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Cuentas corrientes, de ahorro, e
imposiciones a plazo.
Próxima a la mesa
de Queimadelos estaba la sección de Cuentas Corrientes; por ello, con sólo oír
las conversaciones de los empleados y con fijarse en las operaciones que allí
se realizaban le fue sencillísimo conocer la organización y trámites del
negociado, así como la función de la cuenta de Mayor del mismo nombre.
Los trámites
contables que allí se llevaban a cabo eran fundamentalmente un englose y
desglose sucesivo de fondos; aportaciones o retiro de los ya existentes; una
admisión de entregas y un despacho de talones. Todo ello controlado por
idénticos y confrontables apuntes en un libro auxiliar, por cifreros resúmenes
del movimiento diario, por balances de situación periódica y por el punteo
diario de la contabilización de los documentos de Caja afectos a esta clase de
cuentas. En lo legalístico existía la comprobación de firmas estampadas en los
documentos con las fichas de apertura, del timbrado, de las posiciones del
saldo, de los poderes y autorizaciones, y de cuantos otros extremos hicieran
normal y auténtica la documentación tramitada.
Desde el primer
momento asoció esta sección a las Cajas de Ahorros; ambas eran modalidad de
atracción de capitales, teniendo su razón de ser en la conveniencia de
incrementar el fondo operante. Cuentas corrientes era, pues, una fase de
producción; siendo los factores de esta producción los recursos naturales, la
empresa, el trabajo y el ahorro, esta sección era la conversión de este ahorro
en masas susceptibles de una eficaz e importante inversión.
Realmente la Banca
–empezaba a verlo claro- no hace otra cosa que operar con esos recursos, amén
de su capital propio, imprimiéndoles acumulación y movilidad organizada. De los
recursos naturales recoge su síntesis, su representación en cambio, que es la
moneda, y con ella aviva el desenvolvimiento de otros recursos gestantes, en
período de formación, generalmente propiedad y en poder de terceros, que una
vez liberados, o sea, convertidos en fiducia, permiten reintegrar al Banco esa
especie de anticipo de producción, sobrando, normalmente, un margen que satisfaga
al acreditado. Para llevar a cabo estas funciones el capital operante se asocia
en empresas magnas –cual lo reflejan las acumulaciones de los depósitos en
cuenta corriente, a plazo fijo, y en cuentas de ahorro popular- y con personal
capacitado, que cada vez lo será más por completarse su instrucción con los
conocimientos experimentales, pueden tener las empresas bancarias el impulso
humano que éstas precisen.
Como enlace
formativo entre la empresa y los recursos naturales, aquélla procura atraer
cierto beneficio de éstos, que es el ahorro, para con él estimular la
producción en orden a una mayor abundancia de esos mismos recursos.
La Banca, al
fomentar el ahorro popular, así como al utilizar inmovilizaciones transitorias
de capital, atrayéndolo y premiándolo, origina previsiones particulares que son
base de un bienestar permanente ya que recoge lo superfluo de las épocas de
prosperidad para retornar esos sobrantes en las escaseces. La atracción del
ahorro por premio y propaganda no perjudica al economizante por cuanto éste no
puede liberar más cantidades que las sobrantes de sus presupuestos o de sus
propias inversiones; puede sobrar dinero por practicar austeridad o por
simplificar y perfeccionar los sistemas de producción.
Al estudiar el
negociado de Cuentas Corrientes tuvo ocasión de satisfacer una curiosidad
remota de distinguir la diferencia fundamental que existe entre propietarios o
accionistas y cuentacorrentistas. Los primeros son administrativamente
acreedores convencionales en el negocio, mientras que estos otros son, con
respecto a la empresa, acreedores efectivos o reales por cuanto tiene con ellos
la entidad obligaciones fijas y de ningún modo dirimentes por haber recibido de
ellos o para ellos cantidades reintegrables.
El cuentacorrentista
es un auténtico prestatario y depositante prestatario por cuanto su aportación
ha de ser destinada a producir un bien, y depositante por cuanto ha de
conservársele incólume en su cuantía y a su absoluta disposición la cantidad
entregada. La necesidad de reembolsar estos importes, así como los intereses
convenidos, exige que se les dé una explotación adecuada, imperdible y con
liquidez suficiente para que su conservación responda del reembolso, y su
rendimiento de los intereses del prestamista y del beneficio del propietario.
La atracción de
fondos acreedores responde a la conveniencia de invertir en el negocio capitales
extraños, cuyo rendimiento sumará un porcentaje a satisfacer al acreedor y un
margen de beneficio para la empresa que los utilice en sus operaciones.
El hecho de que
los prestamistas o acreedores de un Banco sean numerosos le da a la entidad una
seguridad operativa puesto que los reintegros que diariamente soliciten éstos
serán mínimos con respecto a la masa de inversiones, y no sufrirá trastornos
considerables en su desenvolvimiento económico.
Socialmente, la
función de la Banca atrayendo al pequeño ahorro, además de beneficiar la
economía familiar, entusiasma al productor, quien se alegra de que su capital
forme parte de las grandes instituciones financieras, y anima las iniciativas
privadas de cuantos son capaces de realizarlas apoyados por el crédito.
Queimadelos, bastante buen sicólogo, había observado en los clientes del Banco,
con excepción de los rostros curtidos e indiferentes de los comerciantes
avezados a las finanzas, una especie de emoción íntima al desenvolverse en el
ámbito de las oficinas, al ser correctamente atendidos por los empleados, al
verse tomar parte en las operaciones del coloso financiero.
En Banca se opera
sobre dos pilares crediticios: crédito o promesa de reintegro a cuantos
administradores suministren fondos; crédito o esperanza de recuperación de
aquellos deudores, o fuentes de producción, a los que se suministran medios. Se
recibe a crédito y se proporciona crédito, así que la función bancaria es de
mera agitación monetaria, de vinculación de capitales para poner en movimiento
productivo las riquezas que no pueden ser explotadas activamente por su
poseedor. Esta intercesión se remunera y fomenta por el lucro que obtiene en
sus operaciones, pero como los porcentajes de gestión son mínimos no alteran el
valor en cambio de la producción emanada del crédito financiero.
Analizando las
cuentas corrientes desde el punto de vista contable y administrativo,
resultaban ser unos estados detallados de operaciones recíprocas, aunque en el
fondo, bancariamente hablando, todo su movimiento es de tipo acreedor, de
remanente pasivos para el Banco, pues los descubiertos son anómalos al sentido
de atracción de dinero y constituyen una modalidad de crédito, de inversión,
que se vinculan a las cuentas corrientes tan sólo en función de su presencia en
las mismas.
Situándose en un
plano correspondiente, pero opuesto a la actuación de la Banca, es decir,
enjuiciando las cosas más desde el punto de vista de los clientes que de la
entidad en sí misma, comprendió que los titulares de cuentas acuden al Banco
para conservar sus recursos en absoluta disponibilidad mientras no les resultan
oportunas otras inversiones de mayor rendimiento; y también para conservar el
efectivo del que vayan disponiendo de un modo independiente de sus inversiones
estables; una tercera razón es la de que no se les ocurra de momento otra
aplicación del dinero o deseen su acumulación hasta determinada cifra para
destinarla a una adquisición. En muchos casos también les mueve el deseo de
evitar el riesgo de guardar sus ahorros en sus domicilios respectivos. Como complemento
a estas causas existía el aliciente de la utilidad percibida en carácter de
rédito por las sumas impuestas.
-.-
Rendimientos
Cuando ya llevaba
Queimadelos varias semanas en el Banco y se había cerciorado de que el esfuerzo
de aquel tiempo por profundizar en las materias bancarias, unido a la
preparación de las oposiciones, le permitían un hondo estudio de cualquier
materia, procuró agenciarse algunas obras de las existentes en la Escuela de
Altos Estudios Mercantiles de la Coruña que versasen sobre el tema de la
rentabilidad.
Al cabo de varios
días de concienzuda investigación pudo fijar en su mente las ideas
fundamentales acerca de esta materia.
Asimiló, pues, con
toda precisión, estos y otros principios: Ante todo, el conocimiento básico de
que el interés es el núcleo de toda política bancaria. Y subsiguiente a esta
causa, los efectos derivados; que no sólo los Bancos sino toda organización de
tipo mercantil descansa sobre posibilidades de beneficio o de pérdida; lo que
es igual a imaginarse la cúspide y el abismo. Desprendiéndose de todo esto que
lo esencial en administración es distinguir a suficiente distancia los
procedimientos que conducen a una y a otra situación.
Según las enseñanzas
obtenidas de la compulsa de textos, que no eran sino la ratificación y
ampliación de sus conocimientos personales, ya es beneficio incluso la
centésima parte de una peseta, mínima fracción monetaria utilizable en los
cálculos mercantiles, e igualmente es pérdida esa misma fracción en carácter
negativo. Esta fracción insignificante, refiriéndola a la unidad de producción,
de venta o de explotación, resulta irrisoria, pero aplicada a grandes
rotaciones financieras las consecuencias son lejanas y paradójicas. Un
beneficio mínimo, pero de tendencia por lo menos consecutiva, puede generar
fortunas. Una pérdida mínima, constante e inanulable, desemboca fatalmente en
la ruina, e incluso suele llevar aparejadas repercusiones para la economía de
terceros, por efectos de la quiebra, mal social de fatídicas consecuencias.
En aquel momento,
al cimentarse el beneficio en porcentajes mínimos, se hace precisa una técnica
administrativa dotada del mejor raciocinio y de la más rigurosa matemática para
asegurar, por lo menos, la consecución de un rendimiento normal. Es tan
delicado esto, que pequeñas deficiencias administrativas pueden convertir este
corto rendimiento en resultados negativos; y como la progresión de beneficio a
pérdida tiende a separarse prolongándose en lo infinito, es harto difícil
recuperar las cantidades consumidas, que para igualarlas al resultado positivo
habría que obtener el importe de esa misma pérdida más el de la posibilidad
lucrativa. Potencialmente una pérdida no es la distancia entre la cantidad
consumida y el nivel estable del capital, sino entre esa misma cantidad y la
que debiera haberse obtenido aplicando al capital una proporción de rendimiento
moderado.
Concretando las
leyes de rendimiento a las empresas bancarias se hace notar que, pese a sus
módicos porcentajes de intervención, se obtiene un rendimiento normal; normal
siempre que las operaciones hayan sido llevadas con la necesaria prudencia. De
observar antiguas liquidaciones conservadas en los archivos del Banco se había enterado
Queimadelos de que la Banca ha ido reduciendo paulatinamente los tipos de sus
comisiones, y paralelamente a ello se habían incrementado sus gastos, sobre
todo en lo que se refiere a las remuneraciones del personal; ese enigma, el por
qué los beneficios anuales no solían disminuir a pesar de la divergencia entre
comisiones y gastos, le resultó solucionado por las estadísticas de movimiento
al comprobar en ellas que los aumentos de volumen operante en función de la
reducción de comisiones acusaban beneficio con respecto al producto de los
movimientos anteriores por sus porcentajes elevados; a la vez que resulta
lógica la economía de tiempo, y por tanto de personal, al implantar sucesivas
simplificaciones y perfeccionamientos en los métodos de trabajo, así como la
igualdad de esfuerzo requerido por un mismo número de operaciones fuesen éstas
de importante o de reducida cuantía.
También parece a
simple vista que la reducción de las comisiones pudiera afectar el rendimiento
del capital-acciones desnivelando sus porcentajes normales; prácticamente no
ocurre así a menos de que condiciones legislativas lo afecten, puesto que el
capital de las empresas bancarias procede en su mayor parte de cuentas
acreedoras a las que se les asigna un interés anual reducido. Esto resulta más
claro si se tiene en cuenta que el capital suele guardar una prudente relación
con las cuentas pasivas en función de la garantía de las mismas, manteniéndose
una situación de casi regular constancia con respecto a la masa operante, y esa
proporcionalidad que guarda resulta favorable para la asignación lucrativa del
capital social.
Analizando la
emanación de las pérdidas y de los beneficios, observó que éstos son los
acrecentamientos del capital, mientras que aquéllas son las disminuciones,
recogidas estas variantes a medida que van contabilizándose los hechos
mercantiles en cuentas al efecto que permiten detallar el resultado de las
operaciones realizadas con independencia de los totales patrimoniales. Quedaba
así delimitado y concreto el rédito o compensación del proceso lucrativo,
resultante de la diferencia entre los bienes invertidos en un acto de
producción y los bienes líquidos o netos de la misma. Por razones de origen,
las cuentas que recogen estos resultados están vinculadas con la representativa
de la hacienda en explotación, siendo como vástagos de ella.
La gestión que
engendra estos vástagos del capital se sirve para lograrlo de una distribución
del mismo en inversiones de rendimiento o meramente especulativas, y en
inversiones de medios o posibilidades, que son aquellas que crean el ambiente
adecuado y apoyan la vivencia de las especulativas. Para lograr estos fines en una
explotación que, como la Banca, se caracteriza por sus mutaciones constantes,
ha de dársele una gran movilidad al dinero invertido, pero todo ello con un
tacto exquisito por cuanto esa misma movilidad puede conducir al vértigo de la
caída igual que a un rápido acrecentamiento.
El lucro, a través
del ejercicio, es una adición del capital; adición pero no fusión, que obra sus
mismas funciones, que está sometido a unos mismos avatares, a beneficio o
pérdida. La pérdida es un vacío que merma la eficacia global productiva del
activo. Resulta, pues, que los beneficios son un interés que, por dejarse en el
negocio hasta determinadas fechas, se hace compuesto a rotación simultánea, y
engendra por sí mismo un rendimiento acumulativo. La pérdida es una tara que
absorbe cierta porción del capital, la cual en caso de no existir aquélla
podría ser invertida en valores productivos.
A Queimadelos le
resultaba curioso observar que, contablemente, llamando contabilidad al reflejo
de la posición del capital, ni la ganancia ni la pérdida significaban
desigualdad entre las partidas del activo y del pasivo, pues la pérdida es una
transformación del capital en débito figurativo o matemático, no explotable, y
por consiguiente esfumación de los valores que sustituye; ganancia simboliza
los elementos que han incrementado el activo, sin acreedor a quien deberse.
En final de
ejercicio, con las transferencias de saldos de las cuentas de resultados
quedará regularizado definitivamente el conjunto financiero que operó a través
del mismo. No podía llegarse a una distribución de beneficio sin previo
saneamiento de las pérdidas, caso de que las hubiese, para mantener la
integridad del patrimonio; los beneficios netos resultaban del sobrante de
lucro que queda una vez enjugadas las partidas de gastos irrecuperables. A
tenor de todo esto, era de considerar que la contabilización de las pérdidas y
de los gastos es una garantía para el cliente por cuanto puede estar cerciorado
de que han de cancelarse con la aplicación de beneficios presentes, de reservas
o de beneficios futuros, siempre que no existiesen en el ejercicio corriente,
así como también por reducciones de capital en el caso extremado de que no
hubiese otra solución.
Al meterse
incidentalmente en el terreno de las reservas, al prolongar el análisis de los
beneficios hasta sus últimas aplicaciones, aprovechó para estudiarlas del modo
más esquemático y preciso posible. Venían a ser la agrupación de cierto
beneficio saneado que se conservaba en la explotación sin incorporar al
capital, y cuya finalidad era la de enjugar los fallos que, andando el tiempo,
pudieran presentarse, a la vez que incrementaban la masa operante. En lo
social, las reservas permitían arriesgarse en proyectos elevados, pero
complejos, que de otro modo no hubieran podido realizarse sin poner en peligro
el capital base.
Paralelamente a
las reservas, existían otros bloques temporales, denominados previsiones,
destinados a cubrir fines cuya presentación había de darse en un tiempo
determinado. Previsiones y reservas tienen la afinidad de proceder de
beneficios y estar compensadas por un activo real; tienen la discrepancia de
que las previsiones esperan un destino ya conocido de antemano, mientras que las
reservas lo serán para imprevistos.
Muy cerca de las
previsiones y de las reservas había que situar a los fondos de amortización,
que consisten en un pasivo destinado a reponer las mermas de ciertos valores
susceptibles de deterioro o depreciación, mientras que las reservas son un
capital supletorio. Los fondos de amortización están saneados y prontos a
cubrir las deficiencias del negocio; mas su punto de natura es común: un cargo
en la cuenta de pérdidas y ganancias.
Si la amortización
se efectuase por reducción de activo, es decir, eliminando contablemente de la
cuenta que represente el valor de aquella fracción que sufriese demérito, la
función de los fondos de amortización hubiese sido actual y se evitaría su
permanencia involucrativa.
En cuanto a
reservas se refiere, Queimadelos había libado las enseñanzas básicas de que
después del capital son una masa de recursos, distinguiéndose de aquél en que
provienen de beneficios y en que su existencia suele ser facultativa unas
veces, jurídicamente obligatoria otras, y generalmente temporal. Los bienes que
constituyen las reservas se encontraban confundidos en el activo, teniéndose
referencia de ellos por la cuenta acreedora representativa de estos recursos.
Las reservas, conservación de ganancia, es el pasivo parcial y aislado de la
cuenta de resultados, una porción retenida de uno o de varios ejercicios
traspasada a la suya correspondiente por una mera conjugación de
denominaciones, formulando un apunte inversivo del saldo de beneficios. Por
consiguiente, reservas es la contrapartida pasiva de un excedente de valores
dispersados por las distintas cuentas activas, aunque también es corriente que
toda o parte de la reserva tenga una clase de inversión independiente. En
cuanto al cliente, las inmensas reservas que tiene modernamente la Banca
forman, en unión del capital social, un conjunto de solvencia imperecible.
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El capital, instrumento de finanzas.
La biografía
profesional de Queimadelos es reflexiva del elemento personal interviniente en
la función productiva de la Banca; pero sería incompleta de no tenerse en
cuenta que tan imprescindible es para la eficacia de la labor del empleado la
existencia del capital social de la empresa como es indispensable a ese mismo
capital un juego de inteligencias que dé vida a su existencia y lo traduzca en
masa operante. Si vemos al hombre actuando en el negocio es porque ha existido
un recurso primario: el capital, que ha hecho posible la inventiva de la
actividad financiera.
En el Banco de
Crédito y Ahorro, en el mundo de las finanzas, existe ese otro personaje
actuante: el capital, que es la riqueza sometida a la producción de nueva
riqueza, que son los valores destinados a la producción mediante gestiones
oportunas. En Banca el capital manipulado procede de la distribución de sus
acciones y de las múltiples aportaciones de su clientela. El historial de las
aportaciones lo recogen las cuentas del pasivo, mientras que el activo presenta
la serie de agrupaciones a que han sido destinados los fondos.
Por la hoja
balance de situación diaria, tantas veces confeccionada por Queimadelos,
conocía el engranaje de las diversas porciones de la masa capitalista. Ya en la
academia donde hizo su preparación para el ingreso le habían enseñado que los valores
patrimoniales se clasifican por orden de disponibilidad para estudiarlos con
miras a la previsión de operaciones. Recordaba, y. lo amplió luego, que los
valores del activo pueden ser permanentes unos, y perecederos otros.
Permanentes son los de caducidad determinada y fija, que se irán de la empresa
no por deterioro sino por cumplimiento de convencionalismos financieros o
contables. Perecederos los que tienden a desaparecer, bien por caducidad propia
o por efectos del uso. Esos mismos valores activos también pueden considerarse
bajo los aspectos de: inmovilizaciones, cuando se trate de capital fijo,
invertido en medios que hagan posible y constante la explotación; y valores de
cambio, cuando estén destinados a dar movilidad y financiación a las
operaciones bancarias.
Así observado el
activo, resultaba ser la masa productiva del negocio; también la garantía de
las obligaciones figuradas en el pasivo. Su actuación debe dar unos resultados
que compensen los intereses de los capitales acreedores, que amorticen los
deterioros y depreciaciones, y finalmente, que lucren el capital social
invertido.
De la diversidad
de valores activos que son causa de beneficio para la empresa, había que
exceptuar, por ser el hueco de los desaparecidos, el importe de las pérdidas.
Ateniéndose al
carácter intrínseco de las cuentas del activo, se distinguían en ellas, por
orden de afinidad, los valores en sustancia, que son las inversiones
materializadas; las deudas de terceros, o derechos que nos corresponde
percibir; y los valores de gastos, que pueden ser pérdidas definitivas o
inversiones destinadas a complementar y fomentar operaciones lucrativas.
Contablemente, la
posición de las cuentas que recogen las distintas manifestaciones del capital
se presentan en tres aspectos completamente delimitados: situación necesaria y
funcional de débito, caja, cartera, mercaderías, etc., que no pueden pasar a
situación inversa; posición necesaria de crédito, capital, beneficios,
reservas, etc., que en ninguna situación normal podrían colocarse en débito; y
posición ocasional, las cuentas de terceros, que pueden cambiar de
características.
En el campo
administrativo había que estudiar la organización de los valores en orden a su
situación financiera, o sea, la serie de derechos y obligaciones latentes. En
orden de previsión financiera, para asegurarse de que los valores estuviesen
organizados de un modo tal que se pudiese hacer frente, en todo momento, sin
demoras ni malversaciones, a las obligaciones que se presentasen. En orden de
previsión era importantísimo considerar que los derechos sólo pueden apreciarse
como beneficios a realizar, y por tanto relativamente inciertos para hacerlos
figurar como compensadores de las obligaciones. En principio, tan probable es
la consumación de los derechos como de las obligaciones, pero una obligación
sin previsión puede tener complicaciones, mientras que los derechos no
estimados siempre estarán oportunos cuando se logren.
Completando el
estudio de los bienes sociales era de tenerse en cuenta que el capital y las
reservas son acreedores condicionales que responden a convencionalismos
contables; mas no así las restantes cuentas del pasivo ante cuya inminencia es
necesario disponer de un activo fluido que asegure su liberación al presentarse
el vencimiento respectivo.
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Promociones
Aproximadamente al
año de pertenecer Queimadelos al Banco de Crédito y Ahorro se convocaron nuevas
oposiciones de Auxiliares administrativos. El volumen de operaciones y la apertura
de nuevas sucursales hacía sentir la falta de personal para atender debidamente
todos los servicios de la entidad.
Esto dio ocasión a
una corrida de puestos y a una reorganización de negociados para ocupar a los
empleados recién admitidos. Con este motivo, Queimadelos pasó a desempeñar una
mesa en el negociado de Giros y transferencias. Se alegró de no haber quedado
en cualquier otra del suyo anterior porque se juzgaba bien documentado en
aquellas tramitaciones debido a haberlas presenciado y participado durante
aquel tiempo.
En su nuevo
cometido tendría ocasión de practicar en funciones menos conocidas para él, al
mismo tiempo que trataría con otros jefes y compañeros de los que esperaba
seguir aprendiendo, cual lo había hecho con los de sus antiguos servicios, toda
la serie de conocimientos experimentales correspondientes al trabajo que
desempeñase y al de las mesas inmediatas, que también procuraría dominar por
visión y audición de lo que en ellas se tratase.
Podía definir la
sección a la que pasaba como un conjunto de funciones destinadas a eliminar el
tiempo y el espacio en la situación de capitales. Gracias a su organización, en
el mínimo de tiempo que requiere un despacho cable-telegráfico o telefónico, o
cuando más una carta, para cruzar el inmenso kilometraje de las provincias y de
las naciones, el dinero iba a situarse de plaza en plaza, precisamente allí
donde fuese necesaria e importante su presencia. Y todo ello garantizado por un
control de claves y de comprobaciones que eliminaba la posibilidad de error y/o
de fraude.
La red de
sucursales y de corresponsales se encargaba de facilitar las relaciones
fiduciarias entre cuantas personas o entidades tuviesen necesidad de ellas.
A los receptores
con cuenta abierta en el Banco de destino se les abonaba en la misma el importe
a percibir, con cuya facilidad les quedaba correspondido su derecho a poseer la
cantidad girada y se les brindaba un depósito productivo hasta el instante en
que decidieran disponer de aquellos fondos. Para quienes careciesen de cuenta
había la facilidad de retirar el importe de la orden de pago a su favor
mediante el simple requisito de la estampación de su firma en un recibo de caja.
Y, finalmente, para unos y otros, incluso para anónimos portadores, si así lo
hubiese establecido el librador del documento, contaba el repertorio bancario
con la emisión de cheques en distintos formularios, que cumplían a satisfacción
las finalidades que conviniesen al ordenante del giro.
Tan sencillo
resultaba liquidar las transacciones en plaza, por entrega de efectivo, de
talones o de órdenes de traspaso de cuenta, como aquellas otras efectuadas en
los puntos más inusitados de los continentes, valiéndose de las órdenes
bancarias de abono y de pago, de cartas de crédito o del libramiento de cheques
nominativos o al portador, simples o cruzados, en moneda nacional o en moneda
extranjera. En todo y en todas partes existía la eficaz y silenciosa actuación
de la Banca, facilitando la realización de todas las manifestaciones y de todas
las exigencias del comercio y de las relaciones familiares y sociales.
Anexo a Giros
estaba el departamento de Compensación, que tenía por objeto el canje recíproco
de multitud de libramientos, principalmente cheques, efectos de comercio y
transferencias; venía a ser un intercambio de operaciones anuladas a igual
importe, y cuyo excedente habría de ser imputado a la parte que correspondiese.
En cuanto a la
organización del negociado, encontró en él pocas cosas que fuesen novedad para
sus conocimientos; los libros registros eran una serie de encasillados que
permitían consignar los datos más interesantes de cada operación, y
conservarlos por correlación de fechas para aclarar en su día cualquier
incidencia que pudiera presentarse. La contabilización recogía los importes
percibidos del ordenante, y los distribuía llevando a la cuenta de la sucursal
o corresponsal pagador el líquido girado; a la cuenta de resultados la comisión
correspondiente; y a las recuperativas de franqueos y timbres el valor de los
suplidos. En cuanto a la redacción de la correspondencia necesaria se precisaba
anunciar el giro, sus características, el medio de reembolso, así como los
detalles particulares de cada caso.
Queimadelos se
había convencido –y éste opinaba igual que todos sus compañeros- de que las
funciones de los empleados de Banca en lo estrictamente oficinístico se
circunscriben a cubrir formularios de acuerdo con las particularidades de cada
operación. Pero esto era sólo una parte: cubrir impresos es lo manual, pero dar
vida y ciencia, infundir eficacia económica a cada una de las operaciones es
algo profundamente intelectivo; esto correspondía de un modo especial a los
directivos de la empresa, pero también a los empleados en cuantas funciones
independientes tuviesen encomendadas, en todos aquellos casos en que precisaba
intervenir su raciocinio; y es ahí donde la máquina no puede sustituir al
hombre: un mecano realiza impresiones uniformes para las que esté adaptada su
maquinaria, pero sólo esas, sin poder recoger las variantes que imponga la
especialidad del caso o el libre albedrío del cliente.
En los primeros
tiempos de la Banca, como en los presentes, pese a los adelantos de la
automatización, el hombre necesita al hombre para comprenderse en sus
apetencias, para efectuarle las misiones que tenga a bien ordenar. Si las
finanzas se llevasen a cabo en moneda metálica podrían hacerse varias
operaciones utilizando un mecanismo que apreciase los importes por su volumen y
peso, pero en épocas tan precisadas del billeteo y del crédito se hace
insustituible la actuación de empleados que controlen al uno y al otro. Con
todo ser el hombre inteligente y adaptable a las circunstancias por las que
atraviese no es fácil en muchos casos llegar a mutuas comprensiones y acuerdos,
así que resultaría una utopía descabellada ponerse a inventar maquinaria
financiera. Aquí tenemos el tan discutido humanismo de la gente de Banca, la
controversia de que estos empleados, por obra de una monotonía implacable,
convierten al hombre en un ser apático y miserable. La promoción a la que
pertenecía Queimadelos estaba comprobando por si misma que lo monótono sólo
existe con respecto a ciertos formularios de operaciones, pero tan sólo en el
papel, en sus estampaciones tipográficas, pues en torno a esos mismos impresos
se hacía precisa, a cada instante, la exhibición y superación de una vasta
cultura, y en el campo de relación de esos mismos oficinistas reinaba
constantemente, sin que la entibiasen su gran responsabilidad ni lo intrincado
de algunas misiones, una grata camaradería y un entusiástico producir.
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Preparando opositores, abriendo puertas.
Dos empleados del
Banco organizaron unas clases de preparación para opositores. Esta academia
tenía la finalidad, en su creación, de capacitar al personal subalterno,
botones y ordenanzas, para su pase a la escala técnica, a aspirantes; como
estos eran pocos, decidieron admitir también opositores extraños al Banco, y
cuando la asistencia se hizo numerosa, aquellos compañeros propusieron a
Queimadelos que se hiciese cargo de la clase de operaciones bancarias, materia
en la que le juzgaban especialmente documentado.
Transcurridos los
tres meses de plazo que solían dar las convocatorias para la preparación de los
exámenes, Queimadelos se encargó de resumirles las nociones básicas del
programa, con la finalidad de que aquellos alumnos tuviesen frescas y recientes
las ideas generales del temario. Con este motivo improvisó una especie de
conferencia en la que resumió la organización contable de la Banca. En
síntesis:
-“Tengo que
deciros, ante todo, que la didáctica contable debe descansar en principios
abstractos e intelectivos, o lo que es igual, en una previa reflexión sobre la
materia, que permita después razonar las fórmulas. Antes de estudiar sistemas,
comprender los principios y la lógica de los hechos contabilizables. No vais,
pues, los que merezcáis aprobar en esta ocasión, a entregaros a unas normas
rutinarias, sino a emplear toda la inteligencia de que seáis capaces en el
desempeño de vuestros cometidos.
“Un contable es, o
ha de ser, ante todo, una especie de inventor de procedimientos
simplificativos, sintéticos, pero expresivos, que condensen la reseña de los
hechos que afecten o modifiquen los valores actuantes; para ello se ha de
operar sobre las leyes básicas de la contabilidad general que tenéis estudiada,
moldeando al asunto de que se trate aquellos principios que le sean aplicables.
“En la práctica os
será de suma utilidad recordar estas dos definiciones primarias, en las que
henos hecho tanto hincapié considerando su importancia: que la contabilidad es
la adaptación de las cuentas a las situaciones económico-administrativo-financieras;
y que “cuenta” es la consignación más simple de la contabilidad y de la calidad
de toda modificación patrimonial. También os resultará interesante recordar
estas otras definiciones: que el título de la cuenta es el mínimo elemento, en
aras de la claridad, que permite identificar sus funciones; que saldo es el
resultado de sustracción de los elementos de una cuenta; que los hechos
contables son las transformaciones sucesivas del capital, o de la función del
mismo en cuanto a la presencia de derechos y obligaciones que le afecten.
“Para conocer la
organización del Banco, e incluso la vuestra propia, habéis de tener presente
que los libros contables deben clasificarse en: elementales, o de primeros
asientos; de ordenación general o de desarrollo minucioso de cosas accesorias;
y principales o sintetizadores de anotaciones conjuntas. Voy a ceñirme en esta
última clase, en esta última lección que sostenemos de profesor a alumno,
porque una vez ingresados los cambios de impresiones que mantengamos serán de
compañero a compañero, a un conglomerado de ideas que os resulten más genéricas
que formulistas, para que os sirvan de orientación en los ejercicios del
examen, sobre todo si os salen temas en cuyas definiciones estéis poco
versados.
“Una de ellas es
que la flexibilidad de la contabilidad permite registrar al momento en que se
produzcan las mutaciones económicas; controlar los derechos ciertos, tanto que
sean a nuestro favor como a nuestro cargo, y que originarán hechos materiales;
también permite recordar la posibilidad de sucesos remotos, que si bien no
afecten de momento a la empresa, pueden hacerlo en un futuro que conviene no
perder de vista para que ésta se desenvuelva regularmente.
“Todo en
contabilidad, como ya os tengo dicho, es puro raciocinio ya que se basa y actúa
en idealidades o representaciones de la realidad financiera, empezando por la
convención de un capital sometido, siguiendo por la estimación equivalente de
los valores transformados, y concluyendo por la regularización en inventario de
las equivalencias utilizadas. Ya que de equivalencias hablo, he de añadir que
son norma, en principio, para la traslación de valor de una cuenta a otra; para
el día del inventario se reservan las correcciones o regularizaciones del
valor, efectuando imputaciones estimativas de lo que tuviesen de inexacto esas
igualdades que acabo de mencionar.
“La contabilidad,
como impresión numérica, expresiva y recordativa de los hechos contables, es la
sencillez misma, la máxima sintetización; las complicaciones que puedan
presentarse no serán intrínsecamente contables sino expresión de la complejidad
de la operación que las motive. Este arte, que ya tiene sobrados principios
experimentales como para denominársele ciencia, pone en juego y conecta
circunstancias administrativas, económicas y financieras, hechos heterogéneos y
materias aglutinadas, con lo que resultan situaciones delicadas, confusas, y
profundamente científicas.
“En lo político,
aunque esto, de momento, sólo os interese a título informativo, contabilidad es
la consignación comprobable de las relaciones entre la administración y sus
organismos con los poderes públicos.
“La Banca es un
comercio en el que se trafica con la moneda y el crédito; su contabilidad será,
por tanto, financiera. Y el sistema contable empleado es la partida doble,
médula de toda organización moderna; cuantos nuevos métodos se creen no
merecerán, por mucho tiempo al menos, otra calificación que la de adiciones
simplificativas o extensivas, según los casos.
“El conjunto del
sistema contable tiene una bifurcación fundamental: cuentas deudoras y cuentas
acreedoras; con ellas se enfrentan la personalidad sobreentendida de la empresa
y la de todos aquellos que, por haberle cedido fondos, se consideran
acreedores. Toda cuenta, al quedar deudora, representa a la empresa, y las
acreedoras indican los proveedores de medios. Las cuentas deudoras no pueden
acreditarse sin haber recibido aquello de que se quiera disponer. Las cuentas
acreedoras pueden disponer sin haber recibido ningún valor.
“Para conocer
distintamente la función de este cuadro paralelo de cuentas que veis en los
balances tened presente estas diferenciaciones: Activo es una denominación que
por sí sola ya dice la función de los bienes comprometidos, su servicio activo
en la organización financiera. Pasivo también responde a su significado
etimológico al recoger aportaciones representadas en títulos documentarios a
los que no afectan las futuras transformaciones del valor entregado. Para
complemento de este dúo de columnas: que las cuentas de orden son un mero
reflejo de operaciones que en sí no pueden soportar ninguna alteración de
importes.
“Para interpretar
debidamente asientos o cuentas utilizadas es preciso conocer los hechos que las
motivaron y los fines que se propone la administración de la empresa. Los
hechos suelen verse a través de la síntesis del apunte, y los fines se observan
prolongando sobre la orientación del negocio los efectos propios del juego
contable utilizado, con lo cual se llegará a una asociación íntima de ideas que
aclarará el asunto.
“Los adelantos en
técnica administrativa nacen de las derivaciones de hechos económicos simples
que los financieros tuvieron que afrontar utilizando sistemas especiales de
actuación por no resultarles oportunos los ya conocidos; la divulgación dentro
de la empresa o del campo colega engrosó el conocimiento general, que a su vez
serviría de base para la resolución de situaciones todavía inéditas.
“Al amparo, y con
sujeción a la legislación vigente, a ese progreso contable de que estoy
hablando, y al especial honor de los estatutos, las operaciones actuales de la
Banca son absolutamente lícitas, seguras y regulares; esta certeza os dará, a
través de vuestra profesión, el goce íntimo de saberos colaboradores en una de
las empresas más dignas; todo aquel mito de que la Banca y sus empleados somos
unos auténticos judíos (Risotada en la clase) pasó a la historia, y forma
nuestra absurda leyenda negra.
“Ya que os hace
gracia, contaré una anécdota que demuestra cómo otras actividades, preciadas de
nobles, tuvieron principio más turbios que las oficinas y los puestos de
cambio: Se dice que cuando Mollen, ministro del Tesoro en Francia, con su
decisión de aplicar a las administraciones fiscales la partida doble, creo la
revolución administrativa y aireó déficits que muchos dignatarios se empeñaban
en disimular bajo anotaciones complicadas y astutas, hubo incontable suicidios.
¿Qué os parece? Pero con ello empezó la era del comercio y de las
administraciones saneadas, por la dificultad de ocultación o fraude.
“El principal
papel de la contabilidad es la separación en final del ejercicio de los
beneficios y las pérdidas, meta de toda explotación; y la idealización es que,
deducidas las pérdidas, involucradas con los gastos, quede un margen de
beneficio compensador de las actividades desarrolladas. En definitiva, todos
los otros fines de la contabilidad conducen también a organizar la empresa de
forma que presente un lucro claramente localizado en los libros contables. He
aquí un grafismo en el que radican los principios de estas funciones: el pasivo
es el punto de partida y la procedencia de los medios del negocio; y el activo
es la situación a una fecha dada de esos medios o valores.
“Acerca de los
negocios os diré que son una ciencia polifacética. El desenvolvimiento y la
prosperidad de una empresa o Estado depende no sólo de sus fuentes de
producción y de sus medios de explotación, sino también de las reflexiones,
temperamento y observaciones de sus mandatarios administrativos, y en todo esto
tendréis vuestra colaboración haciendo posible con vuestros cometidos el que
esos mandatarios dispongan de datos o elementos de juicio para encauzar las
operaciones de la empresa.
“En lo económico,
las grandes realizaciones de la Banca se deben a la asociación de pequeños capitales,
endebles por separado, pero que englobados pueden originar actividades de gran
rendimiento y eficacia. Los individualismos suelen ser reducidos en capital y
poco propicios para la confianza pública ya que ésta tiene que descansar en las
arbitrariedades y azares de la persona representativa del negocio. El capital
individual puede ampliarse apelando al crédito, pero este recurso también
resulta limitado pues las concesiones que se obtuviesen habrían de estar
condicionadas a la solvencia patrimonial. Considerando esto, resulta imposible
afrontar grandes operaciones con capitales particulares, y se apela a la
organización en sociedad, dotada de una personalidad jurídica que le granjea la
confianza necesaria.
“¡Ya sabéis que la
moneda es una mercancía general de cambio; pues bien, todo cuanto se refiera a
las actividades bancarias ha de girar en torno a esa misma mercancía, que es al
mismo tiempo el instrumento de transacción universalmente reconocido. Conceder
crédito es permutar esa mercancía por otra cantidad que habrá de recibirse a
plazo; recibir crédito es admitir mercancía monetaria para trabajar con ella y
reintegrarla acrecentada con un rédito adecuado.
“El crédito,
mientras no se salda –desde la disposición hasta el reintegro- es una moneda
contable que suple a la efectiva que habrá de recibirse en su día.
Prácticamente, el crédito es una facilidad consistente en la prestación de
bienes a quien está capacitado y tiene oportunidad de someterlos a rendimiento,
en cambio de la cual se espera recibir un beneficio compensador, ya sea
directamente en sustancia, ya en las ventajas de descongestionar un stock
inmovilizado e improductivo. El procedimiento de crédito más generalizado es la
letra de cambio. Su descuento es el beneficio que obtiene la Banca por la
inversión, el riesgo y la tramitación del crédito; el interés del descuento de
ese anticipo de dinero que se concede mediante las formalidades de cesión del
documento instrumental del cobro futuro ha de comprender, como es lógico,
además de un margen de lucro neto, el porcentaje a satisfacer por el dinero de
terceros invertido, así como una fracción prudencial que permita cubrir el
riesgo de las insolvencias.
“Para cerrar esta
divagación, pues divagación ha sido según os anuncié al principio cuando os
dije que hablaría de ideas generales con el objeto de que las pudieseis aplicar
a todo el cuestionario, recordaremos los temas del balance; y esto viene a
cierre, cual ocurre en contabilidad, puesto que tales operaciones también se
efectúan en final de determinados períodos.
“Con pocas
palabras podemos esquematizar esto: el balance de comprobación es un resumen
metódico de las contabilizaciones efectuadas, y expresa la posición final de
los elementos que afectan al patrimonio; lo forma el cuadro general de las
cuentas utilizadas. El balance de situación es la ordenación por grupos de
analogía administrativa de los saldos del balance de comprobación. El
inventario tiene por misión presentar a una fecha dada la situación del
patrimonio regularizada de las ficciones contables.
“Respecto a la
perspectiva de ampliar vuestros conocimientos una vez ingresados, tengo que
deciros que el principio de distribución del trabajo que sigue la Banca permite
al empleado investigar en lo más laberíntico de su tarea para localizar
procedimientos simplificativos y para determinar el alcance de los sistemas de
administración utilizados; de esta especialización racional nacen conocimientos
que se transmiten a la masa de técnicos por compañerismo y por visión común del
trabajo que se realiza en cada negociado; más es, que esta especialización
lleva aparejada una rotación de servicios por periodos breves que permite al
empleado conocer otros departamentos y evitarse la automatización y el
inaliciente de una permanencia indefinida en cualquier trabajo delimitado.
Ahora bien, el afán superativo del novato debe extenderse, asimismo, a una
concienzuda documentación en textos adecuados que le permitan conocer los
puntos superiores de la técnica financiera, cuyo logro, sobre la práctica, sólo
llegaría a conseguirse después de una antigüedad considerable, tiempo que puede
adelantarse con un poco de buena voluntad.
“Y ahora, que
merecéis un descanso, nos vamos a tomar unas cañas en el café “Atlántico”; allí
brindaremos por vuestro éxito”.
Así, con el
compañerismo y la jovialidad característica en los empleados de Banca, que
saben ser serenos cuando lo exigen las circunstancias, y disfrutar cuando es
oportuno, terminó aquella jornada de clases, que daría paso a otras, múltiples,
de convivencia productiva.
-.-
Repercusiones en la Banca
Ironías
Hacía tiempo que
Queimadelos anhelaba pasar destinado a la sección de Riesgos e informes, y lo
trasladaron a ella temporalmente para sustituir a un compañero en vacaciones.
Estaba convencido de que el conocimiento profundo de los riesgos que mantenía
el Banco con sus múltiples clientes era el alma de la estabilidad financiera
del mismo.
Siendo fundamental
para el buen fin de las inversiones conocer a fondo la situación del cliente,
se había preciso emplear un tacto escrupuloso en la obtención y estudio de
informes y en el análisis de la situación con respecto a operaciones en
trámite.
En plan
oficinista, el negociado de riesgos tiene la sencilla misión de llevar una
serie de anotaciones y de esquemas que recojan las operaciones aprobadas al
cliente, el curso y la cancelación de las mismas. En concreto, nada de particular:
adiciones al riesgo vigente por las nuevas concesiones, y deducciones por las
cancelaciones. Pero estos apuntes eran una verdadera biografía económica, o lo
que es igual, un índice de actuación para el Banco.
En los
clasificados el límite global de operaciones señalaba una orientación ya
definida para los casos en que el cliente hubiese mejorado su solvencia o
conservase la misma de cuando fue estudiada su clasificación. Con esta clase de
comitentes era fácil apreciar el volumen de facilidades crediticias que se
pudiese concederles; las revisiones periódicas de las clasificaciones,
ahondando al hacerlas en todos los pormenores del último informe, denunciaban
las modificaciones que debieran introducirse. Y en el caso de que el
clasificado descendiese en grado de solvencia se hacía preciso reducir el
límite global, aumentándolo en proporción a la misma si se hubiese superado.
Con los clientes
no clasificados, que solían ser, incluso, los menos conocidos del Banco, para
compensar en lo posible la falta de experiencia que se tuviese de ellos se
imponía un análisis más conciso y profundo de sus informes y balances.
Según había
estudiado en los tratados sobre esta materia, los riesgos se veían afectados
por las múltiples causas de iliquidez o dificultad en lograr disponibilidades
para cualquier momento dado en que éstas fuesen necesarias, improductividad de
una o varias ramas del negocio a que se dedicase el cliente; mala
administración, con sus derivaciones de facilidades crediticias incobrables,
volumen desproporcionado de gastos, mal encauce de sus actividades, y tantas
otras. El riesgo también podría ser originado en el Banco por un exceso de
concesiones para invertir en negocios que el cliente no supiese dirigir, o que
fuesen realizables a mayor plazo que el crédito concedido por el Banco.
Finalmente, el riesgo podía ser agravado por causas externas, algunas
inevitables, tales como crisis económicas, conflagraciones políticas y
siniestros no previstos en contratos de seguros o motivados por fuerzas mayores
e irreprimibles.
Tampoco se le
ocultó a Queimadelos que el control de la situación financiera de un cliente
resultaba complicado, y a veces desconcertante e imprevisible, por la
acumulación de créditos facilitados por distintas entidades sobre una misma
garantía, y también por la ocultación contable de compromisos derivantes en
riesgo o en depreciación de ciertos valores activos. Los clientes suelen poner
empeño en disimular a cada Banco las facilidades que tienen concedidas en otro,
así como sus conflictos o situaciones de tensión económica, con el fin de
presentar una solvencia sin mácula frente a los préstamos solicitados.
Es de tener en
cuenta, casi tanto como el volumen de capital del deudor, la productividad del
mismo, a fin de que su rendimiento asegure la cobertura del crédito en aquellas
operaciones que hayan de ser liquidadas periódicamente.
Allí se le
presentaba Queimadelos la mejor oportunidad de conocer en toda su extensión las
relaciones y las consecuencias de la función de los Banco en todas las ramas
del comercio. En ningún departamento de la entidad se hacía preciso un análisis
absoluto de las empresas y particulares, clientes del Banco, como en el de
riesgos e informes comerciales; en lo social, podía decirse que las funciones
de este negociado enlazaban con la existencia del comercio popular buscado en
pleno conocimiento, una completa comprensión, y un estudio de posibles
colaboraciones mercantiles.
En su mesa de
trabajo se desplegaban diariamente grandes legajos de balances, memorias e
informes de Agencia; todo aquel papeleo le hablaba con muda elocuencia del
estado en que se encontraban las empresas relacionadas con el Banco. Recordó a
Tucídides, y le hizo gracia que sus axiomas de la guerra también sirviesen para
aplicarlos a las finanzas: “El verdadero, el temible enemigo, es el error en el
cálculo y en la previsión”. Comprendió y reconoció que los pensamientos de los
sabios son ciertos y oportunos en todo tiempo y lugar, pues, ¡qué cierto
también era aquello de que, “No debemos pensar que haya gran diferencia de un
hombre a otro, sino que es más sabio y discreto aquel que muestra (que
demuestra) su saber en tiempo de necesidad”! En economía la prudencia también
lo es todo, y la Banca, suma y administración de prudencias, siempre tendrá
necesidad de rectores prudentes, y de clientes que igualmente lo sean. Ergo,
buena escuela es la bancaria para especializarse en el conocimiento de la
personalidad humana.
Pudiera parecer a
simple vista que su nueva sección se caracterizaba por un innoble chismorreo
gráfico, aireador de privanzas y de intimidades mercantiles; pudiera…, pero sin
razón de ser. Por la legislación de todos los países que se precian de
civilizados, el informe comercial está debidamente autorizado y reconocido como
preciso para las relaciones mercantiles, no constituyendo delito de calumnia;
tampoco atenta contra la más exigente moralidad la difusión de testimonios
ciertos sobre los que ha de descansar la confianza crediticia que requieren las
ventas a plazo. En virtud del principio de que la verdad tiende a abrirse
camino por la transparencia e irrebatibilidad de su constitución, los informes
comerciales tienden a depurarse en todo momento, y a ser lo más exactos y
sinceros posible, por la conveniencia genérica de asentar los negocios comunes
en fundamentos verídicos.
Si al comerciante
le interesa, aunque a veces no lo haga así, informar con nobleza acerca de su
situación económica para evitar que el Banco, en el análisis de sus cuentas y
en los sondeos que pueda practicar a través de terceros, descubra sus
ocultaciones, con el consiguiente descrédito para la confianza que en él
tuviesen depositada las entidades financieras, así también al Banco le conviene
el más completo escrúpulo en el estudio de las informaciones para evitarse el
riesgo y el desmoronamiento de las operaciones a verificar directamente con sus
clientes, e incluso de aquellas otras en las que actúe de mediador, al no tener
la seguridad de llevarlas a cabo satisfactoriamente.
Estas
consecuencias se agravan en los centros marcadamente importadores, en los
cuales a los créditos y remesas preceden la facilitación de informes
comerciales de los adquirentes; darlos irreales, confusos u ocultativos de
taras morales equivale a engañar manifiestamente al proveedor, quien surtirá la
plaza sin las debidas precauciones; un surtido adquirido en desacuerdo con la
capacidad de financiación repercutirá en las operaciones propias del Banco con
los efectos de iliquidez de capitales, tanto en orden a pagar los giros y
créditos de los proveedores como a saldar en los correspondientes vencimientos
los descubiertos habidos en el Banco o Bancos de la plaza; con un enviciamiento
de las pignoraciones para el caso de que éstas estuviesen constituidas en los
almacenes del cliente, pues las circunstancias de la inmovilidad ocasionada
llevarían al comerciante a garantizar con una misma mercancía empréstitos de
varias entidades; y también daría lugar a la circulación de peligrosas
cantidades de papel de favor, así como a múltiples complicaciones que podrían
presentarse en todos los órdenes mercantiles, con la consiguiente repercusión
en la seguridad de las operaciones y en el movimiento especulativo de la Banca.
-.-
Pecus y pecunia
Algunos
pueblos de la península itálica utilizaron el bronce (aes) para sus
intercambios; comenzaron usando barras de este metal sin marcas (aes rude). Las
marcas de los lingotes solían ser figuras de animales, como el buey, el carnero
o el cerdo. Una ley del siglo IV a. de C., establecía esta proporción: 1 buey =
10 ovejas = 1 lira de bronce.
A través de la
documentación que ahora le tocaba estudiar, Queimadelos fue ampliando sus
conocimientos hasta penetrar en los motivos económicos que habían dado lugar a
la situación de cada cliente, y, por lo tanto, a las causas que motivaban los
distintos grados de calificación financiera que se les aplicaba en su sección
de riesgos e informes.
Todo un complicado
proceso evolutivo habían sufrido los valores integrantes de cada patrimonio.
Prolongando este proceso en lo histórico se llegaba a la sencillez de los
bienes naturales puestos por Dios al servicio del hombre en los días de la
creación: el pecunio se había transformado en moneda metálica, y ésta, a su
vez, en papel de curso legal; por último, caracterizando las transacciones de
los tiempos modernos, el nuevo instrumento de cambio con efectividad futura,
que es el crédito. No podría asegurarse a ciencia cierta si la perfección y
tráfico de los bienes de consumo fomentó el progreso monetario, o si éste,
dirigido por el afán de poseer, al facilitar las transacciones alentó el
perfeccionamiento de los productos, pero el caso es que la riqueza natural de
los pueblos y sus manufacturas llegan a satisfacer las necesidades de todos los
consumidores porque la moneda, o su sucedáneo el crédito, facilitan la debida
distribución.
La impotencia de
los particulares, e incluso de las empresas, para llevar a cabo sus funciones
de producción y de acercamiento al consumidor, en consonancia con las
apetencias del siglo, resultaba demostrable por la frecuencia con que acudían
al crédito bancario, y por la importancia de las operaciones pactadas. Todo
esto aun haciendo caso omiso de las funciones que presta la Banca como
intermediaria entre proveedores y detallistas, y entre estos y el consumidor,
tales como transferencias, cobro de efectos, y otras, que sería prolijo citar.
Con unos cuantos
principio analíticos, un amplio conocimiento de las finanzas y un poco de
espíritu observador, era fácil calar en los misterios contables y económicos de
las partidas inventariables de cualquier negocio. La solvencia neta de cada
capitalista resultaba de prolongar sus distintos valores, de un modo imaginario
pero realista, en funciones mercantiles análogas a aquellas que venía
realizando, y que competían a la clase de su negocio. Analizar una situación
financiera con miras a la concesión de facilidades crediticias era ni más ni
menos que hacer la historia de su porvenir por los cauces utilizados en el
pasado. Cabía error, indudablemente, como en todas las cosas cuyas
circunstancias venideras no pueden controlarse por cálculos puros, pero los
juicios resultantes siempre estarían próximos a la verdad.
Un empleado de
Banca –Queimadelos lo estaba experimentando- necesita poseer una extensa
cultura que le aclare en todo momento las particularidades de cuantas cosas
tengan conexión con el desenvolvimiento de la entidad. El programa de ingreso pronto
se queda reducido, y se presenta la imperiosa necesidad de ampliar
conocimientos, no sólo dentro de las materias de su temario, sino también en
todas las ramas de la cultura; de no hacerlo así, se llevarían a cabo funciones
inadecuadas, que podrían traducirse en perjuicios económicos para el Banco, o,
por lo menos, en desprestigio, tanto del empleado como de la empresa.
Modernamente el
crédito lo abarca todo, y lo mismo se presentaban operaciones sobre fincas
rústicas que urbanas, sobre ganados que sobre industrias, sobre mercancías que
sobre efectos de comercio o valores públicos y privados. Dentro de su anonimato,
el empleado de Banca se convierte en un polifacético, que precisa poseer
amplias luces de todas las ramas del saber, y dominar con maestría las más
vinculadas a la función mercantil de esta clase de empresas.
Tres experiencias
fundamentales recogió Queimadelos en aquella sección: lo conveniente que
resulta ahondar en la situación económica y en las particularidades del negocio
de cada cliente; la repercusión que tienen las operaciones de los Bancos en el
desenvolvimiento de todas las actividades industriales y comerciales, y, por
extensión, el lugar que ocupan en el proceso de satisfacer las apetencias del
consumidor facilitando la producción y el cambio de los bienes deseados; por
último, lo interesante que le resulta al empleado, en orden a una superación en
los servicios que preste, someterse a un continuo afán de estudio y
documentación en todo el ámbito del saber empresarial.
-.-
Los cursillos de jefes
Periódicamente, y
con ocasión de crear o de cubrir vacantes de Apoderados, el Banco de Crédito y
Ahorro organizaba unos cursillos especiales, a los que podían asistir todos los
empleados que, por su conducta y formación, mereciesen preseleccionarse para ellos.
Las jefaturas,
como dirigentes técnicos de los distintos negociados, y como representantes de
la empresa al estar facultados para validar con su firma los documentos que se
refiriesen a actos mercantiles, eran promovidos después de una selección concienzuda
y justa.
Queimadelos
asistió a los primeros cursillos que se celebraron después de haber sido
declarado apto para presentarse a ellos. Así que, con Queimadelos, con su
recuerdo de aquellas jornadas, podemos penetrar en el secreto de los cursillos que
tuvieron lugar durante las tardes de una fructífera quincena. El salón de
estudio, elegante, austero y confortable, como toda la estructura del edificio.
El estrado, presidido por altos jefes de la entidad; las mesas de lectura
ocupadas por jóvenes ansiosos de llegar, por espíritus rectos y emprendedores;
por empleados que habían demostrado suficientemente su capacidad de trabajo y
su interés por la prosperidad de una empresa que los remuneraba liberalmente y
les facilitaba ocasiones de formarse científica y moralmente.
Un Director de
Sucursal inauguró aquel ciclo de conferencias, versando sobre el tema:
Ángulos de incidencia sicológica
-“... Bien
sabéis que la empresa es la función armónica del capital y el trabajo.
Armónica, conjunta, pero no sólo entre estos dos elementos, sino entre las
subdivisiones respectivas, entre los más mínimos componentes del factor capital
y del factor trabajo.
“Podemos decirlo
de muchas formas, pero una de las más acertadas es que el engranaje de
empleados y jefes, de inversiones y acreedores, relacionados entre sí de una manera
rítmica, impuesta por el giro de las circunstancias de cada momento, da lugar a
un mecanismo productivo que beneficia universalmente; que va desde la decorosa
existencia del último empleado, pasando por la hacienda del accionista, a la
prosperidad de su radio de acción. Téngase en cuenta que el radio de acción de
un Banco, prolongado en eco de repercusiones satélites, no tiene fin, pudiendo
abrazarse en las antípodas los beneficios que irradia en todas direcciones.
“En cuanto a la
armonía financiera…; y, por último, es de tener presente que también para
lograrla ha de echarse mano de la sicología para estudiar las reacciones del
imponente y del prestatario en orden al desarrollo de toda nueva iniciativa.
“Dejó quedar el
asunto capital por dos razones obvias: porque vuestra experiencia ya os tiene
enseñado mucho acerca de esto, y porque tendréis ocasión de sedimentar vuestras
nociones con lo que se os enseñe en las sucesivas jornadas de este cursillo. Ahora
iré quizás al punto más delicado de esta charla: el orden social que debe regir
entre el elemento humano de la empresa. Demostrado ya que el capital es el
factor matriz de toda organización comercial, cabe observar que materia tan
indispensable es ineficaz cuando no está regida por una prudente administración
y por una animosa tramitación.
“Es preciso
decirlo sencillamente para comprenderlo mejor: el hombre, dotado de cualidades
superiores a las de cualquier objeto de la creación, es capaz de lograr fines
satisfactorios de todo producto natural, aunque si bien en forma rudimentaria
si carece de medios para las operaciones de perfeccionamiento; en cambio, la
materia de por sí, aunque las gentes la hayan calificado de riqueza, es inútil
para todo adelanto, con excepción de aquellas cosas que por ley natural se
encuentran en proceso de crecimiento o de transformación. De esto se desprende
que la materia está subordinada al genio perfeccionador del hombre. Y el hombre
es el fenómeno más difícil de estudiar. Casos se han dado de mentes
privilegiadas, cuyas ideas traspasaban el límite cultural de su momento
presente, cuyos proyectos más tarde habrían de clasificarse como geniales, que
fracasaron por no saber encajarse entre sus semejantes, por no saber
paralelizar sus pretensiones con las de cuantos tenían que cruzarse en sus
vidas.
“El éxito de
nuestra profesión, analizando por ahora tan sólo el factor humano, consiste en
equilibrar nuestra posición con la de cuantos tengan contacto con nosotros.
Habrá ocasiones en las que nuestro beneficio se alimentará suficientemente con
los márgenes neutrales, quiero decir, desinteresados, que existan entre
nuestros fines y los del prójimo; pero cuando nuestros intereses sean
encontrados con los de otras personas, debemos apelar siempre al concepto más
puritano de la justicia, e incluso reflexionar si conviene escudarse
excesivamente en aquellas leyes que, por no ceñirse debidamente al asunto en
cuestión, pequen de injustas para la otra parte contendiente. Os recomiendo que
en cuantas ocasiones carezcáis de elementos de juicio para tomar una decisión
sobre asuntos confusos acudáis a vuestros inmediatos superiores en demanda de
consejo, pues puede ocurrir que su mayor preparación y experiencia os eviten
resoluciones que vayan en detrimento del prestigio de nuestro Banco.
“Las
probabilidades de éxito y de fortuna son infinitas para todo ser humano que se
preocupe a lo largo de la inmensidad del tiempo de laborar con el debido
entusiasmo, habida cuenta de que su formación esté a la altura de las
circunstancias. Si todo es posible para todos, ¿por qué se ha de apelar a
medios innobles para conseguirlo? Y al hablar así tanto me refiero a las
aspiraciones particulares del empleado como a aquellas otras que deben animarle
con respecto a la empresa que le acoge.
“El interés
particular, el comunal y el de la empresa son perfectamente compatibles entre
sí, dentro de los límites de una prudente moral. Sobre este plano pueden trazarse
diversas incidencias, todas ellas con existencia propia y conjunta. El
individuo, miembro de una empresa, se beneficia del progreso y formación de sus
compañeros porque de ellos puede recibir enseñanzas y alicientes, y lo mismo
ocurre con respecto a la entidad, puesto que el robustecimiento de ésta le
asegura su propia prosperidad y sostenimiento. En cuanto a la masa gremial,
digámosle plantilla para conceptuarla de un modo más delimitado, se prestigia y
beneficia del progreso de cada uno de sus componentes porque con ello se crea
el espíritu profesional, orientado al progreso. Igual que ocurre con respecto
al individuo, la prosperidad de la empresa es la reserva para su porvenir, y el
esfuerzo mancomunado de sus miembros garantiza a los demás las remuneraciones
normales en aquellos períodos en que por razones físicas u otras causas fuesen
incapaces de producir. Por último, el engrandecimiento de la empresa debe ser
la consigna de todos y de cada uno de los empleados porque de esta forma se
demuestra a la masa de accionistas que se sabe corresponder a la confianza que
de un modo más o menos directo tiene depositada en cada uno de los productores
que manipulan su capital, y se agradece la remuneración del trabajo, que se
percibe gracias a que las herencias y economías del accionista nos han sido
confiadas para someterlas a nuestras especulaciones.
“Ahora estoy ya de
lleno en el temario que quise plantearos con mis palabras de apertura; y me
ceñiré a él:
“Dije, Ángulos de
incidencia sicológica, y trataré de ellos con respecto a la convivencia y colaboración
del personal empleado. En el desarrollo de toda empresa existen tantos puntos
de vista como individuos laboran en ella; armonizarlos no es tarea difícil,
pero sí delicada.
“Observad a todo
esto que no me canso de repetir el concepto armonía, y es preciso hacerlo
porque esta constituye el secreto del éxito de las colectividades.
“Un buen jefe no
será jamás aquel que se oriente por las impresiones que reciba directamente,
sino el que compulsa las suyas propias con las que lógicamente han de sentir lo
individuos a quienes afecten sus decisiones. Y lo mismo puedo decir de los
empleados, quienes a su vez han de observar imparcialmente las causas que
motiven las resoluciones y el proceder de sus jefes. Todo esto es extensivo a
la relación profesional y social entre compañeros de idéntica categoría.
“Para hacer más
gráficas y comprensivas estas ideas, fijaos en que el mando tiene que abrirse
paso a través de dos prismas de reflexión simultánea: el objetivo de la labor a
realizar y la colaboración de su personal; tiene, por tanto, una misión doble,
que su mente ha de plantear; tiene, aunque su capacidad y experiencia supere
con creces la de sus subordinados, más probabilidad de errar que cualquier
tercero que se permitiese opinar fríamente sobre el asunto. Los que merezcáis
ser designados en este cursillo para ocupar una jefatura, llegaréis a
comprender algún día que tal o cual situación que juzgasteis mal resuelta por
vuestros antiguos jefes era imposible o, por lo menos, dificilísimo orientarla
de otra forma.
“Como humanos que
somos, nuestra penetrabilidad en los asuntos puede considerarse finita, con
tendencia a no pasar de la distancia que nuestras luces, nuestros informes o
nuestro temperamento le señalen; algo así como un cuerpo intelectivo delimitado
por dos convergentes, y he aquí lo que denominé “Ángulos de incidencia
sicológica”. Ángulos que delimitan nuestro conocimiento de las personas y de
las cosas, ángulos que se proyectan sobre zonas de intereses y tendencias
complejas pertenecientes al mundo sicológico de los demás.
“Es por ello buena
norma apoyarse con prudencia en las observaciones y razonamientos de aquellos
que nos rodeen, tanto de orden superior a inferior como de éste a los círculos
elevados. Así, un Director, refiriéndonos a un centro de cierta plantilla, por
sí mismo no puede tener acerca de sus últimos subordinados más que una angulosa
visión de conjunto, ni tampoco un empleado de la generalidad puede poseer
elementos de juicio para opinar temerariamente de sus directivos. Pero a toda
esta limitación existe un procedimiento amplificativo: analizar las
informaciones procedentes de individuos intermediarios después de tener en
cuenta las razones o tendencias de índole partidista de aquel que las
suministre.
“Poco más tengo
que deciros al respecto; tan sólo hacer hincapié en que a los jefes de
negociado les incumbe ensamblar la organización bancaria de un modo más
especial que a ninguno de sus miembros; los apoderados vinculan la actuación de
todos y de cada uno de los empleados con las directrices de la empresa, y son
al mismo tiempo el portavoz y los responsables del cumplimiento detallado y
exacto de cuantas consignas reciban con respecto al logro de los fines que se
proponga la administración.
“Espero que os
resulten fructíferos estos guiones profesionales, y que entre los conocimientos
que ya poseéis y las ideas emanadas de estas charlas logréis la adecuada
formación que corresponde al nuevo cargo que os ofrece nuestra entidad”.
A continuación de
cada conferencia los cursillistas redactaron unos comentarios sobre la materia
tratada, en los que emitieron libremente su punto de vista, extendiéndose, al
mismo tiempo, en las ideas que consideraron susceptibles de ampliación o de
revisión; una especie de razonamiento paralelo, aunque claramente personal,
acerca del tema del día, cuyo análisis daría una puntuación que se iría sumando
a la de los respectivos ejercicios.
Al finalizar el
cursillo, junto con una tesis elaborada por cada cursillista, que asimismo
puntuaría, sobre el perfeccionamiento de métodos de trabajo o de cualquier
operación tipo que acostumbre o pueda convenirle realizar al Banco, se elevaría
al Comité Directivo una propuesta reseñando la puntuación y los méritos especiales
que concurriesen en cada aspirante para la designación de los que debían ser
nombrados Apoderados.
-.-
Pasa a
JUVENTUD BANCARIA
-V-
Xosé María Gómez Vilabella
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