son
más pícaros que el Lazarillo de Tormes, y eso que le tienen de prototipo!
Historia
-¡Aténganse a los hechos,
particularmente usted, Si Al-lal! Y no me venga con operaciones de divergencia,
que si eso es admisible, a veces, o por lo menos disculpable, en un estratega,
aquí, en un Profesor, como es su caso, no debiera serlo; ¡nunca! La dialéctica
tortuosa o torticera no es rentable por ante mí, ¡por ante la Historia!
El Fassi
-¡Señoría, excusez moi,
que también he sido un estratega, aunque auxiliado por el Capitán de las S.S.,
Herr Hans. ¿Le parece poca estrategia aquello de planificar el 23-N sin que
ningún español lo descubriese, con la listeza de que presumen, y con lo bien
que pagaban a sus espías? La dicotomía es esta: O el Servicio Secreto de
España, aquel Servicio de Información inventado precisamente por el Almirante
Carrero Blanco, veraneaba, en Noviembre del Cincuenta y siete, por ejemplo, en
la Côte d'Azur, ¡mientras había moros en la suya!, o...,
¡o es que he sido más listo que un Sultán!
Zamalloa
-Lo que es a Sultán no llegaste,
pero no por falta de ganas...! Lo siento por Su Majestad, por tu Mohamed V, que
bien jugado anduvo contigo, que las jugabas todas, y todas a un tiempo: al
populismo comunista, y también a la lealtad alauita. ¡Viejo rifeño, camaleón
del Atlas! Por algo en mi tierra, en mi Galicia, de siempre se les llamó rifeños
a los malos vecinos, a los túzaros!
El Fassi, desaforado:
-¡Pero qué injuria...! ¡Señoría,
protesto; y va por la enésima...!
Historia
-¡Tiene razón; toda! Así que,
nueva amonestación para los españoles. ¡Y que conste en Acta! ¿No escarmentáis?
¡Os sobra baraka, y os falta prudencia! Siquiera ya os lo decían
aquellos rifeños de los tiempos del Teniente Ramón Franco, aquello de, ¡Españoles
no saber manera: siempre de moras, y entremientres, el moro apuntándoles con
fusila...! ¡No, no es eso; no es así!
Zamalloa, recordando, evocativo:
-Después de nuestra guerra se
generalizó, se multiplicó, el esfuerzo español en esta África norteña, de
siempre estéril e ingrata... ¿Cabe algo más fraterno, pongo por caso, que la
Sociedad Anónima Hispano-Africana de Reconocimiento del Atlántico, también
conocida por SAHARA, que para mejor reconocer su función atlántica
incluso tenía una lancha de remos, eso que llaman un cárabo?
El Fassi
-¡Señoría! Les ruego a los
taquígrafos que pongan su mejor atención para que nada se les escape, pues
tengo el presentimiento de que estamos a punto de entrar en una auditoria de
las grandes empresas, españolas por supuesto. ¡Ya verá, Señoría, ya verá qué gestas
aparecen por estos contornos, entre otras, aquellas de, Gracias, Manolo,
que se las daban a Arburúa por sus licencias de importación…, graciables!
Zamalloa
-Marraste, Professeur, que
la cosa no va de xestas sino de toxos, de tojos arnais!
Quería referirme a las grandes empresas de Ifni, tal que Barber Hermanos, que
es precisamente un apellido de origen Bérber, barbero; luego estaban
Elejabeitia, Raimundo Vázquez, ¡gallego por cierto!, Explotaciones
Agropecuarias Africanas...; y tantas otras, que sin ellas, la Capital , Sidi
Ifni, seguiría siendo un simple morabito, el de aquel Sidi, malamente entornado
por los diez chamizos de su Amezdog. La iniciativa privada, la nuestra, la
española, nos secundó positivamente en aquel esfuerzo territorial, ¡que lo
cortés no quita lo valiente!
El Fassi,
mordaz:
-En el concepto secundar
estoy de acuerdo, que no tengo dudas de que esta cosa va de segundones; ¡y
tanto que sí! Después está que, en buenas matemáticas, segundo de segundo,
cuarto es; ¡menos que tercero! ¿Lo entiende, mon Martiño, mi
santo de la capa compartida?
Zamalloa
-¿Me cambiaste el nombre? ¡Pues
lo tengo bien sonoro: Para los íntimos, don Mariano; y para los moros, como
aquel que cerraba España..., Iago!
El Fassi
-¡Hay que ver cómo son estos
guerreros! Marte, para tus antepasados, para los gallaécicos, era el
dios de la guerra, hijo de Júpiter y de Juno. ¿Lo sabías? Está visto: desde que
nos fuimos, nosotros, de nuestro Toledo, eso de las Spanias..., ¡salvado
es, que no harina!
Zamalloa
-Déjate de andrómenas, y
vayamos al fondo de la litis: Hablando de las ganancias que os dimos en
aquellos años de tanta penuria, ¡mundial!, tendré que recordarte, por ejemplo,
como aquellos camelleros, ¡los de tus camellos, ya me entiendes!, recibieron
importantes cuotas, o vales, con los que retiraban de nuestros almacenes
aquellos bidones de ciento ochenta y ocho kilos, de aceite de oliva,
¡refinado!, que los arrojaban por aquellas laderas fronterizas con la Zona
francesa. ¡Estraperlo de Estado, que os fue transferido, mientras los españoles
de aquellos tiempos cocinábamos con manteca de jalufo! ¿Qué hacías tú, a
tal momento, para no enterarte de eso? Ya lo sé: Ifni te caía de costas, de
lado, pues estabas mirando a la Meca..., ¡a verlas venir!
El Fassi
-En cuanto al jalufo, bien
sabe aquí Su Excelencia que no les servía para engrasar en el Magreb aquellos
ejes de su espionaje, del francófono, ¡que en vez de espiarnos a nosotros
espiaban a sus socios! Y no me haga entrar en aquellos secretos de Estado,
algunos de ellos compartidos conmigo, aquellas putadas que les hicimos; mejor
dicho, que les hicieron ustedes a sus amigos los franceses. Si, Vds., a
los franceses, a sus propios socios en la colonización afra. ¿Lo quiere
entender? ¡Sí que lo entiende, sí; tanto usted como sus sucesores en España,
que bien se lo recordó Francia acogiendo con el mismo amor a vuestros etarras,
y eso durante lustros!
Zamalloa
-Ahora que me lo recuerdas,
hablando de la Francia de tus amores: En la de Vichy no se ocuparon, ni poco ni
mucho, de tu zona, ¡precisamente de la francesa! Aquella fue la gran ocasión de
España, que se pudo hacer con el dominio de todos los Magrebs, pero Franco, un
caballero sin tacha, fue neutral, que incluso desairó aquella oferta del propio
Hitler...! ¿Lo recuerdas, sabio historiador?
El Fassi
-¿Lo fue? Pero, ¿con qué herramientas
iban a ocuparse de la vecina, pero no pacífica, Zona Francesa? ¿Con cuatro máussers,
viejos, añascados; y luego aquel asunto tan feo de su ocupación de un Tánger
internacional e internacionalizado...! Tan ingenuos fueron, que incluso se
hicieron ilusiones de que Hitler les consentiría anexionarse el Marruecos
Francés, entero, con sus linderos, con su limes. ¡Media África; y de
paso, Gibraltar! Aquello era para que comulgasen con la Roca, ¡ya que solían
hacerlo con las piedras de sus molinos manchegos! ¡Pobrecillos, si hasta lo
sabe aquí doña Historia, esta reina de los arcanos, que llegasteis tarde a
Hendaya porque ninguna de vuestras locomotoras cogía presión, y eso que
engancharon tres o cuatro, simultáneas! Mucho se cabreó entonces, aguardando a
pie firme, en aquel andén húmedo, que lo midió cien veces aquel bigote de mico,
el tal Hitler…
Zamalloa
-Esa versión no resiste un
análisis histórico... Si llegamos tarde a Hendaya fue por..., por cálculo
gallego, para demostrarle al Fhürer que la gente importante se hace esperar,
pues si él era un fhürer de esa Alemania de los alemanes, nuestro Carlos V,
aquel que fue a Coruña a buscar la pasta para su propia coronación, ya lo era
antes, ¡hace más de cuatro siglos!
El Fassi
-Tan importante, tan ridículo fue
aquello, que en el famoso tren fuisteis haciendo la comanda del Zoco
para ver que les podíais hurtar, sisar, escamotear, a los alemanes: ¡Quilitos
de esto, litros de aquello...! Pero la logística de la Alemania nazi tenía que
llenar las neveras del invierno ruso. ¿Sabes que os contestaron? ¡Qué vais a
saber si por entonces aún no fueran los obreros gallegos aprender su alemán,
que eso fue...; ya lo tengo, en la emigración de los Sesenta/setenta! Me lo
contó el propio Hans, exactamente en Noviembre del 57...
¡Lo lógico, dadas las
circunstancias! Según nuestros Económetras, -os dijo Ribbentrop,
en persona-, no es que os falte harina sino que toda España, una,
grande, y libre..., ¡está vacía! ¡Es salvado, cáscara de
molienda, ruina absoluta! Y sobre eso, como abono
infecto, un millón de muertos...
Aturdido, Serrano Suñer le
respondió al tun-tun: -Ja, mein Herr. ¡Que
no, no señor, que sólo fue medio millón, que los otros son desaparecidos; o
desaparecidos o expatriados!
Ribbentrop, que se tronchaba a
reír, no aguantó más parvadas, y le gritó a la oreja: ¡Un millón de
muertos..., de hambre, entre preagónicos y tuberculosos, Herr
Cuñadísimo!
En aquella situación, con las
deudas pendientes, les enviasteis una división de mendigos, encapuchados con
aquellas mantas de campaña sobrantes de las guerras de África; borra de algodón
que olía a ratas y a vomiteras, para ser exactos! Y menos mal que también os
dijo el alemán que les darían rusas a los sorchis, ¡en cantidad! Rusas,
por si lo ignoras, son, eran, aquellas zamarras con pasadores de madera en
lugar de botones, ¡casacas de cosacos! Pero como del alemán sólo sabéis decir, ja,
mein Herr!, que lo usáis, en
vuestra ignorancia, incluso para negar, para rehusar, pues eso le contestaron
los tuyos, ¡y con eso os tomó la palabra!
Zamalloa
-No, que no es correcto, que yo
estuve por allá, entonces, con la Azul, ¡y no precisamente robando iconos...!
Si no contuviésemos en aquella ocasión a Stalin, aquel Yugachvili de la tierra
arrasada, aquel Hijo de la Gran Matriusca, se hubiese papado media
cristiandad; y de sobremesa engulliría al Islam, todo, entero, mezquitas y
medersas incluidas. Aquellas heroicidades, las nuestras, aquellas de los campos
de Checow, sólo pueden compararse con las de Carlos Martel, aquel Señor de los
Poitiers; ¿entiendes?
El Fassi
-No, no fue ético que
colaboraseis con Hitler, un criminal, un loco, un avasallador de pueblos...
¡Impropio de la prudencia galaica!
Zamalloa
-¡Mon Professeur,
tu enseñarás lo que quieras, pero lo que es Ética, nada, cero! Acuérdate de
como atacasteis en Ifni, donde había una población civil, mayormente canarios y
gallegos. Canarios de pura cepa, guanches puros, y gallegos auténticos,
de los del nabo de Lugo. ¡Los mejores! Y para más inri, de noche, ¡sin
declaración de guerra! En la División Azul sí que dimos la cara, la cara y
también el culo, que bien que reptamos por aquella nieve, tan blanca y tan
limpia que por donde pasábamos sólo quedaba un reguero con los colores de
nuestra bandera...
El Fassi
-¡Gráfico, si señor; mucho, que
por fin concordamos en algo! Bien sé lo de aquel rastro: Dos franjas de sangre,
con algo de morapio, de aquel de Valdavia... En canto al walda,
al amarillo..., también lo tengo: procedía de la bilis española, de vuestra
impotencia frente a las astucias y al tesón de aquel hombre de acero, el
Yugachvili; para el vulgo, Stalin.
Zamalloa
-¡Tu sí que estás bilioso, pero a
fuerza de ayunos...! Volveremos al tema cuando se ventilen las
responsabilidades de tu Mohamed V, pero ahora tornemos a Ifni, que estas
maniobras de dispersión por las estepas rusas son un truco dialéctico, uno de
los muchos de este inefable Si Allal. Según te iba diciendo, cuál no sería
nuestro dispendio, en Ifni, que, por ejemplo, estando los míos con las Regiones
Devastadas, ya les hicimos, a los tuyos, en Sidi Ifni,
aquellas aceras; entre otras, las que circundaban las casas del traidor Boaida,
¡tu futuro y flamante Gobernador de Tarfaya!
Roma nunca pagó a los traidores,
pero, ¿España? ¡España incluso les dio anticipos! Si fueseis bien nacidos, que
de bien nacidos es ser agradecidos, de vuestros colonizadores tendríais que
decir, con Camöens, ¡Alta geraçâo, ínclitos
infantes! Añadiendo, por comparación: ¡Oh ínclito Caudillo, franco y
gallego a la vez, qué pupilos tan felones estos que amamantaste con tu flus,
con el dinero español!
Después
de un aliento, prosigue, con los ojos en alto, visiblemente emocionado:
-¡Oh, Ifni, mi provincia malograda,
cuantos siglos de esterilidad magrebí fecundados en treinta y cinco años de
presencia española, quince campañas, coloniales incluidas!
El Fassi
-¡Alto ahí, mon Général,
que con esa fogosidad oratoria, se le escapan las verdades! Mas, para mí, lo
debí dejar aupado en sus grandilocuencias, mi señor Don Mariano, Ex-Gobernador
General de ¿su? África Occidental. Pero le voy a rebajar los humos: ¿Se acuerda
de cómo se quedaron de fláccidos aquellos miembros de su..., de su séquito?
¡Más que con los huevos de aquella tortilla que los franquistas le ofrecieron
al Dictador, a Primo de Rivera, en cierta ocasión...! ¡Veinte mil miembros
fláccidos, veinte mil sobres de su Pagaduría, que se dice pronto! Acuérdese de
aquel Plus...; si, aquello del ciento cincuenta por ciento en carácter de Plus
de Residencia...; ¡de Residencia principesca!
Zamalloa
-España pudo, pudo y quiso,
premiar nuestra dedicación, la de los Mandos Territoriales, que por algo
estuvimos allí destinados, a las duras y a las maduras, escogidos por la
Presidencia del Gobierno, ¡la flor y la nata de nuestra hidalguía!
El Fassi, con sorna:
-¿Gallegos, gallegos incluidos?
¡Estos llegan a las antípodas, que vaya proliferación...!
Zamalloa
-¿Y quién, si no; donde es que
los hay mejores? Las avanzadas civilizadoras, siempre y de siempre, se hicieron
con gallegos..., ¡desde Augusto, pasando por el Adelantado Fernández de Lugo!
El Fassi, que se troncha de risa:
-¡Veinte, veinte mil sobres,
veinte mil bolsas vacías..., sin contar los escrotos! ¡Eso es mucha flaccidez,
como para que usted venga presumiendo de su nabo, del de Lugo! ¡Muchos cestos y
pocos huevos!
Zamalloa
-¡Eh, escuche, óigame un
momentito, que España nunca colonizó por el huevo, que siempre lo hizo por el
fuero! ¿Se entera, mon Professeur?
El Fassi
-¡Ah, mon Général,
eso no, que España impuso sus fueros, de siempre y siempre, mayormente
en las Colonias, a puro güevo! Desde Colón, aquel experto en ponerlos de
pie, aquel que discurrió que la tierra era redonda, pero le salió ovalada, que
entre su Fisterre y el Cipango lo que había era un promontorio ovoide,
el de las otras Indias! ¡Oh, là, là, mi
Zamalloa, cuanta tortilla podríamos hacer con aquellos huevos a poco que le
diésemos al percutor de nuestras fusilas, pero nos pasamos de prudentes, con la
prudencia de Alá, que no permite guerras ofensivas!
Historia,
que comenta con los Historiadores, con los
Secretarios:
-Eso de colonizar a puro güevo
no nos parece tan grave; también Roma tenía ese estilo, y quedó bien vista por
ante mí, por ante la Historia!
Zamalloa, que aplaude, complacido:
-¡Claro que sí, Gran Señora! El
ánimo se me exulta de gozo por las glorias del deber cumplido, por las de los
quinientos héroes de aquellas acciones de guerra. Además de los errores de
nuestros topógrafos al señalar los campos de las minas propias; ¡esto además! Y
ya no hablemos de los desaparecidos, de los no localizados... Luego están los
heridos, que sin un quejido resistieron la infección de su vil metralla! Estos
laureles, los españoles, son inmarcesibles, mi Señora, y ahora no pueden
arrancarlos de Ifni porque, al desaparecer la niebla de la censura, en España
los grabó la imprenta, tal que está pasando en este Juicio Histórico! Ifni se
entregó con honor... ¡Qué otra cosa haría un gallego! Se entregó después de
diez victorias y ninguna derrota, que lo suyo siempre fue un simple paqueo...
¡Si, un paqueo, aquello tan rifeño del pac-co, pac-co…, por
detrás de los arganes!
Se entregó, que no tengo ningún
recelo en decirlo, sólo y tan sólo bajo la presión política de aquellos
tecnócratas enchufados en las Secretarías de los Estados... ¿Cómo se dice...?
El Fassi,
que
interrumpe:
-¡De momento, Unidos! ¿O es que
ya no te acuerdas de aquellos amigos de tus amigos, de aquellos Secretarios tan
amigos de complacer a sus amigos con tal de que hubiese ganancias
político-económicas de por medio? Por cierto, que aún no hemos discutido si lo
de Ifni debe constar en las actas Históricas como “cesión”, o como
“retrocesión”.
Si lo presentáis como “cesión”,
será reconocer que fue una cobardía vuestra, una flaqueza vuestra, arriar
vuestra bandera; la derrota de un imperio ya en declive ante cuatro
desharrapados incontrolados, aquellas mesnadas que os atacaron en la noche del
23 al 24 de Noviembre de vuestro Año de Gracia 1957.
Si fea es una “cesión” cobarde,
no lo es menos una “retrocesión”, ¡puesto que sólo se retrocede lo ilícitamente
poseído! ¡En todo caso, caput, nene!
Los españoles, en particular los
sureños, llevan tanta o más sangre árabo-béreber que goda en sus venas, y aun
así son incapaces de entender la idiosincrasia, la astucia, de sus parientes!
Zamalloa, que pasa por alto esta última propuesta, este reto, de su contrincante:
-En mi tierra decimos, Amiguiños
sí, pero a vaca no que vale! ¡En lo que vale de suyo! El caso de Ifni no
fue así, pero voy callar, que te estoy dando juego..., ¡sin querer y sin
convenirme!
El Fassi, de nuevo en actitud doctoral:
-Acuérdate que el Querellante de
esta Querella invocó aquello de, ¡España. Una, Grande y Libre! ¿Qué hay de malo
en que nosotros, los Marroquíes, los Protegidos, los alumnos, aprendamos de su
España, de esa Maestra de pueblos..., por no decir otra cosa! Nosotros, como
alumnos aventajados, émulos en definitiva, también pudimos, con iguales títulos
académicos, anhelar, proporcionarnos, un Magreb Uno, séase unido, re-unido;
Grande, de extensión claro, pues desde Port Etienne a Covadonga, ya es tierra
de Alá..., cuarenta mil hanegas! Después queda eso de Libre, que está bien
claro: ¡Un Magreb libre de las tutelas protectoras, vuestras, de los infieles!
Para lograrlo, Danton os llevó de su mano, que de él aprendimos, también
nosotros, que, De l´audace, encore de l´audace et toujours de l´audace!
Zamalloa
-¡Esas huríes del Séptimo te tienen
chupado, médula incluida! Tú no eres Libre; ni tú, ni los tuyos, pues la única
libertad de tu gente, hoy como ayer, está, estriba, en soñar grandezas..., ¡las
grandezas de cuatros feudales!
Tengo que recordarte que con
nosotros, con las Españas, teníais ciertos compromisos históricos, contraídos,
reconocidos y cultivados, pactados, siglo tras siglo. ¿Perdiste la memoria
histórica, la que tenías antes de convertirte en un fanático; o dicho de otro
modo, en un converso afrancesado?
El Fassi,
desafiante, airado:
-Eso, eso, todo eso, se juzgará
en esta Sala; injurias, aldrajes...; todo incluido, por supuesto!
Zamalloa
-¡Señoría! Creo que a estas
alturas de mi intervención, y de momento, por palabras de presente, mi Caudillo
tiene revalidado su título de Protector de Marruecos, ¡que eso es mucha
Grandeza! Si las baladronadas sucesivas de nuestros oponentes pretendiesen
rebajar su gloria, yo me reservo el derecho de alancear malandrines! -Dirigiéndose ahora a El Fassi: -¡Odres,
odres es lo que sois, que incluso en vuestras culeras os parecéis a los odres
de vino de una venta manchega! Ahora bien, por si todo esto que llevo expresado
no retratase suficientemente la grandeza, la grandeza y la sensibilidad del
César, del César Franco, aquí tenéis su
ELEGÍA EN LA PÉRDIDA
DE IFNI,
harto elocuente por sí misma.
Está inédita porque la propia Censura, aquellos jins, aquellos djenuns,
aquellos “diablos familiares”, que así les decía, no se la dejaron arengar en
vida por considerarla excesivamente explícita! Se vino con ella al cielo, que
se la metieron, con otros papeles top secret, para rellenar su caja de
caoba, excedentaria de espacio para un hombre que era grande de espíritu, ca no
de cuerpo, ¡lo que tiene más mérito! Así que, cuando pasó por las aduanas de Porta
Coeli, se la encontraron los de San Pedro...
¡Aquí la tengo, Señoría! Y me
gustaría que la leyese uno de estos Secretarios, pero traducida al gallego, o
por lo menos, al castellano, ya que está en latín..., ¡porque le fue redactada
por uno de aquellos Escribas de la Obra del señor Escrivá!
El Fassi,
en un aparte:
-¡Lo que tengo que oír por no ser
sordo! Yo sabía que don Francisco actuaba por la Gracia de Dios, incluso cando
le daba a la manivela, al troquel de hacer las monedas, pero de eso a que esa
Obra fuese propiamente suya... Eso es un improperio, otro; un sueño imperial,
otro...; ¡y sin Imperio!
Doña
Historia asiente, así que Zamalloa le pasa aquel pergamino a uno de los
Secretarios; un rollo arrugado, amarillo; mucho, tal y tanto como si lo acabasen
de sacar de una de las cuevas del Mar Muerto.
Secretario
-¡Oh! ¡Pero está en latín...!
¡Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho!
Historia
-Señor Secretario, lea; pero en
castellano, para que lo entienda toda España, ¡tan necesitada que está de abrir
sus arcanos históricos!
Secretario
-¡Lo que es por mí, vale; vale!
Lee, con
voz atiplada, imitando, remedando a Franco:
¡Españoles todos, Ifni no ha muerto! Vive en
los colores de nuestra bandera..., y en las glorias de nuestros héroes. Vive en
los Anales del Grupo de Tiradores, en las Fuerzas Expedicionarias que le han
defendido, en la Administración fecunda de la Policía Indígena, y en las alas
de los Junker-52, y de los Heinkel-111. Vivirá en los cañones del Canarias y en
la furia legionaria. En la seda de los Caballeros Paracaidistas, y en las
gabardinas del Somatén...
Vive y
germinará con las lecciones magistrales de nuestras escuelas, en nuestra
sanísima Sanidad, la que allí hemos desplegado y puesto de manifiesto cuando
les erradicamos aquellas glaucomas, aquella peste bubónica... También vive, y
pervivirá hasta que empiecen a ir por allí los arqueólogos, en las obras
públicas; ¡otra legión!
Tantas y
tan altas las hicimos, que elevamos, con ellas, aquel poblado de Amezdog a la
categoría de moderna y confortable ciudad; aquel Sidi Ifni, que por tener, un
Casino tenía... ¡de Oficiales!
Ahora
descansa el gigante hispano, mustio, aletargado por su esfuerzo colonial.
Duerme bajo la luz matizada de la media luna, cabe las palmeras, haciendo compañía
al Mío Sidi Ifni, cuyo morabito restauramos, y respetamos, empezando por las
huestes de nuestro Adelantado, aquel Capaz..., ¡que le inmortalizamos dando su
nombre al puerto de El-Yebha!
¡Españoles
todos! España domina, ahora y siempre, en los cinco Continentes..., por el
Imperio de nuestra Raza, y por el OPUS, por la Obra de Dios; ¡por la Impronta
de nuestro Genio y por su Camino, bien escrito y bien trazado!
Allí
donde un español haya plantado el Árbol de las Ciencias, ese que blasona
nuestro Instituto, ¡del Consejo Superior!, o tendido su mano generosa, cual
Guzmán, un renegado tan fiel que Bueno le llamaban, allí quedará España, y
también lo hispano; allí fructificará nuestro aliento; ¡allí se elevará nuestra
Obra!
Que no
digan que caímos, ¡que no os lo digan! Nos fuimos del puesto que allí
teníamos...! ¿Cayó, puede caer, una Nación tan rolliza, una piel de toro que
amamantó cincuenta países? ¿Pueden los renuevos prescindir de nuestra sabia?
Nuestra
siembra germinará en todas las primaveras de la Historia, por los siglos de los
siglos. ¡Amén! ¡Inch´Allah!
Recordad
que España es grande. En las desdichas, también; ¡también en las desdichas! No
cede nunca, ¡emancipa!
Esto de
Ifni, esta mal llamada Retrocesión, fueron desposorios pactados, ¡con el propio
Marruecos! Nuestra benjamina, nuestra Ifni, lució en sus bodas las joyas del
trabajo y del genio hispanos, incluido un puerto mecánico, con un teleférico de
mil cuatrocientos metros; ¡treinta años que nos llevó decidirnos, que no
hacerlo!
¡Ah, y
luego está lo del aeropuerto; un campo almidonado, digo, hormigonado! Calles a
cordel, dos iglesias y dos mezquitas. Todo ello un tesoro..., ¡que para sí
quisieran los del Courel!
Hemos
vaciado nuestras arcas para dotarla del más digno de los ajuares, el más
apropiado a nuestro abolengo, a nuestra inmarcesible grandeza!
Dote real
la dimos, dote de reino a reino; de España madre, al Marruecos yerno, cá mejor
non la tuvieron las fijas de Mío Cid! Pero esta dote la dio España, y tal y
como la dio, la tutela, que si afrenta hubiere, en Corps, en Melilla o en
Sebta, los mismos legionarios que pluguieron de sus ojos cuando se arrió
nuestra bandera, lidiarán de nuevo, todos a una, prietas las filas, para
recuperar Ifni, para recuperar la Princesa ! ¡Y con la Princesa, su dote, si
malandrines la mancillan!
¡Héroes
de España, que alumbráis en los luceros: Vigilad a Marruecos, y escoltad a mi
Pequeña y Gran Provincia, esa chiquirritina de Ifni, que si mal trato recibe de
la Media Luna, yo velaré para que vuelva a salirle el sol, sea por Antequera o
por el Atlas! En tal caso, la recuperaré para protegerla de nuevo..., ¡para
mejor desposarla!
¡Españoles
todos, nosotros emancipamos, pero sin abandono, que tampoco lo haremos con el
Sáhara ardiente! España, y yo el primero, responderemos ante Dios y ante la
Historia de los florones del Reino, de las glorias de nuestros héroes, de los
altos designios de nuestra Raza, -que en eso soy franco-, de la culturización
de aquellos maestros, tan sacrificados que incluso se peleaban por un destino
para Ifni..., aunque los malandrines digan, ahora, que lo hacían por el Plus de
Residencia, un ciento cincuenta por ciento de nada..., ¡y con sus magníficos
pabellones!
¡Españoles
todos, poneos en pie, que ya parte la doncella para sus nupcias; y deja Solar y
Bandera para acomodarse a las alfombras de la Corte Alauíta, todas ellas de
nudo..., ¡qué bien le apetecerían a mi señora Doña Carmen!
Despidámosla
con el orgullo de haberla criado a nuestros pechos, moza y robusta;
despidámosla con el orgullo de haberla defendido, y protegido, mientras que de
ello hubo causa y menester.
En Ifni
hemos escrito, y cumplido, una de las páginas más brillantes de nuestra tutoría
de pueblos, de nuestra forja de naciones, de nuestro Imperio universal, espiritual,
transmisor de valores eternos...,¡y de los otros!
¡Españoles:
Recordad que España es, en las desdichas, Grande! Mucho, que me dicen que pasa
del medio millón de kilómetros ¡cuadrados!, así que, cuando nos viene la
pertinaz sequía, la regamos con la sangre de nuestros héroes!
¡Viva
Fran...!
Se equivoca el Secretario y trata
de corregir:
-¡Digo,
pues dice: Viva España; la mía, aquella que resucité de su ostracismo, en el
36, gracias a los tambores, a los tambores y a los Tabores, de Regulares!
Historia, apretándose su voluminosa tripa para no estallar de risa, y secándose el
sudor de su honorable testa:
-¡Uf, cuanto me fatiga la
grandeza...! ¡Señor Secretario, quedé extenuada, así que, ¡vacaciones!, por
otros cincuenta años, que las tenemos merecidas. Bien pensado, esa Obra del
OPUS estaba en todo: ¡Sabía gobernar..., por lo menos, en lo profano! Y luego
esa espada tan grande, ¡cuatro!, al servicio de una cruz tan pequeña... O dicho
de otro modo, esta cruz puesta al servicio de aquellas espadas tan relucientes,
con aquellos bastones de mando en plata..., ¡quiero decir, en plaza! ¡Vaya Obra
de Dios la de aquellos Tecnócratas del franquismo! ¡Inefables!
En un
aparte:
-Tengo que anotar en estas Crónicas que aquella generación de la Reforma de
la Contrarreforma Española, con su Nacionalcatolicismo bajo palio, superó a los
Templarios, pues, además de su cruz y de su tizona, ¡qué bien le daban al
bolígrafo! ¿Tecnócratas que eran, no si?
Murmullos
de aprobación en la Sala. Doña Historia se dirige a su tribunal:
-¡Esto es muy denso; más de lo
que pudiese parecer a simple vista, así que merece una meditación
trascendente…! Por ello, meditemos, y de paso, recesemos; un rato. O
mejor, dos, pues estas epopeyas hay que tomarlas con filosofía, tal y como hacían
aquellos colonizadores desde que se hartaban de langostas y de percebes;
¡africanistas que eran, todos, todos ellos!
Señores estudiosos de la
Historia, ¡dije! Y dije más, mucho más, en un Acto de este Juicio que en todos
los periódicos del Movimiento juntos, en las tres décadas de aquel
Movimiento Inmóvil…, ¡un invento digno de un Nóbel, que ni Franco!
Entra en
escena la Guardia Mora, con aquellas capas blancas tan fardonas, a los acordes
de una rapsodia magrebí. Extienden un tupido velo sobre el retrato de Franco. A
Mohamed V le dejan descubierto, alegóricamente, evidenciando su triunfo en
aquellas guerras del A.O.E.
El paño
va cayendo lentamente, ¡suai-suai!
-.-
Escena 3ª
El Fassi, que saliera un momento, precisamente mientras se leía la arenga de Franco, se supone que para ir a los servicios, entra de nuevo en escena, eufórico, entonando el himno de Abdelkrim:
-Al yauma lijurobi hayu...!
Historia
-Monsieur, actualícese, por favor, que eso del
cabecilla Abdelkrim ya está juzgado, ¡por ante mí! Y tampoco es cosa de
reivindicar las minas rifeñas de aquel conde, de aquel Romanones, por las que
tanto se esforzaron los spaniois de
entonces, que todo eso pasó a la Historia, hace tiempo! Ahora tenemos otros
problemas, otras tensiones...
A propósito, que me dicen que usted viene de la Meca,
de guiar a los peregrinos... ¿Llevó mucha gente? ¿Acaso tuvieron avalanchas…,
en eso de tirarle piedras al diablo?
El Fassi
-En efecto, he ido; y vengo purificado, por enésima
vez. ¡Purificado y glorificado, enaltecido! Así que, de no importarles, hagan
el favor de darme el tratamiento apropiado, pues ahora soy hadj, o hach, como
mejor se les acomode pronunciarlo! ¡Más peregrino que los de Santiago! ¿Quieren
ver mi Compostela?
Historia
-En este caso, mi Hach,
obtenido su amman, su gran perdón,
confío en que se avendrá a razones, sin polémicas ni resentimientos, que así
nos facilitará la Resolución de este embrollo!
El Fassi, atajándole con prisas por rematar el pleito:
-¡Por supuesto que sí! Lo que es por mí, ¡sobreseído!
En vista de ello, pasemos a una Vista nueva, a una nueva litis: ¡Delenda es Sebta; delenda es Sebta; y
después de Sebta, (15), Melilla!
¡Canarias, de momento, que quede para los negros, nuestros esclavos! ¡Bismillah...!
Zamalloa
-¿Vuelves a las andadas, Professeur, Profesor de Insurrecciones? ¡Poca enmienda fue la tuya
con eso de la Meca! Ya os dijo nuestro Caudillo, in illo tempore, cuando os sulfurasteis, que transigía en el
asuntito de Ifni, pero que de Ceuta y de Melilla..., ¡ni olerlas! Si no me
creéis, aquí está Doña Historia, con sus archivos! A mayor aserto, ¿donde está
vuestra amistad con nuestra España…, ¡con vuestra despensa!, tan cantada y poco
decantada, durante ocho..., qué digo ocho, trece siglos, porque seguís
beneficiándoos, sea directa o indirectamente!
El Fassi
-¿Amistad, mi viejo? ¿Dijo así, a-mis-tad? En ese caso
pregúntele a nuestro Profeta, que nos lo tiene advertido, particularmente en
las aleyas veintisiete y veintiocho, de la sura tres:
Los creyentes no tomarán por
amigos a los infieles. Quien tal haga, no tendrá nada procedente de Dios...
Más adelante, por si nos fallase la memoria, vuelve a
insistir, concretamente en las aleyas cincuenta y uno a cincuenta y seis de la
sura cinco:
¡Oh, los que creéis! No
toméis a los judíos, ni a los cristianos, por amigos vuestros. Quien de
vosotros los tome por amigos, será uno de ellos! Dios no conduce a la gente
injusta. Vuestros amigos son Dios y su Enviado, y también aquellos que creen.
¿Lo ve, mon
Gènèral; ve qué compromiso para nosotros, para los fieles? Y luego que, por
otra banda, las amistades con los spanois
no pueden tener buen fin..., ya que tuvieron mal principio! Acuérdese de
aquella Florinda... ¡Me refiero a Florinda de la Cava, de la Cava o de la
Cueva, que ya no lo recuerdo, pues lo mío son las medersas y no los burdeles!
Zamalloa
-¿Querrás decir, aquella Fatima, aquella princesa de
Sebta...? ¡Lo dicho, chocheas! ¿No será que vienes de darle al kif, y no de la Meca? ¡Se me hace que
apestas a…, a cannabis índica!
El Fassi
-No tal, pues aquella dama, ¡o lo que fuese!, al
renegar de nuestra fe perdió el nombre, el nombre y también la filiación. Aquí,
nosotros, sabemos cómo fue, pero se lo recordaré en favor de su gente, pues,
ustedes, los spaniois, son malos
estudiantes en esto de la Historia…, ¡de la Historia que no les conviene! La
verdad es que, a principios del siglo VIII, vuestro don Rodrigo fue
cordialmente invitado a las bodas del Gobernador de Ceuta por mérito de nuestra
legendaria buena vecindad con las Spanias!
¿Lo sabía? Y entonces… ¡entonces abusó de ese honor, de esa confianza, secuestrando
una hermana de la propia desposada! Poco le importó al Gran Godo, al tal
Rodrigo, que fuese huérfana; ¡huérfana y doncella!
Zamalloa
-¡Le importó mucho, muchísimo, que por eso la envolvió
en su capa de armiño! Y con la misma, levó anclas, Estrecho a través, de
seguida, ¡remando toda la noche! Pero has de saber...; ¡mejor dicho, debieras
saber, tienes que saber!, Professeur
Magnífico, que don Rodrigo la requirió de amores, de amores formales; ¡y todo
iba bien en Sebta hasta que se habló de la dote...!
A propósito de aquella dote: Ese mismo Corán, o
Alcorán, o Al-qurán, que tanto invocas..., ¡cuando te conviene!, creo que es en
la aleya dos, de la azora cuatro, dice lo siguiente:
Dad a los huérfanos sus
riquezas. Non cambiéis mal por bien. No comáis sus riquezas junto con las
vuestras, que eso es un gran pecado.
Si esto fuese poco, puedo abundar en el tema invocando
la aleya cuatro, que concuerda con la antedicha:
Dad a las mujeres,
espontáneamente, sus dotes...
¿Que, te llega con esta taza, o quieres otra...? ¡Esa
fue la cuestión! El moro Mussa, aquel cuñado-tutor de la doncella Fatima le
quiso pispar la dote a su cuñada...; ¡tal que te lo cuento! Todo lo más que le
ofreció a nuestro don Rodrigo fueron esas islas costeras, a las que chamamos
Alhucemas, y vosotros, Al Hoceima.
¡Ah, y también un Perejil, que por mínima se me olvidaba! ¡Mira que hacerle
semejante desprecio al Gran Godo! ¡A quien se le cuente...!
El Fassi, en plan despectivo:
-¡A mí me lo está contando, Mon Gènèral! Pero ya sabe, por una oreja me entra, y por la
otra..., ¡chis-pum-fuego!
Zamalloa
-Lo tomas a coña, pero siempre voy en serio, talmente
en serio, pues las epopeyas, aunque se refieran con humor, son cosas intrínseca
y terriblemente trágicas.
Don Rodrigo, para no seguir rifando, dijo que se iba a
la cama, ¡pero no dijo a donde, ni con quien! Cando aquel Sidi Mussa dio
despertado, el Visí ya dormía, en paz y en compañía, pero..., en Carteya!
Su lección, la de nuestro don Rodrigo, esa sí que fue
magistral, y no otras que me sé, tal que aquellas que se dieron allá por Fez,
en los años Cuarenta/Cincuenta...!
El Fassi
-Remate con sus especulaciones, s'il vous plait, que usted no es un erudito, ¡ni mucho menos!, que
una cosa son las laureadas y otra, ¡a veces muy distinta!, los lauros, los
lauros parnasianos. Acuérdese de lo que dijo aquel señor, aquel paisano suyo,
aquel manco que procedía de su país, allá por el Cervantes de la Sanabria, hijo
de un casero de aquel conde de Lemos...; aquel distinguía perfectamente entre
el discurso de las armas y el de las letras!
Zamalloa, que hace que
no escucha y sigue impertérrito con su perorata:
-¿También tengo que recordarte que don Rodrigo fue tan
delicado que para que Fatima pudiese seguir usando las mismas iniciales en su
ropa, la hizo bautizar con el nombre de Florinda? ¡Pues sí; así te fue; cierto!
Cando le preguntaron por el significado de la ceremonia, aquel visi-godo...,
¡qué quiere decir, más que godo!, se explicó de esta manera, con toda
precisión:
El nombre que nosotros le
damos, eso de Florinda, procede de Flor Linda, que bien veis que esta doncella
es la flor más linda del jardín de Alá...!
Con eso, con estas explicaciones, las mozas de por acá
se entregaron a la resignación.
¡Ah, y también sabrás que la bautizó aquel obispo tan
famoso, dom Oppas...!
El Fassi, siempre coñón:
-¿Si, de verdad? ¡Ahora lo entiendo! De eso, de ese
obispo, creo que viene esa cosa del Opus, esa Congregación tan pía y tan
política, tanto, que incluso nos ayudó a liberarnos de España; ¿no es cierto?
Zamalloa
-¡Chico, no mezcles el tocino con la velocidad, aunque
te suenen parecido! ¡Señoría, perdónele a este infiel que no sepa lo que dice,
que no conozca el Camino…, el camino
de aquellos Ministros…, manirrotos!
El Fassi, que sigue
coñón, cada vez más:
-Ya se lo demostraré, ya, que sé muy bien,
perfectamente, lo que hago; y también lo que digo! Tan bien, tan bien, se lo
demostraré, que incluso les desecaré las lagunas de la Historia, Janda
incluida!
Atiendan y vean como aquel Tarik-ben-Zeyad le demostró
a su Rodrigo, al raptor de la Florinda, allí mismo, en la susodicha Janda, que
quinientos caballos árabes, pura sangre, fueron bastante cubrición para las mil
yeguas visigodas, que más no tenían! ¿No sabe lo que dice la leyenda? Que tan pronto
como las bestias españolas ventearon la proximidad de los pura sangre, de los
árabes, debajo se les metieron..., ¡y sin esperar a que se apeasen los godos!
Esto es cierto, que está reconocido por los propios
historiadores de la parte vencida, así que es una prueba irrefutable de vuestro
potencial raquítico, que entonces, como ahora mismo, se os iba la fuerza, y con
la fuerza, la producción, en bizantinismos internos!
¿Exigió vuestro Rodrigo, aquel bárbaro de las Spanias bárbaras, por dote un reino? ¡Pues
en eso erró, que se quedó sin el suyo! Como ve, la Historia se repite, sea en
el fondo o en la forma, que nada, o poco, hay de nuevo bajo el sol. Y luego
está que algo así ya ocurriera antes, con aquello de la Elena de Troya…, ¡pero
no me hacen falta argumentos tan arcaicos!
Los spanois
tienen arraigada esa costumbre de enseñar bobadas a quienes creen que no sabe.
¡Ya, ya! Pues, aquí y ahora, viene al caso que se ventila en esta Sala que su
Caudillo, cando fue a Madrid mi Sultán, en aquel Abril del Cincuenta y seis,
precisamente en el momento en que tocaban nuestro himno, el magrebí, Franco,
listillo él, gallego él, dándose aires de Protector, según solía hacer, le
indicó a mi Sultán que podía seguir revistando las tropas españolas..., ¡sin
detenerse! ¡Vaya insolencia! Pero no le sirvió de nada pues Nuestra Augusta
Majestad, tan digno y tan patriota siempre, siguió cuadrado, en plan militar,
tieso, y le contestó, ¡Baraka-lahufik,
mon Gènèral, pero no se canse, que ya soy grandecito, además de Rey, y sé
lo que hago!"
Zamalloa, enojado, fuera
de sí:
-¡Eso es una calumnia, una fabulación fementida, una
inventada pseudohistórica..., acaso francesa!
El Fassi
-¿Usted cree que si? ¡Pues, mire, en tal caso la
difamación será de otro General, de aquel Franco Salgado-Araujo, nada menos que
Secretario Militar y pariente del propio Caudillo! ¡Lea, lea la página ciento
setenta del libro Mis conversaciones
privadas con Franco, al que ya me tengo referido! ¡La Historia es la
Historia! ¿Sabe?
Zamalloa, conciliador:
-De aquel viaje de tu Sultán a Madrid mejor harías en
callar, que también puedo referir la declaración de cierta azafata de Iberia,
aquella que...
El Fassi, interrumpiéndole:
-¿Azafata; dijo, azafata? ¿Y usted me habla de
lecciones? Pero si incluso nombra a las aeromozas con étimos árabes…!
Zamalloa
-¿Quieres azafata, o quieres aeromoza? ¿No te
satisfacen las huríes...? En ese caso tendrás aeromoza, cuanta quieras!
Escucha:
RESULTANDO que en Abril del cincuenta y seis cando iba
tu Sultán en el avión de Iberia cara a Madrid, y
CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que el pobre
señor, después de aquellas fiebres independentistas que cogiera en los pantanos
de Madagascar, cando los franceses...
¡Si, sí; no pongas esa cara de disimulo, que la
Historia tiene constancia de ello!
RESULTANDO que tus amigos, los franceses, con la
complicidad del Bajá de Marraquech, el tal Glaoui, derrocaron en los incidentes
del Cincuenta y tres a tu Sidi Muhammad ben Yussef, desterrándole a Córcega...
Y trasladado después a Madagascar...
¿Qué no? ¡No le des a la testa, que esto es
rigurosamente histórico! Pero sigamos, camino de la Meca, sin reparar en los
canes:
CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que tu Si
Muhammad no resistiría las humedades del Guadarrama, tuvo la gentileza de
indicarle que el Pardo no era Madagascar, ¡ni la Alambra soleada!, así que
mejor le sería llevar botas, tal que unas cordobesas, de las de montar... ¿Y
sabes qué tal las hubo, mon Professeur?
¿No lo sabes, o es que disimulas? Pues que el muy Sultán tuvo la frescura de
insultar a la moza diciéndole, con todo cinismo, que precisamente iba a
Madrid..., para ponerse las botas! ¡Vaya abuso de un protegido, que ya olvidara
que los franceses lo descargaran, a contra gusto, de él y nuestro, en su Madagascar...!
Pese a lo que parecía, a lo que aparentaba, resultó ser más bruto, más
desagradecido, que aquel Brutus
sobrino del César...!
El Fassi, por enésima
vez irónico:
-¿Se puso las botas, o no? ¡Por las trazas, entiendo
que sí!
Zamalloa
-¿Que botas, las de cien leguas? Pero no fue por culpa
de los militares, por culpa de mis colegas; ¡eso que conste en Acta! Por aquel
entonces, ya sabes, mangoneaban en Madrid ciertos tecnócratas, aquellos que
decían creer en la igualdad de los hombres...; ¡de los hombres con mando en
plaza, se entiende!
El Fassi
-Bien pensado, eso de ponerse las botas en España, o a
costa de las Spanias, para un
musulmán siempre fue pan comido. Recuerde que en tres años, ¡simplemente en
tres!, subimos desde Carteya a Roncesvalles; y tan bien les trillamos, de paso,
el Camino de Santiago, que lo borramos del mapa, pues tardaron siglos en
redescubrirlo, en rehacerlo, y eso que les alumbraba la Vía Láctea!
Esto de los caminos siempre les sirvió de pretexto
para hacer y deshacer en el jersey de su Historia... ¡Claro, los trenzaban
radiales, desde Madrid punto cero, en la Puerta del Sol, y como el de Santiago
no pasaba por Madrid...! ¿Sabe aquello de que no hay caminos, que se hacen
andando? ¿Sí? ¡Pues eso: se hacen cando se anda por el mundo con humildad, y no
por los aires, como dicen que hacía aquel caballo blanco, el de su Iago! Por
cierto, ¿cando dejarán de llamarle Matamoros
a ese tal Iago de Compostela?
Zamalloa, secundándole en la sorna:
-También es verdad, que ya no me acordaba de eso, que
nos deshicisteis el Camino de Santiago..., ¡pero sólo hasta Poitiers! ¿Oyes, de
paso, por qué no hablamos de Carlos Martel...? ¡Ya te entiendo, que con Francia
no te metes, que ni la nombras! Si quieres ser justo, no podrás comparar
nuestra independencia con la interdependencia
que os endilgaba vuestra amada Francia, en el Cincuenta y seis, que se quedaría
a medio camino, ¡todo un siglo!, si no fuese por la hidalguía de nuestro García
del Valiño.
¡Para Hidalgos, España; y para Notables, Notables Chupópteros,
Marruecos, que no es poca la diferencia!
El Fassi
-¡Don Mariano, no me sea heterodoxo, que le percibo un
cierto tufillo, como a..., de masonería galaica! ¿Así que, subrayando la
galleguidad de su Alto Comisario…? ¡Pues está mal informado, mi señor Gómez de
Zamalloa y de Quirce, pues aquel Comisario, el tal Valiño, era oriundo de la
parte de Asturias! ¿Lo sabía? Si tuviese más reciente su ascendencia gallega,
peor nos hubiese ido a los marroquíes; ¡estoy seguro de eso!
Zamalloa, con un rictus de
asombro:
-¿Qué me dices? Ya veo que lo tuvisteis bien
estudiado; ¡bien estudiado y bien espiado! Por cierto, ¿te acuerdas de aquel
lema de Epicuro? Hombre sabio, si quieres
ser feliz, no preguntes. Tu manía de inquirir me lleva a otra galleguidad
indiscutible: La de Dom Paio de Lugo, Comes de Flammoso! Vosotros le
llamasteis, allí mismo, en la propia Cova D´Onga, esa gruta que tiene nombre y
apellido gallegos, dado su descubrimiento, entre peleas e layos, aquello de Pelayo, que más significa Peleón que Pelágico.
¡Oh, Dios; cómo os hizo recular; y para eso, cuesta arriba! Si era suevo, que
tal parece, vaya suavidad la suya! Y si era godo, ¡una gozada! Aquel rife-rafe
fue con palos y piedras, en aquellos riscos de la montaña sagrada… ¡Mira que si
el tal Payo llega a tener las espadas largas, aquellas espadas y aquellos
dardos lanzadores que solían portar los hombres de don Rodrigo, aquellas armas
que perdieron en su huida de la Janda, entonces..., qué te voy contar!
En un aparte:
-Cuando tenga ocasión, cuando esté tranquila, le
preguntaré a Doña Historia por aquello de si era suevo, de familia sueva, el
tal Comes Pelaio, aquel führer de nuestra Cova D´Onga...
El Fassi, que escucha
atentamente este monólogo:
-Suevo sería, o Bretón, pues hay quien tal opine, pero
lo que es suave, aquel Pelayo..., ¡un rayo!
Zamalloa
-¿Y luego, qué querías? ¡Para suave os llegó don
Rodrigo, aquel godo chulapo, aquel que nos perdió con su cuerpo a cuerpo, tête a tête, con vuestra Fatima, aquella
morita de Sebta.
El Fassi
-¡Con aquella Florinda, dirás! ¡Inculto, bárbaro del
Norte!
Zamalloa
-Ahora que lo recuerdo... (Vengativo) ¡Los gallegos tenemos una cuenta pendiente, otra, con
los muslimes, con los tuyos!
El Fassi
-¿Si? ¿Cual, si puede saberse? ¡Si afirmas, prueba! Un
militar no debe vivir de imaginaciones, ¡que aquel garbanzo de los uniformes
colonialistas no era comestible! Por si acaso, recuerda que, Non faze el ávito al monxe, en frase
feliz de vuestro Cardenal Cisneros, aquel fraile de los cañones... ¡Aquel sí
que los tenía, y eso que no los usaba; más o menos, como el caballo de
Espartero!
Zamalloa, en aquel
rife-rafe dialéctico:
-¡Pues..., que aún no os dimos las gracias por el
retorno de nuestras campanas, las de Compostela, que menudo esfuerzo...! ¿No
si, viejo farruco? ¡Mira que retornarlas a hombros, con lo que pesan...! Pienso
que por entonces iríais en babuchas, atrochando por el fango hispano, ¡que eso
de poneros las botas, en España, aunque os lo admitamos, vino después, mucho
después!
El Fassi
-La cuenta pendiente, con lo que subió la vida en
España, vuestra vida y nuestra dignidad, que en eso vamos paralelos, te es
otra: ¡acuérdate de aquel tributo de las cien doncellas! En cifras actuales, y
con las anualidades atrasadas, estimo yo, que no soy mal calculista, que la
cuenta debe andar…, ¡en tres millones, de hembras; tres millones de vírgenes,
la bancarrota de España, pues de eso, actualmente, no tenéis ni medio millón!
¡Se lo recordaré a los míos para que se decidan a repasar el Estrecho, así sea
en pateras!
Zamalloa
-Tus parientes ya están de ronda por el Sur, por el
Sur y por Levante, pero que se olviden de su levante, pues las vírgenes
españolas, sean muchas o pocas, son de otro altar, de otro mercado! Vuestro
futuro está en los fosfatos del Sáhara… ¡Eso si el POLISARIO os lo permite!
Aquel tributo de las cien doncellas ya se redimió, y precisamente por un
paisano mío, aquel que dio origen al ilustre Marquesado de los Figueroas...
En nuestra brillante historia antisarracena también
tenemos las hazañas de los Luaces...; y aquello del bolo y el año de los Bolaño. ¡Tantas y tantas heroicidades de
nuestros antepasados en aquellas luchas defensivas, todas humillantes para un
Islam que tanto presume de ser inofensivo! Lo malo del caso fue que nuestro
Franco, de tanto que os quiso, a vosotros, y de tanto que les temía a los
suyos, a los españoles, le tocó sufrir vuestros desquites; ¡y todos juntos,
simultáneos!
El Fassi
-¡Está equivocado, mon
Gènèral, pues aquella guerra del Ifni fue simplemente de Liberación, que de
eso entiende! No atacamos por nada personal, no se haga ilusiones; lo único que
pasó, simplemente, fue que Don Teódulo, en su retranca, se llamó andana en
aquello de la Retrocesión… ¡Retrocesión, que no entrega, ni tampoco cesión,
como les gusta calificar nuestra recuperación! Como los americanos nos
ofrecieron su complicidad, su complicidad y su cobertura, incluso negándoles a
ustedes el uso de aquellos aviones de sus Bases, aquellos aparatos de Préstamo
y Arriendo..., pues nosotros, más astutos que Asterix, inventamos aquel
disimulo, aquel camelo, que no camello, de unas fuerzas incontroladas…!
Zamalloa
-No sería por nada, no, eso no, pero si no llegamos a
tener aquel chivo, el de aquel amigo…, ¡a nado tendríamos que evacuar nuestro
Ifni, con sus siete olas, en aquella noche oscura! ¡Tan oscura como la boca de
un guepardo, y tan vergonzosa que ni de ella hablaron nuestros periódicos!
Supongo que los censuraron por un mínimo de dignidad...; ¡Eso, dignidad, que
cualquiera se ponía a explicarle al Contribuyente español tamañas
imprevisiones, con lo que llevábamos dilapidado, mayormente en el embutido de
vuestras Notables Barrigas!
El Fassi
-¿Se refiere a la noche del Veintitrés de noviembre
del cincuenta y siete, no? ¡Comprendo, comprendo! Ciertamente fue una noche
cruel, pero necesaria para lograr que despertasen vuestra España y vuestros
caudillos de andar por casa; lo fue de cuchillos largos, y de gumías en forma de
media luna... ¡Vaya escarmiento, en particular para quienes tenían olvidado su
fiasco de Annual! ¡Sois más ingenuos que aquel beduino que corría detrás de los
espejismos!
Zamalloa
-¡Creísteis que éramos de zorza, pero salisteis enzorzados; y para eso, de postre! Aquel
amigo sí que fue leal, ¡y total, por nada, por aquel cheque de un milloncito…!
El Fassi
-¿Pero, que dice, mon
Gènèral? ¿Un amigo...? ¡Vuestra España, en aquello de Ifni, lo que es
amigos no tenía, ni el primero, ni siquiera uno, que todos ascendieran a Notables! ¡Vaya amigo un traidor que les
cobró su millón en aquel cheque de la
Tesorería del A.O.E....! ¡Si, si, a ustedes, a su Gobierno General del África
Occidental, mal llamada Española; un millón de pisitas, de las de entonces, por un simple chivo, por la nueva de
nuestro ataque en aquel heroico Veintitrés, en un talón del Banco Exterior de
España, cobrado en Las Palmas, a la vez que huía con las vergüenzas de su
traición! ¡Además de eso, le pusieron un avión para que fuese a Canarias, a
retirar sus treinta monedas! Eso tiene un nombre en los Anales de la Historia,
por demás registrado: ¡Victoria Pírrica!
Zamalloa, gesticulando,
echando balones fuera:
-¡Esos son lerios...,
para disimular vuestra derrota, el fracaso de vuestro asalto! Por cierto, y
volviendo al Corán, por si los Acusadores no se aperciben de este artículo de
vuestro Código. Mi pregunta es: ¿Estaba combatiendo España a Marruecos, en
aquel tiempo, en el Cincuenta y siete, precisamente en el momento en que
recogíais, a puñados, nuestro oro..., que volvía a ser del moro? ¿Que, no sabes
a quien me refiero? ¿En un tiempo en el que estábamos donando, además de las
obras públicas del Protectorado, cedidas de bóbilis-bóbilis,
aquellos Veinte mil millones de pesetas, de las de entonces, vía Banco de
España, en Tetuán...! ¡Esto sí que está en las Cuentas, en el Rationabus de la Historia!
El Fassi, como
restándole importancia:
-Esa cifra...; ustedes no la saben escribir, y menos
con algoritmos árabes!
Zamalloa, enfurecido:
-¡Fueron más, más de veinte mil millones de las pesetiñas, de las pesetazas de entonces,
si sumamos los billetes retirados de la Zona Española con aquellos empréstitos
a fondo perdido! América, Ifni, Guinea... Siempre el mismo enredo: ¡a fondo
perdido! ¡Siempre con desagradecimiento! Y después decía, en ilo tempore, aquel frailuco, el Padre De las Casas, aquello de
los abusos raciales en nuestras colonias... ¡Perdónale, Señor!
El Fassi
-¿Colonizar...? ¿Los spanois sabéis lo que es colonizar? ¡Ya lo tengo dicho, en
bastantes ocasiones! Colonizar es atraer, canalizar, formar..., preparando al
menor para que asuma sus propias responsabilidades como Nación con Estado, con
la mínima dilación posible, nada más llegar a su pubertad como pueblo! Y por lo
que respecta a la retirada de vuestra pisita...,
¡una simple consecuencia natural, que no las podíais dejar abandonadas en el
extranjero, en libre circulación, distorsionando los cambios de vuestra valuta!
Zamalloa
-En el campo de batalla, por ejemplo en las estepas
rusas, te quisiera ver yo, en mis tiempos, que entonces...! ¡Te lo diría si no
fuese porque está delante Doña Historia, que es una dama! Pero volvamos al
asunto: ¿No es igualmente cierto que hicisteis, inmediatamente después de aquel
trueque, un traspaso a francos franceses, en la Bolsa de Tánger, por lo que
tuvimos que devaluar, para que no se hundiese, de sopetón, nuestra valuta?
¡Aquello fue una traición, una más; por lo menos, un
abuso de confianza! Un abuso incalificable, machiño.
Un abuso total; así que va siendo hora de que ajustemos, también, ¡también!,
aquellas cuentas, aquellas finanzas. Ten presente, querido morango, y con esto
no quiero faltarte al respeto, que conozco muchos secretos de tu Estado,
¡aparte y además de los que he olvidado…!
Doña Historia, ¿verdad que aún siguen en sus ficheros
esas cositas a las que me refiero? Por si hubiese cualquier laguna, ahí están
las aleyas ciento ochenta y seis y ciento noventa, de la sura segunda, del
Alcorán, que claman al Cielo: ¡Combatid
en el camino de Dios a quien os combata, pero no seáis los agresores! ¡Dios no
ama a los agresores!
¿Lo oíste, mon
Professeur? Estás en pecado mortal..., ¡otra vez! Dice tu Libro, ese que
tanto parangonas con la Biblia, que Dios no ama a los agresores! ¿Estamos?
Tenéis, por consiguiente, sobre vuestra conciencia, aquella agresión, nocturna,
alevosa y traidora, la de aquel infamante Veintitrés de noviembre del cincuenta
y siete. ¿Tomas conciencia, caminante; percibes que tenéis un Camino, un Camino
de Dios, otro, pero copiado, mal copiado, en el propio Al Qurán? El caso es que
no lo cumplís; ¡o más bien, poco! ¿Es, o no es, cierto?
El Fassi, argumenta:
-¡Las verdades a medias no sirven en estos juicios de
la Historia! Y ya que llegó en el Libro Santo, en el nuestro, a esas aleyas,
entiendo que podría pasar a las siguientes…, para no quitar las cosas de su
contexto! ¡Aquí las tiene...!
Si Al-lal el Fassi hace que
le pasa el Corán, pero muda de opinión y decide retenerlo. Lee, el mismo, y lo
hace con mucho énfasis:
-¡Matadlos allí donde los
encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron! ¡Si os combaten, matadlos, que
esa es la recompensa de los infieles!
-Después de esto, en otro párrafo, dice: Se os prescribe el combate, aunque os sea
odioso...
Cierra el libro santo:
-¿Queda informado, mon
Gènèral? Después de tantos siglos de pleitear con el Magreb pienso que los
españoles aún no aprendisteis nuestro Código. Siempre le dolió menos al
Contribuyente español subvencionarnos y/o protegernos, por ejemplo en nuestras
escuelas, en las coránicas, e incluso pagar espías, que molestaros en leer
nuestro Al-Qurán.
Creo que son atavismos remanentes de aquello de
Toledo, ¡esa incultura periférica, que no les permitió convivir con nuestra
ilustración, de suyo fascinante! Siquiera, en su caso, por lo que se refiere a
los gallegos, siempre se consultaron con dos, o con tres, abogados, ¡a la vez!,
fingiéndose de la parte contraria. ¡Por hábito, y antes de plantear cualquier
demanda!
Zamalloa
-¡Doña Historia, válgame, que este moro me injuria! Ya
lo dijo Colón, que les conocía bien, “¡Escurada del Sur..., tormenta segura!”
Historia
-¡No exactamente! ¡Tenga aguante, don Mariano, pues,
como militar, y como gallego, le cumple hacerlo así! En todo caso es una
imprecisión argumental de este Si Allal. Que yo sepa, los gallegos, además de
lo que afirmó este Professeur,
siempre se consultaron, a mayores, y también, simultáneamente, con el Abogado
de la parte contraria. Eso de un tercero..., ¡tan sólo a veces, en pleitos de
mayor cuantía! ¿No si? Habida cuenta de esa praxis, no hay injuria en este
comentario, en esta apreciación del Professeur
Allal, como usted mismo gusta de llamarle!
Zamalloa, impotente para
rebatirle, se encoje de hombros:
-¡Si lo dice Su Señoría, yo, por simple
acatamiento...! ¿Dígame, qué puedo hacer? ¡Tendré que decir que llueve...! Pero
en este caso, mon Professeur, tendrás que comprender que
las Españas son muchas, ¡ni se sabe cuántas pues cada español es el Rey de su propia
casa! Y también está aquello de que, caldo de muchas cucharas cuece sin unto,
pues todas las dueñas, a vueltas con su garfo,
lo olvidan!
Ahora que reparo en ello, ¿estabas aquí para defender
a tu Sultán, al Si Muhammad V? ¡Pues mal lo haces, que hasta ahora cuanto
dijiste, y cuanto hiciste, fue sólo, y como mucho, para defender tu Islam, tu
concepción particularísima, o sea, tu ideario mutante, que tampoco es el de tu
Iglesia! En la nuestra, con lo mutable que fuiste, pasando de tu liberalismo
inicial al socialismo más cosmogónico en menos de lo que canta un gallo..., ¡ni
a obispo llegabas! ¿Ni a obispo, dije? Exageré: ¡Como mucho, a sacristán!
El Fassi
-Esa comparación no es muy afortunada que digamos, mon Gènèral,
pues cando se precisó de mi plegaria, siempre hice el papel de Dios de los
Ejércitos...; ¡de mi Imán, de mi Sultán; de mi Malik, naturalmente! Y siempre
con lealtad; tanta, que incluso le permití que se fuese en aquella ocasión, en
un momento tan decisivo, a Estados Unidos, con el pretexto de discutir la Ayuda
presupuestada para el Cincuenta y ocho, cargando yo mismo, servidor, aquí donde
me ve, con ciertos protagonismos que no tenía asignados. ¡Ni me eran deseables!
Entonces, que bien lo recordará pues su memoria tuvo fama de ser homologable
con su valentía, toleré que padre e hijo nos llamasen aquello de “Bandas
incontroladas...” ¿Bandas, bandoleros, mis fuerzas, mis leales, mis
partidarios, mis huestes? ¡Bien sabían ellos, ellos y también ustedes, que yo
era poco menos que su alma, su espíritu; su guía espiritual y su mentor
político! Esto, dicho en cristiano, significa que en la corte alauita yo he
sido su Espíritu Santo, el mismo, ¡en persona, que no en paloma!
Una lealtad así de inquebrantable, como fue la mía, no
la prestó nadie a lo largo de la Historia, ¡ni siquiera Guzmán el Bueno! ¡Ni el
Guzmán, ni el Cid, y ni casi Munuza! ¡Pregúnteles, pregúnteles, a los tres,
bien conocidos de los españoles, que por aquí andarán, alrededor de la
Historia, gozando de sus perfumes! Y de paso pregúntele a su Cid...; eso, qué fizo con nuestras alcabalas, con aquella
recabdazón ignominiosa...? ¡Ya sabe a
lo que me refiero! En mi caso recaudé aquel Impuesto Revolucionario, dentro y
fuera de Ifni, dentro y fuera de Marruecos, es cierto, pero fue para correr la
pólvora, para una causa noble, la de reconquistar el Gran Occidente, ¡y no sólo
Al-Andalus, que mis mapas ya sabe que iban desde nuestro Senegal a su Covadonga...!
Zamalloa, con su
retranca galaica, habitual:
-¿Aquí en la Eternidad rindió cuentas de eso..., ante
la Historia…; exactas y precisas? ¿Si; de verdad...?
El Fassi
-¡Pues sí, sí señor; si lo hice! De eso, y también de
aquellos oros, los de Negrín, que dijo Franco que nos los estaban transmitiendo
procedentes del arca moscovita! El sí que moscó...,
¡pero de Marruecos, a cien, que le explotó en las manos! Con aquel impuesto se
mercaron las metralletas Thompson, introducidas en Sidi Ifni desmontadas, en
sacos que simulaban contener azúcar de pilón, y que, para más seguridad, fueron
depositadas como tal azúcar en los almacenes del Banco Exterior de España, en
la calle Seis de Abril... ¡Vaya astucia la nuestra, y vaya aduaneros, vaya
miopía la suya! ¡Por cierto, qué bien afinadas estaban aquellas Thompson! ¡Qué
buena puntería! ¿No si, Mon Gènèral?
Zamalloa, con gestos
dudosos, como si se le evaporase la dialéctica:
-¿Bien afinadas…? ¿Y total, para qué, para soltar un pac-co
detrás de cada argán, y después echar a correr, tal y como hicieron con el
centinela del Polvorín del Cruce, aquel chico de Castroverde, que ni se pararon
a rematarle? Tendrías que haberles dicho…; a los tuyos, si, a los tuyos, como
hizo tu admirado Wellington a los suyos, a los ingleses, cuando se enfrentó en
España a las tropas napoleónicas: “¡Imitad a los inimitables gallegos!” ¿Te
olvidaste de que medio ejército procedía de Galicia, o del Simancas, que eran
nuestros primos, los asturianos? En cuanto a lo del Cid castellano... ¡Del Cid
no te sabes ni el poema, y menos aún su honra! A ver, ¿quién dijo aquello de
que, ¡Dios, que buen vasallo si hobiese
un buen Señor!?
El Fassi
-Tan bien conozco aquellas hazañas de vuestro Cid que
ni puedo olvidar aquello de que, ... y
hasta dentro de Toledo - sus moros ha cautivado; / siete mil son los cautivos,
-sin otro mucho ganado...
¡Mira que llamarnos..., eso, ganado! ¡Ahí tenemos otro
pleito pendiente, en particular aquella mofa de montarle a caballo después de
muerto para aterrorizarnos! ¡Otro 23-N, otro caballo de Troya! Pero aún no
hemos salido de este…; ahora que recuerdo, el tal Rodrigo, el de Vivar, cando
se vio desterrado por su Rey, por su Rey y natural Señor, volviéndose a sus
secuaces les prometió una reincidencia de ladrón empedernido: Amigos, si a Dios pluguiese - que a Castilla
nos volvamos, / dígovos que tornaremos, - ¡todos!, muy ricos y honrados.
¿Qué me dice de esto, señor puritano...? ¿Se explica por
sí mismo, no? Pero más le digo, que estas estrofas..., estas estrofas
latrocinas..., tan latrocinas y tan raciales, digo, anduvieron, se plasmaron,
en un libro de texto, en una recopilación, escrita precisamente por un paisano
suyo, por una especie de torrente…, y
como tal, como tal torrente,
cambiante; en un libro, digo y aclaro, con el que os franquistas formaban aquel
Espíritu Nacional de sus Bachilleres, que por ahí quedará algún ejemplar en
cualquiera de los anaqueles de sus Bibliotecas, pues aquellos libracos, en la
España de entonces, ¡ya se sobaban poco!
Zamalloa
-Todo eso que refieres, esa difamación, fue
coyuntural, circunstancial, y no viene al caso que nos ocupa... ¡Señoría, pido
que esta desviación del Espíritu Nacional no conste en Acta!
El Fassi
-¿Coyuntural? ¡No me haga reír, que un musulmán no se
ríe de pamplinas! ¡Encima de eso, tienen la cara de seguir hablando, aquí, aquí
mismo, por ante la Historia, de la tradicional amistad hispano-árabe?
¡Españoles, españoles todos, que es como decía tu Jefe, el Omnipotente: tenéis
la lógica de los mestizos, de los renegados, de los muladíes! Los hechos de
esta clase, en nuestra tierra, en el Gran Magreb, se llaman así, sin
eufemismos, ¡depredación! ¿Lo oyó bien? ¡De-pre-da-ción!
Historia, que interviene con energía, vistos los fallos de
su moderación en su propio Tribunal:
-¡Ténganse vuesas mercedes, je vous en prie! Envainen esas tizonas, esas
dialécticas tardías, trasnochadas, impropias de la cultura toledana, aquella de
tan grata y productiva colaboración y convivencia de las tres culturas del
Libro... ¡Aquello sí que era hacer Historia!
El Fassi
-¡Excuse moi, madam! Pero, ahora que habla del Libro, recuerdo que también
debían estar aquí los judíos, que algo tienen que ver con estas trifulcas
territoriales, ya que, caída del árbol muslime nuestra Granada, que tanto
terciaba en el equilibrio peninsular, estos vecinos, los españoles, se pusieron
a barrer nuestras pisadas, ¡de inmediato! ¿Que los echamos de Ifni? Ellos, de
expulsado Boabdil, arremetieron contra los judíos y los moriscos, con tal
diligencia que ya asignaron el decreto de su expulsión el treinta y uno de
Marzo del mismo 1492, dándoles como plazo perentorio el primero de Julio de
igual año. Ya lo venían tramando desde las Cortes de Toledo de 1480, en las que
acordaron aquellos godos spanioles
someterlos, como ensayo y como aviso, a un cierto aislamiento urbano. A
continuación, y para repoblar Granada con gallegos, particularmente nuestras
Alpujarras, arremetieron contra los moriscos, imponiéndoles bautismo y…,
¡cuaresma! ¡Como si no tuviesen bastante con las privaciones de nuestro
Ramadán!
Señoría, le agradezco que conste en Acta esta denuncia
paralela…, ¡por si procede otra apelación!
Historia
-Si Al-lal, le recuerdo que una cosa es la Historia y
otra muy diferente las historias...; ¡en este caso, secundarias!
Deben templarse ya que las injurias están prohibidas
desde aquella Declaración de los Derechos del Hombre. Pero, ítem más: Espero
que a El Fassi, con su formación francesa, le serán bien conocidos aquellos
usos diplomáticos desarrollados precisamente en la Corte de Versalles. Le ruego
que los use, ¡precisamente aquí y ahora!
En un aparte:
-Tanta chilaba, tanta manga ancha...; yo, mal que me
esté decirlo, históricamente prefiero los puñetes de los gallegos, por calados
que tengan, ¡que los tienen!
El Fassi, que se da un
buen sorbo de té, y se dispone a hablar con parsimonia, a la vez que se seca
los labios:
-Hágase cargo, Señoría, que venimos de batirnos, ahí
abajo, ¡a morterazo limpio! Tanto me afectaron aquellas preocupaciones, que
transité muy pronto, concretamente en nuestro 1394, o por mejor decir, para que
lo entiendan estos analfabetos rumíes, en su 1974.
Historia
-¡Ya lo sé, ya, que en términos históricos aún humean
aquellos cañoncitos de la guerra de Ifni!
Zamalloa
-Doña Historia, también he sufrido de los mismos
achaques, que incluso me anticipé al Sidi, que me fui al allende delante suya,
exactamente en Septiembre del 73, ¡y no precisamente por culpa de aquellos
vasodilatadores que me servía Manolo, el del Casino! Aquello de la A.O .E. fue
una guerra enfermiza, sucia, noxenta;
¡non sancta, que también se dice!
Dirigiéndose a Si Al-lal:
-¡Así estás de grasiento…, a pesar del tute que te dan
esas huríes! ¡Sí, sí; tú, el chilabero, el de la manga ancha! ¿Me oíste, viejo
de la mangancha?
El Fassi junta las manos,
como clamando justicia al Cielo, pero la Historia, de suyo impasible, no le
hace el menor caso:
Historia
-¡Prosiga, Si Al-lal! Je vous en prie. Que si nos andamos con vueltas y revueltas, entre
la retranca galaica y el suai-suai magrebí, este Contencioso, este pleito
colonial, terminará ad calendas grecas. ¡Séase, para el XXX!
El Fassi
-¡Bien, pues, en ese caso...! ¡Siendo así, sigamos!
Sucedió que, viendo y sabiendo nuestro Malik Muhammad V, Grande entre os hijos
de Alá, y Creyente que era, ¡por supuesto! Señor de los Creyentes y de todos
los Territorios del Magreb, Sáhara incluido, ¡también por supuesto!, que España
eludía su compromiso de Madrid, aquel de Abril del cincuenta y seis, dispuso
que yo, su humilde y fiel servidor, ofreciese plegarias, y convocase a mis
seguidores, ¡que también eran suyos!, para afilar las gumías y para liberar sus
cabilas, aquellas que aún seguían sometidas, en el enclave ifneño... ¿Me
entiende, Doña Historia?
Zamalloa
-¡Señoría; con la venia! Que precisamente de eso, de afilar
gumías quisiera hablar... Mire cómo fue la cosa: Pepiño, el de la Rueda ,
séase, el Querellante, ese Afilador ourensano…, ¡ya sabe!, tomó posesión del
Territorio de Ifni, en Enero del treinta y cuatro…, ¡anticipándose en tres
meses al Coronel Capaz! ¡Esto le es histórico, Señoría, así que no mire para mí
de esa forma tan..., desconcertante!
Pues bien, este es un tributo, también histórico, que
se le debe a mi Galicia, pues en esto del Ifni, hay que reconocer, sin
perjuicio de la modestia que nos caracteriza a los galaicos, que tenemos
reportada una gran epopeya porque precisamente fue un gallego, otro, el que
redescubrió aquella Mar Pequeña del Ifni.
¡Ya lo sabe: le fue cosa del Pepiño, el de la Rueda,
que a donde no lleguen nuestros Afiladores...!
Años después, cando Ifni ya era medio Imperio, séase,
de la entraña y de la argana de
nuestro propio Imperio, ¡otro gallego, servidor, la defendió! Ya sabe,
comandando en Jefe a los héroes hispanos, aquellos que repelieron sus ataques
alevosos del Cincuenta y siete...
¡Qué le voy a decir que usted no sepa! Nosotros, en la
verde Gallaecia, llevamos siglos
disimulando, o minimizando si se prefiere, las epopeyas galaicas, ¡pero ya iba
siendo hora de mostrarle alguna de ellas al mundo civilizado!
En canto al Pepiño,
¡un auténtico Correcaminos!, hizo aquella descubierta de Ifni saliendo de
nuestro Marruecos por Alcazarquivir, esa Villa a la que ellos llaman Ksar
el-Kebir. ¡Le es tirando cara al Sur, al Marruecos Francés, para concluir por
la ruta Agadir-Tiznit-Mirlef!
Pasó aquellas Navidades royendo una corteza de pan de
avena, que se lo dio en Tabel-kuct la mora Aisa… Si le dio algo más, no lo sé;
¡son cusas suyas! Aquella Aisa le puso en ruta para que llegase al morabito de
Sidi Ifni, ¡que es algo así como ir de peregrinación a Santiago, con la
particularidad de que en aquellos tiempos, en esta parte de África, tenían
Santón pero no caminos!
Historia
-¡No se pare en menudencias, que por algo es un
laureado! ¡Hágalo por patriotismo, por economía política!
Zamalloa
-¡Señora, no se enfade conmigo, que ya fue patriotismo
de Dios que aquel Pepiño se alejase de aquella Aisa…, con tanto que tenía para
ofrecerle! Se fue para Ifni en solitario, para..., ¡para pasar por la piedra a
los ifneños!
El Fassi, iracundo, da
un puñetazo en la mesa:
-¡Señoría, protesto! ¿Qué es eso de pasar por la piedra a mis conmilitones
de Ifni? ¡Este Marte, de diplomacia, cero!
Zamalloa, sin esperar a
que hable Doña Historia, en un aparte:
-¡Que tío tan mal pensado...! (Explicativo) ¡Pasarlos por la piedra, mon Professeur, significa,
lisa y llanamente, afilarles las gumías! ¿Estamos? Pues bien, llegado que fue
aquel Pepiño al lugar de Amezdog, aquellas diez chozas de adobe, al Este del
morabito de Sidi Ifni, que era una especie de distrito federal de las
esmirriadas tribus Aït Ba Hamram, el Afilador no pudo más y vomitó, allí mismo,
por detrás de un argán, aquella leche de camella, que se la ofrecieran al
llegar. ¡Pobre, le estoy viendo: cuanto se acordaba de su vaca Teixa...!
Historia
-¡Que le digo, que le mando, que obvie esos detalles,
por…, nimios! Diga lo que pasó realmente, allí, con aquellos Aït Baamaranís;
¡pero hágalo a grandes rasgos!
Zamalloa
-¡Pues..., casi nada; que de seguido montó un esmeril
en su rueda, rodeado por la cofradía de aquellos papones paleolíticos, que
nunca tal vieran; pero en lugar de poner un esmeril suave, lene, nuestro Pepe,
astuto que era, montó la amoladora de los azadones..., ¡precisamente esa!
Historia, imperiosa,
exigente:
-¿Para qué, para qué lo hizo? Explíquese..., ¡de una
vez por todas!
Zamalloa
-¡Señoría, que no se diga que la Historia, de vieja
que es, está abobada! ¿Para qué iba ser? ¡Para destemplarles las gumías! Como
hay Dios que lo hizo, que así es como facilitó la pacífica y subsiguiente
ocupación de Ifni... ¡Quiero decir, la oficial, aquella que hizo Capaz con unos
saquitos de plata sobornil! Gallego tenía que ser, el afilador, pues en materia
de previsión..., ¡nosotros!
Historia
-¿Y después de eso, después..., qué? ¡Cuente, diga; no
se haga de rogar!
Zamalloa
-Mire cómo fue la cosa: Entonces, cando se percataron
los Aït Baamaranís de que habían sido objeto de un sabotaje armamentístico, de
una derrota...; incruenta, sí, pero derrota, la emprendieron con el Pepiño, que
tuvo que huir, a cien, por el Bu-La-Alam arriba, abandonando, allí mismo,
aquella rueda, y con ella sus esmeriles! ¡Sólo se llevó su apellido...! ¡Eso, Madame, para que vea la soledad de los
héroes!
El Pepiño se dio de piernas, monte arriba, ¡como si lo
llevase el diablo! Cando llegó a la cumbre, repelió a los ifneños a pedradas,
¡que ni que fuese otro Pelaio! Después de eso, cando se hizo de noche, tornó a
correr, amaneciendo mismo, mismo, por junto al aduar de Tiliuin, donde pasó un
día entero debajo de un argán..., ¡hasta que le despertaron los ladridos de los
chacales! Después giró, en la noche siguiente, en dirección a Poniente; y
aceleró en busca del faro de Cabo Juby, que así le llamábamos entonces a la
vieja Tarfaya, la Tarfaya de nuestro Bens, que le dijeran al Pepiño,
precisamente en Tetuán, que por aquellos desiertos del Sáhara también era
protectorado español, ¡una especie de Zona Sur!
Por fin, cando ya estaba reseco de tanto tomar el sol,
alcanzó a ver los reflejos del faro, pero entonces, dándose por salvo, se echó
a dormir, satisfecho pero desfallecido, en aquel colchón infinito de las arenas
del desierto. Pronto amaneció, pero como si nada, pues el Afilador precisaría
del Miño para apagar su sed. ¡Nunca más de la arena se levantó!
Al día de hoy, que bien lo sabe doña Historia, y
también se dijo aquí, en el estrado, aquel Pepiño está reencarnado en los
chacales, precisamente en aquellos que le devoraron..., ¡que por algo se cría
de lo que se come! Su cuerpo, por supuesto, que en canto al espíritu aquí por
el Cielo anda, ¡un lucero más de los del Camino de Santiago, ese al que los
ateos llaman vía Láctea! Libre y decidido, como buen patriota, ¡que lo fue!
Propongo, Señoría, que los Académicos de la Historia levanten
una rueda de bronce en memoria de nuestro Pepiño, aquel héroe que hizo la mili en Tetuán... ¡La merece tanto o más
que Cascorro…! ¡Ay, si ese Caballero de la Rueda fuese madrileño, o vasco, o
catalán, lo que es a estas horas...!
El Fassi, cáustico:
-¡Señoría! Estos sardineros de Galicia…, ¡que siempre
arriman su ascua! Permanecí en silencio, haciendo para ello un gran esfuerzo,
porque estaba ávido de conocer la extensión de su fantasía, pero llegó mi hora,
que no en vano he sido confidente, y colaborador recíproco, de la CIA! Nada más
histórico que el hecho histórico de que nunca se planeó una invasión
territorial, desde los tiempos de Alejandro el Magno, sin el desplazamiento
previo de uno o varios informantes, vulgo, espías, al territorio codiciado…
Pues bien, esa tal proeza de un trotamundos galaico, disimulando con su
herramienta, con la repetida rueda de afilar…, ¡no fue otra cosa que un maldito
espía introducido en Ifni a través de la zona Francesa!
Zamalloa, que se pone
rojo de cólera al verse descubierto:
-¡Maldita CIA! ¡Y mi Jefe dándoles Bases, cuando lo
que tenía que haber hecho era darles por el sacro…, con una bayoneta!
El Fassi
-¡Señoría, con todos los respetos! Pasé por la
improcedencia de esta Querella con un denunciante anónimo, y por consiguiente
incapacitado para ejercer la acción popular; no obstante, habida cuenta de que
Su Señoría está facultada para proceder de Oficio, no presenté obstrucción
alguna a este Juicio. Ahora bien, esta leyenda, esta epopeya de un Afilador
ourensano... ¡Esto es una coña marinera!
¡Estos gallegos tienen bastante con su mundo mágico,
con el de las meigas! Le pido, en consecuencia, que semejante propósito
carnavalesco, ¡ni en Acta conste! Más aún: Yo mismo hablé, en su momento, con
aquella Aisa, la de Tabel-kuct, y me juró, sobre el Al Qurán, que ella sólo
estuviera con un hombre, ¡nada más que uno!, de cabello negro y de caballo
blanco, pero que eso de las chispas… ¡De eso no se acordaba!
Obviamente, Señoría, se trató de un sueño de aquella
mocita influida por los cuentos de mil antepasados guerreros retornados al
Magreb. Y también pienso que esa Aisa sabría distinguir un Correcaminos de un
Santiago Matamoros, ¡aunque los dos fuesen morenos y gallegos!
Historia
-¡Si Allal, por favor, no se excite y atienda: Por
ante mi tiene habido otros juicios galaicos; ¡muchos! Por cierto, tan
contradictorios o más que este, así que, por si acaso, esta Sala se tomará un
receso, que la cuestión se presenta ardua. Mientras, que busquen en mis Archivos
aquellas grabaciones de los Anales de Ifni.
Vuelve a dirigirse a El
Fassi, como si recordase algo importante:
-Hágase cargo, mi señor Allal, de que a la Historia no
le puede pasar desapercibido un hecho tan singular, incluso tan heroico, como pueda
ser el alegado por Gómez-Zamalloa. Ahora bien, si resultase incierto eso de su
Afilador, aquí el Jurado tendrá en cuenta las circunstancias concomitantes, que
en este caso serían negativas para la Causa Española.
¡Señor Secretario! Usted, siempre diligente, ¡como le
corresponde, claro!, sírvase formular esta Diligencia para que se practique en
mis Archivos la pertinente busca y captura de los datos precisos para este
esclarecimiento. De ser habidos, numérense y adjúntense a esta Causa Histórica.
Tomaremos, mientras, tanto Nos como los estudiosos de
este tema, un nuevo receso; ¡con café o con té, un gahwa bi lahlib o un atai,
según las nacionalidades! ¡Cúmplase...; a cuenta del Erario Español, por
supuesto, que ya está acostumbrado a las prodigalidades, sean o no históricas!
En este momento cae el
telón.
Escena 4ª
El mismo Tribunal,
constituido, sentado. Entra el Alguacil, aquel que fue Cabo Cartero del
Simancas, con un paquete de cintas, que se lo pasa al Secretario.
Secretario, dirigiéndose a
Doña Historia:
-Señoría, todo esto dio su trabajo, mucho, porque el
Historial de Ifni es corto en años pero increíblemente enrevesado en los
hechos... ¡En los hechos, pero también en los desechos! Para empezar, aquí está
el Diario de Operaciones de la Policía Indígena... ¡Y qué operaciones, Señoría!
Tan cierto como que Franco inventó la Ley del Movimiento Inmóvil es que estos
de la teresiana inventaron la Policía Operativa! Con la venia:
Practicado en Sidi Ifni, en fecha
Veinticuatro de noviembre del cincuenta y siete, un registro perentorio en el
harén del Notable Si Mohamed Ben Taki, en busca de metralletas Thompson, bombas
Breda, fusiles Tassía, y demás herramientas de guerra, que se suponía alijaba
este Notable hijo de Tal, este hijo del Si Taki quiero decir, encontramos,
oculta por una alfombra vieja, de las tejidas en lana con pelo de camello en la
urdimbre..., ¡una rueda gallega!
En la chapa del Made, y después de limpiarla
con Sidol, pudimos leer, como primera pista: “Nogueira de Ramuín. Ourense. Anno
D. G. 1933"
Hábil y seguidamente que fue
interrogado aquel eunuco guardián de su harén, nos manifestó apresuradamente,
“descojonado” decía él, que aquel artefacto no tenía nada que ver con la guerra
de aquellos días por canto llevaba allí, escondido u olvidado, envuelto en
aquella alfombra, muchos años, ¡acaso desde los tiempos del Cheij Ma al-Ainin!
En la segunda paliza ya nos amplió que su amo le tenía dicho que pensaba mandar
aquel artefacto al Museo del Pueblo Gallego cuando el dies irae fuese llegado,
y que lo mandaría engrasado, engrasado precisamente con los atributos sexuales
del primero de los afiladores que volviese por Sidi Ifni con una de aquellas
ruedas invasoras...
Nueva somanta, esta con cables
eléctricos en las uñas de los pies, y para entonces añadió que su señor Ben
Taki afilaba a menudo, y personalmente, una lanceta de las de hacer eunucos...,
¡para que no estuviese oxidada cuando apareciese por Ifni otro Afilador!
Como quiera que este Cabo, el
Cigüeña, de la Policía de Ifni, insistiese en ver esa lanceta, el Eunuco la fue
buscar. Receloso, nuestro Cigüeña lo siguió de cerca, así que bajaron al
subterráneo de los aljibes, donde vio aquella famosa lanceta sobre un banco de
carpintero, ¡guardada en una funda de cordobán...!
Pero esto, con ser mucho, no fue
todo, pues el Cigüeña también se percató de que en el mismo antro, y colgados
de una escarpa, o sea, puestos a curar, nuestro dilecto Ben Taki, ¡Notable hijo
de Notable!, tenía colgados de un garfio un par de..., ¡de eso!
Aquello fue insuperable para nuestro
compañero, para el Cigüeña, así que, ciego de ira, le aplicó las esposas al
Eunuco. Ni que decir tiene que ese negrazo no declaró nada más pues no resistió
las corrientes eléctricas aplicados con bornes de conexión en lo que quedaba de
sus partes, ¡y eso que no era afilador!
El parte médico, que aquí se
acompaña, dice que el Eunuco murió..., ¡de un ataque emotivo!
...
-Señoría, con la Venia : Permítame detenerme en este
párrafo toda vez que en los siguientes sólo se habla de los méritos de aquel
Cabo fidelísimo, más conocido, cordialmente por supuesto, por el apodo de, Cigüeña, como dicho queda, dada su gran
altura, tanto moral como física!
Historia, dirigiéndose
al Tribunal:
-Señores Censores: Con estas pruebas queda demostrada,
entre otras apreciaciones que no les habrán pasado desapercibidas, la enésima
andadura de los afiladores ourensanos, que en este caso superan a Marco Polo,
por poner sólo un caso célebre.
Por cierto, que no me duele reconocerlo en público:
Los gallegos ya me tienen acostumbrada a este tipo de descubrimientos. ¡Siempre
entraron y salieron del templo de la Historia sin descubrirse, como Perico por
su casa! Cumple decir que llevan provocadas increíbles conmociones históricas,
y después de eso, en la hora de recoger los laureles de su gloria, se esfuman
modestamente, de tal forma que ni se sabe qué fue de ellos. ¡Así ocurre que
vienen a mis páginas los Américo Vespuccio para suplir las líneas que dejaron
vacías estos próceres!
El Fassi
-¡Con la venia, Señora, que ya está bien de
truculencias y de fastos históricos! Dije eso, truculencias, truculencias
galaicas, ¡que incluso acaba de reconocerlas usted misma! Con esto sabido, será
cosa de revisar la que nos afectó a los marroquíes del Movimiento de
Liberación, que también es Historia, ¿o no se lo parece?
En aquel Acuerdo, en el Hispano - Marroquí, firmado en
Madrid el Siete de Abril del Cincuenta y seis, así, con mayúsculas para que
quede indubitable, es bien cierto que se estipuló que entraba, y que se
respetaba, ... la integridad territorial
de Marruecos, tal y como está garantizada por los tratados internacionales en
vigor...
Dígame, Señoría: Con esto firmado, asignado y
rubricado, ¿qué ambigüedades galaicas no manejaría ese Caudillo ferrolano para
retener su enclave de Ifni? ¿O es que no era un enclave, una espina, una cuña
de la misma madera? ¿Qué entiende un gallego por integridad territorial?
¿O es que en esa tierra siguen ordeñando la vaca después de venderla?
¡Desconcertante, Señora! ¡Sin duda que sí; una duda histórica!
Ya sé, ya lo sé, que ser gallego es una carrera. ¡Lo
sé perfectamente, y lo sé desde Tánger! Pero, entender un Tratado, o un Acuerdo
Territorial, celebrado, pactado, con un galaico, también es una carrera, ¡otra!
Por algo tuvimos que acudir al Tribunal de La Haya...; ¡por eso! Y por lo que a
mi respeta, ¡de esta me doctoro en galleguismo! Con aquel híbrido, que no se
sabía muy bien si era franco o gallego, con aquel recalcitrante, ¿que podíamos
hacer, nosotros, impacientes devotos de la causa alauita, en aquel Contencioso
de Ifni? Lo que hicimos, ni más ni menos: ¡echar a nuestros inquilinos,
desahuciarles, a fortiori que fuese!
Zamalloa
-Ya que tanto sabes, ¡o dices saber!, y tanto que
hablas, por supuesto que sin entender ni diferenciar, te haré unas precisiones
elementales:
La primera es
que hay gallegos y gallegos.
La segunda, que
muchos de los francos se llaman así, en Galicia, sin serlo; séase, que ni de
los francos vienen, sino de judíos; ¡acaso una rama ferrolana…!
¿Lo vas entendiendo, Monsieur? Si fueses tan listo como presumes, entenderías que nadie
odia tanto a los judíos como un judío converso, ¡que ese fue el caso de
Torquemada! Ni tanto a los masones como pudiese hacerlo quien de masones fue
rechazado, despreciado. ¿Me sigues? ¡Pues, en ese caso, no me tires más de la
lengua, que podría írseme a tus malabarismos tangerinos!
Por otra parte, te voy explicar que cualquiera de los
gallegos de nuestras aldeíñas conoce
y sabe que, además de justos títulos, aquellos que nos venían de la fundación
de aquella Santa Cruz de la Mar Pequeña, en el fundo Ifni, en el Treinta y
cuatro, adquirimos, ex-novo, la possessio,
¡por el cuerpo y por la intención!
Como ves, Professeur
sabiducho, en aquella Ocupación concurrían el corpus, que bien sabes que es la tenencia efectiva de la cosa; y
también, ¡también!, el animus, o sea,
la intentio, de comportarnos como
tales propietarios. ¡De iure et de facto,
pues! En aquella posesión de bona fide, ¡y si no me crees, pregúntale a
Capaz!, nuestra possessio ad usucapionem
nos convirtió realmente, como te dije, de
iure et de facto, de posesores en propietarios. ¿Albiscas? ¡Máxime tratándose de un blad al-siba, que tal era aquel pedazo de tierra, inhóspita y
estéril!
Pues bien, eso que alegas, sería, fue, en un mal
Derecho, aquel fallo del Internacional de La Haya, ¡pero no es justo! También
se nota que a vosotros os va la marcha, sea Blanca, Verde o Parda. Se os da
mejor correr la pólvora que una honorable litis
contestatio. ¡Pleitos agarenos, que tales son los vuestros!
El Fassi
-¿Que me dice, mon
Gènèral? ¿Litis contestatio...?
¡Pues ahí le va! Como cristiano, aunque heterodoxo, usted acatará a Justiniano,
¿o no? ¿Que si? ¡Vale, pues con catorce siglos digiriendo la Digesta algo
habrán digerido! Apande, de paso, con las Pandectas; apande con la Praescriptio longi temporis, recogida
por los justinianeos, y que ya venía de Teodosio II... ¡Mon Gènèral, le son,
como usted dice, treinta años, treinta, para que se produzcan los efectos de
esa tal Praescriptio!
Ahora cuente usted; o reste, que da lo mismo: Desde el
Treinta y cuatro al Cincuenta y siete en que tuvimos aquel fregado... ¡Perdón, que fregado era como decían en Melilla! Aquel follón..., del Ifni, sólo transcurriera
veintitrés abriles, ¿sabe? Y para eso, con una circunstancia especial, especial
y definitiva: ¡que los plazos se suspenden, no corren, cuando los titulares de
la proprietas son incapaces, o están
ausentes, tal que en Madagascar…!
¿Cabe, hubo, mayor incapacidad para Marruecos, para
recuperar nuestro Ifni, para rescatarlo de su hurto, que aquella desgracia,
nuestra, histórica, de estar ausentes de los foros internacionales dada nuestra
soberanía restringida, nuestra servidumbre, nuestra interdicción, por culpa de
aquellos Tratados impuestos por unas Potencias imperialistas, concretamente
Francia y Spania? Señor laureado, que
lo es de Guerras, y no de Leyes, ¡le recomiendo un repasito al Derecho
Internacional!
Pero volviendo a tiempos recientes: En los Acuerdos de
Madrid del Cincuenta y seis, en el momento en que alcanzamos nuestra libertad y
nuestra reunificación nacional, magrebí, desaparecida la española e imperialista
Patria Potestad, usted bien sabe que en la propia Mesa de Negociaciones les
formulamos nuestra más rotunda reivindicatio.
Usted, y con usted todos sus paisanos, mayormente los
de tierra adentro, no ignoran que reivindicatio
es la acción que tutela al propietario que no posee. Pues bien, y con esto,
resumo: ¡ese era nuestro caso concreto con respecto al enclave ifneño! Contra
ustedes, contra aquel possesor de
entonces, una España seudoimperial, o más exactamente, tardoimperialista,
acaudillada por un gallego iluso, que no luso, implacable, acomplejado...,
¡como todos los enanos! ¡Pero Alá se apiadó de nosotros!
Zamalloa, en un aparte:
-¡Este professeur
además de Derecho Internacional sabe Romano...! ¡Y nosotros, en mi ilustre
España, que los teníamos por unos simples, por simples piojosos, miopes de
tanto padecer glaucomas...! Bien nos lo decía aquel profesor de la Academia
Militar, que siempre nos daba los buenos días con su estimulante, ¡Hospes, hostis!, para recordarnos y
advertirnos que todo extranjero es un enemigo potencial.
El Fassi, que no se da
por aludido y cambia de tercio:
-¿Cómo fue que se rescataron para Occidente los
clásicos greco-romanos? ¡A través de Bizancio, Excelencia, que allí hicimos
nuestra Reválida cultural! Acuérdese, de paso, que nuestra Volubilis estuvo bajo el dominio, directo, de los romanos, más de
dos siglos, así que en el Magreb también fuimos latinizados…, ¡y doctorados en
su Derecho!
Zamalloa, que se persigna,
escandalizado:
-¿En Derecho? ¡Pero, hombre de Dios, digo, de por Alá,
con qué cosas argumentas! ¡Eres más corto que el último de los picapleitos de
mi tierra! ¡Pretendes aplicar un iuris
civile cuando en este contencioso corresponde utilizar el iuris gentium, que ese Derecho, y no el
otro, fue el que se aplicó en tu mencionada Volubilis
ya que en ella no se llegó a implantar la ciudadanía romana; nunca! ¡Por tanto,
suspenso en latinidad!
El Fassi
-No se pase, amigo español, que aún me quedan
argumentos legales, pues, debatidas las bases jurídicas correctas, definitorias
y definitivas, podemos analizar, siquiera sea como anécdota, que nuestros
derechos quedaron sobradamente definidos en esta Sala, en aquel asunto
colateral, ¡pero contractual y actual!, de la Integridad de mí, de nuestro,
Gran Magreb:
Primera cuestión: ¿No se cansaron los españoles de
alegar ante Francia, en aquella ocasión en la que su León y Castillo fue
vilmente engañado con una cartografía amañada por los franceses, que su, ¡su
pretendida!, Mar Pequeña, había que situarla en Agadir, en un Agadir ya ocupado
por su vecina, por su competidora, en aquella Xuntanza de las Algeciras del año 1906? En esta hipótesis, y que la
Historia me dé testimonio de ello, aquella Ocupación de Ifni, en el Treinta y
cuatro, fue una flagrante apropiación indebida. El erial de Ifni era lo único
que quedaba libre en África; era, pues, lo que se merecían ustedes por...,
¡tardos! ¡O mejor dicho, petardos!
Agadir estaba, que en aquel tiempo ya lo estaba,
repito, en pacífica posesión de Francia; y con ella continuó hasta la
independencia de mi Marruecos, del central, del óptimo, también llamado Zona Francesa...
De los franceses, pues, que en eso también apelo a la
Historia, recibimos la retrocesión de ese Agadir, en el Cincuenta y seis, sin
atrancos ni cargas, sin gravamen de ningún tipo. Por tanto, Señoría, como el
derecho sigue a la cosa, que así se viene reconociendo desde tiempos romanos,
insisto..., ¡nuestra era esa cosa, nuestro el derecho!
Zamalloa, con el ceño
fruncido:
-¡Vaya rollo ese que estás desenrollando, tanto el
tuyo como el de esta Ifnada! No te cansas de invocar a los romanos, que total
sólo estuvieron dos siglos, y para eso, en el berbés, en el berbés de
la Berbería, ¡pero hablas como los griegos, en plan sofista, con circunloquios!
El Fassi
-¡Señoría, le ruego que tome nota de estas
interrupciones, más bien imperialistas, del Representante de una Nación que se
proclamaba Protectora, pero que actuó, en todo momento, como Colonizadora! ¡Y
más que quería, o le apetecía! Acuérdese de aquellas proposiciones deshonestas,
anexionistas, de Hendaya, ante el Caudillo de los Caudillos, ante el Conductor
de los Conductores, que todo eso y más pretendía ser aquel Führer...
Lo que no sabe la Historia en un momento dado, tarde o
temprano lo llega a descubrir... Así conocemos, hoy en día, que, después de
declarar la no beligerancia, concretamente el 12 de Junio del 40, y ocupado
Tánger el día 14, Franco le insinuó a Hitler la posibilidad de entrar en la
Europea por medio de una carta que le entregó en propia mano el General Vigón,
para..., ¡para obtener a cambio el Imperio Norteafricano!
¡Pero ahí es nada, que el día 19, una semana después,
aquel apetito desordenado ya les medrara, así que, en aquella erección
extemporánea, Beigbeder le comunicó a Sthorer los deseos de España de violar a
la Gran Bretaña siempre y cuando nos arrimasen, además del Marruecos francés,
el Oranesado; y también una ampliación de Río de Oro y otra en Guinea; con un
buen aporte de armas, submarinos, etcétera! ¡Pero qué franqueza la de su
Franquito…!
La Historia, como siempre, conciliadora:
-Si Allal, por favor, vaya sintetizando, que usted,
como buen Professeur, es algo rollento; ¡y menos mal que estamos en la
Eternidad!
El Fassi
-En tal caso, y con la venia, paso a la segunda
cuestión: Esa España, esa Hespéride
de los conejos, aquí representada por un milite ilustre, por un conquistador de
estepas rusas, ¡otro Napoleón!, que padece el enquistamiento, también
histórico, y en este caso, secular, de su codiciado Gibraltar, ¿cómo nos podía
aplicar lícitamente a los magrebíes, y menos aún en el campo diplomático, un
baremo conceptual tan diferente, extrapolado, para su enclave de Ifni? Cosa
inefable, o por mejor decir, indubitable..., ¡incluso para gallegos! Y tercero...
Zamalloa, que le
interrumpe con visible impaciencia, irritado:
-¿Pero es que hay Tercio en tu Marruecos? ¡El Tercio
es nuestro, que lo fundó otro coruñés! Copiado del francés, eso sí, pues
Millán, para eso de la cultura..., ¡un as! ¡Pregúntenle, al respecto, a don
Miguel de Unamuno...!
El Fassi
-¡Como se estará riendo Unamuno al acordarse de
aquella bufonada de tu paisano, aquello tan paradójico de, Muera la inteligencia...!
Zamalloa
-¡Así que lo sabías! ¿Sabías lo de aquel incidente salmantino, en la
apertura del curso 1936/37? ¡Cacho ladrón roba ideas, razzista del desierto...!
Historia, dando un
martillazo en la mesa:
-¡Basta de interrupciones, que en este plan a la
Historia no le llega ni con toda la eternidad para dilucidar sus arcanos!
Prosiga, Si Allal, s´il vous plait!
El Fassi
-Entonces, asunto tercero, o tercera cuestión…, ¡para
que Zamalloa deje de hacer juegos malabares con las palabras! Una España que
hizo los posibles, por activa y por pasiva, para que Francia perdiese, o
fracasase, en su Protectorado, antes de Hitler, con Hitler y después de Hitler,
¿cómo se atrevió, como osó, delante de las Naciones Unidas, quedarse agachada,
rezagada, detrás de la decisión francesa, una vez que Francia acordó darnos la
independencia, máxime tratándose de un Territorio de análogo statu quo, de
igual fuero internacional? ¡No me dirá que fue un...! ¿Cómo se dice en gallego?
Ya lo tengo: un trasacordo…; ¡eso, un
trasacordo galaico!
Cuarta cuestión..., ¡que también la presento! Dado que
abonan nuestra ética las explicaciones antedichas, ¿quién les privó a los
negociadores españoles, aquellos de la noche madrileña del Seis de abril del
cincuenta y seis, de imponer, en el mismo documento, condiciones bi o
tripartitas, que regulasen la independencia magrebí enmarcada en ciertas
previsiones para el Ifni, el Sáhara, Ceuta, Melilla, etc., y todo ello en un
paquete contractual? ¿O es que el especialista en dejarlo todo “atado y bien
atado” no consideró vulnerable el carro de las colateralidades? ¡De esto,
calla, mon Gènèral!
Se lo voy a explicar, por más que sea obvio: En
aquellos momentos ni en Marruecos teníamos un ejército de presión, ni había
prisa para tomar decisiones parciales por parte de España. ¿O no sería más
bien, que hubo torpezas, somnolencia, en la Mesa negociadora, en ese Pardo de
tan ilustre pardillo? ¿O es que pesaban más que el sueño de los españoles, esos
grandes cenadores, y observe que digo cenadores y no senadores, ni seniores, aquellos preacuerdos Made in
USA relativos a ciertas políticas…, concomitantes?
En esta hipótesis tan probable, ¡tan cierta, diría
yo!, aquí estamos haciendo el parvo, pues el Querellante real tenía que ser, en
tal caso, don Francisco; y en este supuesto, serían Querellados aquellos de sus
cerebritos que tan burdamente se dejaron engañar, o que engañaron a don Paco,
cortando otras tartas, otras tajadas, bien diferentes por cierto, con el sable
glorioso de un Ejército que supo conquistar, pero que en los momentos más
decisivos le enviaron al Salón de los Espejos, en el mismísimo Palacio del
Pardo, para que recontasen las medallas, las que ya tenían, junto con las USA,
¡que las esperaban recibir!
¡Así fue! ¡Increíble, pero así fue! Y todo eso, ¡oh
Cielos!, mientras los negociantes, ciertos negociantes, saldaban lo que otros
conquistaran y defendían. ¡La Historia, Señoría, usted misma, por veces tiene
cada contradicción..., inescrutable e ininteligible para las nuevas
generaciones!
Historia
-Ahora tendría que hablar yo, yo misma..., siquiera
fuese por alusiones; ¿no se dice así?
.../...
Pasa a
A GUERRA DE IFNI
-III-
Xosé María Gómez Vilabella
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