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Preparando opositores, abriendo puertas.
Dos empleados del Banco organizaron unas
clases de preparación para opositores. Esta academia tenía la finalidad, en su
creación, de capacitar al personal subalterno, botones y ordenanzas, para su
pase a la escala técnica, a aspirantes; como estos eran pocos, decidieron
admitir también opositores extraños al Banco, y cuando la asistencia se hizo
numerosa, aquellos compañeros propusieron a Queimadelos que se hiciese cargo de
la clase de operaciones bancarias, materia en la que le juzgaban especialmente
documentado.
Transcurridos los tres meses de plazo que
solían dar las convocatorias para la preparación de los exámenes, Queimadelos
se encargó de resumirles las nociones básicas del programa, con la finalidad de
que aquellos alumnos tuviesen frescas y recientes las ideas generales del
temario. Con este motivo improvisó una especie de conferencia en la que resumió
la organización contable de la Banca. En síntesis:
-“Tengo que deciros, ante todo, que la
didáctica contable debe descansar en principios abstractos e intelectivos, o lo
que es igual, en una previa reflexión sobre la materia, que permita después
razonar las fórmulas. Antes de estudiar sistemas, comprender los principios y
la lógica de los hechos contabilizables. No vais, pues, los que merezcáis
aprobar en esta ocasión, a entregaros a unas normas rutinarias, sino a emplear
toda la inteligencia de que seáis capaces en el desempeño de vuestros
cometidos.
“Un contable es, o ha de ser, ante todo,
una especie de inventor de procedimientos simplificativos, sintéticos, pero
expresivos, que condensen la reseña de los hechos que afecten o modifiquen los
valores actuantes; para ello se ha de operar sobre las leyes básicas de la
contabilidad general que tenéis estudiada, moldeando al asunto de que se trate
aquellos principios que le sean aplicables.
“En la práctica os será de suma utilidad
recordar estas dos definiciones primarias, en las que henos hecho tanto
hincapié considerando su importancia: que la contabilidad es la adaptación de
las cuentas a las situaciones económico-administrativo-financieras; y que
“cuenta” es la consignación más simple de la contabilidad y de la calidad de
toda modificación patrimonial. También os resultará interesante recordar estas
otras definiciones: que el título de la cuenta es el mínimo elemento, en aras
de la claridad, que permite identificar sus funciones; que saldo es el
resultado de sustracción de los elementos de una cuenta; que los hechos
contables son las transformaciones sucesivas del capital, o de la función del
mismo en cuanto a la presencia de derechos y obligaciones que le afecten.
“Para conocer la organización del Banco, e
incluso la vuestra propia, habéis de tener presente que los libros contables
deben clasificarse en: elementales, o de primeros asientos; de ordenación
general o de desarrollo minucioso de cosas accesorias; y principales o
sintetizadores de anotaciones conjuntas. Voy a ceñirme en esta última clase, en
esta última lección que sostenemos de profesor a alumno, porque una vez
ingresados los cambios de impresiones que mantengamos serán de compañero a
compañero, a un conglomerado de ideas que os resulten más genéricas que
formulistas, para que os sirvan de orientación en los ejercicios del examen, sobre
todo si os salen temas en cuyas definiciones estéis poco versados.
“Una de ellas es que la flexibilidad de la
contabilidad permite registrar al momento en que se produzcan las mutaciones
económicas; controlar los derechos ciertos, tanto que sean a nuestro favor como
a nuestro cargo, y que originarán hechos materiales; también permite recordar
la posibilidad de sucesos remotos, que si bien no afecten de momento a la
empresa, pueden hacerlo en un futuro que conviene no perder de vista para que
ésta se desenvuelva regularmente.
“Todo en contabilidad, como ya os tengo
dicho, es puro raciocinio ya que se basa y actúa en idealidades o
representaciones de la realidad financiera, empezando por la convención de un
capital sometido, siguiendo por la estimación equivalente de los valores
transformados, y concluyendo por la regularización en inventario de las
equivalencias utilizadas. Ya que de equivalencias hablo, he de añadir que son
norma, en principio, para la traslación de valor de una cuenta a otra; para el
día del inventario se reservan las correcciones o regularizaciones del valor,
efectuando imputaciones estimativas de lo que tuviesen de inexacto esas
igualdades que acabo de mencionar.
“La contabilidad, como impresión numérica,
expresiva y recordativa de los hechos contables, es la sencillez misma, la
máxima sintetización; las complicaciones que puedan presentarse no serán
intrínsecamente contables sino expresión de la complejidad de la operación que
las motive. Este arte, que ya tiene sobrados principios experimentales como
para denominársele ciencia, pone en juego y conecta circunstancias
administrativas, económicas y financieras, hechos heterogéneos y materias
aglutinadas, con lo que resultan situaciones delicadas, confusas, y
profundamente científicas.
“En lo político, aunque esto, de momento,
sólo os interese a título informativo, contabilidad es la consignación
comprobable de las relaciones entre la administración y sus organismos con los
poderes públicos.
“La Banca es un comercio en el que se
trafica con la moneda y el crédito; su contabilidad será, por tanto,
financiera. Y el sistema contable empleado es la partida doble, médula de toda
organización moderna; cuantos nuevos métodos se creen no merecerán, por mucho
tiempo al menos, otra calificación que la de adiciones simplificativas o
extensivas, según los casos.
“El conjunto del sistema contable tiene
una bifurcación fundamental: cuentas deudoras y cuentas acreedoras; con ellas
se enfrentan la personalidad sobreentendida de la empresa y la de todos aquellos
que, por haberle cedido fondos, se consideran acreedores. Toda cuenta, al
quedar deudora, representa a la empresa, y las acreedoras indican los
proveedores de medios. Las cuentas deudoras no pueden acreditarse sin haber
recibido aquello de que se quiera disponer. Las cuentas acreedoras pueden
disponer sin haber recibido ningún valor.
“Para conocer distintamente la función de
este cuadro paralelo de cuentas que veis en los balances tened presente estas
diferenciaciones: Activo es una denominación que por sí sola ya dice la función
de los bienes comprometidos, su servicio activo en la organización financiera.
Pasivo también responde a su significado etimológico al recoger aportaciones
representadas en títulos documentarios a los que no afectan las futuras
transformaciones del valor entregado. Para complemento de este dúo de columnas:
que las cuentas de orden son un mero reflejo de operaciones que en sí no pueden
soportar ninguna alteración de importes.
“Para interpretar debidamente asientos o
cuentas utilizadas es preciso conocer los hechos que las motivaron y los fines
que se propone la administración de la empresa. Los hechos suelen verse a
través de la síntesis del apunte, y los fines se observan prolongando sobre la
orientación del negocio los efectos propios del juego contable utilizado, con
lo cual se llegará a una asociación íntima de ideas que aclarará el asunto.
“Los adelantos en técnica administrativa
nacen de las derivaciones de hechos económicos simples que los financieros
tuvieron que afrontar utilizando sistemas especiales de actuación por no
resultarles oportunos los ya conocidos; la divulgación dentro de la empresa o
del campo colega engrosó el conocimiento general, que a su vez serviría de base
para la resolución de situaciones todavía inéditas.
“Al amparo, y con sujeción a la
legislación vigente, a ese progreso contable del que estoy hablando, y al
especial honor de los estatutos, las operaciones actuales de la Banca son
absolutamente lícitas, seguras y regulares; esta certeza os dará, a través de
vuestra profesión, el goce íntimo de saberos colaboradores en una de las
empresas más dignas; todo aquel mito de que la Banca y sus empleados somos unos
auténticos judíos (Risotada en la clase) pasó a la historia, y forma nuestra
absurda leyenda negra.
“Ya que os hace gracia, contaré una
anécdota que demuestra cómo otras actividades, preciadas de nobles, tuvieron
principio más turbios que las oficinas y los puestos de cambio: Se dice que
cuando Mollen, ministro del Tesoro en Francia, con su decisión de aplicar a las
administraciones fiscales la partida doble, creo la revolución administrativa y
aireó déficits que muchos dignatarios se empeñaban en disimular bajo
anotaciones complicadas y astutas, hubo incontable suicidios. ¿Qué os parece?
Pero con ello empezó la era del comercio y de las administraciones saneadas,
por la dificultad de ocultación o fraude!
“El principal papel de la contabilidad es
la separación en final del ejercicio de los beneficios y las pérdidas, meta de
toda explotación; y la idealización es que, deducidas las pérdidas,
involucradas con los gastos, quede un margen de beneficio compensador de las
actividades desarrolladas. En definitiva, todos los otros fines de la
contabilidad conducen también a organizar la empresa de forma que presente un
lucro claramente localizado en los libros contables. He aquí un grafismo en el
que radican los principios de estas funciones: el pasivo es el punto de partida
y la procedencia de los medios del negocio; y el activo es la situación a una fecha
dada de esos medios o valores.
“Acerca de los negocios os diré que son
una ciencia polifacética. El desenvolvimiento y la prosperidad de una empresa o
Estado depende no sólo de sus fuentes de producción y de sus medios de
explotación, sino también de las reflexiones, temperamento y observaciones de
sus mandatarios administrativos, y en todo esto tendréis vuestra colaboración
haciendo posible con vuestros cometidos el que esos mandatarios dispongan de
datos o elementos de juicio para encauzar las operaciones de la empresa.
“En lo económico, las grandes
realizaciones de la Banca se deben a la asociación de pequeños capitales,
endebles por separado, pero que englobados pueden originar actividades de gran
rendimiento y eficacia. Los individualismos suelen ser reducidos en capital y
poco propicios para la confianza pública ya que ésta tiene que descansar en las
arbitrariedades y azares de la persona representativa del negocio. El capital
individual puede ampliarse apelando al crédito, pero este recurso también
resulta limitado pues las concesiones que se obtuviesen habrían de estar
condicionadas a la solvencia patrimonial. Considerando esto, resulta imposible
afrontar grandes operaciones con capitales particulares, y se apela a la organización
en sociedad, dotada de una personalidad jurídica que le granjea la confianza
necesaria.
“¡Ya sabéis que la moneda es una mercancía
general de cambio; pues bien, todo cuanto se refiera a las actividades
bancarias ha de girar en torno a esa misma mercancía, que es al mismo tiempo el
instrumento de transacción universalmente reconocido. Conceder crédito es
permutar esa mercancía por otra cantidad que habrá de recibirse a plazo;
recibir crédito es admitir mercancía monetaria para trabajar con ella y reintegrarla
acrecentada con un rédito adecuado.
“El crédito, mientras no se salda –desde
la disposición hasta el reintegro- es una moneda contable que suple a la
efectiva que habrá de recibirse en su día. Prácticamente, el crédito es una
facilidad consistente en la prestación de bienes a quien está capacitado y
tiene oportunidad de someterlos a rendimiento, en cambio de la cual se espera
recibir un beneficio compensador, ya sea directamente en sustancia, ya en las
ventajas de descongestionar un stock inmovilizado e improductivo. El
procedimiento de crédito más generalizado es la letra de cambio. Su descuento
es el beneficio que obtiene la Banca por la inversión, el riesgo y la
tramitación del crédito; el interés del descuento de ese anticipo de dinero que
se concede mediante las formalidades de cesión del documento instrumental del
cobro futuro ha de comprender, como es lógico, además de un margen de lucro
neto, el porcentaje a satisfacer por el dinero de terceros invertido, así como
una fracción prudencial que permita cubrir el riesgo de las insolvencias.
“Para cerrar esta divagación, pues
divagación ha sido según os anuncié al principio cuando os dije que hablaría de
ideas generales con el objeto de que las pudieseis aplicar a todo el
cuestionario, recordaremos los temas del balance; y esto viene al cierre, cual
ocurre en contabilidad, puesto que tales operaciones también se efectúan en
final de determinados períodos.
“Con pocas palabras podemos esquematizar
esto: el balance de comprobación es un resumen metódico de las
contabilizaciones efectuadas, y expresa la posición final de los elementos que
afectan al patrimonio; lo forma el cuadro general de las cuentas utilizadas. El
balance de situación es la ordenación por grupos de analogía administrativa de
los saldos del balance de comprobación. El inventario tiene por misión
presentar a una fecha dada la situación del patrimonio regularizada de las
ficciones contables.
“Respecto a la perspectiva de ampliar
vuestros conocimientos una vez ingresados, tengo que deciros que el principio
de distribución del trabajo que sigue la Banca permite al empleado investigar
en lo más laberíntico de su tarea para localizar procedimientos simplificativos
y para determinar el alcance de los sistemas de administración utilizados; de
esta especialización racional nacen conocimientos que se transmiten a la masa
de técnicos por compañerismo y por visión común del trabajo que se realiza en
cada negociado; más es, que esta especialización lleva aparejada una rotación
de servicios por periodos breves que permite al empleado conocer otros
departamentos y evitarse la automatización y el inaliciente de una permanencia
indefinida en cualquier trabajo delimitado. Ahora bien, el afán superativo del
novato debe extenderse, asimismo, a una concienzuda documentación en textos
adecuados que le permitan conocer los puntos superiores de la técnica
financiera, cuyo logro, sobre la práctica, sólo llegaría a conseguirse después
de una antigüedad considerable, tiempo que puede adelantarse con un poco de buena
voluntad.
“Ahora, que merecéis un descanso, nos
vamos a tomar unas cañas en el café “Atlántico”; allí brindaremos por vuestro
éxito”.
Así, con el compañerismo y la jovialidad
característica en los empleados de Banca, que saben ser serenos cuando lo
exigen las circunstancias, y disfrutar cuando es oportuno, terminó aquella
jornada de clases, que daría paso a otras, múltiples, de convivencia
productiva.
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Repercusiones en la Banca
Ironías
Hacía tiempo que Queimadelos anhelaba
pasar destinado a la sección de Riesgos e Informes, y lo trasladaron a ella
temporalmente para sustituir a un compañero en vacaciones. Estaba convencido de
que el conocimiento profundo de los riesgos que mantenía el Banco con sus
múltiples clientes era el alma de la estabilidad financiera del mismo.
Siendo fundamental para el buen fin de las
inversiones conocer a fondo la situación del cliente, se había preciso emplear
un tacto escrupuloso en la obtención y estudio de informes y en el análisis de
la situación con respecto a operaciones en trámite.
En plan oficinista, el negociado de
riesgos tiene la sencilla misión de llevar una serie de anotaciones y de
esquemas que recojan las operaciones aprobadas al cliente, el curso y la
cancelación de las mismas. En concreto, nada de particular: adiciones al riesgo
vigente por las nuevas concesiones, y deducciones por las cancelaciones. Pero
estos apuntes eran una verdadera biografía económica, o lo que es igual, un
índice de actuación para el Banco.
En los clasificados el límite global de
operaciones señalaba una orientación ya definida para los casos en que el
cliente hubiese mejorado su solvencia o conservase la misma de cuando fue
estudiada su clasificación. Con esta clase de comitentes era fácil apreciar el
volumen de facilidades crediticias que se pudiese concederles; las revisiones
periódicas de las clasificaciones, ahondando al hacerlas en todos los
pormenores del último informe, denunciaban las modificaciones que debieran
introducirse. Y en el caso de que el clasificado descendiese en grado de
solvencia se hacía preciso reducir el límite global, aumentándolo en proporción
a la misma si se hubiese superado.
Con los clientes no clasificados, que
solían ser, incluso, los menos conocidos del Banco, para compensar en lo posible
la falta de experiencia que se tuviese de ellos se imponía un análisis más
conciso y profundo de sus informes y balances.
Según había estudiado en los tratados
sobre esta materia, los riesgos se veían afectados por las múltiples causas de
iliquidez o dificultad en lograr disponibilidades para cualquier momento dado
en que éstas fuesen necesarias, improductividad de una o varias ramas del
negocio a que se dedicase el cliente; mala administración, con sus derivaciones
de facilidades crediticias incobrables, volumen desproporcionado de gastos, mal
encauce de sus actividades, y tantas otras. El riesgo también podría ser
originado en el Banco por un exceso de concesiones para invertir en negocios
que el cliente no supiese dirigir, o que fuesen realizables a mayor plazo que
el crédito concedido por el Banco. Finalmente, el riesgo podía ser agravado por
causas externas, algunas inevitables, tales como crisis económicas,
conflagraciones políticas y siniestros no previstos en contratos de seguros o
motivados por fuerzas mayores e irreprimibles.
Tampoco se le ocultó a Queimadelos que el
control de la situación financiera de un cliente resultaba complicado, y a
veces desconcertante e imprevisible, por la acumulación de créditos facilitados
por distintas entidades sobre una misma garantía, y también por la ocultación
contable de compromisos derivantes en riesgo o en depreciación de ciertos
valores activos. Los clientes suelen poner empeño en disimular a cada Banco las
facilidades que tienen concedidas en otro, así como sus conflictos o
situaciones de tensión económica, con el fin de presentar una solvencia sin
mácula frente a los préstamos solicitados.
Es de tener en cuenta, casi tanto como el
volumen de capital del deudor, la productividad del mismo, a fin de que su
rendimiento asegure la cobertura del crédito en aquellas operaciones que hayan
de ser liquidadas periódicamente.
Allí se le presentaba a Queimadelos la
mejor oportunidad de conocer en toda su extensión las relaciones y las
consecuencias de la función de los Bancos en todas las ramas del comercio. En
ningún departamento de la entidad se hacía preciso un análisis absoluto de las
empresas y particulares, clientes del Banco, como en el de riesgos e informes
comerciales; en lo social, podía decirse que las funciones de este negociado
enlazaban con la existencia del comercio popular basado en su pleno
conocimiento, una completa comprensión, y un estudio de posibles colaboraciones
mercantiles.
En su mesa de trabajo se desplegaban
diariamente grandes legajos de balances, memorias e informes de Agencia; todo
aquel papeleo le hablaba con muda elocuencia del estado en que se encontraban
las empresas relacionadas con el Banco. Recordó a Tucídides, y le hizo gracia
que sus axiomas de la guerra también sirviesen para aplicarlos a las finanzas:
“El verdadero, el temible enemigo, es el error en el cálculo y en la
previsión”. Comprendió y reconoció que los pensamientos de los sabios son
ciertos y oportunos en todo tiempo y lugar, pues, ¡qué cierto también era
aquello de que, “No debemos pensar que haya gran diferencia de un hombre a
otro, sino que es más sabio y discreto aquel que muestra (que demuestra) su
saber en tiempo de necesidad”! En economía la prudencia también lo es todo, y
la Banca, suma y administración de prudencias, siempre tendrá necesidad de
rectores prudentes, y de clientes que igualmente lo sean. Ergo, buena escuela
es la bancaria para especializarse en el conocimiento de la personalidad
humana.
Pudiera parecer a simple vista que su
nueva sección se caracterizaba por un innoble chismorreo gráfico, aireador de
privanzas y de intimidades mercantiles; pudiera…, pero sin razón de ser. Por la
legislación de todos los países que se precian de civilizados, el informe
comercial está debidamente autorizado y reconocido como preciso para las
relaciones mercantiles, no constituyendo delito de calumnia; tampoco atenta
contra la más exigente moralidad la difusión de testimonios ciertos sobre los
que ha de descansar la confianza crediticia que requieren las ventas a plazo.
En virtud del principio de que la verdad tiende a abrirse camino por la
transparencia e irrebatibilidad de su constitución, los informes comerciales
tienden a depurarse en todo momento, y a ser lo más exactos y sinceros posible,
por la conveniencia genérica de asentar los negocios comunes en fundamentos
verídicos.
Si al comerciante le interesa, aunque a
veces no lo haga así, informar con nobleza acerca de su situación económica
para evitar que el Banco, en el análisis de sus cuentas y en los sondeos que
pueda practicar a través de terceros, descubra sus ocultaciones, con el
consiguiente descrédito para la confianza que en él tuviesen depositada las
entidades financieras, así también al Banco le conviene el más completo
escrúpulo en el estudio de las informaciones para evitarse el riesgo y el
desmoronamiento de las operaciones a verificar directamente con sus clientes, e
incluso de aquellas otras en las que actúe de mediador, al no tener la
seguridad de llevarlas a cabo satisfactoriamente.
Estas consecuencias se agravan en los
centros marcadamente importadores, en los cuales a los créditos y remesas
preceden la facilitación de informes comerciales de los adquirentes; darlos
irreales, confusos u ocultativos de taras morales equivale a engañar
manifiestamente al proveedor, quien surtirá la plaza sin las debidas
precauciones; un surtido adquirido en desacuerdo con la capacidad de
financiación repercutirá en las operaciones propias del Banco con los efectos
de iliquidez de capitales, tanto en orden a pagar los giros y créditos de los
proveedores como a saldar en los correspondientes vencimientos los descubiertos
habidos en el Banco o Bancos de la plaza; con un enviciamiento de las
pignoraciones para el caso de que éstas estuviesen constituidas en los
almacenes del cliente, pues las circunstancias de la inmovilidad ocasionada
llevarían al comerciante a garantizar con una misma mercancía empréstitos de
varias entidades; y también daría lugar a la circulación de peligrosas
cantidades de papel de favor, así como a múltiples complicaciones que podrían
presentarse en todos los órdenes mercantiles, con la consiguiente repercusión
en la seguridad de las operaciones y en el movimiento especulativo de la Banca.
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Pecus y pecunia
Algunos
pueblos de la península itálica utilizaron el bronce (aes) para sus
intercambios; comenzaron usando barras de este metal sin marcas (aes rude). Las
marcas de los lingotes solían ser figuras de animales, como el buey, el carnero
o el cerdo. Una ley del siglo IV a. de C., establecía esta proporción: 1 buey =
10 ovejas = 1 lira de bronce.
A través de la documentación que ahora le
tocaba estudiar, Queimadelos fue ampliando sus conocimientos hasta penetrar en
los motivos económicos que habían dado lugar a la situación de cada cliente, y,
por lo tanto, a las causas que motivaban los distintos grados de calificación
financiera que se les aplicaba en su sección de riesgos e informes.
Todo un complicado proceso evolutivo
habían sufrido los valores integrantes de cada patrimonio. Prolongando este
proceso en lo histórico se llegaba a la sencillez de los bienes naturales
puestos por Dios al servicio del hombre en los días de la creación: el pecunio
se había transformado en moneda metálica, y ésta, a su vez, en papel de curso
legal; por último, caracterizando las transacciones de los tiempos modernos, el
nuevo instrumento de cambio con efectividad futura, que es el crédito. No
podría asegurarse a ciencia cierta si la perfección y tráfico de los bienes de
consumo fomentó el progreso monetario, o si éste, dirigido por el afán de
poseer, al facilitar las transacciones alentó el perfeccionamiento de los
productos, pero el caso es que la riqueza natural de los pueblos y sus
manufacturas llegan a satisfacer las necesidades de todos los consumidores porque
la moneda, o su sucedáneo el crédito, facilitan la debida distribución.
La impotencia de los particulares, e
incluso de las empresas, para llevar a cabo sus funciones de producción y de
acercamiento al consumidor, en consonancia con las apetencias del siglo,
resultaba demostrable por la frecuencia con que acudían al crédito bancario, y
por la importancia de las operaciones pactadas. Todo esto aun haciendo caso
omiso de las funciones que presta la Banca como intermediaria entre proveedores
y detallistas, y entre estos y el consumidor, tales como transferencias, cobro
de efectos, y otras, que sería prolijo citar.
Con unos cuantos principio analíticos, un
amplio conocimiento de las finanzas y un poco de espíritu observador, era fácil
calar en los misterios contables y económicos de las partidas inventariables de
cualquier negocio. La solvencia neta de cada capitalista resultaba de prolongar
sus distintos valores, de un modo imaginario pero realista, en funciones
mercantiles análogas a aquellas que venía realizando, y que competían a la
clase de su negocio. Analizar una situación financiera con miras a la concesión
de facilidades crediticias era ni más ni menos que hacer la historia de su
porvenir por los cauces utilizados en el pasado. Cabía error, indudablemente,
como en todas las cosas cuyas circunstancias venideras no pueden controlarse
por cálculos puros, pero los juicios resultantes siempre estarían próximos a la
verdad.
Un empleado de Banca –Queimadelos lo
estaba experimentando- necesita poseer una extensa cultura que le aclare en
todo momento las particularidades de cuantas cosas tengan conexión con el
desenvolvimiento de la entidad. El programa de ingreso pronto se queda
reducido, y se presenta la imperiosa necesidad de ampliar conocimientos, no sólo
dentro de las materias de su temario, sino también en todas las ramas de la
cultura; de no hacerlo así, se llevarían a cabo funciones inadecuadas, que
podrían traducirse en perjuicios económicos para el Banco, o, por lo menos, en
desprestigio, tanto del empleado como de la empresa.
Modernamente el crédito lo abarca todo, y
lo mismo se presentaban operaciones sobre fincas rústicas que urbanas, sobre
ganados que sobre industrias, sobre mercancías que sobre efectos de comercio o
valores públicos y privados. Dentro de su anonimato, el empleado de Banca se
convierte en un polifacético, que precisa poseer amplias luces de todas las
ramas del saber, y dominar con maestría las más vinculadas a la función
mercantil de esta clase de empresas.
Tres experiencias fundamentales recogió
Queimadelos en aquella sección: lo conveniente que resulta ahondar en la
situación económica y en las particularidades del negocio de cada cliente; la
repercusión que tienen las operaciones de los Bancos en el desenvolvimiento de
todas las actividades industriales y comerciales, y, por extensión, el lugar
que ocupan en el proceso de satisfacer las apetencias del consumidor
facilitando la producción y el cambio de los bienes deseados; por último, lo
interesante que le resulta al empleado, en orden a una superación en los
servicios que preste, someterse a un continuo afán de estudio y documentación
en todo el ámbito del saber empresarial.
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Los cursillos de jefes
Periódicamente, y con ocasión de crear o
de cubrir vacantes de Apoderados, el Banco de Crédito y Ahorro organizaba unos
cursillos especiales, a los que podían asistir todos los empleados que, por su
conducta y formación, mereciesen preseleccionarse para ellos.
Las jefaturas, como dirigentes técnicos de
los distintos negociados, y como representantes de la empresa al estar
facultados para validar con su firma los documentos que se refiriesen a actos
mercantiles, eran promovidos después de una selección concienzuda y justa.
Queimadelos asistió a los primeros
cursillos que se celebraron después de haber sido declarado apto para
presentarse a ellos. Así que, con Queimadelos, con su recuerdo de aquellas
jornadas, podemos penetrar en el secreto de los cursillos que tuvieron lugar
durante las tardes de una fructífera quincena. El salón de estudio, elegante,
austero y confortable, como toda la estructura del edificio. El estrado,
presidido por altos jefes de la entidad; las mesas de lectura ocupadas por
jóvenes ansiosos de llegar, por espíritus rectos y emprendedores; por empleados
que habían demostrado suficientemente su capacidad de trabajo y su interés por
la prosperidad de una empresa que los remuneraba liberalmente y les facilitaba
ocasiones de formarse científica y moralmente.
Un Director de Sucursal inauguró aquel
ciclo de conferencias, versando sobre el tema:
Ángulos de incidencia sicológica
-“... Bien sabéis
que la empresa es la función armónica del capital y el trabajo. Armónica,
conjunta, pero no sólo entre estos dos elementos, sino entre las subdivisiones
respectivas, entre los más mínimos componentes del factor capital y del factor
trabajo.
“Podemos decirlo de muchas formas, pero
una de las más acertadas es que el engranaje de empleados y jefes, de
inversiones y acreedores, relacionados entre sí de una manera rítmica, impuesta
por el giro de las circunstancias de cada momento, da lugar a un mecanismo
productivo que beneficia universalmente; que va desde la decorosa existencia
del último empleado, pasando por la hacienda del accionista, a la prosperidad
de su radio de acción. Téngase en cuenta que el radio de acción de un Banco,
prolongado en eco de repercusiones satélites, no tiene fin, pudiendo abrazarse
en las antípodas los beneficios que irradia en todas direcciones.
“En cuanto a la armonía financiera…; y,
por último, es de tener presente que también para lograrla ha de echarse mano
de la sicología para estudiar las reacciones del imponente y del prestatario en
orden al desarrollo de toda nueva iniciativa.
“Dejo quedar el asunto capital por dos
razones obvias: porque vuestra experiencia ya os tiene enseñado mucho acerca de
esto, y porque tendréis ocasión de sedimentar vuestras nociones con lo que se
os enseñe en las sucesivas jornadas de este cursillo. Ahora iré quizás al punto
más delicado de esta charla: el orden social que debe regir entre el elemento
humano de la empresa. Demostrado ya que el capital es el factor matriz de toda
organización comercial, cabe observar que esta materia tan indispensable es
ineficaz cuando no está regida por una prudente administración y por una
animosa tramitación.
“Es preciso decirlo sencillamente para
comprenderlo mejor: el hombre, dotado de cualidades superiores a las de
cualquier objeto de la creación, es capaz de lograr fines satisfactorios de
todo producto natural, aunque si bien en forma rudimentaria si carece de medios
para las operaciones de perfeccionamiento; en cambio, la materia de por sí,
aunque las gentes la hayan calificado de riqueza, es inútil para todo adelanto,
con excepción de aquellas cosas que por ley natural se encuentran en proceso de
crecimiento o de transformación. De esto se desprende que la materia está
subordinada al genio perfeccionador del hombre. Y el hombre es el fenómeno más
difícil de estudiar. Casos se han dado de mentes privilegiadas, cuyas ideas
traspasaban el límite cultural de su momento presente, cuyos proyectos más
tarde habrían de clasificarse como geniales, que fracasaron por no saber
encajarse entre sus semejantes, por no saber paralelizar sus pretensiones con
las de cuantos tenían que cruzarse en sus vidas.
“El éxito de nuestra profesión, analizando
por ahora tan sólo el factor humano, consiste en equilibrar nuestra posición
con la de cuantos tengan contacto con nosotros. Habrá ocasiones en las que
nuestro beneficio se alimentará suficientemente con los márgenes neutrales,
quiero decir, desinteresados, que existan entre nuestros fines y los del
prójimo; pero cuando nuestros intereses sean encontrados con los de otras
personas, debemos apelar siempre al concepto más puritano de la justicia, e
incluso reflexionar si conviene escudarse excesivamente en aquellas leyes que,
por no ceñirse debidamente al asunto en cuestión, pequen de injustas para la
otra parte contendiente. Os recomiendo que en cuantas ocasiones carezcáis de
elementos de juicio para tomar una decisión sobre asuntos confusos acudáis a
vuestros inmediatos superiores en demanda de consejo, pues puede ocurrir que su
mayor preparación y experiencia os eviten resoluciones que vayan en detrimento
del prestigio de nuestro Banco.
“Las probabilidades de éxito y de fortuna
son infinitas para todo ser humano que se preocupe a lo largo de la inmensidad
del tiempo de laborar con el debido entusiasmo, habida cuenta de que su
formación esté a la altura de las circunstancias. Si todo es posible para
todos, ¿por qué se ha de apelar a medios innobles para conseguirlo? Y al hablar
así tanto me refiero a las aspiraciones particulares del empleado como a
aquellas otras que deben animarle con respecto a la empresa que le acoge.
“El interés particular, el comunal y el de
la empresa son perfectamente compatibles entre sí, dentro de los límites de una
prudente moral. Sobre este plano pueden trazarse diversas incidencias, todas
ellas con existencia propia y conjunta. El individuo, miembro de una empresa,
se beneficia del progreso y formación de sus compañeros porque de ellos puede
recibir enseñanzas y alicientes, y lo mismo ocurre con respecto a la entidad,
puesto que el robustecimiento de ésta le asegura su propia prosperidad y
sostenimiento. En cuanto a la masa gremial, digámosle plantilla para
conceptuarla de un modo más delimitado, se prestigia y beneficia del progreso
de cada uno de sus componentes porque con ello se crea el espíritu profesional,
orientado al progreso. Igual que ocurre con respecto al individuo, la
prosperidad de la empresa es la reserva para su porvenir, y el esfuerzo
mancomunado de sus miembros garantiza a los demás las remuneraciones normales
en aquellos períodos en que por razones físicas u otras causas fuesen incapaces
de producir. Por último, el engrandecimiento de la empresa debe ser la consigna
de todos y de cada uno de los empleados porque de esta forma se demuestra a la
masa de accionistas que se sabe corresponder a la confianza que de un modo más
o menos directo tiene depositada en cada uno de los productores que manipulan
su capital, y se agradece la remuneración del trabajo, que se percibe gracias a
que las herencias y economías del accionista nos han sido confiadas para someterlas
a nuestras especulaciones.
“Ahora estoy ya de lleno en el temario que
quise plantearos con mis palabras de apertura; y me ceñiré a él:
“Dije, Ángulos de incidencia sicológica, y
trataré de ellos con respecto a la convivencia y colaboración del personal
empleado. En el desarrollo de toda empresa existen tantos puntos de vista como
individuos laboran en ella; armonizarlos no es tarea difícil, pero sí delicada.
“Observad a todo esto que no me canso de
repetir el concepto armonía, y es preciso hacerlo porque esta constituye el
secreto del éxito de las colectividades.
“Un buen jefe no será jamás aquel que se
oriente por las impresiones que reciba directamente, sino el que compulsa las
suyas propias con las que lógicamente han de sentir lo individuos a quienes
afecten sus decisiones. Y lo mismo puedo decir de los empleados, quienes a su
vez han de observar imparcialmente las causas que motiven las resoluciones y el
proceder de sus jefes. Todo esto es extensivo a la relación profesional y
social entre compañeros de idéntica categoría.
“Para hacer más gráficas y comprensivas
estas ideas, fijaos en que el mando tiene que abrirse paso a través de dos
prismas de reflexión simultánea: el objetivo de la labor a realizar y la
colaboración de su personal; tiene, por tanto, una misión doble, que su mente
ha de plantear; tiene, aunque su capacidad y experiencia supere con creces la
de sus subordinados, más probabilidad de errar que cualquier tercero que se
permitiese opinar fríamente sobre el asunto. Los que merezcáis ser designados
en este cursillo para ocupar una jefatura, llegaréis a comprender algún día que
tal o cual situación que juzgasteis mal resuelta por vuestros antiguos jefes
era imposible o, por lo menos, dificilísimo orientarla de otra forma.
“Como humanos que somos, nuestra
penetrabilidad en los asuntos puede considerarse finita, con tendencia a no
pasar de la distancia que nuestras luces, nuestros informes o nuestro
temperamento le señalen; algo así como un cuerpo intelectivo delimitado por dos
convergentes, y he aquí lo que denominé “Ángulos de incidencia sicológica”.
Ángulos que delimitan nuestro conocimiento de las personas y de las cosas,
ángulos que se proyectan sobre zonas de intereses y tendencias complejas
pertenecientes al mundo sicológico de los demás.
“Es por ello una buena norma apoyarse con
prudencia en las observaciones y razonamientos de aquellos que nos rodeen,
tanto de orden superior a inferior como de éste a los círculos elevados. Así,
un Director, refiriéndonos a un centro de cierta plantilla, por sí mismo no
puede tener acerca de sus últimos subordinados más que una angulosa visión de
conjunto, ni tampoco un empleado de la generalidad puede poseer elementos de
juicio para opinar temerariamente de sus directivos. Pero a toda esta limitación
existe un procedimiento amplificativo: analizar las informaciones procedentes
de individuos intermediarios después de tener en cuenta las razones o
tendencias de índole partidista de aquel que las suministre.
“Poco más tengo que deciros al respecto;
tan sólo hacer hincapié en que a los jefes de negociado les incumbe ensamblar
la organización bancaria de un modo más especial que a ninguno de sus miembros;
los apoderados vinculan la actuación de todos y de cada uno de los empleados
con las directrices de la empresa, y son al mismo tiempo el portavoz y los
responsables del cumplimiento detallado y exacto de cuantas consignas reciban
con respecto al logro de los fines que se proponga la administración.
“Espero que os resulten fructíferos estos
guiones profesionales, y que entre los conocimientos que ya poseéis y las ideas
emanadas de estas charlas logréis la adecuada formación que corresponde al
nuevo cargo que os ofrece nuestra entidad”.
…
A continuación de cada conferencia los
cursillistas redactaron unos comentarios sobre la materia tratada, en los que
emitieron libremente su punto de vista, extendiéndose, al mismo tiempo, en las
ideas que consideraron susceptibles de ampliación o de revisión; una especie de
razonamiento paralelo, aunque claramente personal, acerca del tema del día,
cuyo análisis daría una puntuación que se iría sumando a la de los respectivos
ejercicios.
Al finalizar el cursillo, junto con una
tesis elaborada por cada cursillista, que asimismo puntuaría, sobre el
perfeccionamiento de métodos de trabajo o de cualquier operación tipo que
acostumbre o pueda convenirle realizar al Banco, se elevaría al Comité
Directivo una propuesta reseñando la puntuación y los méritos especiales que
concurriesen en cada aspirante para la designación de los que debían ser
nombrados Apoderados.
-.-
Segunda conferencia: Controlar al hombre.
La segunda conferencia correspondió al
Jefe de Relaciones Sociales, quien tenía a su cargo el sostenimiento de la
correspondencia, publicaciones y demás medios de captación de clientela, así
como un servicio especial de información económica. Habló acerca de las
contingencias particulares del cliente y de su reflexión en el riesgo bancario.
Algunas de sus apreciaciones y sugerencias
se recogen en estas frases:
-“He sido informado que en la sesión de
ayer se trató del factor humano como esencial para el desenvolvimiento de las
finanzas. Yo me propongo analizar uno de los aspectos de este factor: las
contingencias personales.
“Es indudable que el individuo, como administrador
de sus bienes, los somete de un modo continuo al arbitrio de todas y cada una
de sus decisiones. Digo, de todas, porque hasta las más elementales, siendo de
carácter financiero, pueden afectar en más o en menos el curso de su evolución
económica.
“Si pudiésemos crear un hombre definido,
sin problemas familiares ni sociales, sin emociones embrolladoras, con unas
normas de vida regulares y calculadas, a ese tal se le podrían confiar sumas
inmensas, porque lo peor que podría ocurrir es que careciese de capacidad para
multiplicarlas, pero tendría la suficiente sensatez para conservar el global de
los créditos concedidos. Humanamente esto no es posible, y, por tanto, no
podemos equivocarnos considerando que todo el mundo puede responder de
confianzas crediticias.
“Es preciso, pues, controlar al hombre.
Quizás al profano le parezca esto un poco vil, pero estoy seguro de que
cualquier ciudadano está pendiente del proceso económico de aquel que le deba
la más insignificante cantidad. No hay tan vileza, y sí una gran virtud social
por cuanto en la Humanidad nos beneficiamos todos, desde el prestatario al
prestamista, pasando por todas las esferas del equilibrio económico, de que ese
equilibrio se mantenga, de que el saberse vigilado aumente la dignidad
personal, de que el fraude, sea o no intencionado, aborte antes de crear
catástrofes de toda índole.
“Un cliente más, un cliente cualquiera,
significa muy poca cosa para el Banco; esto dicho en cuanto a la cantidad, pero
sin atentar contra los principios de expansión que deben animarnos para
acrecentar los rendimientos, y para, por lo menos, conservar el orden de
importancia de nuestra entidad. Hay otra cosa de mayor significación: perder
clientes de los que poseamos una experiencia confirmada por la reiteración de
operaciones felices. Pero es un desahogo mayúsculo perder con felicidad
aquellos clientes que podrían llevarnos a un final dificultoso.
“Os daréis cuenta de lo indispensable que
resulta controlar con fuentes de información verídicas toda actuación, normal o
inusitada, del cliente. Generalmente ningún particular ni tampoco ningún
comerciante de vida ordenada se hunde imprevista y rápidamente; puede ocurrir,
pero entonces sería debido a incidentes tan inevitables para él como para sus
acreedores. Y hay que descartar los riesgos comunes porque éstos debieran estar
previstos por el interesado, bien mediante seguros, bien mediante un oportuno
encauzamiento de las circunstancias; estamos partiendo de la base de una
persona sensata, y una persona sensata no se expone a riesgos comunes, que por
el hecho de serlo resultan conocibles, prevenibles y, por tanto, evitables.
“El proceso deficitario suele ser largo,
pero no lento; lo suficientemente largo para que dé tiempo a conocerlo, y
excesivamente rápido como para descuidarse en su vigilancia y desaprovechar las
ocasiones de resarcirse del capital en peligro.
“No hay que confundir los estancamientos
periódicos de cierta clase de negocios con el relajamiento de una hacienda. Los
estancamientos temporales se deben a que el negocio es de actividad estacional,
y en ciertas épocas del año se aletarga; también a reformas de instalación, a
programas de reorganización, y a varias otras causas que siempre tienen una
explicación convincente fácil de encontrar. El relajamiento tiene otros
síntomas, procede de causas que, prolongándolas en el futuro, no pueden
desembocar precisamente en un aumento de la producción ni en la regularización
de la solvencia. Esto que acabo de deciros es una idea que resulta clave para dilucidar
situaciones confusas: toda crisis actual desembocará en el resultado que se
obtenga de considerar la finalidad de los motivos que la originaron en función
de las circunstancias porque atraviese o pueda atravesar.
“En vuestra experiencia profesional
llevaréis observado que aquellos documentos que se refieren a salida, a
colocación, a préstamos de dinero, a cuanto sea reintegración de capitales o
concesión de créditos, se examinan con una meticulosidad absoluta, mientras que
los documentos relativos a entregas o depósitos apenas si es preciso
observarles otra cosa que los datos necesarios para su futura identificación y
los relativos al compromiso numérico que se contrae con la persona depositante.
Pues bien, ahí tenéis la explicación de muchas cosas: cuanto recibamos, gracias
a nuestra unidad y organización, no tiene peligro de extravío, de omisión ni de
cualquier otra causa perecedera. Cuanto prestemos, garanticemos, o cuantos
compromisos futuros aceptemos, estará vinculado a una diversidad de personas,
de entidades y de economías; todo un mundo, complejo y arbitrario, afectando
nuestras finanzas.
“Creedme que no exagero al decir “todo un
mundo” si parto de la base de que podemos tener clientes de todas las razas, de
toda clase de conciencias y de toda clase de administración particular. El
problema es inmenso, nuestros clientes complicados y nuestros medios de control
reducidos por dos motivos: por economía, ya que desplegar gran actividad en
observaciones exteriores de la clientela supondría numeroso personal
especializado y recargaría los tipos del crédito, medida perjudicial para las
finanzas, y también por discreción ya que traspasar ciertos límites
prudenciales, aunque no peque de ilegal, puede ser irritante y enojoso para el
cliente.
“¿Solución más aceptable para este
problema que acabo de plantear? Soluciones en el verdadero sentido no existen;
prácticas nobles, legítimas y de alto coeficiente de seguridad, hay algunas. En
primer lugar –y esto corresponde a todos los negociados y a todo el personal-
examinar con el máximo rigor cuantos documentos puedan originar riesgo o
incidencias, para evitar la existencia de errores propios que anulen o
entorpezcan la acción diplomática o judicial por la que se pretendiese resolver
las anomalías que se produzcan; en segundo término, especializarse, sobre todo
los jefes de negociado, en conocer profundamente la situación y moralidad del
cliente a través de los signos exteriores de su conversación y de sus
operaciones con el Banco. Como intervención más elevada y de alcance más
genérico queda la del negociado de relaciones y el superior control de los
directivos.
“Ahora analicemos las particularidades del
asunto que queda planteado…
…
Y siguió detallando los diversos aspectos
del control de riesgos.
-.-
Riesgos posibles y previsibles en la Banca
La tercera jornada del cursillo se abrió
con estas palabras:
“Ayer, a juzgar por sus resúmenes,
pusieron ustedes gran interés en el tema que se les presentó; por eso vamos a
preparar un complemento del mismo tratando de incidencias impersonales, de
acontecimientos que sin estar motivados por los clientes pueden alterar el
curso de su riesgo, y de emergencias sociales, políticas y económicas que
afecten el normal desarrollo de las operaciones. Así establecemos un doble
panorama incidente: dificultosos de clientes y quebrantos de emergencias.
“Muchas desgracias de tipo catastrófico
y/o criminal, las más conocidas y las más frecuentes, han sido sorteadas
gracias al adelanto organizativo de las compañías de seguros. Han dejado de
preocuparnos, pero no tanto que descuidemos tomar las debidas precauciones para
evitarles riesgos innecesarios a tales compañías, y también para ahorrarnos
trámites aclaratorios y consecuencias sociales.
“Podemos asegurarnos contra robo,
incendios, averías marítimas y transportes terrestres de las mercancías en que
estemos interesados o que resguarden nuestros créditos, responsabilidades
civiles, etc.; así que, aunque estas precauciones supongan un aumento de
gastos, es preferible que las entidades de seguros se encarguen de soportar el
riesgo puesto que ellas están especializadas en estos asuntos, y a nosotros se
nos crearían problemas graves.
“Podemos, pues, mediante primas, eludir,
no los riesgos sino las consecuencias más importantes de los riesgos
corrientes, pero, financieramente, esto no es más que un desglose de las
responsabilidades que pueden acarrear nuestras operaciones: cedemos a los
seguros una parte de ellas, delimitadas por las condiciones de la póliza, y nos
reservamos el resto; por lo tanto, nosotros tendremos derecho a una comisión, y
seguros a otra, teóricamente de cuantías proporcionales al capital expuesto y a
los riesgos presumibles.
“A diferencia de las compañías de seguros,
que tienen capital expuesto, pero no invertido, y riesgo grave pero delimitado,
nosotros tenemos capital expuesto e invertido; por lo tanto, devengando rédito,
y recuperable generalmente al final de la operación, mientras que los seguros
obtienen su prima por adelantado o, a lo sumo, simultáneamente a los períodos
de las vigencias. Respecto a nuestro riesgo, es menos preciso, y por lo tanto,
difícil de estimar en cuanto a frecuencia y cuantía. De donde resulta que
nuestras operaciones son más complejas, y nuestra relación con el seguro es
mínima respecto a la actuación que nos reservamos; somos los principales
intervinientes y, por lo tanto, los que tenemos que poner el mayor empeño en el
feliz resultado de los asuntos que trabajemos, teniendo en el seguro un
importante, pero no absoluto, colaborador.
“Queda eliminada una parte de los riesgos
posibles y previsibles: aquellos que, por estar comprendidos en las garantías
de las compañías de seguros, podamos traspasárselos. Pero nos restan otros
muchos. Los más corrientes, aunque generalmente los menos importantes en
cantidad monetaria, son los producidos por deficiencias en el trabajo del
personal. Juzguémosles de escasa cuantía puesto que cualquier error de
importancia numérica salta a la vista de los controles y es subsanado en tiempo
oportuno. Ni que decir tiene que los pequeños errores a que me refiero son de
orden interno, que sólo pueden afectar al Banco o al empleado que los
cometiese, caso de que fuese demostrada su culpabilidad. A propósito de esto
hay que opinar que al hacer responsable al empleado y obligarle a reponer el
daños que culpablemente ocasionó se crea el mejor aliciente para que todos y
cada uno pongamos el máximo empeño en garantizar la fidelidad y el celo más
acentuado por los intereses de la empresa.
“Estos errores internos pueden degenerar
en riesgo si consisten en deficiencias formularias o matemáticas producidas en
el contrataje y en los cálculos de las operaciones concedidas. Pero no pueden
perjudicar al cliente puesto que los documentos de recepción de dinero son
breves y concisos, sin más peligro erróneo que la estampación de la cantidad
recibida, la cual viene contada generalmente por el imponente, se comprueba en
su presencia, y se le entrega un resguardo que concuerda con la misma. Al
entregar fondos ocurre aproximadamente lo mismo, se recuenta una cantidad que
concuerda con lo pactado y se formulan los documentos reglamentarios, que nunca
pueden ser más en número que los usuales, ni contener más cláusulas que las
corrientes, ni ser más comprometedores para el acreedor de lo que corresponda a
la clase de operación.
“Todos los errores, como es lógico, son de
omisión, descartando que el límite de las cifras que afecten al cliente son
comprobadas por éste, y las omisiones sólo puede perjudicar al que las comete;
en este caso, el Banco y su personal.
“Resulta obvio que los quebrantos y
riesgos más frecuentes y evitables parten del trabajo de las oficinas, así que
es ahí donde se deben prevenir males futuros, la mayor parte, como queda dicho,
de los que se pueden presentar; una entidad en la que no existan deficiencias
en el trabajo de sus oficinas hace falta que tenga unos directivos muy
mediocres para que se le presenten frecuentes incidencias con sus clientes.
“Las emergencias más delicadas son las de
origen político, tanto por su estentórea presentación como por lo inevitable de
sus consecuencias posteriores. Muy poco se puede decir de ellas ya que las
medidas a adoptar en cada crisis dependen de los infinitos matices con que
aparecen, de la repercusión que tengan sobre nuestros intereses, y de las
circunstancias por las que atraviese la entidad. En ésta, como en todas las
situaciones delicadas que se presenten, habrá de ponerse a prueba la sensatez y
el alcance de miras de quienes hayan de terciar los vaivenes que se produzcan.
“Como acontecimientos impersonales de
cierta frecuencia deben catalogarse varios reveses, tanto de nuestra hacienda
como de la de nuestros clientes, que surgen de manera fortuita, como fruto del
azar veleidoso de algunas situaciones que mutan de forma inesperada e
imprevisible. Pueden tener origen humano, pueden engendrarse de un metamorfoseo
de cosas y casos que se creían normales, puede ser el filón que se agota, puede
ser la industria que sufre competencias o variaciones en los gustos del
consumidor, puede ser el descubrimiento de nuevos procedimientos que rezague la
producción de la empresa haciéndola anticuada e inoportuna, pueden ser
infinidad de motivos cuyo contra efecto ha de aplicarse en el momento oportuno
de producirse, no antes, ya que no suelen ser previsibles.
“Acerca de las emergencias sociales y
económicas no voy a tratar ya que vuestros conocimientos sobre la materia
pueden daros suficiente material para el enfoque de esta cuestión, y además es
muy probable que se elija este asunto como tema principal, amplificativo, de
otra conferencia.
“Ya veis que he procurado ser breve para
daros un buen margen de tiempo para discurrir por cuenta propia y extenderos en
la cuestión cuyo esqueleto acabo de diseñar”.
-.-
Distribución y rendimiento del trabajo
Correspondió esta conferencia al Jefe de
Coordinación de servicios, y la inició de este modo:
-“Hay una verdad tangible que nos puede
servir de premisa para este tema: la producción por el sistema de empresas es
el fruto de la unión organizada. Unión y organización; ambas cosas, pero
estrechamente enlazadas.
“Unión en el sentido del conjunto, de masa
afín. Organización en plan de distribuir entre la masa, de un modo metódico y
engranado, la cantidad de trabajo a realizar.
“Tan importante es todo esto, que
demuestra la práctica cómo es posible lograr márgenes de producción fabulosos
con sólo imprimir una disciplina ordenada y llevadera a un equipo de capacidad
normal.
“Son cosas tan simples que no merecen ni
siquiera estudiarse. Esto de un modo teórico, claro está, ya que cualquier
individuo se cree, y no se equivoca, que cuenta con formación suficiente para
dirigir un grupo de operarios; pero la práctica es otra cosa: la práctica demuestra
que la formación del dirigente interesa para la técnica de los asuntos a
elaborar, mas no para la cantidad y regulación de ellos.
“Un jefe de negociado tiene que asesorar,
controlar y pulir; pero también es el responsable del rendimiento de cuantos
empleados tenga a sus órdenes. Y el rendimiento es la meta principal de una
explotación financiera.
“Distribuir y organizar es una especie de
sexto sentido, del que generalmente disfrutan todos aquellos que gustan de
observar una vida disciplinada. Puede hacerlo cualquiera y su principal secreto
consiste en una equidad de conciencia y en un devoto interés hacia los fines de
la empresa y de sus directivos. Puede decirse que el negativo de este sentido
es la despreocupación del jefe; despreocupación en el reparto de cargas
laborales, despreocupación con respecto a la empresa.
“En cuanto a la eficiencia, lo ideal es
que cada empleado de una misma categoría y, por consiguiente, de una misma
remuneración, dé un rendimiento uniforme. Esto es lo justo y lo ideal, y, si es
lo justo, naturalmente debe tratar de lograrlo, pero hay un inconveniente, el
principal, que sin duda se os está ocurriendo oponer: no existen capacidades
idénticas de producción. Admito que no existan, pero pueden lograrse sin mayor
esfuerzo, consistiendo tan sólo en una distribución adecuada del trabajo.
Veámoslo:
“A idénticas materias cada individuo da
rendimientos dispares; rendimientos e incluso perfecciones diversas. ¡Ah!, pero
esto tiene una variante: a materias surtidas pueden equilibrarse rendimientos
homogéneos. Esto es lo que debe hacerse, salvo con algunas reservas que veremos
a continuación. Admitido que es justo exigir el mismo esfuerzo a quienes tienen
idéntico sueldo, debe pensarse en distribuir los distintos cometidos de forma que
cada empleado precise un mismo tiempo para lograrlos con una perfección
similar.
“Ahora vayamos a las reservas: ante todo
es de aquilatar la moralidad personal del individuo para evitarnos justicias
injustas; observar si el baremo de producción está en consonancia con el
interés profesional y con la buena fe del interesado. Sería necio juzgar los
rendimientos tan sólo por meras apariencias; el rendimiento que ha de
compulsarse es el logrado dentro de una sinceridad laboral. A veces, también
ocurre que las necesidades del servicio, de cualquier clase que sean, obligan a
crear distribuciones arbitrarias, pero que a nadie deben molestar desde el
momento en que tienen carácter transitorio y rigen en beneficio de la
organización general de la entidad. No es ningún derroche de generosidad el
poner un ligero aumento de servicio en pro de los fines de una empresa que, en
el caso de nuestro Banco, por ejemplo, tanto se desvela por tratarnos con una
liberalidad absoluta. Otra reserva, que incluso es loable, consiste en la
situación de aquellos individuos que descuellan, y a quienes están encomendadas
misiones más graves y de mayor esfuerzo, puesto que benefician a sus compañeros
con el aliciente de una ejemplar laboriosidad, beneficiándose ellos mismos al
tener ocasión de demostrar que son capaces de afrontar mayor rendimiento y
mayor responsabilidad que la de sus colegas.
“Mencionamos que la unión organizada es la
base del rendimiento; pues bien, este concepto queda suficientemente
determinado si ampliamos que la unión, para poderse organizar, precisa de un
ambiente armónico, y esa clase de armonía ha de lograrse intelectiva y
sentimentalmente: intelectiva en cuanto a la predisposición de los factores que
intervengan en su logro, y sentimental con respecto a la camaradería, que
caldea y eleva los ánimos.
“Según esto, un jefe de sección ha de
procurar combinar sus deberes de jefe y de compañero; ha de tener autoridad
para hacerse respetar y para lograr una eficaz colaboración; ha de ser
comprensivo y amable para que sus consignas se verifiquen por convencimiento y
con agrado, puesto que las imposiciones, erizadas de frialdad y de repugna,
sólo se llevan a cabo, y aun así imperfectas, mientras dura el control directo
del ordenante.
“Esto que acabo de deciros resulta más
visible en las pequeñas sucursales, donde el contacto de los jefes es más
íntimo y familiar con sus subordinados. Tiene su explicación en que la escasa
plantilla favorece un cambio de impresiones y de polémicas bastante intenso al
ser menos numerosa la cantidad de personal que actúa en cada negociado. Las
pequeñas sucursales están en peores condiciones de producir: el promedio de sus
negocios es reducido en importancia; los trabajos de naturaleza periódica y
común han de hacerse del mismo modo que en las grandes oficinas, y, en cambio,
acusan resultados que no están en proporción al personal ni a la cifra de
negocio de las más importantes. ¿Explicación a todo esto? Generalmente es
debido a que en su plantilla existe gran armonía y un excelente criterio acerca
de la responsabilidad y de la producción; laborando en un medio donde concurren
estos factores se trabaja más porque el trabajo resulta ameno y consciente, y
los resultados acusan esa satisfacción y ese interés.
“Hagamos unas últimas consideraciones
acerca de este tema:
“La Banca viene demostrando que su
personal goza de una consideración espiritual y material que los dignifica en
alto grado; viene observando un perfecto humanismo en las relaciones entre la
empresa y el productor; viene remunerando con liberalidad los servicios
prestados para que su gente pueda vivir con cierto desahogo y ocupar
socialmente el lugar que corresponde a sus funciones. Todo esto es verídico y
justo, mas para sostenerlo y mejorarlo es precisa una continuidad de
rendimiento; que nuestras promociones sean capaces de sostener, y aún de
aumentar, el margen de productividad de nuestros antecesores. Y conste que no
es pedir demasiado, que no es ninguna exigencia, ningún imposible; después de
dar el esfuerzo que requiere nuestra empresa, después de haber sido compensado
con creces en el precio de nuestra aportación, aún nos sobran tiempo y energías
para disfrutar plenamente de nuestra existencia sobre la tierra.
“Como sabéis, estáis en libertad para
comentar y aun criticar mis palabras para aquilatar el alcance de las
relaciones entre la entidad y el empleado, dando a vuestros ejercicios la mayor
extensión posible, y apuntando objeciones y pareceres acerca de una mayor
perfección en los servicios de nuestro Banco; pero yo, como compañero, y esto
sin carácter oficial alguno, me permito indicaros que toda merma en la cantidad
de horas reglamentarias y en el esfuerzo que ahora rendimos sería una
deslealtad para con una empresa tan generosa como la nuestra”.
-.-
Misión de los apoderados
¿Mando en plaza? ¡No; mando en Banca!
Se cerró el ciclo con una pequeña
disertación del Jefe de Operaciones acerca de la misión de los apoderados.
Dijo, entre otras cosas:
-“Más que una lección estoy tratando de daros
una consigna: Vuestros conocimientos ya son bastante elevados, y en lo sucesivo
os seguiréis documentando con la práctica, con el estudio y con lo que
aprendáis de terceros en el ambiente profesional, así que hoy será más oportuno
conversar con vosotros acerca del cometido y de la responsabilidad de los que
merezcáis el ascenso. Como digo, apremia un consejo, si así me permitís
llamarle, y no una lección.
“Recibir poderes de una entidad tan
acreditada, tan próspera y tan importante como la nuestra, honra mucho, pero
también obliga a mucho. Seréis la empresa misma; serán vuestros actos los que
operen en su desenvolvimiento. A vuestra sensatez se confían cuantiosos
intereses. Vais a contraer con nuestro Banco un mayor compromiso de honor y de
lealtad.
“Estáis rebosantes de juventud, de sana
alegría, pero sabemos que vuestro optimismo es juicioso, y que vuestra euforia
es prudente. Tenéis a vuestro favor las circunstancias más propicias para
lograr magnas realizaciones: energías juveniles y duraderas, madurez de
preparación y de adoctrinamiento. Podéis decir sin temor a equivocaros que sois
capaces de grandes cosas, y muchos de vosotros vais a merecer este nombramiento
para tener ocasión de demostrarlo.
“Aún no se han escrito muchas páginas
acerca de la epopeya social, progresiva y recia de la Banca; aún padecemos el
anonimato que nos impuso la leyenda turbia de nuestra profesión, abanderada por
el “Malvado Carabel”; pero esa leyenda va dejando de serlo a medida que el
mundo se da cuenta de nuestros esfuerzos y de nuestra eficaz colaboración por
la grandeza de los pueblos; se va demostrando que el prejuicio de esa turbiedad
judaica no era otra cosa que la resistencia de las masas a comprender que el
oro, cristianamente explotado y puesto al servicio de las necesidades humanas,
es un instrumento de virtud. Vamos entrando en una era de solidez económica, de
bienestar universal, y aunque las plumas continúen sin ocuparse de nosotros, no
hay duda de que somos los artífices de muchas páginas brillantísimas de la
historia contemporánea.
“A través de este cursillo se os demostró
el alcance de vuestra tarea, y se trató de los límites hasta donde abarca
vuestra actuación y vuestra responsabilidad. Yo añadiré tan sólo que, de día en
día, se va ampliando el campo de actividad de la Banca, y que esta expansión
nos exige un estudio constante de los nuevos tipos de operaciones y de sus
tendencias para llevar adelante con éxito toda iniciativa de interés. Formamos
una milicia productora, de anónimos pero merecidos laureles, y nuestro triunfo
radica en un avance constante: avance técnico, económico y social; retroceder,
e incluso estacionarse, es malversar un tiempo que tiene valoración monetaria.
“Queridos jóvenes: ¡queda terminado este
cursillo! Que San Carlos Borromeo, nuestro patrono, interceda por nosotros para
que no falten, nunca, en nuestra actividad los más elevados principios del
catolicismo. Amén.
-.-
Hogar, familia, porvenir.
Habían pasado
cinco años…
… desde que Queimadelos saliera de la
empresa Rancaño, y casi otros tantos que estaba empleado en el Banco de Crédito
y Ahorro. En todo este tiempo no había vuelto a Lugo, su ciudad natal, pues
para los días de sus vacaciones iban a reunirse con él en Coruña sus padres y
su hermana; pero este año se vieron precisados a variar su programa debido a la
enfermedad de Nita –una bronquitis que la aislaba en su alcoba, y cuya mejoría
se presentaba lenta-, así que Ernesto…, cogió el tren!
En Lugo, en la estación del ferrocarril,
estaba Deza, el amigo inolvidable, con
otros amigos que Queimadelos tenía por apagados considerando la duración de su
ausencia. Notó que se le acogía con cariño, y los aprecios de que fue objeto a
su llegada le llenaron de íntima satisfacción, pero su alegría fue amortiguada
por la desazón que le producía la enfermedad de Nita. ¡Tan buena como había
sido con el! Sus inmensos sacrificios para que pudiese estudiar; con lo enojoso
y pesado de su profesión. Decididamente, debía y lo ansiaba, llevarse a su
familia definitivamente con él ya que ahora sus ingresos en el Banco le
permitían sostenerles con decoro y hasta con holgura.
Con sus padres y amigos se fue hasta la
casa. Su hermana tenía buenas impresiones de la visita que le había hecho el
doctor Luis Vilabella, confiando en su pronto restablecimiento. Era su espíritu
tranquilo y resignado, por lo que resultaba agradable y edificante su compañía
aún en plena enfermedad; la inmensa paz de que rebosaba su alma se contagiaba a
cuantos la rodeasen.
-Esto no es nada –Le explicó a su hermano-
Seguramente ocurrió que me estuviese haciendo mala y Dios quiso retenerme en
esta alcoba, con estas toses, para darme tiempo a meditar. Te es verdad:
últimamente ni casi entraba en la catedral porque tenía mucho trabajo, que
están viniendo máquinas de lavar, pero muchas familias prefieren encargarme su
ropa, lavada en el río Rato; así estaba ahorrando algún dinero para irnos una
temporada de playa contigo y no serte gravosa. Pero Dios es muy bueno con
nosotros, y nos juntó aquí, que al fin es igual que si fuésemos a Coruña. Y
dime, ¿cómo estás tú, mi único pero gran hermano, del que tan orgullosa me
sentí siempre?
-¡Contentísimo! Figúrate, que ya tenemos
la suerte de tu mejoría, y cuando te repongas aún me quedarán vacaciones;
seguirá siendo verano, tiempo de playa. Ahora, con mi ascenso, y con mejor
sueldo, no seréis ninguna carga, sino todo lo contrario.
Ella se apresuró a discutirle:
-¡Ca! Eso sí que no es posible. Todos
viviendo de tu sueldo…, no podrás ahorrar! Y para ponerme yo a trabajar, en Coruña,
no sé cómo ni donde hacerlo. Mira, aquí cuento con buenos clientes: El Hotel La
Perla me da toda la ropa de cama y mantelerías; y en varias fondas también me
dan cosas para lavar y planchar. Te es otra cosa, Ernesto: lo que ocurre es que
te encuentras solo y necesitas cariño en proximidad pues ya tienes tu edad para
desear una familia. Ahora que te libraste del Servicio Militar por tu miopía, y
con tu ascenso, debes casarte, hacer una vida hogareña, y a nosotros dejarnos
en esta casa; y máxime ahora que tú la compraste y nos la cediste. Aunque tu
padre deje de trabajar, yo puedo sostenerla, aunque sólo sea de planchadora.
-No llevas razón, Nita; en algunas cosas…
Pero, bueno, ahora no vamos a discutir, así que deja tus ideas junto a la
plancha, y vete haciendo el equipaje, cuando puedas, cuando te sientas con
fuerzas, que ya verás cómo dentro de pocos días nos cambiamos para Coruña; y no
para que trabajes allí, pues tengo que pagarte la deuda de lo mucho que hiciste
por mi cuando era estudiante. ¡Como decimos en Banca, las deudas tienen
término!
-.-
Un Lugo distante de Augusto
Los cinco años que había durado su
ausencia de la capital lucense fueron otros tantos grados en el ciclo de su
evolución: barriadas industriales a lo largo de la carretera de Coruña, amplias
y simétricas líneas de edificación en el Agro del Rolo, nuevos y acogedores
hotelitos en las riberas del Miño, almacenes, sucursales de Bancos, así como
instituciones culturales. En las afueras, allí donde en una localidad eminentemente
agrícola como es, ¡cómo era!, Lugo, está impreciso el confín de la urbe y el
principio del campo; visibles incluso desde varios puntos de la muralla,
surcaban los tractores, runruneaban las trilladoras y se observaba un proceso
técnico progresivo.
Uno de los exponentes del nivel de vida en
el agro y de la democratización de la ciudad era la afinidad de vestimenta, de
costumbres y de consumiciones. La eficiencia del trabajo encauzado por una
política laboral dotada de sabia prudencia y de hondo espíritu humanitario,
estaba elevando la dignidad y el bienestar de las masas, haciéndoles asequibles
satisfacciones que otrora estaban reservadas a los privilegiados de la fortuna.
Seguía habiendo ricos, y es bueno que los haya para que puedan llevarse a cabo
empresas de alto rendimiento, pero ya no eran envidiados con ojos de necesidad;
y a la sombra de los ricos, de las empresas gigantescas que iban surgiendo en
el campo de las actividades fomentadas de un modo especial por la función
crediticia de la Banca, vivían dichosas las familias de los productores, con
viviendas higiénicas y confortables, con los debidos servicios sanitarios, con
amplios medios de distracción y de entretenimiento; en definitiva, con todo
aquello que cabe apetecer del progreso deslumbrante de este siglo.
Por Deza supo Queimadelos que las amplias
naves que se estaban construyendo en la carretera de Castro, junto al arroyo
Fervedoira, inmenso tapiz de pabellones, de terrazas y de vías ferroviarias en
conexión con la estación de Lugo, serían destinadas a la instalación de una
industria frigorífica para la preparación y exportación de productos cárnicos.
(Frigsa). A la sazón Porfirio Rancaño estaba en tratos con esta empresa para
cederle todo el engranaje de su negocio, vehículos, instalaciones,
organización, y cuanto fuese adaptable a la índole de la nueva entidad; poseía
más que suficiente para gozar de una posición desahogada, y le apetecía pasar
el resto de sus días en la despreocupada condición de rentista.
-.-
Volvieron las golondrinas
Chelo continuaba soltera…,
inexplicablemente soltera. Ernesto creía odiarla, pero al mismo tiempo sentía
deseos irreprimibles de verla nuevamente, de encontrarse con ella, de conocer
sus andanzas en aquellos cinco años, de volver a escuchar su voz. Se sintió
tentado de telefonearle, pero le contuvo su prudencia temiendo un corte
bochornoso. Pero no precisó buscar oportunidad para ello:
Estaba Queimadelos con unos amigos en el
Círculo de las Artes. Discutían sobre temas de actualidad deportiva, y, por
ello, enfrascados en su polémica, no se dieron cuenta de la entrada en el salón
de un grupo de chicas que fueron a instalarse en un tresillo contiguo al de
éstos. En aquel grupo estaba Chelo Rancaño, quien desde el primer momento
reconoció a Ernesto y no le sacaba la vista de encima, distanciada de la
conversación de sus compañeras, hilvanando seguramente la maraña de recuerdos y
de ideas que bullían en su mente.
Con respecto a la época en que la
conociera Queimadelos había variado poco, en lo físico: la misma voz cantarina,
los mismos ojos profundos y soñadores, los mismos gestos; pero la tez más
pálida y curtida. Se habían henchido ligeramente sus formas, y ello le daba un
aspecto de madurez juvenil, de feminidad definida.
De haberla observado en aquellos instantes
se le hubiesen notado discretos y reiterados ademanes de dirigirse a
Queimadelos, rictus interrogantes de entablar conversación. En su ánimo debían
estar desenredándose pensamientos de curiosidad, de afrenta y de restitución,
de rencor y de cariño. En aquel momento no se sentía dueña de la situación, no
era capaz de seguir un razonamiento, y se dejó llevar por la idea que más le
golpeaba en las sienes: romper aquel mutismo desagradable, así que, sin temor a
que nadie censurase su actitud fue a situarse frente a su antiguo novio:
-¡Vaya, hombre; casi te tenía por
desaparecido! ¿Cómo te ha ido durante tantos años? –Y le tendió su mano
diminuta y vibrante.
Ernesto se puso en pie bruscamente,
desconcertado, abobado, sin ocurrírsele nada. Se la quedó mirando con vaguedad.
-¡Estás guapísima! Si, de veras…
Y no le salía ninguna otra frase. Chelo se
dominó más pronto:
-Me diste una sorpresa; no hacía con verte
hoy aquí, ni sabía al menos que estuvieses en Lugo. ¡Tantos años…!
Los amigos de Queimadelos, conocedores de
su antiguo noviazgo, buscaron cualquier pretexto para alejarse. Así se quedaron
aquellos amantes de cinco años atrás, solos, de pie, mirándose con avidez y con
turbación, desconcertados por la circunstancia de contemplarse distanciados y a
la vez unidos, novios del pasado y vulgares conocidos del presente.
Los nervios de Ernesto llegaban a su
tensión máxima; hubiese apetecido desahogarse con Chelo, maldecirla por su
atrevimiento en saludarle en presencia de aquellos amigos conocedores de su
ruptura. Al mismo tiempo le dolía separarse de ella, alejar su presencia
encantadora. Venció esta última tendencia:
-Chelo, se me ocurre una cosa: me
agradaría asentar una amistad libre sobre las ruinas de aquel amorío. Con ello
me resultaría menos odioso el pasado, e incluso podría verte, cerca o lejos de
mi persona, sin sentir la desazón de aquella pesadilla. No pretendo reedificar
nada, pero si borrar unas huellas molestas…
Ella pareció meditarlo:
-Si te es igual nos vamos a uno de los saloncitos
pequeños; aquí hay demasiados curiosos fijándose en nosotros.
Por los pasillos que conducen a los
salones del fondo del edificio fueron juntos, muy juntos, sin darse cuenta de
ello, y a Ernesto casi le dio la tentación de cogerla del brazo como en aquel
otro tiempo de su intimidad.
Una vez acomodados, fue Chelo la primera
que habló:
-Y bien, Ernesto, ¿es que tienes
pretensiones de reñir? No sé si sería oportuno, pero a mí no me apetece lo más
mínimo. En cuanto a que fomentemos una nueva y sincera amistad, tengo que
confesarte que no me desagradaría.
-Chelo, no me juzgues mal. Tú serías la
única persona del mundo a quien permitiría cualquier tortura. Aquello…, todo
aquello, si crees que no debemos revisarlo, lo que es por mi lo dejaremos en la
nebulosidad del tiempo ido. Ahora puede ser más libre una amistad simple entre
nosotros porque ya no existe ni siquiera el nexo de mi empleo en vuestra casa.
Nos hemos distanciado tanto que bien podemos creernos y considerarnos como si
fuésemos otras personas.
Se hizo el silencio, un silencio que
aprovecharon su almas para meditar en sutilezas íntimas; así permanecieron un
buen rato, ora mirándose distraídamente, ora taciturnos y reconcentrados. Fue
ella la primera que habló:
-Siempre tuve una especie de remordimiento
por no haber sabido evitar que dejases de trabajar con papá. Pude haber roto
contigo de cualquier otra forma; pude rogarte que no dejases nuestra casa, que
siguieses de Jefe de Compras; pero me ofusqué de tal manera que causé tu paro,
y menos mal que lograste situarte bien, según me he enterado por Deza. Además,
mi padre no me perdonará nunca haber ocasionado que te fueses. Deza no tiene
constancia en cosa alguna, y todo anduvo a vaivenes. A papá es probable que le
fuese indiferente nuestro matrimonio, pero en la oficina le resultabas
insustituible.
Ernesto, rotundo, sin vacilaciones:
-Pues ya puedes olvidar todo eso. Soy
feliz con mi empleo en el Banco, y no ansío mayores beneficios; pero aparte de
esto tú debes comprender que me sería imposible continuar con vosotros,
mantenerme en un cargo al que llegué por razones familiares, y permanecer
apegado a unas ventajas que es casi seguro no lograse tan pronto a no mediar
nuestras relaciones. Yo no te guardé ningún rencor por todo aquello, convencido
de que tu desplante se debió a las inestabilidades de toda juventud; incluso
acabé convenciéndome de que fuera noble alejarme de ti para que tuvieses
ocasión de encontrar un partido equivalente, de tu posición.
En todas estas palabras puso el mayor
acento de sinceridad y de confidencia. Ella, presurosa:
-Dime, Ernesto; tan sólo una cosa: ¿es
verdad que no me odiaste, nunca, y que no me guardas rencor? –Preguntó con
ansiedad.
-¡Que disparate! No tenía motivos…
Chelo no le dejó continuar. El impulso que
desde hacía unos momentos pugnaba por exteriorizarse, acabó haciéndolo; y
apoyándose en el pecho de su antiguo novio rompió a llorar suavemente, en un
estado de ánimo que mezclaba tristeza con alegría.
Ernesto estaba más desconcertado que
nunca; primero la apretó con dulzura y con arrobamiento, ciñéndole amorosamente
su frágil cintura con su brazo trémulo; pero después la separó, secándole las
mejillas con el pañuelo de su americana.
-Vamos, tontina, no ves que te haces daño
lastimándote los ojos, estos ojazos tuyos, que siempre te brillaron como dos
diamantes! Serénate. Y no digas nada: hemos vuelto a continuar nuestro destino
enlazando el pasado por el puente de esta ausencia. ¡Eso es todo!
Chelo, serenándose un poco:
-Tienes razón, Ernesto; es mejor no seguir
engañándonos y volver a querernos con aquella fe de antes. Casi no me da
vergüenza decirte esto, pues ya que he roto, yo, yo y sólo yo, soy la que debo
reparar mi daño. No pido que me quieras, ni tengo derecho a ello, pero yo nunca
podré evitarlo por mi parte; mentiría si te dijese que siempre esperé
reconciliarnos, pero tú no volvías… Más te voy a decir: si estás prometido con
otra mujer, o si ya no me quieres, te suplico que me dejes ahora mismo; puesto
que yo misma te perdí, es justo que continúe a solas con mis…, con mis
pensamientos!
-Chelo, ruliña, me haces muy dichoso
queriéndome…, eso, otra vez!
Se buscaron en los ojos, se miraron
hipnotizados, y todo acabó con un beso sublime, redentor del pasado y augurador
de venturas en lo porvenir.
Así fue como volvieron a converger sus
rutas. Y quedaron de ir juntos al día siguiente a la romería del San Lorenzo de
Albeiros, fiesta campestre, típica y animadísima, que se celebraba en un
arrabal de la ciudad; allí proyectaban bailar y divertirse en recuperación del
tiempo perdido, y cambiar impresiones acerca de la forma de informar a sus
familias sobre la reanudación de su noviazgo; esta vez –se decían- dirigido a
terminar en boda.
Estaba muy avanzada la noche cuando
Queimadelos se retiró a la casa paterna; antes había estado varias horas
debatiendo con Deza, el confidente de las situaciones complicadas, la marcha de
los acontecimientos. Entre otras cosas de menor cuantía trataron estos puntos.
Hablaba Deza:
-Creo que esperabas mayor sorpresa de mi
parte, y te estoy decepcionando. Todo esto se veía venir, y si no llegaba a
realizarse tenía que ser exclusivamente por tu ausencia inacabable, que
agotaría la paciencia de la chica; hasta ese momento, pero si en ese momento,
ella se habría ido con el primero que se le acercase con oportunidad. Yo sigo
soltero, pero aun así me precio de conocer a las mujeres. Ella flirteó en estos
años, así que puede decirse que entre esos amoríos andaba buscando algo que la
satisficiese plenamente; una cosa así como si tratase de encontrar algo similar
a las emociones pretéritas, pretéritas y perdidas; como si anduviese escogiendo
entre los pretendientes sin acabar de convencerse a sí misma de una
conveniencia plena en ninguno de ellos. Y todo esto, por qué? Ya te lo dije
antes: Porque no encontraba ninguno que le hiciese sentir el amor con toda la
intensidad del que te profesó, del tuyo. Había amado; ella recordaba muy bien
de qué forma, y sentía necesidad de volver a hacerlo con la misma sensación de
antes; pero si llegase al punto definitivo de la desesperación, se habría
ofuscado por cualquiera y, como suele ocurrir en estos casos, se casaría con el
más sinvergüenza de todos.
Queimadelos se desesperó ante aquellas
revelaciones:
-Tú, Deza, el que yo creí siempre fiel
amigo, ¿cómo no me has escrito, o telefoneado, informándome sobre estas cosas?
Ambos destrozándonos el alma por la desilusión de nuestro rompimiento, y ambos
amándonos en silencio. Francamente no esperaba que procedieses así.
Deza rio a mandíbula batiente, y arguyó
irónico:
-¿Lo ves, pedazo de inteligente; ves como
el amor humano ofusca el entendimiento? Si hace cualquier tiempo, antes de que
ella se encontrase a sí misma, cuando andaba frenética cazando amoríos; si,
cuando tú estabas enfrascado en el aprendizaje de las materias bancarias, con
todos tus sentidos puestos en ellas, con un olvido, que te esforzabas en hacer
absoluto, de cuanto se relacionase con tu viejo noviazgo; si, en cualquier
instante de esos años se me ocurriese abriros los ojos, al uno y al otro, y
deciros que vuestros sentimientos mutuos pugnaban por una reconciliación,
entonces me habríais enviado a freír espárragos, y todo se estropearía, sin
remisión. Ahora es distinto: ella está desengañada, y tú dominas tu profesión,
por lo que te sobra un margen de facultades para encauzarlas a otros fines;
además, hay el sedante de la ausencia, que mitigó los prejuicios que os
formasteis al rompimiento. Sí, señor; este es el tiempo, y yo no tenía que
hacer otra cosa que constituirme en espectador, porque no había duda de que en
una ciudad relativamente pequeña, como es Lugo, tendríais que encontraros y
amigaros. Ahora bien, si esto no ocurriese por su peso, ya me las arreglaría yo
para haceros encontradizos, y liaros nuevamente. ¡Ja, ja, ja! ¡Cómo la iba a
gozar si me viese metido en reconciliaciones; tendría gracia: un solterón
haciendo de casamentero…!
Y se abrazaron, riendo con entusiasmo.
-Eres un caso, Deza. Estás más ducho en
amoríos que los que alardeamos de conquistadores, y, aun así, no hay forma de
atraerte al yugo!
-¡Eh, alto! Esto ya no lo consiento –y
continuó como si recitase un poema aprendido de memoria: -Hay una puerta que
dicen de San Fernando, y que es la violación de una fortaleza. Algún cantero
medieval abrió ese agujero en la muralla para respirar el aroma de la campiña
de Paraday. Husmeando lejanías por ese hueco se presenta a los ojos el brillo
asfáltico de una gran avenida: la carretera de Coruña. Un día, cualquiera,
avancé por ese asfalto; había escaparates, muchos, en las tiendas del trayecto,
pues los escaparates también son horizontes; husmeé en ellos, y vi una grácil
joven detrás de las lunas de una mercería. Era un cacho de cielo. Entré y pedí:
“¡Un hilo de ilusiones que me lleve de la tierra al cielo!” Me sonrió la chica,
y contestó profética: “Que unan la tierra con el cielo sólo existen las hebras
del amor”. Exactamente, eso era lo que yo pedía. La dije otras cuantas, de las
bonitas, y todo acabó en noviazgo. Me, digo, nos, casaremos, en dos semanas, antes
de que termines tus vacaciones! –Añadió rotundo.
Queimadelos, echándose las manos a la
cabeza, con asombro:
-¡Ladrón! ¡Que callado lo tenías! Yo
contándote mis intimidades, y tú haciendo reservas de las tuyas.
-¡Ahí está mi juicio, mi sensatez! Dejarte
presumir de entusiasmos para eclipsártelos contándote los míos, que, por ser de
un vejestorio, son maduros y perfectos.
-.-
La romería de Albeiros
Acuarela de Portela
En el pequeño Renault que le había
regalado don Porfirio Rancaño a su hija con ocasión de pasar ésta a la mayoría
de edad, (entonces de 23 años para las mujeres), se fueron a la popular romería
de San Lorenzo de Albeiros.
Primeramente visitaron la ermita
legendaria, cantada por los poetas locales y famosa por el milagraje de los
devotos, que en incontables ocasiones habían sido favorecidos por el santo de
las parrillas; después unieron su merienda a la de un grupo de conocidos muy
animosos.
Queimadelos recordaría para siempre
aquella tarde como un cuajó de emociones y una pléyade de lirismos. Todo era
poesía en cualquier romería de santuarios célebres, pero de un modo especial en
aquélla, a la que asistían con el ánimo sediento de goces puros y atrasados.
Había en la “carballeira” reminiscencias de sabor céltico, y banquetes a la
sombra del robledal; “aturuxos” que rasgaban el aire como las imprecaciones de
los druidas ahuyentando diablos y atrayendo a los espíritus del bien; sones de
gaita que se iban perdiéndose en la fronda como un arrullo de invisibles
deidades.
Bailaron con entusiasmo y conversaron con
la avidez que les motivaba su apasionada fantasía y el deseo de oír sus verbos
amados. De su charla basta con saber que fue toda ella un cruce de ternezas y
de emociones íntimas; frases que tienen encantos celestes para los que se aman,
y que resultan absurdas, a veces, para los extraños que las oyen o leen.
-.-
Don Porfirio celebró vivamente la
continuación de las relaciones de Chelo con su antiguo empleado; pero aún no
estaba convencido de su feliz término dadas las antiguas veleidades de su hija.
La familia Queimadelos, por su parte, opinaba que un casamiento con posiciones
económicas tan dispares, y con tan mal principio, era punto menos que
irrealizable. Pero los amantes se juraban reiteradamente el más sublime de los
afectos. Dios decidiría.
A Queimadelos todavía le quedaban varios
días de vacaciones, y los llenaron proyectando los pormenores de su casamiento
y de su instalación en Coruña. Por rara casualidad, ambos estaban bautizados
por el mismo sacerdote, párroco a la sazón de la iglesia de Cirio, comarca en
la que la familia Rancaño tenía un antiguo caserío, así que decidieron que
sacramentase sus amores el mismo sacerdote que los había cristianizado,
celebrándose la ceremonia en la capilla de Rois, del pazo de los Rancaño. Pero
todo esto requería tiempo para su organización, así que Ernesto se incorporaría
a su puesto en el Banco de Crédito y Ahorro, y, pasadas algunas semanas,
solicitaría el permiso reglamentario para sus nupcias.
Antes de marcharse Queimadelos para Coruña
visitaron el pazo de Rois. La mansión estaba grisácea por la pátina de los
siglos, pero se la notaba cuidada de las temporadas en que la utilizaron los
Rancaño para su veraneo. Aislada del resto del pueblo, empezaban
Fuente de Rois
los confines en la hondonada de un valle
regado por un riachuelo más bullicioso que abundante, en el que las truchas
brillaban serpenteando los remansos, y un molino desmenuzaba con las aspas de
su turbina la limpísima corriente. A los prados sucedían, ganando la ladera,
sendos labradíos, para terminar la heredad perdiéndose entre los matorrales de
la Uceira. Próximas a la casa solariega, las viviendas de los colonos, los
hórreos y otros alpendres campesinos.
La capilla estaba tristona, enrarecida de
un cierre prolongado; pero las chicas de los colonos se ofrecieron gustosas
para decorarla profusamente con ramos de mirto, hiedra y rosas.
Recorriendo la finca llegaron distraídos
hasta la parte más elevada y montaraz; desde allí se divisaba un conjunto muy
acogedor, ornado con los matices armónicos del verde de los prados, el dorado
de los labradíos, y la policromía del monte y de los setos. Se respiraba un
combinado de aromas agradables procedentes de las plantaciones y de la retama.
Les subyugó aquel ambiente, y permanecieron largo rato en la cumbre de la
colina, que llaman Campos de Cirio en recuerdo de aquel Ciro que cercó el
Medullius (actual Monciro). Se sentían extremadamente felices, y predominaban
en su pensamiento las ideas eglógicas. Queimadelos opinaba, y Chelo asentía,
que el progreso, la urbanización especialmente, si no se les vacaciona
periódicamente para atender otras apetencias naturales, tienden a mecanizar
excesivamente al individuo; le hacen olvidar los goces simples, pero
espirituales, que prodiga la naturaleza por doquier. No cabía duda de que unos
instantes vividos en la dejadez placentera de aquella campiña borraban las
insipideces de las serias concentraciones que exige la vida moderna, y si así
ocurría, ello era signo evidente de que la producción, todas las
manifestaciones del mundo civilizado, no podían prescindir del elemento natural
sin peligro de viciarse y de anularse. Tomar contacto con la naturaleza, huir,
siquiera fuese momentáneamente, del mundo de artificio que va creando el hombre
en torno a los asfaltos y a los cementos, era nada menos que recuperar fuerzas,
depurar el vicio de la precisión, ya que esta deja de ser virtud tan pronto el
hombre se hace juguete de ella en lugar de ocurrir lo contrario, y cobrar
ánimos para seguir luchando en el infinito campo de la cultura.
Chelo, por su parte, se sentía liberada de
las vaguedades de su anterior existir; la determinación absoluta de su futuro,
ensamblando un viejo amorío con las presentes relaciones, el trazado de una
ruta definida que grabase su paso por la tierra, había descongestionado la
parasitosis ideológica de su espíritu, y la hacía más libre, más dueña de sí
misma, más consciente del verdadero goce. Comprendía mejor todo esto en el
ámbito natural de la campiña, junto al ser amado, endichada por el vistoso y
aromático escenario en que paseaban, aislada del artificio de la urbe con sus
existencias desconcertantes, con sus influencias nocivas para el caso de que
uno no lograse el oportuno dominio de la propia personalidad. Habló, y dijo:
-Indudablemente ha llegado el tiempo de
que yo sea todo lo feliz que había deseado. Y me siento más dichosa cuanto más
próxima está mi unión contigo; pero de un modo especial en el día de hoy,
recorriendo los mismos senderos por los que pasé tantas veces con la cabeza
atiborrada de tonterías. Ahora es distinto: pienso en que somos el origen de
una familia, en que tengo otra finalidad en este mundo que la de lucir trapos y
decir naderías. Ernesto, querido Ernesto, -añadió con íntimo reproche-, ¿es
posible que yo fuese tan tontuela que me expusiese a perderte por el capricho
de llegar pronto a aquel malhadado baile? Te dejaba, a ti, que estabas
trabajando, que eras un hombre útil a mi casa, y también a la sociedad, para
irme con el majadero de Ferreiro, que sólo entendía de bailes y de tretas
amatorias. ¡Mea culpa, mea máxima culpa! –Y se dio golpes de pecho.
Queimadelos la cogió de la mano y le
indicó el horizonte:
-Deja en paz el pasado, que ya se ha ido,
y reposa en la tumba de nuestro olvido; he aquí el presente: nuestras vidas
dichosas, un círculo exuberante que nos enseña a vegetar útilmente, a elevarnos
en la tierra para acercarnos al cielo.
Ella le besó aquella mano comunicativa que
les enlazaba. Y le dijo:
-Es verdad, Ernesto; cada vez comprendo
mejor tu alma, que, por cierto, también tiene matices más profundos que en
aquel otro tiempo.
El asintió:
-Tal vez tengas razón, que no en vano
presumo de haber modelado mi carácter en las oficinas de un Banco, donde los
números invitan a profundizar el misterio de su acumulación, donde todo
esfuerzo está encaminado a producir bienes latentes y perdurables; donde a la
materia, que para nosotros es el capital, se le buscan finalidades del más
delicado humanismo.
Se volvieron hacia la casa solariega
serpenteando las plantaciones. Cuando llegaron a ella, y ya se disponían a
regresar para Lugo, sugirió chelo, repasando con la vista los contornos de la
heredad:
-Ernesto, ¿qué opinarías si te propusiese
pasar en este sitio las vacaciones que te den para nuestra boda? Me agradaría
bastante más que esa fuga ruborosa del viaje nupcial!
-Mujer, veo que ahora siempre estamos de
acuerdo. ¿Será que nos pesan los años? También yo lo prefiero. En lo espiritual
nuestra compenetración actual es tan perfecta que desde el primer día de
nuestro reencuentro parecemos un matrimonio antiguo, y no nos hará novedad
vivir entre conocidos. Con respecto a los demás cambios…, pues también los
iremos asimilando, poco a poco.
Sonrieron complacidos, con la sutil
picaresca de dos prometidos, y se alejaron, en el Renault, del escenario al que
volverían un día ya próximo para santificar la recuperación de sus amores.
-.-
¡A la herculina…!
Rancaño, una vez realizados los bienes
afectos al negocio que tenía en Lugo, decidió emplear su capital en operaciones
rentísticas e irse a vivir a la ciudad herculina para tener consigo, siquiera
fuese temporalmente, a su hija. Por su parte, Queimadelos, acogería en su
propio hogar, en su piso, a sus padres y a su hermana Nita, redimida de su
penosa profesión por el agradecimiento del hermano, antes protegido y ahora
triunfante. El nuevo matrimonio procuraría satisfacer tanto a los padres
naturales como a los políticos conviviendo alternativamente con ambos y del modo
más íntimo posible.
Había llegado la plenitud formativa y
sentimental de aquellos jóvenes, y quedaba orientado el curso de sus vidas.
-.-
Dejémosle…
Dejemos a nuestro protagonista, un
ejemplar de lo más común en esta generación de empleados de Banca, mediados del
siglo XX; dejémosle en una mañana cualquiera de cualquier día laborable,
próxima aún a las vacaciones disfrutadas en la bien murada, donde el azar, ¿o
la Providencia, pues bien se dice que, casamiento y mortaja, del Cielo bajan!,
le había facilitado el retorno a sus relaciones con Chelo Rancaño.
Camino del Banco iba pensando precisamente
en ella; la encontrara serena y juiciosa, apasionada pero constante,
demostrando en sus actos presentes una madurez de criterio que la dignificaba
en alto grado. Pasaran las tormentas de
su espíritu juvenil –pensaba Queimadelos- y su sique presente era un
remanso de paz que prometía un porvenir dichoso para el hogar que con ella se
crease.
Es cierto que en otro tiempo le había
causado humillaciones, y que le había desviado, variado, el rumbo de su
existencia; pero él estaba optimista de pertenecer a la Banca, donde ya gozaba
de buena posición y en la que se solidificara su personalidad. Se enorgullecía
de pertenecer a una entidad que tanto estaba haciendo en todos los órdenes
económicos por el progreso humano. Y quizás hubiese sido excelente para su
armonía futura aquella separación, aquella maduración, de cinco años, durante
los cuales terminaron de formarse moral y experimentalmente, sacando de ellos
valiosas enseñanzas para la madurez de su atracción y cariño, así como para su
preparación frente a los azares de la vida.
Chelo y él; él y Chelo: la fusión de dos
personalidades que se complementarían en la unidad de un matrimonio bien
avenido. Más tarde, acaso, la prole, que llevaría en sus venas el espíritu
laborioso y noble de sus progenitores… Su paso por la tierra con un eficaz
producir…
Absorto en estos pensamientos traspasó
Queimadelos el umbral del Banco de Crédito y Ahorro. Iba, de nuevo, a engrosar el anonimato de las juventudes bancarias.
Iba a sumarse, en su eficaz producir, con los artífices de buena parte del
bienestar de los tiempos modernos.
Xosé María Gómez Vilabella
-o0o-
Nota post. Este libro lo he escrito en
Sidi Ifni, y fue publicado en Madrid, en edición privada, en la Imprenta de
Huérfanos de la Guardia Civil, en el año 1956, cuando apenas existían y/o se
utilizaban calculadoras en las oficinas bancarias.
En este semanario (pero en el número
del 23-9-1956) con respecto a este libro se dijo:
-.-
O autor na azotea do Banco de
España.
Xosé María Gómez Vilabella
¡Aquí comezoume o cheiro do
diñeiro..., do diñeiro alleo!
-o0o-
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